jueves, 30 de junio de 2016

EL MINISTRO Y SU APARATO


Hay personajes que escapan a su tiempo. Unos para bien, porque se adelantan a lo que les ha tocado vivir y tiran hacia delante del tiempo y el país en la que viven. Otros son como el sifón del váter que arrastran todo cuanto queda a su alcance a su oscuro y sucio torbellino. Jorge Fernández Díaz, supernumerario del Opus Dei e hijo de un militar que, en tiempos de Franco, probablemente en los años del nefasto alcalde Porcioles, fue nombrado subinspector jefe de la Guardia Urbana de Barcelona, es de esos, por eso está siempre dispuesto arrastrar a las alcantarillas todo aquello que le aleja de aquellos años felices, seguro, en los que su ciudad de adopción era española y bien española y se iba a misa y se comulgaba todos los domingos.
Quizá por eso, su amigo Rajoy, amigo desde los tiempos de aquella Alianza Popular que conservaba del franquismo la ideología y los correajes, le encargó del ministerio del Interior, un puesto clave para el control de todo el descontento que, sin duda, iban a producir y produjeron los crueles y arbitrarios recortes que, bien lo sabía, le iba a imponer la troika. Un puesto un cargo, que ha desempeñado con entusiasmo, reprimiendo manifestaciones, desalojando okupas ideológicos, los mafiosos parecen preocuparle menos, apaleando inmigrantes en las vallas de las fronteras africanas, dando la cobertura de sus antidisturbios a injustos desahucios que cada día dejaban a familias enteras en la calle y sin recursos, un cargo, en fin, desde el que hizo y deshizo en las fuerzas policiales, apartando a unos, curiosamente los que investigaron a su partido, y ascendiendo a otros, hasta configurar una verdadera policía política, puesta al servicio de los intereses de su partido y no de los de todos los españoles.
Ese sentido patrimonial de la patria que el ministro y la sociedad de que proviene es el que le lleva a enrocarse, enfermo de  autismo, cuando es pillado, una vez más, con la mano dentro dela lata de las galletas, negociando con el ya ex director de la Oficina Antifraude de Cataluña, el uso de informes incipientes o, simplemente, falsos, para ensuciar la imagen de líderes del independentismo catalán y alterar así fraudulentamente los apoyos de la ciudadanía a sus ideas o, aún mejor, para chantajearles y conseguir su neutralización.
Y llegado a este punto, me preguntó qué sabría el ministro de tan indigno magistrado, Daniel de Alfonso, como para ponerle a comer de su mano y servirle como un subordinado más, debiéndose como se debía a quienes le apoyaron en su nombramiento y no a quien quería acabar con ellos. Sin duda habrá un día en que acabaremos sabiéndolo, pero, mientras tanto, cualquier hipótesis va a ser creíble.
Siguiendo con este juego tan de moda de alterar la dimensión del tiempo, no sabéis cuánto hubiese dado por que el auto con que la Audiencia Nacional rechazó ayer el llamado "informe Pisa", un amasijo de recortes de prensa lleno de infundios e insinuaciones sobre la pretendida financiación ilegal de Podemos, se hubiese conocido en plena campaña electoral. Cuánto hubiera dado, también, por que la voz del ministro, despachando con el magistrado felpudo, de Alfonso, hubiese podido escucharse antes de que comenzase el calvario de los titiriteros que, en mayo, fueron acusados de ensalzar el terrorismo, cuando lo que denunciaban en su ficción era la falsificación de pruebas ¿le suena ministro? de un comisario contra su bruja protagonista, pruebas que un juez malvado daba por buenas en la ficción y otro juez admitió en la Audiencia Nacional.
Es el estado policial, no muy distinto del que persigue su odiado Nicolás Maduro, con el que sueña Jorge Fernández. Ese estado policial que dispara primero y pregunta después, el que da a la policía potestades que sólo corresponden a los jueces, es el que desea Fernández Díaz para "su" país, un país de patriotas, con policía patriótica, encargada de velar por la rectitud del pensamiento de sus pobres ciudadanos, expuestos al pernicioso contacto con la libertad.
Por eso el ministro que ha puesto en marcha un aparato conspirativo que vive en las cloacas y, desde ellas, tira de los pies de quienes se sienten libres y ejercen su libertad, para arrastrarlos a la sopa de falsedades y conspiraciones en que Fernández Díaz parece moverse como nadie.

martes, 28 de junio de 2016

CASTIGOS


No hay vuelta de hoja. Los ciudadanos españoles han castigado con su voto o con su abstención a quienes desperdiciaron hace cinco meses la oportunidad de constituir un gobierno capaz de impulsar el cambio que este país, mejor dicho, la gente de este país, necesitan para vivir con dignidad, tanto como el aire que respira.
El cambio que reclamaba Pedro Sánchez en su campaña lo tuvo en su mano, ese cambio del SÍ que pedía, a gritos a veces, lo tuvo en su mano y prefirió decirle NO, porque él o sus padrinos  tuvieron miedo de emprenderlo con quien podían y prefirieron esconderse tras el escudo naranja que puso a su disposición Albert Rivera, con la esperanza de ser el lazo de esa "gran coalición" tan querida por las grandes corporaciones y por el estómago neo liberal de la UE que lleva tantos años comiéndose la merienda de los trabajadores y las clases medias de Europa.
Lo tocamos con la punta de los dedos, pero les dio miedo. Les dio miedo tener que ponerse manos a la obra para corregir tantas injusticias como se han "perpetrado" en este país desde que, va ya para cinco años, el Partido Popular tomó, por un ataque de cuernos de los españoles, las riendas de este país. Lo tuvimos en la pinta de los dedos y el PSOE tampoco Podemos tuvo la grandeza de compartir el nuevo diseño de este país con una fuerza emergente que sorprendió a propios y extraños tiñendo de morado una gran parte del hemiciclo del Congreso.
Pero tampoco tuvo Podemos la grandeza o la cintura necesarias para borrar sus "líneas rojas" o para no traspasar las de los otros, haciendo gala de una intransigencia que frustró el sueño de tantos con la vana esperanza, así se acaba de demostrar, de crecer y crecer hasta sobrepasar a los socialistas y así forzar un gobierno con su presidencia. Una intransigencia, la suya, que sumada a la de Ciudadanos conllevó el bloqueo a un pacto imposible, en el que los socialistas mostraron a las claras su cara más conservadora, que la tienen, y el peso que, también en el PSOE, tienen las grandes corporaciones.
Todos, en mayor o menor medida, han recibido su castigo en las urnas. Así, el PSOE de Sánchez ha abierto más la herida por la que se desangra, perdiendo cinco escaños más, a pesar de que mejora sus resultados en algunas provincias. Ha perdido Albert Rivera que se ha dejado casi la cuarta parte de sus diputados en esta "segunda vuelta" de aquellas elecciones de diciembre y ha perdido, sobre todo y a pesar de mantener sus escaños, la coalición Unidos Podemos que, a pesar de conservar el mismo número de escaños, se ha dejado un millón de votos en la "aventura".
Todos han perdido. Todos han tenido el merecido castigo a sus pecados en las urnas. Todos, menos el PP que, siguiendo la pauta de conducta de su líder, el inmutable Rajoy, ha recibido más de una veintena de diputados como premio a su inmovilidad, como las arañas, los reptiles y los pulpos reciben el premio de su presa tras horas de permanecer inmóviles en su rama, en su cueva o pagados al fondo, aguantando casi la respiración hasta que tienen a su víctima a su alcance y lanzan sobre ella su lengua pegajosa o envenenada, su aguijón o sus tentáculos.
El PP ha sido el único partido que no ha sido castigado en las urnas. Más bien al contrario. Por eso, tenemos que confiar en que su castigo sea de otra índole, por ejemplo, el castigo judicial a todos sus "crímenes", que son muchos y muy variados. Crímenes de corrupción, crímenes electorales o esos otros crímenes de Estado, los más odiosos, en los que pone a su servicio las fuerzas policiales o las de la Justicia a su servicio.
Un castigo merecido, en el que la prensa debiera jugar un papel primordial, aunque, después de escuchar al ministro Fernández Díaz y el indeseable director de la Oficina Anti Corrupción de Cataluña, pasando revista a sus huestes periodísticas, a uno se le desvanezcan las esperanza. Todos hemos sido castigados, nosotros también, porque hasta que no aprendamos que, por un escaño, la derecha moviliza asilos y conventos, y que, con la abstención, los primeros castigados somos nosotros, no habrá nada que hacer.

lunes, 27 de junio de 2016

EINSTEIN, BREXIT, MIEDO Y UNAS GOTAS DE EGOÍSMO


Escuchaba hace dos días al siempre genial escritor gallego Juan Tallón relatar cómo le tocó sufrir el asalto de una empleada de su banco empeñada en venderle un crédito, un asunto que Tallón calificaba de "atraco por el procedimiento de llenarte de dinero los bolsillos". Magnífica definición que nadie que haya recibido y tenido que pagar un préstamo podría desmentir. Pues bien, nada más parecido a lo que ha hecho la prensa con Unidos Podemos, poniendo una diana sobre la coalición, con todas esas embriagadoras encuestas que predecían su fácil triunfo sobre el PSOE. Eso que imprudentemente hemos llamado "sorpasso", sin caer en la cuenta de que tal palabreja está maldita, porque, como dice mi amigo Orentino, el sorpasso siempre desemboca en un triunfo de la derecha.
Es aquí, en lo que tiene que ver con las encuestas, donde, a mi juicio, entra en juego la teoría de la relatividad de Einstein, el genio que nos enseñó que nada está quieto y que todo está en relación con la posición cambiante del observador. Porque eso es lo que ha pasado con las encuestas que dejan de tener valor en cuanto son conocidas por el observador que, ante ellas, cambia de posición y, por tanto, las altera. 
Esa es, yo creo, una de las claves. Tanta encuesta prediciendo el "subidón" de Unidos Podemos tuvo como consecuencia la llamada "a rebato" de PP y PSOE que movilizaron todos sus recursos y a todos sus fieles contra "el populismo extremista" de Podemos y sus nuevos aliados, los viejos comunistas que, de ese modo y con el odio eterno contra ellos, jurado de antemano por Ciudadanos, convirtió a la coalición en objetivo único de los demás, dolorosamente incluido el de los "compañeros" socialistas.
Una vez descontado el daño que las encuestas triunfalistas han podido hacer a Unidos Podemos, hay que tener en cuanta otro importante factor que no es otro que el terremoto mediático provocado por el Brexit, del que en las cuarenta y ocho horas previas a la jornada del domingo se hicieron sólo lecturas más que interesadas, atribuyéndoselo al extremismo populista y señalando, sin decirlo, también a Unidos Podemos, dando a entender que, con ellos en el poder, no sería descartable que España saliese de la Unión Europea. Pero, además, todo el tiempo y el espacio dedicado al Brexit se restó del que era lógico esperar que se dedicase a un último día de campaña y aun escándalo, el de la conspiración del ministro Fernández Díaz contra los independentistas catalanes, a mi modo de ver, junto con el de los vínculos del GAL con los gobiernos de Felipe González, el más grave atribuido a un gobernante en la reciente democracia española.
El Brexit barrió de los titulares y de las primeras cualquier alusión a tan sucio asunto. También a los nuevos casos de corrupción en Valencia, como trece millones destinados por los gobiernos populares de Valencia a torneos de golf conectados con la trama Púnica. El Brexit y la tormenta desatada en las bolsas de medio mundo enterraron y bien enterrados uno y otro asunto, sacándolos de un debate electoral, prácticamente desaparecido.
Estoy seguro de que muchos españoles fueron a votar asustados por las consecuencias, reales o sólo presentidas, que, en su puesto de trabajo o en sus ya castigadas inversiones en Bolsa, un triunfo de la izquierda progresista, un miedo alimentado por el desplome del IBEX 35 el mismo viernes, un miedo aderezado, como casi todos los miedos, por unas gotas de egoísmo, que llevó a muchos votantes a correr su voto a la derecha y a cerrar filas a los más asustados con el dontancredismo de Rajoy, borrando la sonrisa del rostro de Rivera y a muchos hipotéticos votantes de Podemos a refugiarse en el "valor seguro" de Pedro Sánchez quién otra cosa no tendrá, pero suerte tiene para dar y regalar.
No ha sido sólo una la causa de los decepcionantes, al menos lo son para mí, resultados de ayer. Creo que ha sido una fatal conjunción planetaria, del tamaño de aquella que anunciara Leire Pajín, la que guio la mano de muchos votantes y dejó a otros en casa o en la playa o la piscina. Han sido varias, ha sido la relatividad de las encuestas, ha sido el sobresalto del Brexit, ha sido el miedo a lo bueno que nos queda por conocer, hartos ya de o malo que conocemos, ha sido también el miedo egoísta a que lo invertido en bolsa se esfume, un medo que el parqué ya ha conjurado. Ayer vi muchas monjas en mi colegio electoral, monjas que no veo por la calle, vi también muchos ancianos que a duras puenas pueden moverse o saber quienes son. La ley les permite votar y no me quejo, pero ahora, sólo espero que alguien diga, como dijeron a propósito del Brexit que los viejos les han robaron ayer el futuro a nuestros jóvenes, especialmente a los que están en el extranjero y, una vez más, les han robado el voto.

viernes, 24 de junio de 2016

EL BREXIT COMO OPORTUNIDAD

Es difícil aún, a estas alturas, explicar, explicarse, los pros y los contras. las consecuencias, de la decisión tomada ayer por la mayoría de los ciudadanos británicos respecto a la permanencia de su país en la Unión Europea. Es difícil, entre otras cosas, porque, quedarse en argumentos como el populismo o el egoísmo o, simplemente, la Historia, es demasiado fácil. No puede ser que tantos millones de ciudadanos de la Europa más rancia se hayan equivocado y, aunque así fuese, debería prevalecer la máxima que dice que, en caso de duda, que prevalezca la democracia.
La única consecuencia que así, a vuelapluma, soy capaz de extraer es la de que quienes toman las decisiones viven, por desgracia, de espaldas a la gente. Tanto es así, que quienes detentan el poder a uno y otro lado del Canal de la Mancha no han sido capaces de prever lo que finalmente ha ocurrido.
Creo que es difícil e hipócrita atribuir el triunfo del Brexit a la xenofobia en un país tan multirracial y multicultural como el Reino Unido, que heredó del viejo Imperio Británico la Commonwealth, con sus ciudadanos y sus derechos reconocidos en la metrópoli.
Es más lógico pensar que los británicos estén cansados de que la inmigración, especialmente del Este de Europa, disparada con las sucesivas ampliaciones de la UE. haya supuesto una enorme merma en derechos y salarios del mercado laboral. Me da la impresión de que nos detenemos en exceso en las anécdotas chuscas, como la rebeldía ante la regulación del tamaño de los plátanos establecida por los burócratas de Bruselas, y nos olvidamos de otras muchas decisiones que afectan y cómo a nuestras vidas que, sin embargo, a menudo pasamos por alto.
Los británicos, que lo han sido todo en el mundo hasta hace poco, conservan un orgullo nacional que no es difícil despertar y que, además, es fácil de ofender y se les ha ofendido, como se ha ofendido a los griegos, a los portugueses y a tantos y tantos europeos, incluidos nosotros. Y, si los británicos, en su mayoría privilegiados respecto a otros europeos, han dicho no a la Unión Europea, habría que ir pensando en qué diríamos hoy nosotros ante una pregunta similar. No hay que ser un lince para ver que, en un referéndum similar, la respuesta hoy que Europa se ha convertido en una madrastra, no sería tan favorable como cuando Europa era una novia.
Es curiosa la apelación que se hizo al sentido común de los británicos mientras se esperaba su no al Brexit y cómo no se hace otro tanto ahora que han dicho no. El Brexit sólo ha fracasado en Londres, Irlanda del Norte y Escocia. Cualquiera que quiera verlo se dará cuenta de que quienes han dicho no a Europa han sido los trabajadores británicos, los habitantes de las zonas industriales, cada vez más desprotegidos ante las decisiones arbitrarias que se toman en los pulcros despachos de Bruselas y que, por contra, el sí se ha dado en las zonas que viven del comercio y del turismo europeos. 
Creo que el Brexit va a ser bueno, si las cosas se hacen como se deben hacer, va a ser bueno para que la Europa fosilizada, la que sólo vela por los intereses de sus grandes corporaciones, la Europa cruel, incapaz de percibir el sufrimiento de sus ciudadanos más humildes, la que nos da un pasaporte y poco más, a cambio de las riendas de nuestro destino, la Europa que ya no es la que soñamos, retome el control de su destino y vuelva a ser la Europa del Estado del Bienestar.
Creo también que, como en tantos otros asuntos, no se nos ha dicho toda la verdad y que, incluso en plana campaña electoral, la mayoría de los partidos políticos han preferido no "mentar a la bicha" y pasar de puntillas sobre el Brexit, cruzando los dedos a la espera de que la tormenta pasara. Pero la realidad y el deseo son cosas bien distintas y la realidad se ha impuesto, abriendo un descosido en el disfraz de eficiencia de eso que llamamos Europa, un descosido por el que se ve su feo culo.
No debemos olvidar que, si los trabajadores han dicho no a Europa y sí al Brexit, no es porque, de la noche a la mañana, se hayan vuelto nazis. Creo que, más bien, los trabajadores se han cansado de que los partidos tradicionales, incluidos los que se dicen socialdemócratas les den la espalda. Creo que lo único inteligente es hacer de la necesidad virtud y aprovechar este momento para transformar una manera de hacer política, de la que la Europa que han rechazado los británicos es una de las peores consecuencias. Es la gran oportunidad para que "nuestros hombres en Bruselas" cambien y, si no, para que abramos los ojos y seamos nosotros los que los cambiemos. 
Por eso y en contra de lo que muchos piensan, el sí al Brexit es nuestra gran oportunidad.

jueves, 23 de junio de 2016

EL CATÁLOGO


Entre las muchas sorpresas que nos ha dejado esta campaña, vídeos, chistes, canciones o debates, hay una que lo ha vuelto todo del revés, algo que, como a esos abrigos de los abuelos en el pueblo a los que se les ha dado demasiado la vuelta y ya no aguantan una compostura más, ha dejado en evidencia toda la podredumbre del sistema, en especial la de un partido, el PP, que encarna a un tiempo los peores vicios de esta democracia y del antiguo régimen.
Ese nuevo elemento que ha aparecido en la campaña es un catálogo y no es el que al modo IKEA ha editado Podemos para explicar su programa y los costes de sus promesas. No, el catálogo es el que se contiene en la bomba informativa difundida por el diario Público con la publicación de las obscenas conversaciones de ese buey de la política que es el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, con el magistrado director de la Oficina Antifraude del Parlament de Cataluña, pendiente ya de un cese, que muchos reclamamos también para el ministro.
El que se revela en tan descabelladas conversaciones es un catálogo de las peores marrullerías que se puedan imaginar en la actividad política, más propia de sopranos o corleones que de un ministro y un magistrado de un país que, se supone, vive en democracia desde hace cuatro décadas, un desplegable con los tejes y manejes de que es capaz un gobernante para embarrar hasta la náusea la imagen de sus adversarios políticos.
Entre la panoplia de triquiñuelas desplegada por uno y otro está la apelación hecha, creo recordar que por el magistrado, al grupo Planeta, con medios en prensa, radio y televisión, entre ellos Antena 3 o La Razón, hasta la "gestión" ante la Fiscalía para que "afine" algunos de los asuntos tratados en las conversaciones, ignorantes de que estaban siendo grabadas, vete a saber cómo en tan siniestro despacho. Eso y las prisas indisimuladas del ministro para que algo que puede tardar tres semanas en desarrollarse esté listo para ya porque "es un torpedo bajo la línea de flotación del investigado". Un despliegue de medios por tierra, mar y aire, más que consentido, promovido y provocado por el ministro que, es público y notorio, no duda en poner al servicio de su partido o de su causa medios que el Estado ha puesto a su disposición para la defensa de la ley, que al parecer le importa un bledo, y de los ciudadanos que le importan otro tanto.
Probablemente contaminado por el conocimiento de los arrebatos místicos del ministro que presume de aparcacoches celestial, me lo imagino vestido de cruzado, sucio y sudoroso, conduciendo a la batalla contra el infiel catalán a sus huestes policiales, auxiliado por el magistrado felón que, muy a sabiendas de lo que se juega, le entrega los planos de la fortaleza independentista, señalándole sus pasadizos y puntos flacos.
Lo que no hay que olvidar bajo ningún concepto es que el cruzado Fernández Díaz no ha dado pie con bola en ninguna de sus incursiones en terreno enemigo, porque, por hache o por be, cada campaña que emprenden él o su "policía patriótica" acaba en desastrosas derrotas que, como siempre, acabamos pagando los de a pie, los de abajo. Tampoco hay que olvidar que el ministro buey, siempre dispuesto a embestir, más con su peso que con su cabeza, tiene un pastor para y por el que se mueve. Y ese ministro que, como siempre, se ha enrocado ante la tratada de su ministro y amigo, limitándose a negarlo todo, quién sabe si "salvo alguna cosa", y a esperar que llegue la noche del domingo, en la certeza "mariana" de que el tiempo todo lo cura y sus votantes todo lo perdonan.
A estas alturas y aún estupefacto por haber tenido que escuchar en sus voces lo que siempre había sospechado, mi única esperanza es que quienes como yo lo han escuchado no den su voto a quien se sirve de estas marrullerías, que ninguno de los partidos que ayer se sintieron escandalizados den su apoyo al partidos de Rajoy y Fernández Díaz, por más que se vuelva del revés o se abra en canal y que, claro, el gobierno que se forme tras los necesarios acuerdos tenga bien presente el catálogo de suciedades, el mapa de las cloacas del Estado, desplegado por el ministro para estar vigilantes e impedir que vuelvan a repetirse tamañas aberraciones.

miércoles, 22 de junio de 2016

EL MINISTRO MÁS INDIGNO


Cuentan, el mismo lo cuenta, que, como Saulo en el camino de Damasco, Jorge Fernández Díaz, el más indigno de los ministros del Interior que en España han sido, tuvo, durante un viaje a Las Vegas, una iluminación que, según él,  le devolvió a la fe, aunque, visto lo visto, me inclino a pensar que quienes realmente se le aparecieron fueron los fantasmas de Sam "Ace" Rothstein o Nicky Santoro, los personajes que interpretan Robert de Niro y Joe Pesci en la película "Casino", porque, a la vista de sus métodos, está más cerca de los mafiosos de Scorsese que de la del apóstol de los gentiles.
La conversación grabada hace dos años, a saber cómo y por quién en el despacho del ministro, entre el propio Jorge Fernández Díaz y Daniel de Alfonso, responsable de la Oficina Anti Corrupción de Cataluña, se parece mucho a aquella otra grabada a Esperanza Aguirre y su entonces mano derecha, hoy repudiado y en la cárcel, Francisco Granados, en un acto público, cuando pensaban que los micrófonos estaban cerrados, en la que la entonces todopoderosa presidenta madrileña preguntaba a su Joe Pesci que tenían contra aquel al que se referían como "hijoputa" y que muy probablemente no era otro que su entonces rival Alberto Ruiz Gallardón.
Lo uno y lo otro, la incitación del ministro a quien debe velar por la honradez de los cargos públicos en Cataluña para buscar trapos sucios en los asuntos privados o públicos de los políticos catalanes y sus familias y el servicio de espionaje montado por Granados contra sus compañeros de partido y de gobierno, son expresiones de una de las más degradadas y degradantes expresiones de la política, la llamada política, o guerra, de dosieres, un modo de hacer política, el de mirar en la basura y el cesto de la ropa sucia de adversarios o amigos, no para llevar lo encontrado ante un juez, sino para dárselo a un periodista de confianza o, en ocasiones, dejándolo a buen recaudo, restregárselo por las narices al adversario que, ante la amenaza de hacerlo público, se vuelve dócil como un perrillo.
De eso se trata, de rastrear las cloacas no para limpiarles de suciedad para que corra por ellas el agua clara que todo lo limpia, sino para encontrar esas "joyitas" que luego se regalan, sin decir su origen, claro, o se venden al peso a amigos circunstanciales y periodistas "de cabecera". Formas de hacer política y de hacer periodismo de las que hemos tenido sobrados ejemplos durante los últimos años y ejemplos de políticos y periodistas, se me ocurren unos cuantos, que ensucian una y otra actividad, porque, no hay que olvidarlo, los periodistas y los medios que "aceptan" dosieres también suelen estar dispuestos a frenar y desmentir la difusión de informaciones que perjudiquen a sus fuentes.
Esto es tan sucio como parece, pero volvamos a nuestro ministro, todo un ejemplo del uso partidista de los medios que el Estado, los ciudadanos, hemos puesto en sus manos. dispuesto siempre a poner en manos del Inda de turno dosieres sobre la financiación de Podemos o sobre los líderes del proceso para la independencia de Cataluña a quienes, unas veces con verdades y otras con insidias tratan de desactivar, embarrando su nombre y su trayectoria ante sus electores.
La conversación del ministro con un cargo nombrado por el Parlament de Cataluña, señalándole los objetivos, valorando sus pesquisas y dándole poco menos que instrucciones para seguir buscando, es, cuando menos, espeluznante. Pensar que el mismo ministro que condecora imágenes de la virgen en cualquiera de sus representaciones, el que condecora una y otra vez a quienes apalean a inmigrantes en las vallas de Ceuta y Melilla, para devolverlos magullados y a veces inconscientes a los gendarmes marroquíes, el que manda a los antidisturbios contra quienes protestaron pacíficamente en las calles, el que recibe en su despacho a corruptos como Rato, es el personaje que dice en las grabaciones que ayer difundió Público y que todos hemos podido escuchar que "quien tú ya sabes", o sea Rajoy, está al corriente, es para echarse a temblar.
Jorge Fernández Díaz es, como digo, el ministro más indigno que ha pasado por Interior. Pero Rajoy, que ha tenido innumerables oportunidades de cesarle y no lo ha hecho, y quienes el domingo voten al candidato Fernández Díaz, que se vuelve a presentar, son tan indignos como él.

martes, 21 de junio de 2016

SU MIEDO, NUESTRA ILUSIÓN


¿Quién dijo miedo? Yo lo digo. Yo digo que tienen miedo. Miedo a soltar de entre sus manos a este país al que desde hace ya demasiados años tienen cogido por el cuello Miedo a que, en esa Bruselas que ha dejado de ser sueño para volverse pesadilla, cada vez sea más difícil imponer normas que sólo benefician a unos pocos a costa de todos los muchos que vivimos al sur de sus designios. Tienen miedo a que su pensamiento deje de ser ley y haya que discutirlo entre todos, en lugar de imponerlo desde sus injustas mayorías.
Tienen miedo. Pero no sólo es el PP quien lo tiene., No cabe duda de que, puesto que, si realmente hay un cambio a partir del domingo son ellos los que más tienen perder, son Rajoy y sus maquinarias, como sanguijuelas, de llevarse, ellos y sus amigos, la parte del león de nuestros impuestos y, con ella, nuestros sueños y nuestras aspiraciones de vivir en un mundo más igual y más justo. Tiene miedo el PP, ya viejo y conocido, y lo tiene Ciudadanos, el bastón con que disimular esa evidente cojera que le han dejado tantos años de vicios al caminar, y lo tiene también el PSOE que, desde que González se negó a asumir, en 1996, aquella gran derrota del que fuera el partido del cambio y que, en justicia, era a él a quien realmente le correspondía.
El miedo del PSOE es un miedo distinto. es miedo a dejar de ser en España la única izquierda capaz de gobernar. es el miedo a perder su posición hegemónica, a que la suya sea la única imagen externa de esa izquierda. Miedo a perder el poder que da que te perciban como la única fuerza capaz de mediar entre el poder y las clases populares, un grave error que ya está pagando Pedro Sánchez, porque creerse tal cosa supone ignorar que el poder reside en el pueblo -o la ciudadanía, como queráis- t eso, como estáis viendo, se paga.
Una sabia sentencia dice que no se puede pretender tener razón sólo por haberla tenido. Y ese es el gran problema del PSOE que se le paró el reloj de la autocrítica en tiempos en los que el balance de su gestión, viniendo de donde veníamos, sólo podía ser positivo. Ese y, además del de no haberse empeñado en perseguir en sus filas la limpieza y la honradez que predicaba, el de haberse alejado de la calle, de la gente de verdad, lo que le condujo a no entender en su momento las voces que llegaban de ella, voces que cristalizaron en el 15-M.
Unos y otros se olvidaron de la gente, demasiado preocupados por "su" gente y, por eso, estamos donde estamos, unos y otros. Los unos sufriendo, atemorizados por el suelo que cede bajo sus pies, y los otros, nosotros, deseando que llegue la noche del domingo para ver en que quedan tanto miedo y tanta ilusión juntos. Será interesante ser testigo de esas horas, ver hasta dónde llegan uno y otra, ver en qué queda esta confrontación, esta operación matemática en la que no hay resto posible, porque su miedo es nuestra ilusión, su miedo a que se acaben sus "chollos" es nuestra ilusión por que todo cambie. Un miedo y una ilusión que ya son difíciles de ocultar.

SU MIEDO, NUESTRA ILUSIÓN



¿Quién dijo miedo? Yo lo digo. Yo digo que tienen miedo. Miedo a soltar de entre sus manos a este país al que desde hace ya demasiados años tienen cogido por el cuello Miedo a que, en esa Bruselas que ha dejado de ser sueño para volverse pesadilla, cada vez sea más difícil imponer normas que sólo benefician a unos pocos a costa de todos los muchos que vivimos al sur de sus designios. Tienen miedo a que su pensamiento deje de ser ley y haya que discutirlo entre todos, en lugar de imponerlo desde sus injustas mayorías.
Tienen miedo. Pero no sólo es el PP quien lo tiene., No cabe duda de que, puesto que, si realmente hay un cambio a partir del domingo son ellos los que más tienen perder, son Rajoy y sus maquinarias, como sanguijuelas, de llevarse, ellos y sus amigos, la parte del león de nuestros impuestos y, con ella, nuestros sueños y nuestras aspiraciones de vivir en un mundo más igual y más justo. Tiene miedo el PP, ya viejo y conocido, y lo tiene Ciudadanos, el bastón con que disimular esa evidente cojera que le han dejado tantos años de vicios al caminar, y lo tiene también el PSOE que, desde que González se negó a asumir, en 1996, aquella gran derrota del que fuera el partido del cambio y que, en justicia, era a él a quien realmente le correspondía.
El miedo del PSOE es un miedo distinto. es miedo a dejar de ser en España la única izquierda capaz de gobernar. es el miedo a perder su posición hegemónica, a que la suya sea la única imagen externa de esa izquierda. Miedo a perder el poder que da que te perciban como la única fuerza capaz de mediar entre el poder y las clases populares, un grave error que ya está pagando Pedro Sánchez, porque creerse tal cosa supone ignorar que el poder reside en el pueblo -o la ciudadanía, como queráis- t eso, como estáis viendo, se paga.
Una sabia sentencia dice que no se puede pretender tener razón sólo por haberla tenido. Y ese es el gran problema del PSOE que se le paró el reloj de la autocrítica en tiempos en los que el balance de su gestión, viniendo de donde veníamos, sólo podía ser positivo. Ese y, además del de no haberse empeñado en perseguir en sus filas la limpieza y la honradez que predicaba, el de haberse alejado de la calle, de la gente de verdad, lo que le condujo a no entender en su momento las voces que llegaban de ella, voces que cristalizaron en el 15-M.
Unos y otros se olvidaron de la gente, demasiado preocupados por "su" gente y, por eso, estamos donde estamos, unos y otros. Los unos sufriendo, atemorizados por el suelo que cede bajo sus pies, y los otros, nosotros, deseando que llegue la noche del domingo para ver en que quedan tanto miedo y tanta ilusión juntos. Será interesante ser testigo de esas horas, ver hasta dónde llegan uno y otra, ver en qué queda esta confrontación, esta operación matemática en la que no hay resto posible, porque su miedo es nuestra ilusión, su miedo a que se acaben sus "chollos" es nuestra ilusión por que todo cambie. Un miedo y una ilusión difíciles de ocultar.

jueves, 16 de junio de 2016

EL QUE PUEDA GOBERNAR

Debe ser difícil sin ser Blancanieves y, más aún, sin conocer el final del cuento, vivir pendiente de los consejos, interferencias, diría yo, que continuamente te "ofrecen" los enanitos. Ayer fue el turno del Gruñón, Jordi Sevilla, quien sugirió a la inocente niña lo que debería hacer a partir del lunes 27. Y aprovecho para preguntarme por qué quienes dicen saber de Economía en el PSOE, Solchaga, Miguel Ángel Fernández Ordóñez y, ahora, Jordi Sevilla, están siempre de tan mal humor y, sobre todos, por qué acaban tan bien colocados ¿Será la mala conciencia, serán por las contradicciones que implica decir lo que dicen desde un partido que aún conserva en sus siglas la "O" de obrero?
Lo dijo, mejor dicho, lo escribió ayer en twitter Jordi Sevilla, el que se comprometió a enseñar en dos tardes a Zapatero Economía suficiente para empezar a gobernar. No sé si lo escribió con su habitual cara de acelga, lo que sí sé es que sus ·ciento cuarenta caracteres" cabrearon a mucha gente y, sobre todo, levantaron todo tipo de sospechas sobre las verdaderas intenciones de Pedro Sánchez que no tardó en dar por buena la propuesta de su asesor en los números, para quien debería gobernar quien recibiese más apoyos, aunque no alcanzase la mayoría para garantizar estabilidad en la legislatura. Todo, menos ir a unas terceras elecciones, si los resultados de dentro de dos domingos no arrojan una solución clara al damero maldito en que se ha convertido la política española.
Los hay, hacemos, quienes temen, tememos, que lo que esté haciendo Sevilla, el enanito Gruñón de "BlancaSánchez" es ofreciendo soluciones al electorado menos atrevido y a la gran empresa para que, si, finalmente se ven superados en las urnas por Unidos Podemos, tener vía libre para gobernar junto a Ciudadanos, algo que en no fue posible en la fracasada legislatura.
Todo un brindis al sol, porque, para ello, sería precisa la complicidad de un PP que, de momento, no está dispuesto a abstenerse o la suya propia, si son ellos los que se abstienen, para que sea el PP, junto a Ciudadanos, quien aspira a obtener la investidura.
Afortunadamente, las leyes son de momento las que son y es preciso un acuerdo que no reciba más rechazos que apoyos. Otra cosa es que se cambie la ley electoral y se articule un nuevo sistema que garantice, mediante segundas vueltas o como sea, la constitución de gobierno. Afortunadamente, nadie puede, sin llenarse de mierda hasta las cachas, bajar a las cloacas de los intereses del IBEX-35 y salir de ellas con la prescripción de un acuerdo contra natura.
Si al PSOE no le "pone" apoyar a Podemos o dejarse apoyar por ellos y otros eventuales socios de investidura distintos del viperino Albert Rivera, que lo diga ya, para que sus votantes sepan a qué atenerse dentro de dos domingos. Si Pedro Sánchez y sus enanitos manifiestan el pánico a permitir quienes quieren cambiar las cosas desde el ,desde el progresismo lo intenten, un sentimiento que no es compartido por la mayoría de los electores de la izquierda a la que dice pertenecer el PSOE y por gran parte de sus militantes, que lo diga ya, para no dejarles colgados de la brocha, después de dar su voto a quien extiende la alfombra a la Moncloa a quienes son responsables de la tragedia que viven tantos españoles y quienes comparten básicamente sus ideas.
Creo que, a la espera de un cambio en la ley electoral que pudo proponerse y no se hizo en la anterior legislatura, hay que apañarse con lo que tenemos. Y lo que tenemos es un sistema en el que gobierna quien consigue apoyos suficientes para gobernar, pero con garantías de que no va verse sometido a una moción de censura a las primeras de cambio. Por decirlo alto y claro, que gobierne quien pueda gobernar. lo malo para los de Ferraz es que, de momento, no parece que puedan ser ellos.

miércoles, 15 de junio de 2016

LA FUERZA DEL ODIO

A menudo me siento como un bicho raro, incluso con mis amigos. Especialmente, cuando me hablan de patriotismo y sentimientos parecidas. Supongo que me pasa porque no suelo mostrarme demasiado entusiasta ante los misticismos, los himnos y las banderas. No, no me gustan. Y si no me gustan es porque detrás de cada manifestación de ese estilo está la opuesta, el negativo, que es el odio al otro, manifiesto o sólo germinal.
Raro es el himno que, en su letra, no apela a la sangre derramada, propia o extraña, a la expansión o a la recuperación de las fronteras. Raro es el himno que no se construye frente al "otro" y aún más raro es el que apela al amor por nuestros iguales. La patria, la religión, las ideas, no son sino fortines en los que nos refugiamos o nos obligan a refugiarnos, lo que no deja de ser una forma de mantenernos aislados, al margen del "otro", del que, por una actitud recíproca, apenas sabemos nada.
Se da así la terrible y cruel paradoja, terrible y cruel, porque, las más de las veces, tenemos más que ver con los encerrados en el fortín de los otros que con nuestros propios líderes, con los que nos han encerrado en su fuerte. Lo malo es que no lo sabemos, porque la finalidad primordial de los fuertes es la de aislar, la de impedir la comunicación que podría llevar al entendimiento, porque ¿qué sería de las guerras si los que se creen enemigos pudiesen hablar con quienes tienen enfrente, al otro lado de las trincheras en que convertimos credos e ideas?
Esa es la gran tragedia, que, detrás de cada uno de esos amores, amor a la patria, al dios que toque, al equipo de fútbol de nuestros desvelos, se esconde el odio o el temor a la patria de los otros, al dios de los otros o a l equipo de los otros. Y, una vez que se desata el genio maligno del odio es muy difícil, por no decir que imposible, devolverlo a la botella.
Digo todo esto porque en los últimos días, en apenas unas horas, se ha manifestado ese odio desatado en varios lugares de este mundo cada vez más cercano, cada vez más pequeño, pero, al mismo tiempo cada vez más inexplicable. Y es que todos esos odios, el de los hinchas rusos y británicos, en las calles de Marsella, el del loco asesino homófobo de Orlando o el del sanguinario terrorista que asesino en nombre del ISIS a una pareja delante de su hijo, cerca de París, todos tienen su origen en un amor, en un amor ciego y sordo que les llena la cabeza de consignas y les inyecta los ojos en sangre.
Lo peor de todo es que también nosotros, quienes nos creemos más a salvo, porque cada día, en cuanto encendemos una televisión o una radio, cuando abrimos un periódico, recibimos nuestra propia dosis de amor odio. No hay más que pararse a analizar el tratamiento que recibió la masacre en el club gay de Orlando que, casi inmediatamente se atribuyó a ISIS, que el propio ISIS asumió, porque busca el amor de los suyos en el terror de los demás, pero que, al final, parece no ser otra cosa que la terrible obra de un desequilibrado, un homosexual homófobo, que los hay y demasiados, la obra de un tipo atormentado que no quería ser quien erra, víctima del acoso y las burlas, que, como ocurre a menudo en Estados Unidos, resolvió sus frustraciones sembrando de cadáveres el escenario escogido, en esta ocasión un club de la ciudad que alberga el paraíso de Walt Disney. Y todo, porque en Estados Unidos es más fácil comprar legalmente un arma de guerra que una botella de licor y más barato que un iPhone.
En Orlando, cerca de París, en Marsella, se ha desatado ese odio que una vez fue amor inconsciente y acrítico, y ese odio puede desatar o acrecentar otro odio, el de gente como nosotros que nos creemos a salvo del odio, porque nuestro odio se conduce y alimenta desde el sistema. Odio que es miedo al otro, que es incomunicación con el otro, burla del otro que, a su vez, realimenta el odio del otro. Odio que, si no lo paramos en su loca espiral, acabará con nosotros. Esa, la de crecer en espiral, es la terrible fuerza del odio y nuestra obligación es no alimentarlo, ni siquiera en positivo, para romper de una vez la espiral en la que crece.

martes, 14 de junio de 2016

SOLO ANTE EL PELIGRO



Dicen que una imagen vale más que mil palabras y qué verdad es. Lo de anoche, un suplicio sólo para convencidos y profesionales, lo dejó bien claro. Sólo una vez se mentó a la Gran Coalición, pero, sin embargo, su fantasma planeó por el plató las casi dos horas y media que duró la retahíla de eslóganes, perogrulladas, ideas fuerza y frases de “argumentario” que exhibieron unos y otros.
Se esperaba que el Gary Cooper de la noche fuese Mariano Rajoy, atrincherado en esos papeles llenos de cifras y datos que lee cómo el empollón que es, aunque sea incapaz de entender su significado, pero tienen la virtud de aburrir al más pintado, rellenar silencios y titubeos y dejar a los suyos con la falsa sensación de que "controla". Sin embargo, lo que vimos, al menos lo que yo vi, fue a tres señores con chaqueta, empeñados en dar estopa a otro que iba en mangas de camisa y que, tras comerle la merienda a Albert Rivera en las pasadas elecciones, anda ahora mordiéndole las canillas al peripuesto y engolado Pedro Sánchez. De modo que quien realmente se vio sólo ante el peligro fue el anoche contenido Pablo Iglesias.
De lo dicho anoche, nada o casi nada que pueda servir para decidir el voto. Ni una sola propuesta que pueda calificarse de interesante, nada que vaya más allá de tomas de posición tan voluntaristas como obvias. Quizá la única novedad fuese que, en sus ataques a Podemos. un día después de la matanza de Orlando, aún no suficientemente aclarada, abrieron explícitamente el foco, tratando de embarrar su trastienda económica, sumando Irán a la ya manida Venezuela.
Está claro, en eso no hay sorpresa, que a ninguno de los comparecientes le interesaba aparecer cerca de quien dentro de dos semanas va a ser rival en las urnas. Por eso sobraba esa última pregunta, hecha cuando muchos dormían, respecto a los posibles "partenaires" en un futuro e inevitable pacto y en eso acertó Pablo Iglesias, al repetirle a Sánchez su disposición a un pacto Unidos Podemos-PSOE que, al menos en las encuestas, daría para formar gobierno claramente.
Lo malo, pero también lo lógico, es que Pedro Sánchez se sacudió la propuesta de encima como si quemase. Y lo hizo porque, es lamentable, pero es así, al candidato socialista lo que más le preocupa es su futuro y ese futuro será muy negro si se ve superado por Iglesias y Garzón en las urnas. No le importa, o al menos eso parece, el futuro de la mayoría social de izquierdas que hay en España. A él lo que le preocupa es capear ese terrible panorama y, creedme, parece que era para eso para lo único que venía preparado. Por eso, como hemos visto en el cine que hacen los prisioneros de guerra con su nombre y graduación, se limitó a repetir que Podemos y el PP bloquearon la pasada legislatura todas sus iniciativas de formar un curioso -el adjetivo es mío- gobierno de progreso de la mano -también lo aclaro yo- de un conservador como Rivera, pudiendo haber compuesto una verdadera alianza de fuerzas de progreso.
Hay quien dice que Rivera estuvo brillante, porque impidió con su acoso a Iglesias la polarización Iglesias Rajoy. Yo no estoy tan seguro. Hizo lo único que podía hacer buscar protagonismo ahora que todos sabemos cuál fue el resultado el 20-D y los que le vaticinan para el 26-J las encuestas. Al igual que Pedro Sánchez que no cesó en su empeño de golpear a Iglesias una y otra vez, tratando de romper su creciente hegemonía en la izquierda,
La imagen que ilustra esta entrada vale, como decía, más que mil palabras. Pablo Iglesias, al que parecen dejar de lado sus rivales, se quedó anoche solo ante el peligro y, sin embargo, con su medida actuación, sin perder la calma, quejumbroso a veces, conciliador otras, fue, en opinión de muchos encuestados, la mayoría en casi todos los sondeos de urgencia, el ganador del debate. Y es que, en la película, es Gary Cooper quien, al final, se lleva a la chica.

lunes, 13 de junio de 2016

POR EL MAR CORREN LAS LIEBRES...



"Ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras" dice una vieja canción infantil. No sé si vamos despacio o vamos deprisa. Lo cierto es que estamos en campaña electoral y nunca como en campaña se ofende más y más evidentemente a la verdad. No hay más que ver o escuchar los debates que en estas fechas enfrentan a los representantes de los distintos partidos en radios y televisiones, Y es que no pueden ser verdad una cosa y la contraria y, en ellos, se dicen continuamente y sin rubor una cosa y la contraria.
Eso, por un lado. Por otro, ese refugiarse en el arcano, en el misterio de las cuantas de Bruselas, aún más difíciles de explicar que el de la santísima trinidad, al que el ministro De Guindos recurrió ayer mismo en el debate sobre economía ofrecido ayer en la Sexta, para no verse obligado a explicar cómo va a eludir España la multa que le corresponde por incumplir el control del déficit a que él mismo se comprometió. No lo explicó, pero lo dijo. Lo dijo el ministro del gobierno -gobierno, no país- al que "apadrina" la neoliberal Bruselas, dejando para después de las elecciones la sanción que pondría en evidencia, una vez más, la política económica de un gobierno obediente que acata sin apenas rechistar las órdenes alocadas e injustas que han hundido a gran parte de la otrora floreciente clase media de este país,
Mienten en eso, especialmente el partido del gobierno, como mienten cuando dicen que recortan y recortarán los impuestos equitativamente y lo hacen después de haber subido el IVA de tantas cosas esenciales para pobres y ricos, mientras reducen el IRPF, también "equitativamente", a unos pocos ricos muy ricos y a millones de pobres o casi pobres, dejando claro que, en la conciencia y en la boca de De Guindos, son lo mismo las decenas de miles de euros que se rebajan a uno pocos privilegiados y los apenas cincuenta que dejarán de pagar, si es que dejan de pagarlos, los millones de trabajadores sometidos a una nómina.
Dudo que, en tanto debate, con tanta "verdad" confrontada, los votantes puedan llegar a conclusiones más o menos claras. Más bien al contrario, creo que estos señores apenas convencerán a unos pocos, porque hablan sólo para sus respectivos convencidos y, difícilmente, creen en sus propias mentiras. Por eso, lo que deberíamos exigir de cada uno de los espectadores u oyentes es que, como los seres inteligentes que se suponen que son, comparen lo que les prometen o dicen que van a hacer o han hecho con su voto con su propio día adía, con su propia realidad.
Se lo pediría especialmente a los pensionistas, a los que descaradamente se les dice que en estos cuatro últimos años se les ha subido por ley su pensión, pero no se les dice que sólo un 0.25 %, cuando, desde que gobierna el PP, se les cobran las medicinas, no ha dejado de subírseles la luz y el gas, se les recortan, cuando no se les niegan, las ayudas a la dependencia y, por si fuera poco, tienen que hacerse cargo de las comidas y meriendas de los nietos y, muchas veces, también, años después de crear su propio hogar, de los hijos.
Nos van a contar muchas mentiras, bienintencionadas o aviesas. Nos van a pintar el paraíso si ellos gobiernan y el infierno, si lo hacen los otros. Tomar una decisión escuchándoles va a ser más que difícil.  Por eso os recomiendo un ejercicio. Elaborar un cuadro de honor de cada uno de los partidos, real o imaginario, en el que coloquéis la foto de sus personajes más destacados, y, bajo cada foto, lo que dijeron que iban a hacer en anteriores campañas y lo que finalmente han hecho, Repasar antes de dormirse estos "cuadros de honor", ayudará sin duda a definir el voto. Eso, y olvidarse de promesas que no exijan sacrificio, ni, mucho menos, las que dejan de lado lo que dice la Constitución respecto a trabajo, vivienda, educación y sanidad. Lo demás son liebres corriendo por el mar y sardinas por el monte.

viernes, 10 de junio de 2016

INCREDULIDAD


Sería enternecedor si no fuera terrible, si no nos jugáramos todos tanto en estas elecciones. Es terrible y es penoso, Tanto, que, a veces, tengo que pellizcarme para estar seguro de que lo veo y oigo no es un mal sueño. Y es que me cuesta creer que el partido que más ha gobernado este país en su ya no tan joven democracia se comporte a las puertas de unas elecciones tan cruciales como un mal estudiante que espera el milagro de aprobar sin haber dado un palo al agua, mientras trata de engañar a quienes le rodean y engañarse a sí mismo con falsas esperanzas y un cierto victimismo.
Que me perdone mi amigo Luis si, como dice, me ocupo más de Pedro Sánchez y del PSOE, que es también su partido, y de sus errores, que lo hago de Rajoy y sus corruptos. Creo que no es cierto, pero, si lo fuese, lo haría por una razón práctica o, mejor dicho, por dos. La primera, la de que hablar de lo obvio apenas aporta nada y, la segunda, que tan inútil como eso es la de tratar de convencer a los que ya están convencidos o a los que no se van a dejar convencer jamás.
Creo que Pedro Sánchez, como el coyote persiguiendo al correcaminos, acelera y aparentemente con convicción, pero lo hace en el vacío y sobre el abismo. Pedro Sánchez y, con él, los miembros de su ejecutiva no defienden ya y a la desesperada su programa ni los noventa escaños de diciembre. Pedro Sánchez y los suyos están defendiendo sus carreras políticas y su propia supervivencia laboral, que, de confirmarse los datos de las encuestas, se verán más que comprometidos, porque no es lo mismo salir de una ejecutiva que ha tenido en sus manos el gobierno que de una que ha ido, no lo pueden negar, empeorando resultados, elección tras elección.
Todo en Sánchez es confuso e improvisado. Todo menos su afectación, su tono tan perfectamente estudiado y esa apariencia de yerno modelo con que nos quiere convencer de que él es la solución a nuestros problemas. Lo malo es que no está casado con una hija única y tiene que vérselas con sus cuñados, implacables en la crítica, y que la pose de candidato da apenas para una campaña, incluso para una precampaña, y en este país llevamos ya dos y tan seguidas que no hay imagen, peinado, traje o maquillaje que las aguanten.
La última defensa del candidato socialista que está viendo cómo se confirma su peor pesadilla, que es también la de sus compañeros y que no es otra que la del temido sorpasso -no confundir con la pinza- pese a que ambos términos los esgrimiese Julio Anguita contra un Felipe González en decadencia. es la de la incredulidad y el desmentido, la trinchera desde la que dispara contra los contumaces datos que arrojan unas tras otras las encuestas. No son fiables, dicen coreados por algunos medios y más de un tertuliano. Son de hace un mes, insisten, a sabiendas de que su adversario directo, su pesadilla, que no es otro, Unidos Podemos, superó con creces en las urnas, entonces por separado, los resultados que les daban las encuestas.
Los ciudadanos que les votan, los que en algún ocasión les hemos votado, no les perdonamos ni les perdonaremos el domingo que intentasen imponer un pacto, liberal, conservador y alejado de las necesidades de los ciudadanos, a quienes podían resolver la suma que garantizase la gobernabilidad, pero, claro, Pedro Sánchez tenía una agenda oculta que entonces contemplaba allanar el camino a la gran coalición, una agenda oculta que le va a pesar como una losa el resto de los días que consiga permanecer al frente del PSOE. 
Lo malo es que, cuando desaparezca, que va a ser pronto, va a dejar su partido como un erial, pero lleno de alacranes, porque como les ocurre a quienes se venden como grandes estrellas, pero en su fuero interno conocen de sobra sus limitaciones, ha segado la hierba bajo los pies de quienes osen hacerle sombra. Ahí tenemos, por ejemplo, a Eduardo Madina, su odiado rival natural, al que otra vez ha colocado en las listas en un lugar que, según el CIS, le deja fuera del Congreso. Y ya hay quienes tratan de culpabilizar a los electores por dejar a Madina fuera del hemiciclo, una muy sucia mentira, porque quien le aleja del escaño es el propio Pedro Sánchez.
Al final, en unas elecciones todo es cuestión de fe, pero no de la incredulidad con que los candidatos reciben las encuestas. La que importa es la fe que los votantes depositen en ellos y mucho me temo que para Sánchez sólo hay incredulidad. En mi caso, la incredulidad y perplejidad que me produce ver confirmados mis peores presagios y comprobar que un partido con tanta historia y tanta gloria haya quedado, con la connivencia de sus militantes, en unas manos tan zafias como las de Pedro Sánchez.

jueves, 9 de junio de 2016

DERECHA, IZQUIERDA O QUÉ


Sería bueno, antes de que esta noche arranque la campaña electoral, tener muy claro y muy presente qué es este país y qué son, qué pretenden ser o qué pretenden hacernos creer que son sus políticos. Por comenzar por lo importante, tenemos que tener claro que la gente de este país esta y ha estado dividida siempre y casi al cincuenta por ciento entre izquierdas y derechas, prudentes y atrevidos, creyentes y no creyentes o egoístas y solidarios. Lo único que desplaza esa raya que nos divide por mitades, no todas coincidentes, es lo que tiene que ver con la seguridad económica, el bienestar y la riqueza.
Es en esto último donde más claramente se marcan las diferencias, donde vemos que nuestra sociedad es una pirámide en la que, nunca mejor dicho, una minoría descansa sobre el resto o, mejor dicho, las ventajas de esa minoría descansan sobre el sufrimiento de la mayoría a la que oprime. Y esa "raya" de la que os hablo, que ha existido siempre, esa cuchilla que corta la pirámide de lado a lado, separando cada bloque, se ha desplazado ostensiblemente e los últimos años, llevándose el cemento con que se construyen las escuelas y los hospitales que necesitan "los de abajo" para levantar los áticos de los de arriba.
Lo que quiero decir es que, si a la hora de votar es importante sentirse de izquierdas o de derechas, creyente o ateo, valiente o miedoso, más importante es saber en qué nivel de la pirámide estamos y por qué. No pude ser, como hasta ahora, que, llevados por matices ideológicos o morales, acabemos siendo los tontos útiles que contribuyamos al acarreo del cemento de los de abajo hasta los de arriba. No puede ser que quienes tienen un trabajo precario o unos hijos que no lo encuentran, que quienes tienen que dejar la universidad o acabar sus carreras en el doble de tiempo que quien es de buena cuna, se queden en casa o, parece imposible, pero ocurre, acaba votando a quienes les recorta las becas, deja que se deterioren los colegios de todos y para todos. 
No puede ser que quienes pueden permitirse pagar lujosas clínicas se sirvan del voto de quienes padecen, además de sus enfermedades, las listas de espera y las carencias de una sanidad pública que quienes defienden los intereses de la ofensiva minoría tratan de echar abajo para convertirla en algo así como la vieja beneficencia del franquismo, para entrar a saco y con el cuchillo entre los dientes en el erial que quedaría con sus clínicas de pago y sus negocios paralelos.
Cuando dentro de dos semanas y dos días acudamos a las urnas para depositar nuestro voto debemos tener muy claro en qué lugar de la pirámide estamos y, casi tanto como eso, debemos repasar nuestra historia reciente, cerrando las orejas y los ojos a todo lo que puedan decirnos unos y otro en campaña. Debemos tener presente cuál ha sido el papel de cada partido en lo que nos ha pasado. No debemos olvidar, y siento decirlo, qué ha hecho el PSOE para defendernos de la ofensiva que el PP, defensor, con los votos de muchos ciudadanos, demasiados, de los intereses de unos pocos. Debemos recordar sus apelaciones a la seguridad jurídica y al "han vivido por encima de sus posibilidades" o, incluso, al fatalismo, para justificar los desahucios. Tenemos que tener presente que las primeras reformas laborales, las que iniciaron la carrera hacia la devaluación del empleo en España, las que instauraron y consintieron el modelo de becario precario, salieron de gobiernos y escaños socialistas. Debemos tener muy presente que lo único importante son los principios y que los dirigentes del PSOE hace ya mucho que arrumbaron los suyos en el trastero.
Las próximas elecciones probablemente se diriman por una cara bonita, una coleta o una canción más o menos, un candidato torpón haciéndose fotos con caza famosos o con bebé en los brazos o la labia de un señor que sólo suda en los debates, pero no debería ser así. Tampoco sería bueno que las urnas se llenasen con los votos de quien teme que los otros las llenen con los suyos. Sería bueno que lo del día 26 no sea una cuestión de izquierdas o derechas, de abortistas o anti abortistas o de jóvenes y viejos. Las próximas elecciones deberían ser un asunto de justicia e injusticia, de bienestar o pobreza. Las próximas elecciones deben volver a ser, aunque sólo sea por esta vez, una cuestión de principios y de conciencia.

miércoles, 8 de junio de 2016

DISFRACES


Que ahora vivimos en un continuo cambalache, en un vaivén en la política, en la economía y en la moral como en el viejo tango de Discépolo, ya no hay quien lo niegue. Nadie, o, en todo caso, muy pocos, dice la verdad. Todos quieren aparecer ante nosotros como más apetecibles, más fiables de lo que en realidad no son o no lo son del todo. Es como un baile de disfraces en el que los participantes hubiesen tomado al asalto el armario y se hubiesen arrebatado unos a otros los ropajes. Tanto es así, que, sin darse cuenta, más de uno y más de dos se han vestido con la ropa "de calle" que se han quitado los otros. Movería a la risa, si no diese pena, escuchar a Pedro Sánchez, que pretende gobernar este país, reinventar la Historia, pretendiendo hacernos creer que fue su partido el que trajo la democracia a España, una falsedad tan burda que provoca el sonrojo en quienes vivimos aquellos días, antes y después de la muerte del dictador. Debería saber este jovencito de anuncio de desodorante que en aquel viaja hubo mucha gente remando y que no fue precisamente su partido el que acabó con más callos en las manos.
Convendría recordarle al jovencito que quienes ejercían la verdadera oposición al régimen, en la clandestinidad, con todos sus peligros, eran otros, a través de los sindicatos y el movimiento vecinal, y que, si el PSOE alcanzó la notoriedad que alcanzó, fue porque tuvo el apoyo moral y económico de gobiernos y partidos del exterior. Eran los tiempos en los que, qué cosas, llamar socialdemócrata a alguien era casi como mentarle a la madre. Y es que eran tiempos de palos en las costillas y carreras, tiempos de pantalones campana y ponchos, de barbas y melenas, tiempos de inocencia y, sobre todo, tiempos de decencia.
Hoy las cosas han cambiado, hoy nadie, o casi nadie, se dice con orgullo de izquierdas o de derechas, nadie, o casi nadie, exhibe satisfecho su pasado, sin haberlo llevado previamente al tinte para un buen lavado en seco y un planchado. Por eso, algunos apellidos que entonces se ocultaban hoy, después de un buen abrillantado, como ese de socialdemócrata, se exhiben con orgullo, incluso por quienes poco o nada tiene o tuvieron que ver con aquel, hoy pervertido, modelo de bienestar que tanta estabilidad y progreso trajo a Europa.
Ocurre otro tanto con el independentismo que, de verdadero sentimiento para muchos, ha pasado a ser un banderín de enganche, un disfraz para demasiados. Y, claro, eso tiene consecuencias, porque, antes o después se abren las costuras del disfraz, que es lo que está ocurriendo en Cataluña, donde un apoyo absolutamente artificial y, por qué no decirlo, un tanto mercenario de la CUP a Junts p'el Si, se resquebraja a la primera de cambio, porque los unos se sienten traicionados y los otros están pisando el freno de la independencia ante la contundencia del día a día.
Le pasa también a quien se viste de naranja para no aparecer tal y como lo vemos y, en cuanto se rasca un poco la pintura, aparece ese azul intenso de machismo y liberalismo económico del que tantos españoles llevan años escamados. Y es que todos, como en cualquier galanteo, queremos lucir el plumaje más llamativo y hermoso y, para ello, si hace falta, le quitamos las plumas al vecino para ponerlas en nuestra cola con el mayor descaro.
Pero al final, como ahora en Cataluña, llega la hora de la verdad y no hay pluma ni hay disfraz que aguante la cruda realidad. Por eso, lo que toca es hacer el esfuerzo de imaginar a cada partido a cada uno de los candidatos, sin el disfraz que desde ahora y hasta el domingo 26 van a lucir.


martes, 7 de junio de 2016

NO TE DEJES ENGATUSAR


Me temo que, a los genios del PP, los que diseñan sus campañas, les ha traicionado el subconsciente. lo digo porque, para su primer vídeo de campaña, con o sin "pre", han colocado a la protagonista en una tan absurda como enigmática situación: la de tener que escoger a sus no muy queridos gatos para que la defiendan de los perros que aún le gustan menos. Absurdo, porque no sé de ningún perro que se haya subido a un árbol para huir de un gato y sí se de muchos gatos que antes o después tienen que hacerlo. En cuanto a que los gatos de la buena señora sean exactamente ciento veintidós, exactamente los mismos que obtuvo el PP en las elecciones de diciembre, menos el gato sarnoso por Segovia que se marchó sin devolver el acta, es lo que no acabo de entender, porque nos muestran un congreso lleno de gatos que no nos gustan, exactamente los mismos que tuvo el PP menos Gómez de la Serna, para que nos defiendan de los perros y, a continuación nos dicen que no debemos hacer las cosas "en contra", sino "a favor". Pues bien, o soy un poco corto o se han hecho un lío con el mensaje.
En cualquier caso, parece que la intención del PP. es la de que empecemos a quererles y para ello se nos van a mostrar más cercanos, más simpáticos y amables, más generosos. Y yo desde aquí les digo que les va a costar, que no merece la pena que se gasten un céntimo en convencer a nadie de que son "buena gente", porque no lo son, porque sus ciento veintidós gatos, los anteriores y los que vengan se mearan en nuestros sofás, se afilarán las uñas en nuestra espalda y, cuando lo que es de todos vuelva a despertar su celo, se llevarán lo que puedan para maullar a la luna de Suiza como posesos.
Creo que no deben perder ni un segundo en convencernos de nada. El que alimenta sus gatos lo hace, y lo hace equivocadamente, para que les defiendan de todos esos perros que cada día que pasa son más y están más cerca. Lo que deben hacer y ya están haciendo es sacar este país a subasta. Lo que deben hacer es prometer nuevas rebajas de impuestos a costa de que el déficit crezca y que las duras exigencias de "Europa" corroan aún más nuestro Estado de bienestar. Lo que deben hacer es repartir el dinero recortado de las becas en bonos juveniles para el AVE ¿por qué no también para cervecita en las terrazas? Lo que deben hacer es prometer aún más ayudas para empresarios que ya contratan por una miseria y sin compromiso. Lo que deben hacer, y lo hacen, ex prometer la exención del IRPF a quienes encuentren su primer empleo, como si quienes trabajan por primera vez, salvo los hijos de los ministros y otros enchufados, ganasen tanto como para tener que pagarlo y bla, bla, bla...
Deberían ser fieles a su estilo y buscar esa veta de egoísmo que anida en todo corazón, haciendo creer a sus posibles votantes que son algo más que los tontos útiles que pagan su pienso, que son, que somos, como ellos, que podemos pasar del piso de siempre a la vivienda de lujo y, de allí, al ático en Marbella y las cuentas en Suiza y Panamá. Lo que tienen que hacer es llevarnos a su terreno, darnos esperanza de que, con un poco de esfuerzo y ningún escrúpulo, seremos como ellos. 
Lo que pasa es que no hay pan para tanto chorizo. Lo que pasa es que, para que algunos se forren y forren a sus amigos, hacen falta tontos útiles que pongan cada mañana el pienso a sus ciento veintidós gatos. Lo que pasa es que, afortunadamete, al menos eso espero, habrá mucho gato escaldado, no de los que se sientan en escaños, que ya no les quiera ni oír, afortunadamente, en este país mucha gente solidaria, más de la que ellos se piensan, afortunadamente, hay mucha gente que quiere cambiar las cosas. Afortunadamente hay mucha gente nada dispuesta a dejarse engatusar. 


lunes, 6 de junio de 2016

EL LLANTO Y EL RECHINAR DE DIENTES


Escribió San Mateo que llegará el día del juicio y vendrán de orienten y occidente y se sentarán a la mesa de Abraham, pero los hijos del Reino serán echados a las tinieblas exteriores y allí será el llanto y el rechinar de dientes. Una imagen más que apocalíptica que este fin de semana habrá atormentado, sin duda, a unos y otros en el partido socialista. Esa es la imagen que daba ayer del futuro del PSOE la encuesta publicada por varios diarios y que no debe ser muy distinta de las qe maneja el partido, a tenor del cambio de rumbo de Felipe González, que, sorprendentemente, abandonó el sueño-pesadilla de esa "gran coalición" que, junto a eso que llaman Europa, patrocina el IBEX 35, 
Escuchaba ayer y lamentablemente no recuerdo a quien hacer una inteligente distinción entre lo que hemos dado en llamar alternancia y ese turnarse en el poder en que ha devenido nuestra democracia. Quizá ahí esté la clave. Hay partidos que, en el gobierno o en la oposición, se han llegado a creer imprescindibles. Habían llegado a pensar que, ocurriera lo que ocurriera, estarían siempre ellos y, a gran distancia, todos los demás, pero, afortunadamente, parece que estaban, no equivocados, sino muy equivocados.
El "sorpasso", palabra que odio porque me recuerda a Aznar y Anguita tomando café, tan amigos, en el Congreso, parece, no ya un objetivo, sino una realidad inmediata y eso, claro, ha sembrado el terror en las filas socialistas, porque saben que "el comer y el rascar" todo es empezar y que una vez que se pierde pie en el borde de la pendiente, acabar en el fondo es sólo cuestión de tiempo.
Por eso han reaccionado, primero torpemente, desacreditando la encuesta y restando valor a los datos, y luego, más serenamente corrigiendo su discurso, incluyendo en él más ofertas sociales y tratando de salvar los muebles en Cataluña, aunque sin abandonar ese relato mentiroso de que el castigo que les estarían dando los ciudadanos tendría que ver con su intento de formar gobierno, cuando deberían tener claro que el castigo lo es a su negativa a formar un gobierno de progreso que tuvieron en la mano y que estaba a su alcance tan sólo con la aceptación de la abstención, tantas veces requerida y aceptada,  de los diputados nacionalistas.
Ese es, digan lo que digan, se empeñen en lo que se empeñen, el gran reproche que la mayoría social progresista que conforma este país la hace a Pedro Sánchez, haberse negado a dar un paso adelante, haberse plegado a los intereses y las amenazas de la troika, se llame hoy como se llame, y aceptar sin discusión las tesis ultranacionalistas de la derecha sin hacer prevalecer sobre ellas la democracia y el deseo incontestable de los catalanes, no ya a alcanzar la independencia, sino de ser consultados sobre ella.
Hoy, a veinte días del "día del juicio" que son las elecciones, el sudor frío corre por la espalda de la insólita dirección socialista, cuestionada en todas y cada una de sus decisiones por un sanedrín, el de sus barones, que, como el perro del hortelano, ni come ni deja comer, ni toma decisiones valientes ni las deja tomar, demasiado cómodo en las poltronas y atrapado en sus corbatas de seda, que hipoteca el futuro del partido, algo que, antes, apenas le daba importancia, porque daba por supuesto el voto resignado y fiel de quienes elegíamos el mal menor.
Ahora las cosas han cambiado. Ahora hay otro lugar al que llevar nuestro voto. Ahora, una vez que Pablo Iglesias ha abandonado su torre de marfil y ha decidido "juntar las meriendas, con la Izquierda Unida de Garzón, el voto útil, para quienes queremos cambiar este país está en otro lado, más a la izquierda, porque la izquierda, pese a lo que diga Sánchez, no termina en el PSOE, sino que empieza fuera de él. Si no lejos de sus militantes, sí lejos de sus dirigentes.
Sólo un milagro o una tragedia librarían a Sánchez y su partido de caer en esas tinieblas exteriores, las del llanto y el rechinar de dientes, las del resbaladero hacia  la insignificancia, y para evitarlas les quedan, exactamente, veinte días.

viernes, 3 de junio de 2016

GONZÁLEZ Y EL CAMINO DE DAMASCI


¡Pobre Felipe! A sus años, caerse del aballo y llegando casi a Damasco, Y lo peor de todo, tratando de engañarnos, porque cuando ayer renunció a su gran coalición, la gran coalición que ahora defiende en campo abierto Rajoy, no dice toda la verdad. Felipe, orondo y soberbio, nos miente cuando dice que no es el momento o que el invento ha fracasado en Austria y en Grecia. Miente porque eso ya había pasado cuando la propuso. Miente, porque no dice que lo que ahora pasa es que su partido, ese PSOE que abandonó cuando vinieron mañ dadas, está ahora en su peor momento y no pasaría, tras las elecciones, de ser poco más que una bisagra o, lo que es peor, el portero de librea que franquee el paso a Rajoy o quien diablos sea para que el PP vuelva a la Moncloa.
Es consciente, menos mal, de que presentarse a las elecciones defendiendo una opción antinatural y contraria a la que preferirían la mayoría de los votantes, un gobierno de Unidos Podemos con su partido, se volvería contra el magullado PSOE, porque a los electores s eles caería su papeleta de las manos y porque proponer un gobierno de coalición con quienes han arrasado este país a lo largo de estos cuatro años dejaría en casa a muchos de sus militantes, que no defenderían la propuesta si es que no rompen en mil pedazos el carné de su partido.
Ver ayer a este señor en el que hace unos años creía ciegamente, con ese fondo de columnas doradas, flanqueado por el cacique manirroto de Gran Vía 32 y el ambicioso ministro de Exteriores, renegar de su propuesta de hace sólo unos meses da que pensar. Debe tener datos, sesudas encuestas, porque, la calle que pisan los mortales, hace mucho que no la pisa, da un poco de grima, porque lo que dijo lleva a pensar que, desde su poltrona, desprecia nuestra inteligencia y, sobre todo, nuestra memoria.
Hace tiempo que aprendí eso de que, cuando se acercan unas elecciones, a nadie le gusta aparecer cerca de las urnas de la mano de socios contra natura. Les pasaba a Arzallus y Pujol, PNV y CiU, por entonces aún respetados, que en canto comenzaba la campaña arremetían feroces contra Madrid, fuesen Madrid González o Aznar y a las pocas horas de conocerse los resultados emprendían, sin el más mínimo rubor, el descarado galanteo con quien iba a ser Madrid por cuatro años.
Lo de González es sólo una estrategia, otro farol del fulero que sabe que la piel y el corazón del votante se endurecen con cada golpe, cada decepción, que reciben. Y sabe que cada uno de esos golpes abre los ojos a más gente. Quizá sepa también que, de un tiempo a esta parte, los jóvenes han dejado de pensar que la política es cosa de viejunos y han llevado sus modos y sus reglas al campo en el que se dirimen los asuntos de todos. Y es que les han dado tanto y tan duro. han llegado asentirse tan despreciados que han bajado a la arena, con su cerveza por delante, sin complejos, para mandar a donde merecen estar a quienes critican sus ganas de vivir y su libertad, mientras se atiborran de vinos caros, caviar y, ahora lo sabemos, de putas de confianza.
Felipe González no es tonto, nunca lo ha sido, pero es lo que en su tierra llaman "un flojo". No le gusta demasiado trabajar, dejó de gustarle ya en La Moncloa y ese defecto se le agudizó y cómo ya de "jarrón chino". Por eso, llega tarde a casi todo. Por eso, cuando habla, ya no sacude las columnas del templo, Por eso, pesa tan poco su opinión. Por eso, apenas aparece ya en los mítines. Por eso, es uno más de los artistas de esos circos mediáticos que montan las fundaciones y los clubes para hacernos creer que desvelan el futuro, mientras desgravan impuestos a manos llenas.
Se equivoca González si cree que al pretender hacernos creer que se ha caído del caballo, que él y su partido renuncian a su "gran coalición", porque fue él el primero en hablar de ella, y que, con ello, vamos a recobrar la fe perdida
No nos engaña y se engaña Felipe si piensa que sólo por eso vamos a volver a votar a ese partido que tan obscenamente se restregó con Ciudadanos, el partido de quien no ve tan mal la paz y el orden de las dictaduras. Se engaña si pretende obtener sus objetivos, los de quienes le pagan y coleccionan los jarrones chinos de su partido. Tenemos muy claro que formar una gran coalición como la que hasta ayer proponía es la única manera de conseguirlo. Soy, somos conscientes de que abstenerse para que gobierne un Rajoy, o quien sea, en minoría es su plan B y tenemos que vacunarnos contra él. Y la mejor manera de hacerlo es convencer a quienes se creen de izquierdas y votan al PSOE de que, al menos ahora, no son de fiar,
Puede ser que Felipe se haya caído del caballo camino de Damasco. Lo malo, para él, es que nosotros también.

jueves, 2 de junio de 2016

PASABAN POR ALLÍ


Cuentan de António Oliveira Salazar, fundador del Estado Novo y dictador durante treinta y seis años en nuestra vecina Portugal, que no se enriqueció desde el poder y que vivió discretamente como un ciudadano más en Lisboa, en cuyas calles no era difícil encontrarle. También se dice que este hombre religioso, sencillo y solitario, nunca acepto regalos que no fuesen libros o flores. Quizá eso sea la verdad, pero, en todo caso, esa es sólo una parte de la verdad, porque, durante los largos años en que ejerció el poder, Portugal conoció sus años más negros del pasado siglo, con centenares, miles, de muertes, encarcelamientos, y destierros, amén de una larga y dolorosa guerra colonial que acabó por provocar, cuatro años después de su muerte, ya el 25 de abril de 1974, el levantamiento militar que hoy conocemos como "Revolución de los claveles", con el desalojo del poder de su sucesor, Marcelo Caetano, con el que se puso fin a la dictadura salazarista.
Probablemente, si el golpe de los capitanes no hubiese acabado con ellos, si hubiese sido un juicio el que pusiese fin a los desmanes de aquel régimen, habría todo un coro de voces que destacaría eso, su discreción y la ausencia de avaricia en su comportamiento, un coro de voces que, quizá, destacase la ausencia de sangre en las manos del dictador, un coro de voces que quizá le recordase paseando sin escolta por las calles de O Chiado, rebuscando en las mesas y estanterías libros con los que mitigar su legendaria soledad.
Seguro que los habría, pero toda esa aparente bonhomía, ese desapego de lo material no conseguirán compensar nunca en la memoria de los portugueses toda la sangre, el dolor, la injusticia ni la miseria que acosó a Portugal durante sus años en el poder, porque, si no hizo, fue porque otros hacían por él y porque, si no vio, fue porque no quiso ver. Por eso la Historia da su nombre a los horribles años que vivió Portugal, incluso más allá de su muerte, discreta, como dicen que fue su vida, en 1970.
Esta mañana, en que escucho la catarata de voces que defienden la honradez y la honestidad de los ex presidentes de Andalucía y el PSOE, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, procesados y camino muy probablemente del banquillo por el asunto de los ERE en Andalucía, me acuerdo de la apacible figura del dictador portugués que , aparentemente, no hizo nada reprochable, pero bajo sus mandatos, sin embargo, Portugal se convirtió en una finca de la oligarquía y en una cárcel de la que salieron camino del exilio político o económico centenares de miles de ciudadanos portugueses.
No hay que buscar el mal para causarlo. Basta con consentirlo o con rodearse de quienes lo buscan o lo consienten. Por eso, al menos moralmente, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, como también sus consejeros, alguna responsabilidad han de tener en aquel desmadre de cuentas que durante diez años se sostuvo con las ayudas públicas de la Junta de Andalucía. Alguna responsabilidad o algún atisbo de responsabilidad, al menos moral, se habrán encontrado ellos mismos, cuando hace ya meses que dimitieron de sus escaños y cuando hace unos días se dieron de baja del partido que el propio Chaves ayudó a refundar.
Alguna responsabilidad hay, sin duda, y hace mal Felipe González en dar la cara por ellos con tanta energía, soberbia diría yo, porque, hoy, González no es ya, precisamente, un ejemplo de virtud y la encendida defensa de quien también defendió, ante el dictador de Sudán del Norte, la "honradez" del amigo que comparte con Juan Luis Cebrián, un generoso petrolero iraní interesado en operar en el territorio del tirano.
La mejor defensa de Chaves y Griñán será su presencia en el banquillo para aclarar todas las dudas existentes en torno a su gestión, Una presencia que, en cualquier caso, llegará tarde por su empeño en conservar a toda costa un aforamiento, cualquiera, que les pusiese fuera del alcance de la juez Alaya.
Hace mal González en defender incondicionalmente a sus amigos, como hace mal el PSOE en hacer otro tanto con sus ex militantes, porque haciéndolo adquiere una hipoteca que les va a perseguir y se va a hacer presente cada vez que pretendan exigir responsabilidad a personajes como Jordi Pujol, Esperanza Aguirre o Francisco Camps que, a partir de ahora, siempre podrán decir que como Chaves y Griñán, nada se llevaron o que simplemente pasaban por allí.

miércoles, 1 de junio de 2016

NO, SEÑORA, NO


Hace unos días, supongo que el día del Corpus Christi, uno de esos jueves que relucen más que el sol, mientras esperaba el siempre demorado autobús de la línea 35, se me acercó una señora con la hucha con la que pedía para Caritas. No sé si yo tenía cara de pocos amigos o si la buena señora calculó que iba a tener poco éxito conmigo, lo cierto es que, de la media docena de viajeros que esperábamos la llegada del  bus tardón, fui el último en ser abordado y lo fui, debo aclararlo, tímidamente además.
Y acertó de pleno, porque, cuando la señora, sobrepasados ya los sesenta puso delante de mí la hucha, en la que los demás ya habían dejado sus monedas, decliné la invitación con un sonoro, incluso algo altivo, "no, señora, no".
Mi actitud puede parecer gratuita, incluso cruel. Muchos pensaréis que la señora, al fin y al cabo, no hizo otra cosa que pedirme amablemente unas monedas. Y quizá tengáis razón, porque ella nada me había hecho. Y, efectivamente, ella nada me hizo, pero la iglesia, a la que representaba y en nombre de la que pedía, lleva todos los años de mi vida entrometiéndose en mis asuntos, tratando de interferir en mis derechos, en la educación de mis hijos, en la política, en la cultura y hasta en mis momentos más íntimos.
Aún recuerdo aquellas huchas de barro, con la cara de un "chinito", un "indiecitoo", un "negrito" y no sé si un "morito" o un comunista", con las que los niños  de los colegios "de curas" y las niñas de los "de monjas", niños y niñas separados con curas o con monjas, se echaban a las calles, solos o de dos en dos, con sus pegatinas, al asalto de los pobres viandantes que, llenos de entusiasmo unos y más que coaccionados otros, hurgaban en bolsillos y monederos, para ser recompensados, clasismo aquí también, con una etiqueta dorada o plateada, según el importe de la limosna.
Las huchas, como cabezas de niños por convertir, a las que la fe les entraba en forma de monedas por la ranura, las he visto a la venta en alguna almoneda del Rastro. También alineadas como trofeos en un mueble, en casa de un amigo de pensamiento recto, buena familia y mejor posición, alumno, como no, del colegio del Pilar. Un recuerdo de quienes se creían misioneros por un día, viviendo su propia aventura por las calles de Madrid.
Ahora, al no ser festivo ese jueves reluciente y no sólo  por eso, la legión de niños pedigüeños, tiene que ser suplida por estas otras señoras de parroquia que dejan la comida preparada para el marido y los hijos, quién sabe si los nietos, para ganarse el cielo por las calles de su barrio, corriendo el riesgo de toparse con personas tan secas y desagradables como yo. Pobres, no se dan cuenta, o sí, de que, en realidad, para quien piden es para personajes como el odioso arzobispo de Valencia, el cardenal Cañizares que apenas asoma de entre sus ropajes y ornamentos, pero que, cuando lo hace es para destilar ese odio enfermizo, ese pánico que él y la iglesia a la que representa siente por cualquier atisbo de justicia, libertad o, incluso, de felicidad.
No me dio tiempo a explicárselo, pero, si me hubiese dejado, le explicaría a esa señora que apenas quedan ya misiones y que, si las hay, tienen más que ver con las ONG que con la propia iglesia y que lo que menos importa de los hombres y mujeres que hoy se van a África es el hábito, porque, bien lo saben, los que van, lo importante no es luchar por la "fe·", sino hacerlos por la justicia, el desarrollo y contra la enfermedad.
Le hubiese explicado que creo en Cáritas, pero que prefiero que se financie a través de los impuestos que "religiosamente" pago todos Le hubiese explicado que no me gustaría que mi dinero acabase al lado del que sostiene a un personaje tan despreciable, sí, despreciable como el cardenal Cañizares, un tipo de mente enfermiza, que se permite invitar a sus "fieles" a desobedecer las leyes de un estado democrático, porque ni las entiende, ni las entenderá, mientras pone "el cazo" para que ese mismo estado que desprecia le pague rezos, lujos y oropeles.
Tampoco quiero que mi dinero acabe junto al que sostiene organizaciones como una presunta asociación de abogados cristianos que se esfuerza en buscar los traspiés legales a quienes sólo pretenden ayudar a que las mujeres decidan su maternidad, para que el ministro del Unterior, el que condecora imágenes de escayola, las deslegalice, mientras apoyan con entusiasmo a las de signo contrario.
No quiero, señora, que mi dinero quede al alcance de quienes financian autobuses para  llenar las plazas de gente que no quiere que los demás sean libres y felices. No, señora, no