jueves, 19 de marzo de 2020

...Y VINO EL LOBO


Corren malos tiempos para la lírica, corren malos tiempos para los aduladores y, sobre todo, para los mentirosos. Las viejas formas de la política, las de fiarlo todo al futuro ya no sirven, entre otras cosas, porque, de repente, el futuro no existe y, para que exista va a tener que ser muy distinto del que hasta ayer mismo habíamos previsto. No somos capaces de ver el futuro y el pasado, ese pasado frívolo y cruel del que venimos nos persigue y nos castiga hoy de golpe y sin distinguir clases, edades, colores o ideologías.
En este país en que vivimos, demasiado a menudo, engañados o conscientes, los votantes han dado el poder a quienes les han regalado el oído y, sobre todo, les han acariciado el bolsillo. Demasiado a menudo se han hecho oídos sordos a las advertencias y las quejas de los trabajadores de la Sanidad Pública, también de la Enseñanza, que desde hace año vienen quejándose de los recortes, de la falta de recursos y de personal, de jornadas interminables, porque ante una población cada vez mayor y cada vez más envejecida, cada vez se contrataban menos profesionales y cada vez en condiciones cada vez peores.
Hasta ahora valía todo: las falsas promesas, las amenazas y sanciones que ponían a los responsables de salud pública ante el espejo de la triste realidad, del deterioro de las instalaciones y el material, de la falta de estímulos a los nuevos profesionales, de la falta de incentivos para los profesionales de la Sanidad, que se incorporan con contratos de días, si no de horas, hoy aquí, mañana allá, y se les exige como a cualquiera, a cambio de un sueldo escaso, sin la menor seguridad de continuidad en su puesto de trabajo, si es que a lo que tienen se le puede llamar puesto de trabajo.
Hasta ahora valía todo eso, porque los responsables de cuidar de nosotros, los que han malvendido parte de nuestros hospitales y centros de salud y, si sólo fue parte, fue porque los trabajadores de la sanidad se movilizaron, se gastaban millones de euros en publicidad, en campañas y anuncios que confunden a la gente y compran voluntades, especialmente las de la prensa, una prensa en horas bajas que renuncia a morder la mano que, con la compra de anuncios, le daba de comer. Sólo eso explica que los usuarios de la sanidad, los pacientes llegasen a creer que la ecuación que proponían Aguirre, sus sucesores y consejeros, esa falsa ecuación que trata de hacernos creer que la misma atención, presumen incluso de que mejor, en centros privados privada, más el lucro empresarial y las consiguientes mordidas a quienes han de tomar las decisiones, nos salen más baratas, algo que en casi dos décadas de privatizaciones no ha cuadrado nunca.
Ahora les va a resultar más difícil el engaño, porque bastaría acercarse a un centro de salud, a cualquiera, para ver que los sanitarios, médicos, enfermeras y el resto de personal, trabajan prácticamente "a pelo", sin las necesarias mascarillas, sin los trajes y los guantes que les aíslen del virus que, inevitablemente, traen los pacientes que acuden, sin los test que permitan separar a los ya contagiados de quienes no debieran contagiarse, porque evitarlo sería posible, trabajando en jornadas agotadoras, llenas de tensión y de ansiedad, con la sombra del contagio siempre sobre sus cabezas y la pena añadida de no poder ver a sus seres seguidos, porque ellos, los sanitarios, como primera línea de choque, como las vanguardias en los ejércitos, son los que más posibilidades tienen de caer. 
Por eso, los que aún no se han contagiado, ya hay muchos positivos entre ellos, padecen insomnio y ansiedad, no por miedo, que si lo tienen lo esquivan, sino por responsabilidad, porque de sobra saben que los sanitarios contagiados son uno de los principales vectores de contagio de la pandemia y están viendo como caen sus compañeros, como las plantillas de los centros van mermándose cuando su presencia es más necesaria.
No hay trajes de protección, ni mascarillas, ni gafas, no hay kits de detección del virus, las UCI están al borde del colapso y todo porque los responsables de que todo eso fuese suficiente ya en el primer momento de la epidemia, estaban más en los cálculos, en el debe, el haber y "lo que me llevo" que en echar el resto en las primeras batallas y en movilizar recursos para que no faltase nada, porque eso que falta no es tan caro, pero había que haberlo previsto, había que haber invertido en reservas estrategias de todo ese material y de todo ese personal y se optó por "vender", en anuncios y publirreportajes, una sanidad de cartón piedra, muy caro por cierto, que a la hora de la verdad se ha desmoronado como el castillo de naipes que en realidad era.
Estos dirigentes, hablo de Madrid, que han malvendido nuestro tesoro y han gestionado la Sanidad Pública como lo haría un fondo buitre, han tratado de echar tierra sobre el asunto, transmitiendo las primeras consignas verbalmente, nunca por escrito, para guardarse las espaldas y, así, poder quitarse de en medio cuando las víctimas mortales en centros que dependen de ellos se apilan a la puerta de sus despachos. Demasiado acostumbrados a hacernos creer que todo es como en el cuento de "Pedro y el lobo", acostumbrados a acusar a las "mareas" de exagerar, han tratado de convencernos de que el lobo no vendría, pero el lobo nos rondaba y ya está aquí, mordiéndonos los tobillos, lo trajeron ellos.
Dicen que de todo se aprende y espero que aprendamos que era una gran verdad eso de que vale más prevenir que curar, que, por eso, debemos defender activamente una sanidad públicau y que, si alguien nos engaña una y otra vez, como nos han engañado estos señores, es porque somos tan tontos como irresponsables.

jueves, 12 de marzo de 2020

IRRESPONSABLES


Si algo está dejando claro esta crisis sanitaria global que estamos sufriendo es que, a los españoles, nos falta responsabilidad, colectiva, pero, sobre todo, colectiva. Nos hartamos de echarnos flores como pueblo responsable y solidario. Somos obedientes cuando se nos sujeta y castiga, pero no lo somos cuando se deja en nuestras manos el más mínimo resquicio para el incumplimiento. Mi maldad vengativa me lleva a pensar que tenemos merecido lo que nos pase, pero, inmediatamente, caigo en la cuenta de todo un país no merece pagar las consecuencias de la irresponsabilidad de unos cuantos, no muchos, pero suficientes.
Ayer, sin ir más lejos, se hizo efectivo el cierre de escuelas, colegios y universidades, para evitar la propagación del virus y parece que a algunos, fundamentalmente universitarios, les faltó tiempo para, ya desde la noche anterior, tomar el centro de Madrid y congregarse, bien juntitos, en bares y terrazas del centro de Madrid, Y no sólo eso, porque a la mañana siguiente las estaciones de tren o autobús se llenaron de universitarios arrastrando maletas para, sin saber si estaban infectados, volver al pueblo a repartir el riesgo entre familiares y amigos. También los parques se llenaron de niños sin colegio que reprodujeron al aire libre, no sé con qué consecuencias, el contacto que diariamente mantienen en su colegio. Eso por no hablar de quienes se ofrecen, previo pago o no, a montar guarderías improvisadas, en locales y domicilios sin control.
Hay irresponsables de todas las categorías y todos los grupos sociales. Ayer, sin ir más lejos, en la cola de uno de los supermercados en los que compro habitualmente, me tocó ver a un "caballero" bien vestido, con ropa cara, de marca, una mascarilla y guantes de plástico empujando un carro repleto de "acopios" innecesarios, botellas de aceite, una docena, montañas de leche, pasta, sopas y conservas como para un asedio. A su lado, yo con mis pechugas de pollo, mis cogollos de lechuga y mi barra de pan, me sentía violento y con ganas de decirle al buen señor que a lo mejor se moría antes de comerse todo eso.
No sé quizá soy demasiado escrupuloso para esos actos insolidarios de gente que, porque se lo puede permitir y aunque no sea necesario, porque nunca van a faltar suministros, se lleva de las estanterías lo que quizá necesiten ahora otros. Parece como si la gente se sintiese mejor así, acaparando sin necesidad, llenando armarios y cajones en sus casas con mascarillas y geles hidroalcohólicos que nunca va a usar, por el simple gusto de tenerlos, dejando sin estas protecciones necesarias al resto de la población.
Irresponsable, también, el diputado de Vox, Javier Ortega Smith que, sabiendo que la epidemia ya se había declarado en la Lombardía Italia, se fue a pasar unos días con sus hijos y regresó sin decir a nadie donde había estado, pese a tener síntomas claros de la enfermedad, como quedó demostrado en las grabaciones de la Asamblea que celebro su partido, en la que no dejo de toser y moquear, además de repartir besos y abrazos. Ahora todo su grupo parlamentario está en cuarentena y quizá algún que otro caza selfis de esos que tanto le admiran. La irresponsabilidad de Ortega Smith ha obligado a restringir el trabajo del Congreso y quién sabe si del ayuntamiento, porque en los dos sitios tiene escaño, quizá porque no trabaja mucho en ninguno de los dos.
Irresponsables fueron también los sanitarios del hospital de Alcorcón que, pese a estar prohibidas las concentraciones de médicos y enfermeras, para evitar el contagio de personal tan necesario y crítico, se reunieron en una cena y una fiesta en las que se produjeron contagios que, a estas horas, con toda probabilidad se han extendido a los pacientes que trataron en sus consultas.
Pero si hay un grupo de irresponsables, jaleados además como héroes desde algunos medios de comunicación ese es el de los hinchas que se concentraron a las puertas de Metalla, cuando se decidió celebrar el partido de la Liga de Campeones a puerta cerrada para evitar contagios, o, peor aún, esos casi tres mil hinchas atléticos que, sin pensar en nade, viajaron ayer a Liverpool para ver jugar a su equipo frente al histórico club inglés. No os quepa duda de que, si hasta ahora Reino Unido no estaba siendo castigado severamente por el coronavirus, a partir de hoy lo estará, ni de que alguno de los viajeros se traerá de allí la alegría de ver clasificado a su equipo y algo más, con tos, fiebre alta y mucho peligro.
Alguien me ha dicho que, para extender la infección por todo el mundo, bastaba con inoculársela a unos cuantos italianos y españoles que con su poca cabeza se encargarían del resto, y quizá tengan razón, aunque hay quienes además de irresponsables, están trufados de maldad, como el estúpido Donald Trump que ayer cerró sus aeropuertos para impedir la entrada del "virus extranjero", con la excepción de los del Reino Unido que, desde anoche quizá ya no sean tan seguros. No estaría mal que "pelo fuego", xenófobo donde los haya, empezase a toser también.



miércoles, 11 de marzo de 2020

ENTRE LA FRIVOLIDAD Y EL MIEDO


Si algo nos está dejando esta grave epidemia que nos pasa por encima, hay que contabilizar sin duda en ese legado las grandes dosis de realidad que nos arroja encima, frente a este mundo de luces y oropel que nos repite que no pasa nada o que la cosa no va con nosotros. Estamos cansados de decir de algo que se propaga con la velocidad que arde un reguero de pólvora, que se ha hecho viral. Pues bien, nada hay más viral que un virus y el Covid 19 es de los más virales, valga la redundancia.
La progresión de los contagios es, no ya geométrica, sino exponencial. De in único infectado, en el más peligroso de los silencios, puede surgir un foco capaz de expandirse secretamente entre núcleos enormes de población. De un funeral en el que uno de los asistentes lo estaba, hemos pasado a dos provincias en estado de alerta, con calles cerradas y un importante número de ciudadanos con su movilidad restringida, para evitar una expansión aún mayor de la infección. Nadie queríamos creer lo que nos decían que podía ocurrir, yo, si soy sincero, tampoco, y fuimos muchos los que nos dejamos llevar por la sensación de que lo de China era una exageración y las medidas drásticas tomadas por sus autoridades, excesos propios de una dictadura.
Una de nuestras primeras reacciones, cómo no, fue la desconfianza racista hacia todo aquel que tuviera los ojos rasgados, mientras en Italia, en plena Europa "civilizada", se cerraban dos localidades, en una de las zonas más turísticas e industriales de Europa, mientras nosotros, los europeos, no dejábamos de viajar a Italia ni de recibir italianos o, mejor dicho, residentes en Italia en nuestras calles. Todos esos viajeros procedentes de Italia, la mayor parte al menos, hicieron lo que no hay que hacer en estos casos, no dar importancia a lo que estaba ocurriendo y anteponer sus intereses, de trabajo o de ocio, a la prudencia, con lo que, para esta partida, acabaron de echarse las cartas y me temo que fueron las peores.
Hoy es el día en que de una forma u otra los afectados por las consecuencias de esa inconsciencia tan insolidaria son millones en España, hoy es el día en que ese decorado de cartón piedra en que nos, eso que llamamos Economía, se desmorona y, sin embargo aún queda gente que, porque se cree inmortal, "es peligroso sólo para los viejos", dicen, siguen a lo suyo, pensando que lo peor que les puede pasar es  quedarse son fútbol o tener que verlo por televisión, o quedarse sin el ruido y el olor a pólvora de las fallas. Todo un drama, vamos, un drama que estaría justificado entre quienes viven de los puestos de trabajo que dependen del fútbol o las fallas. Sin embargo, olvidan que los desplazamientos que implican uno u otro espectáculo son el mecanismo ideal para expandir los contagios aún más. Gente que, cuando se decide jugar un partido a puerta cerrada, para salvaguardar su salud, entre otras cosas, deciden concentrarse, bien apretaditos, en la calle para animar a sus héroes.
Las fallas se han aplazado y los partidos de fútbol se van a jugar a puerta cerrada, no es lo mismo, pero, en el peor de los casos, es una decisión, veremos si se mantiene, que se toma sólo por razones económicas, por el interés de los clubes y las televisiones y sus contratos millonarios. Ante esto, los futbolistas se quejan y preferirían no jugar hasta que no desaparezca el fantasma del coronavirus, porque, dicen, son un grupo de riesgo que se toca, se besa, se abraza y se golpea. No dejan de tener algo de razón, pero sólo algo, porque sus miedos y sus protestas se quedan en una frivolidad de niño mimado, si se comparan con el verdadero grupo de riesgo que son los miles de trabajadores de la sanidad pública, que se enfrentan, no a compañeros jóvenes y bien alimentados, rebosantes de salud y bien cuidados, sino a pacientes enfermos de todas las clases sociales, a veces en domicilios, derrotados por la edad o por la vida, sin la menor medida de higiene, y lo hacen sin medios o con los justos, porque tienen vocación de servicio y un punto de heroicidad que, pese a lo creído que se lo tengan, a los futbolistas, si no a todos, a la mayoría, les faltan. Y en esas estamos, entre la frivolidad y el miedo.

martes, 10 de marzo de 2020

LA SOCIEDAD ALEGRE Y CONFIADA


Hubo un tiempo, apenas hace una semana, en el que nos creíamos invencibles, inmortales, seguros... y bastó que alguien, dicen que un chino, comiese lo que no debía, un animal salvaje, el mismo que había comido toda su vida, sin control sanitario alguno, para que el cómodo castillo de naipes de nuestra seguridad se viniese abajo con nosotros dentro. Bueno, no exactamente. Ayudó bastante que nos diese por ir al fin del mundo a disfrutar de nuevos paisajes y nuevas experiencias, también las gastronómicas, en viajes de placer casi siempre innecesarios, creyendo que ese mundo que hacemos nuestro por unos días a golpe de tarjeta de crédito es una prolongación del nuestro.
Ya pasó en los ochenta con el SIDA, visto al principio e interesadamente como una plaga, un castigo, con el que la naturaleza, dios le llaman algunos, castigaba la sodomía. En aquella ocasión no fue un murciélago como dicen que ha sido ahora, sino un mono del centro de África el que facilitó el salto de un virus, endémico entre estos animales, a la especie humana, y que fueron también viajeros los que lo trajeron al ufano "primer" mundo. De entonces a acá, aprendimos, si no a curarlo, sí a domarlo y a evitarlo, aunque el miedo se olvida y la prevención se relaja, como también, más pronto que tarde, aprenderemos a evitar este virus maldito de nombre tan regio, para convertirlo en un mal recuerdo, en una pesadilla.
Lo que ya nunca será igual es esa sensación de seguridad absoluta, ese vivir al día y pendientes solo del saldo de nuestra tarjeta. Tampoco, al menos eso espero, ese dejarnos convertir en poco más que consumidores, necesitados de gastar el sueldo o la pensión, pagando cuantos menos impuestos mejor.
Espero que muchos que pensaban que "para qué pagarlos", para qué pagar mi médico y el de los que ganan menos que yo o no ganas, sí, porque lo valgo, puedo pagar médicos, clínicas y hospitales que aparentemente, sólo aparentemente, son mejores que los muy saturados centros de salud y hospitales públicos.
Dónde están ahora, me pregunto, todas esas clínicas y hospitales, lujosos como hoteles, de uniformes impecables, que tanto gustan a los insolidarios, dónde. Toda la carga de la atención, como debe ser, por otra parte, se ha echado sobre los hombros de los trabajadores y los medios de la sanidad pública, que, pese a verse desbordados por años de recortes egoístas del partido que votan los egoístas, con su esfuerzo y mientras puedan están haciendo frente a la detección y la atención de afectados por este virus.
En Madrid la maltrecha sanidad pública, con el personal justo y los medios al límite, está en alguna zona, como Valdemoro, ya desbordada, mientras la presidenta y sus asesores, los mismos que cierran camas y despiden al personal sanitario, hablan, no de reabrir esas camas, sino de quitárselas a otros servicios, y, como la cabra tira al monte, su jefe nacional y padrino, Pablo Casado, aprovecha el paso del Pisuerga epidémico para tratar de doblar el brazo a un Pedro Sánchez que hasta ahora se le resiste.
Casado, olvidándose de los ciudadanos se fija más y con mayor atención en las empresas, tratando de aprovechar la emergencia para, por ejemplo, frenar la derogación de "su" reforma laboral y, sin duda, se aferrará al cuello del presidente hasta asfixiarle si puede, con lo cual queda demostrado que los mismos que han propiciado esta sociedad alegre y confiada, acostumbrada, más bien forzada, a vivir al día, pretenden convertirse en salvadores de la misma, a su manera, claro.
Hace años, cuando aparecía una enfermedad nueva o exótica, una enfermedad en lo más profundo del tercer mundo a nadie le importaba, entre otras cosas, porque no nos enterábamos. Hace décadas los viajeros enfermos morían en el camino o manifestaban los síntomas a bordo del barco o cualquiera que fuera su medio de transporte. Hoy llegan al último confín del mundo, o desde él, en apenas unas horas y llegan a bordo de tubos cerrados con alas, en los que el aire se respira una y otra vez.
Hace años comíamos y usábamos lo que se producía o hacía cerca de muestras casas, hoy gran parte de lo que comemos y lo que compramos se produce lejos, a veces en varios países, lo que provoca un trasiego de personas y mercancías que nos traen a veces en silencio lo que no queremos. No es que yo esté pidiendo construir nuevas murallas chinas o romanas, pero sería conveniente dar un repaso al cómo y el porqué de esta sociedad alegre y confiada que muy a su pesar despierta de un sueño algo irresponsable, todos, salvo los de siempre, los especuladores, gente sin escrúpulos que siempre sacan partido a las desgracias ajenas, en las bolsas o en el supermercado. 
Esperemos que este baño de realidad que nos está dando "el bichito", que diría aquel ministro Sancho Rof, nos devuelva a la racionalidad y a encontrar placer y felicidad en las cosas sencillas y cercanas y, sobre todo, a pensar que cuanto más fuerte sea lo de todos, más fuerte seremos todos.

lunes, 9 de marzo de 2020

NO PINTABAN NADA


¿Invitarías a tu fiesta a la vecina que alquiló su piso a ese otro vecino indeseable que miente sobre ti, te insulta, te desprecia y, sobre todo, hace lo posible para echarte de tu casa? Seguro que no lo harías y que, si se presenta en tu fiesta le invitarías, con más o menos educación, a que se fuera por donde había venido.
Precisamente eso mismo fue lo que ocurrió ayer en la marcha del 8-M de Madrid, de la que Begoña Villacís, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid gracias a VOX, fue invitada a salir con tanta insistencia que la policía, como ocurriera en la pasada marcha del orgullo con ella e Inés Arrimadas, le recomendó dejar la manifestación.
Tienen que entender que, aunque su partido, como el PP, pretenda esgrimir el feminismo como una de sus señas de identidad, vendieron su honorabilidad y coherencia democráticas a cambio del plato de lentejas de sus sillones en los gobiernos de Andalucía, Madrid o Murcia y en muchos ayuntamientos.
Tienen que creer que por más que se digan a cada minuto que ellos no son Vox, Vox es lo que es hoy gracias a ellos, porque, como en la expansión del covid 19, no haber aislado a tiempo el virus de la intolerancia, el antifeminismo y su disfraz del más rancio integrismo moral y religioso, ha sido clave para que la intolerancia burda, inculta y mentirosa de Vox se instale en las instituciones.
Les vendría bien a la señora Villacís y a sus compañeros repasar la historia de Europa, especialmente la de Alemania, para comprobar que Hitler llegó a la cancillería con el apoyo de personajes de doble moral, políticos de la derecha moderada y empresarios, tendieron el puente de plata que llevó a Hitler a la cancillería y de allí al tercer Reich. No digo yo que esto vaya a ocurrir en España, pero las cosas, sobre todo en política, se sabe cómo comienzan, paro no se sabe cómo acaban.
Ciudadanos, con sus "lideresas" a la cabeza, no puede pretender que, después de años de ignorar al feminismo, después de haber pretendido enmendar la plana a las feministas, diciéndoles qué es y qué no es feminismo, ahora en que el movimiento feminista se ha consolidado y crece cada día más, se les haga un sitio de honor en la cabecera de sus manifestaciones. Tienen que entender que lo suyo, sus intentos de subirse al tren en marcha sean vistos, cuando menos, como oportunismo, si no como un intento de boicotear las marchas, provocando incidentes en ellas, algo a lo que Ciudadanos parece haberle cogido gusto, siguiendo las tácticas de "auto escrache" de las que Inés Arrimadas, en Navarra, Euskadi y Cataluña se convirtió en especialista.
Los partidos de la derecha y Ciudadanos de momento lo es, por sus hechos los conoceréis, tienen que entender que no pintan nada junto a las feministas, junto a ese feminismo que lleva años luchando por conquistar unos derechos que ellos, si alguna vez los reconocen, lo hacen por puro paternalismo o por conveniencia. Ciudadanos se ha especializado en el victimismo, en un victimismo al que el PP ni siquiera se atreve, porque prefiere pasar inadvertido, mandando a la manifestación a dirigentes de perfil bajo que se libraron de los abucheos, simplemente, porque no fueron reconocidas, porque, de haberlo sido, de los pitos no les hubiese librado nada, porque, repito, no pintaban nada.

jueves, 5 de marzo de 2020

INSOMNIO Y PESADILLA


Lo peor que le puede ocurrir a un líder político y lo que puede acabar con él y su proyecto es acabar confundiendo los intereses que defiende, se supone que en nombre de todos o para todos, con los suyos propios. Y eso, me temo, les está empezando a pasar a Pablo Iglesias y sus compañeros, no sé si celosos o demasiado apresurados, porque se están comportando como si pretendiesen, no ya asaltar los cielos, sino ponerlos patas arriba, sin medir las consecuencias que, para todos, acabarán teniendo todas y cada una de las decisiones que tomen desde sus ministerios o sus cargos.
Mucho me temo que en esas anda Iglesias cuando anda más pendiente del calendario, con citas como la del 8-M o la de la próxima asamblea de su partido, tratando de jalonar de banderas y de objetivos cumplidos el camino, sin pararse a pensar que, en cualquier campaña, tan importante es conquistar posiciones como consolidarlas. No basta con presentar un proyecto de ley de libertad sexual, porque ese proyecto tiene que ser asumible por todo el gobierno, no sólo por una parte de él, y, sobre todo, debe servir, si no a toda la sociedad, sí a la mayoría de ella.
De nada le sirve a esa sociedad que una ley, por bien intencionada y avanzada que sea, si es que lo es, sea rechazada por una parte importante de la sociedad o acabe en el Tribunal Constitucional, como sin duda pretende que acabe la derecha, para ser mutilada, un final que supondría una pérdida de tiempo y, sobre todo, de ilusión por parte de quienes creemos que hay que tomar decisiones valientes, pero inteligentes.
Parece ser que el proyecto de ley elaborado por el equipo de Irene Montero ha pisado demasiados callos, ha invadido demasiadas competencias de gobiernos autonómicos y, por otro lado, parece haber rechazado el asesoramiento y la asistencia de otros departamentos gubernamentales ajenos a la órbita de Podemos. Evidentemente ha habido prisa en exceso y, lo que me parece aún peor, cierta soberbia en la reacción de la guardia de corps, el aparato, de Pablo Iglesias.
La gente del vicepresidente y la ministra de Igualdad ha salido en tromba, con la misma virulencia que el manido coronavirus, contra todo aquel que, desde el gobierno o desde la prensa, se haya permitido criticar el anteproyecto o el ministerio del que ha salido. Iglesias se permitió, incluso, acusar de machismo, él que no parece el más indicado para hacerlo, a quienes, desde el gobierno, si concretar, había hablado de la necesidad de retocar lo presentado por su compañera.
No hay que olvidar que el tratamiento que el Código Penal daba a la violación, fruto de la reforma de Juan Alberto Belloch, ministro que fue de Zapatero, estuvo en el origen de la tristemente célebre sentencia dictada por la Audiencia de Navarra contra "la manada", una sentencia que tuvo que ser revocada por el Supremo, porque se había hecho una interpretación sesgada hacia el machismo del "código Belloch".
No basta con querer hacer las cosas bien, hay que hacerlas bien y hay que ser muy consciente de dónde se está y qué se es. Ese es el problema que Podemos, con Iglesias y  Montero a la cabeza, parecen querer demostrar al resto del gobierno, a sus asesores y a los funcionarios que son más listos que nadie y están actuando por libre y con prisas, por ejemplo con una hasta ahora sensata Yolanda Díaz que, desde el Ministerio de Trabajo que preside, se ha permitido elaborar, por su cuenta y riesgo, una guía laboral a propósito del coronavirus que ha sido rechazada por todos los agentes sociales implicados y para la que no se ha contado con el asesoramiento del Ministerio de Sanidad.
En fin, descoordinación, falta de lealtad, prisa y soberbia. La peor pesadilla que Pedro Sánchez podía haber imaginado para sus temidas noches de insomnio.

miércoles, 4 de marzo de 2020

FEMINISMOS


Dentro de cuatro días se conmemora el Día Internacional de la Mujer, instituido por Naciones Unidas hace treinta y cinco años como una jornada de reivindicación de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. En la católica España, ese día, el ocho de diciembre, se conmemoraba desde que tengo memoria el día de la Inmaculada Concepción y, hasta que el Corte Inglés decidió llevárselo al calor de mayo, el Día de la Madre, toda una ironía, dada la extraña forma en que, eso nos cuentan, quedó preñada la madre de Jesús.
Durante todos esos años anteriores, se antepuso el papel de madre al de mujer y sus derechos se vieron relegados en el hogar, en el que cínicamente se las nombraba "reinas por un día", a ese "por fin me siento", después de servir tres comidas, limpiar y organizar la casa, hacer la compra con el dinero que, lo ganase quien lo ganase, administraba el marido y de aguantar impertinencias de los hijos y del propio marido, eso si no andaba limpiando casas, escaleras y colegios para que la familia llegase a fin de mes.
Hoy, afortunadamente y al menos sobre el papel, todo es distinto y, sin embargo, lo peor de aquellos años continúa persiguiendo a las mujeres dentro y fuera de casa. En el trabajo, con esos sueldos más bajos que los de sus compañeros varones, con esos "techos de cristal" que es impiden llegar al lugar en que se toman las decisiones, en la calle, convirtiéndolas en objetos e instrumentos para el placer y ,el abuso de esos machotes que no renuncian a verse como amos y señores de esos "seres inferiores" que, creen, están en el mundo para darles placer y alimentar su ego, siendo poco más que cabezas de ganado que pastorea con orgullo en bares y discotecas, y, por último, .
Afortunadamente, al menos aparentemente, en este país las cosas han cambiado mucho en los últimos años. España ya no es ese país en el que hace apenas cuarenta años, una mujer necesitaba, para abrir una cuenta corriente, recibir una herencia, trabajar, viajar al extranjero, sacarse el carné de conducir o trabajar, el permiso del marido, si es que estaba casada, o el de su padre o tutor. Ese país no es ya el mismo en el que el adulterio estaba castigado con prisión, aunque sólo se castigase a las adúlteras, ni ese país en el que los embarazos no deseados se "curaban" en clínicas de Londres o Ginebra, según el caché de la preñada, o se deshacían en cocinas o lugares más sórdidos, con peligrosas "técnicas", en manos de "aborteras" sin preparación alguna y sin la más mínima garantía de supervivencia para esas pobres mujeres que no pudieron "juntar los cuartos" para viajar a lugares donde el aborto no era ya un crimen y era a veces un negocio, o no pudieron encontrar la excusa para justificar esos dos o tres días de ausencia.
Hoy, con más entusiasmo que cautela, se hacen leyes necesarias, aunque no siempre acertadas, hijas a veces del entusiasmo y de las prisas, que, sin embargo, tienen el respaldo de la calle, aunque deban pasar por "el taller" para limar cuantas aristas demasiado vivas y peligrosas les han quedado, pero, dicho está, cuentan con el entusiasmo de la calle, como se demostró hace un año y se volverá a demostrar el próximo domingo, un entusiasmo al que, paradójicamente, quiere sumarse esa derecha en continua campaña que, a un mes de las primeras elecciones tras la coalición de gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos, como la tía Serafina, "no sabe si se mea o se orina".
Lo digo porque, después del lamentable espectáculo que dieron Inés Arrimadas y los suyos con su inoportuna presencia en el pasado desfile del Orgullo Gay, es ahora el PP quien, como anunció ayer su portavoz y, ahora, "amazónica "feminista, Cayetana Álvarez de Toledo, quiere participar en las marchas feministas del domingo, porque, dijo, ya está todo solucionado y lo está gracias sobre todo a los gobiernos del PP.
¡Qué vergüenza! Me temo que su único interés, como el único que tuvo Arrimadas, es el de provocar y victimizarse ante la intransigencia de las izquierdas, porque, me pregunto qué pinta en esa fiesta el partido que no hace tanto pretendió reinstaurar de la mano de su entonces ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, una ley reguladora del aborto que haría las delicias del tío de Aba Botella, el catedrático de Obstetricia que excluía de su asignatura las técnicas para practicar abortos seguros. Feminismo de lucha continuada desde hace décadas, uno, y feminismo oportunista y de última, el otro, que parece haberse dado cuenta ahora de que las mujeres piensan y votan.

martes, 3 de marzo de 2020

CAYETANA, FERRERAS Y VICEVERSA


Ayer, por fin, le Sexta introdujo un nuevo plato en el menú monocorde e indigesto que nos viene ofreciéndonos desde hace una semana a base de coronavirus bien teñido de amarillo, de primero, de segundo y de postre demasiado condimentado y poco o nada sutil. Ayer, de repente, Ferreras se puso, como en sus mejores tiempos, es sarcasmo, claro, al frente de la caballería, como yo le recordaba en la SER, dando consignas, ordenando las aperturas, emprendiendo un bombardeo de saturación de la audiencia, con intereses que, por más que pretenda hacernos creer que son los de la libertad de expresión, no son más que otra batalla de sus guerras particulares, en esta ocasión contra la ultra talibán, esto es mío, portavoz del PP en el Congreso.
De buena mañana, Cayetana Álvarez de Toledo, en una entrevista en Onda Cero, arremetió contra la Sexta afirmando que la cadena hace negocio erosionando la democracia, una exageración, sin duda, nada apropiada en un político que, antes o después, acabarán, él o su partido, necesitando mantener una buena relación con ese o con otros medios. 
Lo de Álvarez de Toledo, más cercana las más de las veces a Vox que a su propio partido no debiera extrañarnos. Lo extraño ha sido el cómo y el cuándo de estas afirmaciones, coincidiendo su andanada a la Sexta con una entrevista en la Uno de TVE a su líder, al menos eso creo, Pablo Casado, acallando cualquier cosa que hubiera podido decir. Toda una temeridad, más cuando estamos a las puertas de unas elecciones, las vascas y gallegas, en las que está en juego el liderazgo de Casado en el PP.
La portavoz del PP, incluso desde su altivez, debería haber medido el componente ciego y salvaje que hay en la personalidad de Ferreras, capaz, como Roger Alles, el fundador de Fox News de tomárselo todo como algo personal y de convertir el medio que dirige en un ariete contra sus adversarios en sus guerras particulares.
Quede constancia de que Cayetana Álvarez de Toledo es, para mí, uno de los personajes más odiosos del panorama político actual y, también, que creo que ayer se quedó corta, porque la Sexta, como casi todos los medios de comunicación privados, pero quizá más que ninguno, trata de hacer negocio con todo lo que toca: con el miedo al coronavirus, con el dolor de cualquier víctima, con el morbo de los sucesos, con los disturbios en Cataluña o donde quiera que sea, con la información meteorológica, si llueve, si nieva o hace viento, con la Economía con todo, a base de sensacionalismo, de datos contados a medias, escondiendo las soluciones para dar brillo a los problemas, convirtiendo, en fin, la actualidad en un serial, terrorífico a veces, con el que conseguir que la gente se vaya angustiad a la cama, para, a la mañana siguiente, comprobar si, por fin, el mundo, como anunciaba la Sexta, se ha acabado.
Insisto en que soy cualquier cosa menos cayetanista o pepero, porque me parece que hay algo de histeria e inconsistencia en ambos, por más que la portavoz recubra de solemnidad hasta los buenos días que da. No lo soy, pero eso no quita para que considere y denuncia que la reacción de Ferreras y la Sexta, de la Sexta y Ferreras, ha sido excesiva y me recuerda al periodismo de otros tiempos, al de aquellos "dese" del franquismo que convertían en ineludibles para los redactores todas esas noticias que convenían a los jefes o al régimen. Lo de ayer, empleando todos y cada uno de los redactores y presentadores de la cadena el mismo "descerebrado", aplicado a lo dicho por Álvarez de Toledo, que sin duda Ferreras había convertido en un "dese", al igual que Alles ordenó que Barak Obama fuese en "su” cadena Barak "Hussein" Obama.
No me gusta Cayetana, pero menos me gusta que una cadena de televisión, la que sea, pase por encima de la libertad de expresión de sus trabajadores, obligándoles a disparar el "descerebrado" en las informaciones que les han sido encargadas en lo que no es otra cosa que un ajuste de cuentas. No sé cómo acabará le guerra, pero, conociendo como conozco a Ferreras, estoy seguro de que el director de la Sexta está empeñado en que ahora se trata de "ella o yo".

lunes, 2 de marzo de 2020

EL CORONAVIRUS Y OTROS MALES



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viernes, 28 de febrero de 2020

HALLOWEEN EN FEBRERO


Hay que ver lo que une la pasta. Dos personajes que nunca se pudieron ver, dos personajes que, a su manera, se odiaban, uno con rencor, otro con odio. sentados ante un auditorio, uno a la derecha que le corresponde y el otro a la izquierda, esa izquierda que cada vez se le hace más incómoda, para hablar del mayor problema que hoy acucia a este país, Cataluña, un problema que, desde sus presidencias, ninguno de los dos se esforzó en cerrar, porque ni a ellos ni a Jordi Pujol les interesaba poner fin a ese baile de máscaras en que se convertía cada negociación postelectoral, cuando Pujol y "los catalanes" eran Caín o Abel según quien aceptase comprar las lentejas.
Ese dejar Cataluña como problema no resuelto, con un gobierno corrupto, el de Pujol, al que recurrir aceptando o haciendo el chantaje cuando convenía, ese asunto enquistado durante décadas fue una mina de votos para unos y otros, una mina de votos mal entibada, porque se la creía eterna. Los de Aznar porque aprendieron a cultivar el antinacionalismo, que no era otra cosa que nacionalismo español, el peor de todos, los otros porque pensaron que los votos del cinturón industrial de Barcelona, los "manobras charnegos" y los réditos de los juegos olímpicos de Barcelona 92 eran para siempre.
Pero se hundió el barrio del Carmelo y Pascual Maragall, a sabiendas o no, verbalizó lo que estaba en la mente de todos y él, con la suya quizá ya cuesta abajo, pronunció lo de aquel oscuro asunto del tres por ciento "ustedes tienen un problema y ese problema es el tres por ciento", dijo, para asombro y susto, incluso de los suyos. Fue a partir de ese momento cuando la corrupción afloró en ese falso paraíso que creíamos que era Cataluña, fue cuando se gritó aquel sálvese quien pueda en el que unos se cubrieron con la estelada y otros con una constitución mal entendida.
Hobo por aquel entonces un gobierno tripartito de la izquierda catalana, la de entonces, y un nuevo estatut que a la derecha españolista no le gustó y que, una vez superados todos los filtros legales, acabó en un Tribunal Constitucional sesgado que dijo haberlo "cepillado", cuando quería decir que lo había "podado" casi hasta agostarlo.
El resto es historia, historia desgraciadamente aún sin resolver, en la que unos y otros se impostan para ganar sus elecciones, los de aquí contra los de allá y viceversa, incendiando las calles y plazas de Cataluña, unos, y llenando las de Madrid con banderas indebidamente apropiadas y fotos más menos históricas otros, y dando pie a la consagración electoral del fascismo todos. Todo sin que los yayos de la pasta, desde sus fundaciones o sus consejos de administración se hayan preocupado por mediar, por buscar soluciones desde una experiencia y una autoridad que ahora dudo que tengan.
Uno y otro, González con su cabello plateado y Aznar con su voz de digestión pesada, tras esos dedos largos y amenazadores que gasta, pontificaron sobre la maldad del diálogo, el único instrumento capaz de allanar caminos y acortar distancias, hablando con desprecio de ese diálogo, una "performance" según González, o amenazando con el apocalipsis, por parte del esposo de la alcaldesa de Madrid que arrojó al infierno de la calle a miles de familias, vendiendo a "buitres con fondos" las viviendas sociales que por derecho ocupaban.
Ni uno ni otro son nadie para dar lecciones de nada y menos sobre Cataluña, entre otras cosas porque ambos son instrumentos a sueldo de los intereses más oscuros que de vez en cuando resucitan y salen de sus cómodas tumbas para asustarnos sin posibilidad de truco ni trato como en este Halloween que se montaron ayer en pleno febrero. 

jueves, 27 de febrero de 2020

PIANO, PIANO...


Dicen, aunque no hace falta decirlo, que, para caminar. hay que comenzar por poner un pie delante, luego, claro, hay que poner el otro, pero lo fundamental es primer ese primer pie, dar ese primer paso al que luego seguirán otros. Casi siempre es difícil ar ese primer paso, porque lo fácil, lo cómodo es no moverse, quedarse quieto rumiando las propias convicciones, ciego y sordo a cualquier cosa, a cualquier idea, a cualquier diálogo que lleve a la duda.
Ese quedarse quieto lleva el premio del beneplácito de quienes están bien como están y prefieran que nada cambie, los que creen que lo suyo no va a acabar nuca y olvidan que dura siempre es el tiempo. Por eso hay que moverse, conocer otros puntos de vista y, sobre todo, escuchar, escuchar al otro y hacerlo cara a cara, sin cámaras ni micrófonos, decirse las cosas a la cara, sin intermediarios que, siempre, con el más mínimo matiz, con el énfasis con que se traslada el mensaje, ya lo están tergiversando.
Hacía falta que "los de Madrid" se viesen con quienes se dicen "los catalanes"., hacía falta que se escuchasen, que se dijesen las cosas, así como lo han hecho, entre cuatro paredes, sin tergiversación posible, para que España y Cataluña, si es que son cosa distinta, sientan que existe un futuro, un futuro posible, que habrá que escribir a cuatro manos, porque lo evidente es que desde la ira, desde el enfrentamiento, es y será imposible construir nada.
No sé si lo de ayer ha sido un punto de inflexión. Lo cierto es que de la reunión apenas salió otra cosa que el compromiso de mantener encuentros cada mes, al margen de las elecciones y los presupuestos de aquí y allá, nada más y nada menos. Para mí, suficiente, porque el hecho de que la reunión no acabase abruptamente me bastó, más si, como digo, se anunció que habría continuidad y, ya se sabe, el roce hace el cariño.
La "desleal" oposición, incapaz, después de más de dos años, de admitir que los españoles ya no les quieren tanto como alguna vez, para nuestra desgracia, les quisieron, afila sus colmillos como un perro loco en dos únicos troncos: Venezuela y Cataluña, y lo hace hasta el aburrimiento, sin darse cuenta de que aquello que puso en marcha el PP de Aznar, la judicialización de la política, que no es otra cosa que el recurso al pataleo de quien tiene poco que ofrecer, porque el pasado le persigue.
Para mitigar el enconamiento a que han llevado las malas decisiones del PP, en el gobierno y en la oposición, van a pasarle factura una y otra vez y sólo cambiando de actitud, uniéndose a quienes buscan una salida a un problema grave que lo puede ser más, podrá crecer en Cataluña y pasar a ser parte de la solución, una solución en la que también el PP es necesario, pero, para que eso sea posible hay que dar un paso, el primero, en la dirección adecuada.
Un pie primero y, detrás el alto, despacio, sin pausas, porque "piano piano, si va lontano" y, ahora, la distancia es ya mucha. 
Debo añadir que, mientras esto escribo, escucho a Felipe González y José María Aznar echándose flores entre ellos, quién lo diría, y dando arcadas por la reunión de ayer, que consideran poco menos que apocalíptica. Y, ante eso, sólo puedo decir lo que otras veces ya he dicho "teme a los viejos, porque no tienen futuro".


miércoles, 26 de febrero de 2020

TELEVISIÓN, CORONAVIRUS, GRIPES Y SARAMPIÓN


Si alguien hubiese querido humillar al hombre moderno, ese que sin conocer el entorno de su ciudad viaja miles de kilómetros todos los años, para correr tras una banderita junto con decenas de iguales de monumento en monumento, de paisaje en paisaje, para hacerse el correspondiente selfi y una nueva muesca en el pasaporte, si alguien lo hubiese pretendido, no habría hallado mejor modo de hacerlo que poner juntos un virus desconocido, no demasiado letal aunque bastante raro y unos medios de comunicación ávidos, necesitados por la presión de sus accionistas de atraer a las audiencias con lo que, aparte del sexo, mejores resultados da en los audímetros: el miedo.
La fórmula ha funcionado y, a base de repetir conexiones con fachadas de hospitales, de "dar paso" a enviados especiales escondidos tras mascarillas, de repetir en bucle el traslado de ese único enfermo que tuvo la desgracia de ingresar en un hospital como "sospechoso" de haberse infectado, a base de miedo han sacudido, o lo están haciendo, las estructuras de esta sociedad alegre u confiada, en la que nos ha tocado vivir.
Nos han dicho que no hay que pagar impuestos, haciéndonos creer que el dinero de los impuestos iba a estar mejor en nuestros bolsillos, para un viaje o unas vacaciones lejos, muy lejos, que financiando una sanidad capaz de combatir epidemias y curar a los enfermos de siempre. Se nos ha dicho que es mejor un crucero o un viaje a china que contribuir a prevenir las enfermedades con investigación y con vacunas, muchas veces rechazadas por la soberbia egoísta de quienes confunden la libertad con el capricho sectario y la ciencia con la lectura rápida e inconsciente de unas cuantas páginas sectarias en la red.
Hace unas semanas, una mañana, nos despertamos con la aparición de un virus extraño en una ciudad de China, una información tardía, porque a las autoridades chinas no les convino, cuando supieron de él, tomar las medidas precisas. Luego, esas mismas autoridades se encargaron de mostrarnos en todos los telediarios su capacidad para levantar hospitales en semanas, aunque llegaran tarde, nos enseñaron sus robots para repartir comida a los enfermos, porque se habían quedado sin personal, los drones para vigilar y fumigar barrios enteros, algo que podría haberse evitado haciendo caso a aquel médico que alerto sobre la virulencia del maldito virus.
Luego llegó la histeria, la suspensión del Mobile World Congress, por poner un ejemplo, mientras se celebraban otras ferias parecidas, decisiones contradictorias e informaciones tan imprecisas que, si alguna vez tuvieron la intención de tranquilizar a la población, que lo dudo, están consiguiendo todo lo contrario. Sabemos poco, porque nos cuentan poco, pero tememos mucho, nos tememos lo peor, porque quien debiera tranquilizar y hablar sólo de certezas, la OMS, se dedica, lo hace su máxima autoridad, a especular en ruedas de prensa que más parecen las que se celebran tras un partido de fútbol que de un organismo tan caros y que tiene asumidas tan graves responsabilidades. 
Me temo que, como ocurrió con la Gripe A nos "venderán" una vacuna, quizá tan inútil como lo fue aquella, que sólo sirvió para llenar los bolsillos de las grandes farmacéuticas.
Vivimos angustiados porque a nosotros, los "blanquitos" de occidente nos confinan en hoteles o en cruceros por nuestra mala cabeza, o mala suerte, de viajar a las zonas donde está el virus, que cada vez son más, y nos dejamos verdaderas fortunas en comprar a precio de subasta mascarillas o geles hidroalcohólicos para desinfectar nuestras manos, algo que deberíamos hacer a diario y no lo hacemos, mientras negamos ayuda y atención a la grave epidemia de sarampión que está acabando con la vida de miles de niños en África. Pero, claro, eso es otra cosa, harina de otro costal, porque tanta muerte no sale en los telediarios y no nos interesa.

martes, 25 de febrero de 2020

LOS AMIGOS DE PLÁCIDO


Casi por sorpresa, como supimos de las acusaciones que unas cuantas compañeras hicieron contra él, Plácido Domingo acaba de admitir en un comunicado toda su responsabilidad sobre los hechos, acoso sexual desde su posición a esas mujeres que sólo años después fueron capaces de hacer públicas esas encerronas y esos tocamientos en los camerinos, esos encuentros "que no podían rechazar" de quien podía ser un magnífico padrino para sus carreras.
En la nota del que fuera director de las óperas de Washington y Los Ángeles admite su responsabilidad en el dolor causado a esas mujeres y enriende ahora el miedo de todas esas mujeres a denunciar ese acoso del que fueron víctimas.  Este cambio de acritud de Domingo que, cuando Associated Press dio a conocer los hechos en un reportaje con sus víctimas bajo un lógico anonimato, se permitió decir que se habían malinterpretadas sus galanterías y sus atenciones, está sin duda relacionado con el final de la investigación llevada a cabo por el sindicato de la ópera norteamericana, que ha comprobado el acoso en al menos o e comportamiento inapropiado con al menos 27 mujeres.
Curiosamente, la asunción de responsabilidad de Domingo se hace pública un día después de la condena al productor Harvey Weinstein en el caso que dio origen a aquel "me too", de que no cabe duda que el "caso Domingo" es heredero, no porque, como han llegado a decir y a escribir algunos, las víctimas viesen la oportunidad de "sacar tajada" sino porque, en aquellas actrices que acusaron al productor y en la cadena de velos y tabúes que fueron cayendo a propósito de algo que se consideraba en cierto modo "normal", encontraron la fuerza para denunciar sus casos.
Plácido Domingo ha visto las orejas al lobo y ya no vale eso de que fue malinterpretado o lo de que han cambiado las costumbres y lo que eran galanterías entonces sea ahora acoso, un asunto en el que su prestigio y su carrera ya se han visto perjudicados y que muy probablemente acabará afectando a su patrimonio, por lo que, probablemente la asunción de la culpa y la petición de perdón sean una nueva estrategia para mitigar el hipotético castigo que sobre él pudiera recaer.
Hasta aquí, de momento, lo que afecta a Domingo. Hablemos ahora de "sus amigos" todos aquellos y aquellas que, sin atender a las denunciantes, cerraron filas para defender su honorabilidad, tratando de hacernos creer que todo era una campaña movida por la envidia y la codicia llevada adelante por unas cuantas fracasadas que tomaban venganza en el tenor por su falta de éxito. 
He leído y escuchado demasiadas gilipolleces al respecto, he tenido que sufrir no sin sonrojo como algunas cantantes descalificaban a las denunciantes basándose en su experiencia con el acusado, he tenido que soportar estupideces como a de que teníamos que defenderle porque Domingo es español como nosotros, he entendido en alguna de estas declaraciones que, con otras palabras, se llamaba "lagartas" a las denunciantes.
Sin embargo, lo peor, lo que más me ofendió, fue leer verdaderas regañinas a Domingo por haber admitido los hechos, aunque reinterpretándolos, a su favor, regañinas que en algún caso se permitían recomendarle que cambiase de abogados, gente, unos y otros, a los que sólo les faltó convocar una manifestación de afirmación patriótica. Qué dirán ahora, se habrán puesto colorados, asumirán su parte de culpa por entender y defender a un acosador sistemático como Domingo. Me temo que no, me temo que en el mejor de los casos guardarán silencio.
Me temo también que ellos y ellas, cuando defendían al tenor español, no defendían al compatriota o al artista, defendían su propio machismo, su concepción machista y jerárquica del mundo, porque para ser machista y para entender a los machistas y a los autoritarios no hace falta ser hombre o tener poder. Me temo, además, que, quizá con menos orgullo, aunque "hay gente pa' to", los amigos de Plácido seguirán con su machismo y dejándose querer por quienes dependen de sus decisiones, simplemente porque ellos lo valen.

lunes, 24 de febrero de 2020

LA LARGA SOMBRA DE AZNAR


Ayer, con festividad y alevosía, Pablo Casado se cargó de un plumazo la candidatura del líder del PP en Euskadi, Alfonso Alonso, a las próximas elecciones autonómicas y, de paso, el mínimo vestigio de democracia interna que, aparentemente quedaba en el Partido Popular. Lo hizo ese aprendiz de brujo que, perdedor de las primarias convocadas para sustituir a un Rajoy en fuga, las primeras en toda su historia, se convirtió en el salvavidas al que se aferró el aznarismo para no desaparecer de la escena.
Ese es, me temo, el principal problema del PP, que cuando pudo no clavo la estaca en el corazón del vampiro que, desde entonces y de vez en cuando, rejuvenecido con la sangre fresca de sus siervos, sale de su cripta para proyectar su sombra sobre ese partido y este país que cree suyos.
Aznar, como los generales de la impagable "Senderos de gloria" de Kubrick, manda a sus hombres al matadero y lo hace con Pablo Casado y otros como él, dóciles y ambiciosos, dispuestos a hacer sonar su silbato para hacer salir a sus hombres al campo de batalla a sabiendas de que acabaran muertos o, en el mejor de los casos, derrotados en el campo de batalla, enredados en las alambradas de su pasado ante las urnas. Una patética estrategia diseñada por una sombra del pasado desde un despacho, lejos, muy lejos, de la realidad española, como aquellos generales jugaban con la vida de sus hombres, que caían cada día por miles, ante una mesa con mapas en un lujoso chateau, a kilómetros del frente. 
Lo único que viene salvando a Casado de saltar de la presidencia del partido es ese aliento frío del señor de las tinieblas que se percibe en su presencia, la sombra de Aznar, porque, desde que llegó a su despacho, ha perdido o han perdido sus candidatos, en cuantas elecciones ha participado, hasta el punto de que, si conserva parte del poder autonómico y municipal que tuvo es gracias a la oscura y tóxica alianza con Vox. Poder que Casado se atribuye como propio, pese a que, desde entonces, el PP no ha hecho otra cosa que atender servil a los caprichos ideológicos del partido de Abacal.
Se ve que Aznar y con él Casado han comprado a Vox el mensaje de la “derechita cobarde" y están dispuestos a alimentarse de la sangre emponzoñada del fascismo más descarado con tal de volver a un pasad tenebroso que ellos consideran gloriosos.
Alfonso Alonso, que en Vitoria ganaba las elecciones sin bajarse del autobús, que diría algún cronista deportivo su gente y, con ella, entendió que, para crecer, había que mirar hacia adelante y abandonar el castillo en el que se sentían seguros, sobre todo una vez que se acabó el terror en Euskadi. Alonso es un hombre abierto y seguro de sí mismo, incompatible con el autoritarismo de barba y sonrisa que encarna Pablo Casado. Por eso, el líder del PP vasco no puede entender que se hipotequen sus listas a las vascas con candidatos de un partido incapaz de obtener un sólo escaño en Euskadi. Por eso, por el pecado de desobediencia, imperdonable en la secta que en estos tiempos habita el PP, se le arroja a las tinieblas, aunque, para ello, hayan tenido que recurrir a un personaje oscuro y resentido, como Iturgaiz con zonas sombrías en su pasado, torpe como él sólo, capaz de desvelar en su primera entrevista los verdaderos planes de Casado e, insisto, Aznar, que no son otros que fusionarse más adelante, no sólo con Ciudadanos, sino con Vox, en plena ensoñación aznariana de ese partido refundado con las tres derechas, de momento incompatibles como el agua y el aceite. Y, por si fuera poco, sólo un personaje tan turbio y descolgado de la realidad como él, puede referirse al gobierno de coalición apoyado por la mayoría de los ciudadanos como "gobierno fasciocomunista".
No sé qué pensará la ambiciosa Inés Arrimadas, a la que su envite al PP le está dando resultados tan bizarros. No sé siquiera si ha medido los resultados em su propio partido que, honradamente, aún no controla con absoluta legitimidad. La única explicación que le encuentro es que, con conocimiento dl oscuro Aznar, está preparando la entrega del mismo al PP, a cambio de algún que otro honor en su nuevo partido.
Todo muy difícil de explicar, todo muy de ultratumba, tanto como para que a la casi siempre solvente Cuca Gamarra le ha costado intentar explicar por qué Iturgaiz, del que casi nadie se acuerda y al que los jóvenes ni conocen, es mejor candidato que Alfonso Alonso, que tan mal les cae a Casado y, sobre todo a Cayetana Álvarez de Toledo. muy difícil de explicar, salvo que el PP, mejor dicho, quienes lo controlan hayan decidido bajo la capa, bajo la sombra aparentemente protectora del conde Aznar, a la búsqueda de una nueva vieja derecha que, sin el dolor causado por ETA que tanto evocan, queda muy lejos.

viernes, 21 de febrero de 2020

AL JUEGO, POR LOS CUERNOS


Es una plaga y hace tiempo que se extiende por nuestros barrios. Decir que es la heroína del siglo XXI ya no es una exageración. Las empresas que controlan las casas de apuestas han tomado cada esquina de nuestros barrios, como, en los terribles setenta y ochenta, las tomaron los camellos con sus "papelinas" y, para establecer su mercados, han escogido, como aquellos camellos, los barrios más humildes, aquellos con más paro juvenil, esos a los que difícilmente llega el dinero del salario de un trabajo que no existe, en los que los jóvenes sueñan con un puñado de billetes con los que pasar un fin de semana a lo grande, unos euros con los que comprar un móvil lleno de gigas y colores o las zapatillas a la última.
Ese es el juego que nos preocupa en las calles, pero no es el único juego que nos preocupa, porque lo tenemos también en nuestras casas, allá donde hay un ordenador o un móvil, incluso lo tenemos, dale que te pego, en las televisiones y las radios, desde las que voces presuntamente amigas nos incitan sin parar a jugar o apostar, da igual si es póker o es fútbol, prometiendo paraísos de lujo y gloria o salidas al aburrimiento, emociones que se desvanecen en segundos y que, como bien saben los psiquiatras y psicólogos, generan una insatisfacción y una ansiedad que llevan de cabeza a la peligrosa adicción, en la que todo, como con la heroína, se reduce a encontrar el dinero con que conseguir el pico o pagar la apuesta que nos devuelva esa sensación de calma que llega con la aguja o ese vuelo de mariposas en el estómago, cada vez más difícil de alcanzar, porque cada vez dura menos y es más la ansiedad que le sigue. 
Vivimos en una ciénaga peligrosa, en unas aguas pantanosas que personajes sin escrúpulos, como el exministro que fue de Justicia, Rafael  Catalá se han encargad de crear, vivimos en la selva que quien fuera consejero de una de las grandes empresas del juego, CODERE, preparó desde el ministerio, con una ley del juego, hecha a imagen y capricho de sus viejos amigos, que no han tardado en devolverle el sillón en el consejo, convirtiéndose en la "zorra de ida y vuelta" a la que el PP de Rajoy, empeñado en "ludopatizarnos", ahí estaban Esperanza Aguirre y su frustrado Eurovegas, puso a guardar el corral del juego. juego
Mientras tanto, "famosos" sin escrúpulos pagan sus deudas o sus malas inversiones, apareciendo en muestras pantallas, prometiendo, con esa voz que dieron a algunos de nuestros personajes favoritos, ese dinero fácil que, al final nunca llega. Coronado, del juego al chocolate y del chocolate al juego, Jorge Javier Vázquez, echando las redes del bingo o la tómbola a domicilio a las señoras que le ven y adoran, hay gustos para todo, o el agresivo Carlos Sobera que, no conforme con hacer parejas en la pantalla, pretende que las hagamos nosotros en los casinos virtuales que anuncia.
Alberto Garzón, un comunista, es el encargado de poner orden en la selva del juego. Y lo va a tener difícil, porque las televisiones y las radios se sostienen en una gran parte gracias al dinero proveniente de la publicidad del juego que se entremezcla obscenamente con la información deportiva, forzando la aparición de datos y estadísticas, con el único fin de engatusar a telespectadores y oyentes para que se crean capaces de acertar resultados y datos tan peregrinos como quién sacará el primer córner o qué jugador será expulsado y en qué tiempo.
Está claro que quienes están acostumbrados al dinero fácil de la publicidad del juego no se van a dejar arrebatar el botín y someterán al gobierno a cuanto chantaje crean conveniente, para poner a salvo su negocio. Que el juego se ha convertido en una plaga resulta evidente y que Alberto Garzón y el resto del gobierno, también, pero, si no queremos otra generación pedida, plagada de enfermos con sus vidas rotas, es evidente que hay que prohibir o limitar la publicidad del juego, estableciendo quién, por muy famoso que sea, no debe hacerla y a qué horas y en qué ámbitos no debe emitirse, porque, al juego, hay que cogerlo por los cuernos.

miércoles, 19 de febrero de 2020

SEGUID APRETANDO



Después de años de silencio. el campo español, por fin, ha despertado y, si lo ha hecho, es porque su situación ya no puede ser peor y ya no les mueve la codicia, si es que alguna vez lo hizo, sino la supervivencia. Han comenzad a hablar y a moverse y parece que va para largo.
En un país que poco a poco se va muriendo por dentro, en un país que se va vaciando, porque no puede o no quiere dar futuro a las gentes de sus campos, en un país en el que los niños ya no son capaces de imaginar la fruta colgada de los árboles porque sólo la han visto apilada en los supermercados o apretada, de cuatro en cuatro o de seis en seis, en bandejas de plástico, forrada de más plástico, poco o nada parece importar el destino de gente para la que el campo lo es todo, gente añosa incapaz ya de cambiar de vida o jóvenes que han apostado por salvar la finca de los abuelos, convirtiéndola en su medio de vida.
Ya no nos acordamos de la fruta desparramada sobre las autopistas francesas cuando España llamaba a las puertas del Mercado Común y sus frutas y verduras eran el enemigo a batir para los agricultores del país vecino. Poco aprendimos, poco aprendieron los agricultores españoles, que se dejaron "liar" por ese mercado y de esa misma manera, mientras las grandes distribuidoras, las grandes superficies, la mayoría de origen francés, los Carrefour o los Alcampo, imponen sus precios, insostenibles con las estrictas normas de producción europea que, sin embargo, se esfuman cuando se hace llegar la fruta, fruta vecina, sin tantas normas, que crece con pesticidas y abonos imposibles de imaginar aquí, para conseguir que los productores españoles entreguen la suya a precio de saldo.
La gente del campo envejece y se come los ahorros, mientras sus hijos se van a las ciudades, como, por otra parte, han hecho siempre a engrosar las nóminas de subempleados o a estudiar una carrera para serlo. El campo se muere y ya no es siquiera ese paisaje idílico en el que pasar con los niños un fin de semana y, mientras, los gobiernos y as oposiciones, que todos tienen su parte de culpa, miran para otro lado, van a Europa a ejercer de eurodiputados, como desecho de tentadero, más pendientes de las dietas que se quienes con sus votos las pagan, para acabar o relanzar sus carreras, sin acordarse de toda esa gente que ya no puede más.
Contaba mi abuelo, sabio como el diablo, por viejo, y con esa filosofía tranquila que da ver muchos amanecerse sin ruido de bocinas y tráfico, la historia del campesino que lloraba la muerte de su "joio" burro que, después de obedecerle y aprender a no comer fue y se murió. Ese parece ser el futuro de los hombres del campo español, morirse después de aprender a n comer, si no despiertan ahora, como parece que están haciendo.
Los votos de la gente pesan lo que pesan sus problemas o, mejor dicho, pesan lo que pesan los problemas que son capaces de causar. Por eso el campo francés está en mejor posición que el español, porque se movilizó hace tiempo y el campo español se salvará en la medida en que sea capaz de hacer valer su existencia. Si no, si lo perdemos, porque lo perderíamos todos, pasaría a ser un desierto sin gente, objetivo de bancos y multinacionales para sus negocios de salvaje sobreexplotación agrícola o planes inmobiliarios.
El campo está en pie y hay que apoyarle. Si no, despidámonos de la España que conocimos y del placer de imaginar frutales o gallinas en el campo.
Ayer, la ministra de Trabajo se reunió con las asociaciones agrarias y en la reunión estuvo el vicepresidente Iglesias que parece haber entendido que en ese colectivo en pie hay un nicho de votos, quizá por eso, en un momento de la reunión les dijo "Seguid apretando, porque tenéis razón".

martes, 18 de febrero de 2020

Y SI LA ABUELA TUVIERA...


Ayer se produjo por fin el lógico y necesario encuentro entre Pedro Sánchez y Pablo Casado en el Palacio de la Moncloa, un encuentro que habría que leer como la primera de las muchas entrevistas que tendrían que haberse celebrado entre el presidente del gobierno y el líder de la oposición, que no se han celebrado porque uno y otro han estado y perece que algunos aún lo están tan sólo ocupados en provocar unas nuevas elecciones para ganarlas.
Ese afán destructor que parece dominar el panorama político español es difícil de explicar, porque ni al país ni a los ciudadanos les interesa seguir en esa guerra de guerrillas paralizante en la que poco o ninguno es el terreno que se gana al adversario y pocas son las veces que los rivales, después de salir al campo abierto de las elecciones se ocupan o pueden ocuparse de la reconstrucción del terreno que han ocupado.
Esta actitud, que yo calificaría de suicida, no tiene explicación, salvo que haya algo por detrás que la esté forzando y creo que ese es el problema, porque Sánchez ha llegado al gobierno con unos socios muy exigentes, Unidas-Podemos, y una base electoral que no lo es menos, en todo lo que tiene que ver con la resocialización del país y la deseable desaparición de la terrible brecha social que la crisis y las recetas con que el PP dice habernos sacado de ella han abierto entre una España que lo tiene casi todo, el capital y los medios de producción, y otra que lo necesita casi todo, el trabajo, la vivienda, la sanidad, las ayudas a la dependencia o la educación.
Sin embargo, los que lo tienen todo, los que se enriquecieron con la crisis y se hicieron con el poder y la influencia no quieren renunciar a ello. Quieren seguir pagando pocos o ningún impuesto y seguir con sus rentas y sus pelotazos, subiendo los alquileres cada año a precio de un mercado inflado cada mes, si no cada día, y llevado al borde del reventón, en el que lo que se vente o se alquila no es otra cosa que un bien, un derecho, garantizado, no os riais, por la Constitución que tanto defienden los amigos de los especuladores. 
De modo que existe una presión del electorado para reducir esa brecha y restaurar los derechos que les fueron usurpados en aras de sacar a España de la crisis, sacar a los españoles es ya otra cosa y aún está pendiente, el gobierno que quiere darles satisfacción pero no puede, la oposición que quiere ver a toda costa caer al gobierno y, por encima de todos ellos, los beneficiarios de tanto desgobierno como el que hemos pasados, atrincherados en sus sicaps, sus paraísos y su ingeniería fiscal, que se llevan los beneficios de las ventas en mercados etéreos, en los que el "no futuro" de los jóvenes les arrastra a las compras compulsivas, lejos de la caja en que se pagan, maquilando pérdidas para evadir impuestos aquí y acabar pagándolos en cualquier paraíso fiscal.
Por eso, ni los bancos quieren esa tasa aprobada ayer, que penaliza sus operaciones especulativas y las de sus clientes, ni las grandes empresas quieren pagar más que lo poco que en general pagan y, por ello, ellas o sus países matrices, presionan al gobierno para paralizar las tasas "Google o Tobin", haciéndolas tan efímeras como la efímera república catalana de Puigdemont.
Ese es el drama que el poder fáctico, el poder en la sombra, el del dinero, no quiere a Sánchez con su socio, pero no tiene un recambio para ellos, porque esto todavía es una democracia y el poder aún lo damos y lo quitamos los ciudadanos. Por eso resultaba patético ver al líder de la oposición a la salida de su encuentro en la Moncloa, apenas después de haberse estrellado otra vez en el muro de Venezuela, ofreciendo su ayuda a Sánchez a cambio de que cumpla el programa del PP que él no fue capaz de llevar a la victoria. Fue una penosa retahíla de condicionales, uno detrás de otros, a los que un castizo hubiera añadido "y si a abuela tuviera cojones, sería el abuelo", porque el PP, al que adora el capital, no tiene los escaños ni los votos para llevar acabo ese programa que la mayoría de los españoles negaron en las urnas.

lunes, 17 de febrero de 2020

PECADO DE SOBERBIA


Nada ocurre porque sí y de sobra lo sabemos... o debiéramos saberlo. Vivimos angustiados o no, sólo preocupadas, por las dimensiones de una epidemia como la de coronavirus originado en la ciudad de Wuhan y, la verdad, es que tenemos razones para ello, entre otras cosas, porque no sabemos quiénes nos mienten más, los que como el gobierno chino, todos lo hacen, tratan de quitar hierro al asunto y suavizan las cifras y alarmas o quienes lo exageran por al afán de alarmar, periodismo de impacto lo llaman, colgándose de esa rama, cual monos histéricos, para aullar a todas horas el germen de nuestros miedos.
¿Había razones para la alarma? Hay quien dice que esa epidemia, salvo que nos oculten algo, no es muy distinta de una gripe, fuerte, pero gripe, que cada año nos visita una o dos veces. Y es que, si nos atenemos a mortandad y número de afectados no es mucho más virulenta y está claro que a nadie se le pasaría por la cabeza cerrar el Mobile World Congress por una gripe y el congreso de telefonía de Barcelona, en un momento en el que la tecnología y las ventas de esa tecnología hablan chino, resulta raro, cuando menos, que hayan sido las empresas japonesas y norteamericanas, la competencia, las primeras en darse de baja en la feria.
Es evidente que las grandes concentraciones o son idóneas para evitar los contagios y lo cierto es que dentro de esta civilización cada vez más global, en la que creemos vivir mejor cuando está claro que lo que hacemos es vivir peor, si entendemos por tal no vivir como debiéramos. Hoy las epidemias se extienden vertiginosamente. de manera viral se dice, porque los viajes se hacen rápidamente. Ya no nos movemos en barco para las grandes distancias, como hacíamos antes, sino que en menos de un día nos ponemos en las antípodas, con lo que el jet-lag, mal de nuestro siglo, nos afecta cada vez que cruzamos un océano. Antes, la larga travesías en barco nos llevaban al aburrimiento, nunca al desfase horario, con la ventaja de que cualquier brote epidémico localizado a bordo quedaba a bordo, porque no se permitía pisar tierra a todo el pasaje.
De ahí nacieron esa especie de lazaretos en los que se confinaba a l pasaje de cualquier barco con uno de esos brotes a bordo, esas islas, como la que hay frente al puerto de Mahón, en las que guardaban la cuarentena, como la guardaba en Caçillas, frente a Lisboa, el pasaje de esos barcos con enfermos que llegaban de África. Hoy eso resulta imposible, porque el tiempo en que se cruza el Atlántico en avión no es suficiente para que se manifiesten síntomas, lo que añadido a que el habitáculo cerrado en que se viaja, la cabina de un avión no es otra cosa que un enorme tubo de ensayo en el que cultivar virus y transmitirlos, con los pasajeros hacinados, sobre todo en la clase turista, convirtiendo los aeropuertos en campo de transmisión de las enfermedades más diversas.
Y, frene a eso y en el polo opuesto, esos enormes cruceros, como bloques del madrileño barrio de la Concepción flotantes, cargados de pasajeros, generalmente jubilados que se mueven sin control por las ciudades de so puertos que tocan para volver a bortos con sus recuerdos y "regalos", algunos de ellos microscópicos, para compartirlos en las cenas y espectáculos de a bordo.
No hay más que ver las angustiosas cuarentenas por las que están pasando los cruceros con miles de camarotes que, con algún enfermo a bordo, han sido inmovilizados en puertos de Europa o Asía. A fin de cuentas, lo que nos pasa llevamos años buscándolo, porque, como digo estamos viviendo mal, porque lo hacemos en contra de la lógica de las cosas, tratando de imponer nuestra soberbia de seres humanos a las leyes de la naturaleza, ese afán por tener más y mejor, eso creemos, y viajar más veces más tiempo y más lejos.

miércoles, 12 de febrero de 2020

ECHÁNIZ Y LA SOLUCIÓN FINAL


Si algo me fascina de los "chicos" del Partido Popular es la facilidad que tienen para trufar su endeble discurso de alusiones a momentos solemnemente trágicos de la Historia, con toda la frivolidad de que son capaces y sin el menor respeto por la verdad y el sufrimiento de las víctimas, propias y ajenas. Ayer lo demostró José Ignacio Echániz, viceportavoz del PP en el Congreso, que se permitió decir, en los pasillos y desde la tribuna, sin despeinarse que la ley de eutanasia que acaba de llegar a la cámara es la herramienta del PSOE para recortar gastos en Sanidad, diciendo a las claras y una vez más sin despeinarse que lo que pretenden los socialistas y sus socios es recortar gastos eliminando a ancianos y enfermos, la "solución final", como llamaron los jerarcas nazis al holocausto judío, de la izquierda.

Lo dice, qué ironía, un médico que siempre ha ocupado cargos, en Madrid o en Castilla-La Mancha, desde los que ha recortado el estado de bienestar, como quedó claro con su paso por el gobierno de Cospedal en Castilla la Mancha, donde ocupó la Consejería de Sanidad desde la que cerró camas y desmanteló servicios en los hospitales a su a su cargo.
No es de extrañar, porque Echániz, otro "cachorro" de Aguirre ha sido siempre fiel seguidor de las teorías neo tatcherianas de Esperanza Aguirre, siempre dispuesta a trocear lo que es de todos para dárselo a precio de saldo a los amiguetes de su partido, un personaje de la estirpe que tanto gusta en la calle Génova, capaces de cerrar sin pestañear un paritorio en Lugo, citar a pacientes oncológicos en horas nocturnas o acabar con algún que otro servicio de oncología infantil.
Son esos personajes los que se les llena la boca defendiendo la libertad individual de los ciudadanos, la presunta libertad para elegir médico o escuela, siempre que, claro está, el elegido sea el médico de un hospital privado o el colegio pertenezca a una empresa religiosa o laica de ideología dudosamente democrática y se sostenga en parte con fondos públicos, aunque discrimine u segregue a sus alumnos.
Cuando ayer escuché a Echámiz, esperaba una rectificación de lo que creí un calentón o, al menos, un tirón de orejas de la dirección de su partido por haber ofendido a tantos y tantos ciudadanos, muchos de ellos votantes del PP, que sufren la inexistencia de una ley tan necesaria que les ayude, a ellos o a sus seres queridos, a dejar este mundo que se les ha hecho insoportable, eso que la iglesia califica de "valle de lágrimas". Esperaba una rectificación o un tirón de orejas y sólo hubo, en el mejor de los casos, silencio, el más cínico de los silencios.
La verdad es que no cabía esperar otra cosa, porque los portavoces del PP, Cayetana Álvarez de Toledo y José Ignacio Echámiz, los elige la dirección del partido, con Pablo Casado a la cabeza y no hacen otra cosa que reflejar el pensamiento del "segundón sobrepasado", al que basta con rascar sólo un poco para encontrar, por más barba y jovialidad con que trate de disfrazarse, un integrista católico que no a todos sus votantes satisface. Creo que, eligiendo a Casado por no elegir a Soraya Sáenz de Santamaría, el PP se colocó un grano en el culo, un grano que hasta que no se lo sajen o le reviente, no le va a dar más que problemas. 
En cuanto a Echániz, si yo fuese como él, le desearía que se viese como tantos enfermos y familiares de enfermos condenados a sufrir o ver sufrir sin remedio y sin una ley que permitiera a quienes lo deseen y lo necesiten, con todo el respeto y las garantías que merece, les permita poner fin a todo ese sufrimiento. Pero no, yo no soy como él, no deseo que se vea en esas sin la ley que ahora se niega a aprobar, tampoco me atrevería a compararla con lo que quienes ayudaron a Franco a ganar la guerra que acabó con la II República. exterminando a millones de hombres mujeres o niños, por el hecho de ser de una raza no aria, pensar de manera distinta a Hitler y su Reich, no ser perfectos o entender el amor de otra manera.

martes, 11 de febrero de 2020

LA CULTURA DE LA MUERTE


Parece que por fin los representantes de los ciudadanos, claro que no todos, que para eso está el PP, va a tramitar una ley más que esperada, la que regule la eutanasia, el derecho a decidir, cuando el dolor de vivir supera nuestras fuerzas, que nos ha llegado la hora de partir. La iniciativa es una vieja promesa de la izquierda siempre aplazada y hoy ampliamente superada por la sociedad española que, día a día, se enfrenta al terrible dilema de sufrir o ver sufrir a los suyos a la hora de morir, por la intransigencia de unos pocos.
De manera más o menos abierta la mayor parte de la cámara se ha mostrado favorable a la que será iniciativa del gobierno de coalición. Sólo se oponen, cómo no, Vox y PP. El primero, porque prefiere justificar a los que matan o dejan morir, sean inmigrantes o mujeres, y el segundo porque en el fondo sabe que la única oposición posible a un gobierno, éste, dispuesto a normalizar este país en materia social, es el encastillamiento en los refugios morales, un encastillamiento muy "a la numantina", en el que las primeras víctimas serán sus votantes que, conscientes o no, renunciarían a ejercer su derecho a morir cuando ya no puedan más.
Está claro que esta ley debe contemplar todas las garantías necesarias para que no pueda ser utilizada en contra de nadie. supeditándola a los controles imprescindibles que eviten que esta "buena muerte" que todos deberíamos desear, yo al menos lo deseo, sirva como excusa a algunos para deshacerse de familiares enfermos que aún deseen vivir. Es en este punto donde la experiencia de otros países y el sentido común de los legisladores deben convertir el proyecto en una ley robusta que, sin excesos ni condiciones, resista los embistes, que sin duda los habrá, de quienes la usaran como ariete contra el gobierno y de la prensa que les hace los coros y les da palmas.
En ese coro estará, como ya de hecho lo está, la iglesia católica, la misma que compatibilizaba sotanas con fusiles y brazos en alto, la que metía bajo palio en los templos al responsable de tantas muertes, la que ha hecho del dolor y del acompañamiento a los enfermos, sobre todo si tienen propiedades que donar, una industria, por medio de la cual ha amasado gran parte de su patrimonio inmobiliario, ese con el que especula y que convierte a algunas órdenes religiosas en las mayores agencia de alquiler de grandes capitales como Madrid.
Hoy esto es de sobra conocido, incluso por las bases más inquietas de sus fieles, las que practican de verdad las ajadas y desvirtuadas bienaventuranzas. Hoy, estos cristianos comprometidos saben que el más ultraconservador de la curia, Antonio María Rouco Varela, disfruta de una dorada jubilación al lado del viaducto, muy cerca de la catedral de la Almudena, en un piso con las vistas más hermosas de Madrid, las mismas que el Palacio Real, un piso que para si quisiera un marqués.
Pues bien, esa misma iglesia, la que alternó la cruz y la espada en la conquista y genocidio de América, la que exhibe como símbolo el Cristo, un hombre torturado y ensangrentado, yacente, torturado o crucificado, esa iglesia que exhibe ante niños y mayores la sangre de sus mártires, la que enseña que el sufrimiento "acerca a dios" se permite oponerse a esta buena muerte que queremos ahora regular, porque quienes la promueven, dice, defienden la cultura de la muerte, cuando lo hace porque, como digo, se quedaría sin una de sus más potentes "industrias".