viernes, 27 de septiembre de 2019

ESTABAN TARDANDO


Pues sí, estaban tardando. Quienes han hecho del enfrentamiento victimista sus vitaminas, el gotero del que reciben el suero que recupera sus constantes vitales cuando la tensión de la calle baja y sus siglas se desdibujan y palidecen como el rostro de alguien a punto de desmayarse. Estaban tardando Torra y quienes les siguen y estaban tardando, enfrente, Albert Rivera y sus Ciudadanos, dispuestos siempre a sacar partido de la bronca, cuando no a provocarla.
Albert Rivera, el paradigma de lo que es morir de éxito, en sus horas demoscópicas más bajas, había iniciado su ciclo de peregrinaciones a los infiernos del "rojerío" y el nacionalismo, en Madrid y en Cataluña, en una especie de rogativas a la búsqueda de que lluevan de nuevo los votos y de que acabe la sequía de apoyos que hace tiempo parece, y. para ello sale en procesión otra vez, del brazo de sus Mujeres, Villacis o Arrimadas, por la Vallecas de los "okupas" y la Cataluña del independentismo, donde, nadie esperaba otra cosa, sólo recogió abucheos y algún que otro insulto, que a él le bastan, porque, rodeado de escoltas y de cámaras, se aseguraba un trocito de telediario, desde el que, cada vez menos, porque la gente aprende, tratar de deslumbrar a los votantes más adormecidos con su arrojo, como si ese ·sacar pecho", conveniente protegido, claro, solucionase los problemas de alguien que no fuese el mismo.
Ya por la tarde, tremenda bronca en el pleno del Parlament de Catalunya, donde se votaba la moción de la CUP en la que se pedía que la cámara catalana exigiese la libertad de los la CDR detenidos en aplicación de la ley antiterrorista y la salida de la Guardia Civil de Cataluña. Un golpe de efecto que estaba tardando y que los independentistas necesitaban para hacer ver a sus electores, cada vez más desmovilizados que mantienen la fuerza que, hace dos años, les llevó a cometer el error de proclamar una independencia tan ilegal como imposible, que llevó a muchos de sus dirigentes a prisión.
La casualidad, que siempre enreda lo suyo, quiso que, en medio de ese, pleno, en medio de la votación de la resolución se conociese el envío a prisión de los CDR detenidos, tras prestar declaración ante el juez de la Audiencia Nacional y después de haberles enfrentado a las pruebas que, bajo sus órdenes, había recopilado la Guardia Civil. Fue en ese momento cuando en medio de una enorme bronca, en la que uno de los alborotadores más señalados fue el propio presidente Torra, al que el cargo le viene tan grande como alguna de sus chaquetas. 
Un enfrentamiento en el que, otra vez, un diputado de Ciudadanos, Carlos Carrizosa, se enfrentó a las bancadas independentistas, elevando el tono de las acusaciones y provocando la reacción de sus adversarios, hasta provocar, tras tres advertencias de Roger Torrent, su expulsión del pleno, garantía otra vez de telediario, inútil como las anteriores. 
Que me perdonen unos y otros si me pronuncio una vez más en contra del ruido, de ese ruido que necesitan de cara a la sentencia del Supremo contra los responsables del "Procés", ruido con el que volver a movilizar a la calle, cansada y aburrida, ruido con el que Ciudadanos pretende hacernos recordar que sigue existiendo ese a la actitud zombi de su líder nacional. Un ruido incesante desde hace demasiado tiempo que impide escuchar el silencio en el que ha quedado la política, la verdadera política, la que debería solucionar los problemas de cada día de la gente, un ruido al que le faltaba  el ruido de las explosiones que unos pocos exaltados, a los que ni Quim Torra ni los suyos condenan, preparaban para los próximos días hasta que fueron detenidos "con las manos en la masa" por orden de un juez.
Me apena comprobar que unos cuantos exaltados, dispuestos a volar instalaciones eléctricas, como al parecer reconocieron ante la guardia civil y el juez, sean elevados otra vez a la categoría de héroes, si no mártires, como lo fueron los etarras de los primeros tiempos o aquellos miembros de Terra Lliure que no pararon hasta verse acorralados tras provocar su primera víctima, colateral dirían, una anciana que dormía allá donde cayó el muro que derribó su artefacto.
Seguirán insistiendo unos en la inocencia de los detenidos y otros en equipararlos a los asesinos de ETA, algo que no es bueno en absoluto. Pero conviene recordar aquellas palabras de Juan Mari Bandrés, que tras un atentado de ETApm en las consignas de Atocha. con el que sólo pretendían provocar el desalojo y hacer ruido y que, finalmente, causó daños y algún herido. Dijo Bandrés desde su escaño del Congreso que, para que no estallen las bombas, no hay que ponerlas.
Unos y otros estaban tardando en de ruido y humo el escario, pero ojo, que como bien saben las víctimas de ETA, los propios etarras y sus familiares, se sabe cómo empiezan estas cosas, pero no cómo terminan.

jueves, 26 de septiembre de 2019

MÁS CORDURA


Cuando, ayer, Íñigo Errejón confirmó su candidatura a las próximas elecciones generales con un partido que se llamará Más País, confirmando su intención de ayudar a la formación de un gobierno progresista, lo último que esperaba -es sarcasmo- es que los más críticos con la decisión fuesen, al mismo tiempo, los partidos de la derecha y quienes les apoyan en las tertulias y quienes van por el mundo de "puristas" de la izquierda, cuando de sobra es sabido que ese purismo que inevitablemente lleva al sectarismo es el eterno mal de esa izquierda que dicen querer defender.
Digo sarcásticamente que no lo esperaba, pero no es cierto. Todo lo contrario, porque la derecha política de la mano de la económica o viceversa necesita de la intransigencia de Podemos para asegurarse el miedo de sus votantes y la imposibilidad de formar un gobierno que revierta sus desmanes y dé a este país los instrumentos de progreso que necesita.
Es curioso que casi nadie hable ya de la casta, quizá porque quien acuño el término se ha convertido no ya en casta, sino que parece haber fundado una dinastía a la que, como el más sádico de los calígulas, ha despejado el camino, eliminando a cualquiera que pudiese hacerle sombra. Ya no habla de la casta quien antes lo hacía porque sería muy fácil callarle poniendo delante de él un espejo. Es curioso pero comprensible, porque Iglesias había montado su propia casta en Podemos, la de quienes nunca le han dicho que no, la de quienes se revuelven todos a una contra quien osa llevar la contraria al líder.
Quizá por eso, en Podemos, quien tiene una voz distinta a la de esa casta acaba en el ostracismo, cuando no expulsado o, como Luis Alegre, abandonando el partido por propia voluntad. Iglesias ha hacho de su pensamiento el mensaje unívoco, difundido y defendido en las redes por los suyos, reiterado en su programa de televisión, Fort Apache, o el del siniestro Monedero. Mensajes que, de inmediato, como si del Séptimo de Caballería cercado por los indios se tratase, se convierten en un "fuego a discreción", contra todo y contra todos, en defensa de esa verdad única. 
Esa actitud, más propia de un alacrán que de hormigas que entre todas pretenden asaltar y colonizar el cielo ha llevado a la práctica desintegración de lo que un día fue un proyecto ilusionante para este país, la existencia de una izquierda para la que la gente estuviese por encima de las siglas y los egos y el país fuese un asunto de todos. Poco queda ya de aquel podemos que consiguió el voto de millones de españoles, yo entre ellos y que, desde entonces ha dicho cuatro veces "NO" a la formación de ese gobierno de progreso con capacidad operativa que tanto necesitamos. 
Hoy aquel Podemos está prácticamente desintegrado y vaga errático, sin querer ver que su problema no es el IBEX 35, sino su líder, incapaz de dar su brazo a torcer y, lo que es peor. de hacer un análisis apropiado de la situación y buscar las consiguientes soluciones. Por eso Iglesias y su fortín están cada vez más solos y vacíos. Valga como ejemplo la carta abierta que Alberto Prieto, redactor jefe de EL ESPAÑOL dedica a Iglesias y que titula "Pablo, vine a EL ESPÑOL s cubrir Podemos y ya escribo de diecisiete partidos".
Por eso y no por otra razón me alegra y me llena de optimismo la llegada de un partido, Más País, y la vuelta de su líder Íñigo Errejón, marginado por Iglesias en Podemos hasta que optó por buscar u encontrar la salida junto a Manuela Carmena, también denostada por Iglesias, quizá porque llegó a brillar más que él, por eso me llenó de esperanza oírle decir que viene a facilitar un gobierno de progreso, un gobierno que, con él en lugar de Iglesias, muy probablemente ya tendríamos, por eso y porque dice que viene a sumar, por eso y porque le rodea mucha de esa gente que yo admiraba en Podemos y que tuvo que marcharse, por eso y porque tiene ya el apoyo de formaciones como la Chunta o Compromís y más que, seguro, tendrá. Por eso y porque trae al panorama político español, a la izquierda española, más cordura, que falta le hacía.



miércoles, 25 de septiembre de 2019

FRANCO, ESE ZOMBI


Las imágenes, perdidas en la niebla de los recuerdos, que el niño que fui tiene del dictador que, durante cuarenta años, agostó la libertad en este país son apenas tres estampas. Otra cosa es lo que llegué a temerle y odiarle después, pero mis recuerdos infantiles se reducen al fugaz paso por mi barrio, camino de la carretera de Toledo, de un enorme coche negro, en una de cuyas ventanillas traseras se veía un brazo agarrado al asidero; otra, la de los bordes de las carreteras de El Pardo o La Coruña sembradas de guardias civiles encapotados, con sus mosquetones, apostados al sol y al frío, cubriendo el paso del siniestro general, también y creo que alguna vez lo he contado, el shock que me produjo ver l a mi tía María, la se crío con mi padre y sus hermanos, que nos cuidaba los veranos, junto a los abuelos, en el pueblo, llorar y gritar de rabia ante las imágenes de un pequeño militar con sus prismáticos observando el frente, donde los españoles de uno y otro bando se mataban y sufrían.
Luego supe que mi tío Francisco, el hermanos de María, no vivía en París, sino que estaba exiliado en París, trabajando en la construcción y entregado a su mujer, exiliada como él, y a su partido, el comunista, cerca del bulevar de Belville, hoy gentrificado, como miles de españoles perseguidos en España, un barrio al que cada vez que piso París no dejo de ir, como una especie de homenaje callado a quien tan mal lo pasó por culpa de aquel miserable.
También recuerdo una tarde de invierno, supongo que anterior a aquella otra de verano en el pueblo, con mis nueve o diez años paseando por la calle Fuencarral, en la zona de los cines, donde se proyectaba "Franco, ese hombre", el documental que, a mayor gloria del sátrapa y supervisado por una comisión interministerial presidida por Manuel Fraga, había dirigido José Luis Sáenz de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera y falangista como él, para conmemorar los "veinticinco años de paz" que se cumplían por entonces.
Imaginaos a un niño, con nueve o diez años, enfrentado a la contradicción que suponía comprobar que ese gran hombre que cantaban el cine y la televisión, con sus retratos en los pueblos en grafitis aún frescos, imaginadle comprobando que ese hombre, benefactor de todos los españoles, hacedor de riqueza para ellos, creador d puestos de e trabajo y motor del desarrollo, había hecho daño, con muertos incluidos, a su familia. Imaginadle en una excursión a aquel Valle de los Caídos, donde aún no reposaban sus huesos, sin saber muy bien quiénes ni por qué estaban enterrados allí,
Imaginad ahora, después de un par de años en la universidad de los grises a caballo, de la clandestinidad y de cuarenta años de democracia, con todas sus elecciones y leyes, lo que suponía enfilar la carretera de la Coruña, hoy A-6, antes de llegar a las pendientes que llevan al túnel, y ver a la izquierda esa enorme cruz en el hermoso valle de Cuelgamuros, sabiendo que bajo ella descansan los restos de tan siniestro personaje. Imaginad el cabreo de quien asiste un día tras otro al toreo a que los de siempre han sometido a la ley y la voluntad del pueblo, hasta que, ayer, el Tribunal Supremo dio la razón al Congreso y el Gobierno que hace meses habían ordenado la exhumación de los restos de tamaño canalla, de la sepultura que junto al altar mayor de esa basílica en cuya construcción dejaron salud y vida millares de presos 
Con la decisión de ayer, Franco irá a una sepultura privada, cerca de sus ministros y de algún que otro dictador, como él bañado en sangre, poniendo fin a esa noche de los muertos vivientes en que la cerrazón nos tiene sumidos desde hace meses. Con un poco de suerte el nuez Yusti, el que pretende bloquear la exhumación y traslado dc los restos, volverá a ser desautorizado y Franco dejará de ser ese zombi que se pasea por los telediarios.

martes, 24 de septiembre de 2019

LA SOLEDAD DEL "LÍDER"


La elasticidad es la capacidad que tienen los materiales de recuperar su forma cuando cesa la fuerza que actúa sobre ellos, una capacidad que se mide forzándolos hasta el punto en que se rompen. Pues bien, pareciera que Pablo Iglesias se hubiera empeñado en comprobar la elasticidad de su partido y la de sus votantes.
Iglesias lo ha conseguido. Reduciendo sus objetivos a uno solo, el poder, que poco o nada tiene que ver con el que realmente debiera ser, el "poder hacer", algo que, unido a la exigencia de limpieza de sangre ideológica, siendo el "pablismo" puro y duro, pero tan voluble como el mismo Iglesias, la ideología impuesta , que ha dejado el partido en los huesos mondos y lirondos, compactos, pero sin músculos, nervios, ni articulaciones, incapaces para recibir sensaciones y, lo que es peor, carente de  reflejo, incapaz de moverse más allá de los rígidos objetivos impuestos por el líder, a través de los más que manipulables "inscritos". 
Iglesias ha llevado a Podemos y a sus votantes hasta e temido punto de máxima elasticidad, como la cuerda o la goma que, de tanto estirarse acaban rompiéndose con un peligroso "latigazo" que sufre el que estira, pero que relaja y rivera al resto.
La inflexibilidad de Iglesias, muy en la onda de Julio Anguita, ha ido reduciendo drásticamente las expectativas electorales de su proyecto. Creyó que en el sokatira en que se había empeñado acabaría arrastrando a Pedro Sánchez hacia sus pretensiones ministeriales. Sin embargo, se encontró enfrente a alguien que fue capaz de plantar cara y derrotar al núcleo duro del viejo PSOE, con su pasado, para bien y para mal, y sus postreros devaneos. Así que de tanto estirar y estirar, el intrépido Iglesias ha dado con el culo en tierra y, en tan poco digna posición, ha tenido que enfrentarse a los que considera la traición de Errejón, el primero en plantarle cara abiertamente, desde dentro y fuera del partido.
La respuesta dada ayer por Iglesias y su coro de portavocillos insistía en lo previsible de la decisión tomada por el líder de Más Madrid, que, sea dicho de paso, para haber sido tan previsible, les ha dejado colgados de la brocha y aturdidos, echando las cuentas de las oportunidades perdidas y los excesos de confianza que, ahora, tendrán que pagar, mientras que actuales y antiguos socios de la formación, ayer mismo comenzaron a hacerlo, se recolocan alrededor de una figura, la de Errejón, más amable y posibilista que la del ortodoxo Iglesias, demasiado evidente y desgastado ya a ojos de los electores.
Como en los libros de caballería y en las leyendas, cuando el gigante cae ante la pedrada o el lanzazo  del rival menospreciado, los enemigos del caído que eran muchos y no todos declarados, no tardan en llevarse lo que le habían prestado, para ponerlo al servicio del nuevo paladín, que es lo que, ya desde ayer, están haciendo Compromís, las Mareas y los Anticapitaistas, para reconstruir en torno a Errejón las alianzas rotas por la intransigencia de Iglesias. 
Iglesias está aprendiendo tarde que, desde abajo, desde donde viven los mortales, con sus problemas y sus sueños, el posibilismo vale más que la ortodoxia y los dogmas, algo que él, como profesor de Ciencias Políticas, debiera ya saber, porque del "Juego de Tronos" de la tele debiera quedarse con el dato de que los guionistas, tan jóvenes o más que él, que ya no lo es tanto, deciden sobre las vidas y la muerte de los personajes, algo que en el juego de tronos en que está metido no es posible y más vale que así siga siendo.
Iglesias lleva muchos años, quizá demasiados, liderando. En la facultad, supongo que también en el instituto y en los movimientos de base supo colocarse a la cabeza, pero, una vez llegado a lo más alto, se desconectó de la realidad, alcanzando su máximo nivel de incompetencia, rompiendo la soga de tanto estirarla, dejando a Podemos en los huesos de tanto purgarlo y, ahora, cuando vienen muy mal dadas, está solo y no tardará en ver que algunas fidelidades duran lo que dura el beneficio que sacan del objeto de su fidelidad.

lunes, 23 de septiembre de 2019

SUMAS Y RESTAS


Desde que ayer tarde se confirmó que Íñigo Errejón y su partido se presentarán a las elecciones del 10 de noviembre, los centenares de analistas, "politólogos" y contertulios "de la muerte" no han hecho otra cosa que repasar la aritmética de sus tiempos de la escuela, sumando y restando y eligiendo
sumandos y sustraendos más con el corazón, o el bolsillo, que con la cabeza.
Me atrevo a escribirlo, porque pone los pelos de punta observar como algunos "tertulianos" de casta, con la divisa de los partidos de derecha en el morrillo, embestían sin piedad contra Errejón, al que dijeron de todo, menos guapo, desde vago a traidor, empezando por la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso quien no es que se haya esforzado mucho en pagar deudas e impuestos. Voces de la derecha que, oh milagro, salieron en defensa del pobre Pablo Iglesias, el rey de la purga, al que su compañero desde la adolescencia, el amigo de toda la vida había traicionado definitivamente.
Andan todos elucubrando, improvisando en voz alta, sus teorías sobre el efecto que tendrá en las urnas la irrupción en esta convocatoria de un partido como el de Errejón, encuadrad en la izquierda, procedente del mismísimo Podemos, con muchos de los cuadros de esa formación fumigados en sucesivas purgas por el "gran timonel" de la izquierda, Pablo Iglesias, incapaz de soportar la menor divergencia con su "pensamiento único". Andan elucubrando y, cuanto más a la derecha se colocan, más aseguran, en realidad sólo lo desean, que Errejón y su partido perjudicarán a la izquierda.
No quisiera equivocarme, pero creo que, al contrario, que la opción encabezada por Errejón será la opción de quienes, defraudados por el frustrado intento de formar el gobierno progresista que habían reclamado en las urnas, se convierta en destinataria de unos votos, los suyos, que, hasta ayer, iban a perderse en la abstención.
La opción Errejón, inequívocamente de izquierdas parece capaz de acoger a un electorado también de izquierdas, pero no sectario, en un espectro, si no ideológico si de actitud, mucho más amplio que el que cubre el Podemos de Iglesias, mucho más estrecho, cuando no opresivo en términos ideológicos, un espacio transversal, en el que caben aquellos que, desde el centro a la izquierda que está más allá del PSOE tengan cabida.
Hay quien dice que la intransigencia suicida de Iglesias, ese afán por dinamitar cualquier posibilidad de formar gobierno con Sánchez tenía que ver con el fantasma de Errejón, dispuesto a desembarcar en el panorama nacional, al que, a menos eso pensaba, alejaría forzando unas elecciones ahora, antes de que su vejo "amigo" hubiese tenido tiempo de organizar su opción electoral nacional. Nada más lejos de la realidad, se equivocaron, porque el fantasma del amigo desde ayer le echa el aliento en la nuca que oculta ras la coleta.
El duelo electoral que Iglesias quería postergar ya está aquí. Él y su compañero de viejas luchas se verán las caras ante los electores de Madrid, los mismos que, en las pasadas elecciones autonómicas, optaron mayoritariamente por Errejón, frente a la opción auspiciada por Iglesias. Eso y el voto que hubiese ido a la abstención que recoja Más País o como quiera que se llame la nueva opción será lo más positivo de la apuesta, porque la izquierda española más allá del PSOE se merece un partido más dialogante, con unos líderes más libres y menos pendientes de caer bien al "amado líder". Ese, más allá de sumas y restas, será el efecto más beneficios del paso dado por Íñigo Errejón.

jueves, 19 de septiembre de 2019

BUSCANDO CULPABLES


Andamos buscando o, mejor dicho, la prensa anda buscando culpables, incluso un solo culpable, de lo que ha pasado, del fracaso del sistema democrático español en darnos un jefe de gobierno para cuatro años. Andamos buscando uno o más culpables, pero no ponemos el mismo empeño en buscar la solución que nos impida volver a caer en lo mismo, en el bloqueo interesado de la formación de un gobierno estable que no conseguimos desde hace años.
Los animadores de esta cacería, los medios de comunicación, andan haciendo sonar sus trompas y sus cuernos de caza para, como hacen los monteros para los señoritos, asustar a las piezas para sacarlas de la maleza, donde se sienten seguras y llevarlas a campo abierto, donde se convierten en blanco fácil para las escopetas.
Me ha llamado la atención la facilidad con que, en esta montería, los ojeadores profesionales, la prensa y los opinadores profesionales han decidido que el gran culpable, el "joker" malvado de esta historia, ha sido Pedro Sánchez, quien, "con su soberbia y arrogancia" y su convencimiento de que ir a unas nuevas elecciones le  convenía,   no se esforzó lo suficiente en llegar a un acuerdo de investidura para formar un gobierno que, en cualquier caso, no garantizaría la deseable estabilidad para los próximos cuatro años que este país está necesitando, más en medio del panorama político, económico y social que se avecina.
Ya tenemos un presunto culpable, a estas horas el más querido por la prensa y la opinión difundida o publicada. Sin embargo no hay que olvidar que desde hace años la prensa es, pese a lo que rezan sus cabeceras, poco o nada independiente, porque la revolución digital, algunos sueños, hoy pesadillas, de grandeza multimedia, y las consiguientes deudas, han acabado alejándolos de lo que entendíamos por periodismo, para ponerlos en manos de consejos de administración integrados fundamentalmente por sus acreedores y alejados de la orientación profesional a que estábamos costumbrados y que, cada vez más, nos parece una quimera.
Por eso no es de extrañar que sean mayores los reproches al secretario general del PSOE que los que se hacen a un Casado, muy en su papel, que en el más puro estilo Rajoy se ha quedado al margen de este proceso, esperando a que el temporal traiga a su playa los restos de los otros implicados, porque está claro que el líder del PP no ha tendido el "sentido de estado" que le reclamaba Pedro Sánchez y que el PSE, no Sánchez, dieron a su partido para que un Rajoy tan escaso de apoyo en el Congreso como lo está hoy el candidato socialista pudiese gobernar con su abstención.
Tampoco se ha explicado en profundidad la negativa de Podemos, mejor dicho, de Pablo Iglesias a dar sus votos a Sánchez, con casi tres veces más escaños que él, para formar un gobierno de progreso que atajase los grandes problemas de los más vulnerables, hoy casi todos, que están en los programas de una y otra formación. No se ha insistido como se debía en la cerrazón de Podemos que, por tercera vez ha impedido un gobierno de izquierdas, el PSOE y sus votantes, ese a quien pese, son izquierda, facilitando la vuelta al poder de la derecha o poniéndonos en grave riesgo de así sea.
Desde esos medios se ha ensalzado, a mi parecer en exceso, el gesto de Pablo Iglesias de apartarse para dejar de ser "el problema" un gesto sólo para la galería, porque es evidente que el mismo día que lo anunció comenzó a trabajar para que ese gobierno en el que decía no querer entrar nunca  llegase a ser realidad, algo que se hizo evidente rechazando una presidencia y tres ministerios, algo que, ni en cien vidas que vivan, él y su partido, volverá a repetirse.
Y qué decir de Albert Rivera, desaparecido en medio de tan crucial proceso, para volver a él a última hora, en tiempo de descuento y con un "trágala" inaceptable, como si de un Don Vito Corleone, pero a la inversa se tratase, porque su ofrecimiento de abstención era de todo punto una oferta imposible de aceptar. Una oferta, puro marketing cocacolero, con la que intentar contener la enorme hemorragia de votos que todas las encuestas le pronostican.
Si lo miramos fríamente, caeremos en la cuenta de que todos, muy especialmente Iglesias y Rivera, arriesgan poco o nada, porque ellos y sus más fieles volverán a las listas de sus respectivos partidos y volverán en puestos "de salir", con lo que, por muy mal que vengan dadas, mantendrán sus escaños y sus sueldos por cuatro años más. No como nosotros que nos jugamos, los madrileños lo sabemos muy bien, cuatro años más de deterioro de la sanidad y la escuela públicas, de recortes y encarecimiento de los servicios públicos y los transportes y los servicios públicos, cuatro años en los que, en lugar de ir hacia adelante, iremos, con o sin Vox, a un tiempo que creíamos ya olvidado.
Que cada uno busque ahora os culpables, pero que el 10 de noviembre vaya a votar. aunque sea por cuarta vez, porque el que se queda en casa vota al que gana y las derechas, no lo olvidéis nunca, va siempre a votar, antes o después de misa, pero siempre.

lunes, 16 de septiembre de 2019

A LA DESESPERADA


Llevamos todo un verano asistiendo a eso que, de manera un tanto cursi, llaman la lucha por el relato y que no es otra cosa que determinar quién es el responsable o el más responsable de lo que acabará pasando. una "lucha por el relato" de la que he querido quedar al margen para no verme obligado a escribir del vacío, de la nada, para no quedarme como mi padre, ya anciano, tratando de ver, en los relojes digitales que tiene sobre su mesilla o frente a su sillón en el salón, el paso del tiempo, de los segundos, que la tecnología ha convertido en largas elipsis de sesenta segundos escondidos entre dos cifras.
Me quité de en medio para no verme obligado a hablar de la nada, del tiempo que pasa y furtivamente entre dos situaciones iguales, porque nadie parece dispuesto a la generosidad o, lo que es aún peor, a pensar en el bien común. Sin embargo, en los tres últimos días han sucedido cosas que, creo, merecen una explicación o, al menos, alguna que otra pregunta, preguntas que van desde cuál es el interés que persigue Albert Rivera, desaparecido en la calma chicha que precede a la tormenta, qué pretende Vox con su monolítica simpleza o si Pablo Casado cree que basta con sentarse en el portal a ver pasar los cadáveres de sus enemigos.
Os diré que los dilemas de la derecha o, incluso, sus estrategias me interesan poco, siempre estarán ahí, unidos o enfrentados, para frenar el progreso de este país que forman cuarenta y siete millones de ciudadanos, por más que ellos sólo vean centenares si no miles de consejos de administración. Lo que realmente me preocupa, porque tendrá graves y dolorosos consecuencias para esos ciudadanos es la deriva suicida de quien se ha ceñido, como un Napoleón borracho de ambición se ciñó la corona de emperador, los laureles de guardián de las esencias de la izquierda. 
Os diré también que, cuando me entraron ganas de poner estas reflexiones por escrito, fue durante una comida con amigos, la de reinicio de curso, en la que, dolorosamente, asistí al vapuleo de Pedro Sánchez y el PSOE, ante el silencio prudente o cobarde, que para el caso es lo mismo, de quienes, lo sé positivamente, votan y votarán socialista. Una comida en la que quienes llevaban la voz cantante se permitieron negar al PSOE y su secretario general su condición de políticos de izquierda, en la que se quitó importancia a las leyes de Matrimonio Igualitario, Memoria Histórica o Dependencia y de la que yo, que soy y me considero de izquierdas, salí un tanto ofendido.
Curiosamente, horas después me enteré de la última genialidad de Pablo Iglesias, la de invocar la ayuda del rey, el mismo al que regaló la serie "Juego de tronos", siempre dando lecciones, el mismo al que criticó y con razón por su discurso tras la irresponsable declaración de independencia por parte de los independentistas catalanes, o el mismo que encarna una forma de gobierno que, igual que yo, consideran obsoleta y quieren desterrar de este país. 
No cabía mayor incoherencia, una incoherencia sólo comprensible si viene de quien bajo su propia gota fría, mezcla perfecta de ambición y frustración, con el agua al cuello de sus errores, busca con desesperación y sin dar su brazo a torcer, algo con qué presentarse ante sus fieles, escamados ya por tanto poder como ha perdido Podemos, entre fugas y purgas internas, desde que hace unos años nos sorprendió con su disfraz de una política distinta, que las ambiciones personales y el contacto con la realidad, no es lo mismo predicar con las manos vacías que tener que repartir el trigo, han raído hasta convertirlo en una gasa transparente que deja ver las peores ambiciones y las más bajas pasiones.
En unos meses, no tantos, Iglesias tiene que presentarse ante un nuevo Vistalegre y, del poder local que llegó a tener, apenas queda nada y, por eso, lo único que le salvaría la cara sería presentarse con esos ministerios y esa vicepresidencia que en julio despreció y que ya no podrá tener.
A Pablo Iglesias, hoy a la desesperada, buscando la imposible mediación del rey, le han perdido una ambición desmedida, también por lo material, y un ego que merece ser estudiado en los tratados de psicología. En cuanto a la masa acrítica que le sigue como una secta sigue a su profeta, ojalá se bajen de ese carro que va directo al abismo y empiecen a entender que no tienen en sus manos el monopolio de la izquierda ni, mucho menos, el de la sabiduría y la honradez para llevar a la sociedad hacia el bienestar que merece.