martes, 30 de abril de 2013

DEVALUAR UN PAÍS

 
Cuando escuché ayer a Fátima Báñez responder a preguntas sobre su tardanza en comparecer tras las peores cifras de paro que cabía imaginar, diciendo que al fin y al cabo sólo habían pasado unas horas -más de cien, según mis cuentas- desde que se hizo pública la EPA y viendo su actitud ante el mayor problema que tiene hoy España, como si la cosa no fuese con ella, como si su única tarea fuese la de hacer el recuento de víctimas. Pensé que no es posible que ni Rajoy ni su partido sean conscientes de la ineptitud de la ministra y que, mantenerla en el cargo, forma parte de una estrategia premeditada.
Recordé el restaurante, cerca de la frontera francesa, en Girona, en el que el propietario permitía que uno de sus hijos o quizá el único, con síndrome de Down, se entretuviera con una vieja registradora, por la que, evidentemente, no pasaban las cuentas de los clientes, mientras que las cuentas y el dinero "de verdad" pasaban por otra caja, ésta sí, en manos expertas. Lo recordé, porque pienso que a Rajoy le importa un carajo el destino de los seis millones, doscientos mil parados que hay en España y está dispuesto a no hacer nada por ellos en lo que queda de legislatura.
Quizá os preguntaréis por qué pienso esto y, sí es así, os lo explico. Alguien, algunos, dentro y fuera de España, han llegado a la conclusión que este país está muy por encima de su valor real -eso ya tan manido de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades- y, para corregirlo, ya que dentro del euro no es posible devaluar la moneda, la decisión tomada ha sido la de devaluar el país, con sus paisanos dentro.
Tampoco es que los españoles viviésemos como rajás, al menos todos los españoles. De hecho, los sueldos que cobrábamos, y mucho más los que cobramos ahora, están por debajo y, a veces, muy por debajo de los que se cobran en países como Francia o Alemania. A cambio, los españoles habíamos construido, con nuestros impuestos y nuestro esfuerzo, un Estado de Bienestar más que aceptable y que, en muchos aspectos, el de la Sanidad, por ejemplo, éramos la envidia de algunos de nuestros vecinos del norte de Europa. O sea que lo que no nos llevábamos a casa en salario lo compensaba el Estado con hospitales, centros de salud, escuelas y universidades.
Demasiado para unos piojosos, bajitos y con bigote a los que ayudamos a hacer carreteras y trenes de alta velocidad, habrán pensado los partidos conservadores. Demasiado bienestar para los PIGS. Son unos vagos y algo habrá que hacer con ellos, se dijeron. Y, dicho y hecho, se pusieron manos a la obra, forzando la reforma  antidemocrática de nuestra constitución y la del resto de países europeos, limitando de la noche a la mañana el déficit, dejándonos en el patio de atrás del euro, encerrados con los perros de presa de la especiación, convirtiendo los intereses de la deuda en propios de la usura y forzando el desmantelamiento de esa parte del salario que cobrábamos los españoles en especias de bienestar.
Rajoy ha venido para llevar a cabo esa devaluación cruel de nuestro país. Por eso su apatía, por eso deja que todo se nos venga encima y que sus ministros sean los peores posibles, porque -dejémonos de tonterías- lo son. Lo es Wert, que esta devaluando la enseñanza, la ciencia y la cultura en todos los niveles; lo es Gallardón, que está haciendo de nuestra justicia una justicia decimonónica e injusta; lo es Fernández Díaz, que devalúa la interpretación de derechos fundamentales como los de la libertad de expresión y manifestación; lo son De Guindos y Montoro que están devaluando la riqueza de los españoles, siempre que no se trate de sus amigos... y así, hasta llegar a Fátima Báñez que, con su ineptitud, está consiguiendo que se devalúe el precio del trabajo y la dignidad de los españoles y que, cada minuto que pasa aun que llegue su cese o sus dimisión, devalúa la dignidad de su cargo y la del gobierno del que forma parte.
 
 
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lunes, 29 de abril de 2013

SATISFECHO

 
 

A veces pienso que la ideología de Rajoy no hay que buscarla en la derecha ni mucho menos, claro, en la izquierda. Lo que pienso a veces y cada vez más es que la verdadera ideología del registrador de la propiedad que tenemos por presidente es el surrealismo o, mejor dicho, el absurdo. De no ser así, cuesta creer que el señor Rajoy lea los periódicos o los resúmenes de los mismos que cada mañana le preparan, cuesta creer que haya visto un solo telediario en los últimos catorce meses, porque, de no ser así, sólo cabe explicarse su actitud como un absurdo e insoportable gag de una película inédita de los Hermanos Marx: "Una legislatura en la Moncloa", por ejemplo, en la que pase lo que pase, el señor de la media barba va a decir lo que le venga en gana, así se le venga, se nos caiga, el mundo encima.

Porque es real, es doloroso. Pero, si sólo fuésemos espectadores de una de esas sesiones dobles de aquellos cines de barrio de antaño, sería divertido escuchar este trabamentes que Rajoy nos regaló ayer en Loja: “Hemos hecho unas previsiones conservadoras para ser creíbles. Pero las hemos hecho con el objetivo de superarlas y de que vayan mucho mejor”, una ingeniosa pieza que se acerca a aquella, soberbia, de Groucho, si es que no la supera en absurdidad, que comienza por "la parte contratante...".

Sería divertido, si no fuese tan doloroso. Porque doloroso fue ver a esos tres ministros, el viernes, a punto de hacerse pis de vergüenza como parvulitos que no saben la lección ante la pizarra, divagar y llenar el aire de palabras vacías y tautologías, cuando lo que se esperaba de ellos era un cambio de rumbo, una nueva estrategia que nos aparte de esta senda que nos lleva derechos al abismo.

Aunque, bien mirado, lo de Rajoy, ayer, también tuvo mucho de cinismo descarado. Lo tuvo, sobre todo, viniendo de quien lleva cerca de dos años mintiendo a los ciudadanos un día sí y otro también y que, pese a ello, fue capaz de decir lo que sigue sobre unas previsiones, las que hizo el gobierno el viernes, cuando aún se oía el eco de otras totalmente contrarias: “Podíamos haber hecho otras previsiones´-dijo ayer Rajoy-, pero creemos que es mejor explicar la realidad, que decir otra cosa y que luego tengamos que contar que ha habido un millón de parados más de los previstos. Eso no es jugar limpio con los ciudadanos, y por eso no lo hemos hecho”.

Frente a este estrepitoso fracaso, al presidente del gobierno sólo se ocurre pedirnos paciencia, dar por fracasada la legislatura que abordó con la mayoría más absoluta de las últimas décadas y decirnos que la solución vendrá después, un hábil juego de manos por el que atribuye la culpa del fracaso presente a quienes le precedieron y se apunta para el futuro el éxito de quienes consigan sacarnos de ésta.

Y por si todo lo anterior fuera poco, el más irresponsable y vago de los jefes de gobierno que ha tenido España en democracia se permitió defender a los tres tristes payasos que dieron el viernes la cara por él: “No voy a hacer ningún cambio en el Gobierno. Estoy muy satisfecho del trabajo que están haciendo los ministros del área económica y los demás, de su esfuerzo, coraje y pundonor...”

Está satisfecho de que, con ese equipo y desde que llegó al gobierno, tres mil españoles hayan pasado cada día a engrosar las filas del paro. Está satisfecho de que quienes aún trabajan o encuentran trabajo tengan cada vez menos salario y menos derechos. Está satisfecho de que la Sanidad, la Educación y el Estado de Bienestar se estén deteriorando, si no hundiendo, por su política.

Pues, señoras, señores, estar satisfecho ante este panorama es de ser muy imbécil, muy mala persona… o las dos cosas al tiempo.
 
 

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domingo, 28 de abril de 2013

LA CRUELDAD DE GALLARDÓN

 
 
Si no supiese de él lo que sé, si me hubiese conformado con su cara de adolescente torpón, con su leyenda de "verso suelto" en el PP, si me hubiese dejado embaucar, como muchos, por sus gestos selectos, sus favores, sus disfraces de hombre culto y afable, probablemente pensaría que el nuevo rostro de Gallardón es hijo de una crisis espiritual, de unas convicciones que, sinceramente, dudo que tenga.
Lo único que quizá lo explique todo es que el hoy ministro de Justicia es prisionero de una misoginia antigua, aprendida en casa, que le impide ver a las mujeres como son, inteligentes, maduras, libres e independientes. Nada que ver con ese estereotipo de mujer decorativa y "pata quebrada", con la que, con copas de más o sin ellas y siempre que puede, coquetea sin poderlo remediar.
Desde que dirige el Ministerio de Justicia, no sé si porque llegó a la conclusión de que el hijo de don José María Ruiz Gallardón no podía aspirar a mas o porque, por el contrario, pensaba que el despacho de la calle de San Bernardo era el perfecto trampolín para colmar sus ambiciones de ser algo más que delfín de Fraga o el eterno colocado en las quinielas.de la derecha, abandonó definitivamente el hábil disfraz de culto y progresista que tan buena prensa le había dado hasta entonces, al menos en algunos medios.
El caso es que, lleno de euforia legislativa, quiso hacerse perdonar anteriores veleidades y coqueteos con el centro izquierda editorial, poniendo el acento en la humillante, retrógrada, machista y cruel ley del aborto que quiere ofrecer como presente a esa derecha montaraz que ni le tolera ni le tolerará nunca. Es más en ese freudiano mecanismo de matar al padre quiere ir más lejos que don José María, al que el Constitucional tumbó sus pretensiones de dejar, por medio de su recurso, fuera de la ley el supuesto de malformaciones del feto.
Ruiz Gallardón, en este caso Alberto, se ha quitado del todo la máscara manifestando sin ningún tipo de ambages su rechazo a que las mujeres puedan decidir no ser la madre de quien difícilmente va a sobrevivir tras el parto o acabará viviendo una vida que, por más que se empeñe la iglesia católica, poco tiene que ver la vida que cualquiera desearía para sus hijos. Asumir esa postura es pensar muy poco en la mujer. Es más, es comportarse de una manera muy cruel con esas madres que no tienen a quien encomendarle, lleve o no cofia, el cuidado de esos niños. Es cruel, machista e irrespetuoso.
 
 
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sábado, 27 de abril de 2013

COSER NO ES CANTAR

 
Lo que hoy me pedía el cuerpo era hablar del estrepitoso y mudo -estrepitoso por las consecuencias, mudo por la asunción de responsabilidades- fracaso de la, si es que la hay, política económica del gobierno del partido que pidió el voto a los ciudadanos para acabar con el récord insoportable de los cinco millones de parados de Zapatero. Razones sobran, porque hoy, cinco trimestres después de haber ganado el premio de la mayoría absoluta, los parados son un millón doscientos mil más y quienes tanto se llenaron la boca de críticas y promesas guardan el más oprobioso de los silencios ante el desmoronamiento no sólo de la economía, sino de gran parte de las estructuras sociales de este país.

Quería hablar de ello y quizá debiera haberlo hecho, pero, desde anoche, desde que poco antes de irme a la cama vi en la portada de la edición nacional de EL PAÍS que, en el edificio derrumbado en Dacca, la capital de Bangladesh, causando más de trescientos muertos que podrían acabar siendo el doble, porque hay centenares de desaparecidos, se cosía para las grandes marcas occidentales de la confección, entre ellas C&A, Mango o El Corte Inglés, por ejemplo, no me he podido quitar el asunto de la cabeza.

Lo ocurrido en ese edificio, deficientemente construido, sobrecargado de maquinaria y tejidos y abarrotado de trabajadores, hombres, mujeres y, a la vista de las imágenes del rescate, posiblemente niños, recuerda demasiado a la tragedia que, en marzo de 1908, se llevó por delante la vida de ciento veintinueve mujeres, obreras del textil, que murieron abrasadas en el incendio de la fábrica Sirtwoot Cotton, en pleno centro de Nueva York, al haber sido encerradas por sus jefes y capataces, para que no pudiesen sumarse a la huelga del sector en el que las cuarenta mil trabajadoras reclamaban sueldos decentes, una jornada de ocho horas y derecho de sindicación.

Por eso, por la tragedia causada por aquella miserable decisión, se conmemoraba cada año el Día de la Mujer Trabajadora, convertido hoy en día de la Mujer, y, gracias a aquella y otras muchas luchas posteriores, las condiciones de trabajo de hombres y mujeres mejoraron, al menos en Occidente, hasta donde estaban hace apenas un lustro. Y por esto último, por la humanización del trabajo y la mejora de las condiciones de los trabajadores, las empresas, especialmente del textil, se han establecido en países subdesarrollados política y económicamente, en los que los salarios y las condiciones laborales se parecen más a las del Nueva York de 1908 que a las que, no sé por cuánto tiempo, conservamos aquí, en el primer mundo, las nuestras.

La presencia de esas etiquetas, tan familiares para nosotros, entre tantos cadáveres da escalofríos y, sobre todo, da, o debería dar, qué pensar. Muchos habrán encontrado ayer explicación a "los precios competitivos" que exhiben las grandes cadenas en sus tiendas. Muchos, de paso, la habrán encontrado para tanta deslocalización de empresas que ha traído como consecuencia tanto paro y tanto deterioro para el poco empleo que se conserva. Es en eso en lo que estamos. Nuestro gobierno, que parece más de ellos que nuestro, parece también empeñado en recortarnos derechos y salarios, no ya para que volvamos al Nueva York de 1908 o al Dacca de antes de ayer, eso sería impensable y acabaría, al menso eso espero, en una revolución, aunque sí a las fábricas y los comercios chinos que tanto admira el amo de Mercadona.

De momento, lo que sabemos es que, para quienes confeccionan la ropa que compramos, que, por desgracia, es la que nos venden, coser no es cantar.
 


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viernes, 26 de abril de 2013

TENEMOS QUE HACERLO

A algunos dirigentes del Partido Popular, como por ejemplo su secretaria general, les gusta mirar al pasado para darnos lecciones sobre el presente. Lo hizo María Dolores -qué acierto de nombre- de Cospedal, cuando acusó de nazismo a quienes se plantaban ante los portales de sus compañeros de partido para recordarles que podían hacer y no hacían nada para evitar el drama de los desahucios y lo hacen todos y continuamente para justificarse en diferido, acusando a otros gobiernos pasados de sus pecados presentes.
Pues bien, a esos miembros del partido popular que tanto gustan de mirar el retrovisor les recomiendo ver un documental tan sencillo como terrible -Apocalipsis, Segunda Guerra Mundial- que reconstruye los horrores de entonces utilizando las películas de aficionado que rodaron soldados alemanes en sus campañas y las cartas que éstos enviaban a sus hogares, junto a otras cintas que recogían la plácida vida cotidiana en la Alemania todavía triunfante.
Algunas de esas imágenes son estremecedoras y no aptas para estómagos sensibles, porque recogen con toda crudeza asesinatos, palizas y humillaciones, especialmente a judíos. Sin embargo, de todos los testimonios, el que más me ha afectado y que aún hoy al levantarme rondaba mi pensamiento es el de un ciudadano polaco que mezclado con los invasores pudo filmarles en sus horas de asueto, al tiempo que captaba la destrucción y muerte que causaban. Un testigo de excepción que logró sacar sus películas de Polonia y que más tarde relató que, cuando preguntó  a un oficial alemán el porqué de tanta destrucción y dolor, éste le dijo "tenemos que hacerlo", para añadir que los polacos son muy orgullosos y no estaban dispuestos a rendirse.
¿Tenían que hacerlo? ¿Tiene que causar tanto dolor y tanta pobreza este gobierno? Evidentemente, en el caso de la Polonia arrasada, tanto daño era innecesario, Alemania quería crecer y el cabo Hitler quería vengarse de la humillación, posiblemente innecesaria, que siguió a la Primera Guerra Mundial. Sólo eso, junto a la incapacidad para ver el dolor ajeno, podía explicar, aunque no justificar, infligir tanto dolor a tantos. Y me temo que el gobierno de Rajoy y su partido, en otra escala, también están en ese aséptico e insensible "tenemos que hacerlo".
Cómo explicar, si no, que asistan impávidos a la mayor destrucción de empleo de la Historia de este país, cómo entender que no hagan nada por cambiar la maldita reforma laboral que ha abierto todas las espitas para que las empresas se desprendan del "lastre" de centenares de miles de trabajadores que, aunque sobradamente experimentados, cometen el pecado de cobrar por encima de los sueldos de miseria que están dispuestas a pagar. Eso explica en parte la cruel actitud de este gobierno, está asediando y masacrando a los trabajadores, en activo o en paro, para que se rindan y entreguen el país al capital sin escrúpulos, para el que una herramienta, una máquina, un edificio o una fábrica valen lo que puedan sacar por ellos, sin importarles para qué sirven o qué hacen.
España tiene ya seis millones doscientos mil parados y un millón seiscientas mil de esas víctimas son víctimas de los bombardeos que, con munición y armamento venidos de fuera, fundamentalmente de la intransigente Alemania. ¿A qué espera este gobierno para hacer algo? ¿A que toda España sea un mar de escombros, hambre y lágrimas? Ayer, Cáritas no pudo hablar más claro. Pintó un desolador retrato del paro en España, que, como los bombardeos sobre Polonia o Guernica -hoy se cumplen 76 años de él- ha dejado a familias sin casa, niños sin hogar y una legión de muertos vivientes que han perdido el futuro.
Seguramente hoy, cuando alguien, por fin, dé la cara para explicar el desastre que han causado sus recortes y sus leyes, no creo que ese alguien sea el cobarde Rajoy, repetirá eso de "tenemos que hacerlo".
 
 
 
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jueves, 25 de abril de 2013

CIUDADANOS ASEDIADOS

 
 
Cuando me siento ante el teclado escucho que, según la EPA, en España hay ya más de seis millones doscientos mil parados. Un dato insoportable para un país en el que hace apenas cinco años atábamos los perros con longanizas... los atábamos o, mejor dicho, eran otros los que los ataban, porque cuesta pensar que toda aquella riqueza se haya esfumado de la noche a la mañana. Cuesta ponerse en la piel de un gobernante que tolera que haya dos millones de hogares en los que ya no entra ningún salario y lo único que se le ocurre es despedir y recortar en educación, sanidad y, ahora, pensiones.
Efectivamente hubo un periodo de vacas gordas, unos años de bonanza y efervescencia, en los que, en lugar de llenar los graneros con los impuestos provenientes del beneficio y del entonces abundante trabajo, se decidió bajar los impuestos, porque, se nos decía, bajarlos "también es de izquierdas" y se podía recaudar lo mismo con muchos pocos que con unos cuantos muchos.
Todo mentira. Lo que entonces se ahorraron los grandes sueldos en IRPF y las grandes fortunas en el resto de impuestos se ha evaporado. Ya no está o está en paraísos fiscales y, mientras tanto, las arcas del Estado, la riqueza de todos, se escapa como se escapa a chorros el agua de un cesto. La gente ya no tiene trabajo y, en lugar de ganar un sueldo del que tendría que pagar impuestos, recibe dinero de la caja común, aunque sólo sea durante unos meses. Pero lo recibe asustado y, si puede, no lo gasta o lo gasta en deudas inasumibles contraídas con unos bancos "sartén", en los que, a la hora de ponerse sobre el fuego de la crisis, el mango era para ellos y el aceite hirviendo para los clientes.
Hoy, el gobierno es otro y, si una cosa está clara, es que ni conoce la calle ni tiene corazón. Cómo, si no, se explica que se disponga, una vez asolado el futuro de nuestros hijos y el presente de millones de familias, a clavar sus garras en el futuro de tantos ciudadanos que se han dejado la piel trabajando para levantar esta España de la alta velocidad, la Fórmula 1, las regatas, los partidos de sobresueldos en sobres, los aeropuertos vacíos y las universidad en cada barrio -o casi- recortando las pensiones que tanto ha costado pagar y que, ahora, son el salvavidas de la familia.
Era el único cajón en el que el gobierno de los cada vez más impopulares populares no se había atrevido a meter la mano. Y, si no lo había hecho, es porque, evidentemente, de ese cajón depende una parte importante de sus votos. Por eso, lo que prepara el Gobierno, con esa ministra fantoche al frente, es más preocupante si cabe, porque qué cabe esperar de un gobierno que quema las naves del voto cautivo de los pensionistas.
Insisto una vez más en que, por más que me esfuerzo, no soy capaz de verme de nuevo ante las urnas, no creo que ningún partido -y menos éste- se tire a la pira de unas elecciones para consumirse en ella.
¿No sería más sensato facilitar la creación de empleo, para detener la sangría y volver a llenar las arcas públicas y comunes, con los impuestos y generar más trabajo con el consumo? Lo sería, pero este gobierno parece cualquier cosa menos sensato.
Lo veo todo muy negro, está claro, y cada vez se me hace más insoportable la evidencia de que los que siempre lo han tenido todo, los que cobraban sueldos de hasta quince mil euros por perder elecciones sólo son capaces de encontrar soluciones, si lo fuesen, que no los son, asediando al pueblo ya exhausto de tantos sacrificios. Un pueblo sensato que, pese a ser consciente de su fuerza, no se ha dejado arrastrar por el humo de las antorchas y la fiesta de la gasolina que tanto hubiese convenido a Rajoy y que sabe que, frente a las vallas que hoy rodean el Congreso, los asediados son, en realidad, los ciudadanos.
 
 
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miércoles, 24 de abril de 2013

TITO Y MERKEL


Tranquilos, porque no voy a comparar a la canciller alemana con el dictador yugoslavo. Tampoco con el  historiador romano, ojalá tuviese la perspectiva que da el tiempo que sí tuvo Tito Livio y que a la señora Merkel parece faltarle. Lo que pretendo, después de asistir al estrepitoso fracaso del Barça en Múnich, es dejar claro que, tanto Tito Vilanova como doña Angela, se empeñan en mantener a sangre y fuego estrategias que fueron exitosas y que hace tiempo dejaron de serlo.

Hace tiempo que escuche a Antonio Gutiérrez, refiriéndose a Marcelino Camacho, una frase que hice mía desde entonces y que es aplicable a personajes como el rey Juan Carlos o mi, hasta hace no tanto, admirado Felipe González. La frase en cuestión es así de rotunda: "No se puede pretender tener razón por haberla tenido".

Tan simple como eso. La efervescencia de los primeros años de Angela Merkel en la cancillería, tras los mandatos de Gerhard Schröder, años de desahogo que siguieron al duro  ajuste de su antecesor socialdemócrata, su firmeza en Bruselas y el liderazgo, por primera vez no compartido de Alemania en la Unión Europea. Aquello funcionó. La industria alemana bullía gracias a que Europa compraba sus productos, la banca alemana también se expandía y, como sus beneficios eran más de los que el negocio interno podía absorber, comenzó a prestar dinero alemán a otros países. Todo, para que en ellos se pudiesen consumir los productos alemanes. Un tiqui taca que parecía perfecto y que, durante un tiempo, nos hizo a todos felices. Pero a la economía europea, también a la alemana se le han sobrecargado los gemelos y ya no es capaz de correr tras la pelota con la alegría que antes lo hacía y, a pesar de ello, la entrenadora Merkel insiste en la misma táctica de austeridad que está a punto de costarle el partido.

En el Barça ha pasado, está pasando, algo parecido. El proyecto Guardiola, que coincidió con la eclosión de la cantera de la Masía, también nos hizo felices a casi todos. Hasta que algo comenzó a chirriar en el Nou Camp. Guardiola, que  perfeccionó la máquina de jugar al fútbol de Cruyff, comenzó a errar en los fichajes y se perdieron tiempo y dinero, mientras el resto de equipos españoles aprendían a plantarle cara al campeón. Guardiola se fue, quizá porque atisbaba el cambio de ciclo, y el equipo quedó en manos del que fuera su segundo, Tito Vilanova. Mucho susto al principio para los culés, pero la brillantez de Messi salvó los muebles, al tiempo que el equipo se esforzaba en jugar de la manera que mejor le iba al argentino. Y ahí empezaron los problemas, el Barça, teniendo como tiene magníficos jugadores, se acostumbró a vivir de las patatas fritas de Messi y dio de lado otros posibles alimentos, tan nutritivos y quizá más imaginativos.

Una cosa y otra nos han llevado hasta la noche de ayer, con un Messi todavía lesionado sobre el campo, ocupando el sitio de un jugador en condiciones, y, por si fuera poco, con el jugador idóneo para romper la defensa contraria, Villa, sentado en el banquillo hasta que nada tuvo ya remedio.

Como resultado, la derrota más sangrante que ha sufrido el Barça en los últimos años, una derrota que pesará en las botas de los jugadores. Y un mito que cae, porque está claro que, si Vilanova no pudo o no quiso ver que el esquema de salida no funcionaba o si no tuvo los arrestos suficientes para sentar a un Messi que no se atrevió a correr, debería plantearse si debe seguir al frente del equipo.

En resumen, al Barça le vendría bien otro entrenador, libre de fantasmas y prejuicios, del mismo modo que a Alemania, y a  Europa entera, le vendría de perlas tener lo más lejos posible del poder a una mujer tan testaruda  e insensible como Angela Merkel.
 
 

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martes, 23 de abril de 2013

¿POR QUÉ NOS ENGAÑAN?

 
 
Cuando todavía resuenan en mis oídos las palabras de los ministros De Guindos, Montoro o Báñez -Rajoy no habla si no es para decir perogrulladas y frases vacías- que hasta ayer, como quien dice, nos hablaban de que la salida de la crisis ya estaba aquí, aunque, eso sí, han cambiado tantas veces de trimestre y de semestre que, a estas alturas, es difícil saber qué diantres querían decir.
Cuando los oigo soltar tanta palabrería tengo la sensación de que son como esas monjas y capellanes que, en algunos hospitales, se pasan las horas diciendo las mismas frases vacías y dando las mismas palmaditas en la espalda a los familiares del enfermo, cuando de lo que están más necesitados es de médicos y certezas.
Desde que llegaron al Gobierno, por no remontarme a aquellos años de oposición, que parecen ya tan lejanos, o a su programa electoral, no han acertado ni una. Y eso da que pensar, porque ¿no tiene la derecha española a nadie más brillante -lo único que que brilla en esta gente son sus calvas, en el caso de ellos, y su frente, en el de ella- para ocuparse,  en una crisis tan terrible como ésta, de ministerios tan cruciales como los que ocupan. Da que pensar y me preocupa, porque tengo la sensación de que son poco más que los palanganeros de quienes realmente mueven los hilos de "nuestra" economía y se están forrando, mientras los españoles somos como pueblo y uno a uno cada vez más pobres en riqueza y en derechos.
Alguien con más decencia que ellos ya se hubiese ido. No tienen vergüenza, porque nos engañan con descaro y pretenden hacer otro tanto con las instituciones europeas. Pero ya se sabe lo del mentiroso y el cojo y a estos se les pilla en la misma línea de salida, por más que maquillen la palabras y vistan de seda la realidad. Nos dicen que vamos a crecer, cuando, en realidad, nuestra economía está en caída libre. Hacen previsiones que son más propias de un ludópata acosado por las deudas que busca desesperadamente sacar al primer incauto unos cuantos euros, convencido de que le va a cambiar la suerte.
Pero no. No es una cuestión de suerte. Su labor tendría que basarse en un conocimiento exhaustivo de la realidad. Pero a ellos la realidad les viene grande e incómoda, prefieren esconder unas décimas por aquí, unos miles de millones de euros por allá, mezclarlos con sus deseos para obtener proyecciones irreales de estadísticas irreales y contarnos una y otra vez lo que saben que no nos va a pasar.
No es de extrañar esta actitud de quienes llevan décadas maquillando cuentas, simulando despidos, mintiendo en sus programas y desbaratando los sueños de la mejor generación que ha dado este país y que, ahora, no tiene derecho a soñar con vivir como lo hicieron sus padres. No sé en qué va a acabar esto, pero -de verdad- ayer eché de menos un presidente de república que luchó contra Mussolini y los nazis, capaz de abroncar a los políticos -todos- incapaces de dar salida a la crisis política, hija de la económica, que vive Italia. Pero lo que tenemos aquí es un rey campechano y enfermo, al que los problemas le crecen y no es capaz de dejar de ser el tapón que atasca las soluciones.
Mientras tanto, sin que sepamos por qué, nos mienten.
 
 
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lunes, 22 de abril de 2013

TAN LEJOS Y TAN CERCA

 
 
Anda la presidenta castellano manchega, en calidad de secretarias general del Partido Popular, por tierras chinas y anda firmando memorandos, que no acuerdos, en los que se ponen de manifiesto los puntos que tienen en común, oído al parche, el Partido Popular y el Partido Comunista Chino. La aparente paradoja, sólo aparente, se resuelve en cuanto reparamos en alguna de las características del milagro económico chino. Un crecimiento basado en la explotación, casi esclavista, de la mano de obra,  en la prohibición de los sindicatos libres y en el crecimiento a costa de lo que sea, aunque sean el medio ambiente y la sostenibilidad futura del país.
Una vez más, los extremos se tocan, porque la política económica china, que, no hay que negarlo, está sacando al país de un atraso ancestral, simultáneamente está reabriendo, si no manteniendo, el abismo milenario existente en el gigante asiático entre las clases populares y las élites, antes feudales y hoy del partido, porque las expropiaciones forzosas, el abandono del campo como modo de vida está llevando a las nuevas generaciones de chinos a la esclavitud de los salarios mínimos, los horarios agotadores y las ciudades dormitorios.
Con esto no quiero decir que eche de menos la china precolonial o la de Mao. En absoluto podría yo haber vivido en ninguna de ellas, porque a una y otra les faltaba lo que yo más aprecio, la libertad. Pero estar en contra de algo no significa estar a favor de su contrario y es que, en la China de hoy, la libertad, la verdadera libertad, tampoco es moneda de curso legal. Tanto que, casi cada día, tenemos noticia de atentados contra la libertad en China, bajo cualquiera de sus formas.
No sé qué tiene China -y no me refiero a su pasado- para cautivar como lo hace a nuestros políticos. Ya lo hizo con aquel joven Felipe González, que allí aprendió a no hacerle asco a l color de los gatos, siempre que cazasen ratones, sin que a él y a nadie se les ocurriese empatizar con esos pobres ratones que ahora, sin su campo y sin sus tradiciones, bien ahora en ratoneras urbanas, a disposición del gato de turno.
Lo que me extraña es que María Dolores de Cospedal no se haya hecho acompañar por Juan Roig, el propietario de Mercadona que no hace mucho se manifestó encantado con lo que él llamó "cultura del esfuerzo" que se practica en los bazares chinos y que no es otra cosa que una explotación infernal que no respeta, horarios, edades o estado de salud, con tal de hacer caja. Un empresario, este Roig, que acabó de retratarse manifestando estas veleidades, ya que acabó con ellas de un plumazo con toda una leyenda, la de que su empresa era una especie de Arcadia para los trabajadores.
En fin, que a lo que pueda salir de la excursión de Cospedal le temo más que a un nublado, porque conociendo su afición a perseguir sindicalistas, recortar derechos y su política de comunicación, más propia de PCCh que de un partido demócrata europeo. No me extrañaría que, de allí, se trajese algún invento prodemocrático para aplicarlo aquí, porque, al final, los extremos se tocan y China y su Gobierno, aparentemente tan lejos, están más cerca de lo que aprese del sueño de más de un dirigente popular.
 
 
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domingo, 21 de abril de 2013

EL FALSO DEBATE DEL ABORTO

 
En las próximas semanas nos vamos a hartar de oír hablar de nuevo sobre el aborto. Cierto es que se debate dentro del Partido Popular el sentido de la reforma que Gallardón anunció para la regulación en la legislación española de la interrupción voluntaria del embarazo, pero, por más que insistan unos y otros, éste no es un debate que en absoluto esté en la calle. Y menos en las circunstancias que hoy vive la sociedad española, con decenas de miles de parejas angustiadas ante la imposibilidad de no poder hacer frente a un embarazo ni mucho menos a la llegada de un hijo.
Bien es verdad que la reforma del aborto, reclamada la pasada semana por Rouco, no sería más que el segundo plazo de la deuda contraída por el PP con la iglesia católica a cambio de las movilizaciones que ésta llevo a cabo durante los mandatos de Zapatero, dándole ese marchamo ideológico y "moral" del que carecía ante las clases populares. El primer plazo, con el control casi absoluto que el ministro Wert ha dejado a la iglesia, tanto en el plano ideológico, como en el meramente empresarial, está de sobra pagado y ahora toca hacer entrega del segundo.  
Personalmente, no creo que el ministro de Justicia, la secretaria general del partido o alguno de sus portavoces más vociferantes, actúen en su vida privada como pretenden hacernos creer que actúan en público. Es la misma canción de siempre haz lo que digo y no lo que hago, aquello tan viejo de que, si la izquierda siempre se pierde por la cartera, la derecha lo hace por la bragueta. Pero, al grano, lo que quiero decir es que, más allá de las cada vez más desoladas iglesias o las aulas de los colegios más integristas, el debate sobre al aborto no existe y que, si ahora se resucita, es porque a unos y otros les interesa, especialmente al PP, que lo usaría como pantalla y como banderín de enganche para volver a movilizar a ese electorado que, con los recortes, el paro y los desahucios, quizá le haya visto las fauces al lobo que esconden bajo su piel de cordero.
El PP está necesitando un rearme ideológico, ahora que lo que la gente percibe de él es trágicamente palpable. Hablar ahora de la defensa de la vida, de linces, de mamás felices y de bebés abortados le va a venir muy bien. Incluso le puede servir de válvula de escape organizar sus propios escraches ante las clínicas que practican -con todas las de la ley- los abortos. Se va a sentir más joven y más próximo a la calle, aunque sólo sea su calle.
Y, mientras eso ocurre, la iglesia católica española se colgará otra medalla por esta batalla tan fácil de asumir para quien es capaz de hurgar en los cubos de basura de clínicas y hospitales para ilustrar sus demagógicas y acientíficas campañas, mientras miran para otro lado y guardan un interesado silencio cuando esos niños que pretenden "salvar" pasan hambre y frío o son arrebatados a sus padres cuando pierden el hogar que les vincula a la sociedad.
El del aborto es un falso debate, pero ¿algún debate abierto por la iglesia es realmente interesante para la sociedad?
 
 
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sábado, 20 de abril de 2013

COMO VACA SIN CENCERRO

 
 

La vedad es que contemplar la indefinición que vive Italia desde las elecciones celebradas hace ya casi dos meses produce una cierta desazón. Es cierto que los italianos tienen sobrada experiencia en vivir en el caos, al menos en el aparente, pero, si los españoles nos vemos en una parecida, nos vamos a sentir como vaca sin cencerro.

A estas alturas -a casi dos meses ya de la votación- aun no sabemos, quizá porque nadie se ha parado a explicárnoslo, cuál era el propósito de Beppe Grillo cuando presentó su Movimiento Cinco Estrellas a las generales. No sé si quienes escogen opciones "imaginativas" o se abstienen quieren dejar de ser cómplices de las políticas que denuncian o lo que pretenden es la transformación del Estado a través del caos. De momento, lo que sé es que, hasta que se celebren unas nuevas elecciones, el país va a seguir siendo gobernado por el "padrino" de la opción menos votada y que a estas alturas tiene en funciones, no sólo al jefe del gobierno, sino al presidente de la República, para cuyo nombramiento no parece posible el consenso.

Es tan grave la avería que se ha producido en la gobernabilidad de uno de los pilares de la Unión Europea que sólo la inercia lo mantiene en pie. Italia, que tradicionalmente se ha debatido entre una izquierda menos radical que, por ejemplo, la francesa y una democracia cristiana cuyo prestigio murió el día que las Brigadas Rojas o quién sabe quién asesinaron a Aldo Moro, ha perdido en los últimos años las señas de identidad de sus partidos tradicionales, de todos, dando paso a personajes que, como el todopoderoso Berlusconi, han desvalijado material y moralmente el país.

Parece claro que habrá que esperar a una nueva convocatoria electoral para salir de este impasse en el que están los italianos. Mientras tanto Mario Monti sigue al frente del gobierno, cumpliendo con el rechazo manifiesto de las urnas las órdenes de la troika, y el pobre Giorgio Napolitano, pobre por su avanzada edad, sigue en el palacio del Quirinale, sin recibir el tan esperado relevo, mientras el clima político sigue deteriorándose, ahora con la dimisión del líder de la izquierda Giorgio Bersani, ante el cisma provocado en la izquierda por su entendimiento con Berlusconi para encontrar su sustituto a Napolitano.

Feo panorama, sin duda, al que tendremos que irnos haciendo a la idea los españoles si, como parece, se mantiene el deterioro de la clase política rechazada como nunca por una sociedad que ha sufrido en exceso la falta de imaginación y dignidad de quienes obtuvieron su voto para sacarnos de la crisis. Frente a ese vacío y ese desencanto, la sociedad está más viva u activa que nunca, por lo que sería bueno que de una vez se articulase tanta fuerza y, sobre todo, tanto deseo de cambio. Pero el tiempo corre deprisa y, aunque la legislatura se nos va a hacer larga, cada vez queda menos tiempo para el surgimiento de nuevas ofertas electorales o, en su caso, el resurgimiento de alguna de las existentes. Bienvenida sea la sacudida que reorganizase a la izquierda españoles. Así, quizá se evitaría el riesgo de que corriésemos la misma suerte que los italianos, porque, faltos de experiencia e imaginación,
de vernos en sus circunstancias, podemos acabar perdidos por el prado como vaca sin cencerro.
 
 

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viernes, 19 de abril de 2013

SOBRESUELDOS

 
 
Cuanto más sabemos de la contabilidad interna del Partido Popular, más nos escandaliza, y con toda la razón, la doble moral que se gasta en este país a la hora de juzgar a los poderosos. Lo acabo de comprobar al asomarme a una tertulia radiofónica, en la que la revelación de la presencia en dichas cuentas de pagos iguales y regulares al expresidente del partido, como gastos de representación, en lo que aparenta ser una simulación, no de un despido en diferido, sino de un jugoso sobresueldo -son pagos mensuales de medio millón de pesetas de hace veinte años- que, ni figuraron como salario, ni cotizaron como tal.
Resulta curioso que, ante estas revelaciones hechas hoy por EL PAÍS y la Cadena SER, lo dicho por los contertulios ha rozado la tibieza, cuando no la justificación, con frases del tipo "los sueldos en la política española son bajos", "las incompatibilidades parlamentarias obligan a cobrar un sólo sueldo" o "de esa manera se compensa el sacrificio..." Pues, como en el chiste de los locos, "haber elegido muerte".
Vivimos en un eterno ritornello que acaba siempre en los mismo: la ley de partidos, especialmente en cuanto a financiación está trasnochada y es insuficiente ¿Qué esperan, pues, para cambiarla? ¿No será que salen ganando con los trapicheos? ¿No será que los partidos como tales y la mayor parte de los políticos como individuos controlan más pasta y viven mejor con estas carencias que con una nueva ley que revise sus retribuciones pero evite los chanchullos?
Tener que enterarse de toso esto en un momento en que una gran parte de los españoles las están pasando "putas" es muy duro. Muy duro y más que cabreante. Por eso más de uno, yo entre ellos y desde hace tiempo, nos preguntamos qué tienen que ver estos señores con los ciudadanos que les eligen y a los que dicen representar. Hace unos años, cuando se alumbró la ley que la regula, había más generosidad en la política y más esperanzas en la gente. Hoy, una gran parte de los diputados son verdaderos profesionales de la cosa, vienen trabajando y cobrando de los partidos desde que entraron en las juventudes.
Se supone que queremos para representarnos a los mejores de entre los mejores y, si nos detenemos a analizar la composición de las cámaras, los gobiernos -ay, Báñez- o los ayuntamientos, comprobamos que una gran parte de quienes las componen son muy mediocres y que lo único aprovechable, y sólo para su partido, que encontramos en ellos es su fidelidad, su acriticismo y su obediencia ciega a las consignas del partido.
No quiero decir con esto que todos los representantes ni todos los gobernantes sean prescindibles. En absoluto. Lo que quiero decir es que los partidos han acabado siendo aburridas empresas que sólo se mueven con una cierta "alegría" cuando llegan las elecciones y, aun así, no siempre lo consiguen. Lo malo es que, como todas las empresas, acaban haciendo los chanchullos consabidos para premiar a sus ejecutivos, mientras se recortan salarios y condiciones a los "obreros", que somos los votantes.
Quien justifica los sobres y los sobresueldos camuflados lo hace porque alguna vez los ha recibido o espera hacerlo. Si no, no se entiende.
 
 
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jueves, 18 de abril de 2013

PATROCINADORES

 

 

Ayer nos enteramos sin sobresalto -hasta que no empiecen los tiros y los cadáveres, apenas queda nada que pueda sobresaltarnos en ese partido- de que el principal cometido del ex tesorero del PP, Luis Bárcenas, era el de "cortar el bacalao", entendiendo por tal todo el aporte económico procedente de empresas "amigas" que permitían dispendios impensables en un partido, por poderse que fuese, si tuviese que pagar alquileres, nóminas y campañas, únicamente de las subvenciones del Estado y las cuotas de sus militantes.

Lo que ayer hemos visto es que, según las investigaciones que obran en poder del juez Ruz y que figuran ya en el sumario Bárcenas era el receptor de los donativos que determinadas empresas hacían, muy por encima de los topes establecidos por la ley para las donaciones a los partidos políticos y que, después de tomar nota de ellos y, supongo, dar alguna garantía a los donantes, troceaba las cantidades -cortaba el bacalao en las correspondientes tajadas- en otras más pequeñas que pudiesen disfrazarse de anónimas para hacérselas tragar al Tribunal de Cuentas.

Es evidente que ninguna de esas empresas, aunque quién sabe, va a exhibir los recibos  o las garantías que debe tener en su poder, pero como el oficio de contable en esencia se reduce a tomar nota en un libro de las entradas y salidas que se producen en la caja que dejan bajo su control -esos viejos debe y haber de los libros-,  en extender los correspondientes recibos a quien le hace las entregas y exigir la firma correspondiente a quien las retira. De modo que, como tonto no parece, Bárcenas debe tener en su poder tal cantidad de documentos en su poder que no son de extrañar los silencios ni los titubeos de Rajoy y sus colaboradores que, a veces con sonrojo, otras con el aplomo que dan la inmoralidad o la inconsciencia, cacarean las consignas que les da el gallo del argumentario.

Los partidos políticos en España, o son "de la señorita Pepis" o tremendamente sobredimensionados. Es lamentable, pero PP, PSOE, PNV y CiU, los que más poder tocan y han tocado en estos treinta y cinco años de democracia, se han convertido en empresas de plantillas desbocadas que consumen una enorme cantidad de recursos y tienen que hacer frente cada mes a unas nóminas desorbitadas. Unos y otros, entre administrativos, asesores, departamentos de prensa, publicidad, seguridad, abogados, oficinas de esto y aquello, fundaciones y todos los etcéteras que se os ocurran, tienen un montón de bocas que alimentar y sobres que llenar, que depende trágicamente de los resultados electorales, no porque el Estado asigne a cada voto una determinada cantidad, sino porque cuando se tiene poder se toman decisiones y, siempre que se toma una decisión, se beneficia a unos y se perjudica a otros. Luego, los perjudicados se resignan, o no, y los beneficiados invitan a bacalao.

Aunque va a ser muy difícil, no ya establecer, que establecida está, sino probar la relación entre el caldo y las tajadas, es muy de elogiar la paciente labor de quienes investigan el caso, cruzando fechas y cantidades, hasta establecer que, de cada una de las donaciones empresariales "gordas" y por tanto ilegales que figuran de su puño y letra en los papeles de Bárcenas, resultan varios ingresos que podrían pasar por anónimos y que suman la cantidad a camuflar en el Banco de Vitoria. Una paciente labor que también ha permitido establecer relación entre tan generosos donantes y adjudicaciones hechas por gobiernos del PP en distintas administraciones.

Ahora les toca al resto de partidos tener la gallardía y el sentido cívico de echarse al agua para sacar a la luz todo lo que de sucio ha habido estos años en la financiación de los partidos políticos. Va a ser duro y difícil, porque, probablemente, el agua que al PP le llega al cuello, a ellos les llega a la cintura, pero está claro que así no podemos seguir.

Por eso y, mientras no se apruebe una nueva ley de partidos que regule de una manera transparente y, sobre todo, decente la financiación de los partidos, propongo que en las próximas convocatorias electorales, en programas, papeletas y carteles figure, como figura en los de los conciertos y demás actividades culturales, la ristra de patrocinadores que, tal y como parece, hacen posibles los hacen posibles. Por ejemplo, la vaca satisfecha de Reny Picot que, en 2011, hizo una donación de sesenta mil euros al PP, sin que se haya podido probar que lo hace por ser contratista de la Comunidad de Madrid desde 2009.
 
 

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miércoles, 17 de abril de 2013

EL VENENO, EN LA FARMACIA

 
Definitivamente, ya no entiendo nada, o, por el contrario, empiezo a entenderlo todo. Decidme si no es para volverse loco escuchar al FMI -esa institución, que, os recuerdo, han presidido Rato y Strauss Kahn y preside ahora una investigada por trato de favor cuando fue ministra en Francia a un evasor fiscal- nos dice que la medicina que nos ha recetado nos está matando, al tiempo que nos aumenta la dosis ¿En qué quedamos? ¿Nos morimos  nos matan?
Hace unos días coincidí en la tele con un valiente y lúcido documental que analizaba los daños que el nuevo capitalismo está haciendo a la sociedad y me sentí reconfortado al comprobar que, a la hora de señalar culpables de la aguda crisis que vivimos, señalaba como colaboradores necesarios del crimen a los medios de comunicación que no hacen otra cosa que levantar cortinas de humo y esparcir tinta de calamar sobre las irregularidades en las que están las causas de lo que estamos padeciendo.
Casi al final del documental, se dejaba caer una frase que, en mi opinión, encierra la clave de todo. La frase en cuestión "Entender las cosas es liberarse de ellas" no puede ser más acertada. Lo vivimos, yo al menos lo viví, el día que caemos en la cuenta de que, en religión, no había nada que entender y nos sentimos libres como nunca lo habíamos sido. Por eso no nos dejan entender la Economía. Por eso se esmeran en rodean de misterio y secretismo todo lo que tiene que ver con ella. Por eso llenan de neologismos, palabras misteriosas y términos técnicos lo que no debiera ser mucho más complicado que aquel "oveja fuera, duro a la montera" con que hacía las cuentas de la venta de su rebaño aquel viejo pastor que citaba mi abuelo.
Hoy no. Hoy lo complican todo para que no entendamos nada. Hoy manejan los hilos de la economía y, de paso, los medios oscuras sociedades que, al igual que ocurre en la sanidad madrileña, mantienen un sistema de puertas giratorias con los gobiernos y las instituciones internacionales, por las que entran y salen sus fichajes -De Guindos fue alto ejecutivo de Goldman Sachs, una de esas sociedades que, por ejemplo, ni siquiera identifica su sede en Madrid- que luego toman decisiones que requieren mucha fe por nuestra parte para creer que puedan ser objetivas.
Los españoles somos testigos de cómo la austeridad pura y dura que nos ha recetado la troika nos está matando. La falta de crédito en la banca y los recortes en la administración han paralizado el tejido empresarial, lo que, junto a la reforma laboral made in CEOE,  ha llevado a un aumento salvaje del paro que, a su vez, ha disparado el gasto, y así, ficha tras ficha, ha ido cayendo el dominó de nuestra economía, del mismo modo que cayeron el de Grecia y Portugal y están cayendo el de Italia y quién sabe cuántos países más.
Pues, ante la evidencia de que si no hay dinero -hace meses que no veo colas en un cajero automático ni siquiera en día de cobro- no hay consumo y sin consumo no hay empresa que resista, la receta que nos aplican el BCE, el Eurogrupo y el FMI, por vía intravenosa y atados a la cama, es la reducción del déficit pura y dura, con nuevas facilidades para el despido que, si no es gratis, ya es libre y nuevos recortes en el Estado de Bienestar, precisamente ahora que se hace más necesario que nunca.
Nos están matando con sus recetas de despacho, sin tener la decencia de medir las consecuencias. Nos ahogan y, al tiempo, nos abroncan por que no respiramos a su gusto. Nos han privado, incluso, de la autonomía para decidir cómo país y pretenden, encima, que nos sintamos culpables de nuestros males y, cuando ven que nada funciona, que también su economía, la de los países ricos de la euro zona, está comenzando a sufrir los primeros síntomas, empiezan a admitir que quizá se han pasado en la dosis.
Yo, de momento y mientras pueda, haré lo que recomiendo que no es otra cosa que dejar de consumir productos alemanes y, a ser posible, comprar lo que todavía se fabrica en España. Sólo si prueba su receta, el farmacéutico dejará de dispensarnos veneno.
 
 
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martes, 16 de abril de 2013

ROUCO Y EL ESTADO

 
 
Éste país, acuciado por la crisis, con millones de parados, con centenares de miles de sus ciudadanos por debajo del umbral de la pobreza, con decenas de miles de familias despojadas de sus viviendas, debe pensar en otra cosa. Lo que toca, según el presidente de la Conferencia Episcopal, es endurecer la ley que regula la práctica del aborto en España y abolir la ley que permite que dos personas que se aman y han decidido compartir sus vidas tengan los mimos derechos civiles que las parejas, se quieran o no, de hombre y mujer.
Hace mucho tiempo, creo que desde el mismo momento en que dejo de ser perseguida y se acercó al poder, que la iglesia como estructura dejó de ocuparse de los pobres y de la justicia para hacerlo de sí misma y de otorgar a ese poder la pátina de decencia y ética de la que casi siempre carece. Claro está que me refiero a la decencia tomada como dignidad, del mimo modo que cuando hablo de ética, nada más lejos de mi intención que equipararla con la llamada "moral" católica. La sexualidad, de la que tan atormentado concepto tienen los obispos, al menos los que llegan arriba en la jerarquía, ha sido siempre el caballo de batalla de esta organización contra todo aquel que ha querido vivir y practicar la libertad responsable que es deseable en todo ser humano.
Por el contrario, la iglesia de Rouco nos hace creer que la libertad no es buena, nos impone el límite medieval del pecado en la vida, y especialmente en la búsqueda de la libertad que -ellos, con su moral babosa y antigua, tienen la culpa- comienza muchas veces rompiendo tabúes en torno al sexo. Esa demonización del libre pensamiento y de la libertad de opción, sustentada en sus inconfesables lazos con el poder y viceversa, es la que atormenta a quienes, desde niños, en la parroquia, en casa y en la escuela, han sufrido el modelado de su conciencia, las más de las veces sin una posible alternativa a tanta presión. 
Por eso, son pocas las ocasiones, y más ahora que aparentemente la iglesia que defiende Rouco está en retroceso en Roma, en que la jerarquía se ha puesto de parte de los más débiles. Y en este punto no hay que confundir la labor de Cáritas, una ONG desplegada aprovechando las infraestructuras de la iglesia, con la propia iglesia, pero financiada en gran parte con los fondos provenientes de la casilla "otros fines sociales" de la declaración de la renta. Lo suyo ha sido siempre estar en las recepciones, los desfiles y las ceremonias del poder, no sin enmendarle la plana en todo lo que tenga que ver con esa libertad de pensamiento a la que tanto teme.
En España pasamos de verles primero en las trincheras y luego con el brazo en alto en los desfiles o sentados en las Cortes, dando cobertura las leyes del dictador a que llevaban bajo palio, otorgándole dignidad casi divina, a asombrarnos y esperanzarnos con una figura como la del cardenal Tarancón, al que, quienes no querían salir de su cómodo pasado, pretendían llevar al paredón, para, a renglón seguido, volver a las andadas de la mano del Opus Dei y otras sectas parecidas, interfiriendo en lo que, por ley, corresponde a los ciudadanos y sus representantes.
Saben mucho de eso Aznar y Rajoy, que usaron  a la iglesia católica como ariete con el que derribar los primeros gobiernos de izquierda que tuvo España tras la Guerra Civil. Sacar a las parroquias a las calles en defensa, unas veces de la vida, otras de la familia, tal y como ellos la entienden, fue la gota malaya con la que, cada poco tiempo, como carísimos y bien organizados súper escraches, trataron de doblegar la voluntad de los ciudadanos expresadas en las urnas. Qué curioso que, desde que Rajoy está en La Moncloa, sin que haya cambiado nada, no le hayan escrachado a él también.
Ayer, mientras Mariano Rajoy iba a llenar de eses líquidas -puaaggg, que asco- el despacho del papa,
Rouco disparó en salvas su artillería contra él. Le recordó que debía cumplir sus promesas y cambiar las leyes del aborto y el matrimonio igualitario -lo otro ya se lo han dado- como queriéndole decir "aquí seguimos" y contraprogramando, de alguna manera, la extraña y secreta visita de "nuestro" presidente a Francisco.
Eso, viéndolo con una cierta candidez, porque, siendo mal pensado, cabría preguntarse si Rouco, que nada dijo sobre las leyes injustas que están dejando a la gente sin trabajo, sin vivienda y sin futuro, no estaría, reabriendo un debate ya marchito, para, en pleno desmoronamiento de la credibilidad de la clase política, dejar claro a sus fieles cuál es su único interlocutor válido.
A Rouco, siniestro personaje donde los haya, nada le importan los dictámenes del Constitucional sobre el aborto o el matrimonio igualitario. A Rouco, lo único que le interesa es hablar de eso para que no se hable, por ejemplo, de todo el dinero de los ciudadanos, católicos o no, se lleva la iglesia católica -Cáritas es otra cosa y se financia de otra manera- en un estado que se dice aconfesional y democrático.
 
 
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lunes, 15 de abril de 2013

EL DÍA EN QUE LOS PARTIDOS POLÍTICOS SE SUICIDARON

 
 

Que los partidos políticos españoles han saltado al vacío hace tiempo ya es algo incontestable. Es un dato que se recoge con toda rotundidad y fiabilidad en los últimos sondeos, se hagan públicos o no y, por eso, ya hay partidos, algunos a la desesperada, que,  más allá de removerse inquietos en sus poltronas, están bajando al suelo de la calle, para tratar de salvar los muebles del negro futuro que se pinta para ellos.

Hoy lo dice claramente el Observatorio elaborado para la Cadena SER, según el cual un 57% de los consultados ya no confían en la eficacia de los partidos y los sindicatos, hasta el punto de creer que la democracia, que sigue recogiendo el apoyo mayoritario de la ciudanía, funcionaría mejor sin ellos. Menos sorpresivo quizá, resulta el dato de que los españoles rechazan más claramente si cabe el capitalismo, al que, evidentemente, culpan de las consecuencias de la crisis que estamos padeciendo.

Como la memoria es flaca, los partidos se llenan la boca de la palabra transición y no les encanta contarla a su manera y con sus protagonistas cambiados. No recuerdan, porque no les ha convenido hacerlo, que el verdadero protagonismo de aquella salida incruenta a la dictadura fue de los españoles movilizados por lo que querían y organizados en asociaciones vecinales, sindicatos y partidos que bajo otros modelos, claro, pusieron en la calle la presión necesaria para que los restos del franquismo acabasen por hacerse el harakiri.

Pero los partidos, especialmente cuando comenzaron a "tocar" poder, se dieron cuenta que el apoyo táctico de las bases ciudadanas, articuladas en gran medida en torno las combativas asociaciones de vecinos sólo no cabía en su estrategia futura, sino que iba a convertirse en un incómodo lastre para sus planes. Por eso quien quizá más les debía, el PSOE, porque entonces apenas tenía militantes, aunque, como diría un castizo, sí tenía "posibles". Puso en marcha su labor de zapa para acabar con tan incómodos compañeros de viaje que, antes o después, acabarían exigiéndole políticas y alianzas de izquierdas que ya no cabían en su mundo.

Qué distinto hubiese sido todo si los socialistas, en lugar de deberse a los "nuevos ricos" en que, más que engañados, nos habíamos convertido sus votantes, hubiesen tenido que compartir proyectos y estrategias con aquella enorme fuerza ciudadana que conscientemente se encargaron de desarticular. Probablemente hubiesen estado más pegados a tierra, probablemente nunca hubiesen dicho aquello de que "bajar los impuestos es de izquierdas", probablemente no se hubiera suprimido el impuesto sobre el patrimonio, al menos para los muy ricos, y probablemente la caja del Estado hubiese resistido mejor los envites de la crisis. Pero no, había que estar en Europa y había que comportarse como los campeones de la democracia que creíamos que eran los europeos.

Lo de las masas, lo de la gente en la calle, lo de las reuniones para discutir los problemas del barrio, la carestía de la vida o los abusos de los ayuntamientos; aquellos locales en los que se compartían información e ideas, al tiempo que se ensañaba a leer y escribir, se daban clases de macramé o de pintura y cerámica, aquellas naves y garajes donde se formaban grupos de teatro, no eran muy del gusto de quienes comenzaban a gastar coches caros, se fueron a vivir a modernas y luminosas urbanizaciones y comenzaban a dejarse ver junto a tiburones y contratistas que, en vez de aportar al proceso, les susurraban al oído aquello de "qué hay de lo mío".

Los partidos políticos, especialmente los de la izquierda y especialmente el PSOE, soltaron amarras y de alejaron, a un tiempo, de la gente y de la realidad. Por eso hemos llegado a esto. Por eso la gente está recuperando la calle para decir "aquí estamos y lo vuestro no nos vale". Por eso la gente sigue apoyando los escraches, pese a las campañas de criminalización emprendidas por el partido del gobierno y algunos "viejos jarrones" del PSOE.

Por eso, el día que creyeron que podían prescindir de los ciudadanos, los partidos, al menos los de la izquierda, se suicidaron. 
 
 

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