Me encanta esta foto de EFE hecha a la ministra Ana Mato en
el Congreso. Me encanta, porque hay en ella, la ministra, un gesto ambiguo que
no me atrevo del todo a interpretar. Porque qué es lo que expresa su mirada ¿Es
complicidad, es resignación, es un amable reproche al fotógrafo que la ha
sorprendido esta vez sin la protección de sus contundentes escoltas o es
el gesto más pícaro que se puede permitir una alumna de colegio de
monjas que va o viene de la rutinaria comunión, aunque los pantalones sin
duda lo desmentirían? Desde luego, no es la mirada que uno espera de quien ha
de tomar decisiones importantes y las ha de tomar pensando siempre en el bien
común.
La foto está tomada el mismo día en que nos enteramos de que
la Inspección de la Agencia Tributaria ha puesto negro sobre blanco en el
juzgado la evidencia de que la señora Mato viajó con uno de sus hijos
a Eurodisney y que lo hizo con cargo a la tarjeta de crédito de Francisco
Correa. Fue en 1998, cinco años de que Mato, su marido, el propio Correa y otra
decena larga de imputados por su papel en la trama Gürtel asistiesen como
invitados a la boda de Ana Aznar, que también se pagó en parte por la trama y cuya
presencia es defendida por Aznar o su yerno aduciendo que por aquel
entonces no estaban imputados. Cinco años largos negocios con la administración
convenientemente agradecida mediante viajes, coches de lujo, luminarias o
confeti que ahora se mira con lupa en los tribunales y de la que
sólo son capaces de defenderse entonando el "pío pío, que yo no he
sido" o el "no sabía, eran cosas de mi marido". Como acabo de
leer a mi amigo Gabriel Merino, "si Sepúlveda se las colaba dobladas y
ella no sabía..., ¡qué no la estarán colando en el Ministerio!".
Convendría que la señora Mato, la misma que confesaba hace
poco en un reportaje que el momento más feliz del día era mientras contemplaba
cómo visten a sus hijas, recordase cómo aquel "gratis total" de los
pasajes de Carlos Solchaga y familia a Mallorca en un buque de
Transmediterránea, allá por el año 1993, del que tanto se arrepintió, marcó el principio del fin de
su vida en la política activa y su salida del gobierno de Felipe González, en
el que durante años había llevado las riendas de la Economía. Y eso que no hubo
trama ni imputación alguna de por medio. No por ya sabido ver confirmado lo de
la visita de Mato a Mickey ha resultado menos escandaloso. Y es que ayer
llovió sobre mojado, porque nos enteramos de golpe de otras mil y una
triquiñuelas de quienes por ser nuestros representantes deben tomarnos por
tarados. Hay toda una lista.
Por empezar por la izquierda, ese acuerdo secreto del
Parlamento Andaluz, dicen que de espaldas al gobierno, por el que se subían
sueldos y dietas, en tiempos en que todo se recorta y se está poniendo en
la calle a millares de empleados públicos. Y por seguir, no queda otro remedio,
por la izquierda tenemos, por ejemplo, a la presidenta del Partido Popular
en Cataluña, Alicia Sánchez Camacho, que ha visto su sueldo triplicado en plena
crisis, pese a que su opinión no se tiene en cuenta y no figura como invitada
en las reuniones de barones populares para estudiar la
posible financiación asimétrica de las autonomías y que asegura que no
hubo tal subida y que todo fueron compensaciones por las campañas electorales.
Y es entonces cuando yo me pregunto por qué a alguien se le ha de pagar
dos veces por hacer su trabajo. Y qué decir de ese "personal coach",
poco más que un psicólogo con mucha labia, que el presidente valenciano intentó
colar en los presupuestos de la Generalitat y cuya misión era la de entrenar y
reforzar su capacidad de liderazgo, que, como en el caso de las dietas del
parlamento andaluz, se ha apresurado a sacar de las cuentas públicas para pagarlo
de su bolsillo.
Qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte, que diría un hipster
-remedo de pijo sofisticadamente desaliñado- ¿Es que no queda un reducto de
honradez en la política española?
Estando las cosas como están, sólo se me ocurren dos cosas.
Una, que se subvencionen aún más los gin tonics en el Congreso -ahora cuestan
entre tres y pico euros, el barato, y cinco euros, el más
sofisticado- porque deben ser muy necesarios para olvidar el papelón
que hacen cada día en nombre de quienes dicen representar. Otra, que alguien
explique a los responsables del PP que existen unos trocitos de plástico
troquelados, con chip o banda magnética, con los que sus militantes
cualificados, barones o no, pueden pagar sus "gastos de
representación", sin necesidad de andar con sobres en la chaqueta o en el
bolso o fajos de billetes cogidos con una goma en los bolsillos. Ah, que
eso no se usa porque eso deja huella en extractos de cuentas y en
facturas. Claro, claro. En ese caso, para manejar dinero negro, mejor los
sobres y las gomas.
¡País!
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario