Podría pensarse que los hados se pusieron de acuerdo ayer
para que aflorasen, una detrás de otra, una serie de noticias que hablaban
todas de lo mismo, de la crueldad innecesaria y gratuita, adjetivo que, en su
segunda acepción en el diccionario de la RAE, equivale a arbitraria e
innecesaria. Ayer, la larga huella de las tijeras del Gobierno y la visión
exclusivamente mercantilista y contable, según a quién afecten los recortes, de
los gestores interpuestos, dejaron al descubierto toda una serie de acciones u
omisiones del gobierno que debería ser de todos y para todos, más propia
del naturalismo de Émile Zola que de un país de la Unión Europea en pleno siglo
XXI.
No encuentro palabra más adecuada que crueldad, para definir
lo que, si no, simplemente habría que calificar de estúpida
irresponsabilidad. Porque cómo puede describirse el desprecio miserable de los
responsables de la consejería de Salud del gobierno balear que negaron
asistencia médica apropiada a un enfermo de tuberculosis -que además era
inmigrante sin papeles, pero esto para quien se ocupa de la salud ciudadana
debería ser accesorio- que, finalmente, no sólo ha fallecido, sino que,
además, ha contagiado la enfermedad a quienes compartían su entorno. La
decisión implacable de la consejería no sólo es miserable, sino que, a la
larga, va a costarles a los ciudadanos mucho más que la atención que, como
enfermo, merecía quien padecía la enfermedad y portaba una temible
bacteria que no pide los papeles a sus víctimas ni distingue de razas, a la
hora de minar sus pulmones y que, con el tiempo, se ha hecho resistente a los
tratamientos convencionales que no hace tanto la detenían. Ante esto, sólo se
me ocurre decir que los ciudadanos de las islas tienen un serio problema. Mejor
dicho, dos, el del foco de tuberculosis detectado y el del otro foco de
imprudencia que se ha detectado entre quienes deberían velar por su salud.
De regreso a la península, frente a las islas, está
Valencia, modelo de tantas cosas en otros tiempos, los de Aznar, que ahora
hace agua por todas partes y que también ha sido ridícula y cruelmente
implacable al retirar a un paciente la prótesis con la que debería curar
su lesión de rodilla porque su familia que, como tantas, atraviesa dificultades
económicas no disponía de los ciento y pico euros que pedía por ella la
ortopedia suministradora y que, entre comportarse como una ONG y repetir la
genial escena de "El cochecito", optó por dejarse llevar por Azcona y
por Ferreri. Ridículo carpetovetónico que estoy seguro de que a estas horas
habrá dado ya la vuelta al mundo.
Cruel y miserable es también la decisión del ministro de
Hacienda, el inefable Montoro, que, pesa a poder someterlas a un IVA reducido
del 6%, tal y como autoriza y recomienda Bruselas, ha decidido aplicar el tipo
más alto, 21%, a los servicios de comedor escolar. El histrión que tenemos
por ministro ha retratado de un plumazo el afán exclusivamente recaudador
y el estilo claramente chapuza con que toma sus decisiones.
Pero eso no es todo. En un episodio, denunciado por
sindicatos médicos y propio de tiempos en los que quienes ostentaban el poder
gustaban de advertirlo con gafas de sol, finos bigotes y barrigas prisioneras
de guerreras blancas y ocurrido en el hospital de Hellín, el gerente del centro
trasladó todo un equipo de neurocirugía, supongo que con el instrumental
apropiado para el caso, a "su" hospital, para operar en él a su madre
fuera del horario establecido para el resto de ciudadanos, utilizando para ello
uno de los quirófanos del centro, a sabiendas de que el hospital de referencia
de su madre, del que vinieron cirujanos y enfermeras, es el de Albacete. Espero
que la madre del gerente de Hellín haya podido celebrar su día con la
satisfacción y la tranquilidad que da saberse querida por su hijo, pero,
si las cosas son como debieran, debería ser cesado por tamaña cacicada.
No sé si, dentro de unos años, estás cosas arrancarán de los
que sobrevivamos o de nuestros hijos la misma sonrisa amarga que
nos arranca el cine de Berlanga o de Ferreri. Sería bueno extraer tan
inteligentes lecciones de una época, esta que vivimos, tan llena de crueldad
innecesaria.
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