No aprenden. No entienden cuál es la magia -y el veneno- del
tuit. Se piensan que los mensajitos de ciento cuarenta caracteres son a la
conversación lo que la confidencia al oído y hay quien se pasa el día
cotilleando y escribiendo chistes y ocurrencias en la pantallita, sin pararse a
pensar que la oreja en que vierten su creatividad mal digerida tiene el
tamaño del planeta y está permanentemente abierta, para bien y para mal.
A veces pasa que uno no puede resistirse a la última
genialidad que se le ocurre y cuando se le vienen encima las reacciones,
cuando la ira ajena o el ridículo propio que desatan, inundan en apenas unos
minutos su pantalla, ese uno cae en la cuenta de lo que acaba de
escribir. Y se arrepiente y elimina el comentario y le gustaría no haberlo
escrito nunca. A veces, la tormenta desatada es tal que acaban por eliminar la
misma cuenta que han sido incapaces de administrar con cordura.
El último ejemplo de esto de lo que os comento lo dio ayer
una diputada del Partido Popular en las Corts Valencianes, de estética
marcadamente Barbie, por cierto, a la que no se le ocurrió otra cosa que hacer
un chiste bastante malo, también por cierto, a propósito de la cifra que
los diputados de Compromis exhibían en carteles y que no era otra que la del número
de parados, 720.000, existentes en la comunidad valenciana. Una cifra
ante la que Carmen Amorós, que así se llama la diputada tuvo la feliz idea
de recomendar apuntar el número por si era el del gordo de la lotería.
El chiste en cuestión, tuiteado a los cuatro vientos,
como se tuitea todo, probablemente iba dirigido únicamente a sus amigos y
compañeros de grupo, pero se extendió rápidamente por la red y hurgó en
tantas heridas que la cuenta de la barbiediputada se convirtió de inmediato en
el orinal en que no pocos descargaron su ira. Es entonces cuando llegaron las
lamentaciones y las quejas por sentirse agredida y vejada, como si no supiese cómo
funciona el asunto, como si su caso hubiese sido el primero, como si no hubiese
antecedentes de políticos, músicos o deportistas afectados por la reacción
adversa de una sobredosis de twitter.
Elena Valenciano, Fátima Báñez, Toni Cantó o el
arrancacabezas Sigfrid Soria son algunos de los sansebastianes de la política
en España, asaeteados desde sus cuentas por haber asomado demasiado la cabeza
en Twitter. El afán de notoriedad y el intento de conquista de nuevos
"mercados" ha llevado a muchos políticos a abrir su cuenta en la
comunidad del pajarito, sin darse cuenta de que el crecimiento exponencial de
la audiencia y la extensión de la misma hasta ámbitos insospechados y no
deseados, les coloca, con sus miserias, sus ridículos, sus salidas de tono y
sus indiscreciones ante los ojos y los oídos de todos, con el riesgo añadido de
que en la red no hay vallas, verjas ni antidisturbios que les protejan.
Tanto se ha extendido el uso de esta red social que la Real
Academia de la Lengua ya ha incorporado al español tuitear, tuit y muchas
de las palabras con origen en ella. No sé si el verbo se admite en su
forma reflexiva, pero parafraseando a un entrevistado que, al ser interrumpido
por su propio teléfono móvil, habló de "haberse
telefoneado encima" ante lo embarazoso de la situación, creo que no
sería exagerado que Carmen Amorós y sus antecesores en el ridículo se tuitean
encima.
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