miércoles, 22 de mayo de 2013

TERROR DEL MALO

 
No sé por qué lo hice, pero fue un error. Ayer tuve la debilidad de asomarme a la entrevista que se le hizo a Aznar en Antena 3 y os aseguro que fue un error, porque, pese a la trascendencia que se le quiera dar, no pasó de ser una película de terror de serie B, de aquellas que Jacinto Molina firmaba como Paul Naschy, en la que, para quien los quisiera ver, los trucos y la trama eran evidentes desde la primera escena.
Si algo saqué de tan incómoda sesión de terror, eso fue la sensación de que José María Aznar sigue siendo un enfermo obsesionado con pasar a la Historia y preso de un afán justiciero para con todos, porque en la escasa media hora que duró la entrevista no se salvaron ni los suyos, ni siquiera Rajoy, al que acusó de languidecer y de no cumplir el programa que le llevó a la Moncloa. Si algo me llamó la atención, como digo, es su obsesiva alusión a la Historia y su tácito rechazo a la Transición, de la que muchos objetivos -dijo- se han destruido.
También se puso medallas, tal y como solía, pintando su etapa al frente del gobierno como un oasis de riqueza y creación de empleo, sin que ninguno de los tres entrevistadores le insinuase siquiera que esa riqueza, incluidos los cinco millones d empleos que presume de haber creado, están en el origen de gran parte de los males que hoy padecemos, porque, con su liberalización del suelo y su apuesta por el monocultivo de la construcción, levantó un castillo de naipes que, para nuestra desgracia, no tardó en caer, llevándoselo todo por delante.
Ni siquiera en el día en que se había revelado que parte de la millonaria fiesta de celebración de la boda de su hija, yo sigo contando en pesetas, concretamente la iluminación fue regalo de Francisco Correa, responsable de la trama empresarial investigada como Gürtel, Aznar sintió el más mínimo asomo de vergüenza o de culpa. Por el contrario, como suele hacer, se revolvió contra aquellos que difundieron la información y lanzó una enigmática insinuación sobre el origen de la misma, lo que vendría a confirmar que tal revelación había sido la respuesta preventiva de quienes tenían la certeza de que la entrevista no iba a ser otra cosa que un ajuste de cuentas del ex presidente.
Tampoco hubo el más mínimo asomo de asunción de responsabilidades respecto a todo lo que se va conociendo del caso Bárcenas y el baile de sobres en los pasillos del partido que, pese a que pretende quedar al margen seguía presidiendo en los primeros y "fundacionales" años de la trama. Todo le era ajeno y, para demostrar su inocencia, echó mano de su mirada desconfiada y fría y de su afirmación de que todo está en sus declaraciones de la Renta y de que puede explicarlas, aunque no enseñarlas, porque -se defendió- son confidenciales.
No quiso hacer comentario alguno a la afirmación hecha esa misma tarde por Jaime Ignacio del Burgo de que los pagos a Calixto Ayesa, para los que periódicamente ejercía de correo -con lo fácil que es hacer una transferencia bancaria- tenían su visto bueno. Y  no sólo eso, porque negó haber tenido conocimiento de todo lo que a cada minuto que pasa se va sabiendo del asunto y, nos remitió, para explicarlo, a los ceses que, tras las evidencias del caso Naseiro, llevó a cabo en su partido, pero se le olvidó de que uno de los implicados, Eduardo Zaplana, llegó a ser ministro de sus gobiernos.
En posesión de la verdad y la inocencia absolutas, triunfador irredento y profeta de la derecha de siempre, José María Aznar, amén de dar caña a los partidos nacionalistas y de hablar del PSOE como un partido en descomposición, ocupó una gran parte de su tiempo en cargar contra Mariano Rajoy, al que acusó de estar acabando con la clase media y le reclamó una bajada de impuestos. Sin embargo no hubo el menor atisbo de dureza para con su amigo Miguel Blesa, del que dijo que (como todos) tuvo sus momentos buenos y malos.
Hizo una defensa de manual de la corona, sin mencionar para nada al rey Juan Carlos, con el que quedó patente que no se habla y descartó cualquier pacto de Estado para salir de los difíciles momentos por los que atravesamos y exigió a Rajoy el uso de la mayoría absoluta con que cuenta y que, por cierto, incluyó en la herencia dejada, pese a que llegó dos legislaturas después y en unas elecciones de cuya campaña quedó prácticamente al margen. Finalmente, para rematar, se ofreció  a asumir sus "responsabilidades" para con su país, para con su partido y para con él mismo, dando a entender que estaría dispuesto a ser el recambio de Rajoy, que esta pasada noche no ha debido conciliar muy bien el sueño.
Fue, como digo, una película de terror de serie B, del malo, una truculenta puesta en escena de quien, pese a admitir que pasa el 70% de su tiempo fuera de España y pese a no haber mencionado ni una sola vez Europa ni el resto del mundo, se ofrece como salvador de una España que dudo mucho que conozca y que, sin duda, está más cerca de la ensoñación imperial que de ella hacía cuando se sentaba en los pupitres del Colegio del Pilar y se manifestaba próximo a los postulados de la Falange.
 
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