martes, 25 de junio de 2019

CADA VEZ MÁS AZUL.


Debo reconocer que, a mí, que siempre me he colocado en la izquierda, me desconcierta y mucho que las lecciones de democracia las estén dando los militantes de un partido que, si algo no ha sido nunca, eso ha sido "de izquierdas". Tenemos mucho que aprender de quienes se rebelan contra la tiranía de un líder equivocado, para el que el fin justifica siempre los medios y no se para en barras a la hora de saltarse los principios, incluso los fundacionales, del partido para conseguirlo. 
Ese fenómeno acaba de ocurrir en Ciudadanos donde, tras la ruptura de Valls por dar sus votos a Ada Colau, en contra de los deseos de Rivera, que infructuosamente quiso hacernos creer torpemente que contaba con el beneplácito del presidente francés, se ha abierto la espita y lo que ayer eran críticas a veces sólo susurradas se han tornado en dimisiones y no de cualquier militante, porque, de golpe han perdido a personajes tan destacados y tan del primer momento del partido como Toni Roldán, Xavier Nart o el líder del partido en Asturias, Juan Vázquez, respaldados los tres por Luis Garicano y Paco Igea, candidato a la presidencia de Castilla León en contra de la voluntad de la dirección nacional que, con malas artes oportunamente denunciadas, quiso sustituirle por Silvia Clemente, ex pepera y más que presunta corrupta. 
A Igea quisieron relegarle sustituyéndole, no por cualquiera sino por una investigada por corrupción que, además, era hasta ayer líder destacada del PP, el partido que lleva décadas gobernando la región como si de una finca se tratara, como si hubiese establecido el mismo tipo de régimen que repudiaron al socialismo andaluz. Tanto como para aceptar los votos de la ultraderechista Vox, para gobernar en coalición con el PP, al que se suponía que pretendían superar en las urnas.
Una senda errática la de Albert Rivera que ha desguarnecido, si no desmantelado del todo, el partido en Cataluña, origen y razón del partido en aquellos tiempos de Francesc de Carreras y Arcadi Espada, para traerse a sus figuras más destacadas a Madrid, donde, por ejemplo, la ambiciosa Inés Arrimadas suplanta, a la hora de "comerse los marrones y poco más", al mismísimo Ribera, desaparecido de los foros públicos últimamente, como si no fuese capaz de asumir la incoherencia de sus bandazos, una incoherencia que, al menos en las encuestas, está minando la confianza de sus votantes. 
No se puede presumir de ser un bastión contra la corrupción cuando con los escaños obtenidos con esa premisa se apuntalan gobiernos del PP allá donde ésta parece haber sido la razón de ser de gran parte de sus acciones. No se puede "montar" la que se ha restado montando durante años a propósito del independentismo, vetando al "sanchismo", como dicen y que no es otra cosa que el PSOE que quieren los militantes y votantes del partido socialista, por llegar a acuerdos con los independentistas catalanes o Bildu, para pretender entregar el ayuntamiento de Barcelona a esos independentistas, con Ernest Maragall al frente. No se puede hacer gala de europeísmo para acabar al lado del único partido español, Vox, que puede tildarse de euroescéptico. No se puede pretender ser feminista o ecologista y llegar de la mano de ese mismo Vox al ayuntamiento de Madrid, de cuyas concejalías se han retirado las pancartas contra la violencia contra las mujeres, el mismo ayuntamiento que pretende cargarse "Madrid Central", pese a sus buenos resultados, el mismo ayuntamiento que siempre ha hecho gala, incluso con el PP, de tolerancia hacia la diversidad y ya está censurando las banderolas que saludan la semana del orgullo.
No se puede estar, como dijo ayer Toni Roldán, al abrir con la suya la cadena de dimisiones, en un partido creyendo que es el que ayudó a fundar y hacer crecer para ver que se ha convertido en otro, no se puede, como también dijo, pretender acabar con rojos y azules, siendo cada vez más azul. De Pablo Iglesias y Podemos, que también tiene lo suyo, volveremos a hablar otro día.

lunes, 24 de junio de 2019

LOS BOCAZAS DE VOX



Que la sentencia del Supremo sobre los salvajes violadores en serie que se hacían llamar "la manada" marca un antes y un después en la sociedad española es un hecho aún por calibrar, aunque lo que está claro es que, en torno a los delitos sexuales ya nada será igual en los tribunales españoles. El fallo y las consideraciones anexas a él borran de un plumazo esa idea, esgrimida por los defensores de estos y otros animales de que en el sexo todo o casi todo es fiesta y jolgorio, como algún periodista y sus medios defendieron en los primeros momentos, cuando se supo de la detención de los "machotes", de juerga en Pamplona.
La sentencia del Supremo, basándose en los hechos probados en el juzgado de instrucción, con la muy brillante aportación de la fiscal del caso, acabó con la falacia de considerar abuso lo que fue una clara agresión y con la cruel y machista costumbre de considerar que el silencio y la parálisis que generan el terror equivalen a un asentimiento, algo que resultó válido, incluso, para la hoy diputada por Barcelona, única del PP, Cayetana Álvarez de Toledo.
Espero que este fallo acabe con comentarios tan frívolos como los suyos y con los de tanto machote que, tratándose de mujeres, se cree con derecho a todo, gente que habla desde una superioridad falsa y defensiva, gente acomplejada que, como el portavoz y líder de Vox en Andalucía, el prevaricador, Francisco Serrano, apartado de la carrera judicial por ello, no son capaces de ver en las mujeres otra cosa que seres traicioneros y vengativos, que buscan arruinar a aquel que caiga en sus manos.
No sé cuál es la experiencia del ex juez Serrano, me temo lo peor, pero escribir en un tuit que a partir de ahora cualquier varón que sufra un gatillazo o decepcione a una mujer en una relación puede verse acusado de haberla violado y que desde ya el único sexo seguro, y no habla de condones, es el que se tiene con las prostitutas, supongo que porque cree que allá donde se paga se manda y se tiene derecho a todo, incluido el temido, para él, gatillazo.
Se puede ser más torpe que este personaje, afortunadamente fuera ya de la judicatura, pero, para ello, hay que entrenar mucho y duro y él parece haberlo hecho, porque se atrevió a enmendarle la plana al Tribunal Supremo, demostrando su absoluto desconocimiento del derecho procesal. Más o menos como el portavoz de Vox en el parlamento murciano, del mundo del derecho también, es abogado, que se ha permitido insultar gravemente a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, a la que, otra vez en un tuit, a la que ha tildado de tiparraca y puta, con asteriscos pero lo ha escrito, ignorando que la ministra no es un "personajillo" como ellos piensan y que lo que ha hecho ha sido llamar puta a toda una autoridad del Estado, con lo que quizá sin pretenderlo, no insultarla que sí lo pretendía, ha puesto en marcha toda la maquinaria del Estado, Fiscalía General incluida, para pedir cuentas al boquirroto personaje en los tribunales.
De que el peso de la ley va a caer sobre él no tengo dudas, aunque lo que me gustaría es que estos personajillos, ellos sí, tan faltones y bocazas salieran de nuestra política, a la que nunca deberían haber llegado, porque no saben distinguirla de cualquier chat de Foro coches. El que así sea depende de su partido, pero, sobre todo, de quienes se han convertido, PP y Ciudadanos, en el peldaño en el que pisar para llegar a donde nunca deberían haber llegado. Son unos bocazas, pero, pese al título de esta entrada, no sólo de Vox, también de sus interesados colaboradores necesarios el PP y Ciudadanos, con todos sus dirigentes.

viernes, 21 de junio de 2019

EL PRIMO DE RIVERA



Siempre ha habido alguien detrás de Albert Rivera. Uno no sale de la nada y, de repente, por el mero hecho de insinuarse desnudo en un cartel se convierte, no ya en líder, sino en uno con posibilidades de llegar al gobierno de la nación. A mí no me cabe duda de que, para llegar a donde ha llegado, el líder de Ciudadanos ha necesitado importantes apoyos, porque no todo es atrevimiento, también hay que diseñar distribuir y colocar los carteles y, eso, siempre ha sido caro. También son muy caros los asesores que ayudan a "colocar" ese mensaje en el momento adecuado a los ciudadanos adecuados.
Lo había intentado Miquel Roca hace más de treinta años hace casi cuarenta años, en aquel intento de fracasado de colocar en el panorama político español un partido centrista que ocupase el hueco que iban a dejar la UCD y el CDS, un partido distinto, el PDR, que se prometía democrático y que estaba patrocinado por los Garrigues y por parte del poder económico que buscaba una derecha que siempre se disfraza de centro, homologable a ese centro derecha europeo, que tan lejano quedaba entonces.
A Roca no le faltaron los medios ni los apoyos mediáticas necesarios para darse a conocer, pero por desgracia para él, la última palabra la tenía, y la dio en las urnas, el electorado, con lo que todo ese esfuerzo para crear un partido nacional equiparable a la Unió Democrática de Cataluña, en la que Roca militaba y siguió militando.
Al pensar en el Partido Reformista Democrático, PRD, era inevitable pensar en la larga sombra de los Garrigues y en su cercanía a los Kennedy y al Partido Demócrata, una relación muy positiva, porque ya entonces había que buscar modelos en el extranjero que nos sacasen de esa "pelea a garrotazos" que tan magistralmente inmortalizó Goya, había que buscar una "tercera vía" que abriese una brecha en y acabase con la dicotomía izquierda-derecha en la que los españoles hemos vivido tantos años.
No fue la primera vez ni fue la última. Todo partido que se precie, más ahora que ha de medirse en las elecciones al Parlamento Europeo y, por ello, todos los partidos han buscado siempre "socios" con los que posar en la foto, para parecer más importantes y Rivera o sus mentores eligieron parecerse a los liberales europeos, entre los que el líder indiscutible era y es Enmanuel Macron, con más prestigio fuera de Francia que en la misma Francia. Por ello, Rivera se ha visto acompañado en sus mítines por figuras de esa familia europea.
Rivera, sabedor del poder de esas imágenes y esos gestos, ha explotado siempre la presencia, de esos líderes europeos, así como sus contactos y sus visitas para con ellos. Quizá por eso apostó por el ex primer ministro francés Manuel Valls, para su candidatura al ayuntamiento de Barcelona, era algo así como fichar un guardaespaldas para defenderse de quienes le acusaban de estar derechizándose. 
En lo que no cayó Rivera es en que hay cosas con las que no se juega y en que, en Francia, como en el resto de los países maduros y democráticos las cosas que se dicen tienen consecuencias ni en que la prensa de ahí fuera suele preguntar, más si no está atrapada en la ciénaga de las filtraciones y las fuentes. Por eso, ni corto ni perezoso, Albert Rivera, cuestionado por su apoyo a Vox, creyó que lo mejor sería volverse de Bruselas con el respaldo del presidente francés, el mismo que pe pide que facilite el gobierno de Sánchez, para cabreo de su socio clandestino, Vox, que tildó de "injerencia de un país extranjero" el consejo de Macron, así que, intrépido e irresponsable, Rivera se atrevió a "inventarse" una felicitación personal por parte de quien paró los pies a Marine Le Pen, por los pactos con Vox para conseguir el gobierno andaluz y unos cuántos más, si finalmente logra hacerse con el madrileño, entre otros.
Dicen que las mentiras tienen las patas cortas y la de Rivera sobre la felicitación de Macron ha durado poco. En cualquier caso, mucho menos de lo que va a durar el recuerdo del ridículo del líder de Ciudadanos y el desplome de su ya escasa credibilidad que ya le acompañará pasa siempre. El hiperactivo Rivera lo sabe y sabe que ha metido la pata gravemente. Por eso se esconde de la prensa, por eso se cabrea cada vez que ve un micrófono, porque sabe que esperan una respuesta coherente y creíble o, por qué no, una petición de disculpas por haber tomado el nombre de Macron en vano en su estúpida mentira.
Rivera, como hacen los niños que se inventan primos policías, hermanos militares o, en mi infancia, tíos de la guardia de Franco, ha querido salir en la foto con su primo de Zumosol inventado, pero le ha salido el tiro por la culata, porque el primo de Rivera ni se calla ni se chupa el dedo y la fantasía del líder de Ciudadanos, además de ser una burda mentira, a él, comprometido, como la Europa en la que queremos estar, con el aislamiento de la extrema derecha, le dejaba en muy mal lugar. Cabrear al primo o, peor aún, quedarse sin él es siempre malo, más, cuando para Rivera y su partido, las cosas empiezan a ir de mal en peor

jueves, 20 de junio de 2019

CUANTO PEOR, MEJOR


Para nuestra desgracia, Inés Arrimadas, la hoy diputada en el Congreso por Barcelona que, cuando consiguió aquel millón de votos en las pasadas elecciones catalana no hizo nada por hacerlos valer, se parece más a su voz, rota y un tanto desagradable, que a su imagen de niña candorosa. Si lo digo, es porque me cuesta recordar una sola propuesta en positivo, formulada por quien lleva ya años atizando fuegos, en lugar de apagarlos, como debería hacer el político de clase a quien se le quiere equiparar.
Arrimadas, como un guadiana del conflicto, suele ponerse en modo "standby", sin consumir energía ni argumentos, como hibernando, a la espera de que ocurra algún acontecimiento en el que encajar su discurso siempre negativo, siempre a la contra, tal y como lo hace su jefe de filas Albert Rivera.
Inés Arrimadas, la imagen amable de Ciudadanos, aunque sólo lo sea en apariencia, está siempre dispuesta a viajar adonde sea, para colocarse en el centro de cualquier polémica, especialmente si tiene que ver con el nacionalismo y el PSOE, sus demonios particulares, dispuesta a recoger los elogios de los amantes de los discursos simples, no sencillos, y a ganarse todos esos segundos de telediario, casi siempre en la apertura, porque, para ello, se escogen cuidadosamente el momento y el lugar de esas apariciones, tan medidas y estudiadas.
Ayer mismo, Arrimadas se manifestó en carne mortal en Pamplona, en medio de la polémica elección de la mesa de su parlamento, clave para la posterior elección de la presidencia de Navarra, que, a su vez, podría influir en la investidura de Sánchez como presidente del Gobierno. Arrimadas, como tal, poco tendría que decir al respecto. Pero ella y su partido esperaban que los socialistas navarros, con María Chivite a la cabeza, volviesen a hacerse el harakiri, facilitando con su abstención el gobierno de Navarra Suma, con menos escaños que la suma del resto de fuerzas, una coalición en la que a UPN y PP se sumó Ciudadanos, volviendo a marcar que, como denunciaba ayer Manuel Valls, Ciudadanos no tiene nada de liberal y sí mucho de eso, de partido de la derecha.
La reacción de Arrimadas, cargada de rabia, no se hizo esperar. Su gran reproche a los socialistas navarros consistió en acusarles de dejar entrar a Bildu en la mesa del parlamento, al tiempo que, dijo una y otra vez, entregar Navarra a Euskadi, cuando la anterior presidenta, Usue Barcos, lo fue por Geroa Bai, próxima al PNV.
Se ve que a Arrimadas no le parece bien que Navarra tenga un gobierno estable, con ganas de hacer cosas por los navarros, y preferiría un gobierno minoritario de la derecha, que, en Navarra, sería una afrenta para la mayoría de los ciudadanos, generaría inestabilidad y supondría una sangría de votos para el PSN. Algo parecido a lo que aviesamente pretendía Rivera para Barcelona, un alcalde, Ernest Maragall, independentista que justificase la existencia de su partido, Ciudadanos, en franco retroceso desde que Arrimadas "pasó" de hacer oposición, limitándose a ser la plañidera ofendida sin nada mejor que hacer que arrancar lazos y pancartas y presentarse, no de improviso, sino con preaviso a la prensa y las fuerzas de seguridad en "feudos" independentistas y ganarse así la bronca del pueblo, que tan vistosa queda en los telediarios.
Tiene razón Valls que con sus tres votos dio la alcaldía a Colau, Rivera cree que "cuanto peor mejor" y, como ya hizo el PP durante muchos años, primero en Euskadi y ahora en Cataluña, hacerse el gallito o el mártir, según toque, allí puede, incluso a costa de la desaparición del partido en Cataluña o el País Vasco, da votos en el resto de España. Así de claro: cuanto peor, mejor

miércoles, 19 de junio de 2019

¿SE CORTARÁ LA MAYONESA?


Para hacer mayonesa, todo el mundo lo sabe o debiera saberlo, son precisos tres ingredientes, además de una pizca de sal. Los tres ingredientes de la famosa salsa son los huevos, el aceite y un toque ácido que suele aportar el limón, eso y batir sin pausa y con tiento. Sólo así, esa joya de nuestra cocina y la de Francia acaba ligándose, al emulsionarse el huevo y el aceite como un todo, sin que el ácido del limón "corte" la mezcla.
Pues bien, los pactos para gobernar el ayuntamiento de Madrid son una suerte de mayonesa difícil de ligar, en la que los huevos los ponen los chicos aguerridos de Vox, el aceite lo pone el escurridizo PP de Martínez Almeida o quien sea que lo dirija y el ácido limón va por cuenta de Ciudadanos que, tras la sonrisa de Begoña Villacís, oculta el gesto agriado de los dirigentes del aparato.
Llegar a un acuerdo para que Carmena no repitiese como alcaldesa fue relativamente fácil, era mucha la prisa y, con más o menos alegría, más o menos convencidos, llegaron a un acuerdo, hoy sabemos que secreto, sin que, aparentemente, el limón y los huevos llegaran a tocarse, con el peligro que eso implica para la estabilidad de la mezcla.
Ayer la cosa se puso seria cuando Vox reclamó lo suyo, que la mayonesa  supiese a huevos, los suyos, y, para que así fuese, reclamó poder que pueda exhibir ante los suyos, reclamó para sí concejalías de las de verdad, las de gobierno, con su ración de poder y presupuestos, pero de verdad, no como las que el PP pretende darle en tres barrios de la capital, entre ellos Usera, una zona n las que desde hace más de una década se han establecido inmigrantes chinos y sudamericanos, especialmente de origen colombiano, lo que a un partido que se reconoce xenófobo la sienta como un par de pistolones a San Antonio.
Vox consciente del poder que tiene, no en votos sino en la circunstancia de tener en tener la llave con la que cerrar ese gobierno tan ansiado por la derecha que, enfurruñado como un niño maleducado y consentido, podría devolver a la izquierda, que ya no a Carmena, porque ésta, como había prometido, el lunes devolvió el acta de concejal tan brillantemente conseguida. Ayer mismo, a lo largo de tres horas de la tarde, el alcalde y Ortega Smith, acompañados de dos representantes de las respectivas direcciones de sus partidos, anduvieron dando vueltas a la mezcla sin conseguir ligar el aceite de unos con los huevos del otro, repasando una y otra vez la fórmula secreta que consiguieron hace sólo unos días, apuntándola en un papel que no quieren enseñar, sobre el que no se ponen de acuerdo, porque incluye algún ingrediente inconfesable, que siguen escondiendo, especialmente a los ojos del partido de Rivera, que, como un limón abierto y listo para exprimir, se seca a la espera de que los del limón y los huevos se pongan de acuerdo.
Cuentan que la receta en discusión se consiguió ya de madrugada, uno de esos acuerdos tan propios de las largas negociaciones de la Unión Europea, un acuerdo de esos en los que el único vencedor es el cansancio y que, luego, después de unas horas en la cama, ya no parece el mismo y, por ello, nadie quiere reconocerlo. De modo que, ahora, mientras el tiempo corre inexorable, los firmantes esconden su "pacto Coca Cola”, secreto, inconfesable, vergonzante, en el que muy probablemente el PP dio a Vox lo que no tenía o lo que, simplemente, no podía darle si de verdad quería que Ciudadanos se incorporara a la mezcla. 
Lo cierto es que, a estas alturas, unos y otros siguen batiendo sus huevos y su aceite a la espera de que el limón del tercero le dé su visto bueno, pero, de momento nada asegura que, finalmente, no se corte la mayonesa diseñada hace meses en la Plaza de Colón, haciéndose una foto que desde entonces nunca más se ha repetido.

martes, 18 de junio de 2019

TODOS CONTRA TODOS


No era tan fácil como parecía, ni lo era ni lo es. Las actas de concejal y los escaños no son como el dinero, las monedas o los billetes, que se suman y se restan, para comprar y vender. Detrás de todos estos puestos representativos están los votos de la gente y no es fácil, aunque a veces lo parezca, meter en el mismo corral a las churras y a las merinas, porque, al final, un votante decepcionado, un votante que se ha sentido engañado, es una bomba de tiempo que puede estallar cuando menos se espera.
Por ello estos ejercicios de "ingeniería política" a que estamos asistiendo en más de un ayuntamiento o comunidad puede que en un futuro no muy lejano se vuelvan contra sus muñidores, todo porque una parte importante de esos pactos lo son "contra natura" y, a veces, tan vergonzantes como el que ha dado el ayuntamiento de Madrid al PP, en el que el reparto del poder, verdadero motor del mismo,  estaría recogido en un documento por cuyo presunto incumplimiento una de las partes, Vox, se queja hasta el punto de suspender cualquier otra negociación, como la que daría al PP de Isabel Díaz Ayuso la Comunidad de Madrid, hasta nuevo aviso.
El cabreo de Vox es evidente, porque, siendo como es la clave del arco que ha permito a Ciudadanos y PP hacerse con el poder en el ayuntamiento, lo que le ofrece el PP, con el evidente asentimiento de Ciudadanos, hipócrita como pocos lo han sido en la reciente historia política de España, son migajas, comparadas con lo que el partido de la ultraderecha dice haber firmado con el PP. Y no será yo quien defienda al partid de Abascal, pero creo dejar al perro de presa del pacto a pan y agua, puede acabar resultando un mal negocio.
Mal negocio sobre todo para Vox, que aparecerá ante sus testosterónicos votantes como "chuleado" por el PP y pueden acabar pensando que para ese viaje no hacían falta alforjas y acaben votando al PP, otra vez, en cuanto tengan oportunidad. Eso o que, como sostiene Lucía Méndez, Abascal y los suyos emprendan el camino de regreso al hogar y vuelvan al PP como el hijo pródigo, el predilecto del hoy padre ideológico José María Aznar y su palmera Esperanza Aguirre, para revitalizar la sangre del partido de Casado, tan maltrecho él.
De todos modos, lo anterior no deja de ser un futurible y hoy por hoy tenemos a Rocío Monasterio de uñas contra los negociadores del PP y al borde de la ruptura, salvo que finjan muy bien y todo no sea más que teatro y mareo de perdiz. Del mismo modo, tenemos a Ciudadanos ofendidísimo con Manuel Valls, su fichaje más "prestigioso·, por haber querido ser fiel a los principios sobre los que se fundó el partido de Rivera, ese antinacionalismo furibundo sobre el que se han basado sus campañas, incluida la de las generales, que, a la vista de lo visto, parece haber sido superado en la cabeza de Rivera por el "antisanchismo", como él dice, pero que no es más que un resabio de ultraliberal que sirve al gran capital que le patrocina.
Quizá por eso, porque pesan más los intereses de sus patronos, a Rivera le hubiese parecido bien que Barcelona dejase de pensar como ciudad abierta, para aspirar a ser la capital de la república catalana, como pretende y proclama Ernest Maragall, Quizá por eso, Rivera no perdona al ex primer ministro francés haber dado sus tres votos a Ada Colau, para repetir como alcaldesa de una Barcelona para los barceloneses, aunque su primer gesto al llamar a los encarcelados del procés "presos políticos" y, al Estado, estado represor y por haberse apresurado a colgar el lazo amarillo de la discordia en el balcón del ayuntamiento.
Por eso, Albert Rivera, telemáticamente y desde su refugio, forzó ayer el divorcio con Manuel Valls y sus seguidores. Un paso drástico que ha dejado perpleja y balbuceante en el papelón de explicarlo a Inés Arrimadas, arrancada de la Cataluña en que ganó las elecciones autonómicas, para ocupar un escaño en el Congreso, siempre a la sombra de Rivera y sin el aura que le dieron el liderazgo y el triunfo electoral en Cataluña. Por eso, Rivera será desde ayer menos fiable para muchos españoles y para muchos catalanes que se sienten incómodos con las imposiciones del nacionalismo, que, en las próximas elecciones catalanas, muy difícilmente volverán a votar a Ciudadanos.
No hablemos ya del tira y afloja entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, en el que el líder de Podemos quiere echar el resto, consiguiendo unos ministerios en un hipotético gobierno del socialista, que serían, si mal no lo recuerdo, los primeros ministros no independientes ajenos al partido que preside un gobierno en España. No sé en qué quedara todo esto, pero, de momento y ante este todos contra todos que nos ha dejado el resultado, si no incierto, sí maleable de las elecciones, hay que tomar una buena bocanada de aire para sumergirse en la actualidad.

lunes, 17 de junio de 2019

SEGUNDAS VUELTAS SÍ SON BUENAS


Escuchaba esta mañana a Iñaki Gabilondo preguntándose si era el momento de pensar en introducir la segunda vuelta en los procesos electorales en España y creo que tiene toda la razón. Venimos de un bipartidismo más o menos inducido, más o menos perfecto, que, durante muchos años, a mi modo de ver demasiados, que ha permitido la alternancia en el gobierno del Partido Popular o UCD y el PSOE. Eran tiempos en los que dos o a lo sumo tres partidos, con el apoyo mercenario de los nacionalistas, se hacían con el gobierno.
Así ocurrió con el paulatino deterioro del Partido Comunista, primero, y de Izquierda Unida, después. Sólo cabía la sorpresa que introducían algunos partidos regionalistas en las elecciones generales y las autonómicas o esas extrañas agrupaciones de electores, a veces con intereses inconfesables, en las municipales. Sin embargo, la explosión de insatisfacción, sobre todo entre los jóvenes, que reveló la primavera del 15-M, abrió el panorama y permitió a la desfallecida Izquierda Unida volver a asomar la cabeza en el banquete, bien en solitario, bien entreverada bajo otras siglas en las listas de Podemos, la fuerza que se apropió, no siempre respetándolo, del espíritu del 15-M.
Casi simultáneamente a la aparición de Podemos en el panorama electoral, vio la luz en el ámbito nacional Ciudadanos, un partido "ni chicha ni limoná" que poco a poco fue ocupando el espacio de la UPyD de Rosa Díez, aunque con más proyección en el panorama nacional, porque, reconozcámoslo con tristeza, el anticatalanismo del que había nacido Ciudadanos ha tenido siempre más mercado en toda España que el espíritu vengador contra ETA o cualquier salida pacífica para la banda y, una vez desactivada la organización terrorista, para algunos, tenía más sentido el crecimiento del partido de Rivera, pese a su gusto por las alianzas ambiguas y clandestinas.
Pasamos por tanto de dos partidos con peso en las instituciones a cuatro, cuatro partidos que, en lugar de engrasar la maquinaria del sistema, acabarían gripándola, cuatro partidos que hace sólo dos años, y por dos veces, llegaron a sendas situaciones de bloqueo en la formación de gobierno que, finamente y tras el paso al frente del diputado Sánchez, que se postuló para asumir la investidura, declinada por Mariano Rajoy,  se resolvieron mediante la abstención, impuesta y a regañadientes, los diputados del PSOE, para la reelección de un Rajoy en claro declive y acosado por el cerco judicial a la corrupción del PP. 
Aquella reelección penosa, tras meses de inoperancia, desembocó en la moción de censura presentada por el PSOE en nombre del ya ciudadano Sánchez a días de la condena del Partido Popular en juicio por la trama Gürtel. Aquella moción dio paso a ocho meses de gobierno de Pedro Sánchez que, tras ver rechazados sus presupuestos en el Congreso, convocó unas elecciones que ganó claramente, aunque sin mayoría que pueden llevarnos a otro impasse como los vividos hace dos años.
No hablemos ya de la situación en que los malabarismos del partido de Rivera, que, abandonando el que parecía su objetivo primordial, liderar la oposición, y después de una serie de fichajes a diestro y siniestro más que desconcertantes, acuciado por las prisas y una ambición ciega, ha decidido dar a Casado y su partido lo que los ciudadanos no quisieron darle en las urnas, a cambio de casi nada y blanqueando de paso todo lo que de siniestro, machista, xenófobo, autoritario y poco o más bien nada democrático tiene el partido de la extrema derecha, Vox, colaborador necesario en la alteración de los deseos expresados en las urnas por los ciudadanos.
Creo que la única salida es el establecimiento de la segunda vuelta en las elecciones que, como en Francia, resuelva estos laberintos poselectorales que ahora se resuelven mediante pactos no siempre claros y no siempre justos, dejando que sean los ciudadanos quienes resuelvan entre las dos opciones que resulten de las alianzas entre partidos en una nueva e inmediata consulta ya inapelable, porque el pacto, sea el que sea, necesitará el refrendo inmediato en las urnas de los ciudadanos. Un sistema que garantiza una mayor estabilidad, porque el resultado, en el peor de los casos, ha sido decidido dos veces en las urnas.
Creo que deberíamos ir pensando en ello, porque lo que no puede ser es que, como está ocurriendo en ayuntamientos y puede ocurrir en gobiernos autónomos, un partido, el que menos votos ha recibido de los cinco grandes sea el que a cambio de un poder inmerecidos, decida quien gobierna los cuatro años siguientes.

viernes, 14 de junio de 2019

NO ES POR LOS VECINOS


Tomadme por ingenuo, pero, sinceramente, yo creí, quizá porque tengo el corazón y el cerebro a la izquierda, que quienes pretenden el poder, especialmente en los ayuntamientos lo buscan para servir a los ciudadanos, en este caso a sus vecinos. Ahora, a unas pocas horas de la constitución de los miles de ayuntamientos que hay en España, otra vez he de caerme de ese guindo que riego con mis deseos y creencias. Muchos de quienes mañana serán alcaldes, por no decir la mayoría, buscaban la vara, no para conseguir escuelas o centros de salud, sino para que su cuñado, su primo, su amiguito del alma o quién diga su partido se queden con las obras, a veces innecesarias, que tiene pensado emprender en los próximos cuatro años.
Nunca me ha gustado mandar, casi tan poco como que me manden, y por eso no entiendo ese empeño de algunos en quedarse con la vara de alcalde. Sólo soy capaz de explicármelo si lo hace por servir a sus conciudadanos, otra vez el guindo, otra vez la ingenuidad, impulsado por ese espíritu, tan escaso entre nuestros políticos, de asumir el sacrificio propio, para conseguir el progreso de su ciudad. Por eso admiro a personajes que, como Manuela Carmena, han alcanzado la cima del prestigio en cada una de sus profesiones, Carmena como juez, para dedicarse a los demás, cuando podría retirarse de la vida pública, para disfrutar de ese respeto tan merecido.
Escribo esto cuando estamos a menos de veinticuatro horas de la ceremonia que marcará el rumbo de los próximos cuatros en nuestras ciudades, la ceremonia que determinará en qué barrios la limpieza será más esmerada, a qué barrio llegarán más autobuses, más nuevos y con qué frecuencia, qué calles serán más seguras, en cuales se harán nuevos polideportivos y cuánto tiempo estarán abiertos, porque habrá personal para atenderlos, dónde y cuántas escuelas infantiles, guarderías públicas, se abrirán, cuántos mercados, para los vecinos, no para turistas, se abrirán, quién cuidará de nuestros parques y zonas verdes, quién asfaltará nuestras calles, qué calles, quién y cuándo reparará los baches en calles tan precariamente empedradas que, más que baches tienen zanjas, Maldonadas, en Madrid, por poner un ejemplo,,, y así un largo etcétera de acciones, en el que, por lo que se ve, nadie pensó en campaña y dudo que vuelvan a pensar si se salen con la suya.
Conviene recordar, para que no caiga en el olvido, que no hace tanto, barrios como El Carmelo, en Barcelona o El Pozo del Río Raimundo, en Madrid, barrios en los que los vecinos tenían que cruzar con los zapatos limpios en la mano los barrizales que tenían por calles, hasta que ellos mismos las pavimentaron. Conviene recordarlo para no permitir que los nuevos ayuntamientos acaben olvidando, como aquellos lejanos ayuntamientos del franquismo, que los vecinos deben ser su primera prioridad.
Lo escribo, mientras me llega los ecos del cambalache frenético con el que unos y otros se empeñan en sumar, mezclándolos bizarramente, votos incompatibles, conseguidos con mentiras y vetos que se han visto insostenibles, para alcanzar el poder y la gloria, usurpados a los vecinos que tendrán que esperar cuatro años para rectificar o volver a equivocarse. Se ofrecen condiciones humillantes para que una minoría, arrinconada por los votantes, decida con su voto y su chantaje quién será alcalde, se ofrecen alcaldías a tiempo parcial, para conseguir la alianza que desaloje a quien consiguió el mayor número de votos, se saltan barreras de honor y se hace vergonzantemente, con cafés clandestinos y vete a saber qué concesiones. Se dice en campaña y se miente como un bellaco que uno se presenta a alcalde por sus vecinos, Rajoy lo dijo de manera más jocosa, pero no, no es por los vecinos, es por ellos y para ellos mismos.

jueves, 13 de junio de 2019

DEMASIADA CÁRCEL


Ayer, supongo que, como muchos catalanes y no catalanes, me asomé al acto final del juicio contra los acusados de ser responsables de los hechos que hemos acabado por llamar "el procés", siguiendo la terminología de los independentistas, eficaces como pocos en el manejo del relato, con ese aparato de información y propaganda que ostentar el gobierno de la Generalitat pone a su disposición. Ese acto final que precedió al "visto para sentencia" del presidente Marchena, consistió en el uso de la palabra, la última palabra que el derecho procesal otorga a los acusados y al que ninguno de los trece acusados quiso renunciar.
De los discursos ante la sala, improvisados unos, escritos otros, puede desprenderse el perfil de cada uno de ellos. Los hubo prudentemente altivos, los hubo desde la soberbia más evidente, los hubo incluso dictados por la cobardía y la soberbia. En la mayoría de ellos hubo asunción, sólo relativa, de la responsabilidad de lo que ocurrió en esos vertiginosos meses de septiembre y octubre de 2017. Cada uno de ellos, salvo Jordi Cuixart, que asumió plenamente el papel de mesías, crucifixión incluida, trató de ponerse a salvo, jugando, a mi juicio burdamente, con la preeminencia de los derechos que como ciudadanos tienen, sobre las obligaciones que además tienen, teniendo en cuenta su posición y las responsabilidades que, se supone, debían haber asumido al formar parte del Estado.
Del mismo modo que jugaron con los derechos y las responsabilidades, lo hicieron también con las culpas y las creencias, como creyéndose actores, juguetes de un destino superior e inapelable que, antes o después, acabará por triunfar, gracias a su impulso y su sacrificio. Ese fue el caso del mismo Cuixart y, claro, el de Oriol Junqueras que se definió como un padre de familia llegado a la política ya en su madurez y que invocó, como casi todos, al diálogo que, cuando estuvo en sus manos, no quiso explorar, siendo como era por aquel entonces vicepresidente de la Generalitat y figurando como impulsor de la proclamación de la efímera independencia.
La que fuera presidenta del Parlament de Catalunya, Carme Forcadell, elegante como siempre, en el atuendo al menos, vino a decir que no sabía por qué estaba allí, que se la había acusado por quién era y no por lo que hizo, que siempre había estado a favor del diálogo y la palabra, olvidando y, de paso, pretendiendo que olvidásemos que fue ella y no otro quien negó a la oposición la posibilidad de debatir en el plano aquellas leyes absurdas que pretendieron dinamitar de un plumazo, no sólo la Constitución sino, también, el Estatuto de Autonomía dentro del que se estaban moviendo.
Así unos y otros, más o menos dignos de piedad, más o menos horma de ese zapato con el que pisotearon el marco legal hace casi dos años, pero todos con la dignidad de haber asumido en su momento la obligación de presentarse ante un tribunal que, como pudieron comprobar, les podía enviar a la cárcel. Por eso fue ensordecedor el silencio sobre quienes no estaban ante el tribunal, en especial, el verdadero responsable de todo, Carles Puigdemont, hoy en su cómodo retiro de Waterloo, cómodo comparado con las celdas de sus compañeros, arrastrados o no por él a aquel destino. Un silencio que se encargó de romper Santi Vila, el conseller que se fue del gobierno cuando se dio cuenta del desastre al que Puigdemont les llevaba. Por eso no dudó en señalarle en su alegato final como el responsable del "despropósito" en el que todo acabó. Habló en su turno, para mí el más interesante de todos, de la sucesión de hechos y acontecimientos que, inevitablemente, conducía a lo que ocurrió. Habló de ello y de cómo nadie supo o quiso verlo, Habló del lehendakari Urkullu y de cómo fue traicionado por Puigdemont el acuerdo alcanzado para convocar elecciones y poner el contador de nuevo a cero para encontrar una solución al bucle infernal en que unos y otros habían convertido el futuro de Cataluña. No pidió nada para sí, salvo que la sentencia fuese un primer paso hacia esa salida.
Exactamente lo mismo que yo, que amo profundamente a Cataluña y que quiero lo mejor para ella y sus gentes, todas, quiero una Cataluña tan madura como la imaginé siempre, al lado del resto de España, una Cataluña que no será nunca como la quiero si la sentencia se convierte en escarmiento, una Cataluña que deje de ser argumento para la demagogia de la peor de las derechas que hoy son todas, una Cataluña que tenga cosas más importantes en qué pensar que en lazos y presos, una Cataluña, en fin, de todos y para todos los catalanes. 
Espero que esa Cataluña llegue y que la sentencia sea, como digo, el primer paso, porque si me resultó penosos comprobar como la cárcel, ya va para dos años, ha deteriorado a la mayoría de los acusados, no quiero ni imaginarme lo que sería con las penas, a mi juicio desproporcionadas, que se han pedido para ellos. Es demasiada cárcel, para ellos y para cualquiera.

miércoles, 12 de junio de 2019

YA HAN PASAO'


La Historia que estudiábamos de niños, cuando más dados somos a creer en cuentos, nos hablaba de grandes gestas, de resistencias heroicas que se vencían cuando, al final, alguien conduce al sitiador por el pasadizo secreto o la puerta oculta en las murallas que conduce al interior de la ciudad situada. Pues eso, exactamente eso, es lo que ha pasado en la Comunidad de Madrid y puede acabar pasando en el ayuntamiento de la capital y en otras muchos gobiernos autónomos o municipales.
El traidor, colaborador necesario para franquear el paso a Vox hasta el corazón de esas instituciones ha sido y será Ciudadanos, cansado de perseguir por las buenas, con decencia, su llegada al poder que,  acuciado por no sé qué prisas, acaba de apoyarse en la debilidad del PP y en las ansias de Vox por cruzar la muralla, para disfrutar de su trocito del pastel, contaminado eso sí por el veneno de la extrema derecha, a cuyo apoyo no ha querido renunciar, plenamente consciente de lo que hacía, no sé si también de sus consecuencias.
Vox, meloso y cautivador en los últimos días, no ha podido resistirse a enseñar su verdadera cara, y no ha tardado ni un minuto en organizar una romería "patriótica" al despacho ocupado hasta ahora por un diputado de la que será su oposición, para cambiar un cartel que ensalzaba la igualdad de todos ante la Ley por un retrato del rey, supongo que como antídoto contra el deseo democrático que adornaba la pared.
Lo ocurrido ayer en Madrid, ese acuerdo entre PP, Vox y Ciudadanos, porque Ciudadanos está en el acuerdo y no sólo a título lucrativo, como el PP lo estaba en la trama Gürtel, sino que, amén de ese café clandestino entre Rocío Monasterio e Ignacio Aguado que propició la popular Díaz Ayuso, el partido de Rivera en Madrid, conducido en la parlamento autónomo por el "odiador" de todo lo que huela a izquierda Ignacio Aguado, ha aceptado sentarse a la mesa del banquete con los de Abascal y, aparentando hacerle ascos, por aquello de guardar las formas, compartir comida y bebida con ellos.
De momento, ha cedido al PP los votos necesarios para cubrir el hueco que dejaban en los de Ayuso, los que "graciosamente" traspasó a Vox, para alcanzar una de las presidencias de la Asamblea y quién sabe cuántos cargos del gobierno autónomo.
La maniobra, aún no está claro si legal, del trío de Colón no ha sido posible sin el conocimiento y el consentimiento de Ciudadanos, que ha dejado de ser ambiguo para hundirse hasta las trancas en la derecha cooperativa que gobernará a los madrileños los próximos cuatro años, gestionando los más de veintidós mil millones de euros de su presupuesto, de modo que, de todo lo que hagan, nos hagan, los socios de Ciudadanos desde el gobierno de Madrid, podremos corresponsabilizar a Ciudadanos, el partido que ha hecho posible la entrada de Vox en las instituciones, de Andalucía, Murcia y Madrid de momento, incluso quedando en minoría frente al dúo PP-Vox, que no tardará en dar dolores de cabeza, si no a todo e partido, sí a quienes, dentro de él, creían en su presunto centrismo. 
También, a quienes creían sinceramente a Albert Rivera cubierto de banderas arco iris, que no van a tardar en sufrir en sus carnes la homofobia de sus nuevos socios, homofobia que ha llevado a más de un candidato de la propia Vox a renunciar a sus candidaturas y, en su caso, a sus actas ya conseguidas "por razones de salud".
No quiero ni imaginarme como van a ser estos cuatro años que tan chuscamente arrancaron ayer. Sólo espero que, como pretende el partido de Errejón, el Tribunal Constitucional revoque la adjudicación de los puestos en la mesa de la Asamblea de Madrid, en la que, a su partido, Más Madrid, con un 15% de los votos, se le prive de un puesto en la mesa, para dárselo a Vox, que no alcanza el 9%. No quiero ni imaginarme como van a ser estos cuatro años con un aparato de bloqueo de cualquier iniciativa de la izquierda que no le parezca bien a Vox. No quiero ni imaginarme como será la vida de los madrileños ahora que "ya han pasao'".

martes, 11 de junio de 2019

¿2015?


Me considero progresista, dicho de otro modo, de izquierdas, cono prefiráis, y cada vez que he ido a votar, que han sido todas, lo he hecho por la izquierda, desde el PCE de Carrillo al PSOE, pasando por Izquierda Unida y Podemos. Del mismo modo, nunca he creído en profetas ni en mesías, que me producen sarpullido porque son, lo fue Anguita y lo es Pablo Iglesias, ambos con demasiado pasado en común, porque son como la mala levadura, que suben el bizcocho tan rápido como rápido y mustio lo dejan en poco tiempo.
También me cuesta entender que algunos personajes se creen más listos y más de izquierdas que toda la izquierda en su conjunto, gente que no entiende que, si tres de cada cuatro votantes de izquierda han dado su voto al PSOE, no deben arrogarse la representación ni la orientación ideológica de todos ellos. Hacerlo no deja de ser un acto de soberbia miope que, si bien funciona en el espacio limitado de los círculos morados, en el resto de la izquierda, porque, por más que repitan su letanía, el PSOE también izquierda, les guste o no, esa izquierda posibilista tan criticada que, a la larga, consigue más avances sociales que décadas de promesas imposibles de cumplir.
Podemos no puede apropiarse de la conciencia de quienes hemos dado nuestro voto a la izquierda, en mi caso al PSOE de Pedro Sánchez, que el otro, el de los bono y los gonzález murió en las primarias que ganó Sánchez después de la ignominia de aquel golpe que le dieron en Ferraz tras su negativa a dejar el paso libre al PP todavía de Rajoy, más tolerable pese a todo que este caballo desbocado que monta Pablo Casado.
Entiendo que, en su miopía, Pablo Iglesias trate de poner a salvo su liderazgo y su maltrecho prestigio haciendo ver a propios y extraños que "domará" al candidato socialista, obligándole a darle nada más y nada menos que una vicepresidencia para políticas sociales, o algo así, desde la que él, conciencia crítica de la izquierda, velaría por el bienestar de los ciudadanos, también de los que dimos nuestros votos al PSOE. Hay que verlo así, como una operación de imagen, otra, en la que el protagonista del vergonzante cartel de "vuELve", no espera, como un Napoleón de este siglo, a ser coronado con esta hipotética vicepresidencia y, como Napoleón tomó la corona imperial de las manos del papa de turno, sin esperar a más y se la ciñe él mismo, en la primera entrevista radiofónica después de haber tenido la ocurrencia.
Debería aprender de Rafa Nadal que, tras ganar su duodécimo Roland Garros, nos regaló el consejo de no soñar con el trofeo, ni ese ni ninguno, sino con el entrenamiento del día siguiente o, lo que es lo mismo, con el camino y el esfuerzo para conseguirlo.
Pablo Iglesias, tan poco dado a la autocrítica y sí al "masajeo" servil de Juan Carlos Monedero y sus afines no se ha parado a pensar que el comienzo de Podemos, que, quiéralo o no, es el suyo y por su culpa, comenzó en aquellas negociaciones para formar gobierno de 2015, en las que rompió la baraja, forzando unas elecciones generales en las que esperaba cosechar más votos y escaños, a costa de esa "izquierdita cobarde" en que, sin llegar a verbalizarlo, cree que se ha convertido el PSOE.
Los votos de Podemos le son necesarios a Sánchez para alcanzar la investidura, aunque no le bastan, por lo que Iglesias no debe atar de pies y manos al socialista, que necesita de los votos de la derecha y el nacionalismo moderados. Si lo hace, si lo echa todo por los aires, y hay que convocar nuevas elecciones, no tengo muy claro quién saldrá ganando, sí que quien más perderá será la izquierda y que Podemos, al contrario de lo que creen él y sus fieles, puede quedar como un juguete roto por la inconsciencia de su líder. Debe evitar a toda cista y, de momento, no lo está haciendo, volver a hacer el camino de aquel 2015, porque, como dijo ayer el ministro Ábalos, "las urnas tienen memoria".

lunes, 10 de junio de 2019

FUERA CARETAS!!


Ya está. Perded toda esperanza. Ciudadanos es derecha pura y dura y, si sus votantes creían otra cosa, que vayan penando en cambiar su voto, pero que no se preocupen, porque van a tener tiempo para hacerlo: cuatro años en los que vamos a ver, ellos también, el verdadero rostro del partido de Rivera.
Anoche nos enteramos de que, sin luz ni taquígrafos, en un hotel, como los amantes furtivos que esconden su amor o sus vergüenzas, se encontraron más o menos clandestinamente Ignacio Aguado, de Ciudadanos, y Rocío Monasterio, de Vox, para tratar de los "apaños" el cambio de cromos en el zoco, usando la terminología de unos y otros, a qué están dispuestos a llegar para repartirse el gobierno t los puestos clave de la Asamblea de la Comunidad de Madrid.
Lo curiosos es que, a quienes conservábamos alguna esperanza, alguna fe, en el partido de Rivera o en su discurso nos costó creer, no ya lo que estaba pasando, que siempre lo hemos creído posible, sino que la cosa fuese tan burda como para dejarse ver juntos en un lugar público. Luego, conociendo más del encuentro, sabiendo que la celestina de esa tarde de amor clandestino había sido Isabel Díaz Ayuso, la tercera pata del "ménage a trois" que, salvo un milagro, y los milagros no existen, nos va a gobernar y va a administrar nuestros dineros los próximos cuatro años.
Confieso que me costaba creerlo, como me costó creer que los diputados Tamayo y Sáez, elegidos en la lista del socialista Rafael Simancas, desaparecieron, también en un hotel, para generar el quorum que necesitaba Esperanza Aguirre para gobernar Madrid, iniciando una etapa de gobierno que ha llegado hasta nuestros días, en la que la corrupción floreció en Madrid, mientras se desmantelaba o se deterioraba lo público, para regocijo de las ranas del charco de la condesa y perjuicio de todos los madrileños.
En este caso, nada es casual ni es inocente. El interés de Ayuso en que Aguado y Monasterio de viesen estaba en que Ciudadanos accediese a dar una silla a los ultraderechistas de Vox en la mesa de la Asamblea de Madrid, el órgano que, bajo control monocolor, puede decidir el signo de la legislatura, bloqueando determinadas iniciativas y dando paso a otras, como pudimos ver en el Congreso de la pasada legislatura, en el que la hoy tan loada Ana Pastor hizo y deshizo primero al antojo de Rajoy y luego en contra de Pedro Sánchez, impidiéndole sacar adelante muchas de las leyes con que quería adornar su corto mandato hasta las elecciones. 
Una vez perdidas las esperanzas en Madrid, ayuntamiento y comunidad, centro mis esperanzas en que quienes realmente creyeron en los principios del partido de Rivera se sientan incómodos con el pasteleo madrileño y trabajen para defender su independencia en cada autonomía o para minar el liderazgo autoritario y un tanto esquizofrénico de Rivera. De momento Valls ya lo ha hecho desde su lista en Barcelona, aunque sin demasiada fuerza y habrá que ver si el ejemplo cunde en autonomías como, por ejemplo, Castilla-León, donde el largo brazo de Rivera y los suyos estuvo a punto de echar por tierra el trabajo de su propio partido en la región.
No son muchas las esperanzas, al menos a corto plazo, aunque a uno le consuela pensar que, de aquí a que pasen los próximos cuatro años, que van a ser muy duros, los votantes honrados de Ciudadanos, que también los tiene, tomen nota de lo que está a punto de pasar y se ocupen de que no se repita, bien porque cambien su voto o bien porque propicien un cambio en el liderazgo del partido. Será, en todo caso, la mejor de las consecuencias de ese ¡fuera caretas! que ayer se escenificó en un hotel de Madrid y que Díaz Ayuso quiere repetir, ya con el trío al completo, para que no haya dudas de que, con los votos de su odiado Ciudadanos y los de la extrema derecha, será la nueva presidenta, otra del PP, de la Comunidad de Madrid.

viernes, 7 de junio de 2019

SUPLENTES DE DIOS


Hace muchos años que, gracias al contacto directo con personajes como el desaparecido Joaquín Navarro Estevan, conocido como "juez Navarro" en el mundo de las ondas, llegué a la conclusión de que, por desgracia, la principal característica de muchos jueces es la de la soberbia y tanto es así que estoy seguro de que si finalmente opositan a la judicatura es porque la plaza de dios lleva mucho tiempo sin convocarse.
Los jueces, en el mejor de los casos, se atienen a la textualidad de los artículos de las leyes que invocan, pero demasiado a menudo lo que más pesa en sus decisiones son sus creencias de todo tipo, religiosas, políticas que, a veces, traspasan el papel en el que están escritas las sentencias y destilan humores que impregnan el aire para quien las lee, no ya de un fuerte olor a rancio, sino de ese olor indescriptible que acompaña al miedo.
No hablaré de la insultante sentencia impuesta a "la manada" ni de todas las decisiones que sobre ella se tomaron posteriormente, tampoco del "movidón" judicial que, en el Supremo, libro a los siempre poderosos bancos de devolver a sus clientes los gastos notariales de las hipotecas contratadas con ellos, mucho menos del garantismo ralentizante de todos los jueces que han levantado y levantan sus barricadas de procedimiento, para que los restos del sanguinario dictador Francisco Franco salgan de una vez del recinto en el que, como una guardia de honor encadenada para siempre, acompañan los restos del responsable de sus desgracias y la de sus familias. Sobre cada una de esas decisiones todos hemos escrito alguna vez, quizá demasiado, y creo que de sobra ha quedado clara nuestra opinión.
Manadas, hipotecas y exhumaciones atrapadas en una ciénaga de formalismos bien gestionada por el abogado, cuñado del exministro Gallardón, por cierto, y el mucho dinero de origen nunca investigado de los herederos, afrentan la inteligencia y los principios de cualquier ciudadano que crea realmente en el sistema. Sin embargo, otra decisión judicial, colegiada en este caso, me ha disparado todas las alarmas, despertándome serias dudas sobre la rectitud y oportunidad de algunas decisiones.
Me estoy refiriendo al suicidio asistido de María José Carrasco, la mujer aquejada de una grave enfermedad degenerativa, a la que su compañero, Ángel, ayudó a quitarse la vida ante las cámaras, después de haber manifestado su deseo de acabar así con su sufrimiento de décadas. Un caso, éste, comprendido y en cierto modo archivado ya por la mayor parte de la sociedad, que comparte las razones de la pareja y en modo alguno quiere que Ángel, los brazos necesarios para emprender ese último viaje que su compañera ya no podía utilizar, sea condenado por lo que fue un gesto de amor.
Pues bien, la Audiencia Provincial de Madrid ha decidido que el caso abierto tras la muerte asistida de María José sea investigado como un caso de violencia de género, como pretendía la primera jueza encargada del caso, una decisión que uno no sabe si atribuir al sarcasmo de los magistrados o a esa inercia que lleva a los jueces a "trabajar a reglamento", acogiéndose a la literalidad de la ley, para no tener que pensar, mucho menos a tomar decisiones que contradigan sus principios morales, pese a que estén a años luz de los de la sociedad en la que viven.
Un dato más que en absoluto me ha sorprendido, entre los magistrados de la sala que ha tomado la decisión de seguir investigando el caso como violencia de género está el juez que fue sorprendido por un micrófono abierto mientras hablaba despreciativa mete e insultaba a una mujer que denunciante de un caso de violencia que debía juzgar.
Sea por lo que sea, que el caso de María José y Ángel siga en un juzgado de violencia de género es un insulto a la inteligencia y una prueba de que es necesaria una revisión de la Justicia y de las leyes de este país, para que no quepan paradojas ni escarnios y para que nadie se crea con derecho a imponer sus criterios por encima del sentido común. Y, claro, también una ley que regule definitivamente la eutanasia para que ni médicos ni jueces asuman el papel de suplentes de dios.

jueves, 6 de junio de 2019

SÁBANAS O BANDERAS



No sé cómo se apañan los partidos, en especial los de derechas, para que nunca o casi nunca afloren en las campañas electorales los verdaderos problemas de la gente. No lo sé a ciencia cierta, aunque creo que los medios de comunicación tienen mucho que ver en ello. Lo digo hoy en que después de meses de guerras de lazos y banderas, de balcones escupiendo ideología, que no patriotismo, se ha hecho el silencio, para ir al tomate, a lo que realmente les importa, que es cómo formar los gobiernos y, con ello, poner sus manos sobre los presupuestos, miles de millones, que son más de veintiún mil en el caso de Madrid, con los que deberían atender a las necesidades de los ciudadanos, aunque en más de una ocasión acaben en manos de socios o amigos, que luego son generosos con el amigo en el poder o con su partido.
El gobierno de Madrid adornaba el balcón de su sede de la Puerta del Sol con una enorme bandera de España, de punta a punta lo cubría y no sé si lo cubre, redundando con las que por ley deben ondear en él. Un balcón tras el que se reúne el gobierno de Madrid, de color azul desde hace décadas, para tomar decisiones que, se supone, deberían ir en beneficio de los ciudadanos, especialmente de los más débiles, un balcón, en fin, tras el que han tenido su despacho Alberto Ruiz Gallardón con sus obras faraónicas,, Esperanza Aguirre con sus ranas, Ignacio González con sus líos del Canal, Cristina Cifuentes con su máster y sus cremas, Ágel Garrido con su resentimiento traidor y Pedro Rollan que apenas va a tener tiempo para nada.
Sorprendentemente, los madrileños, muy de derechas mal que me pese, no hicieron lo suficiente con sus votos para impedir que las gaviotas siguiesen anidando en ese balcón, que, esta vez otra vez con los votos de la ultraderecha, además de los de Ciudadanos. Y eso que la lista de casos de corrupción directamente relacionados con el PP o sus dirigentes es en Madrid tanto o más voluminosa que lo es la del PP de tiempos de Camps y Rita Barberá y que los procesamientos y los banquillos seguirán goteando sobre la primera planta de la sede de Génova, 13, la que ocupa el PP madrileño, si es que la realidad no les obliga a vender un edificio que guarda tantas miserias y secretos.
El caso es que hoy, cuando han transcurrido más de diez días desde las elecciones y Ciudadanos, el adalid de la lucha contra la corrupción, al menos eso dice quien sostuvo a Cifuentes y Garrido, se empeña en defender que todo va a cambiar, que ya nada va a ser igual, para negar sus votos o su abstención al ganador de las elecciones, el socialista Ángel Gabilondo, y sumar su apoyo a Isabel Díaz Ayuso al de la ultraderechista Vox, hoy, nos enteramos de que al Hospital Ramón y Cajal, Piramidón cariñosamente, la ropa de cama, los camisones y los pijamas del personal llegan sucios o rotos y, por tanto, inservibles para garantizar la higiene y dignidad de los pacientes y el personal. Se lo he escuchado esta mañana a enfermeros y otros empleados del centro que cada día descubren con sorpresa, si no con asco, que las sabanas sobre las que han de curar a sus pacientes o con las que han de hacer sus camas tienen manchas de heces, restos de esas curas o, simplemente están rotas.
Todo ocurre desde que la consejería de Sanidad, entonces bajo el mando del consejero Lasquetty, cerró la lavandería del hospital para externalizar el servicio, adjudicándoselo a una empresa privada que tiene además la concesión de varias cafeterías, a la que en el pliego de condiciones del contrato se le "consiente" devolver hasta un 45% del material que se le encomienda en las condiciones que describen los trabajadores del centro.
Es sólo un ejemplo, pero creo que un ejemplo evidente de la moralidad de quienes cuelgan banderas en los balcones, cuando deberían colgar esas sábanas y esos pijamas sucios y destrozados, mientras, desmantelando y deteriorando la sanidad pública, se llenan los bolsillos o se aseguran un cómodo futuro en el sector privado, para el que realmente trabajan.

miércoles, 5 de junio de 2019

QUE LE CORTEN LA CABEZA


Mucho se ha escrito sobre el fracaso y sus responsables. Está la clásica sentencia que advierte de que el triunfo tiene muchos padres y el fracaso, ninguno. También aquello de que los mejores son quienes se muestran humildes en la victoria y grandes en la derrota y, claro, eso de que lo importante no es no tener la culpa sino tener a quien echársela. Pues bien, todas estas frases. todas, parecen escritas para el único político español que nunca se ha equivocado o al menos eso piensa él y que no es otro que Pablo Iglesias.
Iglesias es muy dado a "colgarse medallas" cuando las cosas van bien. Tanto como a quitarse de en medio cuando vienen mal dadas. Está convencido de que él y sólo él puede ganar este país para la izquierda y es capaz, lo fue en 2015, de llevar al país a una repetición de elecciones. seguro de que las urnas se habían equivocado y de que su partido merecía estar por encima del PSOE, avejentado y poco digno de confianza.  Se equivocó entonces como se equivoca ahora, porque en esa "segunda vuelta" forzada por su intransigencia a la hora de pactar con Sánchez, los electores le hicieron pagar en votos, en muchos votos, aquella soberbia que le había llevado incluso a "hacerle" el gobierno al candidato socialista.
Desde entonces a ahora no ha mejorado mucho, más bien nada, y si lo ha hecho ha sido sólo por pura estrategia, dominando sus ansias de poder, su convencimiento de que, antes o después, llegaría el tan ansiado "sorpasso", tan querido para él como para su amigo y mentor Julio Anguita, tal para cual, que aún sigue convencido de que ni él ni su "pinza" con Aznar contra González tuvieron nada que ver con el hundimiento de Izquierda Unida. 
Iglesias sigue siendo incapaz de reconocer sus errores de táctica o de estrategia, empeñado intentando convencerse y convencernos de que su modelo de país, su proyecto para la izquierda es el correcto, el que ha dibujado sobre el papel y que son la realidad y los otros los equivocados. Quizá por eso se empeña en hacer las autocríticas en plural, diluyendo su culpa en otra de un colectivo que, sabemos por experiencia, ni siquiera respira sin su consentimiento.
Con lo que no contaba el líder de Podemos es con esa verdad que nos enseña la experiencia, la de que se puede engañar a todos durante algún tiempo o a algunos todo el tiempo, pero es imposible engañar a todos todo el tiempo. El amigo Iglesias viene comportándose como un niño malcriado y soberbio, al que no se puede llevar la contraria, un niño que tiende a levantar la barricada de la consulta telemática a las bases cuando, como en la polémica adquisición del chalé de Galapagar, su sensatez se pone en duda.  Y lo hace casi siempre con trampas, por ejemplo, entonces, ligando lo acertado de la decisión a su permanencia en la cúpula de Podemos, haciendo caer a "los inscritos" en la trampa de un chantaje emocional innecesario que acabó dando el visto bueno a la operación, aunque dejando seriamente tocada su credibilidad.
Ahora, cuando los malos resultados se encadenan como un tren imparable y después de que sus más fieles, salvo su compañera, hayan dejado la organización, en silencio o a voces, lo único que se le ocurre a Iglesias es seguir los pasos de la reina de corazones del cuento de Alicia, cortando la cabeza de los que tiene a mano, aunque, con ello, se venga abajo la nómina de sus defensores.
Lo acaba de hacer con Pablo Echenique, al que colocó al frente de la secretaría de organización de la organización y al que ahora culpa de la falta de implantación territorial de Podemos, como si la bipolaridad de su mensaje no tuviese nada que ver con el fracaso de las últimas elecciones. Pobre Echenique, que, a cambio de un enigmático puesto de supervisión en las negociaciones con el PSOE, ve como su cabeza es colocada en una pica en el fortín del irreductible Iglesias. Y es que, como me enseñaron, lo importante no es no tener la culpa, sino tener a quien echársela y, si hay niños en casa, a ellos.

martes, 4 de junio de 2019

HACERSE MAYORES


La constitución española, el traje con que, dicen, nos vestimos, tiene ya cuarenta años, achaques y las costuras reventadas. Vamos, que ya iría siendo hora de que alguien con la madurez y el valor que se requieren se atreviese a buscar el acuerdo para ensancharla de aquí y de allá, para que los españoles, todos nos sintiésemos cómodos en ella. Sería lo lógico y es lo necesario, pero, para ello, tendríamos que contar con unos partidos políticos, no sé si otros, capaces de ponerse a la tarea, con generosidad y sensatez, algo que, de momento, parece escasear en el panorama político.
Tenemos unos partidos políticos, alguno con más de un siglo y cuarto de experiencia, otros con apenas seis años de vida, que no acaban de salir de la infancia. Una infancia de dibujos animados y juegos de patio, léanse la estridente televisión, la Sexta, empeñada en marcar la pauta a los partidos, dando y quitando razones y protagonismo, unas veces a Podemos y otras a Vox, como queriendo ser el "Gran Hermano", de Orwell, claro, que todo lo ve y todo lo controla, como si estuviese enfermo de intervencionismo.
Lo digo, porque los partidos y también muchos ciudadanos, vivimos ensimismados ante ese televisor que sólo os muestra una parte, exagerada siempre, de la realidad, corregida, aumentada y estridente, que no siempre se ajusta, siquiera por asomo, a la realidad. En el carrusel de imágenes en el que han convertido nuestras vidas, sobran declaraciones y contradeclaraciones y falta realismo, permitiéndose absurdos como los de difundir sin parpadear afirmaciones tan absurdas como la última de Ciudadanos que ayer pretendía participar en gobiernos, del PP o del PSOE, se entiende, de los que de ninguna de las maneras estuviesen Podemos o Vox, algo que, incluso contando con los dedos, resulta claramente imposible. 
Sin embargo, nadie les dice que se equivocan, que así es imposible, que tendrían que ceder en alguna de sus condiciones, mientras el reloj corre y dentro de unos días les entrarán las prisas que no siempre conducen a buenas soluciones. Resulta muy fácil, demasiado, cavar trincheras, levantar alambras y sembrar minas en el campo de negociación, trincheras, alambradas y minas que, luego, van a impedir o a hacer difícil de explicar cualquier acuerdo al que se pretenda llevar.
Hay partidos, como Ciudadanos, que, como los niños, se definen más por lo que no quieren hacer que por sus iniciativas. Tanto que me cuesta recordar qué quiere hacer el partido de Rivera y me resulta muy fácil enumerar sus tan cacareadas "líneas rojas" y tabúes, partidos que pretenden cocinar con sólo dos ingredientes un gobierno para el que hacen falta tres, partidos empeñados en hacernos creer que nada tienen que ver con la extrema derecha que abrocha su acuerdo de gobierno y que, de vez en cuando, les sacan los colores exigiendo el listado de funcionarios comprometidos en la lucha contra el maltrato de género o les provocan el sobresalto, enmendando los presupuestos pactados con su socio "decente".
Y si ésta es una cara de la moneda, la otra es ese Podemos en descomposición, que se desmorona por momentos, una vez comprobados y puestos en fila todos los errores y abusos cometidos por su líder, Pablo Iglesias, dueño del parchís de la democracia en el partido, dispuesto a llevárselo a su casa, no diré en dónde, cada vez que le viene mal dadas. Un partido de cuyos fundadores, todos ellos amigos y dados a los abrazos, apenas queda ya sólo "el gran timonel", aunque con la aguja de marear bastante deteriorada después de e tanto bandazo y de tanto estrellarse en las rocas de las urnas.
Que el dios de la información me perdone, pero creo que estos "niños" están muy necesitados de un castigo sin tele, como en los viejos tiempos, o de que alguien les enseñe de nuevo a sumar. No digo que PP, PSOE o Vox no lo necesiten, pero, al menos, están en su papel, cosa que a los citados no les ocurre.  De modo que, cuando cuatro, o cinco partidos, no son capaces de encontrar una solución a la formación de gobierno, pensar en la reformar de la Constitución es más que una quimera. Aunque creo que bastaría con que estos partidos que tenemos o sus líderes se hiciesen mayores.

lunes, 3 de junio de 2019

COMO BADAJOS SIN CAMPANA


No cabe duda de que una campana sin badajo es triste, casi ridícula, aunque siempre cabe esperar que esa campana muda acabe encontrando el martillo, ese badajo, que la vuelva a hacer sonar. Otra cosa es un badajo sin campana, porque, por más que se agite, por más que intente batir para sonar a los cuatro vientos, siempre acabará encontrando el vacío como respuesta a sus esfuerzos. Por eso, si la campana muda, sin badajo, es triste, el badajo desesperado y solitario es más bien triste.
En estos dos meses largos, para algunos larguísimos, de campaña, incluso en la legislatura a la que pusieron fin, ha habido campanas que no han dejado de sonar estridentes a izquierda y derecha, hacia adelante y hacia atrás, hasta el punto de que, en su bronce, no tan sólido como parecía, se han abierto grietas que las han convertido en objetos, si no inútiles, sí menos vistosos de lo que prometían. Estoy hablando, claro, de partidos políticos y, por si queda alguna duda, concretamente de Ciudadanos y Podemos.
Hay líderes siempre dispuestos a tocar a rebato sus campanas, sus partidos, en un toque insistente, inquietante, que, parece, no va a tener fin. Un toque a rebato en el que, demasiadas veces, el sonido de la campana pierde su brillo, cuando no, directamente, se raja. Es entonces cuando no encontramos con ese badajo triste y ridículo, mitad por mitad, pretendiendo imponer su repique sin una campana a la que hacer vibrar, con un partido desencantado y roto que ya no es capaz siquiera de hacer escuchar su mensaje, bueno o malo, coherente o no, porque los excesos, también en el campanario, acaban por pagarse.
Pablo Iglesias se ha empeñado siempre en ser, de todas las campanas, la que suene por encima de las demás, sin darse cuenta de que, a veces, el contrapunto que pone una sola nota es el que convierte en brillante una melodía y de que todas esas campanas son importantes, porque, con sus tamaños, con la diferente calidad de su fundición, todas, conforman la música que se espera del campanario. Y esto que os digo es hoy más evidente que nunca, porque Iglesias se encuentra ante un Podemos más roto que nunca, a un Podemos en el que ya ni se reconocen los más fieles, porque, tras la salida de tantos líderes, de tantos fundadores, tras el continuo fracaso en que parece empañada la formación, hoy, Ramón Espinar, su fiel escudero en el partido en Madrid, llamado a ser el adversario de Errejón, retrata con crudeza la situación del partido en una entrevista a eldiario,es, en la que enfrenta a Pablo Iglesias a la necesidad de un tercer vistalegre y quién sabe si a una refundación del partido con otro liderazgo.
Algo parecido, aunque salvando las distancias, le ocurre a Albert rivera con Ciudadanos, empeñado en ese repique monótono en el que, pese a decirse de centro, algo que cada vez cree menos gente, no hace sino negar cualquier posibilidad de acuerdo con la socialdemocracia que situado más o menos a la izquierda, representa el PSOE. A la campana que con tanto ahínco ha batido Rivera, unas veces de un modo, otras de otro, el último sonsonete, el de eso que llama cordón sanitario y no es otra cosa que el veto impuesto por sus padrinos económicos, le están apareciendo fisuras que llegarán a ser grietas, grietas que acabarán por enmudecerla. El "paracaidista" Manuel Valls, primero, y hoy Luis Garicano, fundador de Ciudadanos y su voz en Europa, se han rebelado contra ese veto ciego que no hace sino empujar a la formación a los brazos de la ultraderecha, algo que, en Europa, desde luego, no se le va a perdonar nunca.
Iglesias y Rivera, Rivera e Iglesias, tienen su campana rota y, por más que se empeñen, en continuar con sus repiques excluyentes, lo que es seguro que acabarán batiendo en el vacío, como esos badajos tristes y ridículos enmudecidos de tanto tocar, tan fuerte, el repique equivocado.