Ayer, por fin, Europa tomó una iniciativa en favor de
los jóvenes en paro. No está mal. Ha sido necesario que dos de cada tres
jóvenes españoles estén parados y que uno de cada tres parados europeos sea
español. No está mal, cuando toso sabemos que en los últimos años, los
anteriores al estallido de la crisis, los jóvenes se habían constituido cm el
principal motor del consumo, pese a que ya se estaban experimentando en ellos
las técnicas de "bonsaización" del empleo, en las que quienes nos
gobiernas se están mostrando como expertos jardineros.
Han tardado más de cuatro años en darse cuenta de que
estaban sacrificando a toda una generación que, como ayer decía Hollande,
aunque con otras palabras, acabará ajustándoles las cuentas a quienes hoy
gobiernan Europa. Cuatro años, en los que se ha cerrado el paso a los jóvenes
al empleo de calidad, mientras se expulsaba a sus padres a las tinieblas del
paro de larga duración y se les cerraban las puertas de la enseñanza
superior y se les empujaba a la frontera como mano de obra cualificada y barata
para quienes, además de sus coches, sus electrodomésticos y su refinada
tecnología, nos están imponiendo su "maldita" austeridad.
Han caído en la cuenta del tamaño del desastre y han
decretado el urgente zafarrancho para reanimar el empleo juvenil. Han decidido
acudir en auxilio del náufrago, pero, para cuando lleguen, en lugar
de supervivientes braceando desesperados, van a encontrar el
mar sembrado de cadáveres flotantes y, todo el mundo lo sabe, tratar de
hacer el boca a boca a un cadáver es tan inútil como desagradable.
Llegan muy tarde. Llegan, cuando la sociedad está no, sólo
desencantada como lo estaba en los últimos años, sino polarizada y movilizada,
porque quién iba a decirle a Felipe González, el mismo que hace ya tiempo que
perdió el contacto con la calle y, con él, aquella sensibilidad que algún
día tuvo, el mismo que no fue capaz de entender la indignada desesperación de
quienes se plantan ante el portal de un diputado para manifestarle su
indignación, quién iba a decirle que, él mismo iba a ser el objetivo de un
escrache compartido con Rajoy, a cargo de los mismos jóvenes que quizá
crecieron escuchando de sus padres alabanzas para quien supo traer el cambio a
este hoy denostado país del sur de Europa.
Llegan tarde y muy bien tiene que hacerlo, para que el
bálsamo que apliquen llegue a calmar el dolor y el resentimiento que han
causado en la generación con más iniciativa y más preparación de que ha
disfrutado este país. Dentro de poco, seremos convocados a las urnas para
elegir a quienes nos han de representar en el Parlamento Europeo y sería bueno
que alguien fuese capaz de aunar la voz de los descontentos. La iniciativa del
PSC, dispuesto al parecer a acudir a ellas en coalición con Iniciativa, es un buen
síntoma. Como lo es el de que la Izquierda Plural y los sindicatos quieran unir
sus voces contra tanto desatino y tan injusto.
Como cantó Pablo Guerrero allá en los últimos años del
dictador, "es tiempo de vivir y de soñar y de creer que
tiene que llover a cántaros. Tenemos que vivir luchando para cambiar esto,
tenemos que soñar que otro mundo es posible y tenemos que creer que es posible
para conseguirlo. Mientras, critiquémosles sus buenas palabras y sus
trapicheos. Todos vimos que íbamos al desastre y que la solución jamás podía
ser dejarnos en medio del mar, sin comida ni combustible a bordo de un barco
que se hundía. Ahora, pretenden hacer el boca a boca a los cadáveres de sus
víctimas y eso, como que llueva sobre el mar, no sirve para nada.
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