viernes, 3 de mayo de 2013

CUENTAS Y CUENTOS

 
 
Ayer, con el beneplácito más o menos a regañadientes de Alemania, el Banco Central Europeo bajó el precio del dinero hasta el nivel más bajo que se recuerda. La decisión, largamente esperada, supuso una inyección de moral en las bolsas que duró poco, el tiempo justo para que el presidente del BCE, Mario Draghi, se explicase.
Tan efímera fue la euforia, que nosotros, los ciudadanos de a pie, ni tan siquiera llegamos a vivirla y mucho menos cuando comenzaron a explicarnos que la bajada de los tipos de interés a que el Banco Central Europeo hasta el medio punto apenas nos iba a afectar, porque casi no influiría en el Euribor que determina el interés de nuestra hipoteca, ni se traduciría en una mayor fluidez del crédito  a los particulares o las pequeñas y medianas empresas, con lo que no se estimulará el consumo y tampoco se crearán puestos de trabajo.
Difícil de entender esto de que los bancos españoles "compren" dinero al BCE con un interés del 0'5% y no sean capaces de "revender" ese dinero a los particulares, salvo a intereses de usura, el 10%, que convierten en misión imposible tomar un crédito para comprar o para financiar un negocio. Es difícil de entender, pero de aquí y de allá me van llegando pistas que aclaran lo que está pasando, pero lo vuelven más preocupante, porque otra vez gana los bancos que, pese a haber estado en el origen de todo lo que estamos viviendo, como las heces siempre salen a flote y lo hacen los primeros.
No es una novedad que todo ese dinero barato que pueden comprar ahora los bancos, en parte con el rescate que recibieron para tapar sus agujeros inmobiliarios y que los ciudadanos estamos pagando carísimo en recortes y paro, lo destinan a comprar deuda del país a un holgado interés del cuatro y medio por ciento y estoy casi seguro que seguirán haciéndolo, sin soltar un céntimo, hasta no haber saneado sus cuentas, liquidado su parque inmobiliario y "mejorado" a nuestra costa el banco malo, con lo que dos pescadillas que se muerden la cola nadan en nuestro país en tanques independientes. Una la que representan los bancos que reciben dinero público para comprar deuda pública con un cuatro por ciento de interés y otra la que encarnamos nosotros, sin trabajo, con los sueldos y las pensiones mermados y sin dinero para consumir, lo que obliga a cerrar más empresas que mandarán trabajadores a la calle, que dejarán de pagar impuestos y dejarán de consumir y a los que habrá que pagar subsidios.
Una vez más las cosas no se nos cuentan como son. Una vez más nos cuentan cuento sin enseñarnos las cuentas. Algo que resulta especialmente doloroso, precisamente en el Día Internacional por la Libertad de Prensa que en nuestro país está más que amenazada por otra pescadilla la que vuelve a las empresas consentidoras con los gobiernos y los bancos que les hacen favores o les suavizan las deudas, también a nuestra costa.
 
 
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