jueves, 31 de octubre de 2013

MADRID ARENA, UN AÑO YA

                             
 
 
 

Hoy hace un año, a estas horas, probablemente Teresa, Rocío, Cristina, Belén y Katia, pensaban en la fiesta concierto a la que acudirían esa noche, en las amigas, en los amigos, en la ropa y vete a saber en cuántas cosas más puede pensar quién tiene toda una vida por delante. Simultáneamente unos cuantos sinvergüenzas se frotaban las manos pensando en el negocio que iban a hacer duplicando entradas, cobrando por hacer la vista ante el botellón proyectado en el parking del recinto, en todo el alcohol que se iba a vender esa noche, a saber si garrafón o de marca, en todo lo que podrían pasar a quienes tratarían de aguantar hasta el final la fiesta.

Seguro que en algún despacho del Ayuntamiento de Madrid alguien estaría pensando en lo bien que se lo estaba "montando" Ángel Flores, sacando partido a unas instalaciones de todos los madrileños con sus macrofiestas. Otro, el más anciano y anacrónico de quienes estuvieron presentes en la fiesta, el ex médico y ex concejal del ayuntamiento de Madrid, Simón Viñals, en que esa noche tocaba trasnochar, en que ojalá fuese tranquila y en que ojalá su enfermería de la Señorita Pepis no recibiese más que algún otro joven pasado de copas que no pudiese solucionarse con un pinchazo de B-12, y un rato echado en una camilla. Y, ya por último, el responsable de la Policía Municipal pensaría que, una vez, más había conseguido "cuadrar" los servicios con el mínimo imprescindible y en que ojalá no se repitiesen los incidentes de alguna que otra fiesta al aire libre, que acabaron con la escasa dotación desplazada claramente sobrepasada por los acontecimientos.

Visto desde fuera todo lo que pasó esa noche en el Madrid Arena, no cabe la menor duda de que todo estaba calculado al límite a la búsqueda del mayor beneficio con el mínimo coste. Material sanitario insuficiente y de un amiguete, personal de seguridad que no era más que gente inexperta y mal pagada con un chaleco reflectante, un empresario criminal capaz de sobrepasar el aforo que, no ya la ley, sino el sentido común, recomiendan, un tipo nada recomendable que, sin embargo, parecía estar muy recomendado, Un dispositivo policial claramente insuficiente. La ausencia de una UVI móvil en los alrededores de una concentración de veinte mil personas. Tengo claro si en vez de una fiesta, lo de aquella noche hubiese hubiese sido convocado como manifestación del 15.M, jamás se hubiese escatimado, al menos, en policía.

Pero ¿y los medios de comunicación? Ahora no recuerdo aquel primero de noviembre coincidió con un puente, probablemente sí, pero estoy seguro de que en las redacciones quedaba sólo el gato y no precisamente el gato más experto. Quizá fue por eso, por ese pequeño y económico detalle, por lo que a punto estuvieron de tragarse la versión del Ayuntamiento, absoluta y vergonzosamente exculpatoria para los organizadores de la fiesta, porque, estoy seguro, de que ellos sí sabían desde el primer momento cuáles eran sus responsabilidades en lo que pasó. Menos mal que la información no corre ya sólo a través de los medios, digamos, convencionales. Menos mal que los twitter, los whatsapps, las fotos y los videos de la fiesta empezaron a correr y a levantar todas las sospechas de que lo que había ocurrido allí era la confirmación de un desastre anunciado y yo diría que premeditado que, si no había ocurrido antes, había sido por pura casualidad. Y, sobre todo, menos mal que el juez decano de Madrid tenía una hija en la fiesta, afortunadamente para él no entre las víctimas, y decidió poner en el asunto todo el celo que merecía.

Aquellos días, hace un año, en medio de la tragedia, la alcaldesa de Madrid llegó a pensar que no era como para interrumpir sus merecidas vacaciones en un spa portugués. Es la costumbre de pensar que si a las cosas no se le dan importancia, dejan de tenerla. Y es que en este país estamos demasiado acostumbrados a eso y a ese otro "nunca ha pasado nada" para espantar a quienes avisan del peligro y, según los temerarios, sólo son agoreros que se esmeran sistemáticamente en aguar las fiestas.

Esta madrugada se cumple el primer aniversario de aquello y aún no hay nadie condenado por ello. Incluso el verdadero causante que no fue la mala suerte, sino Ángel Flores disfruta de la libertad y de la vida que, gracias a él, hoy hace un año perdieron Teresa, Katia, Belén, Cristina y Rocío.
 
 

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miércoles, 30 de octubre de 2013

ENTRE ESPÍAS ANDA EL JUEGO

 
 

Andamos, mejor dicho, andan ellos, y que cada cual rellene la casilla "ellos"" como crea conveniente, andamos, digo, alborotados con las noticias sobre espionaje que, como de un grifo mal cerrado, gotean cada día sobre nosotros. Pero, no temáis, no hay por qué preocuparse, todo queda en casa.

Ya me extrañaba a mí la falta de cuajo, como el mismo diría, del presidente Rajoy -encerrad la palabra presidente entre admiraciones, comillas o interrogaciones como más os plazca- a la hora de indignarse al conocer que la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos maneja datos y conversaciones privadas de ciudadanos españoles -se habla de sesenta millones de conversaciones telefónicas que creíamos privadas registradas en un mes- que alguien ha puesto en sus manos.

La tardanza y la tibieza de Rajoy al manifestarse sobre el asunto denotaba o bien que su vida es tan aburrida como pretenden hacernos creer o que sabía perfectamente quién nos espiaba y para qué. Y es que, al final, o nuestro CNI ha sido subcontratado por su equivalente norteamericano o hemos hecho algún oscuro cambio de cromos, al que son tan dados los espías. Recordemos que, por ejemplo, el espionaje norteamericano "facilitó" el misil con un trasmisor disimulado que permitió localizar y llegar por primera vez al almacén de ETA en Francia y que fue también Estados Unidos quien nos facilito material sofisticado y de última generación para garantizar la seguridad de los juegos de Barcelona. Queda claro que España y Estados Unidos son aliados y que, como cabe esperar, sus servicios secretos mantienen relaciones de buenos colegas.

Abandonad toda esperanza dicen que puede leerse a la entada del Infierno, los espía son espías. Y no sólo se compran, se venden, sino que también se prestan y se es dan cursos de formación profesional como aquellos que controlaban patronal y sindicatos. Pero no hay que extrañarse, ni rasgarse las vestiduras. Los espías, sea cual sea el gobierno para el que trabajan, al igual que los militantes de los partidos políticos, tienen más que ver entre sí, que con los ciudadanos a los que dicen defender y servir. Hay menos distancia entre quien milita en el PP, el PSOE o IU, les van la marcha y la "sana" ambición de progresar en el partido, que entre dos gemelos. Lo mismo ocurre con los espías. El gran salto es admitir que husmear en la vida privada de los ciudadanos está justificado si es en aras del "bien común".

Qué más da que sean yanquis o de un pueblo de Extremadura, lo importante es saber que nos espían y aprender a vivir con ello, porque van a seguir haciéndolo. El juego en cuestión es entre espías y lo único que podemos pedir es que no los espías no sean ni muy listos ni muy torpes, que no molesten mucho y que nos salgan baratos.
 
 
 

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martes, 29 de octubre de 2013

POR DONDE SE EMPIEZA UN CESTO

 
 
Cuando ayer se conoció la noticia de la tragedia del Pozo José Luis, a cuarenta kilómetros de León, yo, como supongo que todos, pensé en el hundimiento de una galería o en una explosión de grisú, ese gas traicionero, mezcla de metano y otros gases procedentes de la descomposición de la materia orgánica, que se esconde entre el carbón, junto al que se forma. Un gas altamente inflamable y explosivo, que ha estado detrás la mayoría de desastres que se han producid en la minería mundial.
Esas tragedias, afortunadamente ya casi superadas, gracias a la tecnología y a la fuerza de los sindicatos mineros, llenaban portadas y portadas y abrían los telediarios. A veces, para regocijo de la prensa amarilla y de políticos sin alma, dejaban atrapados con vida a los mineros y los rescates, como cuenta magistralmente Billy Wilder en "El Gran Carnaval", aunque, en ese caso, no eran mineros los atrapados, sino un arqueólogo.
Pero lo de ayer no fue así, ni siquiera fue una explosión. Fue un envenenamiento de los diez mineros que trabajaban en la galería cuando se "pinchó" la bolsa de grisú, que nos e ve, ni huele ni suena y que acabó sordamente con la vida de seis de ellos, dejando gravemente intoxicados a los otros cuatros. Como no hubo derrabe, el rescate fue rápido, ojalá lo hubiese sido más, y apenas hubo tiempo para el circo mediático y político.
Aún así, el gabinete de prensa del ministro no tardó en anunciar que el ministro se desplazaba de inmediato al pozo, junto al presidente de Castilla León. El mismo ministro que se negó a escuchar a los mineros, primeras víctimas del plan de recortes del Gobierno, que han marchado dos veces sobre la capital, mostrando la solidaridad de interna de la minería y recibiendo la de los ciudadanos que, quizá ahora más que nunca y por razones obvias, les aplaudieron y apoyaron, mientras lo único que quiso o supieron darles Rajoy y sus ministros fueron las cargas, los palos y los pelotazos de goma de sus antidisturbios.
No sé qué fue lo que llevó a José Manuel Soria a improvisar su viaje al pozo José Luis. Quizá la renta mediática obtenida por Sebastián Piñera, el presidente chileno, en el circo montado en torno al rescate televisado de los 33 mineros encerrados en la mina San José -por qué les pondrán nombre de santos a esas entradas al infierno- rescatados, fotografiados, usados y abandonados, una vez que, conseguido el efecto mediático, se apagan los focos y los flashes.
Quizá fue eso, pero sólo el anuncio de que se iba a asomar al dolor de la mina bastó para despertar la rabia de quienes acababan de perder a seis de sus compañeros. Y quizá fue el buen sentido de alguno de los asesores el que le aconsejó a última hora rendir viaje en León y no acercarse al Pozo, para dar el pésame a las familias y compañeros de los fallecidos.
Otra cosa hubiese sido una enorme torpeza, porque como la mayoría le hubiesen dicho lo que he escuchado decir a la mujer de un compañero de los fallecidos "que se metan su pésame por donde se empieza un cesto".
 
 
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lunes, 28 de octubre de 2013

LAS ARRUGAS DE LOU REED

 
Hoy, me viene sucediendo últimamente, me ha costado enfrentarme a esta página aún en blanco. Y me ha costado, porque la actualidad me aburre cada vez más, me parece un continuo carrusel, con el que nos marean con destreza y en el que, cada cierto tiempo, vemos desfilar ante nuestros ojos los mismos rostros, los mismos paisajes, mientras oímos las mismas voces, con el mismo gritería, risas y lágrimas de siempre.
A veces, ese mecanismo de relojería casi perfecto, casi implacable, se altera súbitamente por algo que,  claro, escapa a cualquier previsión. Hablo de accidentes, dimisiones, tan raras por escasas, o los fallecimientos. Ayer una de esas noticias, el fallecimiento de Lou Reed, alteró súbitamente el más que habitualmente lánguido ritmo de las redacciones, bien es verdad que lo hizo de distinta manera en unas y otras y que los hubo que tardaron en confirmar lo que parecía evidente. Una vez cumplido ese trámite todo sería, imagino, "tirar" de archivo, buscar fotos, testimonios, opiniones, biografías y, en esta caso, discografías.
Por eso las portadas de la prensa, aquí y en el resto del mundo eran tan parecidas. De modo que, pese a que no todos dieron la noticia al mismo tiempo ni la valoraron de la misma manera, esta mañana, en las ediciones de papel  todo está ya escrito, del mismo modo que en radios y televisiones está ya todo dicho. En esas estaba yo, cuando una pregunta de mi amiga Fab ha derivado en un interesante chateo sobre el asunto en el que han salido a relucir nombres como los de Dylan, Debbie Harry... olvide el de Marianne Faithfull... o los Geraldine Chaplin y Ángela Molina, de los de por aquí. Y surgieron, porque hay una palabra, mejor dicho, dos, que los aúnan: dignidad y tiempo.
Todos ellos, todas ellas, han pasado por la vida sometidos al caprichoso vaivén de las modas, los gustos y, a veces, el de sus propias vidas. Pero en todos estos casos y otros que sin duda podríamos encontrar, la característica común es que han sabido salir de los baches y los agujeros en que han caído levantándose con dignidad. Y no sólo eso. Han sabido también hacerlo con dignidad, con mucha dignidad, sin ocultarse ni ocultarnos las huellas que han ido dejando en sus rostros la vida y el tiempo.
Comentaba, polemizaba más bien, no hace mucho, aquí en la maraña de las redes también, a propósito de la para mí, inquietante perfección artificial del rostro de Catherine Deneuve, una mujer cuya belleza y inteligencia y fuerza he reconocido siempre. Aunque, al contrario de la amiga con la que charlaba, no acabo de entender,  ni perdonar, ese culto, casi suicida, a la belleza por el que una magnífica actriz como ella sacrifica la expresión en aras de congelar en el tiempo un rostro tan bello como ahora inverosímil.
Me gustan de la gente las voces, los acentos, las manos y los rostros. Me gusta saber de quién tengo delante sin necesidad de que sea él quien me lo cuente, me gusta leer en sus arrugas si esa persona es risueña o no, si le desvelan los problemas, leer esas pequeñas cicatrices que va dejando la vida y que, al final, son su historia, son un poema a la vida.
El rostro de Lou Reed lo era. Hablaba de su enorme elegancia, del esmerado cuidado de su cabello, siempre bien cortado, acorde con esa eterna camiseta negra y esos tejanos que sabía vestir como nadie de su edad. Daba la impresión de que, después de haber vivido el delirio de sus primeros años de carrera, aquel pelo teñido, el maquillaje, el glamour del "glam" hubiese querido mostrarse desnudo y cierto, como comenzaron a serlo sus poemas y canciones.
No sé cómo será recordado Lou Reed en el futuro, lo que sí sé es que la imagen que quiero conservar de él es la de esa dignidad de que os hablo, la misma dignidad que encuentro en quienes, como él, han sabido sobrevivir a su leyenda dándose en cada momento como realmente son.
 
 
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sábado, 26 de octubre de 2013

LIQUIDACIÓN POR DERRIBO

 
 
Me diréis que llego tarde, pero ocurre que me he visto obligado a elegir y por eso esta entrada, dedicada al señor Botín -nuca un apellido fue más adecuado- a Bill Gates, Carlos Slim, y el resto de buitres que revolotean las ruinas e lo que un día fue la España alegre y confiada y ya no lo es, llega con un cierto desfase, pero no llega tarde, porque el fenómeno al que aludo en ella lleva tiempo produciéndose en un país cuyos empresarios se volvieron locos pensando que todo lo que tocaban acabaría convirtiéndose en oro y, para decepción de estos nuevos midas y para desgracia nuestra, acabó en algún paraíso fiscal o convertido en papel mojado y frágil. No hay más que ver como, por la codicia o la locura suicida de quienes en ellas tomaban las decisiones, empresas prestigiosas y solventes, yo trabajaba en una, han acabado descapitalizadas, financiera, profesional y moralmente, además de haber caído en manos de fondos carroñeros que las compran, como algunas navieras compran pecios o barcos a punto de hundirse, para desguazarlas y vender lo que de valor quede en ellas.
Ha sido Botín, de gira por Nueva York, la capital del mundo financiero, quien ha dado el pistoletazo de salida, quien, con los ministros del gobierno a coro, con Luis de Guindos a la cabeza, ha comenzado a cantar a pleno pulmón el aparentemente desinteresado afán de inversores de medio mundo por regar con su dinero el desolado panorama español. Aunque bien es verdad, y lo callan, que quienes compran participaciones en empresas españolas o quienes se están haciendo con gran parte del patrimonio inmobiliario de nuestro país. Personajes con mucho capital acumulado con negocios diversificados que esperan la mejor ocasión para comprar barato lo que, nadie me lo puede quitar de la cabeza, han contribuido a arruinar.
Lo sé, porque eso ha pasado en nuestros pueblos y ciudades y pasa y pasará en las mejores familias, cuando la interesada solidaridad de algunos se ofrece para comprar a precio de liquidación lo que quien está al borde de la emigración o el desahucio deja detrás. Y duele saber que uno de ellos ha sido el otrora admirado Bill Gates que ha destinado trece millones de su enorme fortuna a comprar el 6% de la constructora FCC.
Curioso que, embarcados en la ola de euforia que ha recorrido los medios hayan sido pocos quienes han subrayado el dato más importante del asunto y que no es otro que comprobar lo barata que se vende España, porque debería preocuparnos que una de las constructoras más importantes del país del cemento y del ladrillo está valorada sólo en 225 millones de euros. No, no me gusta esta lluvia de dinero, por más que a Emilio Botín le encante. Pero, claro, lo suyo es tan comprensible como lo mío.
Yo estoy asistiendo, ya desde fuera, a la liquidación de una gran empresa que ahora está en manos de uno de esos fondos que eufemísticamente llaman "de capital-riesgo", mientras él ha construido gran parte de su imperio comprando bancos a precio de saldo en economías que, como ahora la nuestra, estaban entonces en liquidación por derribo.
 
 
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viernes, 25 de octubre de 2013

ESPIADOS

 
 
Andamos todos muy revueltos y preocupados porque a Angela Merkel y François Hollande les espían desde Washington. Y yo, más que preocupado, ando más bien y muerto de risa y preguntándome qué se pensaban estos señores, en un mundo en el que, afortunadamente no siempre, pero demasiado a menudo ni el teléfono o el correo de la pareja se respetan, porque vivimos en un mundo en apariencia sencillo, en el que, sin embargo, todo es mucho más complicado.
Y en ese mundo aparentemente perfecto y feliz en el que, si no fuese por el soldado Bradley Manning y, especialmente, el analista de información Edward Snowden, seguiríamos jugando alegremente con nuestras vidas y nuestra intimidad, creyendo que lo hacemos con el teléfono. Algo que, pese a todo, seguiré haciendo, pero de forma consciente, porque, si he de poner en una balanza, lo que he ganado y lo que puedo perder haciéndolo, no lo dudéis, el platillo de lo que he ganado y puedo ganar -amigos impensables, culturas hasta ahora negadas, libertad, afinidad, pensamiento que ya no es ni podrá ser nunca único- pesaría mucho más.
De lo que sí debemos ser conscientes es de que, ahora, la vida de cada uno de nosotros -recuerdos, fotos, poemas, canciones, pensamientos- cabe dentro de un teléfono, qué digo un teléfono, dentro de la uña de un meñique, y, también, de que para que tenga lugar la magia de ese nuevo jugar a la vida tenemos que dejar la llave a alguien que ya no es la portera o un vecino de confianza.
Estamos en manos de las empresas que no dejan jugar con sus aparatos y programas y vamos mal, muy mal, si pensamos que lo hacemos sin pagar nada a cambio. No se trata sólo, como hemos llegado a  pensar inocentemente, que abramos nuestras ventanas para que entre por ellas la publicidad, qué va, es que nosotros mismos somos la moneda de cambio, el valor añadido en sus negocios, porque Microsoft o Apple tienen copia de la llave de nuestros secretos y no dudan en dejarse presionar a cambio de dársela al gobierno que se la pida, como tampoco dudan en vender lo que han llegado a saben de nuestros gustos y costumbres. O es que alguien cree que para seleccionar la publicidad que nos llega, de cosas que nos interesan o nos han interesado en algún momento, se la inspira el pajarito de Chaves.
No hay que darle vueltas, estamos en manos de los gigantes del software y las redes y, si no llegamos a notarlo, es porque aún les importamos un pimiento. Porque, si alguna vez deja de ser así, nos vamos a enterar. Y, no nos engañemos, el problema no está sólo en el tráfico de la información, sino en su almacenamiento, porque las compañías de teléfono, Twitter, Facebook o cualquiera otra red, pasada o futura, almacenan todo lo que escribimos o decimos y lo hacen por mucho tiempo. Cómo creemos, si no, que graban y transcriben nuestras conversaciones, hasta las más íntimas, con personas en las que confiamos plenamente. Las almacenan y, cuando hace falta, previa autorización de un juez, dejan de ser privadas. Pero eso sólo cuando se quiere utilizar legalmente, porque, para un chantaje, o para el espionaje puro y duro, basta con tener los instrumentos o los amigos apropiados.
Hoy, los gerifaltes de la Unión Europea -uno de los cuales, el nuestro, acaba de decir que alguna que otra ley o sus consecuencias no le gustan- han mostrados su preocupación, no porque Estados Unidos nos espían, sino porque es a ellos a quienes espía, lo que es tan inútil como se alzar los brazos con cara de no haber roto un plato en su vida de los defensas leñeros.
En fin, que quizá estábamos más a cubierto cuando para espiarnos tenían que buscar el cable de nuestra línea y puentearlo, algo que siempre notábamos, pero, ahora, la misma enfermedad nos hace fuertes y quizá corramos peligro, pero como en las carreteras de alta montaña, el paisaje lo merece.
 
 
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jueves, 24 de octubre de 2013

GRITARSE EN EL ESPEJO

 
 
Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que manifestarse en Madrid era para algunos casi como ir al club de campo, tomar el té en Embassy o el aperitivo en José Luis. Eran tantas las manifestaciones convocadas y por tantas cosas, todas contra Zapatero, que la hostelería, los musicales de la Gran Vía y los empresarios de autobuses hicieron su agosto, tanto que yo no descartaría que la crisis turística del último año tenga que ver con el abandono de tan buena costumbre, porque, aunque los sindicatos tomaron el relevo, ya se sabe que los obreros sin más de "tirar" de bocadillo e ir y volver en el día.
Nunca me gustaron las manifestaciones de quienes hasta entonces nunca se habían manifestado, me recordaba demasiado a todas aquellas manifestaciones de empresarios y a las caceroladas de señoras ricachonas que en el Chile de Allende prepararon el caldo de cultivo para el sangriento golpe de Estado que, con la cobertura de los Estados Unidos, acabó llegando. Y no sólo por eso. También, porque normalmente se manifiesta quien no tiene otro medio de hacer oír su voz y, a quienes acudían a la Plaza de Colón de Madrid domingo sí, domingo no, tras la pancarta de los obispos o de las tan oportunamente radicalizadas y sospechosamente hiperactivas asociaciones de víctimas del terrorismo, tienen a su servicio la práctica totalidad de los medios de comunicación para hacerse oír.
No es que yo quiera negarle el derecho de manifestación a nadie. Lo que quiero decir es que detrás de aquellas pancartas con sus lemas, justificados o no, se gritaban consignas que poco o nada tenían que ver con la legalidad. Pero, a la vista está, quienes, desde la sombra o a plena luz, las alentaban consiguieron lo que pretendían que no era otra cosa que hacer mucho ruido y movilizar a una parte importante de su electorado, algo que, por cierto, la izquierda llevaba años sin hacer.
Al PP le vinieron muy bien todas aquellas movilizaciones, seguro que de ellas nacieron amistades y noviazgos y, no me cabe la más mínima duda, afiliaciones. Pero, es lo que tiene prometer lo que no se puede cumplir y mentir o decir las verdades a medias, todo aquello, el domingo, puede volver contra quienes diseñaron aquella campaña de acoso al gobierno de Zapatero.
El Partido Popular, prisionero de toda su demagogia contra el terrorismo, acaba de anunciar que se sumará a la manifestación de la Plaza de Colón, cumpliendo mi teoría de que, si alguien apuesta por definirse, única y exclusivamente, por oposición al otro, cuando ese otro cambia o, simplemente, él mismo acaba ocupando su lugar, antes o después acaba enfrente de sí mismo. Es lo que le ha ocurrido al PP que se ha llenado la boca de acusaciones destinadas a atribuir lo que son decisiones de la judicatura a los gobiernos, si ese gobierno es de otros, claro, y a prometer lo que en absoluto está en su mano cumplir.
 
Por eso, porque se van a mezclar con quien pedirá a Rajoy que incumpla la ley y gritará contra un Tribunal cuyos fallos debe acatar el estado español en virtud de tratados internacionales y porque no quieren dejar de aparecer entre ese electorado que tan paciente y eficazmente entrenó, el próximo domingo, gran parte del partido popular y de sus electores estará frente al gobierno, como gritándose frente al espejo. O, quién sabe, a lo mejor hay alguien manejando los hilos por detrás, rentabilizando el dolor y la intransigencia de las víctimas, para algo más inconfesable.
 
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miércoles, 23 de octubre de 2013

DIOS LOS CRÍA...

 
 

Dicen por ahí que el ministro Wert y su secretaria de Estado de Educación son algo más que compañeros de trabajo y, la verdad, poco o nada debería importarnos que así fuese, salvo en el caso que el tiempo que pasan juntos fuera del ministerio lo aprovechasen para imaginar nuevas maldades contra el sistema de enseñanza pública que debieran defender y, por el contrario, parecen dispuestos a reducirla a cenizas, como las tropas de Escipión redujeron a cenizas la ciudad de Cartago.

Tal parece que ambos, ministro y secretario de Estado, rompieron a finales de año con sus respectivas parejas, matrimonio en el caso de ella, y que desde entonces comenzaron a pasar compartir su tiempo juntos y dicen que no hay nada peor que llevarse trabajo a casa, porque las cosas no se ven igual si se miran desde la mesa de un despacho que desde el sofá o la tumbona de la piscina de un hotel. Y no es tampoco lo mismo tener una ocurrencia durante la noche que y madurarla camino del despacho en el ministerio que decidirla ya en pijama, delante del desayuno.

Lo cierto es que desde que sé de la relación no hago más que ver síntomas -síntomas preocupantes, por cierto- de la buena sintonía entre el ministro y su subordinada, no hago sino encontrar rasgos comunes en su manera de actuar y, si de todos es conocida la arrogancia suicida de él, tampoco ella quiere quedarse atrás en lo que a provocaciones se refiere.

Lo dejo claro ayer, al distribuir a los medios un vídeo en el que, al igual que ya hiciera la consejera de Educación de la Comunidad de Madrid y pupila de Esperanza Aguirre, se dedica, sin dejar margen a la discrepancia de los datos o las opiniones, a vapulear el buen nombre de los maestros a los que, ante la huelga general en la educación pública convocada para mañana, no duda en acusar de moverse sólo por su propio interés, buscando mejores retribuciones y menos trabajo. Y no sólo eso, tiene el descaro de decir que los profesores, que, no lo olvidemos, han visto caer sus sueldos, aumentar sus horarios y el número de alumnos a su cargo. Pero no queda ahí la desfachatez del mensaje en cuestión, porque les acusa también de hacer huelga porque, al contrario que los padres de sus alumnos, disfrutan de un empleo fijo y por eso, le ha faltado añadir que "alegremente", hacen huelga.

No dice la secretaria de Estado que cada día que los profesores hacen huelga -es evidente que ni ella ni su ministro la han hecho nunca- se le descuenta la parte proporcional del salario y las retenciones a cuenta de la Seguridad Social y que es mucho dinero el que han dejado de percibir y no precisamente de un sueldo de ministro, tras las huelgas convocadas el pasado año por la marea verde. Claro que poco debe importarle eso a una señora que tiene declarado un patrimonio de cerca de quince millones de euros, que, por cierto, es el segundo más elevado de todo el Gobierno.

No va a tardar la señora Gormendio en tener que entrar de tapadillo a los actos públicos a los que acude, tal y como ya le ocurre a su amigo el ministro. Tampoco en quedarse con la mano tendida y torpe ante la negativa de estrechársela de quienes se sienten perjudicados por su política, aunque, a lo mejor, ella, por ser mujer, lo que se va a encontrar va a ser una colección de "ofendidos" haciéndole la cobra.

Por último, aclarar que aunque he titulado esta entrada aludiendo al clásico refrán castellano que reza "dios los cría y ellos se junta", podría haberlo hecho con otro que habla de opiniones y colchones. En cualquier caso lo que menos debería importarnos es dónde acuerdan su política, sino el modo de defendernos de ella y parece que la huelga convocada para mañana, que deseo tan exitosa como la anterior es una buena opción. No hay más que ver cómo trata de defenderse de ella la señora Gomendio.

 

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martes, 22 de octubre de 2013

UN CÓCTEL EXPLOSIVO

 
 

Me resultan cada vez más preocupantes todas esas manifestaciones de sectarismo violento, por el momento sólo verbal, que, de un tiempo a esta parte, se dan en las filas del PP. Creo que tales actitudes son el fruto de una siembra premeditada y paciente, a través de las odiosas tertulias en la radio y en la televisión, en las que lo importante no es la razón o el sosiego, sino el grito, el insulto  y la descalificación continua, que se ha visto abonado con la falsa sensación de inmunidad que da teclear esos u otros insultos, esas u otras amenazas desde la soledad de un teclado y la pantalla de un ordenador o un teléfono "listo".

Sé que al PP le vota mucha gente, once millones de votantes en las últimas generales, pero estoy seguro, o más bien, quiero creer que no todos, que la inmensa mayoría de ellos, no son como Andrea Fabra, ni como Esperanza Aguirre, ni como la alcaldesa de Honrubia, ni como tantos y tantos concejales y alcaldes que rinden culto a quienes, ya vencedores, acabaron con la vida de más de cuarenta mil vencidos y con la esperanza de millones. Quiero creer que no todos los votantes del PP, ni siquiera todos sus militantes son de dedo fácil, para la tecla y, quién sabe si también para el gatillo, como el dirigente de Nuevas Generaciones Jaime Mora, profundo admirador de Aznar, que se cebó ayer en twitter con el diputado de Izquierda Unida Ignacio Garzón, payaso y gilipollas, según Mora, porque tuvo la desfachatez de calificar la sentencia del Tribunal de Estrasburgo como buena.

La violencia verbal de los insultos contra el diputado malagueño alcanzó el cénit cuando de manera más o menos velada se sumó a quienes le amenazaron, de muerte a él y de ser violadas a las mujeres de su familia. Todo un recital de lo peor que sucedió durante la guerra civil, cuando la ambición de oligarcas y militares soltó los perros del odio en pueblos y ciudades.

Lo de ayer, que hoy será convenientemente denunciado por Garzón ante la policía, es el explosivo cóctel que resulta de las viejas y poco fiables historias de gestas que no lo fueron tanto; la mezcla que resulta de la grandilocuencia de algunos líderes que, para ganarse la admiración de los Jaimes Mora, no dudan en recurrir, con la mirada más mística de que son capaces, a describir un futuro catastrófico para "la patria" si cae en manos de sus adversarios: la que anida en el desprecio del que es distinto por el color, la lengua o el patrimonio; la que estimulan el cine y los videojuegos violentos; la que genera el miedo a perder lo que sospechan que quizá no merecen; la que crece al abrigo de discursos y de himnos que mejor nunca hubiesen sido oídos.

Nos parece y nos dicen que no hay peligro en España de que surja una ultraderecha violenta como la griega, pero todo es darle tiempo al tiempo, porque el caldo de cultivo está servido y no hay más que dar de nuevo rienda suelta a los perros del odio. Hace bien Ignacio Garzón en denunciar las amenazas e hizo bien Nuevas Generaciones, del PP en expulsar a Jaime Mora. Ahora bien, acabo de escuchar a, Beatriz Jurado, su presidenta, tratar de justificar lo injustificable, diciendo que en la familia de Mora había guardias civiles que habían sido víctimas del terrorismo. Mal camino ese, porque a las víctimas hay que compadecerlas, ayudarlas y respetarlas, de ningún modo justificar todo lo que dicen o hacen.

 

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lunes, 21 de octubre de 2013

ESTRATEGIAS

 
 
De veras que quisiera equivocarme, pero me temo que quienes hoy están en el gobierno han decidido volver a su vieja estrategia de agitar el patio vasco para, con la polvareda levantada, enterrar todos esos asuntos que tanto le turban y tanto perjudican su cartel electoral y no hay que olvidar que en apenas unos meses, comenzando por las elecciones europeas, nos deslizaremos de nuevo por el tobogán electoral que tanto parece aturdir a este país.
Estamos, mientras escribo esto, a punto de conocer el fallo del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, el llamado Tribunal de Estrasburgo, sobre la que pasará a la historia como "Doctrina Parot", una estratagema legal, aplicada por el gobierno de Aznar, una especie de "ingeniería penal" destinada a corregir la aplicación de los beneficios penitenciarios, esencialmente dirigida a los presos etarras, para impedir su excarcelación antes del cumplimiento de la pena fijada por los tribunales.
No hay que olvidar en este punto que esa doctrina fue avalada por todas las estancias judiciales en España y que los fallos de Estrasburgo no son vinculantes, aunque es evidente que el estado no las cumple o las cumple a regañadientes ve seriamente perjudicada su imagen.
Parece claro que el fallo del tribunal quitará por segunda vez la razón a España y que, de tener que cumplirlo obligará a la excarcelación de decenas de presos condenados por numerosos crímenes en nombre de ETA, algo que, perjudicará seriamente la imagen del gobierno entre sus votantes más conservadores, a pesar de que, dada la inactividad la banda, para el resto de la población no tendrá la trascendencia que desde determinada prensa se le querrá dar. De lo que no hay duda es de que, pase lo que pase, cumpla o no el Gobierno con la sentencia, habrá debate y debate duro.
Además, pase lo que pase, el gobierno tendrá que valorar qué le va a resultar más beneficioso, tendrá que sopesar si le convienen esas excarcelaciones que quizá precipiten el fin de la banda o si, a corto plazo, obtendría algún rédito electoral de una resistencia "numantina" al acatamiento de la sentencia. A estas horas, aún no conozco el fallo, pero insisto en que, sea el que sea, va a marcar la actualidad de los próximos días. En primer lugar, porque al gobierno y su partido no le conviene ser generoso, ya que quebraría la imagen de justiciero que se ha construido, ayudado por sus voceros, frente a la cacareada "blandura" de los gobiernos socialistas y, por otra parte, porque el ministro del Interior ya ha dejado claro que va a actuar con "tolerancia cero" en relación con cualquier homenaje que se les dé a los excarcelados. Y lo hace, según EL PAÍS, a pesar de que en Interior existe el convencimiento de que ninguno de los etarras excarcelados volverá a delinquir y de que la banda no volverá a la violencia.
Entonces, a qué tanta preocupación. Evidentemente a que en demasiadas ocasiones ha dado la razón a las víctimas, incluso, valga la redundancia, más allá de lo razonable. Es evidente que, después de usar una y otra la intolerancia contra el terrorismo como arma electoral, le va a resultar difícil explicar a las asociaciones de víctimas que aplicar la sentencia es inexcusable o que es lo más conveniente para España. Es lo que tiene alimentar el enconamiento. Al final, cuando en la mano no queda nada que ofrecer, es la mano la que se lleva las dentelladas.
Las estrategias de PSOE y PP siempre han sido distintas, a pesar de que, a veces, el PSOE ha tratado de mimetizarse en el paisaje de la intransigencia. Sin éxito eso sí, porque en ese terreno el PP ha sido siempre más eficaz y sus electores más receptivos. En cualquier caso y al final, tal y como están las cosas, una parte importante de los dirigentes del PP saben que agitar el fantasma de la independencia de Cataluña o Euskadi cierra las filas entre sus votantes. Del mismo modo que también sabe que le va a resultar muy difícil rentabilizar la desaparición de ETA. Cuestión de estrategias.
 
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domingo, 20 de octubre de 2013

LEONARDA Y MALALA

 
 

Andaba ayer distraído con mis cosas y, como casi siempre, con la radio puesta, cuando escuché que el presidente francés, el que fuera la gran esperanza de los europeos del sur frente a Merkel, se iba a pronunciar sobre la truculenta y cruel expulsión de la niña gitana Leonarda, "capturada" por la policía mientras viajaba en autobús con sus compañeros de clase, camino de una excursión. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que los casos de Leonarda y Malala, la niña pakistaní que recibió un disparo en la cabeza por haberse significado en la rebeldía contra los deseos de los talibán que quieren a las mujeres como meros animales reproductores y generadores de placer, acudiendo a clase cada día contraviniendo las consignas de los fanáticos.

Me di cuenta de que el escenario de uno y otro crimen, porque la detención de Leonarda, fue un crimen" con todas las de la ley, había sido el mismo: un autobús escolar repleto de niños. Caí en ese detalle y comencé a pensar en que no era lo único que unía ambas historias, porque en ambos casos lo que, si no se pretendía, sí se conseguía era impedir que ambas niñas prosiguiesen sus estudios. Es una lástima que los policías que se llevaron a la niña a la fuerza del autobús no grabasen las imágenes de su heroica acción, Estoy seguro de que, tras su oportuno filtrado, hubiesen triunfado en la red, con el aplaudo de más de uno.

Leonarda y Malala son víctimas de la misma intransigencia, la que no entiende o, por el contrario, entiende muy bien que la educación es un instrumento de la libertad y la igualdad a la que tenemos derecho todos los seres humanos. Amas son también víctimas del fanatismo. Malala es víctima del fanatismo religioso, de la sumisión a un inventado y cruel dios que da la razón a quienes sólo aspiran a colocarse encima de los demás, y Leonarda lo es de otros, y no menos, fanáticos, en esta ocasión de ese dios terrible que impone a los políticos la doctrina de ganar el poder y mantenerlo a toda costa, aunque para ello hayan de subir los principios al desván y encerrarlos con siete llaves, alimentando al monstruo del miedo y el odio al diferente, chivo expiatorio perfecto para quienes no quieren asumir sus propias responsabilidades.

Seguro que el ministro del Interior francés, el socialista Manuel Valls, tiene claro que en una situación como ésta, en la que la ultra derecha crece electoralmente en Francia, resulta más fácil acosar a los extranjeros, especialmente si son gitanos, que explicar las causas del paro, los recortes, la subida de la cesta de la compra o la delincuencia. Y ya se sabe cómo se comporta el perro cuando se le suelta la correa, y que me perdonen los policías que no se comportan como tales, tiende a ladrar y a morder ciegamente.

Por eso, las explicaciones dadas ayer por Hollande y su "generosidad" al autorizar el regreso a Francia de Leonarda y sólo Leonarda, no ha sido más que un parche horrendo a sumar a una tan poco estética metedura de pata como la de su ministro. La respuesta de Leonarda, la sociedad que aún cree en lo valores de la República y una parte importante de su propio partido, no se ha hecho esperar: o todos o ninguno. Lo siento, señores Hollande y Valls, pero habéis perdido el norte y vais dando tumbos golpeándoos contra la realidad. Habéis renunciado al GPS de los principios para acortar el camino y estáis dando vueltas en la rotonda de la realidad que no siempre es la que os cuentan los asesores o los medios.

A riesgo de repetirme como un abuelo Cebolleta, insisto: cuando alguien, también un político, obra de acuerdo a sus principios, o los de su partido, puede ganar o perder elecciones, pero difícilmente se equivocará. Por eso, por dar de lado a los principios, Hollande y Valls han hecho de Leonarda una nueva Malala, mientras ellos han quedado a la altura de los talibán. Lo mismo les ha ocurrido a los socialistas de aquí, perdidos en la rotonda de la crisis, sin que nadie se atreva a coger el volante, mientras muchos de sus votantes se limitan a contemplar cómo se estrella.

sábado, 19 de octubre de 2013

NOSTALGIA

 
 
Ayer, como cada viernes, comí con mis amigos de La Latina, una comida semanal que acaba siempre en charla amable y en la se intercambian opiniones, anécdotas, noticias y amigos. Una especie de Facebook semanal que, al contrario, que el de todos los días, el de la soledad del teclado y la pantalla, nos permite tocarnos, mirarnos, sentirnos, pasear y hacer cualquier cosa juntos. Una cita semanal a la que, como el resto de comensales, procuro no faltar y que ayer fue realmente especial, porque de algún modo fue una especie de viaje al pasado, a un pasado que no sé si fue mejor, pero del que, he de reconocerlo sentí nostalgia.
Ese viaje comenzó cuando en una librería de la calle Mayor, en la que solemos acabar antes de despedirnos, nos topamos, en realidad me topé yo que, pese a lo mal que veo o quizá por ello, fui el que le reconoció, con un Javier Solana bien distinto del que vi por vez primera cara a cara en aquel Congreso del PSOE de 1981, apenas un año antes de convertirse en ministro de Cultura del primer gobierno de Felipe González. Estaba mucho más delgado y algo avejentado, cosas de la edad y la enfermedad, pero seguía tan elegante o más que en aquellos años. Fueron apenas cinco minutos los que pude verle y me dieron para dar un salto atrás en el tiempo y recordarle aquellos viernes en que oficiaba de portavoz del Gobierno en aquella sala destartalada, en la que todos preguntábamos y él respondía, o no, con cordialidad y en la que importaba más lo que se día que la estudiada decoración, tan estudiada como el ritual con que se ofician hoy esas ruedas de prensa, en las que se oculta mucho más de lo que se dice.
Fue una sorpresa encontrarle en la librería, atendido por Antonio y Alberto con la misma cordialidad que a cualquiera, reconocer su voz, un poco más apagada, es verdad, y, sobre todo, ver ya sin escolta, al menso evidente, a quien fue ministro tres veces, finalmente de Exteriores, fue secretario general de la OTAN durante la guerra de los Balcanes y se encargó por último de las relaciones exteriores de la Unión Europea, cuando aún creíamos en ella. Pero la sorpresa de que os hablo, con ser grande y, por qué no decirlo, agradable, no fue la única. La otra gran sorpresa fue un viaje al pasado, colectivo esta vez, en el que me vi sumergido al acompañar a mi amigo Rodolfo al homenaje con el que todos sus amigos recordaron al abogado de CC OO Nacho Montejo, fallecido prematuramente hace tres meses.
A Nacho apenas le conocía por referencias y, sobre todas ellas, por haber pertenecido al despacho de abogados de Atocha, 55, en el que fueron asesinados sus compañeros aquel 24 de enero de 1977. Mi amigo Rodolfo le conocía de antes y no desde su faceta de magnífico periodista, sino de cuando fue, que lo fue, librero en Vallecas, al tiempo que Montejo andaba como él en eso de los libros y la lucha contra la dictadura. Sin embargo, pese a no haberle conocido, sentí que cualquiera de los amigos de Nacho que subieron al estrado para contar cosas de él, abogados, jueces, sindicalistas, compañeros de facultad, de trabajo y de resistencia, podían haber sido mis amigos y que cualquiera de las cosas que vivieron juntos, de alguna manera, las había vivido yo también.
Y sentí nostalgia. Sentí mucha nostalgia, agridulce, como es la nostalgia, porque me di cuenta de que en aquel tiempo, mucho más duro que éste, éramos más felices, quizá porque éramos también más inocentes y más idealistas, no sólo nosotros, sino este país que tanto ha cambiado y que, cada vez estoy más convencido, no precisamente para bien.
Fueron años en los que, unos más y otros menos, se jugaban la libertad y la vida. Años en los que el objetivo era colectivo, no se buscaba el bienestar individual, sino el de toda una nación o al menos el de esa clase obrera que ya no existe, porque, desde esa falsa clase media en que le han hecho creer que vivía, ha caído directamente al lumpen más lumpen que podamos imaginar.
Sentí nostalgia y eché de menos aquellas ganas de vivir cada día como si fuese el último, aquellas ganas de comernos el mundo que hoy deseo con todas mis fuerzas para mi hija y para quienes, como ella, van a tener que reconstruir esos sueños que no sé en qué cuneta hemos dejado.
 
 
 
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viernes, 18 de octubre de 2013

EL CHOCOLATE Y EL LORO

 
Empapado aún por la baba que destila el obispo portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, que, al estilo de los César Vidal y Pío Moa, se las ha arreglado para darnos una lección de "su" historia y ha perdido el tiempo, oro en la radio, desoyendo, cuando no reinterpretando a su gusto y sin ningún respeto, las sencillas y claras palabras del papa y arremetiendo contra el matrimonio igualitario, sin dedicar un solo segundo, ni dar oportunidad para ello, a hablar de la pobreza en que viven millones de personas en este país que gobiernan sus amiguetes y que tan poco parece interesarle.
Tenía que decirlo, porque, aunque mi intención al comenzar a escribir esta entrada, este tipejo, cínico y mentiroso, me pone "de los nervios". Pero vamos a ello, porque tiene bemoles (cojones) que fuese precisamente ayer cuando se conocieron las nuevas intenciones de meter, no ya las tijeras, sino toda una cizalla a lo que es de todos, pobres y ricos, para compensar un déficit que sigue esperando a que los ricos pongan de su parte para enjugarlo, pagando por su patrimonio o sus empresas o a que la iglesia de Martínez Camino, que tiene otros ingresos, o los Ejércitos sufran solidariamente y también los recortes que padecemos los demás.
Doce millones de pobres en España, tres de ellos con menos de trescientos euros al mes, apenas diez al día, no conmueven a Martínez Camino, ni mucho menos a Emilio Botín que ayer, entre carrera y carrera de Fórmula 1, se paseó por Nueva York, para decir a los cuatro vientos que el dinero llueve sobre España. Pues claro que llueve e dinero. Del mismo modo que llueve sobre los puestos de libros de El Rastro o de la cuesta de Moyano, porque qué mal ha de pasarlo alguien que se ha pasado toda una vida haciendo una biblioteca, algo personal e intransferible, que tanto habla de uno, para verla desguazada libro a libro sobre el suelo o, en el mejor de los casos en un mostrador improvisado. 
No es sólo una estampa que sirve de metáfora perfecta para mostrar lo que está pasando en España.
El dinero de los fondos buitre, el de las mafias, el de quienes quieren pasar un tranquilo retiro en nuestras costas, en viviendas compradas a precio de saldo, el de empresas que meten su cuchara en la herida de familias acogotadas, incapaces de hacer frente a sus deudas, para hipotecarles y quitarles lo poco que les queda... ese es el dinero que llueve sobre España. Y, mientras nos lo quitan todos, el colchón del Estado de Bienestar que durante tantos años hemos pagado, también lo están saldando y nos, cuando nos quedamos sin trabajo, sin vivienda, enfermos o incapaces siquiera de emigrar, ya no nos queda nada más que la calle y la caridad.
Cuando nos está pasando todo esto nos enteramos de que el Gobierno ha prometido a Bruselas, sin que le importe haber venido diciendo hasta ayer mismo lo contrario, recortar 17.500 millones de euros más, de aquí a 2015. Algo que no proclaman a los cuatro vientos como lo de que España ya no tiene problemas porque es un ejemplo para el mundo. No sé qué va a ser de estos señores cuando pierdan el gobierno, que lo perderán. Tendrán que emigrar a alguno de sus paraísos o se verán obligados a llevar escolta el resto de su vida, porque es mucho el daño que han hecho y muchos quienes viven desesperados por su culpa.
De siempre se ha dicho, en una perogrullesca lección de Economía, que recortar en determinados gastos, los que afectaban a quienes los hacían, gastos de protocolo, comidas viajes en primera, hoteles de cinco estrellas, era ahorrar en el chocolate del loro. Pues bien estos señores que han venido a desmantelar España en cuatro años se han quedado con el loro, con nuestro chocolate y, de paso, con el pan.
 
 
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jueves, 17 de octubre de 2013

A LA MEDIDA

 
 

Nada hay menos estético que hacer y deshacer, tomar y dejar las leyes a la medida del poder. Los que hemos vivido bajo el franquismo conocimos esa manera de gobernar y padecimos las leyes en vez de sentirnos protegidos por ella. Hace sólo unos días, el Partido Popular perdió otra oportunidad para condenar el franquismo penalizando su exaltación. Y creo que, si no lo hicieron, es porque aun no se creen capaces de resistir la tentación de cantar las alabanzas a un régimen que, a muchos de ellos, les colocó en donde están.

Y es que no es lo mismo contemplar el mundo desde el caballo, mirando a los otros desde lo alto de la silla y con la garantía de que, si vienen mal dadas, se pueden volver grupas al tumulto o, en el peor de los casos, echar la montura sobre la gente de a pie. Así eran las cosas durante los años más duros del franquismo caciquil y a ello quieren volver quienes, ahora, nos echan encima el caballo de su aviesa manera de entender el poder y las leyes.

De todos es sabido que la Comunidad Autónoma de Madrid anda empeñada en convertir la salud de los madrileños en un rentable negocio para determinadas empresas que, por cierto, han dado pruebas sobradas no sólo de sus intenciones meramente crematística, sino de su incapacidad gestora en otras experiencias anteriores. Y no es que me invente lo que digo, fue el propio ex consejero, Juan José Güemes, hoy vinculado directa o indirectamente a esas empresas, quien, en una convención, casi una mini feria del sector, alentó a los concurrentes a ver la sanidad madrileña como una oportunidad de negocio.

De todos es sabido también que de una manera desconocida hasta entonces, todos los implicados en la sanidad, pacientes, médicos, enfermeros, farmacéuticos y demás personal, se pusieron enfrente de las intenciones de los hombres del maletín y el gobierno de la Comunidad, encarnados en la triste figura del consejero Lasquetty. Se pusieron enfrente en una estrategia imaginativa y activa que les llevó a convocar movilizaciones, manifestaciones, un referendo que recogió, con nombre y apellidos, más de un millón de firmas contra las intenciones privatizadoras del gobierno madrileño, una oleada de incómoda insumisión, también con nombre y apellidos, contra la imposición del euro por receta y toda una serie de acciones legales que, finalmente, han ido paralizando en los juzgados la mayoría de tan arbitrarias medidas.

Es fácil imaginar la contrariedad de la consejería y de las empresas beneficiadas en las poco o nada claras adjudicaciones de hospitales ante las paralizaciones. Su gozo en un pozo y la negra perspectiva de que, en el mejor de los casos, el "negocio" se iba a retrasar meses, lo que ante la otra perspectiva, la del negocio seguro y ya que quizá nunca se llegaría a poner en marcha si se produjese un previsible vuelco electoral. Es fácil imaginar también la preocupación y quién sabe qué más de unos y otros. Tanta que ha llevado a la elaboración de una nueva estrategia, en este caso judicial, y digo judicial y no legal, haciendo pasar un tamiz de grano más grueso las demandas de los sindicatos médicos, para ver si, con suerte, pasa la cosa.

Para eso, la nueva estrategia pasa ahora por someter todas las resoluciones paralizantes al pleno de la Audiencia Provincial de Madrid, en un intento de desbloquear las concesiones. Cincuenta jueces a cuyo frente está el magistrado Martínez Tristán, casado con una consejera del gobierno de Castilla La Mancha, ex alto cargo de la de Madrid -también entre Madrid y Castilla La Mancha funciona la puerta giratoria, aspirante a una vocalía del Consejo General del Poder Judicial, cuyo nombramiento depende del partido del Gobierno y que ha sido, además, el autor intelectual del reagrupamiento de las demandas para llevarlas al pleno.

Lo dicho cambiar o utilizar las leyes a medida. Y si me atrevo a escribirlo es porque al deslenguado senador popular Francisco Granados le escuches decir, nada más decretarse la suspensión de las adjudicaciones que si, finalmente, no se ajustaban a la ley, se cambia la ley si es necesario. Pues en eso estamos, en hacer a la ley los arreglos que nos la dejen para el gobierno como un traje a la medida del gobierno madrileño y sus "socios".

 

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miércoles, 16 de octubre de 2013

POLÍTICA Y JUEGO

 
 
Definitivamente, hay quienes entienden la política como un juego y los órganos de representación de los ciudadanos como un casino y, desgraciadamente, esta actitud no es exclusiva de España, porque el espectáculo que está propiciando el "Tea Party" republicano en los Estados Unidos es digno de las últimas secuencias e "El rey del juego", en la que Steve McQueen, el héroe, y Edward G. Robinson, el villano, se lo juegan todo antes de enseñar la última carta, aunque con una diferencia, en la película, el villano tiene una cierta ética y sentimientos.
En la realidad, todo es mucho más vulgar y más sucio. Ahí tenemos a los Estados Unidos, toda una gran potencia económica, al borde de la bancarrota y con la amenaza de arrastrar en ella al resto del mundo, porque una serie de políticos iluminados e intransigentes quieren ganar al presidente Obama en el pulso por "reventar" económicamente la ya aprobada y bien aprobada, aunque algo descafeinada reforma sanitaria. Son un puñado de intransigentes, ideológicamente repugnantes, enemigos de todo lo que huela a solidario o a extensión de derechos, herederos de lo peor del ultra liberalismo neocon de las eras Bush, padre e hijo, pero conscientes de que la reina de diamantes necesaria para completar la escalera de color está en su mano y de que, con ella, tienen a su favor la partida, pero, no ya ésa en la que pretenden echar abajo los presupuestos, sino la que podría apear a su propio líder de la presidencia del Senado.
Aquí vivimos algo parecido con un Partido Popular y un Artur Mas tirándose los trastos a la cabeza sin otro interés que mantener encendida la caldera electoral para calentar su pobreza de ideas, su mala costumbre de fabular la política y soltar nubes de colores con la que distraernos haciéndonos mirar al cielo, cuando lo que debería preocuparnos es cómo están las cosas en el suelo. Saben de sobra que la cosa les funciona y que, así, nos tienen entretenidos y contentos y cuentan para el juego con la ayuda inestimable de la clac periodística, que no duda en subrayar con sus oh y sus ah cada una de sus fétidas nubecillas.
Cada día maldigo el momento en el que nuestros políticos descubrieron que todo tiene un precio, también la prensa, y el valor de la propaganda simbiótica que entre unos y otros podrían llegar a hacer. La cosa funciona como en el dignísimo arte de la prestidigitación y la magia, en el que el político mago suele contar con una pretendidamente vistosa, aunque cada vez más ajada, ayudante, la prensa, con la que hacer sus números. Una ayudante que con sus contoneos y lentejuelas conduce nuestra mirada donde el mago quiere y la aparta de lo que no quiere que veamos.
Acaba de ocurrir en Galicia, donde el presidente Feijóo anunció ayer a bombo y platillo una rebaja de medio punto en el tramo autonómico del IRPF, unos cuarenta y cinco euros por contribuyente y año, sólo horas después de haber vuelto a subir el "céntimo sanitario" en las gasolinas, un impuesto que pagan todos los gallegos, tengan ingresos o no, y que, a la larga, acaba repercutiendo en todo lo que se consume.
En fin el juego de la política, lleno de trampas, en el que se nos oculta lo importante que es el día a día y se nos prometen quimeras que, en el peor de los casos, para ellos, claro, quedarán pendientes para una próxima legislatura.
 
 
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martes, 15 de octubre de 2013

SALVADOS (DELUXE)

 
 
Podréis creerme o no, pero nunca en mi vida he visto, ni tengo pensado hacerlo, el programa al que he pedido prestado el nombra para mi entrada de hoy. Por eso no sé si ha sido del todo aceptada la elección. Pero ahí está y sobre el papel me parece acertada, porque, por lo que sé, el programa de marras consiste en dejar a una serie de personajes, escogidos de entre los que tendemos a considerar ricos y famosos, a pesar de que sabemos de sus continuos derroches y su malacostumbrada y nefasta mala administración, en medio de un escenario inhóspito al que deben sobrevivir.
Algo así ha pasado con la banca española a la que todos creíamos solvente y un poco "de la familia" y nos tocó verla con el culo al aire y el agua al cuello por culpa de la mala cabeza y peor catadura de sus directivos. Un espectáculo tan desagradable como morboso que nos ha mantenido pendientes de él y con el alma en vilo, creyendo, como en el de la tele, que nuestro futuro dependía del suyo. Y nada más lejos de la realidad, porque, ayer lo supimos, la Comisión Europea, transcurrida la aventura del rescate, ha dado por "salvados" a los bancos o, al menos, ha aceptado que sea nuestro gobierno el que los dé por salvados, mientras yo y como yo el resto de ciudadanos seguimos con los problemas de siempre y sin notar nada.
Los bancos son, nos dijeron, la pieza fundamental del sistema y de su buena salud depende que fluya el crédito que reactivará nuestra economía, ingresada en la UCI y con gotero, desde que sufriera el síncope de la caída de Lehman Brothers, de la que tanto debería saber el vicepresidente económico, Luis de Guindos. Nos hicieron creer que el rescate bancario que se da por cancelado y que, no lo olvidemos, se da por perdido, fundamentalmente porque la parte del león se la llevó la nacionalizada Bankia, era necesario para salvar nuestra economía y que, por ello, lo prioritario era salvar a la banca, no a las familias, no a las pequeñas y medianas empresas, no al comercio, que, una vez salvada la banca se salvarían del mismo modo que la primavera sigue al invierno.
Pero no. No era cierto, porque la banca española ha invertido el dinero barato que le venía de Europa en dar crédito al Estado, en comprar deuda soberana, a veces con un interés muy elevado, ahora no tanto, con lo que el dinero barato de Europa, a la larga ha acabado pagando sueldos de funcionarios, subsidios y pensiones y quienes esperaban el crédito a particulares como agua de mayo tendrán que seguir esperando un milagro.
La banca se ha salvado con un dinero que acabaremos pagando nosotros y el Gobierno no ha tardado ni un segundo en colgarse la medalla forjada con el sacrificio de estudiantes, pensionistas, enfermos y desahuciados, del mismo modo que los "salvados deluxe" de la tele se llevan crudo, sin dar un palo al agua, el dinero que los telespectadores pagamos en recargos publicitarios en los productos que se anuncian en el programa que con ellos se financia.
Quizá el ministro esté orgulloso de haber salvado a la banca, al fin y al cabo, como él mismo, son personajes "de luxe". Sin embargo, mientras no crezca el empleo, mientras ser español y joven siga siendo una maldición, seguiré teniendo la impresión de que la España para la que gobiernan es una España ficticia y "deluxe".
 
 
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