Cuando escuché ayer a Fátima Báñez responder a preguntas
sobre su tardanza en comparecer tras las peores cifras de paro que cabía
imaginar, diciendo que al fin y al cabo sólo habían pasado unas horas -más de
cien, según mis cuentas- desde que se hizo pública la EPA y viendo su actitud
ante el mayor problema que tiene hoy España, como si la cosa no fuese con ella,
como si su única tarea fuese la de hacer el recuento de víctimas. Pensé
que no es posible que ni Rajoy ni su partido sean conscientes de la ineptitud
de la ministra y que, mantenerla en el cargo, forma parte de una
estrategia premeditada.
Recordé el restaurante, cerca de la frontera francesa, en
Girona, en el que el propietario permitía que uno de sus hijos o quizá el
único, con síndrome de Down, se entretuviera con una vieja registradora, por la
que, evidentemente, no pasaban las cuentas de los clientes, mientras que las
cuentas y el dinero "de verdad" pasaban por otra caja, ésta sí, en
manos expertas. Lo recordé, porque pienso que a Rajoy le importa un carajo el
destino de los seis millones, doscientos mil parados que hay en España y está
dispuesto a no hacer nada por ellos en lo que queda de legislatura.
Quizá os preguntaréis por qué pienso esto y, sí es así, os
lo explico. Alguien, algunos, dentro y fuera de España, han llegado a la
conclusión que este país está muy por encima de su valor real -eso ya tan
manido de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades- y, para
corregirlo, ya que dentro del euro no es posible devaluar la moneda, la decisión
tomada ha sido la de devaluar el país, con sus paisanos dentro.
Tampoco es que los españoles viviésemos como rajás, al menos
todos los españoles. De hecho, los sueldos que cobrábamos, y mucho más los que
cobramos ahora, están por debajo y, a veces, muy por debajo de los que se
cobran en países como Francia o Alemania. A cambio, los españoles habíamos
construido, con nuestros impuestos y nuestro esfuerzo, un Estado de
Bienestar más que aceptable y que, en muchos aspectos, el de la Sanidad,
por ejemplo, éramos la envidia de algunos de nuestros vecinos del norte de
Europa. O sea que lo que no nos llevábamos a casa en salario lo compensaba el
Estado con hospitales, centros de salud, escuelas y universidades.
Demasiado para unos piojosos, bajitos y con bigote a los que
ayudamos a hacer carreteras y trenes de alta velocidad, habrán pensado los
partidos conservadores. Demasiado bienestar para los PIGS. Son unos vagos y
algo habrá que hacer con ellos, se dijeron. Y, dicho y hecho, se pusieron manos
a la obra, forzando la reforma antidemocrática de nuestra
constitución y la del resto de países europeos, limitando de la noche a la
mañana el déficit, dejándonos en el patio de atrás del euro, encerrados
con los perros de presa de la especiación, convirtiendo los intereses de la
deuda en propios de la usura y forzando el desmantelamiento de esa parte del
salario que cobrábamos los españoles en especias de bienestar.
Rajoy ha venido para llevar a cabo esa devaluación cruel de
nuestro país. Por eso su apatía, por eso deja que todo se nos venga encima y
que sus ministros sean los peores posibles, porque -dejémonos de tonterías- lo
son. Lo es Wert, que esta devaluando la enseñanza, la ciencia y la cultura en
todos los niveles; lo es Gallardón, que está haciendo de nuestra
justicia una justicia decimonónica e injusta; lo es Fernández Díaz, que
devalúa la interpretación de derechos fundamentales como los de la libertad de
expresión y manifestación; lo son De Guindos y Montoro que están devaluando la
riqueza de los españoles, siempre que no se trate de sus amigos... y así, hasta
llegar a Fátima Báñez que, con su ineptitud, está consiguiendo que se devalúe
el precio del trabajo y la dignidad de los españoles y que, cada minuto
que pasa aun que llegue su cese o sus dimisión, devalúa la dignidad de su
cargo y la del gobierno del que forma parte.
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