Bien mirado, lo de anoche en el Bernabéu no ha
sido lo peor que le ha pasado a Florentino Pérez en las últimas
horas. Es más, pienso que ni siquiera fue esa su mayor preocupación mientras
tuvo que estar en el palco. Lo digo, porque apenas habían pasado veinticuatro
horas desde que Miguel Blesa, el presidente de Caja Madrid, la caja que,
con sus créditos galácticos, le ayudó a construir su imperio, había ingresado
en prisión por la dudosa legalidad de alguna de sus operaciones.
Bien es verdad que, para entonces, Blesa ya estaba en la
calle y pudo ver el partido desde casa tras recaudar en una mañana la minucia
de dos millones y medio de euros, pero su ingreso en prisión y la frialdad con
que fue acogida la noticia por el gobierno de la nación, así como por el de la
Comunidad de Madrid, no auguraban nada bueno. Así que el hundimiento del equipo
del que un día dijo que tiene grabada la victoria en su ADN -que sabrá este
hombre de genética- y el estrepitoso fracaso del que un día calificó como el
mejor entrenador del mundo y que ayer se esforzaba en sacar brillo a un
trofeo, el de la Supercopa, a dos partidos y con los equipos fuera de
punto ya que se juega prácticamente en pretemporada, no eran quizá lo
que más preocupaba al presidentes de la constructora ACS. Porque, es lo que
tienen las mantas y las alfombras, que, una vez que se tira de ellas o se
levantan, dejan las miserias al descubierto.
No hay que olvidar que entre Blesa y Florentino hay más de
un paralelismo y que las atenciones de Blesa a los miembros del consejo de
administración de Caja Madrid, créditos a "tutiplén" a Díaz
Ferrán, partidos y sindicatos, podrían equipararse a las atenciones del
presidente del Real Madrid en "su" palco, en el que tenemos derecho a
pensar que se ha fraguado más de una recalificación y más de un negocio, en
contra de los intereses de madrileños y madridistas.
La gente habla y no para del negocio que hizo Florentino con
la construcción de las cuatro torres que hoy ocupan lo que en su día fue la
Ciudad Deportiva del Real Madrid, o el aberrante e irresponsable proyecto
de convertir la gran explanada que existe frente al estadio en su fachada del
Paseo de la Castellana en un centro comercial que convertiría el espacio por el
que prioritariamente se desaloja el estadio en poco más que una calle
comercial, por no decir un callejón.
Es lo que tiene haber tomado el Real Madrid como uno más de
sus negocios y no el más importante, porque, si en la construcción existe el
colchón de la banca y los gobiernos consentidores, en el fútbol, antes o
después se enfrenta uno con la realidad de una mala noche, en la que los
millones dejan de ser rentables. Pero el negocio del fútbol, que no el fútbol
es así. Para eso se ha creado y se presume tanto de eso que ahora, en
plena borrachera de lo cursi, se llama el "hospitality" del
club, diseñado para el peloteo -sin balón- y los "pelotazos".
¿Dará la cara Florentino ante "el madridismo" por
el fiasco de Mourinho? ¿Conseguirá evitar que, amén de haberle dejado el equipo
-y el club- hecho unos zorros, no le deje, además, la caja tiritando?
Supongo que aún tardará en llagar ese sinceramiento- Habrá
que esperar a que alguno de sus "negros" le escriba uno de esos
discursos-homilía que tanto le gustan que se empeña en leer con la entonación
monótona de un triste cura de pueblo. Va a ser difícil, porque quedan
pocas o ninguna incógnita que despejar y la gente está hasta el bombín de
derrochar su fe en sueños imposibles y de recurrir a la evocación de un
tiempo que, de momento, no parece que vaya a volver.
Mientras tanto, la pregunta ¿Estás ahí Florentino? va a
repetirse hasta la saciedad.
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