domingo, 31 de julio de 2011

EL PARTIDO DE DIOS


No han tardado mucho. En cuanto han tenido oportunidad de asomar los dientes del lobo integrista que esconden bajo la piel de cordero tolerante con que se disfrazan, lo han hecho. Una vez más, la libertad de expresión ha sido la víctima. Una vez más, con sus presiones han acabado por imponer su moral y su estética de rosario y mantilla. Pedro Escobar y sus compañeros de la IU extremeña pueden estar satisfechos: el espíritu de Trento ha vuelto a "la tierra de María".
Ha sido por un quítame allá esa foto. No es la primera vez y tal parece que el afán del Tea Party de aquí por imponer su verdad allá donde le alcanza el poder. Hace unos meses obligaron a descolgar de una exposición de fotoperiodismo en Valencia las imágenes que recogían las primeras estaciones del viacrucis que ha llevado a la dimisión y el banquillo al cada vez menos honorable presidente Camps.
Esta vez la foto anatemizada ha sido la que en la exposición "Camerinos" recogía en el suyo al actor Asier Etxeandía maquillado como un cristo que, a su vez, cubre su pubis con un crucifijo. Algo "tan grave" como para mover cielo y tierra, gobierno autonómico extremeño y ayuntamiento de Mérida, para presionar, con ayuda de la correspondiente cibercampaña ¿quién difundiría sus direcciones? que ha llenado el correo electrónico de las directoras del Festival de Teatro de mensajes en contra.
Supongo que a Blanca Portillo y Chusa Martín, ya dimitidas de la dirección del prestigioso Festival de Teatro de Mérida, les quedarán pocas ganas de embarcarse en aventuras similares, con lo que, en adelante y si las urnas no consiguen evitarlo, en los escenarios de ese y otros certámenes similares no se representará otra cosa que Alfonso Paso y similares.
Quien piense que la retirada de la foto de Etxeandía no tiene importancia se equivoca. La cacicada de Mérida no sólo es un síntoma. Es también el anuncio de que no se va a consentir nada similar, con lo que ya nadie se arriesgará a hacerlo. Lo han conseguido. Otra vez la autocensura, que es la peor de las censuras, cabalgando a sus anchas por las tierras de España.
Soy de los que piensan que la religión y las creencias deben circunscribirse al ámbito privado de las personas y, por ello, jamás criticaré a nadie por sus creencias siempre que queden en eso, en un ideario que inspire el modo de vida de cada uno, desde el respeto a la libertad de los otros. Ahora bien, si alguien trata de imponer esas ideas o esos modos de vida a los demás, siempre me tendré enfrente.
Hay en España un partido que ha escogido ser el "Partido de Dios" y hemos de tenerlo muy claro, porque en nombre de ese Dios, en nombre de los dioses, se han cometido y se cometen demasiadas tropelías. La última, la de ese otro "Tea Party", el norteamericano, que no se saca a Dios de la boca y, con la ayuda de personajes tan respetables como Rupert Murdoch y modelos tan edificantes como Sarah Palin, está consiguiendo poner la economía de Estados Unidos y, con ella, la del resto del mundo contra las cuerdas. En unas horas apenas sabremos si, definitivamente, nos arrastran al abismo. A ellos no les importa, porque quienes les controlan les han dicho que Dios está de su parte y quien tiene esa sola idea y se mueve por ella puede llegar a ser muy peligroso.
Me diréis que nada tienen que ver una foto de menos en una exposición Mérida y la ampliación del gasto de los Estados Unidos, pero no es verdad. Quienes prefieren las mantillas a la libertad, las procesiones a las manifestaciones, la caridad a la justicia social y lo que llaman "moral" a la libertad nos pueden hacer mucho daño y de nosotros depende que no nos lo hagan.

sábado, 30 de julio de 2011

20-N


Cada día que pasa, estoy más convencido de que la prensa de este país es como la archifamosa gata Flora, de la que cuentan que -y perdón por la crudeza- "cuando se la meten chilla y cuando se la sacan llora". Lo digo, porque después de verter ríos de tinta y litros de saliva a propósito de la necesidad de dar una fecha para la convocatoria electoral, ahora que ya la tienen, no sólo critican de que el anuncio se haya hecho con tanto tiempo, cuatro meses, sino que han abierto un debate sobre la idoneidad de la fecha escogida.
Hay, incluso, quien plantea que la fecha escogida es un regalo envenenado de Zapatero al candidato Rubalcaba, porque la consideran cargada de connotaciones y toda una provocación que llenará las urnas de votos para el Partido Popular, ya que ese día se cumplirán treinta y seis años del anuncio de la muerte del dictador.
Creo que pensar eso es sacar las cosas de quicio. Más, si tenemos en cuenta, aún no sé si afortunada o desgraciadamente, cada vez son más los españoles que ignoran quién fue Francisco Franco y el dolor que extendió sobre nuestro país a lo largo de los cuarenta años que duraron su dictadura y la sangrienta guerra de la que se sirvió para instaurarla. A muchos de quienes se acerquen a votar ese día no les dirá nada el nombre de un dictador que cuando nacieron muchos de ellos ya había muerto.
Pero no sólo eso. Puestos a buscar connotaciones y contraindicaciones, las hay de todo tipo. También un 20-N, con cinco años de diferencia, fueron asesinados por los GAL y la ultraderecha y los parlamentarios de HB Santiago Brouard y Josu Muguruza.
También un 20-N fue fusilado en la prisión de Alicante José Antonio, fundador de Falange e hijo del dictador y antecedente del profascismo español, Miguel Primo de Rivera. El mismo día que, en que murió en un hospital madrileño, en plena Guerra Civil, el líder anarquista Buenaventura Durruti, después de haber sido alcanzado en la calle Isaac Peral, cerca de la Ciudad Universitaria, por una bala sobre cuyo origen incierto se adjudica a los fascistas, los comunistas, los trotskistas o, incluso, a sus propios compañeros anarquistas.
Y ya por rizar el rizo, fue un 20 de noviembre el día elegido por la señora D'Hondt hace ciento setenta años para dar a luz a su hijo Víctor, autor de la famosa regla que establece la asignación de escaños en el sistema electoral español.
¡Paparruchas! que diría el inefable Mr. Scrooge del "Cuento de Navidad" de Dickens. El calendario está lleno de días con contraindicaciones y tampoco son tantos los domingos electoralmente hábiles que tiene un año. Porque, si a los de las cincuenta y dos semanas que tiene cada uno, les restamos los que corresponden a los meses de julio, agosto, septiembre y diciembre, entre diecisiete y dieciocho, que, por ser vacacionales, son poco propicios para las citas electorales y sus campañas, nos quedarían apenas treinta y tantos, de los que alguno, sin duda, ya estaría copado por alguna de las innumerables citas que los españoles de una u otra autonomía tenemos con las urnas.
Personalmente, creo que no está de más "atreverse" a convocar elecciones en una fecha así. Ya va siendo hora de desacralizar los espacios y las fechas ocupadas por la dictadura y sus acólitos y, si es bueno descabalgar las estatuas de Franco de tantas plazas en las que estaba, tampoco sería malo comenzar a descabalgarlo del calendario.
En fin que este "son galgos o son podencos" no es más que un buen material para aportar algo nuevo a la información a propósito del anuncio de un acontecimiento sobre el que ya estaba todo escrito. Ya se sabe que el diablo sabe más por viejo que por diablo y, al fin y al cabo, los periodistas somos eso: unos pobres diablos condenados a escribir siempre sobre lo mismo.

viernes, 29 de julio de 2011

¡MANOS ARRIBA!


No sé si lo hace por chulería, si por ignorancia o, simplemente, porque, bendecida por sus votos para los próximos cuatro años, lo que le importan los madrileños a su presidenta es más bien poco. Lo cierto es que Esperanza Aguirre nos ha tomado la medida y juega con nosotros como algunos juegan con sus perros, tirándonos la pelota cada vez más lejos, por ver si volvemos a ponerla a sus pies llenos de mansedumbre y moviendo el rabo.
La presidenta de la Comunidad de Madrid se comporta, a partes iguales, como despótica y populista y hay que reconocerle que, como algunas "malas" del cine, es malvada, pero, además, muy lista. No hay más que ver la fecha y la hora escogida para convocar al consejo del Consorcio de Transportes de Madrid, el que entiende de todo lo que tiene que ver con los transportes públicos de la Comunidad y, naturalmente de sus tarifas. Es tan perversa y taimada que creo que, de no ser mujer, sería agencia de calificación de esas que nos amargan el día.
Ha convocado la reunión para hoy, día del gran éxodo vacacional para muchos, garantizándose que el que más y el que menos habrá cobrado su sueldo mensual y a una hora, después de las ocho de la tarde, en la que más de un consejero tendrá a la familia en el coche con el equipaje y las llaves puestas, para emprender sus vacaciones. Todo, para hacernos tragar una subida del billete sencillo de metro y autobús en un cincuenta por ciento.
Lo peor del asunto es que lo hace en un momento ene l que el Metro de Madrid vive una de sus peores crisis, con enfrentamientos entre la parte "gallardónica" y la "aguírrica" de su dirección y con un cierto olor a podrido dentro de la compañía al haberse puesto al descubierto que al menos cuatro de sus directivos -las informaciones les llaman una y otra vez "trabajadores", pero yo me niego a ello- se han estado llevando "una pasta" en comisiones a cuenta de adjudicar contratos de la compañía a empresas que no presentaban, precisamente, las mejores ofertas en calidad y precio. Y, al parecer, esto no ha hecho más que empezar, porque los ventiladores se han puesto en marcha en Cibeles y Sol y no van a parar de esparcir mierda del Ayuntamiento a la Comunidad y de la Comunidad al Ayuntamiento.
Subir el billete de metro de un euro a un euro y medio, en plena crisis económica y en una ciudad muy bonita y divertida, pero muy dura, que la mayoría de sus ciudadanos se ven obligados a cruzar de punta a punta para acudir al trabajo, a las clases o a su médico, con trayectos que no bajan de la media hora en metro o autobús, porque pensar en hacerlo a pie no es más que una utopía... subir un cincuenta por ciento el precio de cada trayecto sólo se cabe en un mundo idílico, tan desconectado de la realidad que el que fuera consejero de transportes, Ignacio Echeverría, hoy premiado con la presidencia de la Asamblea de Madrid, ignoraba que existía el metrobus, un billete de diez viajes que es el más utilizado por los viajeros y que el consorcio, en el que tiene representación, acababa de subir.
Por cierto, aquella subida no fue más que un "preoperatorio" para ésta, porque acercar el valor de un billete de diez viajes, con el riesgo de extravío que conlleva, al de diez billetes individuales sólo puede responder a la "estrategia de la goma", tan conocida entre los ciclistas, en la que uno de ellos avanza, escondiendo del aire a los demás, hasta que otro toma el relevo. Sólo así se explica lo que Doña Esperanza y los suyos pretenden hacer ahora.
Si esta señora se empeña en acercar el precio de los servicios públicos a lo que ella considera su precio real, olvidando el beneficio social que encierra su existencia, dentro de muy poco tendrá que encargar a sus amigos constructores que construyan y gestionen albergues para indigentes, en lugar de nuevas líneas de metro. Eso en una comunidad en la que los impuestos que más gravan el patrimonio de los ricos, sucesión, patrimonio, etc. prácticamente han dejado de existir.
Es lo que pasa por tener como presidenta a una condesa.

jueves, 28 de julio de 2011

COMO PADRES DE FIN DE SEMANA


Visto así, desde lejos, el eterno conflicto entre la administración central y las autonómicas se parece mucho al que se plantea demasiado a menudo entre los divorciados a la hora de hablar de sus hijos.
En el caso de las autonomías, como en el de los matrimonios rotos, las principales víctimas somos los hijos-ciudadanos que "sufrimos" el acoso de una y otra administración en su pugna por ganarse nuestro cariño, convirtiéndonos en unos series odiosos y alejados de la realidad, capaces de vender nuestra alma al mejor postor a cambio de una visita al parque de atracciones o de un aeropuerto sin aviones.
Las más de las veces, por no decir siempre, quien lleva la razón es la madre, que se ocupa del día a día de los pequeños, les da de comer, les viste les calza, les lleva al colegio y les cuida cuando están enfermos, frente a ese señor que los recoge el viernes para atiborrarles de comida basura, llevarles a ver las películas que decide el marketing de las carteleras, les atiborra de palomitas y chucherías y trata de ganarse su cariño y dejar su huella en ellos a base de sustituir el cariño responsable por la financiación de caprichos. Si lo miras bien, al final, lo que buscan estos padres es aturdir a los niños, ante la imposibilidad de ofrecerles un ambiente apacible y normal y ante el pánico de enfrentarse a la soledad con ellos.
Con el poder autonómico, muchas veces ocurre otro tanto. Administran a su manera la vida y el dinero de sus ciudadanos, contraviniendo las prioridades marcadas por mamá-gobierno central, malgastando el dinero que, bien administrado, garantizaría el bienestar y el futuro del niño, cuando no llenando la cabeza del niño-ciudadano de reproches hacia quien se organiza su vida de lunes a viernes.
Como digo, si lo miras bien uno y otro caso no son tan distintos. Admito que las virtudes y vicios pueden encontrarse en uno y otro lado. Pero, al final, de lo que no cabe duda es de que quienes se vuelven "tarumbas" y se convierten en egoístas y caprichosos somos los niños que acabamos dando nuestro voto a quien quizás no lo merece.

miércoles, 27 de julio de 2011

EL CARO EMBUDO AUTONÓMICO


Si en los años de mayor efervescencia política, aquellos en que en las manifestaciones se coreaba la consigna "libertad, amnistía y estatutos de autonomía", alguien me hubiese dicho que acabaría por criticar algunos aspectos, los más gravosos, del Estado de las Autonomías, hubiese tomado al autor de tal vaticinio por loco o reaccionario.
Bien es verdad que yo y muchos como yo éramos herederos, a partes iguales de aquellas inefables "Crónicas de un pueblo" y de los aspectos más románticos, los culturales, de los nacionalismos vasco, catalán y, en menor medida, gallego. Por eso combinábamos en nuestras cabezas, vírgenes e incapaces aún de imaginar pecados democráticos, aquel cuento aprendido en los manuales de "Formación del espíritu nacional", aquella asignatura que llamábamos "Política" y pretendía el adoctrinamiento de los alumnos en los principios del "Movimiento Nacional", con las canciones de Llach, las historias de gudaris y algunos versos de Celso Emilio Ferreiro.
Los años y la condición de algunos hombres que entraron en política "para cambiar de coche", como en una ocasión dijo Zaplana, han venido a confirmarnos que una cosa es predicar y otra dar trigo, porque, especialmente en lo autonómico, abundan los personajes de bolsillo amplio y moral distraída, dados a prácticas que, en épocas de bonanza llegan a pasar inadvertidas, pero que, cuando no hay harina y todo se vuelve mohína, afloran vergonzantemente por aquí y por allá.
Resulta terrible y doloroso tener que decirlo, pero las administraciones autonómicas han resultado más caras de lo que pensábamos y no porque no tengan que serlo, sino porque, demasiado a menudo, han acabado siendo la espina dorsal de las redes de clientelismo entre políticos corruptos y empresarios "listillos" y poco escrupulosos.
Ahora que todo es mohína las autonomías -y no porque estén en manos del Partido Popular- tratan de aplicar su particular "ley del embudo", porque otra cosa no es la fórmula propuesta por los populares de "que me paguen ya lo que me deben, que ya iré pagando yo lo que debo" o la pretensión expresada últimamente de devolver las competencias más gravosas de administrar.
A veces pienso, y me castigo por ello, que el ejercicio de la política consiste en "colocar" a los afines, y hacerlo en peor de los sentidos del término que es el laboral, claro, y que algunas consejerías sólo existen para dar trabajo a familiares y amigos o, en su caso, para recaudar fondos a cambio de algún que otro favor.
Resulta cuando menos curioso que los recién bendecidos gobiernos autonómicos, en lugar de recortar el presupuesto en "el chocolate del loro" -y mira que hay loros-, lo hacen en esos servicios que, además de ennoblecer la política porque igualan a los ciudadanos, como lo son la sanidad y la educación, se han vuelto imprescindibles en una sociedad selvática como lo es ésta en la que vivimos.
Y a todo esto, mientras los gallos se pelean por las gallinas del corral, los polleros se frotan las manos pensando en el partido que van a sacar de lo que quede. Pero no sólo eso, al final, el estado autonómico  es embudo, también porque demasiado a menudo se utiliza para que los ciudadanos traguemos sin remedio lo que, de otro modo, nos produciria arcadas.

martes, 26 de julio de 2011

AMIGUETES



Es una lástima que así sea, pero mucho me temo que esa chulesca afirmación de "A mí que no me den, que me pongan donde haya" es una verdad a medias, porque la mejor situación, al menos por lo que estamos viendo aquí en España, no es ni una cosa ni la otra. La situación ideal es, por lo visto, la de que a uno le pongan donde haya amigos que le den o, en su defecto, donde pueda nombrarlos consejeros de una caja.
Uno pensaba que las cajas de ahorros, por ser más cercanas y por tener "obra social" eran el lugar ideal para poner nuestro escaso dinero. En mi caso, además, se da la circunstancia de que gracias a las becas de dos cajas mi hija y yo tuvimos nuestra primera oportunidad laboral, la viaja Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid en mi caso y la Caixa, en el de mi hija.
Lamentablemente, desde hace unos años, que, sospechosamente, coinciden con los que llevamos viviendo en el Estado de las Autonomías, no necesariamente por ello, las cajas de ahorro sumaron a esos atractivos el de ser, como algunos clubes de fútbol, una especie de estandarte o banderín de enganche, si no del nacionalismo, sí del más rancio de los localismos, hasta el punto de que alguna de ellas se define como "la nuestra" o construye su imagen de marca con símbolos tan "de la tierra" como el oso de Cajamadrid, pese a que en Madrid en los últimos años apenas hubo más osos que los de la deprimente Casa de Fieras del Retiro.
Y ya sabéis lo que pasa cuando, ante los ojos de las gentes de alma sencilla, se agita el capote de "lo de aquí". Lo que pasa es que, como las madres o las abuelas, tienden a ver y agrandar las virtudes y a ignorar los defectos. Algo que conocen y han aprovechado manirrotos y chorizos de cuello duro, que, amparados en las siglas de un partido o en "amistades peligrosas" han hecho y deshecho a su antojo, dando la espalda a los intereses que, según la filosofía de la institución, debieran defender y, mucho peor, los de los impositores.
Hay casos extremos y los hay en todas partes. Está el de Cajasur, en el que los saqueadores vestían sotana, el de Caja Castilla La Mancha, que, a base de proyectos delirante, inversiones ruinosas en el sector del ladrillo y escandalosas prebendas para los gestores, acabó con la carrera de Hernández Moltó y con la mítica hegemonía socialista en Castilla La Mancha. Y está, ahora, la escandalosa gestión de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, la CAM, intervenida o, lo que es lo mismo, nacionalizada temporalmente por la penosa situación de sus cuentas tras prácticas tan "peregrinas" como las de que, ya en plena crisis, sus consejeros concediesen, para sí y para sus "amiguetes", substanciosos créditos "blandos" para negocios "muy" particulares. Y eso, mientras se negaba el crédito a empresas en peligro. O sea, lo de siempre: mucho amiguismo, mucha recalificación especulativa y mucha información privilegiada, para conseguir eso que, si no inventado, sí lo hemos bautizado como "pelotazo". Eso, por no hablar de los créditos con que una y otra vez se han mitigado los resultados de la mala gestión de la Generalitat de Valencia, dirigida por los mentores de la cúpula de la CAM.
Así pasa que, al final, cuando el ex presidente Camps necesita un aval para la fianza de 55.000 euros fijada para él ante el juicio "de los trajes", tiene que ser Bankia -antes Cajamadrid- quien se lo facilite.
En fin, amiguetes.
Así pasa que, al

lunes, 25 de julio de 2011

¿Y A LOS SASTRES POR QUÉ?



Andamos ahora especulando sobre la salud mental de ese monstruo rubio y educado que el pasado viernes acabó fríamente con la vida de noventa y tres personas en Noruega. Andamos pendientes de lo que ya hemos decidido que son delirios y no parecen preocuparnos su entorno ni la enfermedad de una sociedad que hace posibles fenómenos como éste.
¿Quién es Breivik? ¿De dónde ha salido ese monstruo? De haber vivido ese arcángel rubio en España, a estas alturas ya sabríamos todo de él. Pero, siendo noruego, la discreción policial sólo nos ha permitido saber que es hijo de familia acomodada -al parecer su padre es un diplomático con el que no habla desde que tenía 17 años- y que era residente en el barrio rico de Oslo. El resto lo conocemos gracias a su abogado, especializado en la defensa de ultraderechistas, que se ha encargado de dar una imagen fría y sosegada de su cliente, y gracias a las huellas dejadas que Breivik ha venido dejando en Internet.
A estas alturas y después de largos interrogatorios parece que Breivik tiene, o al menos tenía según su abogado, la intención de aprovechar su comparecencia ante el juez para justificar una atrocidad de la que no se siente culpable. Espero que, en la medida de lo posible, los medios de comunicación no se conviertan en altavoz del pensamiento de un tipejo que, para hacer lo que ha hecho, se miró en el espejo de personajes tan siniestros como "unabomber", el siniestro terrorista norteamericano, o los violentos grupos neonazis de la Europa más blanca. Cualquier explicación que se quiera dar a las matanzas, más allá de su ideología ultraderechista, su cristianismo excluyente o su odio a quienes buscan la oportunidad de una vida mejor en la Europa acomodada, será nefasta. Cualquier sentimiento, más allá de ese odio excluyente, que alguien sea capaz de encontrar en esa alimaña, será perjudicial para el futuro de una sociedad más justa.
Breivik se entregó a la caza de todos esos jóvenes socialistas porque veía en ellos el futuro y la fuerza de quienes creen y defienden que todos somos iguales. Porque ese era su verdadero objetivo, el de castigar y exterminar a quienes se oponen a le extensión del fácil sueño xenófobo, tan asequible desde los prejuicios y la soberbia. Porque lo difícil es resistirse a él.
De todo lo que he leído acerca de las matanzas del viernes en Noruega, lo más desconcertante, lo más terrible es la reacción del taxista que le llevó desde su granja al barrio gubernamental de Oslo, que le llama "bastardo" porque mató a jóvenes blancos y noruegos y se pregunta por qué no mató a jóvenes musulmanes o negros, si el objeto de su odio era el islamismo.
Terrible lógica, la de este taxista, demasiado extendida que recuerda a la del protagonista de ese chiste en el que, al saber que hay quien opina que habría que exterminar a los judíos y a los sastres, se pregunta ¿Y a los sastres por qué?

domingo, 24 de julio de 2011

VEINTISIETE AÑOS



Son muchos quienes gustan de cubrir del pan de oro de la leyenda toda la sórdida miseria que rodea a las estrellas casi siempre fugaces de la música. Son muchos, también, quienes se apresuran a otorgar la palma del martirio a quienes, incapaces de escapar a la presión de una gira o la soledad de un cuarto de hotel, se echan en manos del "amigo" que pone en su mano esa pastilla, esa papelina, que obrarán el milagro de abrirle la puerta de emergencia y descubren -tarde, por supuesto- que al otro lado no hay nada más que más soledad y muerte.
A estas horas, todos ellos, yo mismo andamos dándole vueltas a una cifra, "27", para escribirla en su epitafio. Los veintisiete años que tenía cuando ayer dejo de sufrir, los mismos que tenía Brian Jones, el que, dicen, era más brillante de los Rolling Stones, cuando apareció muerto en su piscina. Los mismos que tenía cuando murió de una sobredosis aquella sublime Janis Joplin que unos meses antes, desde la altura que dan la gloria y la soberbia, regaló unos minutos de sexo a un entonces casi desconocido Leonard Cohen, en alguna habitación del "Chelsea Hotel", porque no había podido conseguir al hermoso Jim Morrison. Los mismos 27 que alcanzó a vivir Jimi Hendrix el mulato con sangre india en sus venas que tuvo que marcharse a Londres a asombrar con la magia de su guitarra al Olimpo de los genios del rock, para conseguir la atención de sus compatriotas. Los mismos veintisiete que no quiso sobrepasar Kurt Cobain, el líder de Nirvana, que puso letra y música a la desesperanza de los hijos de la perfecta sociedad de Seattle.
Veintisiete años no es una cifra mítica. Ni siquiera es el resultado de una ecuación en la que la gloria, la juventud, el éxito, la soledad y las drogas se combinan para resolverse en muerte. Otros muchos han muerto mucho antes -James Dean, por ejemplo- y otros lo han hecho después. Veintisiete años es una casualidad. Lo que realmente les une es la soledad, ese medio al fracaso que sólo puede sentirse desde lo más alto de las listas y la amargura de no sentirse libres, justo a esa edad en que más se necesita la libertad.
Es el peso de las cadenas de la gloria. Bonnie Raitt, una mujer felizmente madura que también alcanzó el éxito muy joven, contaba, después de salir de las garras del alcohol, que, durante un tiempo, tenía tanto pánico al escenario que, para salir a cantar, necesitaba beber tanto vodka como para olvidarse del público que tenía delante, sin olvidar las letras de las canciones.
Me ha dolido esta última muerte, porque me encantaba su música. Recuerdo que, cuando cayó en mis manos su "Back to black" y, sobre todo, ese DVD de su glorioso concierto en un teatro -creo que de Londres-, no hacía otra cosa que enseñárselos a todo el mundo. Esa forma de cantar era única. Era una vuelta a las esencias del soul, pero auténtica y llena de frescura. Por eso me dolía cuando, después de haber sido ignorada paso a ser una especie de amargo payaso, tan habitual en los programas del corazón como la excéntrica Paris Hilton. Pero Amy era algo más. Amy era la protagonista de una tragedia por entregas que ayer alcanzó el final esperado.
La muerte de Amy Winehouse, probablemente sola con su soledad, como la de todos esos otros miembros de ese falso "club de los 27" me duele especialmente. Me duele porque pienso que aún tenía mucho que decir. Aunque, quién sabe, quizás se fue, porque, por el contrario, ya no tenía a quien decírselo.

sábado, 23 de julio de 2011

INFIERNO EN EL PARAÍSO



Recuerdo que en los años de mi adolescencia triunfaba en España "Suecia, infierno y paraíso", un libro reportaje del periodista italiano Enrico Altavilla, en el que éste explicaba a sus compatriotas y, por extensión al resto de europeos del Sur, las ventajas e inconvenientes de la sociedad que había sido capaz de construir el Estado de Bienestar, liberar a las mujeres y levantar los velos y tabúes que, aún hoy, restan naturalidad a algo tan natural como el sexo.
Aunque la distancia que hoy separa a los ciudadanos de la Europa meridional de los habitantes de ese paraíso en la Tierra es mucho menor, aún es muy poco, apenas nada, lo que sabemos de ellos. Quizá por ello, hemos tardado horas en comenzar a sacar conclusiones más o menos acertadas de lo ocurrido ayer en en el centro de Oslo y la isla de Utoya.
Ayer, una vez más, esa necesidad enfermiza de cubrir a toda prisa los boquetes que deja la falta de datos concretos, con análisis y comentarios "de manual" y una cierta dosis de morbo, ha vuelto a poner en evidencia uno de los vicios del periodismo actual, la elaboración a toda prisa de información "prêt-à-porter", esa que se pone rápidamente en el escaparate, aplicando una y otra vez el mismo patrón, pese a que determinados acontecimientos no tengan nada que ver con los antecedentes que se les "cuelga".
Ya pasó aquí con los atentados a los trenes de cercanías de Madrid aquel terrible once de marzo de 2003. Nadie pareció dudar entonces de la autoría de ETA y, aunque la actitud del gobierno de entonces facilitó, si no provocó intencionadamente, el error, la prensa tuvo mucha culpa, porque buscó la autoría de ETA cuando todo indicaba que aquellos atentados en nada se parecían a los de la banda de asesinos.
Ayer ha vuelto a ocurrir. Aún en los telediarios de ayer noche se hablaba de la presencia de tropas noruegas en Afganistán y de las amenazas de Al Qaeda a ese y otros países de la Alianza Atlántica, cuando lo de ayer en nada se parecía a otras tropelías del extremismo islamista.
Tras la masacre de la isla de Utoya y la posterior detención de su autor, todos hemos dejado de mirar a Al Qaeda, para fijarnos en la salvajada de Oklahoma City, en la que dos iluminados de la extrema derecha norteamericana volaron un edificio gubernamental con todos sus ocupantes, incluidos los bebés de la guardería que albergaba, dentro.
Horas después de las matanzas, el asesino de Oslo -quién sabe si sólo uno de los asesinos- ya tiene rostro. Rubio, pulcro y joven, nada tiene que ver con mártires integristas. Lo suyo fue más frío y salvaje, porque cabe pensar que él -y sus cómplices, si los tuvo- tuvieron la oportunidad de mirar a los ojos de casi un centenar de sus víctimas. Según la policía, simpatiza con la extrema derecha y odia todo aquello que tiene que ver con el Islam. Tal parece que, en su búsqueda de la pureza, Anders Behring se encaró en un arcángel rubio y vengador que, por limpiar su paraíso, sembró en él el Apocalipsis.

viernes, 22 de julio de 2011

MUROS, GRIETAS Y CUCARACHAS

Acabo de escuchar a la vicepresidenta Salgado referirse al acuerdo alcanzado ayer en Bruselas como un grueso muro que nos defenderá de las agencias de calificación de riesgo. No es una mala metáfora si consideramos que es el grosor de los muros y no los materiales de que están construidos o el lugar en que se colocan lo que determina su resistencia.
Sin embargo, lo que resulta evidente es que hubiese resultado más eficaz haber construido el muro de este grosor hace ya muchos meses, cuando el agua aún no nos llegaba a los tobillos, evitando así que la fuerza de la corriente se llevase la argamasa que poníamos en él y gran parte del terreno que pretendíamos salvar.
Es lo que pasa cuando se construye con racanería. Al final lo que construimos no tiene la resistencia requerida y tenemos que pagar dos obras: la primera, ineficaz y mal resuelta, y la de ahora, más difícil de llevar a cabo y más cara.
No es mala la metáfora de la ministra de Economía, porque ese conjunto de especuladores que hemos dado en llamar mercados, pese a que los especuladores son sólo una parte de los actores y no todo el escenario, se comporta como una riada en la que el agua mansa que constituyen individualmente los fondos de pensiones o el dinero que pedimos al banco que nos coloque a este o aquel interés, cuando cae en manos de, ahora sí, los malvados especuladores, se transforma en ese torrente que, al encontrar sacos terreros en el boquete de Grecia, busca otras grietas en Irlanda, Portugal, España o Italia, por las que aflorar con violencia.
Algo así es lo que viene ocurriendo desde hace dos años y ni siquiera sé si la de ayer será la solución definitiva. Ojalá sea así y las cucarachas que son las agencias de "rating" se ahoguen en el agua mansa de un euro unido y fuerte y no sigan buscando agujeros por los que pasar al otro lado, agujeros por los que les seguiría el torrente. Y es que las agencias, por seguir con las metáforas, son como esas cucarachas que, de repente, aparecen una noche en nuestras cocinas y nos vuelven aprensivos para siempre. Y no quiero contaros en que nos convierte si el que ve la cucaracha en nuestra cocina es de fuera de casa.

jueves, 21 de julio de 2011

IMPREDECIBLE CAMPS




Curiosa y magnífica foto, ésta que muestra el "puchero" de Rita Barberá entre el indescifrable cruce de miradas del dimitido presidente valenciano, Francisco Camps, y el insumergible "bombero" del PP, Federico Trillo, insumergible y bombero pese a que el único fuego que ha sido capaz de apagar ha sido el suyo. Curiosa, ante todo, porque, en ella, el aplauso de Trillo, más que aplauso, es un pésame que, rodeado de sus deudos, recibe el mismísimo difunto dispuesto a no dejarse enterrar. Y es que, lejos de encerrar una renuncia, la dimisión de Camps no es más que la consecuencia de su decisión de plantar cara a Rajoy, caiga quien caga, porque, como hacen la mayoría de los mártires, Francisco Capms no busca el martirio, sino la gloria, y no hay nada menos glorioso que conducir un gobierno como el de Valencia después de haber perdido más de la mitad de los puntos a cuenta de catorce mil euros en trajes.
¡Menudo sainete! De no ser por la gravedad que encierra el hecho de que la gestión de Camps al frente de la Generalitat de Valencia despida ese hediondo tufo a corrupción que ni siquiera la lluvia de votos de los valencianos ha sido capaz de limpiar, podríamos contemplar lo que ha pasado y lo que acabará pasando en Valencia como una especie de vodevil de trama enrevesada, en el que los personajes van y vienen por el escenario alocadamente, haciendo mutis no sin antes "soltar" su frase lapidaria, cargada las más de las veces de ironía.
Ese es el caso de Camps que escenificó ayer su salida de escena ante micrófonos mudos y cámaras ciegas, como si de un ensayo con público se tratara, pidiendo sin éxito el árnica que Rajoy le venía negando con su silencio desde detrás, desde delante, desde la izquierda y desde la derecha.
Algo se ha escapado al cálculo de Rajoy, inmóvil como esas arañas que se entierran en la arena de Ferraz, a la espera de que algo o alguien caigan en su trampa. Nunca sabremos si cegado por los buenos resultados que, hasta ahora, le había dado su taimado silencio o mal aconsejado por otros, lo cierto es que el líder del PP no contó con la decencia y la firmeza del juez Flors que, no sólo abrió juicio oral a Camps y sus trajeados colaboradores, sino que lo hizo, además, en un durísimo auto que deja pocas dudas sobre el resultado, porque, digan lo que digan en el PP, son muchas las evidencias de la culpabilidad de los acusados y ninguna la prueba de su inocencia.
Todo el barroquismo de gestos y frases ampulosas desplegado ayer por Camps tienen toda la pinta de encerrar un mensaje de doble lectura para Rajoy que, sea cual sea el final de este penosos asunto, se ha comprometido ya y se ha comprometido demasiado con el destino de quien en aquel lejano Congreso del PP en Valencia le salvó "las pelotas" frente a Esperanza Aguirre y compañía, después de ser "laminado" por Zapatero en las urnas.
Rajoy y Trillo habían encontrado una solución que protegía al partido en la próxima campaña electoral al retirar los focos del banquillo a cambió de multas y antecedentes para los acusados. Pero eso sólo era solución para el PP y no para Camps y el díscolo Ricardo Costa, que deberían cargar el resto de su carrera política con el sambenito de haber mentido al decirse inocentes o al declararse culpables.
No contó Rajoy con el tremendo ego de Camps y con lo que probablemente sabe y calla de los hechos investigados. Cuentan que lo que se le hizo insoportable al hasta ayer presidente valenciano fue el hecho de tener que hacer el paseíllo hasta el tribunal, paseíllo que, por cierto, sí dejó hacer a dos de sus colaboradores, y ahora en Ferraz tienen, por el mismo precio, banquillo y dos culpables.
Dicen que a Rajoy le gustan las fallas y debe ser verdad, porque, hasta hace poco, le gustaba dejarse ver en ellas. De ser así, debería haber aprendido que lo más peligroso de las fiestas levantinas es eso que llaman "carretillas" o "borrachos", esos petardos que se mueven de acá para allá cambiando continuamente de trayectoria hasta que estallan en el momento y el lugar más insospechado. Pues bien, Camps, lo acaba de demostrar, es uno de esos petardos.
Por cierto -se me olvidaba- si yo fuese Rajoy, me andaría con mucho cuidado, porque, con el AVE y la autovía, la distancia entre Valencia y Madrid es cada vez más corta.
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miércoles, 20 de julio de 2011

MURDOCH, CAMPS, LAS TARTAS Y LOS TRAJES


Lo sé por experiencia, porque, para poder leer, necesito de lupas y otros artilugios, soy consciente de que, cuando se agranda en exceso el detalle -y yo necesito hacerlo-, se pierde perspectiva y acaba por aislarse ese detalle del resto de la realidad. Lo digo porque andamos entretenidos con la "tarta" que ayer trataron de plantarle a Murdoch en la cara y enredados en los trajes de Camps casi tanto como él, cuando de lo que deberíamos preocuparnos es de un señor de ochenta y tantos años, dueño de un imperio de la comunicación, que desprecia el poder porque lleva años jugueteando con él. Aquí en España, lo que debería preocuparnos es la falta de decencia que exhiben personajes como Camps, que se sienten seguros e inmunes ante la justicia, porque se saben dueños del control de los medios de comunicación y, con él, del de la opinión de los ciudadanos y su comportamiento en las urnas, y se permiten, por ello, jugar con y desde el poder.
No sé qué o quién llevó al actor Jonnie Marbles, pero está claro que sabía que la rotundidez de las imágenes saturaría los sentidos de una gran parte de los espectadores, bloqueando la entrada de datos más complejos como el contenido de la declaración de los Murdoch y su ambición pelirroja.
Con el asunto de los trajes de Camps nos ocurre algo parecido. Llevamos meses enredados en el dilema de si el presidente valenciano paga o no sus trajes. Sólo muy de vez en cuando se alude a Francisco Correa y su trama, a los negocios que este privilegiado contratista del PP hizo con el gobierno de la comunidad valenciana y a la relación del tal Correa con la estructura de financiación del Partido Popular.
Cuando saltó el escándalo News of the World, Murdoch movió ficha cerrando el periódico de mayor venta en el Reino Unido, sacrificando la reina de su tablero, para salvar su corona de rey. Aquí en España, Rajoy parece pretender que Camps se inmole como la vistosa falla en que se ha convertido, para que la gente deje de pensar en ella y caiga en la cuenta de por qué y para qué Correa le pagaba los trajes. Pero no es lo mismo contratar a un actor, si es que Marbles trabajó ayer por cuenta ajena, que pedir a todo un presidente de comunidad que admita haber mentido y cuelgue de su expediente judicial unos bonitos antecedentes que, si deja de ir bien la farmacia de su esposa o su matrimonio, le impedirían, por ejemplo, contar sus males al volante de un taxi.
En la sociedad mediática en la que vivimos, todo se estudia y se mide a través del visor de una cámara, todo se presupuesta, poniendo en la columna del debe la honradez y la decencia y en la del haber los ejemplares vendidos, los espectadores hipnotizados por nuestra basura, o los votos que se ganan o se pierden por determinados pecados.
Murdoch ve en peligro su imperio televisivo por el escandaloso hacinamiento en que ha vivido News of the World con detectives "huelebraguetas", policías y políticos británicos. Aquí en España, el PP que tanto sabe de sacrificar el voto en determinadas circunscripciones para crecer electoralmente en el resto de país, acaba de caer en la cuenta de que Camps, que es bueno para los valencianos, de moral un tanto distraída, se está convirtiendo en un lastre para conseguir el voto del resto de los españoles.

martes, 19 de julio de 2011

ALMUDENA, BORJAMARI Y EL PAPA



Madrid se prepara, más bien la preparan, para recibir a esos centenares de miles de "peregrinos" que, dicen, vendrán desde todos los rincones del mundo a la capital de España, aprovechando la visita del monarca vaticano a nuestro país.
Los organizadores de este "correoso" acontecimiento, en el que todos los madrileños, católicos o no, ponemos nuestros impuestos, nuestra incomodidad y, por qué no, muestro cabreo, han preparado una "mochila del peregrino" con los colores de la selección española y cosas tan fundamentales como un ejemplar del catecismo de la juventud, Youcat para los iniciados, un mapa con los escenarios del acontecimiento, en el que no figurarán, supongo, las zonas de copas que tan famosa han hecho a la ciudad, un abanico, una gorra, un rosario y el pase para los transportes públicos que los madrileños tendremos que seguir pagando, y cada vez más caro, ese día y todos los demás del año.
La mochila no incluye un paquete de condones, ni un manual con consejos para desenvolverse en esas "situaciones de riesgo" que se dan en las largas noches de agosto en las que en Madrid ya refresca y los cuerpos se juntan para conservar el calor. Los organizadores no lo han echado en falta, porque no consideran que ese regalo sea oportuno para millares de adolescentes acalorados, a pesar de que, a esas edades, los cachorros de hombre y mujer son como sacos de hormonas con granos esperando la más mínima oportunidad para lanzarse por el tobogán de los instintos.
Andan los organizadores muy preocupados porque hay media tonelada de rosarios retenidos en la aduana, menos mal que la visita iba a traer riqueza, y no nos iba a costar un duro. En su lugar, si yo estuviese en el lugar de los organizadores, le daría un par de vueltas a lo de los condones, porque ni los consejos del Youcat, ni las salmodias del rosario, ni el aire del abanico o las ñoñas canciones de la catequesis van a bastar para apagar tanto fuego.
Si yo fuera padre de un joven o una joven católica, que afortunadamente no lo soy, no le quitaría ojo a Almudena y Borja Mari, porque, como reza el dicho, tan sabio como lo es la sabiduría popular "Fíate de la virgen y no corras". Si no, habrá que mandar a Almudena unos cuantos meses "al extranjero" o habrá que casarla con el padre "si es de buena familia", porque, de abortar, ni hablar.
Ah, que va a ser que no, que lo de que el aborto es un asesinato es sólo para los pobres. Siendo así, me quedo más tranquilo.
Menos mal que -hay reportajes sobre ello- en las ciudades que visitan los papas para acontecimientos de este estilo se dispara el consumo de preservativos.

lunes, 18 de julio de 2011

REBEKAH, REBEKAH


Tomo prestado el título de esta entrada de un viejo blues. Un blues que, como casi todos, habla de un hombre despechado y una mujer que le despecha. No es el caso de esta otra mujer, Rebekah Brooks, que ayer tarde comprobó cuán distinta es la posición del acusado de la del que acusa. También habrá podido comprobar a lo largo de las horas que pasó en comisaría que el dinero y el poder de su jefe y "padrino", Rupert Murdoch, no llega a todas partes y que, a la luz de los focos, los viejos amigos, los deudores de sus favores, han dejado de serlo y se esfuerzan en demostrarlo.
La figura de Rebekah Brooks serviría como paradigma de los pecados de una actividad, el periodismo, que ha visto despeñarse su prestigio ante la sociedad al tiempo que ha ido abandonando, no sin cierto desprecio, las buenas prácticas que no hace tanto la hicieron merecedora de la confianza de la misma sociedad que ahora la desprecia.
Hace ya tiempo que los propietarios de las empresas periodísticas pesan demasiado en las redacciones. Hace ya tiempo que, primero como autor de algunas informaciones y ahora como receptor de las mismas, se me hacen presentes los intereses de esos propietarios o los de sus compañeros de viaje y, si bien es verdad que aprendemos a descontar la tara del peso total de la carga, lo cierto es que cada vez desconfíanos más de lo que nos cuentan t de quien nos lo cuenta.
Cuando el objetivo es vender más ejemplares o tener más audiencia y, para ello, se superan los límites y se desprecian las garantías que merecen los sujetos de la información, sean los que sean, y quienes reciben esas informaciones que no siempre tienen elementos de juicio suficientes para discernir lo verdadero de lo falso, lo importante de lo que no lo es y lo decente de lo indecente... cuando todo esto ocurre, estamos perdidos.
Nos hemos centrado en el caso de las cabeceras del Grupo Murdoch -del que Aznar, no lo olvidemos, es consejero- en reino Unido, pero hace tiempo que aquí llevamos a cabo prácticas, si no idénticas, sí al menos parecidas en las que las informaciones, si no se pagan con dinero, sí se cambian por favores o por garantías en el tratamiento de las mismas. Eso por no hablar de toda esa basura televisiva en la que -aquí si hay constancia de ello- se pagan enormes cantidades por llevar a los platós la basura propia o de los otros. Lo malo es que, para llevar a cabo esas prácticas abominables en las que el poder y la "pasta" son el único objetivo a costa de lo que sea, la profesionalidad es un estorbo, el criterio una rémora y la experiencia algo molesto a extirpar de las redacciones.
El periodismo es un oficio que se aprendía en las redacciones, que nos transmitían los viejos maestros que habían pasado antes por cada situación que se nos planteaba. Ahora, los maestros están en casa o en una tertulia, lejos de los teclados y del día a día de "la calle". En resumidas cuentas, el material humano de las redacciones es ahora más débil y más manipulable.
Pero volvamos a Rebekah Brooks, que vino al mundo mientras los jóvenes estudiantes buscaban la playa bajo el adoquinado de las calles de París y que, con sólo 32 años, se convirtió en directora de News of the World, la cabecera de más tirada del Reino Unido, como repite un amigo cada vez que se ve ante un caso de estos, "cuando alguien llega tan arriba y tan deprisa es porque, de modo consciente o inconsciente, ha dejado unos cuantos cadáveres en el camino". A saber cuántos de esos periodistas "cargados de prejuicios, puntillosos y tocahuevos", como consideran algunos directores a quienes pretenden primar el sentido común y las buenas prácticas de la profesión, frente al "ya lo desmentirán" y al "más rato, más barato" que imperan ahora en las redacciones... habría que saber cuántos de esos cadáveres dejó en el camino la pelirroja de Murdoch.

domingo, 17 de julio de 2011

EL FÚTBOL COMO METÁFORA

Tienen razón quienes ven el fútbol como una simulación más o menos incruenta de la vida, incluso en lo que tiene de guerra más o menos -también- incruenta. Un fin de semana tras otro, sobre el campo y en las gradas, se demuestra que hay equipos ricos y pobres que encarnan la representación de ciudades o barrios ricos y pobres, y hay odios y amores que se heredan, pasando de generación en generación, de padres a hijos, como se heredan las viejas afrentas entre países vecinos.
Lo que ocurre es que. Como mantienen los hombres prudentes, tampoco en el fútbol hay nada escrito y en que no se puede tener razón por haberla tenido. La derrota que sufrió ayer la selección argentina de fútbol frente a su rival ancestral del otro lado del Plata es una muestra de ello.
A nadie se le escapa que los argentinos, en especial los porteños, han mirado siempre por encima del hombro a sus vecinos del norte, por cómo son, por cómo toman el mate, que llevan a todas partes y todos los días en sus peculiares termos, y, claro está, por lo bien que juegan o dejan de jugar al fútbol. Desde aquel mundial de Maracaná que ganó Uruguay hace medio siglo y desde aquellos tiempos heroicos del Peñarol de Montevideo, está claro que Argentina, en fútbol, ha sido siempre superior a Uruguay. Sin embargo, ayer Argentina se apeó de la Copa América, de la que es el país anfitrión. Y digo "se", porque fue incapaz de vencer a Uruguay que, no sólo se adelantó en el marcador y fue capaz de aguantar el intento desesperado de desempatar de los argentinos, sino que acabó por superarles en la tanda de penaltis.
Os preguntaréis cuál es la enseñanza que encierra este "partido metáfora". Pues bien, en mi opinión, esa metáfora es que un equipo, como un país, funciona mejor cuando es una suma de intereses que cuando sólo es un saco de estrellas. También que cambiar el timonel, aunque este fuese el perturbado Maradona, no garantiza el resurgimiento de la gloria.
Argentina, al igual que Brasil, es una potencia mundial del fútbol, entre otras cosas, porque sus calles están llenas de chavales que sueñan con ser los nuevos pelés, maradonas o messis. Una potencia que, sin embargo, ya no funciona como equipo nacional, porque todos esos niños que sueñan mientras dan patadas a un balón, en cuanto despintan un poco, son "comprados" por los grandes equipos europeos y trasladados a sus escuelas de fútbol, como esas frutas y verduras exquisitas -primor, les llaman- que apenas conocemos en el país donde las producimos, porque pasan del árbol o la mata al camión que las lleva a miles de kilómetros de la tierra donde se producen.
Estoy seguro de que a estas horas habrá millones de argentinos deprimidos como hubo millones de españoles entusiasmados cuando nuestra selección ganó la Copa del Mundo y, aunque parezca una contradicción, creo que no hay razones para lo uno ni para lo otro. El fútbol es sólo eso, una metáfora, y lo que debería deprimirnos o alegrarnos es el triunfo o el fracaso del país real y no los de su selección.

sábado, 16 de julio de 2011

CAMPSPANARIO (TODO LLEGA)



No me cabe duda de que la decisión del juez Flores de llevar a juicio al presidente de la Generalitat de Valencia puede helar más de una sonrisa y amargar más de unas vacaciones, porque lo que Camps y quienes le han defendido, unas veces ante plazas de toros repletas y otras desde más vergonzante de los silencios, han querido evitar ya es inevitable, porque acabaremos viendo a Camps sentado frente a un tribunal.

Ya no serán sus abogados quienes den la cara. Ahora tendrá que ser él mismo quien, como Alfonso VI en Santa Gadea, tenga que pasar por la humillación de tener que probar su inocencia. Un trago difícil, sin duda, que hubiera podido evitarse si no hubiese sido tan tupida la trama de favores y clientelismo que tiene cautivo a Rajoy, atado de pies y manos, en poder del "curita" de la Gürtel.
El mérito del auto del juez Flors es la solidez de los argumentos, en los que priman el sentido común y lo evidente frente a los artificios procesales a los que nos tienen acostumbrados algunos jueces. No hay más que llevar la cuenta de las veces que ha cambiado Camps su versión, con lo fácil que hubiese sido presentar una factura si alguna vez la hubiese habido.
Qué dirán los que decían con sorna que un presidente no se deja sobornar por tres trajes, ahora que está en blanco sobre negro que Camps, y no fue el único, recibió un total de veinticinco prendas que se han valorado en catorce mil euros. Difícil papeleta, sin duda.
Una vez más, el silencio de Rajoy es clamoroso. Dicen que el PP contaba ya con que esto pasase y es de suponer que tendrá ya trazada su estrategia. De hecho una de las primeras personas en contactar con Camps, nada más conocerse el auto, ha sido Federico Trillo, responsable de asuntos judiciales en la dirección del PP, supongo que porque, si fue capaz de salir indemne de lo del Yak-42, deben creerle un mago de los tribunales.
Lo peor de todo es tener que oír a quienes, con más o menos descaro, insinúan que Camps ya ha sido absuelto por las urnas, como si éstas, al igual que la lejía, blanqueasen y desinfectasen el historial de quienes resultan elegidos. Otros, como la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, mucho menos sutiles, hablan ahora de quienes consienten que Camps se siente en el banquillo y no son capaces de impedir que Bildu entre en las instituciones, como si el bolso que recibió como regalo, en lugar de ir relleno de papel para no deformarse, estuviese repleto de demagogia.
Lo cierto es que el Partido Popular ha armado con el asunto de los trajes una bomba de tiempo que ve aumentar su carga cada día que pasa, y que, el día que estalle, puede llevarse por delante muchas cosas. Y es que para el PP no es plato de gusto ver al presidente Camps, en plena campaña electoral, sentado frente a un tribunal. Y eso que, con el caso Campanario, nos han ido acostumbrado a ver a nuestros héroes en el banquillo.
Pero no hay que perder la esperanza. A veces la soberbia es tanta que ciega a quienes están llenos de ella. No hay más que ver en qué están quedando los sueños hegemónicos de Rupert Murdoch tras el escándalo del News of the World, mientras José María Aznar, a sueldo del ahora vilipendiado rey de la comunicación, guarda un silencio tan clamoroso como el de Rajoy respecto a Camps. No hay que desesperar, insisto, porque todo llega.

viernes, 15 de julio de 2011

STRESS TEST


Ante todo, vayan por delante mis disculpas por echarme a la corriente y dejarme arrastrar por el esnobismo de nombrar con palabras inglesas lo que se tiene nombre en español, porque un "stress test" no es ni más ni menos que una prueba de esfuerzo. Por cierto, me anticipo a un hipotético reproche, esnobismo es palabra española que desde hace tiempo figura en el diccionario de la RAE y tiene su origen en la anotación S Nob (del latín sine nobilitas) que, en los exclusivos colegios británicos, se hacía junto al nombre de los alumnos procedentes de familias con fortuna, pero sin título nobiliario.
Hecho el inciso pedantón, vamos con ese "stress test" al que se ha sometido a nuestros bancos y cajas, ya nos gustaría que así fuese, que nos tiene pendientes de los medios de comunicación, como si de la lotería de Navidad de tratase.
Resultaría casi cómico, si no fuese casi trágico, que se compruebe ahora qué pasaría con determinadas entidades financieras, si pasase lo que está pasando desde hace semanas con nuestra economía Y es que dicen quienes entienden de esto que el modelo que se ha aplicado en la simulación es bastante menos exigente que la situación actual.
Curiosa figura la del "stress test" que se viene aplicando en medicina, muchas veces por encargo de las aseguradoras, para conocer los riesgos que correría un individuo al someterse a determinados esfuerzos y los que correría la aseguradora al tomarlo como cliente. También se somete a los "stress test" -estamos cansados de verlo en los telediarios- a las estrellas del deporte antes de cerrar contratos con un nuevo equipo.
Luego, desgraciadamente, quien tiene que sufrir un infarto sobre el campo lo sufre y quien se tiene que morir de un "berrinche" se muere, pero las pruebas de esfuerzo dan un toque de solvencia a equipos y aseguradoras y además, en el caso del deporte, consiguen minutos de telediario y, con ello, una buena publicidad para los equipos y sus directivos. Lo malo es que si uno de estos bancos o cajas no supera el test se va a ver obligado a jugar en segunda división y los clientes van a huir de él como se huye de un edificio en llamas.
No sé qué va a pasar esta tarde cuando, al cierre de los mercados –otra vez los malditos mercados-, se haga público el test de esfuerzo. Mucho menos sabemos lo que ocurrirá el lunes cuando vuelvan a abrirse las bolsas. Sólo tengo clara una cosa y es que, pase lo que pase, el lunes, al final de la jornada unos pocos habrán llenado un poco más los bolsillos y la mayoría seremos un poco más pobres.
En fin, ahora mismo no sé si sería mejor para mí "palmarla" de un infarto sin previo aviso o vivir angustiado por la sospecha de que puedo llegar a sufrirlo.

jueves, 14 de julio de 2011

DE MADRID AL SUELO (CANDIDATURA OLÍMPICA OTRA VEZ NO ¡POR FAVOR!)


No es porque tenga las rodillas desolladas y doloridas a consecuencia del poco apropiado pavimento que escoge nuestro alcalde para las aceras, pensando más en la mecanización de la limpieza que en la integridad física de los ciudadanos, que también. Es que estoy empezando a cansarme de que, como en el guiñol, nos enseñen un muñeco con una mano, mientras que, con la otra, nos aplican el "garrotazo y tente tieso" y, todo ello, sin sacarnos la mano de la cartera.
Vayamos por partes. Lo de las rodillas es consecuencia de una caída que, como al menos otras seis personas, sufrí hace dos días al bajar por la calle Tetuán desde la plaza a la calle del Carmen, justo al lado de la Puerta del Sol, sin percatarme de que la acera de la sombra no se había secado tras haber sido regada, cerca de las doce del mediodía, en lugar de hacerlo de madrugada. Tuvo que acudir el SAMUR, para limpiar y desinfectar mis heridas, atender a un hombre de mediana edad que se dolía de su codo hinchado y a una mujer que cayó de culo, con el riesgo que, a determinadas edades, tiene ese tipo de caídas para las caderas y otros hueso, especialmente en las mujeres. Estoy seguro de que, con un pavimento más poroso y no con esa piedra artificial que a saber a quién está haciendo rico, y con los barrenderos de toda la vida que, no sólo disfrutaban de un puesto de trabajo y un sueldo que no se iba al bolsillo del contratista, sino que, además, mantenían limpias las calles pavimentadas a la antigua, con sus pendientes y sus cunetas -si es que se llaman así- para que corra el agua.
Pero todo eso se ha acabado y ahora las aceras de las ciudades se hacen y se reforman pensando en las máquinas que subirán a las aceras, olvidando que revientan baldosas y hunden las tapas de registro del alcantarillado y otros servicios, lo que unido a los bolardos traidores convierten el paseo en un deporte de riesgo.
Y hablando de deportes, mucho me temo que la decisión tomada también hace dos días, de ir por lana olímpica por tercera vez retrata a la perfección la condición de procrastinadores natos del alcalde Gallardón y su amigo Lissavetzky, que se ocupan en lo olímpico para no hacerlo en los asuntos que realmente importan a los ciudadanos. Pretender celebrar unos juegos olímpicos en una de las ciudades más contaminadas de Europa, Madrid, cuya responsable de Medio Ambiente, Ana Botella, no ve la “boina” parduzca que la sobrevuela y piensa, además, que no está comprobado que la polución sea tan mala como se dice –claro que duerme, o ha dormido, con Aznar y, se dice que quienes comparten colchón se vuelven de  la misma opinión- es pretender que la flauta de Atenas o México suene por tercera vez. Pero, además, llenar la ciudad de instalaciones deportivas de último y muchas veces errado diseño -ahí está la "caja tonta", perdón, "mágica"- mientras en los barrios faltan piscinas, canchas y pistas de atletismo, y, si las hay, están cerradas la mayor parte del tiempo por no estar dotadas del personal correspondiente, es pensar muy poco en los ciudadanos y mucho en la carrera política de cada uno.
Hoy que uno y otro se han paseado por los medios he tenido la sensación de haber entrado en un bucle temporal del que me lo sé todo, incluido el final.
Si el principal argumento de Gallardón para descolgarse en plena crisis económica con esta nueva y, al tiempo, vieja aventura es el de que "a la tercera va la vencida" y que "nos va a costar la mitad", vamos dados, porque las corazonadas son de ludópatas y el que menos gasta es el que gasta menos.
No hay más que ver para qué sirvió la "manita de colores" de la candidatura Madrid-2016 y dónde ha quedado. Otras manos más decentes y menos interesadas, las del 15-M, ocuparon con su revuelta pacífica más minutos de telediario en el mundo que el carísimo "invento" de nuestro "queridísimo" alcalde que se hartó de decirnos cosas parecidas a las que nos dice ahora y que se gastó lo que no está escrito en promocionar en España su "corazonada" -en realidad se promocionaba él- cuando la decsión la tenía el Comité Olímpico Internacional, tan arbitrario y sospechoso como lo son las agencias de comunicación.
Señores Gallardón y Lissavetzky: lo primero es lo primero, y, cuando esté hecho, ya tendremos tiempo de pensar en juegos olímpicos. Lo sento, señores, pero esta vez los madrileños están siendo más prudentes que ustedes y no parecen dispuestos a dejarse arrastrar por su corazonada.

miércoles, 13 de julio de 2011

NOSTALGIA



No hay más que ver la americana que lleva Felipe en la foto para caer en la cuenta de que eran otros tiempos. Eran, pese a la chaqueta, tiempos de grandeza, de solidaridad y de sueños, tiempos en los que la marca Europa se anteponía a cualquier otra marca nacional o ideológica. La sincera colaboración entre el joven socialista español y el viejo conservador alemán, que devino en sólida amistad alimentó nuestra fe en Europa y nos hizo creer que dejábamos atrás siglos de vivir a espaldas de nuestros de continente.
Quizá por ellos, los españoles nos convertimos en los más entusiastas de la idea de Europa. Gracias a nuestros nuevos socios nuestro país tuvo acceso a infraestructuras que hasta entonces habían sido un sueño y aceptamos más o menos de buen grado que, de la noche a la mañana, nos cobrasen por un café las 166 pesetas de un euro, frente a las 100 que costaba antes. Adorábamos Europa y el hecho de ser europeos. Hoy, difícilmente diríamos lo mismo si nos preguntasen por nuestra fe en Europa.
Kohl tuvo arrojo suficiente como para aprovechar el desmoronamiento de los regímenes del Este para plantear la reunificación de Alemania, un proceso costoso y arriesgado, en el que se arriesgaban las proverbiales estabilidad y riqueza alemanas a cambio de un sueño perseguido durante medio siglo.
Habría que saber qué diría hoy el viejo canciller ante los desmanes teñidos de egoísmo y cortedad de miras de quien ocupa hoy la cancillería alemana y pretende liderar Europa con escaso éxito, qué diría de Ángela Merkel, una mujer que, pese a proceder de la Alemania del Este y a militar en el mismo partido que pilotó Kohl, tiene tan poco que ver con la grandeza -y no sólo física- tiene tan poco que ver con él.
Dónde están aquellas largas reuniones de los líderes europeos que no se levantaban hasta tener una solución. Qué poco tienen que ver con los simulacros de hoy que apenas consiguen calmar durante unas horas la ansiedad de quienes sienten el peso de un futuro hipotecado como consecuencia de la falta de coraje de sus gobernantes.
Hoy, esos intentos de acuerdo, sin voluntad de conseguirlo, que acaban siempre en aplazamientos que alimentan la voracidad de quienes especulan contra el euro y las economías del sur de Europa, aunque a veces el Sur, como ocurre con Irlanda, haya que buscarlo en el Norte. Es más, uno podría llegar a pensar que, como los pescadores de caña, buscan, con ese tira y afloja, que el anzuelo se clave firme e irremediablemente en nuestra boca.
No sé si ahora echo de menos aquellos días como también echo de menos aquella primera vez que leí a Camus. El caso es que, ante tanta mediocridad y tanta miseria de pensamiento, hoy siento nostalgia, una dulce y, a la vez, amarga nostalgia.

martes, 12 de julio de 2011

ATADOS DE PIES Y MANOS



Los españoles -y los griegos, los portugueses, los irlandeses y los italianos. Estamos atados de pies y manos. Se nos cae el mundo encima y ni siquiera podemos apartarnos. Ocupamos los bajos de Europa, regentamos los locales donde el resto de los vecinos de Europa disfrutan de su ocio, con nuestras playas, nuestros bares y tabernas, nuestras tapas y pizzas, nuestras playas y nuestros monumentos. No hace tanto que íbamos a limpiar sus casas, a hacerles alguna chapuza y a cuidarles el jardín y la piscina. De pasar tanto tiempo con ellos -no hablo de convivencia, que es otra cosa- llegamos a pensar que éramos iguales y tratamos de imitarles, llevando el lujo a nuestras casas, nuestros coches y nuestras vacaciones y suscribiendo esos fondos de pensiones que llegarían donde no llegase nuestra Seguridad Social. Es más, el que pudo contrató con una aseguradora sanitaria privada, porque en la sanidad pública se hace mucha cola, está llena de inmigrantes y, además, era de pobres.
Llevábamos a nuestros hijos a colegios carísimos, en la otra punta de nuestra ciudad, porque, así, nuestros hijos no tendrían que convivir con chinos, negros y gitanos. Comprábamos coches alemanes porque eran mejores y "vestían más". Y, como nos creíamos ricos, comprábamos acciones y votábamos a los partidos que prometían bajar los impuestos.
Lo malo es que, por desgracia, la realidad es tozuda y, hagamos lo que hagamos, creamos lo que creamos, acaba por imponerse. Ahora es el tiempo en que las multinacionales del motor se llevan a los países del Este la producción de los coches que ya no compramos, poniendo en la calle a centenares de trabajadores. Ahora es el tiempo en que estamos cayendo en la cuenta de que las cosas nunca fueron como las veíamos. Ahora es cuando vemos que nuestras aportaciones a los fondos de pensiones han engordado las fieras que devoran nuestro futuro, despedazando nuestras esperanzas y engordando la tan temida prima de riesgo que acabará por comerse nuestros ahorros y la riqueza de nuestro país, devaluando así el tesoro guardado para nuestra jubilación.
Lo malo es que también engordamos la sanidad privada que de lo que debería ser un servicio público y universal toma sólo lo rentable para dejar que los hospitales de todos, aquellos a los que recurrimos cuando lo que tenemos es más grave que una gripe, se colapsen. Algo parecido a lo que hacemos con la escuela pública que cada vez es más marginal y está más desprotegida, pese a ser el elemento que marca la diferencia entre los países más avanzados y el nuestro.
Ahora, cada día somos un poco más pobres y, más que la zona lenta de la Europa de dos velocidades, somos el remolque que les frena en la cuesta y, por ello, lo van aligerando de nuestros derechos, si es que no están pensando en soltarlo y dejarlo caer cuesta abajo.
Se han cansado de los vecinos de abajo, les duele cada céntimo que se gastan en nosotros y no parece importarles lo que nos pase. Y, mientras, nuestros ahorros para la vejez, nuestros fondos de pensiones, de la mano de los especuladores a los que, no lo olvidemos, les hemos encomendado el trabajo sucio, huyen de nuestra deuda y se refugian en la segura deuda alemana, cerrando el ciclo y perpetuando la diferencia. Y, mientras tanto, aquí seguimos, atados de pies y manos.

lunes, 11 de julio de 2011

SOBRE CÓDICES Y ERMITAS


Me revienta sobremanera observar con qué naturalidad asume la iglesia católica la propiedad de todos los bienes materiales de los que se han servido a lo largo de los siglos para, a cuenta de la parcelita en el cielo de poderosos y no tan poderosos, engrandecer su magisterio y, sobre todo, su patrimonio. Y si me revienta es porque lo hace con tanta avidez y codicia como miserablemente actúa luego con ellos. La iglesia católica ha buscado siempre tener y tener. No hay más que tomar conciencia de cuántas escrituras de propiedad han pasado por el lecho de moribundos a los que en tal trance todo les sobra y eligen emprender el viaje ligeros de equipaje, pero con las llaves del cielo en el bolsillo. Pues bien. A la iglesia católica no sólo le basta con acaparar todas esas riquezas terrenales. También quiere que su mantenimiento le salga gratis.
¿Cuántas iglesias, ermitas o viviendas para los sacerdotes se habrán construido y se mantienen siglo tras siglo con las aportaciones más o menos obligadas? No hay que olvidar que la presión y el control social siempre han pesado mucho en este país y que el primer consejo que da una madre a sus hijos es el de no señalarse, aunque el de la mía, como podéis ver, haya caído en barbecho.
Todo esto viene a cuento del reportaje que hoy firma en las páginas de Sociedad de EL PAÍS Carmen Morán. Un reportaje en el que se da cuenta del proceso emprendido por las autoridades eclesiásticas españolas para escriturar a su nombre -inmatricular en lenguaje legal, que no justo- todos los edificios y terrenos de los que ha estado haciendo uso, la mayoría cedidos por los municipios, en silencio y de una manera taimada, porque, señores, en este estado aconfesional que dicen que es España, se confiere a los curas una calidad de funcionarios que para sí quisieran algunos funcionarios de carrera.
Lo más grave del asunto es que en la mayoría de los pueblos se están pagando las reparaciones y los servicios, agua y luz, de esos edificios creyendo que son propiedad del municipio, cuando, en realidad, llevan años escriturados a nombre de la iglesia católica.
Es el viejo conflicto entre el poder terrenal y el espiritual. Es el Señor Don Santiago asomándose al lecho de Carlomagno que aparece en el vergonzantemente desaparecido Códice Calixtino. Por cierto ¿dónde están todos aquellos que reclamaron y obtuvieron la dimisión de Rosa Regás por el robo de grabados de la Biblioteca Nacional? ¿No van a pedir la del deán o la del arzobispo de Santiago? Ya están tardando.
Por cierto, ya queda menso para la llegada a España de quien yo creía monarca vaticano y resulta ser el casero que viene a España a pasar revista y con los gastos pagados.

domingo, 10 de julio de 2011

GUATEMALA


Hay un lugar en el mundo donde el paraíso y el infierno se tocan. Es un pequeño país plagado de lagos y volcanes, con cielos azules y tierra generosa, en el que el lujo y la miseria, la basura y la belleza, se tocan también.
Resultado de la explotación y el expolio de décadas a manos de las grandes compañías agropecuarias y de una guerra civil mal cerrada, en Guatemala ha quedado demasiado odio y demasiadas afrentas sin cicatrizar. Por si fuera poco, su espesa y confusa frontera con el gigante mexicano del norte la ha convertido en campo abonado para convertirse en el Tijuana del Sur, en el que los grandes capos del narco mejicano campan a sus anchas.
No conozco Guatemala, como tampoco conozco México, pero me apropio de las sensaciones y la experiencia de mi hija que vivió todo un año en México D.F. y tuvo el buen criterio de recorrer todo el país, salvo los estados "narcotizados" del Norte, así como California y Guatemala. Recuerdo que en una de las fotos más hermosas que me llegaron de aquel año vivido por mi hija tan lejos de aquí se la veía sentada ante una de esas mesas de hierro forjado pintadas de blanco que hay en los viejos jardines, sobre una cuidada pradera, a la orilla de un lago azul y con un volcán recortado contra un cielo no menos azul. Pues bien, cuando le dije la envidia que me daba verla en ese paraíso, me dijo que en ningún otro sitio como Guatemala había pasado tanto miedo y que en ningún otro había visto tanto odio y tanta desconfianza como allí.
Los asaltos, las armas y los controles, policiales o no, están allí a la orden del día. Las maras, bandas de jóvenes desesperados que se tatúan en la cara los muertos que llevan a sus espaldas han conseguido que la vida cotice a la baja y que el narco mexicano haya sentado allí sus reales.
Por eso me escandaliza que se hable de Afganistán o Somalia como estados fallidos y que los estados no escatimen recursos en dinero, hombres y armas para "llevarles" la democracia, mientras en el norte de México o en Guatemala, el estado se deshace como un azucarillo en el agua.
El asesinato de Facundo Cabral, acribillado por un grupo de sicarios pertrechados como para una guerra, nos ha sobrecogido y nos ha escandalizado porque era fácil ponerle cara a la víctima, pero lo ocurrido ayer camino del aeropuerto de Ciudad de Guatemala desgraciadamente ha dejado de ser extraordinario.