No hace mucho Ronaldo Nazario, el futbolista brasileño que
triunfó en el Barça y el real Madrid, se permitió dar un aconsejar a su maestro
Pelé, cuando, ante las protestas por la subida de los precios del trasporte
durante el último mundial celebrado en Brasil, el mítico jugador, demasiado
entregado a la causa FIFA, se permitió criticar a quienes secundaban las
protestas. Ronaldo, progresista él, mandó un contundente recado a su viejo
y acomodado ídolo, "callado eres más sabio" dijo. Qué gran verdad, si
el destinatario habla de más y olvida su lugar en el mundo.
Una frase que tengo presente siempre que alguien, sacando
los pies del tiesto, habla por no callar o lo hace tratando de parecerse a
su rival, como queriendo arrebatarle su discurso y, con él y en el caso de los
políticos, sus votantes, algo que, junto a otras misteriosa causas, a Albert
Rivera le costó el puesto y, a sus mentores, el partido.
Alguien ha debido decirle a Pablo Casado que en el silencio
crece, porque lleva tiempo guardando silencio, poniendo por delante a su
escudero Teodoro García Egea, quien, para desbarrar y teñir de zafiedad y
facherío el discurso "pepero", se basta y se sobra. El silencio y la
barba, dicho sea de paso, han ayudado a mejorar la imagen del siempre cambiante
líder del PP, ultraconservador a veces y casi tolerante en otras. Callado es
sabio y siempre le queda la posibilidad de renegar de Egea, su secretario
general, si éste se columpia demasiado.
Sin embargo, hay momentos en los que el silencio no basta y
estamos en uno de esos momentos. No basta con que Egea dé aquí y allá ni seguir
callado mientras el amojamado Aznar coloca sus mensajes apocalípticos con su
voz de ultratumba y su aspecto de conde transilvánico sorprendido por el sol.
No basta, porque resulta evidente que a Vox no se le combate con sus
mismas armas y porque los líderes de Vox, más torpes de lo que cabía esperar,
se revuelcan en sus mentiras y sus tópicos sin el menor sentido de la realidad,
poniendo en evidencia, también, a sus socios.
Acaba de ocurrir en el ayuntamiento de Madrid y no sólo en
él, a propósito del boicot de los ultras a las declaraciones institucionales
contra la violencia machista y, especialmente, ante el espectáculo tan
lamentable dado por el aguerrido Ortega Smith, bloqueado ante la dignidad y el
coraje de una víctima, como ella misma dijo, inmigrante, musulmana y feminista.
El bochorno fue tal que el alcalde elegido con los votos de Ciudadanos y Vox,
tuvo que "regañar" al botarate de Ortega, pero, a la hora de la
reprobación propuesta por el PSOE, prefirió cerrar filas con la ultraderecha,
quedándose sólo con ellos, frente al resto de grupos municipales.
Uno se pregunta, con todo el derecho, a qué viene la
esquizofrenia del PP que un día compadrea con los energúmenos y otro les regaña,
que, por la mañana, sostiene un discurso casi perfecto y, ya por la tarde, le
salva el fino pellejo democrático que les cubre. Probablemente Casado piensa
que basta con su silencio, que ya se apaciguarán los ánimos, y que, mientras
tanto, ya le va bien mantenerse en el poder en los ayuntamientos, diputaciones
y comunidades autónomas que perdió en las elecciones y que, sólo jugado la
carta de coaligarse con Ciudadanos y blanquear el discurso y los votos de Vox,
arrebató a los vencedores en aquellos comicios.
Ayer, Ciudadanos se sumó a la reprobación de Ortega
Smith, quizá porque viene caro que está lejos de su discurso y sus votantes
también. Cosa distinta le ocurre al PP, que aún se cree propietario de la mayor
parte de los votos recibidos por VOX. De lo que no es consciente es de que, con
su silencio y su negativa a la condena, está alimentando al monstruo que, quién
sabe, acabe comiéndose al PP en el futuro. De momento, ayer perdió su mejor
oportunidad de alinearse con esa derecha europea que lleva años aislando a ese
populismo nostálgico de tiempos peores que no es otra cosa que el embrión del
fascismo. Ayer el PP perdió la oportunidad de borrarse de la foro de Colón que el mismo Casado propuso