Recuerdo que, cuando llegué a la universidad, un año
antes de la muerte del dictador y algunos años antes de que supiésemos
del SIDA, algunos compañeros de facultad -entonces, como pretenden que ocurra
ahora, no había becas-, para poder acabar el mes, acudían al
"vampiro" o, dicho de otro modo, vendían su sangre a determinados
laboratorios y sacaban las mil y pico o dos mil y pico pesetas -no
recuerdo bien- con que pagar sus deudas y comer más o menos bien hasta que
llegase dinero de casa o surgiese algún trabajo en que ganarlo. Ya sé que
también los había que se lo gastaban en cañas y canutos, pero doy fe de que los
que yo conocía lo hacían por mera supervivencia y que no eran solo estudiantes
quienes acudían al vampiro.
Confieso que esta imagen me vino ayer a la mente cuando supe
que el juez que instruye la causa sobre los papeles de Bárcenas ha llamado a
declarar como imputados a los grandes empresarios, la mayoría de ellos
constructores, que figuran en los papeles de Bárcenas y que cada vez se
perecen más a la contabilidad B del Partido Popular. Me pareció chusco que a
esos empresarios que buscaron su propio beneficio y nada más, se les denominase
"donantes" y no tardé en recordar a los vampiros de entonces.
Me explico. Como no me tenido por tonto y de la frase
"la mayoría de las veces, las cosas son como parecen" he hecho algo
así como una divisa como alguno de los nombres que figuran en los
apuntes de Bárcenas recibieron en torno a las fechas de las
anotaciones importantes adjudicaciones de obra y como a estos empresarios
lo que les mueve es el lucro y el chanchullo, he llegado a la tan modesta
como simple conclusión de que sus "donaciones" eran a cambio de
obtener licencia para clavar sus incisivos en lo que es de todos, votantes o no
del Partido Popular, para chupar la sangre de nuestros impuestos.
Donan su dinero a cambio de la oportunidad de ganar más
dinero y lo hacen a escondidas, porque la ley por la que se rigen los partidos
políticos en España prohíbe que se superen determinadas cifras para evitar el
sucursalismo de determinadas empresas que, a cambio de resultar
favorecidos por el gobierno de turno, contribuyan a financiarlo. Pero, claro
está, hecha la ley, hecha la trampa con la que ocultar tan generosas e ilegales
donaciones, mediante el "despiece" de esos donativos en cantidades
más pequeñas que se atribuirían a otros ciudadanos o, cuando era aún posible,
se convertían en donaciones anónimas.
Han sido tantos los años en que estas prácticas han quedado
impunes y tan inoperante el tribunal encargado de supervisar las cuentas de los
partidos, que, al final, los partidos, el Partido Popular, en concreto,
bajaron la guardia y fueron sembrando de chanchullos su recorrido por las
diferentes administraciones, hasta que alguien, inocente o
interesadamente, tiro del hilo que condujo al ovillo de la trama Gürtel, en el
que estaba enredado, entre otros, el tesorero Luis Bárcenas.
El resto es la historia de ambiciones, trampas y chantajes
que tiene en jaque a la cúpula del Partido Popular y que ha puesto al
descubierto, por más que la prensa afín al PP nos hable de otros casos que ya
son historia, en el mayor escándalo de financiación ilegal de un partido en
democracia. Y grande era el escándalo, porque grandes eran los dispendios que
se permitían los dirigentes populares con esos sobresueldos cobrados en
metálico, consignados como gastos de representación y dietas, dignas de la
recién abdicada reina de Holanda, que, aunque insistan en que figuraban
en sus declaraciones de la Renta, tendrán que demostrarlo y, si es
posible, ante el juez.
Mal asunto este de los donantes vampiros, porque explica
demasiadas cosas. Cosas tan chuscas como, por ejemplo, la persistencia de la
administración en contratar con determinadas constructoras o la no menos
persistente y nefasta costumbre de superar los costes de contratación de las
obras. Quizá, con el tiempo, acabe también explicando el porqué de la
inasistencia del gobierno de la Comunidad de Madrid en privatizar la gestión
de hospitales que son de todos, cuando, en la práctica, tal cosa es un
"negocio" ruinoso para la administración y los pacientes.
Lo dicho, donantes que, en realidad, son vampiros, todo en uno. Donantes que inyectan dinero en el PP, para que siga con su carísimo tren de vida y vampiros que, sacando ventaja de su generosidad interesada, nos chupan la sangre a todos los españoles.
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