miércoles, 28 de febrero de 2018

LA FIESTA SE ACABA


Como un Neymar cualquiera, capaz de cambiar de colores sin inmutarse, salvo que el color que haya que cambiar sea el del dinero, Ciudadanos se ve fuerte y querido y opta por dejar solo al PP de Rajoy, solo frente a su tozudez y su falta de sensibilidad, pero perfectamente acompañado en casi todas las tropelías económicas que, en amor y compañía, han venido perpetrando con iniciativas o vetos en el Parlamento que el PP desde hace meses no domina pero puede bloquear con el apoyo de los de Rivera.
El PP ha despertado de su sueño soberbio y de esa falsa creencia, el "rajoyismo", de que estar quieto es el mejor modo de avanzar y de que lo mejor es esconder la cabeza en la arena, o en el despacho, y esperar a que escampe. Una actitud que al PP le ha servido hasta ahora, porque así lo han querido una oposición domesticada, con intereses bastardos, y una prensa dócil amaestrada como esos gatos de leyenda a los que, dicen, los reclusos liman los dientes para procurarse placer en la soledad de sus celdas.
Sin ellos, sin esa prensa que ríe las gracias de Rajoy o sus ministros, de sus diputados, desde Rafael Hernando a Celia Villalobos,  sin esa prensa que consiente sin la menor crítica los desplantes del presidente y sus gobiernos de aquí o de allá, sin esa prensa que no reprocha y sonríe ante las torpezas de un presidente incapaz de recordar los nombres de los países a los que se va a entregar ayuda, sin una prensa que, no toda pero sí en gran parte, magnifica los presuntos aciertos y esconde los fallos de un gobierno muerto antes de nacer, un gobierno que ha paralizado todo un país, salvo en todo aquello que beneficia a sus padrinos... sin esa prensa, Rajoy no hubiese aguantado siquiera un trimestre. Pero esa prensa, demasiado acostumbrada a cortar y pegar lo que le dictan en los comunicados de Génova o de la Moncloa no miraba a la gente, ni siquiera a sus lectores, sólo se preocupaba por sus cuentas y por los favores que en forma de publicidad institucional o cualquier otra regalía que le viniese del Gobierno.
Y qué decir de la oposición, de las oposiciones, que han acompañado a los gobiernos de Rajoy en estos penosos cinco años que hemos tenido que soportar. El PSOE de Rubalcaba pareció conformarse con su papel de comparsa y de tutor de una sociedad a la que hacía ya tiempo ni escuchaba ni quería escuchar. Más tarde, después de la debacle socialista y de la entrada en escena de los nuevos-viejos partidos, el gallinero en que se convirtieron las gradas del Congreso, especialmente por ese encono fratricida entre PSOE y Podemos y viceversa, sirvió en bandeja a Rivera y su Ciudadanos cobrarse el apoyo más o menos crítico al gobierno del PP, apoyo cobrado en concesiones a su programa, tan conservador o más que el de los de Rajoy, y, sobre todo, forjándose una imagen de partido nuevo, moderno y más progresista que nada tiene que ver con la realidad y que le ha empujado en las encuestas hasta provocar el pánico en el "sangre de horchata" que habita en la Moncloa.
A ese personaje, Rajoy, se le ha juntado el hambre con las ganas de comer y cada vez tiene más claro que lo que queda de legislatura, y no se sabe cuánto, será el tiempo que le queda en el gobierno. Y es que, al gesto de Ciudadanos que comete ahora la "felonía" de dejar de sujetar al PP en el Congreso, porque se cree con fuerza para ganar las próximas elecciones, se suma una calle levantisca que ya no aguanta que ele mientan ni un minuto más, una calle que han tomado los pensionistas, que tomarán dentro de una semana las mujeres, mientras el esperpento que Rajoy tiene por ministra de Trabajo y Seguridad Social les insulta con mentiras insostenibles y desprecios insultantes.
A Rajoy le queda poco y lo sabe. Por eso anda ahora de rebajas, cediendo aquí y allá sin la menor convicción y vendiendo ese humo electoral que esta vez no le servirá para nada. Vendiendo, por ejemplo, que va a rebajar los impuestos a los pensionistas, en vez de subírselos a los ricos y a las grandes empresas, como si el problema de la caja de la seguridad social o la devaluación de las pensiones no estuviese motivado por la loca carrera electoralista que PSOE y PP vienen practicando con rebajas de impuestos suicidas.
La fiesta se acaba, pero el espectáculo no ha hecho sino comenzar. Si no, al tiempo.

martes, 27 de febrero de 2018

DEMASIADAS EXPLICACIONES


Una de las pocas cosas que aprendí en mis largos años de ejercicio del periodismo es que cuando algo hay que explicarlo mucho y muchas veces es porque no tiene explicación. Eso, precisamente eso, es lo que está ocurriendo con Ada Colau y su alergia dosificada y selectiva al protocolo.
Debiera aprender la aguerrida alcaldesa de Barcelona de su colega y amiga de Madrid, quien, sin aspavientos, sin anuncios previos, sin parafernalia, dejo de acudir a la inauguración de la feria de arte ARCO, en protesta por la censura ejercida por IFEMA, siguiendo instrucciones de vete a saber quién. contra la obra en que Santiago Serra mostraba las fotos pixeladas de quienes han pasado o están en prisión a causa de sus opiniones, obra en la que incluyó -yo disiento de ello- a los líderes de la ANC y Òmnium Cultural y al líder de Esquerra Oriol Junqueras.
La ausencia y el prudente silencio de la alcaldesa madrileña dieron más fuerza a su gesto sin eclipsar la causa de su boicot a ese paseo protocolario que las autoridades dan con los reyes por la feria. Por el contrario, las ostentosas ausencias de Ada Colau han difuminado, al menos para mí, la importancia de la cita tecnológica, bajo los nubarrones de la polémica y la niebla de la perplejidad. Dos modelos de alcaldesa, dos modelos de protesta, que nada tienen que ver entre sí.
Desde que se anunció, las filtraciones de parte deben considerarse como anuncios, que da Colau no acudiría a la recepción, desde que adornó su rebeldía explicándola como una resistencia al vasallaje que, en su opinión, representa lo que llama "besamanos", no ha hecho otra cosa que dar explicaciones en todas las radios, todas las televisiones y una parte importante de los periódicos de gran tirada. Más tempo y más explicaciones de las que ha dedicado y dedica a la paga de heroína que invade la ciudad que rige, el turismo salvaje que asfixia Barcelona o a la falta de viviendas en que realojar a los expulsados de sus barrios por la proliferación de los apartamentos turísticos.
No sé cuál ha sido la intención última de Colau, no sé si reforzar su imagen semi independentista en un escenario en el que los partidos que la defienden cobran auge y tiran con sus movilizaciones hacia un futuro más que incierto, no sé si sacar brillo a la insignia republicana que muchos llevamos con pragmática discreción, no sé si, simplemente, ponerse otra vez bajo los focos. De veras, no lo sé.
Lo que sí sé es que tanta explicación, tanto argumento desmedidamente alambicado, tanta y tan chocante incoherencia, porque sentarse a la mesa en que se sienta quien tanto te ofende no es coherente en absoluto, no hacen otra cosa que dejar a la alcaldesa de Barcelona colgada de la brocha de su salirse del tiesto. En fin, lo que decía al principio, cuando algo ha de explicarse mucho y muchas veces es porque no tiene explicación.


lunes, 26 de febrero de 2018

GESTOS Y COREOGRAFÍAS


Lo malo de lo que viene ocurriendo en Cataluña desde hace ya demasiados meses es que sobran los gestos y las coreografías y falta política. Lo peor, que, cuando intentamos buscar un culpable, nos perdemos en la noche de los tiempos y los encontramos en todas partes y de todos los colores.
Hace ya tiempo que decidí no dar ni quitar razones a nadie por sus siglas. lo aprendí de Antonio Gutiérrez, el líder de Comisiones Obreras, de quien escuché una frase tan sabia como ésta: "no se puede pretender tener razón por haberla tenido". Esa es la clave, nos alineamos junto a un partido por quienes lo integran o por lo que hizo y alienamos nuestro pensamiento, entregándoselo a sus líderes como una ofrenda libre de cualquier espíritu crítico, amordazándonos nosotros mismos, sin caer en la cuenta de que ese silencio, esa falta de réplica a lo que la merece, acaba por alejar a esos líderes de las bases y los votantes de ese partido, aislándolos en una campana de cristal, hasta que, como ocurrió con el penúltimo PSOE, la urna de cristal acaba saltando por los aires.
Se olvidan de nosotros, no cumplen lo prometido, lo que debiera ser como un contrato y tratan de suplir ese olvido con gestos, con aspavientos que pretenden para sus adentros como señales con las que reclamar la atención y renovar fidelidades entre sus seguidores. Lo acabamos de ver con Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, a la que poco a poco se le escapan asuntos del día a día de la gestión de su ciudad, y que, en cuanto puede, no sin hacer equilibrios en el alambre, despliega una colección de gestos a destiempo, que, mal explicados, siembran la duda y el desconcierto entre quienes, como yo, la recuerdan como una brillante dirigente ciudadana, perdida hoy en esas evidentes ansias de poder que reafirman tantas fidelidades como muros de estupor levantan.
Su negativa a recibir al rey en Barcelona, en lo que ella misma ha llamado "besamanos" y pleitesía, cuando no es más que u acto de cortesía, para, apenas unas horas después, sentarse a compartir mesa, mantel y discursos con él. Se equivoca la alcaldesa porque, por más que se empeñe, ese primer acto del que se ausentó no era más que la bienvenida al jefe del Estado, monarca porque así se acuerda en la Constitución, cambiémosla, yo me apunto, lo mismo que se recibiría a cualquier otro jefe de estado, con pinza en la nariz o sin ella.
Lo de Ada Colau, que se ha vuelto contra ella o que, al menos, no la ha beneficiado pese al roto causado, es prácticamente igual a lo de Roger Torrent, el president del Parlament, que, en un acto con la judicatura en el Colegio de Abogados de Barcelona, se arrancó en defensa de los "presos políticos" catalanes, ante la cúpula judicial catalana y el odioso, al menos para mí, ministro de Justicia, Rafael Catalá, causando una "espantada" de los jueces y el reproche de la presidenta del colegio, que, ante la estupefacción del propio Torrent, le dijo "por lo bajini” que lo que había hecho "no tocaba" allí y en ese momento.
Ese es el mayor problema. los nuevos líderes se consumen en gestos dirigidos a sus bases, más que en políticas realmente transformadoras o, en todo caso, beneficiosas para la ciudadanía. Y la culpa la tienen en gran parte los medios de comunicación que atienden más a esos "gestos" que, a los logros de sus protagonistas, llevándolos por el camino fácil del aspaviento y la "repercusión". Y si a lo anterior le sumamos las "coreografías" que, perfectamente coordinadas, con banderas y cacerolas se organizan como complemento a todos esos gestos simbólicos, curiosamente no contra el rey sino contra "el borbón" que a nadie dan trabajo, a nadie dan casa o sacan de pobre. Demasiados gestos, demasiadas manifestaciones y concentraciones organizadas desde arriba que eclipsan lo importante, pero no lo solucionan. Gestos que son incoherentes con sentarse luego a la misma mesa de quien es objeto de su indignación.
Ya para terminar, un recordatorio: también la Conferencia Episcopal organizaba sus coreografías en la plaza de Colón para forzar al gobierno a someterse a su moral recortando nuestros derechos, en especial los de las mujeres, también aprovecharon cualquier tribuna para criticar, cuando no para chantajear a los gobiernos de turno, y, si critiqué aquello, el mismo derecho tango a criticar esto.

viernes, 23 de febrero de 2018

EL DESPERTAR DE LOS PENSIONISTAS


Ayer, probablemente porque tenía la cabeza en otras cosas, me vi sorprendido, supongo que como muchos, por la dimensión de la movilización de los pensionistas españoles, un colectivo conservador  por naturaleza que, muy probablemente, ha sostenido y sostiene al PP como partido más votado del país, que, por fin, parece haber caído en la cuenta de que están siendo estafados y maltratados por un gobierno que, tras condenar a sus hijos al paro y a sus nietos a la emigración y la falta de futuro, se ha instalado en la increíble ficción de que subir las pensiones un 0,25% al año es revalorizarlas.
Tienen el cinismo, especialmente esa ministra malencarada y chillona que ocupa la cartera de Trabajo y Seguridad Social, que, pese a tener vivienda en Madrid, cobra dietas por estar censada en Huelva, de decir que estos hombres y mujeres que, con su trabajo, contribuyeron a generar gran parte de la riqueza que poco a poco estamos perdiendo, que pagaron institutos, colegios y facultades, amén de hospitales, carreteras y no sé cuántas infraestructuras más, que, con su pensión, demasiado ajustada en la mayoría de los casos, están sosteniendo a más de una generación en casa, tienen, la señora Báñez y compañía, la poca vergüenza de decir que los pensionistas que les mantienen en sus escaños y despachos, son un colectivo privilegiado y especialmente protegido.
Desde que ayer se vieron rodeados en el Congreso por millares de pensionistas cabreados a los que ni siquiera las vallas policiales consiguieron contener, desde que comprobaron que lo de la Carrera de San Jerónimo no era una convocatoria de autobús y bocadillo, porque se reprodujo en las principales ciudades españolas, desde que son conscientes de la ira de los jubilados, dicen sentirse preocupados por ellos. Mentira,  no lo están ni lo han estado nunca, porque de haber estado preocupados habrían dado solución a sus problemas. Lo que ocurre es que ahora, por primera vez en mucho tiempo, tienen miedo.
Tienen miedo a que el voto cautivo y temeroso de quienes creían que sólo un gobierno como el del PP sería capaz de poner a salvo sus pensiones decidan, ahora que ven como quienes presumían de buena gestión y generosidad se han comido el fondo de reserva de las pensiones y les obligan a copagar, por ejemplo, una sanidad cada vez más coja, con menos personal, menos camas y menos prestaciones, ahora que se sienten estafados, decidan quitarles ese voto y mandarles donde hace tiempo que debieran estar: lejos del poder y los escaños en los que ahora sestean vergonzantemente..
Desde que Rajoy ocupa La Moncloa, los pensionistas, no importa cuál sea el importe de su pensión, se ven obligados a pagar parte de sus tratamientos médicos, de los que se han excluido algunos medicamentos indispensables, con lo que, a veces, el dilema para ellos es comer o medicarse, desde que Rajoy gobierna, los hijos de estos pensionistas, algunos con familia y superados los cuarenta, han ido al paro gracias a la cruel y salvaje reforma laboral aprobada por el PP en solitario, desde que el PP está en el poder, se han dejado de pagar en muchas comunidades autónomas esas becas comedor que permitían a  muchos niños hacer una comida equilibrada al día, una comida que, ahora, hacen "de aquella manera" en casa de esos abuelos que hacen milagros con su pensión para que sus nietos no enfermen, desde que, en fin, Rajoy llegó al gobierno con su cara de póker al poder, los más negros nubarrones se han cernido sobre una gran parte de la población, sobre todo sobre quienes ya no tienen ni la fuerza ni la posibilidad de echarse a la calle a buscar una chapuza que hacer o emigrar a tierras más benévolas.
Por todo eso se movilizaron ayer los pensionistas. Por eso y porque ahora quieran "cargarse" el sistema que permite pagar y permitiría pagar mejor sus pensiones, porque pretendan que sus hijos y sus nietos se paguen un plan de pensiones privado con la banca, la misma banca que sobrevive al latrocinio de sus gestores gracias a los casi setenta mil millones de euros que cada españolito paga de su bolsillo, la misma banca que propició y avaló esas inútiles autopistas radiales que ahora hay que comprar a las concesionarias para, una vez reflotadas, cuando sean negocio, volver a vendérselas a la canalla especuladora.
No hay dinero para pensiones, para sanidad ni dependencia, pero sí lo hay para remendar los bolsillos de tanto constructor ludópata que se juega el cemento de sus obras a sabiendas de que, al final, siempre pagamos los mismos. Y aun así los miembros del Gobierno y de su partido se permiten decir que los pensionistas y no sus amigos son el colectivo más protegido durante la crisis. Por eso y como todo, hasta la paciencia de un anciano, tiene un límite, los pensionistas han despertado. Sólo espero que, en ese despertar, las legañas del miedo, no les lleven a votar a Ciudadanos, sería ponerse en manos del mismo perro con distinto collar.


jueves, 22 de febrero de 2018

LIBERTAD DE EXPRESIÓN


Debo advertiros de antemano de que, en el caso del “rapero" Valtonyc, yo, que amo la buena música, sea cual sea su género, y la poesía como máxima expresión del pensamiento, como destilado del alma expresado en palabras, me veo lleno de prejuicios intelectuales y estéticos, pero, también pare él, me creo en la obligación, no ya de defender su libertad de expresión, que es la de todos, sino de luchar para impedir que dé con sus huesos en la cárcel por haber vomitado su rabia inconsciente sobre un micrófono y en las redes.
Nadie, ni siquiera nuestro burdo protagonista debe pagar con su libertad sus excesos verbales. Debe haber, seguro que la hay. otra manera de castigar sus amenazas, no sus ofensas, que esas son cosa subjetiva que debe dirimirse civilmente, nunca con penas de cárcel, que deben reservarse para asuntos más serios. 
Sería bueno, por ejemplo, condenarle a leer poesía o a escuchar música. Ojalá fuese posible hacer que el no ya tan joven rapero mallorquín viese en imágenes, como al míster Scrooge de Dickens, a ser testigo, aunque fuese en sueños, de las barbaridades que pide para otros en sus canciones o, mejor aún, debería ser condenado a hacer trabajos sociales para la comunidad, nunca a reconcomerse tras las rejas de una celda.
Condenarle, por ejemplo, a repasar todas y cada una de las viñetas del Forges, desaparecido esta madrugada, para que aprendiese a criticar sin odio, a plantear los asuntos más serios con una lágrima o una sonrisa, nunca con esa bilis y esa rabia enfermiza e inconsciente que salpica sus torpes letras. Le condenaría a escuchar a Bach o a MC Solaar, a Beethoven o a Caetano, para que fuese consciente de que la música no es un garrote con el que abrir la cabeza del otro, sino un veneno lento que se apodera de su alma, para hacerle mejor y más sano.
Mal día el de ayer para quienes amamos la libertad de expresión sobre todas las cosas, para quienes creemos que es ella y no otro el pilar fundamental de cualquier sistema que pretenda construirse sobre la libertad, la igualdad y la solidaridad de los hombres. Mal día, porque el Supremo confirmó desde la gravedad de sus amenazantes togas la pena de cárcel para Valtonyc. Mal día, porque la galerista que colgó la instalación de Santiago Serra que incluía retratos de "los jordis" y Junqueras entre presos políticos, los retiró, una vez vendidos, claro, para no enfrentarse a la pepera IFEMA, mal día, porque casi tres años después de su publicación, un juez se atrevió a ordenar el secuestro de un libro, "Fariña", del periodista Nacho Carretero, que desmenuza la que ha sido la historia del narcotráfico en Galicia.
Un día no tan triste, porque esta sociedad adormecida en la que vivimos se despertó ayer e hizo del libro de Carretero el más vendido en Amazon y porque el gremio de libreros de Madrid se negó a retirarlo de sus estanterías. Un buen día para la libertad de expresión, porque, una vez más se ha sobrepuesto a los ataques de las sombras, revolviéndose contra lo que más que maldad es sólo estupidez, peligrosa, pero sólo estupidez.

miércoles, 21 de febrero de 2018

ESTRATEGIAS


Ma pasaba en los ochenta con HB y su entorno y mis compañeros de entonces lo recordarán: sentía verdadera fascinación, no sin cierto temor, por la alambicada estrategia y el casi perfecto aparato de propaganda que, manipulando desde el relato hasta el lenguaje, convertía, y lo hizo durante décadas, a los verdugos en víctimas. Era un prodigio de comunicación, al servicio de la extensión de un doloroso conflicto que aún hoy, con cerca de un millar de víctimas a cuestas, sigue haciendo sufrir y separando a los vascos.
No quiero decir con esto que la Kale Borroka, ese terrorismo de baja intensidad que tanto dolor causó en Euskadi, y las movilizaciones del procés sean la misma cosa, en absoluto. Lo que ocurre es que la exacerbación de los mensajes y el relato que se dan en Cataluña y se dieron en el País Vasco van por caminos paralelos. De hecho, parece como si los independentistas autoexiliados estuvieran siguiendo los pasos y aprovechando la infraestructura que dejó el aparato que asistió a aquellos huidos a Francia.
Quien más y quien menos nos sorprendimos ayer con la aparición de Anna Gabriel en Suiza. Lo hizo apenas una semana después de que el Supremo le hubiese concedido una prórroga de en su comparecencia ante el juez Llarena que debiera producirse hoy, algo nada habitual en las dictaduras a las que la dirigente de la CUP trata de asimilar a la España que no comparte sus postulados y un abuso de confianza de quien ni siquiera quiere explicar por qué se comportó como lo hizo a lo largo de los meses que duró la última legislatura del Parlament de Cataluña.
Es eso lo más curioso de todo, que la ex diputada Gabriel no está acusada de nada de momento y que quienes han comparecido en los días en que ella estaba convocada, incluida su compañera Mireia Boya, fueron puestos en libertad, todas sin fianza, salvo la dirigente de Esquerra Marta Rovira, a la que se le fijó con todas las facilidades una de 60.000 euros.
Cabría pensar que Anna Gabriel ha puesto la venda antes de la herida o que tiene tan mala conciencia de lo que hizo que espera una seria condena que no está dispuesta a asumir, algo impropio de quien se supone que hizo lo que creía que debía hacer y que, por lo tanto, está dispuesto a asumir hasta el final las consecuencias de sus actos. Sin embargo, cada vez cobra más fuerza otra explicación para su huida, la de que todo responda a una estrategia de comunicación, a una premeditada intención de extender las repercusiones del conflicto y, sobre todo, devolver al primer plano el protagonismo de su alicaído grupo, la CUP, marginado, con sólo cuatro diputados, de la aritmética parlamentaria que tan bien manejó en la pasada legislatura.
Lo que ocurre es que todo está inventado, todo se ha hecho ya alguna vez, las ruedas de prensa y la entrevistas en el exilio no son novedad. Cualquier movimiento político necesita de héroes y mártires que extiendan su mensaje y guíen a sus acólitos y la CUP no podía ser una excepción, aunque en los dos últimos meses los estaba echando en falta. Ahora, haya o no haya orden de detención, se pida o no la extradición de Anna Gabriel, lo que está garantizado es que, durante semanas, ella y la CUP van a estar bajo el foco de la actualidad, algo que, de haber declarado hoy y haber sido puesta en libertad, como parece que iba a ocurrir no estaría a su alcance.
En fin, estrategia, para seguir en el imaginario de los votantes independentistas, ahora que el brillo del procés y especialmente el de las siglas que defiende Gabriel, languidecen. Eso, de puertas adentro, de puestas afuera, pensando en la rigidez moral de los suizos, nada mejor que cambiar de imagen, dejando de lado las camisetas y el flequillo de niña mala, para convertirse en una cándida y dulce profesora universitaria. Ya lo hizo en su día Bernardette Devlin, cuando se convirtió en la imagen de los católicos de Irlanda del Norte.

martes, 20 de febrero de 2018

OTRO "SIMPA" INDEPENDENTISTA


De todo lo que he escuchado a propósito del larguísimo "procés" de independencia catalán, que sufrimos los españoles, especialmente los catalanes, sus principales víctimas. lo más sensato lo dijo hace unos días, ante los micrófonos de la Cadena SER, el diputado de Esquerra Republicana de Catalunya Joan Tardá. Lo dijo con la naturalidad que suele decir todo, sin los aspavientos de su vecino de escaño, Gabriel Rufián, y parece que, como no fue una de esas estridencias, a las que tan acostumbrados nos tienen los protagonistas de esta tragicomedia, lo que dijo pasó sin pena ni gloria a pesar de haber dado, quizá, con la clave de lo que está pasando.
Dijo Tardá que quienes, como él, llevan décadas luchando por la independencia de Cataluña, jamás hubiesen esperado tocarla con la punta de los dedos como ahora y lo dijo añadiendo que, en cierto modo, la precipitación de los acontecimientos, la concatenación de circunstancias que en él se han dado, les había sobrepasado. Yo, en mi fuero interno, agradecí la sinceridad de tan experimentado luchador, entre otras cosas, porque viene a explicarlo todo o casi todo.
Parece que hemos olvidado que no hace tanto tiempo los únicos defensores de la independencia, más allá de grupúsculos radicales, lo fueron los militantes de Esquerra, porque CiU, la coalición entre el partido creado a imagen y semejanza de Jordi Pujol y la UDC de Durán i Lleida, prefirieron siempre jugar al póker con "Madrid", gobernasen la derecha o los socialistas, para, "negocia que negociaré", vender caro su apoyo a la minoría mayoritaria de turno a cambio de concesiones y, sobre todo, del rédito electoral que suponía "poner de rodillas" al inquilino de La Moncloa. Y todo podía haber seguido siendo igual, de no ser, porque el 15-M y la precipitación en los tribunales de los escándalos de corrupción a uno y otro lado del Ebro, sacudieron como un terremoto los mapas electorales, dando protagonismo a fuerzas hasta entonces minoritarias y dejando a un personaje como Artur Mas y a su partido a los pies de los caballos de la justicia, sin otra salida que la que ya empleó con éxito Pujol, cuando acosado por el escándalo Banca Catalana, se envolvió en la bandera, poniendo en marcha la máquina del populismo sentimental y nacionalista.
Fue entonces, cuando Mas, que nunca había dado muestras de serlo, abrazó la fe independentista, convirtiéndose en el instrumento, el atajo, de los independentistas hacia su meta, haciéndose unos y otros con la mayoría, nunca absoluta, para conseguirla. es entonces cuando aparece una fuerza casi marginal, antisistema llegaron a decir, la CUP, que se ofreció para alcanzarla, a cambio, eso sí, de condiciones draconianas que incluían, la primera y principal, la renuncia de Artur Mas a presidir la Generalitat, lo que permitió salir a escena al personaje más estridente de la farsa, Carles Puigdemont.
El resto ya es Historia: la perversión del reglamento del Parlament, la aprobación, sin luz ni, mucho menos, taquígrafos, de la ley de desconexión, primero, y de la independencia después, para hacer el paripé de suspenderla después y comprometerse de inmediato en una de esas ceremonias a las que son tan dados, fuera del hemiciclo y sin opositores presentes, a volver a proclamarla por las bravas. Luego vinieron el referéndum y las torpezas del ministro del Interior y sus palmeros, el 155 y con él, la cárcel y la fuga para los dirigentes del procés, las nuevas elecciones y sus resultados calcados para los soberanistas y un desconcertante crecimiento de la derecha españolista bajo la marca Ciudadanos y, poco a poco, las disidencias entre ERC y Junts per Catalunya, construido por Puigdemont, otra vez a su imagen y semejanza y de espaldas al marginado PDCAT, mientras el president cesado y fugado a Bélgica, ganador de esas elecciones, condenaba a su pueblo al desgobierno y al 155, porque con sus excusas de mal pagador prefiere un país "patas arriba" y en declive a contemplar la posibilidad de ir a prisión, proponiendo ejercicios absurdos de política ficción que le permitirían tele gobernar Cataluña desde el napoleónico paraje de Waterloo.
Ahora, a la "tocata y fuga" se ha sumado la aguerrida Anna Gabriel, que, abusando de la confianza del Supremo, que le dio una prórroga de una semana para su declaración, se ha fugado a Suiza, paraíso anticapitalista de todos conocidos, para no afrontar sus posibles responsabilidades ante la justicia.
Puigdemont y Gabriel, los máximos animadores del procés, los catalizadores que han propiciado la explosiva reacción que nos ha traído a donde estamos, los que han pedido una ronda y otra ronda, para que no se acabara la fiesta, para que siguiese el mambo, han hecho sendos "simpas", dejando la cuenta y la factura de los destrozos a quienes no tenían su propia estrategia de defensa y, sobre todo, a la ciudadanía que, antes o después, tendrá que recoger los escombros y limpiar eso tan desagradable que dejan las resacas.

viernes, 16 de febrero de 2018

OTRA VEZ LA GOMA


Otra vez. Otra vez este gobierno que no gobierna, este gobierno que es incapaz de presentar ante el Congreso unos presupuestos que, sabe, le van a tumbar, este gobierno que cuelga de su cinturón, una tras otra, las iniciativas legislativas de la oposición, como un cazador cuelga de su cintura las piezas cobradas, este gobierno que sabe de sobras  que la corrupción le ha arrancado de cuajo la espita de los votos, este gobierno-avestruz que se esconde tras los plazos y el silencio, este gobierno, en suma, sabe que su única esperanza es agitar de nuevo los fantasmas de siempre, el separatismo, la lengua, las banderas y poco más, porque el terrorismo, de momento, ya no le llega. Por eso, de manera irresponsable a mi juicio, ahora que lo tiene casi todo perdido, tontea con el fantasma de la lengua en Cataluña.
Al menos eso es lo que dio a entender ayer, cuando confirmo estar dispuesto a estudiar la instauración del castellano como lengua vehicular en la Escuela Catalana, atendiendo a la reivindicación de SCC, Sociedad Civil Catalana, incluyendo en los impresos de matrícula una casilla en la que los padres que lo deseen soliciten que la enseñanza de sus hijos se haga en castellano.
Para ello, Rajoy debería forzar la aplicación del artículo 155, introduciendo drásticas modificaciones, para las que, parece, el famoso artículo de la Constitución no le faculta.
De sobra sabe el gobierno, lo insinuó ayer mismo, que la ley no le da para tanto, primero, porque iniciativas parecidas han caído en los tribunales y, segundo, porque gestionar no es legislar, ni siquiera modificar leyes y reglamentos. Sin embargo, el debate ya se ha abierto y precisamente eso es lo que el gobierno persigue.
En qué cabeza cabe que un partido que tiene sólo cuatro diputados de un total de 135, en el Parlamento de Cataluña, pretenda dar la vuelta por su cuenta y riesgo al calcetín de la enseñanza en Cataluña o que un gobierno en minoría, incapaz de presentar unos presupuestos para toda la nación pretenda sacudir Cataluña, atizando fuegos cada vez más en extinción, para atender una petición que, según las encuestas afecta apenas l uno por ciento de la población catalana.
La respuesta es muy sencilla: cabe en la cabeza de Rajoy que, por un lado, necesita que se hable de otras cosas, además de la corrupción y los errores de su gobierno. al tiempo que necesita reabrir el debate nacionalista, el "a por ellos", que es lo único que, en los últimos tiempos, le ha dado algo de oxígeno para sobrevivir. Un debate en el que la izquierda, especialmente el PSOE, nunca han tenido valor suficiente para afrontarlo sinceramente y con la pedagogía necesaria. Un debate, simplista y burdo, en el que el PP se sabe ganador, porque se siente ante los socialistas como el paciente del chiste que dice al dentista, cogiéndole por "los bajos", "no iremos a hacernos daño ¿verdad?"
Más aún. El PP sabe perfectamente que este debate volverá a cohesionar al nacionalismo hoy maltrecho por culpa de la intransigencia de Puigdemont, pero sabe que, cuanto más fiero parezca el enemigo en Cataluña, más sonará el "prietas las filas" a su alrededor. Lo he dicho muchas veces, unos y otros se necesitan porque se retroalimentan y, sobre todo, agitan mutuamente sus más bajos instintos. Unos y otros como los ciclistas cuando quieren avanzar más deprisa, hacen la goma tirando uno y otro del grupo, alternativamente, hasta avistar la meta. Entonces, a la vista de las elecciones, se rompe la goma y sálvese quien pueda.

jueves, 15 de febrero de 2018

PENSAR COMO SE VIVE


Recuerdo haber escuchado al expresidente uruguayo José Mujica justificar su vida humilde, con ese utilitario que tiene casi tantos años como él, esa vivienda cómoda y nada más, esa ropa que vestiría cualquier jubilado de esos que apuran el sol sentados en un banco de cualquier barrio. Fue en una entrevista reciente y lo hizo con una frase tan simple como incontestable: "Hay que vivir como se piensa, porque, si no, se acaba pensando como vive".
Parecería que estaba hablando, no de él, sino de Felipe González, acostumbrado, tras su salida de la política a la vida cómoda y sin privaciones, la vida muelle, que antes se decía, para, a renglón seguido, rodearse de algo más que comodidad, cerca del lujo, y, sobre todo de amistades poco o nada convenientes para quien se empeña en seguir siendo referente para la desamparada izquierda española.
¿Qué queda hoy de aquel hijo de vaquero, de aquel abogado sevillano que cautivó a más de una generación de españoles, que quiso, así lo creímos, que todos viviésemos como él pensaba o que, al menos, eso fue lo que creímos? Me atrevería a decir que poco o nada. Quizá la altivez y la soberbia que siempre le acompañó y le hizo perder su primer debate televisivo con Aznar, porque, como los grandes del fútbol, despreció al contrario y bajó los brazos. Esa que aún aflora en quien, allá donde va, se ve rodeado de una cohorte de serviles allegados que se encargan, más allá de garantizarle una lógica seguridad, de separarles de quienes le creyeron o admiraron,
Hace ya tiempo que González tiene poco o nada que ver con quienes durante tantos años le votamos. Su paladar ha evolucionado y ahora prefiere la adulación del poder. No del poder que se somete a las urnas cada cuatro o más años, sino la del poder heredado o conquistado desde que se controlan la opinión y las finanzas. Comenzó con Jesús de Polanco, un hombre con más sentido común y con los pies más en el suelo que sus herederos y sucesores, para seguir con la cúpula de las grandes empresas, esas que dan poltronas y sueldos casi por nada, siempre que adornes sus consejos de administración y camufles más o menos sus decisiones. También, cómo no, hizo las américas, donde conoció a su gran amigo y patrón Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo, y ya se sabe que para que unos tengan mucho, muchos han tenido que perderlo casi todo.
Hoy, Felipe González que renunció en su momento a formar parte del Consejo de Estado para formar parte de consejos de administración y asesorías disfrazadas de amistad, es amante de esa vida que os decía antes, de los lujos pequeños y grandes. Comparte los gustos de sus amigos y gusta de pescar en alta mar y de amanecer en el campo, rodeado de hectáreas, no las que se han publicado, pero sí bastantes más de las que el hijo de un vaquero podría haber soñado poseer alguna vez. Gusta también de la vida tranquila, de los encuentros a uno y otro lado del mar, aunque aún no ha renunciado a, de vez en cuando, convertirse en la voz de la experiencia, en el habitante del Olimpo de la política que viene a corregir a las insolentes bases de su partido que, también de vez en cuando tienen la osadía de quejarse de su destino.
Acaba de hacerlo al declarar a una televisión que en España no hay corrupción política, sino un descuido generalizado generalizada, Curiosa reflexión de quien, probado y condenado en los tribunales, tuvo bajo su silla el primer gran caso de corrupción política cuando, a través de FILESA, las grandes empresas españolas financiaron mediante facturas falsa el arreón final de la campaña del referéndum sobre la OTAN, una vez que la AP de Fraga le dejó colgado de la brocha frente a su electorado.
Hoy González es muy distinto, entre otras cosas porque ha sucumbido a los encantos del poder real, porque ha probado las mieles de sus lujosas amistades, justo al contrario que el uruguayo José Mujica, porque ha hecho su elección, renunciando a vivir como piensa para pasar a pensar como viven él y sus amigos.

martes, 13 de febrero de 2018

LOS GOZOS Y LAS SOMBRAS


Lo de la mañana de ayer en la Audiencia Nacional, con un Francisco Granados más cerca de Kiko Matamoros que de alguien que, en la Comunidad Autónoma de Madrid, pudo haberse convertido en el hombre que pudo reinar, aunque sólo fuese en la sombra, ha causado más sensación en el PP y en el resto de los partidos que en la opinión pública, para la que la capacidad de asombro ante semejantes especímenes ya no tiene límites. Lo único que quizá ha causado una cierta sorpresa es el hecho de que Granados revelase de un modo miserable lo que, probablemente, se conocía de sobras en el entorno del PP madrileño y la prensa encargada de su seguimiento.
Lo que quizá resulte más extraño es que personajes que se odian como se odian y se han odiado como parece que se odian los protagonistas de la declaración de Granados hayan compartido, no hace tanto tiempo, poder, riqueza y secretos. Lo que extraña es que un personaje tan zafio como parece que lo es Granados haya enseñado sus flancos más débiles a un tipo tan siniestro como Ignacio González, rey de los espías y los dosieres, instrumento al parecer imprescindible para sobrevivir y medrar en esa orgía de poder y otras cosas que ha sido, si es que ya no lo es, la Comunidad de Madrid.
De la catadura moral de Granados no debía haber dudas. Él fue el designado para controlar, que no presidir, la comisión que investigó o, al menos, debió investigar el Tamayazo en la Asamblea de Madrid, esa sospechosa huida de dos siniestros diputados socialistas que abrió la puerta del gobierno a Esperanza Aguirre y, con ello, puso en manos del partido el instrumento de ganar elecciones que ha sido la cada vez más evidente financiación irregular del partido.
Fue el inicio del tiempo del derroche en esas campañas electorales increíbles, tanto por su intensidad como por su creatividad, en las que, de la noche a la mañana, los andenes de las estaciones de Metro se llenaban de magníficas vallas publicitarias, en respuesta a las que acababa de estrenar su rival, el PSOE, al tiempo que la propia Comunidad echaba el resto en sesgada publicidad institucional. Algo escandaloso e indignante que, a la prensa, reo de los ingresos que suponían esas mismas campañas. no parecía llamarle la atención.
Sólo de esta manera se explican las sucesivas victorias de un personaje como la "reina de la charca" en la que, en sus horas libres, las ranas designadas por Aguirre hacían sus propios negocios a mayor gloria de su patrimonio y a costa del bienestar de los aturdidos ciudadanos que, a cambio de irrisorias rebajas de impuestos, dejaban en manos de estos personajes su futuro y el de sus hijos, apretando en su garganta el nudo mediante el que son sometidos.  
Entre tanta mierda, no encuentro otra palabra, como la que ayer vertió Francisco Granados ante el juez, la única esperanza es la de que tanta basura sirva de abono para que, como en los muladares. acabe creciendo con fuerza la esperanza de que algún día resplandecerá la verdad. Esa y la de haber escuchado en sede judicial algo tan evidente como que no hay dos pepés, uno viejo y otro nuevo, porque los dos pepés son el mismo. Quizá por ello las imágenes de Rajoy ayer le mostraban como un personaje más cerca del pasmo que de la leyenda que le precede.
La época de los gozos y las sombras ha pasado para el PP, esa vieja consigna de que las urnas acabarían por absolverles ha pasado. Hoy, nadie parece sentirse seguro y orgulloso en ese partido abierto en canal y con todas sus vergüenzas, las de alcoba incluidas, al aire.

lunes, 12 de febrero de 2018

HOY COMO AYER


Me levanto hoy un poco más aliviado del maldito catarro que me persigue desde hace semanas y esa buena sensación ir escapando poco a poco a esa tos compulsiva de cada mañana se suma, para arruinarla, la imagen que me asalta desde la radio, la imagen de una Barcelona, orgullosa hasta hace poco de sí misma aquella, que siguiendo la consigna del añorado alcalde Maragall, se puso guapa y se puso guapa para todos, sembrada ahora de barracones en solares ahora vacíos, barracones unos encima de otros, en los que el ayuntamiento más ilusionante de los últimos años tiene previsto alojar a las familias que esperan una vivienda de alquiler social, porque la ciudad destino de millones de turistas es incapaz de devolver a sus vecinos toda esa riqueza que presuntamente deberían crear los arrastra dores de maletas, capaces de pagar por un espacio miserable que, sumado a otros iguales o parecidos, expulsando así a los vecinos "de toda la vida", los que dan vida y color a barrios y ciudades, incapaces de competir con el turista de fin de semana.
Puede que quienes apuestan por esta solución, de cuya buena voluntad no dudo, pretendan evitar que la ciudad se quede sin gente "de verdad", que se convierta en un mero decorado fiestas y borracheras, pero hacer lo que pretenden conlleva graves peligros. El primero el del desarraigo, el exilio interior, que supone vivir en una "cajita", sobre la colina o no, provisional siempre, sin historia y sin futuro.
Yo las he visto. Tengo suficientes años para ello, frías, desangeladas, húmedas, ardientes en verano y, sobre todo, sin el más mínimo calor de hogar, como almacenes para ciudadanos de segunda clase, sin la más mínima esperanza de poder salir del agujero, nidos de miseria y enfermedad que, en absoluto, restituyen, como pretenden, lo que, por justicia social, les corresponde.
Lo malo es que esto que sucede hoy en Barcelona y, al paso que vamos, acabará volviendo a pasar en Madrid, no parece preocupar a quienes nos gobiernan o pretenden gobernar. Lo peor de todo es que tampoco parece preocupar a quienes, sin saberlo, son o pueden acabar siendo carne de barracón, sin bienestar, sin futuro, exhortados a ahorrar para pagarse lo que el Estado les debe, las pensiones, la educación de sus hijos o la sanidad de todos, por los mismos que se han comido su queso y sus ahorros, para enterrarlos en cualquier paraíso fiscal.
Hoy publica EL PAÍS una encuesta que da la victoria a Ciudadanos en unas próximas elecciones, un panorama terrible que a mí me recuerda a aquel Aznar de su primera victoria, con sus garras liberales, con sus fauces escondidas tras aquel bigote, con su pelo engominado de vampiro de sainete, dispuesto a saltar sobre muestro futuro para saciarse con él y entregar después la presa a sus amigos ultraliberales, los de los fondos buitres y las guerras.
Por más que me cuenten cuentos, no soy capaz de ver en Ciuddanos otra cosa. Pocas veces se ha mojado y, cuando lo ha hecho, se ha puesto siempre del lado, si no del PP, sí de sus padrinos, mucho más cerca de los intereses de la banca que de toda esa gente que, ciega está dispuesta a votarles. De momento ya se ha hecho con amistades interesantes. Por ejemplo, ese diario EL PAÍS, con la SER incluida, "cada vez más ciudadanizados", como dijo ayer Miquel Iceta, para quienes no cabe la menor crítica a Rivera, el nuevo Aznar, o los suyos. Ya son sus amigos y les va a sacar partido, el mismo que esos y otros medios sacarán de una administración que considerarán un poco suya y que, luego, a pesar de la decepción, ayudarán a sostener.
De ahí mi depresión, porque, ahora con Internet, con televisión a la carta, con fútbol a todas horas y una aparente libertad de expresión siempre vigilada, las cosas vuelven a ser hoy como ayer.

viernes, 2 de febrero de 2018

Y AHORA QUÉ


Lo peor de cualquier situación, especialmente las malas, es que se enquiste, que no haya nada ni nadie capaz de desatascarla, y, aunque quiero creer que hay movimientos discretos entre quienes sacar a Cataluña de la ciénaga que la asfixia, para encontrar una salida legal, sólida y aceptable por todos, es demasiado evidente que hay quienes, profetas del todo o nada, prefieren hundir el barco a que llegue a otro puerto distinto al marcado en su delirio.
Es evidente, también, que, por más que los justifiquen y corrijan, habrá un antes y un después de los mensajes del deprimido y derrotado Puigdemont a su ex conseller Comín. Mensajes sobre los que aún hay mucho que explicar, pero que ahí están, como síntoma del cansancio de quien lleva demasiado tiempo pedaleando sobre una bicicleta de piñón fijo y que sabe que, en cuanto deje de hacerlo, caerá irremisiblemente sobre el asfalto de la realidad.
En Cataluña, como en todas partes, hay quienes llevan años trabajando por sus ideales, encuadrados en partidos o no, peleando en parlamentos y ayuntamientos, trabajando en los barrios y los pueblos, con los de abajo y los de abajo, y hay quienes, cuando los resultados de las elecciones se prometen felices, aparecen en las listas, como mercenarios que, a cambio de su nombre o su "experiencia", de lo que adornan sus nombres en las listas, consiguen figurar en los puestos "de salida", asegurándose un puesto de trabajo para cuatro años.
De estos últimos estaba llena la lista de Puigdemont, una lista que parasitó al PDECAT y que, en aras de la cohesión, invocando las prisas y el "tirón" electoral del president cesado, se llenó de todos esos fieles a su persona, más que a las propias siglas, que, ahora, se han transformado en un núcleo duro, cismático e inmovilista, en lo que debería haber sido el partido heredero de aquella Convergencia que aglutino a la derecha burguesa catalana.
Por desgracia, Cataluña parece condenada a la eterna división, a la multiplicación de siglas que esconden o tratan de esconder el pasado o las intenciones. El partido con el que Puigdemont llegó a la Plaça de Sant Jaume ve ahora al exiliado como un obstáculo para esa salida necesaria que ya está tardando en llegar.
Dicen que Puigdemont y los suyos, ese grupo de Junts per Catalunya ajeno al PDECAT, se empeñan en torpedear cualquier salida posible, porque lo que persiguen en forzar la convocatoria de unas nuevas elecciones a las que el soberanismo acudiría, muy posiblemente, unido y con él como cabeza de lista. Sin embargo, a nadie se le escapa ya que una cosa es ganar elecciones y otra poder gobernar y que, para esto último, la única salida es ponerse a bien con la justicia española y eso, hoy por hoy, sólo es posible si el expresident "se entrega" de una vez en España.

Dicen también que se trabaja en otra salida que sería la de convertir a Puigdemont en una especie de regente, de reina madre en el exilio, que pusiese a salvo su dignidad herida, convirtiéndole en un nuevo e innecesario Tarradellas en Saint Martin le Beau al que ir de vez en cuando a consultar y rendir pleitesía, algo tan artificial como innecesario y que, a mi modo de ver, no se correspondería con los méritos de quien ya anda buscando casa en Waterloo, carísima zona residencial cercana a Bruselas, de infaustos recuerdos para quienes, como Napoleón, quisieron abarcar más de lo que podían apretar.
En tanto toman forma esos movimientos soterrados que sin duda se estarían produciendo, sólo cabe esperar y confiar en quienes, como el president del Parlament, Roger Torrent, parecen tener la calma y el buen entendimiento que son tan necesarios para alumbrar el camino de salida.
Evidentemente, la calma y la discreción no les harán populares como el histrionismo o la mística han hecho populares a Puigdemont o Junqueras, pero en el "y ahora qué" en el que estamos son ellos los realmente necesarios.

jueves, 1 de febrero de 2018

PERFECTO DESCONOCIDO


Mucho se ha hablado, se habla y se hablará estos días y los que están por venir de la relación que. en pleno siglo XXI. mantenemos los seres humanos con ese juguetito del diablo que, por suerte o por desgracia, todos llevamos en el bolsillo. Algo nos adelantó el genial Alex de la Iglesia en su última película, esa genialidad filmada por encargo que lleva por título "Perfectos desconocidos".
El martes, sin él haberlo pretendido, a Carles Puigdemont le pusieron a jugar el juego diabólico que da sentido a la película. El martes, mientras permanecía en la soledad de su refugio en Bruselas y sin sospecharlo, los pensamientos más íntimos del ex president fueron exhibidos obscenamente ante los presentes en el acto al que había sido invitado en Lovaina, gracias a la torpeza o quién sabe si a la habilidad, que aún tengo mis dudas, de su conseller Toni Comín, quien, pese a haber sido advertido de que era visible su "conversación", no se tomó la molestia de ocultar el aparato, hasta el punto de que pudo ser grabado un cámara de Tele 5. Curioso, por cierto, este Toni Comín, que ha recorrido todo el arco parlamentario catalán, hasta recalar, cada vez más alto, cada vez más carca del poder, en ERC y en el gobierno de Puigdemont.
Volviendo al juego de la película de Alex de la Iglesia, lo que lo hace atractivo, lo que le da morbo, es ese strip tease de la intimidad a que se someten, dejando sus teléfonos encendidos, sobre la mesa, al alcance de cualquiera de los comensales, participantes en el juego. Gracias a ello, cualquier llamada, cualquier mensaje que llega a cualquiera de los móviles de los participantes, queda a disposición del resto, con lo que los compañeros de mesa descubren a cada llamada, a cada mensaje, que quien se sienta con ellos no es quien creen sino un perfecto desconocido.
Exactamente eso es lo que ha ocurrido con Puigdemont. Un descuido, inocente o no, de Comín ha dejado su alma al descubierto, mostrándonos obscenamente que no es el personaje inflexible, por robustez o terquedad, que imaginábamos. Gracias a la exhibición que Comín hizo de los mensajes de su jefe de filas, hemos descubierto a un hombre cansado y triste, derrotado en su egoísmo, ante el callejón sin salida en el que se ha metido, sin una línea para Cataluña o los catalanes, verdaderas víctimas del "proces", si no es en relación consigo mismo. 
Toda una lección de cinismo, porque, mientras Puigdemont escribía esto a Comín, decepcionado porque Roger Torrent había escapado a su control, su pensamiento público, difundido a través de sendos vídeos grabados para las redes y para el acto de Lovaina, iba en sentido contrario al del que expresaba al ex conseller. Y todo porque, quizá, esté llegando a la conclusión de que política y leyes van por caminos distintos, de que, por más elecciones que gane, por más unanimidad de que se rodee, en algún momento va a quedar desnudo y sin prebendas, frente a las muchas cuentas que tiene abiertas con la justicia, porque el sueño de que le sean perdonadas, de que unas elecciones pongan el contador a cero o que se dé el milagro de permitirle gobernar Cataluña a golpe de tuit, algo que, con la experiencia de estas últimas horas es cuando menos desaconsejable.
No quiero dejar de hablar del debate colateral que se ha abierto en torno a si grabar y difundir los mensajes que ahora están en boca de todos es delito o no. Un debate abierto por el abogado de Comín, dispuesto a llevar a los tribunales a los autores de la grabación y su difusión, que, en mi opinión, no persigue más que lavar la cara y cubrir las espaldas del verdadero culpable de la indiscreción, Comín, puesto de chupa de dómine y bajo la sospecha de haber sido colaborador necesario para el escándalo.
 La trascendencia de lo revelado, que ha creado un punto de inflexión en las estancadas aguas del procés catalán, debería disuadir a cualquiera de presentarse con ello ante un juez, porque siempre se antepondría el interés informativo de lo escrito, frente al derecho a la intimidad de uno y otro interlocutor. De modo que difícilmente un juez atenderá los deseos del abogado del ex conseller, por más que se indigne su abogado.
La enseñanza que nos queda es la de que no siempre, casi nunca, me atrevería a decir, hay que fiarse de lo que un político dice en público, porque, en el fondo y con su móvil sobre la mesa, nos resultaría un perfecto desconocido.