domingo, 12 de mayo de 2013

VOTANTES Y GENTE

 
 
Si realmente fuesen honrados, que no lo son, el mayor pecado de los gobiernos de este país y de casi todos los países es el confundir -intencionadamente, por cierto- votantes con gente, porque, para su desgracia, votantes y gente no son la misma cosa. Los confunden y acaban gobernando a la gente en nombre de sus votantes. Pero en el pecado llevan la penitencia, porque, al final, a la gente, que a veces, cada cuatro años, es votante y no siempre del mismo partido, acaba por cansarse de soportar recortes, subidas y abusos y se convierte en marea, activa o de fondo, que en el mejor de los casos aguarda con impaciencia una nueva convocatoria electoral, para dejar claro al gobernante que, cuando le votó, también era gente -ilusa, confundida o como queráis- y no solo un votante al que esgrimir para justificar arbitrariedades.
Eso es lo que le está pasando últimamente, y de golpe, a los populares en el gobierno de la nación y en el de algunas autonomías. Así, la reforma de la legislación del aborto, defendida por Alberto Ruiz Gallardón como un gallito pedante y díscolo, puede que se haya diseñado atendiendo a un programa y a unas alianzas ideológicas diseñadas para una fecha concreta, el 20 de noviembre de 2012, al que, es verdad, dieron su voto varios millones de votantes, las más de las veces, como en los contratos con los bancos, sin haber leído la letra pequeña. Y vete tú ahora desde tu burbuja de cristal blindado a decirle a una mujer, con trabajo o sin él, atravesando dificultades económicas o no, que tiene que dar a luz un niño que viene con malformaciones, porque eso es lo que quieren la iglesia católica, que tanto colaboró en el acoso a Zapatero y ahora quiere su parte. Os aseguro que, salvo excepciones, esa mujer no comparte la mística cruel del ministro de Justicia.
Otro tanto ocurre con la educación. Porque pocos o ninguno de los votantes del PP contaban con los recortes en educación que han expulsado, o casi, a sus hijos de las universidades y que, con el agravamiento de la crisis, les están empujando también hacia una escuela pública sistemáticamente deteriorada por gobiernos como el madrileño. Y qué decir del descomunal rechazo que ha cosechado el ministro Wert en todos los charcos que ha pisado, la huelga y las marchas de los últimos días lo dejan bien claro.
Y qué decir de la Sanidad, recortada, encarecida y privatizada o privatizable allá donde está en manos del PP. Aquí en Madrid y en menos de una semana, alrededor de un millón de personas han dejado por escrito y con su nombre su apoyo al sistema público que los gobiernos populares están empeñados en desmantelar. Porque está claro que quieren tocar lo que funciona para entregárselo a sus amigos mediante un trile de cifras que nunca son claras o ciertas.
Y así podríamos seguir citando la reforma laboral que ha llevado al desmido a miles de trabajadores, también votantes del PP algunos, o la reforma del las pensiones y lo que te rondaré morena, que diría un castizo. Todo en nombre de los votantes, pero sin pensar en la gente. Y hacen mal en gobernar así, porque votantes puede haber millones -un mal día lo tiene cualquiera- pero, para días, los que tiene una legislatura y la gente, que es mucha más que todos los votantes de todos los partidos, también cuenta y estamos viendo cómo. De momento, ninguna de las leyes estrella del programa de Rajoy ha visto la luz y, por más que digan lo contrario o pongan excusas, ha sido por la presión y el malestar de la gente.
 
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