Pues sí, estaban tardando. Quienes han hecho del
enfrentamiento victimista sus vitaminas, el gotero del que reciben el suero que
recupera sus constantes vitales cuando la tensión de la calle baja y sus siglas
se desdibujan y palidecen como el rostro de alguien a punto de desmayarse.
Estaban tardando Torra y quienes les siguen y estaban tardando, enfrente,
Albert Rivera y sus Ciudadanos, dispuestos siempre a sacar partido de la
bronca, cuando no a provocarla.
Albert Rivera, el paradigma de lo que es morir de éxito, en
sus horas demoscópicas más bajas, había iniciado su ciclo de peregrinaciones a
los infiernos del "rojerío" y el nacionalismo, en Madrid y en
Cataluña, en una especie de rogativas a la búsqueda de que lluevan de nuevo los
votos y de que acabe la sequía de apoyos que hace tiempo parece, y. para ello
sale en procesión otra vez, del brazo de sus Mujeres, Villacis o Arrimadas, por
la Vallecas de los "okupas" y la Cataluña del independentismo, donde,
nadie esperaba otra cosa, sólo recogió abucheos y algún que otro insulto, que a
él le bastan, porque, rodeado de escoltas y de cámaras, se aseguraba un trocito
de telediario, desde el que, cada vez menos, porque la gente aprende, tratar de
deslumbrar a los votantes más adormecidos con su arrojo, como si ese ·sacar
pecho", conveniente protegido, claro, solucionase los problemas de alguien
que no fuese el mismo.
Ya por la tarde, tremenda bronca en el pleno del Parlament
de Catalunya, donde se votaba la moción de la CUP en la que se pedía que la
cámara catalana exigiese la libertad de los la CDR detenidos en aplicación de
la ley antiterrorista y la salida de la Guardia Civil de Cataluña. Un golpe de
efecto que estaba tardando y que los independentistas necesitaban para hacer
ver a sus electores, cada vez más desmovilizados que mantienen la fuerza que,
hace dos años, les llevó a cometer el error de proclamar una independencia tan
ilegal como imposible, que llevó a muchos de sus dirigentes a prisión.
La casualidad, que siempre enreda lo suyo, quiso que, en
medio de ese, pleno, en medio de la votación de la resolución se conociese el
envío a prisión de los CDR detenidos, tras prestar declaración ante el juez de
la Audiencia Nacional y después de haberles enfrentado a las pruebas que, bajo
sus órdenes, había recopilado la Guardia Civil. Fue en ese momento cuando en
medio de una enorme bronca, en la que uno de los alborotadores más señalados
fue el propio presidente Torra, al que el cargo le viene tan grande como alguna
de sus chaquetas.
Un enfrentamiento en el que, otra vez, un diputado de
Ciudadanos, Carlos Carrizosa, se enfrentó a las bancadas independentistas,
elevando el tono de las acusaciones y provocando la reacción de sus
adversarios, hasta provocar, tras tres advertencias de Roger Torrent, su
expulsión del pleno, garantía otra vez de telediario, inútil como las
anteriores.
Que me perdonen unos y otros si me pronuncio una vez más en
contra del ruido, de ese ruido que necesitan de cara a la sentencia del
Supremo contra los responsables del "Procés", ruido con el que volver
a movilizar a la calle, cansada y aburrida, ruido con el que Ciudadanos
pretende hacernos recordar que sigue existiendo ese a la actitud zombi de su
líder nacional. Un ruido incesante desde hace demasiado tiempo que impide
escuchar el silencio en el que ha quedado la política, la verdadera política,
la que debería solucionar los problemas de cada día de la gente, un ruido al
que le faltaba el ruido de las explosiones que unos pocos exaltados, a
los que ni Quim Torra ni los suyos condenan, preparaban para los próximos días
hasta que fueron detenidos "con las manos en la masa" por orden de un
juez.
Me apena comprobar que unos cuantos exaltados, dispuestos a
volar instalaciones eléctricas, como al parecer reconocieron ante la guardia
civil y el juez, sean elevados otra vez a la categoría de héroes, si no
mártires, como lo fueron los etarras de los primeros tiempos o aquellos
miembros de Terra Lliure que no pararon hasta verse acorralados tras provocar
su primera víctima, colateral dirían, una anciana que dormía allá donde cayó el
muro que derribó su artefacto.
Seguirán insistiendo unos en la inocencia de los detenidos y
otros en equipararlos a los asesinos de ETA, algo que no es bueno en absoluto.
Pero conviene recordar aquellas palabras de Juan Mari Bandrés, que tras un
atentado de ETApm en las consignas de Atocha. con el que sólo pretendían
provocar el desalojo y hacer ruido y que, finalmente, causó daños y algún
herido. Dijo Bandrés desde su escaño del Congreso que, para que no estallen las
bombas, no hay que ponerlas.
Unos y otros estaban tardando en de ruido y humo el escario,
pero ojo, que como bien saben las víctimas de ETA, los propios etarras y sus
familiares, se sabe cómo empiezan estas cosas, pero no cómo terminan.