viernes, 31 de mayo de 2013

DE VIAJES, ENTRENADORES PERSONALES Y GIN TONICS

 
 

Me encanta esta foto de EFE hecha a la ministra Ana Mato en el Congreso. Me encanta, porque hay en ella, la ministra, un gesto ambiguo que no me atrevo del todo a interpretar. Porque qué es lo que expresa su mirada ¿Es complicidad, es resignación, es un amable reproche al fotógrafo que la ha sorprendido esta vez sin la protección de sus contundentes escoltas o es el gesto más pícaro que se puede permitir una alumna de colegio de monjas que va o viene de la rutinaria comunión, aunque los pantalones sin duda lo desmentirían? Desde luego, no es la mirada que uno espera de quien ha de tomar decisiones importantes y las ha de tomar pensando siempre en el bien común.

La foto está tomada el mismo día en que nos enteramos de que la Inspección de la Agencia Tributaria ha puesto negro sobre blanco en el juzgado la evidencia de que la señora Mato viajó con uno de sus hijos a Eurodisney y que lo hizo con cargo a la tarjeta de crédito de Francisco Correa. Fue en 1998, cinco años de que Mato, su marido, el propio Correa y otra decena larga de imputados por su papel en la trama Gürtel asistiesen como invitados a la boda de Ana Aznar, que también se pagó en parte por la trama y cuya presencia es defendida por Aznar o su yerno aduciendo que por aquel entonces no estaban imputados. Cinco años largos negocios con la administración convenientemente agradecida mediante viajes, coches de lujo, luminarias o confeti que ahora se mira con lupa en los tribunales y de la que sólo son capaces de defenderse entonando el "pío pío, que yo no he sido" o el "no sabía, eran cosas de mi marido". Como acabo de leer a mi amigo Gabriel Merino, "si Sepúlveda se las colaba dobladas y ella no sabía..., ¡qué no la estarán colando en el Ministerio!".

Convendría que la señora Mato, la misma que confesaba hace poco en un reportaje que el momento más feliz del día era mientras contemplaba cómo visten a sus hijas, recordase cómo aquel "gratis total" de los pasajes de Carlos Solchaga y familia a Mallorca en un buque de Transmediterránea, allá por el año 1993, del que tanto se arrepintió, marcó el principio del fin de su vida en la política activa y su salida del gobierno de Felipe González, en el que durante años había llevado las riendas de la Economía. Y eso que no hubo trama ni imputación alguna de por medio. No por ya sabido ver confirmado lo de la visita de Mato a Mickey ha resultado menos escandaloso. Y es que ayer llovió sobre mojado, porque nos enteramos de golpe de otras mil y una triquiñuelas de quienes por ser nuestros representantes deben tomarnos por tarados. Hay toda una lista.

Por empezar por la izquierda, ese acuerdo secreto del Parlamento Andaluz, dicen que de espaldas al gobierno, por el que se subían sueldos y dietas, en tiempos en que todo se recorta y se está poniendo en la calle a millares de empleados públicos. Y por seguir, no queda otro remedio, por la izquierda tenemos, por ejemplo, a la presidenta del Partido Popular en Cataluña, Alicia Sánchez Camacho, que ha visto su sueldo triplicado en plena crisis, pese a que su opinión no se tiene en cuenta y no figura como invitada en las reuniones de barones populares para estudiar la posible financiación asimétrica de las autonomías y que asegura que no hubo tal subida y que todo fueron compensaciones por las campañas electorales. Y es entonces cuando yo me pregunto por qué a alguien se le ha de pagar dos veces por hacer su trabajo. Y qué decir de ese "personal coach", poco más que un psicólogo con mucha labia, que el presidente valenciano intentó colar en los presupuestos de la Generalitat y cuya misión era la de entrenar y reforzar su capacidad de liderazgo, que, como en el caso de las dietas del parlamento andaluz, se ha apresurado a sacar de las cuentas públicas para pagarlo de su bolsillo.

Qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte, que diría un hipster -remedo de pijo sofisticadamente desaliñado- ¿Es que no queda un reducto de honradez en la política española?

Estando las cosas como están, sólo se me ocurren dos cosas. Una, que se subvencionen aún más los gin tonics en el Congreso -ahora cuestan entre tres y pico euros, el barato, y cinco euros, el más sofisticado- porque deben ser muy necesarios para olvidar el papelón que hacen cada día en nombre de quienes dicen representar. Otra, que alguien explique a los responsables del PP que existen unos trocitos de plástico troquelados, con chip o banda magnética, con los que sus militantes cualificados, barones o no, pueden pagar sus "gastos de representación", sin necesidad de andar con sobres en la chaqueta o en el bolso o fajos de billetes cogidos con una goma en los bolsillos. Ah, que eso no se usa porque eso deja huella en extractos de cuentas y en facturas. Claro, claro. En ese caso, para manejar dinero negro, mejor los sobres y las gomas.

¡País!
 
 

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