viernes, 28 de febrero de 2020

HALLOWEEN EN FEBRERO


Hay que ver lo que une la pasta. Dos personajes que nunca se pudieron ver, dos personajes que, a su manera, se odiaban, uno con rencor, otro con odio. sentados ante un auditorio, uno a la derecha que le corresponde y el otro a la izquierda, esa izquierda que cada vez se le hace más incómoda, para hablar del mayor problema que hoy acucia a este país, Cataluña, un problema que, desde sus presidencias, ninguno de los dos se esforzó en cerrar, porque ni a ellos ni a Jordi Pujol les interesaba poner fin a ese baile de máscaras en que se convertía cada negociación postelectoral, cuando Pujol y "los catalanes" eran Caín o Abel según quien aceptase comprar las lentejas.
Ese dejar Cataluña como problema no resuelto, con un gobierno corrupto, el de Pujol, al que recurrir aceptando o haciendo el chantaje cuando convenía, ese asunto enquistado durante décadas fue una mina de votos para unos y otros, una mina de votos mal entibada, porque se la creía eterna. Los de Aznar porque aprendieron a cultivar el antinacionalismo, que no era otra cosa que nacionalismo español, el peor de todos, los otros porque pensaron que los votos del cinturón industrial de Barcelona, los "manobras charnegos" y los réditos de los juegos olímpicos de Barcelona 92 eran para siempre.
Pero se hundió el barrio del Carmelo y Pascual Maragall, a sabiendas o no, verbalizó lo que estaba en la mente de todos y él, con la suya quizá ya cuesta abajo, pronunció lo de aquel oscuro asunto del tres por ciento "ustedes tienen un problema y ese problema es el tres por ciento", dijo, para asombro y susto, incluso de los suyos. Fue a partir de ese momento cuando la corrupción afloró en ese falso paraíso que creíamos que era Cataluña, fue cuando se gritó aquel sálvese quien pueda en el que unos se cubrieron con la estelada y otros con una constitución mal entendida.
Hobo por aquel entonces un gobierno tripartito de la izquierda catalana, la de entonces, y un nuevo estatut que a la derecha españolista no le gustó y que, una vez superados todos los filtros legales, acabó en un Tribunal Constitucional sesgado que dijo haberlo "cepillado", cuando quería decir que lo había "podado" casi hasta agostarlo.
El resto es historia, historia desgraciadamente aún sin resolver, en la que unos y otros se impostan para ganar sus elecciones, los de aquí contra los de allá y viceversa, incendiando las calles y plazas de Cataluña, unos, y llenando las de Madrid con banderas indebidamente apropiadas y fotos más menos históricas otros, y dando pie a la consagración electoral del fascismo todos. Todo sin que los yayos de la pasta, desde sus fundaciones o sus consejos de administración se hayan preocupado por mediar, por buscar soluciones desde una experiencia y una autoridad que ahora dudo que tengan.
Uno y otro, González con su cabello plateado y Aznar con su voz de digestión pesada, tras esos dedos largos y amenazadores que gasta, pontificaron sobre la maldad del diálogo, el único instrumento capaz de allanar caminos y acortar distancias, hablando con desprecio de ese diálogo, una "performance" según González, o amenazando con el apocalipsis, por parte del esposo de la alcaldesa de Madrid que arrojó al infierno de la calle a miles de familias, vendiendo a "buitres con fondos" las viviendas sociales que por derecho ocupaban.
Ni uno ni otro son nadie para dar lecciones de nada y menos sobre Cataluña, entre otras cosas porque ambos son instrumentos a sueldo de los intereses más oscuros que de vez en cuando resucitan y salen de sus cómodas tumbas para asustarnos sin posibilidad de truco ni trato como en este Halloween que se montaron ayer en pleno febrero. 

jueves, 27 de febrero de 2020

PIANO, PIANO...


Dicen, aunque no hace falta decirlo, que, para caminar. hay que comenzar por poner un pie delante, luego, claro, hay que poner el otro, pero lo fundamental es primer ese primer pie, dar ese primer paso al que luego seguirán otros. Casi siempre es difícil ar ese primer paso, porque lo fácil, lo cómodo es no moverse, quedarse quieto rumiando las propias convicciones, ciego y sordo a cualquier cosa, a cualquier idea, a cualquier diálogo que lleve a la duda.
Ese quedarse quieto lleva el premio del beneplácito de quienes están bien como están y prefieran que nada cambie, los que creen que lo suyo no va a acabar nuca y olvidan que dura siempre es el tiempo. Por eso hay que moverse, conocer otros puntos de vista y, sobre todo, escuchar, escuchar al otro y hacerlo cara a cara, sin cámaras ni micrófonos, decirse las cosas a la cara, sin intermediarios que, siempre, con el más mínimo matiz, con el énfasis con que se traslada el mensaje, ya lo están tergiversando.
Hacía falta que "los de Madrid" se viesen con quienes se dicen "los catalanes"., hacía falta que se escuchasen, que se dijesen las cosas, así como lo han hecho, entre cuatro paredes, sin tergiversación posible, para que España y Cataluña, si es que son cosa distinta, sientan que existe un futuro, un futuro posible, que habrá que escribir a cuatro manos, porque lo evidente es que desde la ira, desde el enfrentamiento, es y será imposible construir nada.
No sé si lo de ayer ha sido un punto de inflexión. Lo cierto es que de la reunión apenas salió otra cosa que el compromiso de mantener encuentros cada mes, al margen de las elecciones y los presupuestos de aquí y allá, nada más y nada menos. Para mí, suficiente, porque el hecho de que la reunión no acabase abruptamente me bastó, más si, como digo, se anunció que habría continuidad y, ya se sabe, el roce hace el cariño.
La "desleal" oposición, incapaz, después de más de dos años, de admitir que los españoles ya no les quieren tanto como alguna vez, para nuestra desgracia, les quisieron, afila sus colmillos como un perro loco en dos únicos troncos: Venezuela y Cataluña, y lo hace hasta el aburrimiento, sin darse cuenta de que aquello que puso en marcha el PP de Aznar, la judicialización de la política, que no es otra cosa que el recurso al pataleo de quien tiene poco que ofrecer, porque el pasado le persigue.
Para mitigar el enconamiento a que han llevado las malas decisiones del PP, en el gobierno y en la oposición, van a pasarle factura una y otra vez y sólo cambiando de actitud, uniéndose a quienes buscan una salida a un problema grave que lo puede ser más, podrá crecer en Cataluña y pasar a ser parte de la solución, una solución en la que también el PP es necesario, pero, para que eso sea posible hay que dar un paso, el primero, en la dirección adecuada.
Un pie primero y, detrás el alto, despacio, sin pausas, porque "piano piano, si va lontano" y, ahora, la distancia es ya mucha. 
Debo añadir que, mientras esto escribo, escucho a Felipe González y José María Aznar echándose flores entre ellos, quién lo diría, y dando arcadas por la reunión de ayer, que consideran poco menos que apocalíptica. Y, ante eso, sólo puedo decir lo que otras veces ya he dicho "teme a los viejos, porque no tienen futuro".


miércoles, 26 de febrero de 2020

TELEVISIÓN, CORONAVIRUS, GRIPES Y SARAMPIÓN


Si alguien hubiese querido humillar al hombre moderno, ese que sin conocer el entorno de su ciudad viaja miles de kilómetros todos los años, para correr tras una banderita junto con decenas de iguales de monumento en monumento, de paisaje en paisaje, para hacerse el correspondiente selfi y una nueva muesca en el pasaporte, si alguien lo hubiese pretendido, no habría hallado mejor modo de hacerlo que poner juntos un virus desconocido, no demasiado letal aunque bastante raro y unos medios de comunicación ávidos, necesitados por la presión de sus accionistas de atraer a las audiencias con lo que, aparte del sexo, mejores resultados da en los audímetros: el miedo.
La fórmula ha funcionado y, a base de repetir conexiones con fachadas de hospitales, de "dar paso" a enviados especiales escondidos tras mascarillas, de repetir en bucle el traslado de ese único enfermo que tuvo la desgracia de ingresar en un hospital como "sospechoso" de haberse infectado, a base de miedo han sacudido, o lo están haciendo, las estructuras de esta sociedad alegre u confiada, en la que nos ha tocado vivir.
Nos han dicho que no hay que pagar impuestos, haciéndonos creer que el dinero de los impuestos iba a estar mejor en nuestros bolsillos, para un viaje o unas vacaciones lejos, muy lejos, que financiando una sanidad capaz de combatir epidemias y curar a los enfermos de siempre. Se nos ha dicho que es mejor un crucero o un viaje a china que contribuir a prevenir las enfermedades con investigación y con vacunas, muchas veces rechazadas por la soberbia egoísta de quienes confunden la libertad con el capricho sectario y la ciencia con la lectura rápida e inconsciente de unas cuantas páginas sectarias en la red.
Hace unas semanas, una mañana, nos despertamos con la aparición de un virus extraño en una ciudad de China, una información tardía, porque a las autoridades chinas no les convino, cuando supieron de él, tomar las medidas precisas. Luego, esas mismas autoridades se encargaron de mostrarnos en todos los telediarios su capacidad para levantar hospitales en semanas, aunque llegaran tarde, nos enseñaron sus robots para repartir comida a los enfermos, porque se habían quedado sin personal, los drones para vigilar y fumigar barrios enteros, algo que podría haberse evitado haciendo caso a aquel médico que alerto sobre la virulencia del maldito virus.
Luego llegó la histeria, la suspensión del Mobile World Congress, por poner un ejemplo, mientras se celebraban otras ferias parecidas, decisiones contradictorias e informaciones tan imprecisas que, si alguna vez tuvieron la intención de tranquilizar a la población, que lo dudo, están consiguiendo todo lo contrario. Sabemos poco, porque nos cuentan poco, pero tememos mucho, nos tememos lo peor, porque quien debiera tranquilizar y hablar sólo de certezas, la OMS, se dedica, lo hace su máxima autoridad, a especular en ruedas de prensa que más parecen las que se celebran tras un partido de fútbol que de un organismo tan caros y que tiene asumidas tan graves responsabilidades. 
Me temo que, como ocurrió con la Gripe A nos "venderán" una vacuna, quizá tan inútil como lo fue aquella, que sólo sirvió para llenar los bolsillos de las grandes farmacéuticas.
Vivimos angustiados porque a nosotros, los "blanquitos" de occidente nos confinan en hoteles o en cruceros por nuestra mala cabeza, o mala suerte, de viajar a las zonas donde está el virus, que cada vez son más, y nos dejamos verdaderas fortunas en comprar a precio de subasta mascarillas o geles hidroalcohólicos para desinfectar nuestras manos, algo que deberíamos hacer a diario y no lo hacemos, mientras negamos ayuda y atención a la grave epidemia de sarampión que está acabando con la vida de miles de niños en África. Pero, claro, eso es otra cosa, harina de otro costal, porque tanta muerte no sale en los telediarios y no nos interesa.

martes, 25 de febrero de 2020

LOS AMIGOS DE PLÁCIDO


Casi por sorpresa, como supimos de las acusaciones que unas cuantas compañeras hicieron contra él, Plácido Domingo acaba de admitir en un comunicado toda su responsabilidad sobre los hechos, acoso sexual desde su posición a esas mujeres que sólo años después fueron capaces de hacer públicas esas encerronas y esos tocamientos en los camerinos, esos encuentros "que no podían rechazar" de quien podía ser un magnífico padrino para sus carreras.
En la nota del que fuera director de las óperas de Washington y Los Ángeles admite su responsabilidad en el dolor causado a esas mujeres y enriende ahora el miedo de todas esas mujeres a denunciar ese acoso del que fueron víctimas.  Este cambio de acritud de Domingo que, cuando Associated Press dio a conocer los hechos en un reportaje con sus víctimas bajo un lógico anonimato, se permitió decir que se habían malinterpretadas sus galanterías y sus atenciones, está sin duda relacionado con el final de la investigación llevada a cabo por el sindicato de la ópera norteamericana, que ha comprobado el acoso en al menos o e comportamiento inapropiado con al menos 27 mujeres.
Curiosamente, la asunción de responsabilidad de Domingo se hace pública un día después de la condena al productor Harvey Weinstein en el caso que dio origen a aquel "me too", de que no cabe duda que el "caso Domingo" es heredero, no porque, como han llegado a decir y a escribir algunos, las víctimas viesen la oportunidad de "sacar tajada" sino porque, en aquellas actrices que acusaron al productor y en la cadena de velos y tabúes que fueron cayendo a propósito de algo que se consideraba en cierto modo "normal", encontraron la fuerza para denunciar sus casos.
Plácido Domingo ha visto las orejas al lobo y ya no vale eso de que fue malinterpretado o lo de que han cambiado las costumbres y lo que eran galanterías entonces sea ahora acoso, un asunto en el que su prestigio y su carrera ya se han visto perjudicados y que muy probablemente acabará afectando a su patrimonio, por lo que, probablemente la asunción de la culpa y la petición de perdón sean una nueva estrategia para mitigar el hipotético castigo que sobre él pudiera recaer.
Hasta aquí, de momento, lo que afecta a Domingo. Hablemos ahora de "sus amigos" todos aquellos y aquellas que, sin atender a las denunciantes, cerraron filas para defender su honorabilidad, tratando de hacernos creer que todo era una campaña movida por la envidia y la codicia llevada adelante por unas cuantas fracasadas que tomaban venganza en el tenor por su falta de éxito. 
He leído y escuchado demasiadas gilipolleces al respecto, he tenido que sufrir no sin sonrojo como algunas cantantes descalificaban a las denunciantes basándose en su experiencia con el acusado, he tenido que soportar estupideces como a de que teníamos que defenderle porque Domingo es español como nosotros, he entendido en alguna de estas declaraciones que, con otras palabras, se llamaba "lagartas" a las denunciantes.
Sin embargo, lo peor, lo que más me ofendió, fue leer verdaderas regañinas a Domingo por haber admitido los hechos, aunque reinterpretándolos, a su favor, regañinas que en algún caso se permitían recomendarle que cambiase de abogados, gente, unos y otros, a los que sólo les faltó convocar una manifestación de afirmación patriótica. Qué dirán ahora, se habrán puesto colorados, asumirán su parte de culpa por entender y defender a un acosador sistemático como Domingo. Me temo que no, me temo que en el mejor de los casos guardarán silencio.
Me temo también que ellos y ellas, cuando defendían al tenor español, no defendían al compatriota o al artista, defendían su propio machismo, su concepción machista y jerárquica del mundo, porque para ser machista y para entender a los machistas y a los autoritarios no hace falta ser hombre o tener poder. Me temo, además, que, quizá con menos orgullo, aunque "hay gente pa' to", los amigos de Plácido seguirán con su machismo y dejándose querer por quienes dependen de sus decisiones, simplemente porque ellos lo valen.

lunes, 24 de febrero de 2020

LA LARGA SOMBRA DE AZNAR


Ayer, con festividad y alevosía, Pablo Casado se cargó de un plumazo la candidatura del líder del PP en Euskadi, Alfonso Alonso, a las próximas elecciones autonómicas y, de paso, el mínimo vestigio de democracia interna que, aparentemente quedaba en el Partido Popular. Lo hizo ese aprendiz de brujo que, perdedor de las primarias convocadas para sustituir a un Rajoy en fuga, las primeras en toda su historia, se convirtió en el salvavidas al que se aferró el aznarismo para no desaparecer de la escena.
Ese es, me temo, el principal problema del PP, que cuando pudo no clavo la estaca en el corazón del vampiro que, desde entonces y de vez en cuando, rejuvenecido con la sangre fresca de sus siervos, sale de su cripta para proyectar su sombra sobre ese partido y este país que cree suyos.
Aznar, como los generales de la impagable "Senderos de gloria" de Kubrick, manda a sus hombres al matadero y lo hace con Pablo Casado y otros como él, dóciles y ambiciosos, dispuestos a hacer sonar su silbato para hacer salir a sus hombres al campo de batalla a sabiendas de que acabaran muertos o, en el mejor de los casos, derrotados en el campo de batalla, enredados en las alambradas de su pasado ante las urnas. Una patética estrategia diseñada por una sombra del pasado desde un despacho, lejos, muy lejos, de la realidad española, como aquellos generales jugaban con la vida de sus hombres, que caían cada día por miles, ante una mesa con mapas en un lujoso chateau, a kilómetros del frente. 
Lo único que viene salvando a Casado de saltar de la presidencia del partido es ese aliento frío del señor de las tinieblas que se percibe en su presencia, la sombra de Aznar, porque, desde que llegó a su despacho, ha perdido o han perdido sus candidatos, en cuantas elecciones ha participado, hasta el punto de que, si conserva parte del poder autonómico y municipal que tuvo es gracias a la oscura y tóxica alianza con Vox. Poder que Casado se atribuye como propio, pese a que, desde entonces, el PP no ha hecho otra cosa que atender servil a los caprichos ideológicos del partido de Abacal.
Se ve que Aznar y con él Casado han comprado a Vox el mensaje de la “derechita cobarde" y están dispuestos a alimentarse de la sangre emponzoñada del fascismo más descarado con tal de volver a un pasad tenebroso que ellos consideran gloriosos.
Alfonso Alonso, que en Vitoria ganaba las elecciones sin bajarse del autobús, que diría algún cronista deportivo su gente y, con ella, entendió que, para crecer, había que mirar hacia adelante y abandonar el castillo en el que se sentían seguros, sobre todo una vez que se acabó el terror en Euskadi. Alonso es un hombre abierto y seguro de sí mismo, incompatible con el autoritarismo de barba y sonrisa que encarna Pablo Casado. Por eso, el líder del PP vasco no puede entender que se hipotequen sus listas a las vascas con candidatos de un partido incapaz de obtener un sólo escaño en Euskadi. Por eso, por el pecado de desobediencia, imperdonable en la secta que en estos tiempos habita el PP, se le arroja a las tinieblas, aunque, para ello, hayan tenido que recurrir a un personaje oscuro y resentido, como Iturgaiz con zonas sombrías en su pasado, torpe como él sólo, capaz de desvelar en su primera entrevista los verdaderos planes de Casado e, insisto, Aznar, que no son otros que fusionarse más adelante, no sólo con Ciudadanos, sino con Vox, en plena ensoñación aznariana de ese partido refundado con las tres derechas, de momento incompatibles como el agua y el aceite. Y, por si fuera poco, sólo un personaje tan turbio y descolgado de la realidad como él, puede referirse al gobierno de coalición apoyado por la mayoría de los ciudadanos como "gobierno fasciocomunista".
No sé qué pensará la ambiciosa Inés Arrimadas, a la que su envite al PP le está dando resultados tan bizarros. No sé siquiera si ha medido los resultados em su propio partido que, honradamente, aún no controla con absoluta legitimidad. La única explicación que le encuentro es que, con conocimiento dl oscuro Aznar, está preparando la entrega del mismo al PP, a cambio de algún que otro honor en su nuevo partido.
Todo muy difícil de explicar, todo muy de ultratumba, tanto como para que a la casi siempre solvente Cuca Gamarra le ha costado intentar explicar por qué Iturgaiz, del que casi nadie se acuerda y al que los jóvenes ni conocen, es mejor candidato que Alfonso Alonso, que tan mal les cae a Casado y, sobre todo a Cayetana Álvarez de Toledo. muy difícil de explicar, salvo que el PP, mejor dicho, quienes lo controlan hayan decidido bajo la capa, bajo la sombra aparentemente protectora del conde Aznar, a la búsqueda de una nueva vieja derecha que, sin el dolor causado por ETA que tanto evocan, queda muy lejos.

viernes, 21 de febrero de 2020

AL JUEGO, POR LOS CUERNOS


Es una plaga y hace tiempo que se extiende por nuestros barrios. Decir que es la heroína del siglo XXI ya no es una exageración. Las empresas que controlan las casas de apuestas han tomado cada esquina de nuestros barrios, como, en los terribles setenta y ochenta, las tomaron los camellos con sus "papelinas" y, para establecer su mercados, han escogido, como aquellos camellos, los barrios más humildes, aquellos con más paro juvenil, esos a los que difícilmente llega el dinero del salario de un trabajo que no existe, en los que los jóvenes sueñan con un puñado de billetes con los que pasar un fin de semana a lo grande, unos euros con los que comprar un móvil lleno de gigas y colores o las zapatillas a la última.
Ese es el juego que nos preocupa en las calles, pero no es el único juego que nos preocupa, porque lo tenemos también en nuestras casas, allá donde hay un ordenador o un móvil, incluso lo tenemos, dale que te pego, en las televisiones y las radios, desde las que voces presuntamente amigas nos incitan sin parar a jugar o apostar, da igual si es póker o es fútbol, prometiendo paraísos de lujo y gloria o salidas al aburrimiento, emociones que se desvanecen en segundos y que, como bien saben los psiquiatras y psicólogos, generan una insatisfacción y una ansiedad que llevan de cabeza a la peligrosa adicción, en la que todo, como con la heroína, se reduce a encontrar el dinero con que conseguir el pico o pagar la apuesta que nos devuelva esa sensación de calma que llega con la aguja o ese vuelo de mariposas en el estómago, cada vez más difícil de alcanzar, porque cada vez dura menos y es más la ansiedad que le sigue. 
Vivimos en una ciénaga peligrosa, en unas aguas pantanosas que personajes sin escrúpulos, como el exministro que fue de Justicia, Rafael  Catalá se han encargad de crear, vivimos en la selva que quien fuera consejero de una de las grandes empresas del juego, CODERE, preparó desde el ministerio, con una ley del juego, hecha a imagen y capricho de sus viejos amigos, que no han tardado en devolverle el sillón en el consejo, convirtiéndose en la "zorra de ida y vuelta" a la que el PP de Rajoy, empeñado en "ludopatizarnos", ahí estaban Esperanza Aguirre y su frustrado Eurovegas, puso a guardar el corral del juego. juego
Mientras tanto, "famosos" sin escrúpulos pagan sus deudas o sus malas inversiones, apareciendo en muestras pantallas, prometiendo, con esa voz que dieron a algunos de nuestros personajes favoritos, ese dinero fácil que, al final nunca llega. Coronado, del juego al chocolate y del chocolate al juego, Jorge Javier Vázquez, echando las redes del bingo o la tómbola a domicilio a las señoras que le ven y adoran, hay gustos para todo, o el agresivo Carlos Sobera que, no conforme con hacer parejas en la pantalla, pretende que las hagamos nosotros en los casinos virtuales que anuncia.
Alberto Garzón, un comunista, es el encargado de poner orden en la selva del juego. Y lo va a tener difícil, porque las televisiones y las radios se sostienen en una gran parte gracias al dinero proveniente de la publicidad del juego que se entremezcla obscenamente con la información deportiva, forzando la aparición de datos y estadísticas, con el único fin de engatusar a telespectadores y oyentes para que se crean capaces de acertar resultados y datos tan peregrinos como quién sacará el primer córner o qué jugador será expulsado y en qué tiempo.
Está claro que quienes están acostumbrados al dinero fácil de la publicidad del juego no se van a dejar arrebatar el botín y someterán al gobierno a cuanto chantaje crean conveniente, para poner a salvo su negocio. Que el juego se ha convertido en una plaga resulta evidente y que Alberto Garzón y el resto del gobierno, también, pero, si no queremos otra generación pedida, plagada de enfermos con sus vidas rotas, es evidente que hay que prohibir o limitar la publicidad del juego, estableciendo quién, por muy famoso que sea, no debe hacerla y a qué horas y en qué ámbitos no debe emitirse, porque, al juego, hay que cogerlo por los cuernos.

miércoles, 19 de febrero de 2020

SEGUID APRETANDO



Después de años de silencio. el campo español, por fin, ha despertado y, si lo ha hecho, es porque su situación ya no puede ser peor y ya no les mueve la codicia, si es que alguna vez lo hizo, sino la supervivencia. Han comenzad a hablar y a moverse y parece que va para largo.
En un país que poco a poco se va muriendo por dentro, en un país que se va vaciando, porque no puede o no quiere dar futuro a las gentes de sus campos, en un país en el que los niños ya no son capaces de imaginar la fruta colgada de los árboles porque sólo la han visto apilada en los supermercados o apretada, de cuatro en cuatro o de seis en seis, en bandejas de plástico, forrada de más plástico, poco o nada parece importar el destino de gente para la que el campo lo es todo, gente añosa incapaz ya de cambiar de vida o jóvenes que han apostado por salvar la finca de los abuelos, convirtiéndola en su medio de vida.
Ya no nos acordamos de la fruta desparramada sobre las autopistas francesas cuando España llamaba a las puertas del Mercado Común y sus frutas y verduras eran el enemigo a batir para los agricultores del país vecino. Poco aprendimos, poco aprendieron los agricultores españoles, que se dejaron "liar" por ese mercado y de esa misma manera, mientras las grandes distribuidoras, las grandes superficies, la mayoría de origen francés, los Carrefour o los Alcampo, imponen sus precios, insostenibles con las estrictas normas de producción europea que, sin embargo, se esfuman cuando se hace llegar la fruta, fruta vecina, sin tantas normas, que crece con pesticidas y abonos imposibles de imaginar aquí, para conseguir que los productores españoles entreguen la suya a precio de saldo.
La gente del campo envejece y se come los ahorros, mientras sus hijos se van a las ciudades, como, por otra parte, han hecho siempre a engrosar las nóminas de subempleados o a estudiar una carrera para serlo. El campo se muere y ya no es siquiera ese paisaje idílico en el que pasar con los niños un fin de semana y, mientras, los gobiernos y as oposiciones, que todos tienen su parte de culpa, miran para otro lado, van a Europa a ejercer de eurodiputados, como desecho de tentadero, más pendientes de las dietas que se quienes con sus votos las pagan, para acabar o relanzar sus carreras, sin acordarse de toda esa gente que ya no puede más.
Contaba mi abuelo, sabio como el diablo, por viejo, y con esa filosofía tranquila que da ver muchos amanecerse sin ruido de bocinas y tráfico, la historia del campesino que lloraba la muerte de su "joio" burro que, después de obedecerle y aprender a no comer fue y se murió. Ese parece ser el futuro de los hombres del campo español, morirse después de aprender a n comer, si no despiertan ahora, como parece que están haciendo.
Los votos de la gente pesan lo que pesan sus problemas o, mejor dicho, pesan lo que pesan los problemas que son capaces de causar. Por eso el campo francés está en mejor posición que el español, porque se movilizó hace tiempo y el campo español se salvará en la medida en que sea capaz de hacer valer su existencia. Si no, si lo perdemos, porque lo perderíamos todos, pasaría a ser un desierto sin gente, objetivo de bancos y multinacionales para sus negocios de salvaje sobreexplotación agrícola o planes inmobiliarios.
El campo está en pie y hay que apoyarle. Si no, despidámonos de la España que conocimos y del placer de imaginar frutales o gallinas en el campo.
Ayer, la ministra de Trabajo se reunió con las asociaciones agrarias y en la reunión estuvo el vicepresidente Iglesias que parece haber entendido que en ese colectivo en pie hay un nicho de votos, quizá por eso, en un momento de la reunión les dijo "Seguid apretando, porque tenéis razón".

martes, 18 de febrero de 2020

Y SI LA ABUELA TUVIERA...


Ayer se produjo por fin el lógico y necesario encuentro entre Pedro Sánchez y Pablo Casado en el Palacio de la Moncloa, un encuentro que habría que leer como la primera de las muchas entrevistas que tendrían que haberse celebrado entre el presidente del gobierno y el líder de la oposición, que no se han celebrado porque uno y otro han estado y perece que algunos aún lo están tan sólo ocupados en provocar unas nuevas elecciones para ganarlas.
Ese afán destructor que parece dominar el panorama político español es difícil de explicar, porque ni al país ni a los ciudadanos les interesa seguir en esa guerra de guerrillas paralizante en la que poco o ninguno es el terreno que se gana al adversario y pocas son las veces que los rivales, después de salir al campo abierto de las elecciones se ocupan o pueden ocuparse de la reconstrucción del terreno que han ocupado.
Esta actitud, que yo calificaría de suicida, no tiene explicación, salvo que haya algo por detrás que la esté forzando y creo que ese es el problema, porque Sánchez ha llegado al gobierno con unos socios muy exigentes, Unidas-Podemos, y una base electoral que no lo es menos, en todo lo que tiene que ver con la resocialización del país y la deseable desaparición de la terrible brecha social que la crisis y las recetas con que el PP dice habernos sacado de ella han abierto entre una España que lo tiene casi todo, el capital y los medios de producción, y otra que lo necesita casi todo, el trabajo, la vivienda, la sanidad, las ayudas a la dependencia o la educación.
Sin embargo, los que lo tienen todo, los que se enriquecieron con la crisis y se hicieron con el poder y la influencia no quieren renunciar a ello. Quieren seguir pagando pocos o ningún impuesto y seguir con sus rentas y sus pelotazos, subiendo los alquileres cada año a precio de un mercado inflado cada mes, si no cada día, y llevado al borde del reventón, en el que lo que se vente o se alquila no es otra cosa que un bien, un derecho, garantizado, no os riais, por la Constitución que tanto defienden los amigos de los especuladores. 
De modo que existe una presión del electorado para reducir esa brecha y restaurar los derechos que les fueron usurpados en aras de sacar a España de la crisis, sacar a los españoles es ya otra cosa y aún está pendiente, el gobierno que quiere darles satisfacción pero no puede, la oposición que quiere ver a toda costa caer al gobierno y, por encima de todos ellos, los beneficiarios de tanto desgobierno como el que hemos pasados, atrincherados en sus sicaps, sus paraísos y su ingeniería fiscal, que se llevan los beneficios de las ventas en mercados etéreos, en los que el "no futuro" de los jóvenes les arrastra a las compras compulsivas, lejos de la caja en que se pagan, maquilando pérdidas para evadir impuestos aquí y acabar pagándolos en cualquier paraíso fiscal.
Por eso, ni los bancos quieren esa tasa aprobada ayer, que penaliza sus operaciones especulativas y las de sus clientes, ni las grandes empresas quieren pagar más que lo poco que en general pagan y, por ello, ellas o sus países matrices, presionan al gobierno para paralizar las tasas "Google o Tobin", haciéndolas tan efímeras como la efímera república catalana de Puigdemont.
Ese es el drama que el poder fáctico, el poder en la sombra, el del dinero, no quiere a Sánchez con su socio, pero no tiene un recambio para ellos, porque esto todavía es una democracia y el poder aún lo damos y lo quitamos los ciudadanos. Por eso resultaba patético ver al líder de la oposición a la salida de su encuentro en la Moncloa, apenas después de haberse estrellado otra vez en el muro de Venezuela, ofreciendo su ayuda a Sánchez a cambio de que cumpla el programa del PP que él no fue capaz de llevar a la victoria. Fue una penosa retahíla de condicionales, uno detrás de otros, a los que un castizo hubiera añadido "y si a abuela tuviera cojones, sería el abuelo", porque el PP, al que adora el capital, no tiene los escaños ni los votos para llevar acabo ese programa que la mayoría de los españoles negaron en las urnas.

lunes, 17 de febrero de 2020

PECADO DE SOBERBIA


Nada ocurre porque sí y de sobra lo sabemos... o debiéramos saberlo. Vivimos angustiados o no, sólo preocupadas, por las dimensiones de una epidemia como la de coronavirus originado en la ciudad de Wuhan y, la verdad, es que tenemos razones para ello, entre otras cosas, porque no sabemos quiénes nos mienten más, los que como el gobierno chino, todos lo hacen, tratan de quitar hierro al asunto y suavizan las cifras y alarmas o quienes lo exageran por al afán de alarmar, periodismo de impacto lo llaman, colgándose de esa rama, cual monos histéricos, para aullar a todas horas el germen de nuestros miedos.
¿Había razones para la alarma? Hay quien dice que esa epidemia, salvo que nos oculten algo, no es muy distinta de una gripe, fuerte, pero gripe, que cada año nos visita una o dos veces. Y es que, si nos atenemos a mortandad y número de afectados no es mucho más virulenta y está claro que a nadie se le pasaría por la cabeza cerrar el Mobile World Congress por una gripe y el congreso de telefonía de Barcelona, en un momento en el que la tecnología y las ventas de esa tecnología hablan chino, resulta raro, cuando menos, que hayan sido las empresas japonesas y norteamericanas, la competencia, las primeras en darse de baja en la feria.
Es evidente que las grandes concentraciones o son idóneas para evitar los contagios y lo cierto es que dentro de esta civilización cada vez más global, en la que creemos vivir mejor cuando está claro que lo que hacemos es vivir peor, si entendemos por tal no vivir como debiéramos. Hoy las epidemias se extienden vertiginosamente. de manera viral se dice, porque los viajes se hacen rápidamente. Ya no nos movemos en barco para las grandes distancias, como hacíamos antes, sino que en menos de un día nos ponemos en las antípodas, con lo que el jet-lag, mal de nuestro siglo, nos afecta cada vez que cruzamos un océano. Antes, la larga travesías en barco nos llevaban al aburrimiento, nunca al desfase horario, con la ventaja de que cualquier brote epidémico localizado a bordo quedaba a bordo, porque no se permitía pisar tierra a todo el pasaje.
De ahí nacieron esa especie de lazaretos en los que se confinaba a l pasaje de cualquier barco con uno de esos brotes a bordo, esas islas, como la que hay frente al puerto de Mahón, en las que guardaban la cuarentena, como la guardaba en Caçillas, frente a Lisboa, el pasaje de esos barcos con enfermos que llegaban de África. Hoy eso resulta imposible, porque el tiempo en que se cruza el Atlántico en avión no es suficiente para que se manifiesten síntomas, lo que añadido a que el habitáculo cerrado en que se viaja, la cabina de un avión no es otra cosa que un enorme tubo de ensayo en el que cultivar virus y transmitirlos, con los pasajeros hacinados, sobre todo en la clase turista, convirtiendo los aeropuertos en campo de transmisión de las enfermedades más diversas.
Y, frene a eso y en el polo opuesto, esos enormes cruceros, como bloques del madrileño barrio de la Concepción flotantes, cargados de pasajeros, generalmente jubilados que se mueven sin control por las ciudades de so puertos que tocan para volver a bortos con sus recuerdos y "regalos", algunos de ellos microscópicos, para compartirlos en las cenas y espectáculos de a bordo.
No hay más que ver las angustiosas cuarentenas por las que están pasando los cruceros con miles de camarotes que, con algún enfermo a bordo, han sido inmovilizados en puertos de Europa o Asía. A fin de cuentas, lo que nos pasa llevamos años buscándolo, porque, como digo estamos viviendo mal, porque lo hacemos en contra de la lógica de las cosas, tratando de imponer nuestra soberbia de seres humanos a las leyes de la naturaleza, ese afán por tener más y mejor, eso creemos, y viajar más veces más tiempo y más lejos.

miércoles, 12 de febrero de 2020

ECHÁNIZ Y LA SOLUCIÓN FINAL


Si algo me fascina de los "chicos" del Partido Popular es la facilidad que tienen para trufar su endeble discurso de alusiones a momentos solemnemente trágicos de la Historia, con toda la frivolidad de que son capaces y sin el menor respeto por la verdad y el sufrimiento de las víctimas, propias y ajenas. Ayer lo demostró José Ignacio Echániz, viceportavoz del PP en el Congreso, que se permitió decir, en los pasillos y desde la tribuna, sin despeinarse que la ley de eutanasia que acaba de llegar a la cámara es la herramienta del PSOE para recortar gastos en Sanidad, diciendo a las claras y una vez más sin despeinarse que lo que pretenden los socialistas y sus socios es recortar gastos eliminando a ancianos y enfermos, la "solución final", como llamaron los jerarcas nazis al holocausto judío, de la izquierda.

Lo dice, qué ironía, un médico que siempre ha ocupado cargos, en Madrid o en Castilla-La Mancha, desde los que ha recortado el estado de bienestar, como quedó claro con su paso por el gobierno de Cospedal en Castilla la Mancha, donde ocupó la Consejería de Sanidad desde la que cerró camas y desmanteló servicios en los hospitales a su a su cargo.
No es de extrañar, porque Echániz, otro "cachorro" de Aguirre ha sido siempre fiel seguidor de las teorías neo tatcherianas de Esperanza Aguirre, siempre dispuesta a trocear lo que es de todos para dárselo a precio de saldo a los amiguetes de su partido, un personaje de la estirpe que tanto gusta en la calle Génova, capaces de cerrar sin pestañear un paritorio en Lugo, citar a pacientes oncológicos en horas nocturnas o acabar con algún que otro servicio de oncología infantil.
Son esos personajes los que se les llena la boca defendiendo la libertad individual de los ciudadanos, la presunta libertad para elegir médico o escuela, siempre que, claro está, el elegido sea el médico de un hospital privado o el colegio pertenezca a una empresa religiosa o laica de ideología dudosamente democrática y se sostenga en parte con fondos públicos, aunque discrimine u segregue a sus alumnos.
Cuando ayer escuché a Echámiz, esperaba una rectificación de lo que creí un calentón o, al menos, un tirón de orejas de la dirección de su partido por haber ofendido a tantos y tantos ciudadanos, muchos de ellos votantes del PP, que sufren la inexistencia de una ley tan necesaria que les ayude, a ellos o a sus seres queridos, a dejar este mundo que se les ha hecho insoportable, eso que la iglesia califica de "valle de lágrimas". Esperaba una rectificación o un tirón de orejas y sólo hubo, en el mejor de los casos, silencio, el más cínico de los silencios.
La verdad es que no cabía esperar otra cosa, porque los portavoces del PP, Cayetana Álvarez de Toledo y José Ignacio Echámiz, los elige la dirección del partido, con Pablo Casado a la cabeza y no hacen otra cosa que reflejar el pensamiento del "segundón sobrepasado", al que basta con rascar sólo un poco para encontrar, por más barba y jovialidad con que trate de disfrazarse, un integrista católico que no a todos sus votantes satisface. Creo que, eligiendo a Casado por no elegir a Soraya Sáenz de Santamaría, el PP se colocó un grano en el culo, un grano que hasta que no se lo sajen o le reviente, no le va a dar más que problemas. 
En cuanto a Echániz, si yo fuese como él, le desearía que se viese como tantos enfermos y familiares de enfermos condenados a sufrir o ver sufrir sin remedio y sin una ley que permitiera a quienes lo deseen y lo necesiten, con todo el respeto y las garantías que merece, les permita poner fin a todo ese sufrimiento. Pero no, yo no soy como él, no deseo que se vea en esas sin la ley que ahora se niega a aprobar, tampoco me atrevería a compararla con lo que quienes ayudaron a Franco a ganar la guerra que acabó con la II República. exterminando a millones de hombres mujeres o niños, por el hecho de ser de una raza no aria, pensar de manera distinta a Hitler y su Reich, no ser perfectos o entender el amor de otra manera.

martes, 11 de febrero de 2020

LA CULTURA DE LA MUERTE


Parece que por fin los representantes de los ciudadanos, claro que no todos, que para eso está el PP, va a tramitar una ley más que esperada, la que regule la eutanasia, el derecho a decidir, cuando el dolor de vivir supera nuestras fuerzas, que nos ha llegado la hora de partir. La iniciativa es una vieja promesa de la izquierda siempre aplazada y hoy ampliamente superada por la sociedad española que, día a día, se enfrenta al terrible dilema de sufrir o ver sufrir a los suyos a la hora de morir, por la intransigencia de unos pocos.
De manera más o menos abierta la mayor parte de la cámara se ha mostrado favorable a la que será iniciativa del gobierno de coalición. Sólo se oponen, cómo no, Vox y PP. El primero, porque prefiere justificar a los que matan o dejan morir, sean inmigrantes o mujeres, y el segundo porque en el fondo sabe que la única oposición posible a un gobierno, éste, dispuesto a normalizar este país en materia social, es el encastillamiento en los refugios morales, un encastillamiento muy "a la numantina", en el que las primeras víctimas serán sus votantes que, conscientes o no, renunciarían a ejercer su derecho a morir cuando ya no puedan más.
Está claro que esta ley debe contemplar todas las garantías necesarias para que no pueda ser utilizada en contra de nadie. supeditándola a los controles imprescindibles que eviten que esta "buena muerte" que todos deberíamos desear, yo al menos lo deseo, sirva como excusa a algunos para deshacerse de familiares enfermos que aún deseen vivir. Es en este punto donde la experiencia de otros países y el sentido común de los legisladores deben convertir el proyecto en una ley robusta que, sin excesos ni condiciones, resista los embistes, que sin duda los habrá, de quienes la usaran como ariete contra el gobierno y de la prensa que les hace los coros y les da palmas.
En ese coro estará, como ya de hecho lo está, la iglesia católica, la misma que compatibilizaba sotanas con fusiles y brazos en alto, la que metía bajo palio en los templos al responsable de tantas muertes, la que ha hecho del dolor y del acompañamiento a los enfermos, sobre todo si tienen propiedades que donar, una industria, por medio de la cual ha amasado gran parte de su patrimonio inmobiliario, ese con el que especula y que convierte a algunas órdenes religiosas en las mayores agencia de alquiler de grandes capitales como Madrid.
Hoy esto es de sobra conocido, incluso por las bases más inquietas de sus fieles, las que practican de verdad las ajadas y desvirtuadas bienaventuranzas. Hoy, estos cristianos comprometidos saben que el más ultraconservador de la curia, Antonio María Rouco Varela, disfruta de una dorada jubilación al lado del viaducto, muy cerca de la catedral de la Almudena, en un piso con las vistas más hermosas de Madrid, las mismas que el Palacio Real, un piso que para si quisiera un marqués.
Pues bien, esa misma iglesia, la que alternó la cruz y la espada en la conquista y genocidio de América, la que exhibe como símbolo el Cristo, un hombre torturado y ensangrentado, yacente, torturado o crucificado, esa iglesia que exhibe ante niños y mayores la sangre de sus mártires, la que enseña que el sufrimiento "acerca a dios" se permite oponerse a esta buena muerte que queremos ahora regular, porque quienes la promueven, dice, defienden la cultura de la muerte, cuando lo hace porque, como digo, se quedaría sin una de sus más potentes "industrias".




viernes, 7 de febrero de 2020

LA FOTO



Tengo, no sé si la suerte o la desgracia, de haber vivido y guardar memoria de lo que he vivido, por eso me revelo contra esta vida basada en lo inmediato, en la ausencia de perspectivas, en la estrategia de reducirlo todo, de borrar los contornos y dejar todo sin contexto y, al tiempo, hacer pasar por el todo lo que apenas es un detalle.
Ayer, de la entrevista entre Pedro Sánchez y Joaquim Torra, el presidente del gobierno de la Nación y el president del govern de Catalunya, quieren que nos quedemos con la foto, con ese saludo bajo la pancarta o esos libros entregados como regalo y, al tiempo, como reivindicación, tanto por el título, como por las etiquetas dejadas en ello, como al descuidos, pero con la intención de que al menos uno de ellos estaba comprado en dólares canadienses, otra vez el Quebec como reivindicación, dejándolo todo en una especie de asalto, del que uno de los interlocutores, sólo uno, debería salir triunfante.
Ayer, otra vez los medios pretendieron dárnoslo todo masticado. Por eso nos dijeron que el vencedor era Torra, porque había conseguido "la foto" buscada y pretendieron hacernos ver, especialmente los de un color, que la foto era la de una humillación, la de una rendición ante quien les cautivos de unos votos, los da la investidura, como si PP y Ciudadanos no lo estuviesen de los odiosos votos de Vox en Andalucía, Madrid o Murcia, votos que les afianzan en sus presidencias y consejerías, pero les alejan cada vez más de sus votantes, porque, ahora sí, les ven como la "derechita cobarde" que come en la mano del odio, la intransigencia y el desierto cultural de la derecha racista y machirula.
Hablan de la foto y hablan de la humillación a que sometieron al "cobarde e interesado" Sánchez, sin caer en la cuenta de que lo de Sánchez fue un gesto valiente que, al menos yo lo creo o quiero creerlo, podría haber devuelto a las vías el descarrilado tren de la convivencia.
Lo hablaba ayer con un viejo amigo y compañero, todavía e ejercicio, que coincidía conmigo en eso, en que fue un acierto y, además, un acierto para el que no había alternativa aceptable, porque, de no haber comenzado a sentar las bases de este frágil diálogo, primeros pasos en positivo después de la desdichada gestión del uno de octubre de hace dos años, en que el nefasto Zoido lleno Cataluña, no ya de policías o guardias civiles, sino de porrazos, porque después de aquello que quizá en su delirio autoritario vieron como solución y que tuvo el efecto contrario al que se perseguía, convenciendo a los que dudaban y llenando las calles de independentistas y esteladas, de no haberse reunido con Torra, de no haber posado junto a él, con toda la dignidad que requiere el protocolo, que para eso está, el siguiente paso serían los tanques y ya tuvimos tanques en las calles de Valencia el 23-F de 1981 y os aseguro que con aquellos ya tuve , ya tuvimos, bastante. Comparad una y otra foto y elegid. Creo que os va a resultar fácil.

miércoles, 5 de febrero de 2020

LA TIRANÍA DE LOS INTERMEDIARIOS


Andan revolucionados los agricultores estos días porque, como diría un urbanita moderno, "no les da la vida", y es que llevan demasiado "trabajando para el diablo" que es, según mi padre, lo que se hace cuando se hace para nada o a cambio de nada.
Hoy intentarán llenar de tractores Madrid, para dejar claro que trabaja como lo están haciendo no les merece la pena, porque lo que producen con esfuerzo e inversión no les merece la pena. No la merece arar la tierra, sembrar el grano, abonar los campos, regar, si es que se puede, combatir las plagas. No les merece la pena podar, recoger, si hablamos de fruta, o cosechar. No les merece la pena cubrir de plástico sus campos para crear los invernaderos ni les merece la pena, dice, contratar a los braceros que recogen sus frutos. No les merece la pena, porque, echando cuentas, ni siquiera cubren gastos, ni lo comido por lo servido, porque, en el camino, al lado de sus campos o de sus almacenes, esperan los camiones que trabajan para los asentadores y distribuidores, cobrando por kilómetro y kilo lo justito para no tener que vender el camión,  asentadores e intermediarios que les imponen sus precios, muy por debajo de su esfuerzo y muy por debajo también de lo que acabaremos pagando los pobrecitos habitantes de la ciudad, en las cajas de los supermercados.
Tienen razón quienes hablan de la España "vaciada" en lugar de hacerlo de la "vacía", porque si los pueblos están al borde de que el último apague la luz.
La culpa es de los intermediarios y, especialmente, de los intermediarios con tienda abierta, es decir, de las "grandes superficies", dictadores de ida y vuelta que, como al hacer los chorizos, retuercen los extremos, productores y consumidores, para engordar ellos como lo que son. Tanto es así, que no sólo fijan los precios y el momento de la recogida, sino que deciden qué se cultiva, imponiendo la tiranía de un consumo que ellos, con sus campañas publicitarias y sus precios también controlan.
Y no queda ahí la cosa, porque estos señores, Carrefour, Alcampo, Mercadona y un largo etcétera, son también los responsables de cada día toneladas de comida acaben en los contenedores de basura y de que los océanos se llenen de plásticos tan fáciles y baratos de producir como caros y muy difíciles de eliminar. Además y, por si fuera poco, ellos deciden que, en una sociedad en las que cada vez más gente vive sola, la fruta, los filetes, el queso o el fiambre se les ofrece en bandejas "retractiladas", de plástico reluciente, de seis en seis o de kilo en kilo, con la maldición implícita de que, las más de las veces, acabará en la basura.
Es algo que continuamente se predica en los medios, pero para que los consumidores nos sintamos culpables y nos mortifiquemos, cuando el pecado, por más que lo cometamos los de a pie, no tiene su origen en nosotros.
Creo que el sector agroalimentario es una selva en la que han entrado los grandes cazadores blancos para quedarse con las mejores piezas, matando sin ton ni son, sin importarle el hundimiento del campo, porque saben que, si esquilman el de aquí, más al sur hay otro, otros, esperándoles. Creo que, al igual que se exige o se debería exigir en cada cosa que se vende una garantía de trazabilidad que nos informe del origen de los alimentos, debería haber otra garantía, otra etiqueta, en la que se nos dé cuenta de cuánto y quienes elevan el precio de productos que demasiad a menudo, las patatas, por ejemplo, se pagan en el hiper seis veces más caras que se pagan al agricultor que las produce.
Sé que es muy difícil, pero más si no existe voluntad de hacerlo, pero alguien debería hacer algo para acabar con esta injusticia, con este desequilibrio que vacía nuestros campos y que convierte a los agricultores en ciudadanos resentidos, listos para caer en brazos del discurso populista de los matones de Vox. Los consumidores podemos y debemos hacer lo nuestro, podemos comprar con conciencia e inteligencia, podemos reciclar en cubos de colores, tantos como quieran, pero todo sería más fácil si el gobierno metiese en cintura a todos esos intermediarios que imponen su tiranía de usos y costumbres y de precios.

martes, 4 de febrero de 2020

ATERRIZAJE FORZOSO


Anda surcando los cielos de la política española un aparato con aspecto todavía reluciente, pintado de naranja, con los motores averiados, falto de combustible y, sobre todo, con graves problemas de radar. Un aparato que se las prometía muy felices hasta que su piloto, Albert Rivera, o sus padrinos creyeron que merecían más y eligieron mal la pista de aterrizaje, dejándose en el intento gran parte del fuselaje, desparramando por la pista las ilusiones y la confianza de sus votantes.
El aparato sigue en vuelo, porque en los aeropuertos locales aún no se ha puesto a prueba, pero, para ser sinceros, nadie sabe muy bien cuánto combustible le queda en los depósitos y, por si fuera poco, una vez que el comandante abandonó los mandos después de aterrizar "de panza" en las generales, para irse a descansar con el privilegiado pasaje de la clase preferente, no sin antes anunciarlo a través de megafonía con un "emotivo" discurso en el que venía a decirnos que estaba cansado y que, como Julio Iglesias, se olvidó de vivir.
Ahora, el otrora enorme aparato naranja no tiene piloto, aunque hay quien se arroga las funciones del comandante, a pesar de que no cuenta con la confianza del pasaje y de que parece empeñada en caer en los mismos errores que el dimitido comandante y de no tener muy claro en qué aeropuerto quiere tomar tierra. Y eso es, precisamente, lo peor: pretender llevar un avión cargado aún de pasajeros a destinos a los que esos pasajeros no quieren ir, porque no estaban en el billete que compraron antes de subir a bordo. 
Nadie se subió al avión naranja para ir a parar al territorio verde de los neandertales, quizá tampoco al azul del segundón sobrepasado, pero ahí están, metidos en un aparato que vuela erráticamente, sin piloto cualificado, pidiendo pista, mendigándola más bien, en aeropuertos que hace tiempo están en manos de otros, con un destino incierto que difícilmente será otro que el de acabar siendo absorbido y volando pintado de otro color a destinos no deseados por la clientela que, con un destino tan distinto, pueden acabar quedándose en tierra, sea cual sea el nuevo destino y el color del aparato.
Arrimadas tiene demasiada prisa y se equivoca si se empeña en hacer las cosas como las hizo Rivera. Tiene casi todos sus vicios y es la consecuencia de un partido que tuvo más éxito que militantes y que se ha construido desde arriba, con decisiones, cuando menos, dudosamente democráticas. Es mucho el poder que repartir y es mucha la ambición, con lo que, si no revisa sus procedimientos, puede acabar estrellándose en un aterrizaje forzoso en manos inexpertas y cegadas por la ambición y a este, al contrario que al Boeing de Air Canada, no parece que le sobre el combustible sino que, más bien, le falta.
La actitud, más interesada que irresponsable, me recuerda a la de los pilotos del sindicato SEPLA que en sucesivas huelgas salvajes deterioraron la solvencia de IBERIA, hasta dejarla "en su punto" para ser absorbida por un gigante de la aviación, a sabiendas de que, por mal que le fuese a IBERIA, ellos seguirían volando, probablemente en el mismo avión, aunque fuese pintado de otro color. Lo de arrimadas es la defensa de un escaño, su forma de vida, aunque sea en otro partido, el PP.

lunes, 3 de febrero de 2020

LA GRIPE CHINA


Estamos cansados de oír eso de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, pero no por manido el dicho deja de ser verdad, pues ese parece el destino del ser humano, de la especie humana en su conjunto: tropezar y olvidar.
Andamos sobreexcitados y, algunos, algo asustados por las consecuencias que pueda tener en nuestra vida o para nuestra vida la epidemia de coronavirus declarada en China, mejor dicho, en la provincia china de Hubeiuna, con cerca de cuatrocientas muertes y decenas de miles de contagiados. Y si estamos sobreexcitados y subrayo lo de "sobre" es porque alguien así lo ha querido informando "a la tremenda" y con escasa profesionalidad de lo que, en principio y sin que nadie pueda demostrar lo contrario, no sería más que una gripe virulenta, sí, pero no más mortal ni peligrosa por tanto que las epidemias de gripe que tenemos que soportar cada año.
La cifra de muertos y contagiados que se maneja en China no es mayor ni más preocupante que la que va a arrojar, sólo en España, la epidemia de gripe que empieza a instalarse en España ¿Por qué, entonces, toda esta alarma, por qué este despliegue informativo que tienen más de histérico que de servicio público, que es lo que cabría esperar en esta ocasión de medios responsables?
Se me ocurren muchas razones y todas tienen que ver con el dinero. La primera es la necesidad que las televisiones amarillas, no por chinas sino por poca o nula ética, que, con unos cuantos redactores y cámaras, mal pagados y sin apenas experiencia la mayoría, se pueden cubrir unos cuantos puntos, demasiados, informativos o no, con los que "rellenar" minutos y minutos de pantalla, reiterativos y desprovistos de más interés que tendría informar del tiempo con jóvenes redactores armados de paraguas o bolas de nieve.
Pudimos comprobarlo el viernes tarde, cuando una legión de periodistas con equipos móviles de televisión siguieron el recorrido de los españoles repatriados de Wuhan desde la base de Torrejón hasta el hospital Gómez Ulla, en el barrio, mi barrio, de Carabanchel, como si de paparazzi en pos de Lady Di o del seguimiento del paseo triunfal de un campeón de Liga se tratase. No quiero imaginar, tengo que preguntárselo, que pensó mi padre de noventa y seis años, si el paso de tan escandalosa caravana, coches, motos y sirenas, le pillo mirando por la ventana como acostumbra. No sé que pensaría él, pero sí sé lo que pensé yo al ver el circo completo durante casi una hora en una ventana de la pantalla en la emisión de La Sexta. 
El espectáculo me pareció repulsivo y degradante. Casi tanto como los reportajes sobre mascarillas que han contribuido a terminar con las existencias o las continuas insinuaciones hacia nuestros vecinos chinos, a los que algunos ya comienzan a mirar con aprensión y desconfianza. Raro es el programa de "actualidad" que en el que un redactor, micrófono en mano, nos cuanta a la puerta de un restaurante chino cómo ha disminuido la clientela desde que se supo de la epidemia, Ante esta forma de periodismo fácil, barato e irresponsable, me pregunto si haríamos lo mismo con los Burger King, los McDonald’s o los Starbucks si la epidemia tuviese su origen en los Estados Unidos. Seguro que no, como tampoco dejaríamos la pasta o la pizza si la fiebre fuese napolitana.
Hay un cierto poso racista en las reacciones de la gente y un tratamiento responsable o interesado en los medios, porque de todos es sabido que China es, o al menos era, la potencia económica llamada a suceder a Estados Unidos en el liderazgo mundial y que todo lo que pueda frenarla será bien recibido por los medios de comunicación inspirados o pastoreados desde los Estados Unidos.
Cuando hace casi cuatro décadas se desató la epidemia del SIDA la alarma era lógica, porque poco o muy poco se sabía de ella, hasta el punto de que prosperó la idea de que no era más que una plaga con la que el cielo castigaba a los "desviados" y costó años liberar del estigma que había caído sobre ella a la comunidad gay.
Hoy no es justo ni inteligente, salvo que existan intereses ocultos, estigmatizar a la población china por una enfermedad que no es suya, sino que proviene de una región de su país, una región que, al menos aparentemente, está bajo control, una enfermedad de la que ya se sabe mucho más de lo que se sabía del SIDA en los primeros años de la epidemia.
Hace poco más de un siglo, una epidemia de gripe, la "gripe española" la llamaron, sin que en España estuviese su origen, acabó con casi cien millones de personas, más que la Gran Guerra, en tiempos en que la gente, los jóvenes en especial, vivían hacinados en cuarteles y transportes militares, causando la mayor mortandad precisamente entre los jóvenes. Hoy, en que los viajes de miles de kilómetros se hacen en apenas una jornada, si no en horas, es imposible detectar una infección latente que, cuando da síntomas, ya ha saltado de país. Eso es lo preocupante. Por eso, sobre todo si las autoridades han reaccionado con el sentido común que lo ha hecho el gobierno español, lo mejor es seguir sus consejos y olvidarnos de lo que es poco más que un circo mediático del que nadie guardará memoria cuando a las televisiones deje de interesarles la "gripe china".