lunes, 29 de febrero de 2016

UN AÑO DE BOCHORNO


Ayer, si no  un año exacto, sí se cumplió un curso completo desde que Rita Barberá, envuelta en los vapores de la fiesta, se asomó al balcón del ayuntamiento valenciano para invitarnos a disfrutar del "caloret" de las fallas, sin saber que, esa, era la última vez que lo hacía ni que de ser la alcaldesa de Valencia,  jaleada y consentida durante un cuarto de siglo, iba a pasar a ser el "ninot" que encarnase la corrupción y el despilfarro de toda una época, en la que Valencia, ciudad, provincia y comunidad, pasó a ser una gran falla, al servicio del PP y sus interesas, del PP y suyos particulares, a costa de los ciudadanos de allí y también de aquí.
Un curso entero, un año, en el que la máquina de hacer dinero del partido, manejada por un selecto ramillete de militantes, se ha gripado y ha saltado por los aires, dejando al descubierto las vergüenzas de un sistema mafioso, onerosamente consentido por la prensa, por algunos jueces y por la oposición que, primero con recalificaciones tramposas del suelo de todos y luego con cualquier otra decisión que hubiese de tomar cualquier administración, siempre proporcionando las mordidas y pelotazos que ahora, día sí y día también, se están revelando ante nosotros.
Un curso en el que hemos pasado del caloret de la alcaldesa al bochorno de todo su partido, en el que los militantes de una cierta categoría se muelen a codazos mientras tratan de subirse a los botes de un escaño, una embajada o un consejo de administración y el resto se parten abiertamente la cara por los pocos salvavidas que quedan a bordo.
En la foto que ilustra esta entrada, aparecen los personajes principales de esta zarzuela de ambiente fallero y huertano: la propia Rita Barberá, el histriónico Francisco Camps, capaz de pasar de la risa al llanto, del regalo a la amenaza, en un abrir y cerrar de ojos, y el no sé si hierático, no sé si paralizado por su propio cuajo, por su pachorra, fundamentales todos en esta trama de corrupción y miseria en la que lo mismo se tiende una alfombra de billetes, que pagamos todos, para que Fernando Alonso haga el ridículo en las calles de Valencia, que se condena a los niños valencianos a estudiar en barracones helados en invierno y tórridos en verano, mientras al partido y sus gerifaltes le rebosa el dinero en los bolsillos y Alejandro Agag lleva a su suegro a las carreras.
Ha sido un año, especialmente desde que Rita se dio la gran "hostia" en las elecciones de mayo, en el que hemos visto y oído de todo, en el que, por fin, la prensa se ha puesto a trabajar para escarbar en la mugre que cubre ese partido en Valencia y en lo que no es Valencia. Un año en el que, al PP, se le ha perdido el respeto o, por qué ocultarlo, el miedo, el respeto que no merece y el miedo a que cierre la espita de las campañas publicitarias institucionales que ya no controla. Un año en el que unos y otros tratan de recolocarse de cara a unos años que ya no volverán a ser los mismos.
Un año con un día más, el de hoy, que muy bien podría servir para reflexionar, para que la gente con algo de decencia que aún debe quedar en el PP asuma la responsabilidad que le corresponde y acabe con el reinado de un Rajoy que está sentado sobre un polvorín a punto de reventar con consecuencias difíciles de prever.
Mañana, Rajoy va a tratar de meterle el dedo en el ojo a Pedro Sánchez que, por quererlo todo, puede quedarse sin nada, va a tratar de hundir al que un día, ante millones de españoles, le llamó no decente. Y quizá lo consiga, lo que no va a conseguir es que Ciudadanos, en un todavía improbable, intento de alcanzar la investidura, le apoye a cara descubierta ni mucho menos que olvidemos este año, este curso, que arrancó con "caloret" y va camino de terminar en bochorno.

viernes, 26 de febrero de 2016

HUELE A QUEMADO


Si una cosa está dejando clara estos días es que, al periodismo español, a nuestro periodismo, le falta imaginación. Salvo honrosas excepciones, las empresas periodísticas, aplicando estrategias del más feroz de los capitalismos, se han deshecho de todo aquel que rebasase determinada edad, llamémosle antigüedad, y determinado salario  Hay que perdonarles, porque, después de hipotecar sus cabeceras a base de emprender "negocios" delirantes, lo fácil era contratar a una consultora y encomendarle una fórmula, un algoritmo, que permitiera rediseñar sus plantillas, trazando una línea, la línea a partir de la cual, estar en uno u otro lado era razón suficiente para ser despedido, Un fórmula, un algoritmo, en el que la experiencia, las fuentes, los contactos, el criterio o el temple, no suman sino, más bien, al contrario.
Digo esto porque, ahora que los dirigentes del PP y el PSOE tienen que hacerse perdonar esa autarquía de ruedas de prensa sin preguntas, en la que tan cómodamente han vivido, tienen que enfrentarse otra vez a la improvisación sin papeles, a la respuesta refleja, a preguntas no pactadas previamente, y eso, claro, ha pillado a unos y otros, al del atril y a los de abajo, desentrenados. Por eso se habla tanto de "mochilas" y se pide a todo bicho viviente que ponga la mano en el fuego por su compañero de turno y se hace como si no hubiese un mañana.
Lo malo es que a pregunta tipo, respuesta "de serie" y que llevamos demasiado tiempo escuchando que Fulanito o Menganito ponen o no ponen "la mano en el fuego"· por Zutanito. Eso me aburre, del mismo modo que me aburre que se consienta a personajes como la ex alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, "soltar" su largo monólogo exculpatorio, apenas ensayado y repleto de dardos envenenados para amigos y enemigos, con ataques salvajes al Estado de Derecho al borde mismo de la subversión, descarada y chabacana, con un aplomo digno de mejor causa y con un desprecio absoluto a la verdad y a la inteligencia de los ciudadanos.
Hace ya mucho tempo que en el PP huele a quemado. Hace mucho tiempo que sus despachos están llenos de carne abrasada y, cuando se pregunta a alguien si pone la mano en el fuego por alguien, en lo único que piensa es en ese olor a chamusquina que le rodea y se da por satisfecho con que no sea su carne la que se abrasa. Es como cuando empieza a oler a quemado. Lo primero que tratamos de hacer es identificar ese olor, saber si es eléctrico, si es de la cocina, si es madera lo que arde y, a partir de ahí, repasamos en milésimas de segundo si hemos dejado la sartén en el fuego, un aparato encendido demasiado tiempo o un cigarro, el que fume, mal apagado. En resumen, tratamos de averiguar cuál es nuestra relación con el fuego y en cómo ponernos a salvo si el fuego se extiende.
Es el instinto de supervivencia. Es lo que lleva a los dirigentes del PP a ponerse a salvo usando salidas de emergencia como "secreto del sumario", "persecución", "causa general" o, si la cosa se pone fea, arrojándose por la ventana del "y tú más".
Ayer, de la mano de Rita Barberá, vimos las consecuencias que puede llegar a tener poner o dejar de poner la mano en el fuego por ella, Hubo una larga lista de agradecimientos que, como un bumerán, puede volverse en contra de los nombrados y hubo otra de reproches. Es lo que tiene el fuego, que no respeta nada y menos cuando, desde hace tiempo y en todas partes, huele a quemado.

jueves, 25 de febrero de 2016

EN SUS MANOS ESTAMOS


Confieso que, quizá por la hartura de tener que volver siempre sobre lo mismo y con la esperanza de que, por fin, alguien pensado más en los ciudadanos que en sí mismo o sus padrinos, ayer, me alegré por ese acuerdo alcanzado por Pedro Sánchez y Albert Rivera, "vendido" con esa solemnidad que se da a las cosas trascendentes, las que cambian nuestras vidas y lo hacen para siempre. Pero, y bien que lo siento, engañado por los lazos y el papel de celofán en que iba envuelto, llegué a ilusionarme con el regalo de sentido común y altruismo que nos hicieron creer que nos hacían.
Fui demasiado torpe, porque tenía que haber sido capaz de ver la tramoya que se escondía detrás de esas cinco condiciones irrenunciables anunciadas por Rivera, condiciones que parecían sacadas del programa electoral del PSOE, que no tenían otra finalidad que la de "vestir el muñeco" del acuerdo que, apenas veinticuatro horas después y en setenta páginas, firmaron y presentaron al pie de la obra de Genovés que encarna los deseos de reconciliación que, hace ya cuatro décadas, hicieron posible el acuerdo entre españoles para darse la democracia tantos años perseguida.
Me engañaron, engañaron a los ciudadanos, y quiero creer que Pedro Sánchez, acuciado quizá por la ansiedad que genera, sin duda, estar al borde del todo o el nada en su carrera política, también se lo creyó. Pero, afortunadamente, no, parece que el engaños se haya extendido ni haya perdurad, porque, cuando Podemos se levantó de la mesa en la que negociaba con el PSOE y con la izquierda -sí, los he separado y lo he hecho a conciencia- una vez más, el gesto aparatoso acabó diluyendo las razones, y más teniendo en cuenta que Pablo Iglesias acababa de anunciar, al poco de que Sánchez aceptase las cinco premisas de Rivera, que no se iba levantar de la misma, agostando cualquier esperanza de que el acuerdo de PSOE y Ciudadanos creciese por la izquierda.
Supongo que es una cuestión de piel, pero me dejo convencer más fácilmente por el verbo tranquilo de Alberto Garzón que por la suficiencia de Iglesias, al que, por cierto, no se escuchó ayer, o por las explicaciones de Errejón, arropado por todo el elenco de la compañía. Lo cierto es que uno y otros me han convencido de que, como cantaba el gran Krahe, hombre blanco hablar con lengua de serpiente.
La misma lengua de serpiente que ha escrito la pregunta que se va a hacer en referéndum este fin de semana a los militantes socialistas, una pregunta sin salida, parecida a la que se formuló hace años en el referéndum de la OTAN y que, al consultar si respaldan éste y otros acuerdos que pueda alcanzar Sánchez de aquí a la sesión de investidura, deja abierta, incluso, la posibilidad de que el acuerdo crezca por la derecha incorporando al mismo la abstención del resto del IBEX ¡perdón! quise decir del PP, para que, por fin, la gran entente que está arrasando Europa, cabalgue también sobre España.
Sánchez dejó correr su imaginación o pensó que nosotros andábamos escasos de entendimiento, al "vendernos" que se derogaría la ley mordaza o la reforma laboral del PP. No será, desde luego, con este acuerdo que nos descubre a Albert Rivera como el líder que, desde hace tiempo, anda buscando la derecha de este país.
Ahora, como señalaba aquí mismo hace dos días, la respuesta y, con ella, el futuro de este país como franquicia de la Europa "neocón" o como la nación de ciudadanos conscientes y libres a la que, yo al menos, aspiro, está en las manos de los militantes socialistas que, con su voto, pueden darle a Pedro Sánchez un cheque en blanco para que se lo entregue a quienes nos han traído hasta aquí o pueden frenar en seco esta locura que no hará más que subvertir y traicionar el mandato que los ciudadanos dejamos escrito en las urnas.
Ojalá le nieguen el cheque, pero podemos acabar de nuevo en la pocilga del PP y, ante ese futuro, prefiero ir a unas nuevas elecciones, Pero, por el momento, ciento noventa mil militantes socialistas tienen la palabra y en sus manos estamnos.

miércoles, 24 de febrero de 2016

ASÍ ES, SI ASÍ OS PARECE


Qué lejos, la foto de aquel debate electoral, de la triste, y preocupante, realidad en que nos movemos. Ayer, a Albert Rivera y Pedro Sánchez, por ese orden les faltó tiempo para anunciar un acuerdo que, lejos de facilitar la investidura del socialista, parecen alejarla, porque algunos socios, más que sumar, restan a quien los presenta a sus amigos y militantes.
Rivera presentó como las condiciones irrenunciables que había exigido a Pedro Sánchez, una batería de cinco reformas de la Constitución, de las que cuatro ya estaban asumidas por el PSOE. incluso en su propio programa electoral, y la cuarta, la supresión de las diputaciones tal y como las conocemos. parece difícil de asumir por algunos barones socialistas, Andalucía ya ha puesto el grito en el cielo, porque les privaría de una importante parcela de poder y un no menos importante "nicho de empleo" para sus militantes.
Además, por si fuera poca la oposición interna al acuerdo, aparentemente impuesto por Rivera y tan rápidamente aceptado por Sánchez, hay que sumarle la oposición frontal del PP y la del partido de, Pablo Iglesias, pese a que, por su parte, Iglesias lo ha hecho saber con la boca pequeña, puesto que no se ha levantado de la mesa a cuatro en la que el PSOE negocia con las fuerzas a su izquierda.
¿Qué está pasando entonces? ¿Qué pretenden PSOE y Ciudadanos con este anuncio tan insustancial que deja fuera de lo acordado asuntos tan cruciales como la redefinición del Estado o toda la política social? ¿No será que están "vistiendo el muñeco" para un acuerdo de salida que pueda crecer por la izquierda o por la derecha?
Apenas hay tiempo ya para algo tan crucial para el reforzamiento del pacto y parece como si Rivera, al esconder sus garras, estuviese facilitando el acuerdo con la izquierda y/o algunos nacionalistas para alcanzar uno de esos gobiernos de mayoría de geometría variable que busque sus apoyos a uno y otro lado de la Cámara, cómo y cuándo convenga. Un gobierno que apenas serviría para "ir tirando", si es que, finalmente, Pedro Sánchez consigue ser investido.
La investidura ya tiene día y hora, polémicos, por cierto, porque da ventaja al candidato para hacerse, sin réplicas, con los periódicos y los telediarios del día, pero el acuerdo o los acuerdos, si es que llega alguno más han de someterse a referéndum ante la militancia socialista que, sin apenas tiempo para la reflexión, va a ser llamado a consulta este fin de semana y, si Sánchez fracasa, nos encaminamos sin remedio a unas nuevas elecciones a celebrar el 26 de junio.
A estas alturas y después de ver que está pasando todo lo que, durante tantas semanas, unos y otros negaban que fuese a pasar, uno tiene el derecho de plantearse si no le estarán engañando, si todo esto no es más que una farsa en la que se niega en público lo que por debajo de la mesa se hace. Aun así, mantengo mis esperanzas en la militancia del PSOE que, contra viento y marea, venciendo la pereza del fin de semana tendrá que estudiar y dar su "sí" o su "no" a la propuesta que finalmente formalice su secretario general con el refrendo de la ejecutiva.
Va a ser difícil hacerlo y el resultado va a dejar al descubierto el alma del socialismo de base, porque ahora no tendrán que decidir entre una cara más o menos simpática o, en todo caso, con más opción de ser votada que otra. Ahora tendrán que decidir con quién y con qué acuerdos quieren que pacte su partido. No van a poder corregir esos acuerdos, no van a poder modularlos, sólo podrán aceptarlos o rechazarlos y, esa, será mucha responsabilidad, Pero, como digo, la consulta nos va a brindar la gran oportunidad de conocer la posición del partido, que es o debería ser como son sus militantes, respecto a esa línea que separa a la derecha de la izquierda.
A lo mejor, a la vista de los resultados, tienen que cambiar las cosas y se acaba esta cansina farsa del "así es, si así os parece".

martes, 23 de febrero de 2016

ESPEJITO, ESPEJITO...


Llevo días, medio en serio, medio en broma, proponiendo a mis amigos hacer un "crowdfunding" para regalar a Pablo Iglesias un espejo como el de la madrastra de Blancanieves, un espejo capaz de decir a su dueño la verdad que no quiere oír, pero que es; un espejo que Pablo Iglesias, carente, al menos en apariencia, de verdadera crítica en su entorno, un espejo capaz de decirle que no tiene toda la razón ni, mucho menos, dice siempre toda la verdad.
Pablo Iglesias, empeñado en criticar "todo lo que se menea" por ser casta o doblegarse ante ella, que dice moverse sólo por ideología y en defensa de la gente, está cayendo, al final, en los mismos vicios que critica de la casta, porque lleva demasiado tiempo mirando y mirándose en las encuestas, como cualquier partido del "régimen del 78", para acomodar su comportamiento, su estrategia, porque, al final, es eso, la estrategia lo que le mueve, a la imagen que, como el espejo de la malvada madrastra, le devuelven las encuestas. 
Iglesias no soporta no ser el más listo, el más querido o el más guapo de los candidatos y no parece darse cuenta que, para ser quien pretende ser, tiene que colocarse bajo la lupa de los medios ni que esos medios son implacables y no le van a pasar ni una, especialmente si es de contradicciones de lo que hablamos. Y Pablo Iglesias, quizá porque la política es eso, está cambiando de discurso, cayendo en demasiados "donde dije digo, digo Diego", despreciando la capacidad de análisis, la memoria y el sentido común de los ciudadanos.
Supongo que las asambleas y el liderazgo en las asociaciones estudiantiles en la facultad, sumados a el tirón mediático, primero el de su "Tuerka" y después el de sus apariciones en "la Sexta" y a aquel primer e inesperado éxito en las elecciones europeas, fueron euforizante suficiente como para llevarle a esa borrachera de liderazgo que le convierte en soberbio y, por qué no decirlo, en sectario. Y ese es uno de sus mayores defectos, el del sectarismo, porque ese, que nace de la desconfianza y el afán del control absoluto, es el peor de los suyos.
Un defecto que se hace cada vez más evidente y que le lleva a rodearse de la guardia de corps de sus viejos compañeros y alumnos de la facultad de Políticas, un defecto al que no consigue sobreponerse y que le empuja, como a la madrastra, a mandar a sus cazadores al bosque para traerle el corazón de quienes, como los líderes de Podemos en Cataluña o el País Vasco o Teresa Fernández, en Andalucía, o Pablo Echenique, en Aragón, no la dan a cada momento sus síes incondicionales.
Iglesias es de "líneas rojas", cómo odio la expresión, hasta que el espejo de las encuestas le descubre, como ahora, que se equivoca y resalta sus arrugas y verrugas. Iglesias cree que cambiando las palabras se cambia la realidad, cree que no nos vamos a dar cuenta de que, en el caso del referéndum sobre la autodeterminación en Cataluña o el País Vasco, irrenunciable puede cambiarse por preferible o por "la mejor opción", sin dejarse un solo pelo en la gatera.
Está cada vez más claro que Pablo Iglesias piensa sólo en él y "su" partido. Ni siquiera lo hace en sus votantes, a los que, si son un poco, sólo un poco, críticos, deben estar desconcertados, porque, como el mayor de los Marx, Groucho, tiene unos principios, pero, si hace falta, puede tener otros. Iglesias ha forzado la máquina y ha perdido un tiempo valiosísimo con su intransigencia ante Pedro Sánchez, hasta que ha visto en el espejito que esa postura le costaría escaños en unas segundas elecciones, a las que, hasta entonces, parecía querer empujarnos a todos.
Con lo que no contaba el líder de Podemos es con que los españoles no le perdonarían, ni a él ni al PP, que, por creer que iban a mejorar sus resultados, les convenía torpedear la investidura y forzar unos nuevos comicios. Supongo que después de ver que los consultados premiarían a quienes se han esforzado en la búsqueda de un acuerdo de gobierno, PSOE, Ciudadanos e incluso Alberto Garzón, que mejorarían sus resultados a costa de los intransigentes.
Por eso creo que Iglesias necesita un espejo, si no mágico, sí honesto que le cuanta cada mañana la verdad y sólo la verdad de sí y de las consecuencias de sus actos.

lunes, 22 de febrero de 2016

HASTA LOS COJONES


Mariano Rajoy, al que el ayuntamiento de su Pontevedra de adopción declarará perdona non grata por haber condenado a la capital gallega y a sus habitantes a sesenta años más de papelera, tuvo que verse ayer ante sus compañeros de partido de Vizcaya, para que, allí, el presidente del partido le sacase los colores por la corrupción o, al menos, lo intentase. Y hablo de intentarlo, porque, por lo que pudimos ver, nada ni nadie, salvo algunos amigos, algunos corruptos y algunos amigos que lo son, corruptos, parecen conmoverle.
Antón Damborenea le dijo, sin haber escuchado hoy la radio, que estaba "hasta los cojones! de ver un día sí y otro también a gente del PP pringada". Rajoy, con más cara de susto, que, de indignación, contestó a Damborenea y los presentes que no sabían hasta dónde estaba él de lo mismo, La verdad es que su respuesta no podía ser otra, porque su compañero se había encargado de recordarle "ante sus mismas narices que, mientras los compañeros del PP del País Vasco estaban siendo asesinados o amenazados por ETA, otros estaban "a otra cosa". Menuda papeleta, la de Rajoy, para alguien que ve como el suelo se mueve bajo sus pies y se creía en territorio amigo.
No sé qué diría hoy que la Cadena SER informa de que la trama de corrupción del PP valenciano es mucho más profunda y extensa de lo que hasta ahora se ha sabido, porque según los investigadores de la operación "Taula", en la que habrían detectado hasta cinco "cajas B" del partido en las distintas provincias, cajas que formaban parte de una estructura de financiación ilegal del PP, conectadas entre sí y con la organización nacional que preside Rajoy, Una estructura mafiosa que cobraba mordidas a constructores y contratistas por la concesión de obras y contratos, al frente de la cual estaría el ex presidente de la Generalitat, Francisco Camps, "el curita" de la trama Gürtel, que escapó indemne del asunto de los trajes y salió del gobierno, aunque , como Rita Barberá, convenientemente "blindado" por su fuero, como diputado de las Cortes valencianas, primero, y, ahora, como miembro del Consejo Consultivo de la Generalitat valenciana.
Lo que revela la SER, sumado a la detención, esta misma mañana, del malencarado número dos de Rita Barbera, Alfonso Grau, es lo que todos sospechábamos pero que así, contado por quien lo ha sabido de boca de quienes conocen el sumario, lo convierte en una obscenidad que nos lleva a la náusea y a un cabreo infinito, porque no hay que olvidar que el PP, en Valencia y en toda España, habría ganado elecciones durante años, comprando voluntades y apabullando con sus mítines, su propaganda y sus despliegues, financiados, todos, con las mordidas cobradas a quien contrataba con cualquiera de sus administraciones, convenientemente  blanqueadas mediante un complicado trasvase de dineros y facturas, de modo que un sobrecoste en la construcción de un colegio o un puente puede acabar en un escenario o unos autobuses para llenarlo de militantes contratados muy por debajo de los precios de mercado, para no sobrepasar los límites impuestos por la ley.
Antón Damborenea, harto de funerales y de escoltas, le ha dicho a Damborenea lo que muchos de sus compañeros de base piensan desde hace meses, si no años. Le ha transmitido lo que comienza a ser un runrún en las sedes de los barrios, un runrún del que pude ser testigo ayer en un autobús de la EMT, donde un viajero que hablaba "del partido" le decía a otro que esto no podía seguir así, sin respuesta a esa Rita Barberá que n se quiere comer sola el marrón y amenaza con "tirar de la manta".
Probablemente mis dos compañeros de viaje estaban también "hasta los cojones" de tener que pasar vergüenza por los delitos cometidos por otro. Imaginaos hasta dónde estamos yo y tantos como yo, que ni siquiera hemos podido felicitarnos por los triunfos de su partido sino, más bien al contrario, hemos sufrido en nuestras carnes los abusos de gobiernos alcanzados con las trampas de esa mafia que esconde el partido que más poder ha concentrado en la España democrática y que ahora, poco a poco, conforme vamos conociendo sus amaños, va camino de deshacerse como un azucarillo. Pues sí, estamos hasta los cojones y al borde de la náusea.

viernes, 19 de febrero de 2016

VUELVE LA INTOLERANCIA

Nunca sospecho el PP, y no hay más e ver la cara de funeral de sus dirigentes para confirmarlo, que iba a cocerse en su propia corrupción y que ese cocimiento iba a ser a fuego lento, tan lento para que cada uno de sus escándalos soltase todo el jugo, llenando el aire con toda su hediondez hasta hacerlo irrespirable. Nunca lo sospechó, pero, aunque quizá sólo por instinto, se ha estado preparando para lo peor a lo largo de estos cuatro años. 
Lo ha hecho a conciencia, blindando a sus "cargos" en las empresas amigas  o públicas, cubriendo a sus dirigentes más contaminados por la corrupción con el escudo del fuero, aunque para ello tuviesen que quitarse la máscara delante de todos, otorgando embajadas y canonjías a los más aguerridos y vergonzantes de sus "gladiadores" que cómo el exministro WERT, hoy embajador ante la OCDE en París, se dejó la piel y el prestigio defendiendo una ley de Educación infumable, asegurándoles, en fin, un futuro apacible en agradecimiento a los "servicios prestados".
Pero, siendo eso grave, lo más grave es el campo de minas y los francotiradores que han sembrado a su alrededor para mantener a raya a todo aquel que osase plantarles cara en la calle, la prensa o sobre los escenarios y lo han hecho con la pasividad de una oposición, no sé si aturdida o remolona, que se conformó con quejarse del rodillo parlamentario que, con su voto, pusieron en su mano once millones de ciudadanos, de los que muchos hoy están arrepentidos. Lo hicieron con la pasividad del PSOE que tardó en darse cuenta de que su lugar estaba en la calle con quienes estaban sufriendo en sus carnes la crisis que ellos no supieron diagnosticar.
Leyes y reformas, como la del código penal, que permiten sentar ante un juez a dos titiriteros sólo por haber puesto en manos de uno de sus títeres una pancartita no más grande que media cuartilla, que un policía malo quería "cargarle" a la bruja buena para llevarla a prisión. Leyes y reformas en las que se mantiene como delito lo que no es otra cosa que la blasfemia y que sienta a la portavoz del gobierno del ayuntamiento de Madrid por una protesta llevada hace cinco años, cuando sólo tenía veintiuno y estudiaba junto a la capilla de la facultad. Leyes que amenazan la libertad de expresión hasta el punto de llevar a creadores, actores y ayuntamientos a censurar y auto censurarse para no correr la suerte de los titiriteros.
Pero, como las leyes solas no bastan, este gobierno que aún controla, en funciones, eso sí, la nación, se ha ocupado de amaestrar y cebar a toda una corte de periodistas y opinadores, dispuesto a batirse de columna en columna, de tertulia en tertulia, contra cualquier cosa que amenace a quienes tan buen trato les han dado. Columnistas, correveidiles y opinadores que, con el beneplácito de los titulares de los medios para los que han trabajado y "trabajan" aún.
Lo que está sucediendo en este país está muy claro. Los sátrapas de los que os hablo y tanto os he hablado han quedado obscenamente desenmascarados y, por ello, han perdido gran parte del poder que, durante años, si no décadas, han ostentado. Han quedado retratados como los chorizos, malos gestores y poco atentos a lo social que son. Ya, ni el milagro económico que nos mostraba el ministro De Guindos en sus números de prestidigitador. La fantasía de los millones de puestos de trabajo, en realidad tajadas indecentes resultantes de trocear raciones de trabajo digno, se les han desmoronado también y por eso han recurrido a dos armas hasta ahora infalibles para ellos: el miedo y la ideología.
Dos armas que en sus manos se confunden, porque su ideología es la del miedo. El miedo a una ETA inexistente, el miedo a persecuciones religiosa en las que nadie piensa, el miedo a perder la pensión, insuflado por quienes las están devaluando. Ideología y miedo, pero, sobre todo, intolerancia. Intolerancia contra todo aquello que perturbe su plácido buen vivir, contra todo aquello que nos haga iguales ante ellos, iguales y libres, porque la libertad y la igualdad son y han sido siempre sus grandes enemigos. Por eso, ahora que ya todo lo han perdido o están a punto de perderlo, vuelve la intolerancia.


jueves, 18 de febrero de 2016

PORQUE SOY DE CIENCIAS

Como muchos españoles de mi edad, soy oficialmente católico, y lo soy por dejadez, lo confieso. Lo soy, porque no me he tomado la molestia de cumplir con el "vía crucis" que la iglesia católica impone a quienes deciden abandonar "el rebaño". Tampoco lo hecho, es verdad, porque la impronta indeleble que, dicen, se nos confiere con el bautismo, por supuesto involuntario, ni es tan impronta ni es tan indeleble, porque el tiempo, la falta de uso y, sobre todo, la razón son la lejía que borra la mancha con que, desde hace siglos, la iglesia católica ha pretendido marcar a "sus" ovejas.
Esa ha sido desde siempre la taimada táctica de esa institución: tomar posesión de los hombres y las cosas e inscribirlos a su nombre, como ahora hacen con los edificios cedidos para el culto o quién sabe para qué más, tomando posesión de los mismos "por los siglos de los siglos" y convirtiendo en donativo lo que las más de las veces sólo era una cesión. Por eso nos bautizaron, por eso bautizaron a nuestros padres y a los padres de nuestros padres, amenazándoles con las llamas del infierno.
Por eso allá donde pueden plantan sus reales, como los plantaron durante la dictadura en aeropuertos, colegios, hospitales, facultades y, probablemente, en muchos estadios de fútbol. Sus Iglesias, sus capillas, son como las banderitas que se clavan en el mapa para marcar los avances y retrocesos en el campo de batalla. Y defienden cada posición heredada o conquistada. Defienden lo mismo la capilla de la Complutense en Somosaguas que la mezquita de Córdoba, una joya artística de la Humanidad toda, de la que se han apropiado inmisericordemente.
Que yo recuerde, los cristianos, para encontrarse con su dios, para rezarle o meditar, no necesitan de templos, ni grandes ni pequeños, basta el recogimiento y eso que llaman fe. Me enseñaron que rezar, se puede rezar en cualquier momento y en cualquier parte. No entiendo por tanto que haya que acotar un territorio determinado para hacerlo. Mucho menos entiendo que haya que llenarlo de símbolos tan tétricos como las cruces, recordatorios de una tortura de tortura, al fin y al cabo. Tampoco entiendo que esos lugares, si los hay, hayan de ser exclusivos para uso exclusivo de un culto determinado y, menos, si están en edificios de todos, como una facultad universitaria. 
Recuerdo, a propósito de esto, que cuando España pretendía ser un país moderno, en plena dictadura, cuando mi familia, como pardillos que éramos entonces, íbamos a pasar las tardes de los domingos al aeropuerto de Barajas. Y recuerdo, quizá porque mi madre, creyente, como buena navarra, ella, quiso algún día oír misa allí, que la que había sido capilla del aeropuerto se había transformado en un lugar de culto, limpio de símbolos, para que, en él, cada cual orase, se recogiese, diese gracias a su dios o conjurase sus miedos a su buen entender y sin molestar o imponerse a los demás.
Por eso no puedo entender que se vaya a juzgar a varios jóvenes o, mejor dicho, a quienes hace cinco años eran jóvenes, por protestar, quizá inadecuadamente, contra la existencia de uno de esos lugares de uso exclusivo para católicos, pagada con el dinero de todos en un ámbito, la universidad, en el que a lo único que se debe adorar es al conocimiento.
Entre los acusados, que serán juzgados hoy, está la actual portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, para la que se piden penas que podrían llevar a su inhabilitación, que en el fondo es lo que pretenden los acusadores, una vez que Maestre ha pedido y obtenido el perdón del arzobispo, quien, que yo sepa, es la máxima autoridad, en lo que a estos asuntos concierne, de la iglesia católica en Madrid. Por eso creo que este asunto forma parte de la "caza de brujas" a la que somete la caverna, esa caverna que, como dijo ayer Borja Fanjul -de qué me suena a mí Fanjul- prefiere ladrones en sus filas a gente que ponga bombas.
Rita Maestre ha sido torpe al negar que hizo lo que hizo ante las cámaras, pero no por ello hay que acabar con ella, y más aún, cuando de lo que se le acusa es de un delito de ofensa a los sentimientos religiosos, eso que antes llamaban blasfemia. Y ahora que lo escribo recuerdo un cartel que creo haber visto en un libro llamado "Navarrerías", un cartel que figuraba en un bar y que decía "Prohibido blasfemar sin motivo". Creo que Rita Maestre que ha sido torpe al defenderse sin verdad y al no asumir que hizo lo que hizo, podía haber alegado que lo hizo con motivo.
Yo, mientras, quedo aquí expectante y confundido porque, como no creo, no puedo entender el fanatismo de algunos, que, las más de las veces, esconde otros intereses inconfesables. No creo y, si no creo, es porque "soy de ciencias" y me enseñaron a razonar y a encontrar una explicación plausible más allá de la fe para cada cosa.

miércoles, 17 de febrero de 2016

LOS ANTI Y LOS DISTURBIOS


Dicen que no hay peor cuña que la de la misma madera y los madrileños hemos podido comprobarlo, especialmente el concejal responsable de Salud, Seguridad y Emergencias de la villa y corte, Javier Barbero, que padeció, afortunadamente no en sus carnes, las iras de un cuerpo presuntamente creado dentro de la Policía Municipal, para resolver incidentes de orden público. Un cuerpo policial a cuyos miembros no parece gustarles eso que, en las películas de género, llaman "gastar suelas" o, lo que es lo mismo patrullar las calles.
Ese ha sido el "delito" de Javier Barbero, disolver varias unidades policiales dedicadas a ese menester, a cuyos miembros apenas recuerdo más que actuando en los desahucios contra quienes trataban de impedir que familias enteras fuesen arrojadas a la calle con sus enseres, porque, sin trabajo, no podían pagar su vivienda o, qué curioso, protegiendo a Sor María,  la monja "roba niños", cuando fue llamada a los juzgados de la Plaza de Castilla para testificar ante el juez que investigaba el robo de recién nacidos durante años, protección desproporcionada que, curiosamente, se le dio cuando era alcaldesa de Madrid Ana Botella, a la sazón sobrina de un conocido y ultraconservador obstetra, director que fue de la Clínica Santa Cristina, donde, la monja en cuestión realizaba sus presuntas tropelías.
Unas unidades policiales demasiado costosas y demasiado exclusivas para una ciudad como Madrid con demasiados gastos y no tantos incidentes de orden público como para tener que pagar un cuerpo policial que apenas intervenía y, cuando lo hacía, lo hacía siempre desde el mismo lado, un cuerpo "selecto" y privilegiado, cuyas competencias e intervenciones se solapaban demasiado a menudo con las de los antidisturbios de la Policía Nacional, con la que colaboró en más de una protesta ciudadana.
Las razones de Barbero son fáciles de entender, porque Madrid necesita más policía en los distritos, en alguno de los cuales, el último policía que se vio patrullando llevaba bigote con huías, quepis y eran conocidos como "guindillas" por el color de sus uniformes.
Pero no, dejar el acuartelamiento y tener que salir a la calle con frío, calor o lluvia no ha gustado a estos "gladiadores" del siglo XXI.
Lo de ayer en el centro de Madrid, la persecución por la calle Mayor al concejal y al director de la Policía Municipal, por tres centenares de estos antidisturbios, sin que la Policía Nacional, presente en los incidentes interviniese, porque no tenían órdenes de la delegada del Gobierno, fue un espectáculo lamentable, indigno de unos servidores de la ciudadanía, que lo son, que, sin embargo, se comportan como energúmenos, blandiendo una bandera constitucional como si el concejal y su director no fuesen españoles.
Lo de ayer, incluidas las declaraciones del ministro que condecora imágenes de la virgen María, que, lejos de explicar la inacción de la policía nacional, se conformó con un "estas cosas pasan" o con recordar al concejal su pasado reivindicativo, dejan muy claro que algunos, incluidos los policías alborotadores, tienen una peligrosa concepción patrimonial del Estado que creen suyo a costa de lo que sea.
Las caras de esos policías intranquilizan y mucho. A mí, entre otras cosas, me confirman lo que llevo años sospechando que demasiados de los que apalean a sus conciudadanos detrás de un escudo o un uniforme blindado podrían, perfectamente, al otro lado y que a esos energúmenos no se les escoge por su preparación y su temple, sino por todo lo contrario. Lo de ayer demostró que la mayoría son eso "anti" sociales y amantes de los "disturbios", prestos a la violencia y cargados de tics, como el d ese bestia que arrancó un móvil de las manos de una periodista que recogía los incidentes para lanzárselo con furia a otra que también cumplía con su trabajo.
El concejal acosado y perseguido ha podido comprobar que tenía razón, porque Madrid no se merece una policía como esa, por eso ha ordenado que, a estos anti sistema, amantes de los disturbios se les investigue por un delito de odio.

martes, 16 de febrero de 2016

¿QUEREMOS?


Definitivamente, no me gusta como caza la perrita. No puedo con Pablo Iglesias. Y, si no puedo, es porque no me gusta que me perdonen la vida ni mucho menos que me jueguen de farol, que me digan que quieren una cosa y trabajen para otra. Tampoco me gusta nada el personaje, ese deshabillé, esos gestos tan milimétricamente estudiados, esa puesta en escena tan de estampa "revolucionaria" con los "comandantes" solidarios, rodeando al líder supremo cuando habla. No, definitivamente, no me gusta como caza la perrita.
Pero lo que menos me gusta son esas maneras mesiánicas, de quien pretende estar de vuelta de todo, de quien, en lugar de ofrecerse para trabajar por los ciudadanos, todos, les mira desde arriba y está dispuesto, más a darles lo que él cree que debe y quiere darles, que a lo que demanden o necesiten. No, no me gustan las maneras, la puesta en escena, ese histrionismo, ese exceso de dramatización, tan de los actores aficionados, más pendientes de aprovechar su gran oportunidad que de hacer creíble el papel que les ha tocado interpretar.
Y lo siento. Lo siento sobre todo y con toda mi alma escéptica y atea, porque creo que este país está necesitando que lo paseen por la izquierda, para acabar con la desigualdad, esa zanja social que el PP y quienes le prepararon el camino y se lo toleraron, han cavado con ahínco desde hace años. Por eso me duele aún más que el partido que cosechó el entusiasmo de quienes, hartos ya de estar hartos, le plantaron cara al miedo y al voto útil no parezcan interesados en conseguir un gobierno de progreso que pueda poner en orden la casa, abriendo las ventanas para que entre aire fresco y barriendo todos los rincones en los que han anidado los parásitos que acompañan a esta derecha que no ha hecho sino "chulear" a los españoles.
No me gustan las maneras de Pablo Iglesias, ni de quienes se han hecho con el control de Podemos, casi todos con un origen común, la facultad de Políticas de la Complutense. Demasiada casta, de otro tipo, pero también casta, como para no esperar de ellos unanimidades y, la expulsión de cualquier cuerpo extraño que ose entorpecer o poner en cuestión sus planes.
El programa presentado ayer por Podemos, en medio de esa coreografía de cabalgata, con sus reyes magos, portando cada uno su ejemplar como si del oro, el incienso y la mirra se tratase, con Pablo Iglesias en el atril, flanqueado, insisto, por sus compañeros, mostrando una osadía e inflexibilidad nada propias de quien se dispone a negociar con quien tiene treinta escaños más que él y, además, el encargo de formar gobierno.
Como muchos, no he leído esa propuesta de negociación de tapas moradas, encuadernada en formato dossier, como unos buenos apuntes o un pulcro trabajo de facultad, pero me ha llegado el análisis que otros han hecho de él y, sobre todo, he escuchado la intransigencia de Iglesias, sus condiciones casi casi insalvables y, lo siento, he llegado a la conclusión de que la propuesta es el resultado de una de esas tormentas de ideas, en las que se sabe de sobra a dónde se quiere llegar y lo que se hace es vestir el muñeco para la fiesta a la que se le quiere llevar. Una tormenta de ideas en la que, al encargado por el rey, que es como decir por el Estado, de formar gobierno únicamente se le reserva el papel, valga la redundancia, de "reina madre", quedándose para sí la parte del león del Gobierno.
La propuesta es inaceptable por el candidato, pero, además y por si no lo fuese, la hace inaceptable para su partido, plagado de barones deseosos de verle fracasar, lo que me lleva a pensar que lo que en realidad pretende Iglesias es ir a unas nuevas elecciones en las que, según las encuestas, superaría a su hipotético socio. Sin embargo, creo que Iglesias se equivoca, porque le costaría explicar por qué ha desperdiciado esta oportunidad de lograr un gobierno para España, si no de izquierda revolucionaria, sí de progreso. 
De ahí, mi pregunta. Está claro que podemos, pero ¿queremos?

lunes, 15 de febrero de 2016

EL JUEZ, LOS GUARDIAS Y LA BRUJA


Ha sido como en los ya famosos títeres de "La bruja y Don Cristóbal", pero al revés.  Los personajes son prácticamente los mismos en negativo, salvo la monja "robaniños" que, en la historia de la que os hablo, que no es otra que la vida real, hacía lo mismo que en los guiñoles.
En mi historia, la bruja, casada con un conde, vive en un palacio de la capital del reino, hasta el que, en una ocasión, no hace mucho, la persiguieron los guardias después de desobedecerles y derribar en su alocada huida, uno de sus corceles con su carroza. Pero esa escena, con ser vistosa, no es la más sonada de la historia de esta bruja condesa, acostumbrada a los conjuros en inglés y a echar por su boca sapos y culebras, al hablar de sus vecinos. 
A la bruja de que os hablo, le gusta inventar historias en las que ella aparece como una bella princesa, mientras sus enemigos se convierten en feos y peligrosos monstruos fétidos y comunistas. Para ello, gusta de contratar y engatusar a poderosos magos que, con sus rotativas, micrófonos y televisiones, pintaban de colores su mundo, y llenaban de truenos, rayos y centellas el que prometían los otros para los habitantes del reino que quería para sí. Incluso, como la peor de las aprendices de hechicera, se apropió de Telemadrid, la máquina de hacer hechizos del reino, y la puso a su servicio, arruinándola a fuerza de acabar con su magia, que sólo funcionaba con la confianza y credibilidad ante ese pueblo llano que, pese a lo que piensa la bruja, vive no sólo de churros, chotis y mantones.
Pese a todo, hizo y deshizo, quitó y puso, compró y vendió y metió sus manos en las escuelas, los hospitales, se quiso quedar, para sí o para regalarla a sus poderosos amigos, con el agua que beben los vecinos, compró y construyó "palacios" sin sentido, rodeo la capital del reino de autopistas de peaje que no van a ninguna parte y por las que apenas pasan viajeros, desvió trenes que vuelan para que pasasen junto a las fincas de los suyos... y todo, metiendo su mano o dejando que la metan sus amigos a cambio de llenarla de elogios, halago y riquezas, llenando las calles y los paisajes con su retrato, para que los ilusos habitantes del reino llegasen a creer que tanta belleza y tanta riqueza sólo existía gracias a ella.
Pero, como digo, abusar de los conjuros y los encantamientos van restando fuerza a la magia y, si esa magia necesita mucha tramoya para funcionar y muchos tramoyistas que la manejen, malo sería que, antes o después, no surgiese uno de ellos con más escrúpulos o más ambición que los otros, al fin y al cabo, el resultado es el mismo, que, avergonzado o insatisfecho o, dejase al descubierto el tinglado.
Uno de ellos se quejó a la bruja sin que la bruja le hiciese el menor caso, pero siguió quejándose en otros foros y, cuando se descubrió el pastel, la bruja se vanaglorió, todavía lo hace, de haber sido ella la que descorrió la cortina que tapaba tantas miserias.
Fue por entonces cuando contactó con el malo de otro cuento, un villano mafioso, y se inventó una nueva ciudad, un paraíso de luces, riquezas y damas galantes, Eurovegas lo llamó, que traería alegría y riqueza al reino, pero el encantamiento, que otra cosa no era, estaba lleno de malas artes y como vino se esfumó.
Sin embargo, la bruja, que es tan lista como mala, se fue, entre lágrimas y pucheros, para no tener que pasar por el trago de dar la cara ante el fiasco. Se fue, pero para reaparecer en un escenario distinto, el palacio de cuento al que su pedante y egocéntrico compañero y rival había llevado el ayuntamiento, mientras sus ayudantes, uno tras otro, iban cayendo en las mazmorras, donde la soledad y la falta de privilegios sueltan las lenguas. Así que, esta vez, no todos los ciudadanos, ni tan siquiera los que hubiese necesitado para gobernar el ayuntamiento, le dieron su voto, a pesar de que había empleado a conciencia sus malas artes y los "superpoderes" que otorga la corrupción.
Por eso, la cara y el carácter de la bruja se fueron volviendo taciturnos, aunque aún le sobraban las ráfagas de maldad a que tan acostumbrados nos tenía. Y, para ello, razones tenía, porque las bombas de magia blanca, los autos judiciales, los sumarios y los registros, estallaban cada vez más cerca de ella. Tanto, que el jueves, apenas hace cuatro días, un juez bueno, que cuando los jueces  aplican las leyes con justicia lo son, mandó a los guardias buenos, que cuando no se exceden ni van por libre lo son, a investigar en los alrededores de las habitaciones de la bruja mala que, esta sí, lo es y de sobra. Tan cerca han andado el juez y los guardias de este cuento al revés que, ayer, la bruja hizo las maletas y. tratando de aparecer como un hada triste, hizo las maletas y se fue.

viernes, 12 de febrero de 2016

ESPERANZA TRAS LOS VISILLOS


Ayer jueves, Esperanza Aguirre esperaba embolsarse los cinco euros que, contra diez de los suyos, había apostado con una colaboradora a que la delegada de Cultura del Ayuntamiento, Celia Mayer, presentaría su dimisión. Nos enteramos porque, como acostumbra, la presidenta del PP anunció la apuesta como si de un señuelo se tratara para que, entretenidos por el chascarrillo y pendientes del resultado del envite, no prestásemos la atención que merecería su comparecencia de hoy ante la Comisión de Investigación de la Corrupción que en la Asamblea de Madrid investiga los gobiernos de la Comunidad que, durante más de una década, encabezó con los ojos puestos en La Moncloa.
Sin embargo, en lugar de los cinco euros esperados, lo que recibió ayer la condesa fue la visita de la Guardia Civil a la sede de su partido a la búsqueda de pruebas suficientemente indiciadas de que el PP de Madrid, que aún preside, se financiaba ilegalmente.
Resulta que los "guardias" venían al despacho del ex gerente del partido, Beltrán Gutiérrez, uno de los imputados por el uso de las tarjetas "black" de CajaMadrid, asilado en la primera planta de la sede, la que controla, por expreso deseo de Aguirre. Se ve que la Guardia Civil y el juez Velasco no han querido dar ni un minuto a los ultra formateadores y machacadores de discos duros del partido para que borrasen la información contenida en los ordenadores usados por Beltrán Gutiérrez, fuese de quien fuese la propiedad de los mismos, toda una lección de eficacia para el juez que permitió con su falta de diligencia que el PP destruyese varios discos duros con importantes pruebas del caso que lleva el nombre del ex tesorero Luis Bárcenas.
El juez Velasco llegó a la primera planta de Génova 13 tirando del hilo de un cuaderno en el que, con las correspondientes claves, el que fuera mano derecha de la condesa, Francisco Granados, recogía los movimientos de la trama de corrupción investigadla en Operación Púnica, una trama que saqueo las arcas de varios ayuntamientos de la Comunidad de Madrid y que, ahora con ese registro en la sede del partido, propiciado por la colaboración del "arrepentido" Marjaliza, agudiza, si no confirma, las sospechas de que el partido de Esperanza Aguirre se ha financiado con las mordidas y comisiones cobradas a contratistas y constructores.
Precisamente y también ayer uno de esos constructores, Javier López Madrid, miembro del consejo de administración de OHL, la constructora de su suegro Juan Miguel Villar Mir, un tecnócrata metido en política, de la que salió para convertirse en constructor y desde su conglomerado d empresas en asiduo donante del Partido Popular, como, al parecer, queda registrado en el cuaderno de Granados traducido por Marjaliza para el juez.
Yo que doña Esperanza estaría preocupado, que es como parece estar a juzgar por "el careto" que luce últimamente, poco o nada resignada a hacer la oposición a Manuela Carmena, a la que parece odiar tanto como Rajoy odiaba a Zapatero. Lo cierto es que los jueces apuntan cada vez tiran más cerca de ella, porque Beltrán Gutiérrez era algo más que su escudero fiel, porque su papel en el partido, más allá de llevar, y como las llevaba, las cuentas del partido, se había convertido en el consejero áulico de la condesa a la que acompañaba cada vez que tenía que comparecer ante los jueces o la prensa por alguno de sus "marrones".
De modo que al igual que Rita Barberá, la todopoderosa, cínica y descarada ex alcaldesa de Valencia, tanto como lo es ella, se vea condenada, si no a vivir tras las rejas de una prisión, sí tras los visillos al que ha llevado el ostracismo de sus compañeros a doña Rita.

jueves, 11 de febrero de 2016

POR LAS MISMAS



A veces siento vergüenza de haber pertenecido a una profesión que ya no parece ser la mía, una profesión, mejor dicho, un oficio, un hermoso oficio al que la avaricia y los sueños de grandeza de unos pocos han degradado hasta el punto de convertir a quienes lo practican en portavoces acríticos de quienes tienen poder para deformar la verdad o inventar la suya propia, en beneficio de unos intereses, los suyos, no siempre confesables.
Que conste que también me siento orgulloso de esos compañeros y esas empresas gestionadas las más de las veces por compañeros que hacen de la verdad y el servicio, no ya a sus lectores, lo que llevaría a la autocomplacencia, sino el servicio a la sociedad y a los ciudadanos, que no siempre son la misma cosa su razón de ser. Me siento orgulloso de quienes encuentran un cabo de verdad y, contra viento y marea, contra tanta presión y tantos intereses malsanos, tiran de él hasta llevar la luz a los rincones más oscuros de lo que nos rodea y nos ahoga con engaños.
Desde la tarde del viernes tenemos ante nuestros ojos un caso que explica a las mil maravillas eso que os digo. La denuncia, a todas luces desmedida, de un espectáculo cuyo mayor delito fue, no el de ser inapropiado, sino el de haber sido programado inapropiadamente para un horario y un espacio en el que iba a haber presencia infantil, convenientemente amplificada en las páginas determinados medios de comunicación de la caverna o que se comportan como si lo fuesen, llena de exageraciones y de imprecisiones, llevó a que quienes no escarmentamos y aún confiamos en determinadas cabeceras nos formásemos una idea y una opinión equivocadas de lo que había ocurrido en la plaza del distrito de Tetuán.
Todos creímos, aunque, al menos yo, no llegué a comprenderlo, que unos individuos de ideología anarquista habían aprovechado un espectáculo en el que una bruja mataba a un policía, un juez y una monja, para desplegar una pancarta en la que se leía "Gora ETA". Lo siguiente fue enterarme de que el juez Ismael Moreno, doblemente ofendido por la obrita, porque, aunque no sé si es católico, sí sé que gasta con puñetas toga y fue policía, había mandado a la prisión de Soto del Real, incomunicados y sin posibilidad de fianza a los dos titiriteros que le presentaron y que, para ello, se había hecho eco del relato de los hechos y la petición que le presentó el fiscal y no de la declaración que los titiriteros prestaron ante él. Una decisión, la de encarcelarlos tan severamente, que se reserva para los peores delitos y los peores delincuentes y no para unos simples titiriteros que habían cometido su presunto delito a cara descubierta, a plena luz del día y delante de decenas de espectadores, con un contrato del Ayuntamiento de Madrid, un delito que no podían volver a cometer, porque sus títeres también habían sido detenidos con ellos.
Fue sólo a partir del domingo, cuando algunos periodistas, los de oficio, los que tienen más vocación que ambición o avaricia, comenzaron a hacerse preguntas, comenzaron también a atar cabos y a contarnos la verdad que, ellos sí, habían averiguado. Y fue entonces cuando, por las mismas que la prensa "constitucionalista" les había condenado sin pruebas, comenzaron a convertirles en mártires y a pedir su libertad, al tiempo que se limpiaban a sí mismos de culpa y dirigían sus plumas como cuchillos contra el ayuntamiento.
Por las mismas, tres días después de mandarles a la cárcel de Soto y cinco después de privarles de libertad, ordenó su excarcelación bajo condiciones tan rigurosas y contradictorias que uno pensaría que, como los buzos, necesitasen, él, la fiscal y los titiriteros, unos días en una campana de descompresión, para no marearse por lo que habían hecho, el juez y el fiscal, o lo que habían pasado, los titiriteros.
No me conformo con la libertad de los titiriteros, ni siquiera, aunque sean sobreseídos los desmedidos cargos que pesan sobre ellos. Creo que alguien debería, si no pagar, sí pedir perdón por lo que ha pasado. Y lo deben pedir los periodistas que exageraron los hechos y el juez y el fiscal que les creyeron sin investigar y que ahora, por las mismas, les han puesto en libertad o lo han celebrado sin rubor en sus primeras.
Ya sólo me queda, desde aquí, dar las gracias a diario.es y otros medios como él que han luchado por la verdad y a tantos y tantos juristas que han demostrado que no siempre el perro no come perro y no han dudado en criticar, incluso a calificar como "delirio jurídico", la, cuando menos, irresponsable actuación de sus compañeros.

miércoles, 10 de febrero de 2016

SANTA RITA RITA...


Es la encarnación de la zafiedad y el desprecio con el que el PP ha tratado, no sólo a sus adversarios, sino a los ciudadanos, todos, allá donde y cuando ha disfrutado de mayorías absolutas. Mal encarada y soez se ha comportado como si su tiempo no fuese a acabar nunca y, como no podía ser de otro modo, se ha rodeado siempre de personajes de su misma catadura moral y con sus mismos modales.
No hay más que ver a su número dos en el ayuntamiento durante años, Alfonso Grau, el de aquel "porque no me da la gana", hoy abandonado a su suerte en medio del caso Noos, mientras su "jefa" se esconde tras los visillos de su casa de Valencia a costa de los impuestos de todos los españoles.
Esta señora que, como su colega de Alicante, pasó del periodismo a la política llevaba veinticinco años en el cargo hasta que su partido, flotando en corrupción y despilfarro, se dio una "hostia", como ella misma calificó los resultados, en las últimas municipales. Fue la hostia que propició la llegada al gobierno del Ayuntamiento de Valencia de una oposición renovada y fuerte, capaz, esta vez sí, de unir sus fuerzas para desalojar a quienes durante un cuarto de siglo habían convertido la ciudad de Valencia en un "negociete" del que durante años ha salido una parte importante de la financiación de la maquinaria que ha llevado al Partido Popular a ganar una y otra vez las elecciones.
Se dieron la gran hostia y, como se temían quienes consideraban ese ayuntamiento como una empresa nacional, la llegada de aire fresco a sus despachos ha abierto de par en par, armarios, cajones y la conciencia de más de un funcionario, cansado ya de ver oír y callar ante tanto desprecio a lo que era y es de todos los valencianos. Por eso, la señora cargada de pulseras y collares que llevaba veinticinco años pisando las alfombras de la alcaldía, no tardó ni un segundo en salir del edificio que esconde ese pasado inconfesable, ya judicializado, por el que durante tanto tiempo campó a sus anchas.
Pero Doña Rita, que, como el resto de la dirección de su partido en Valencia, tanto había hecho para que Aznar y Rajoy se afianzasen en los despachos de la sede de la calle Génova no podía marcharse a su piso sin más, a mirar la calle tras los visillos, y tampoco podía permanecer como simple concejal en el ayuntamiento, para que le sacasen los colores, y los papeles, un pleno detrás de otro pleno, hasta el aburrimiento. Por eso "el séptimo de caballería" del PP acudió rápidamente al rescate.
Y ese rescate consistía, como siempre, en cubrir a la dama en apuros con el manto de cuantos fueros fuese posible. Por eso, en cuanto se constituyeron las cortes valencianas, se le proporcionó el acta de senadora, una especie de salvoconducto que la sacaba de la rueda infernal del cerco judicial, allá en Valencia, para garantizarle que su caso se vería en el Supremo, donde, como diría Winston Churchill, tantos tienen tanto que agradecer a tan pocos. Un fuero, el de la senadora Rita, que quedó doblemente abrochado, al incluirla en la diputación permanente de una cámara que apenas ha pisado, con lo cual, ni la disolución del Senado por la convocatoria de unas nuevas elecciones le privaría de sus privilegios procesales.
Una farsa, esta del fuero, que, no sólo beneficia a tan fallero personaje, sino que protege al partido y a sus dirigentes, que pueden "presumir" de que no hay nada contra Barberá, cuando saben de sobra que el hecho de que la ex alcaldesa no haya sido "tocada" por el juez de Valencia obedece a que, hacerlo, obligaría a enviar todo el asunto investigado y futuras actuaciones al Supremo, con el consiguiente retraso de la causa.
Una postura indefendible, la de los dirigentes del PP, que es en sí misa un insulto a la inteligencia, porque nadie en su sano juicio creería que en un ayuntamiento en el que todos los concejales del partido que gobierna están imputados por blanqueo de dinero negro, el de las mordidas, la alcaldesa está limpia de polvo y paja. Así que ya puede encomendarse la aforada Rita a su santa, patrona de los imposibles, porque mucho me temo que acabará luciendo sus joyas en un banquillo del Supremo y quién sabe si su bolso de Louis Vuitton acabará sirviendo para transportar su ajuar a alguna celda. Y, mientras tanto, en Génova 13, con la boca pequeña le piden que dimita, mientras encienden velas para que no abra la suya y su desagradable voz atruene en algún juzgado para contar los secretos de la "familia" popular.



martes, 9 de febrero de 2016

¡VIVAN LAS REDES!


Hoy que la hermana del rey se sienta en el banquillo en Palma de Mallorca y una gran parte de la sociedad, la más y mejor informada, clama contra el desproporcionado encarcelamiento de dos titiriteros en Madrid, es buen momento para reflexionar a propósito del valor de las redes sociales como vigías y correctoras de la información no siempre verídica y no siempre decente que se nos trata de transmitir o de, dicho a las claras, "colocar".
¿Imagináis qué sería de los titiriteros del carnaval madrileño si sólo nos hubiese llegado la primera versión de los hechos? ¿Creéis que estaría hoy sentada en el banquillo de los acusados Elena de Borbón, hija y hermana de reyes, de no haber actuado las redes y la prensa que se difunde a través de ellas como correctoras de las actuaciones del fiscal, sometido jerárquicamente a las instrucciones de la Fiscalía General del Estado, nombrada por un gobierno al que, como a cualquier otro gobierno, incomoda y cómo cualquier asunto turbio que afecte a la jefatura del Estado?
No hace tanto, comprobamos cómo escándalos parecidos al caso Noos que afectaban a amigos del rey Juan Carlos y quién sabe si al propio rey se silenciaron en su verdadera dimensión haciendo valer esa norma no escrita, vigente durante tanto tiempo en este país, de que el rey era intocable. Hoy, tras haber visto al rey matando feliz elefantes en Botsuana, mientras sus "súbditos" perdían en España el trabajo, la vivienda y la protección que el Estado de Bienestar que, con su esfuerzo, había ayudado a construir, le garantizaba., hoy, insisto, nada es igual, todo ha cambiado. Una inoportuna caída del rey, con su correspondiente daño en la cadera, su traslado casi clandestino a España, aunque imposible sin testigos, salto a las redes. Antes estas cosas se transmitían "boca a boca" y, para cuando adquirían una determinada dimensión, la casa real o quien fuese había tenido tiempo suficiente para pararlas, si no en la calle, sí en los medios. Hoy, por el contrario, para cuando Zarzuela quiso reaccionar, la foto y las peripecias del rey en su cacería en Botsuana ya eran del dominio público y los medios no pudieron ignorarlas sin señalarse.
Por eso, para cuando el caso Palma Arena, el megalómano pabellón deportivo en el que el exministro
de Aznar y presidente Balear Jaume Matas enterró millones y millones de euros de los ciudadanos, con el propósito cumplido de llevarse sin sonrojo parte del botín, la monarquía era ya en España una institución absolutamente desprestigiada y la conexión de los negocios de Matas con el yerno del rey una atractiva senda a explorar jurídica y periodísticamente hablando.
La información y el conocimiento del caso transmitidos a través de las redes han ayudado sin duda a que Cristina de Borbón se siente hoy en el banquillo, del mismo modo que espero que, a no más tardar, los titiriteros encarcelados en Madrid por lo que el ex fiscal y ex magistrado del Supremo Martín Pallín ha calificado de "delirio jurídico" recobren su libertad y puedan dar su versión de unos hechos que los ciudadanos hemos tenido que ir reconstruyendo gracias a las redes, después de que las primeras informaciones, evidentemente de parte, nos hiciesen creer lo que no sólo era increíble, si no que, además, parece no ser cierto, al menos en los términos en que se ha contado.
De no ser por las redes, que desmintieron de inmediato las mentirosas versiones del ayuntamiento de la hoy silenciosa Ana Botella, tampoco estarían hoy sentados en el banquillo de los acusados los presuntos responsables de la muerte de cinco jóvenes en la evitable tragedia del Madrid Arena, Un caso en el que, en su día, no se habló de culpabilidades con la furia con que se está haciendo en el de los titiriteros.
Las redes, tan perniciosas para algunas cosas, cuando su uso es torticero, se convierten en la única forma de rescatar la verdad cuando ésta está en peligro. Por eso hoy me permito parafraseando aquel "¡vivan las cadenas!" con que los españoles recibieron al rey felón Fernando VII a su regreso a España, cargándose y cargándonos de ellas durante casi dos siglos, me permito proclamar ¡Vivan las redes!

lunes, 8 de febrero de 2016

AHORA Y SIEMPRE, LIBERTAD DE EXPRESIÓN


Confieso que, salvo una gratificante visita al "Guernica" de Picasso en el Reina Sofía, mi fin de semana ha transcurrido como el de un ciudadano informativamente pasivo, al que le basta una ráfaga de titulares escritos y leídos a vuelapluma para considerarse informado. Quizá por eso me conforme con el tratamiento mecánico, a base de notas policiales sin contrastar y poco más. Un ciudadano que toma lo que le dan y acaba penando lo que le programan que piense, un ciudadano desinformado que ni siquiera se molestó en ver la gala de entrega de los Goya y se perdió, por tanto, el recuerdo que el siempre valiente Juan Diego Botto dedicó a los titiriteros detenidos en el madrileño barrio de Tetuán y no me planteé que había algo de trágico estrambote en el asunto hasta que, ya en casa, el domingo leí la información de eldiario.es que comenzaba  a poner las cosas en su sitio.
Estamos demasiado acostumbrados y muy mal acostumbrados a aceptar sin crítica informaciones que, por falta de recursos o por falta de interés se elaboran también sin crítica, cuando no con la clara intención de ajustar cuentas con alguien. Estamos cansados de ver como los hay que viven demasiado pendientes de esos medios e informaciones y reaccionan alocadamente, sin meditar las consecuencias de sus actos. con el único fin de ponerse a salvo, pase lo que pase con otros. 
El viernes nos contaron que unos titiriteros habían ahorcado a un juez, matado a un policía y violado a una monja, para después sacar una pancarta de apoyo a ETA y, aunque desconcertados por la osadía de los titiriteros, de ser cierto lo que nos contaron que hicieron, les creímos. Mal hecho, muy mal hecho, porque para contar las cosas, el que las cuenta tiene que esforzarse en entenderlas y en atar bien todos y cada uno de sus extremos y, por desgracia eso no siempre es así.
Los guiñoles son, por definición violentos y, de hecho, se les conoce como "títeres de cachiporra". Una violencia que es consustancial al género, en el que brujas, dragones, ogros, ricachones, guardias abusones y madrastras acaban llevándose su ración de cachiporrazos. Una violencia que no es, ni mucho menos, mayor de la que a cada minuto vomitan los televisores, pero una violencia que suele ir acompañada de moraleja, una violencia, de los guiñoles, con la que han crecido nuestros padres y de la que hemos sido espectadores muchos de nosotros.
Una vez aclaradas las circunstancias de la representación, una vez explicado que lo que pretendía la farsa era criticar a quienes "fabrican pruebas" cintra quienes se oponen al sistema, una vez aclarado que ese extraño "Gora Alka ETA" no era más que una manera de dejar en evidencia la zafiedad de los falsificadores de pruebas, queda claro que la obra es en sí misma un éxito, puesto que la realidad se está encargando, a su manera, de confirmar las tesis del espectáculo.
Si la bruja o sus adversarios, que todo es opinable, eran los malos en el guiñol, en la realidad los malos son la concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid que, después de destituir a quienes programaron la obra en las fiestas de Carnaval, trató de apagar el incendio con gasolina, al denunciar a los titiriteros ante el juez, que los llevó  a la Audiencia Nacional, desde donde el implacable juez Ismael Moreno -ex policía, por cierto- los envió a prisión incondicional, algo que resulta un agravio comparativo respecto a casos, no ya de corrupción o de violencia, sino con opinadores ilustres que, desde tribunas mucho más amplias, incitan casi a diario a la violencia.
Mal vamos en este país, si se vuelve a mandar a la cárcel a la gente sólo por delitos de opinión. No puedo sino rememorar aquellos años de la primera transición en que el hoy "civilizado" Boadella fue a prisión por criticar a la justicia franquista en "La Torna". Recuerdo que aquella barbaridad jurídica se convirtió en una causa internacional y recuerdo aquella pegatina que durante años llevé en mi casco de motorista reivindicando el mayor bien que tenemos los ciudadanos, la libertad para que nos cuenten y podamos contar la realidad o la visión que de ella tenemos. Cuando falta esa pieza, todo el sistema de libertades se desmorona y hay muchas formas de ir contra ella y una de las más eficaces es la de contra verdades a medias.

viernes, 5 de febrero de 2016

MI DILEMA CON LA IZQUIERDA


Con los resultados de la encuesta del CIS en la mano, una absurda encuesta, realizada a unos pocos días de esa gran e incontestable encuesta que son las elecciones, me asombra que la derecha no se hunda o que, al menos, el voto del PP se trasvase a Albert Rivera y sus vetos, que, al fin y al cabo, es el mismo PP, o peor, pero sin corrupción o corruptos todavía.
Pero no es eso lo único que me asombra. Me asombra también, y sobre todo, que Alberto Garzón, el líder de IU y candidato de la Unidad Popular sea el político mejor valorado por los encuestados y que haya quedado a sólo dos décimas del aprobado, algo que tiene mucho mérito, estando como está al frente de una coalición que tomó en ruinas y arruinada, más, si se tiene en cuenta que Alberto Garzón fue "fumigado" de los debates televisivos, con el vergonzante y silencioso asentimiento de quienes se atribuyen la representación de la izquierda.
Los españoles somos a veces, demasiadas, rojos "de boquilla", que nos asustamos ante la posibilidad de que esa izquierda que defendemos en tertulias de barra de bar y conversaciones, se materialice y que se imponga la redistribución de la riqueza y la justicia social, porque todos consideramos que lo nuestro es nuestro y que lo que hay que repartir es lo de los demás. Han sido y son demasiados años de adoctrinamiento televisivo, de imposición de demasiados modelos estereotipados y basados en que, para triunfar hay que tener cuanto más mejor, como para pensar en impuestos y obligaciones.
Por eso hemos votado durante tanto tiempo al PSOE, porque pensábamos que daba la de cal y la de arena que necesitábamos para tranquilizar nuestra conciencia. El partido socialista era para muchos de nosotros como el tabaco bajo en nicotina o la coca cola light, que nos permitían seguir fumando o bebiendo refrescos, sin castigar nuestros pulmones o engordar. Sin embargo, de sobra sabemos que una y otra cosa no hacen sino disparar el consumo y agravar sus consecuencias, algo parecido a lo que nos ha ocurrido a quienes votábamos al partido de González o Zapatero, que, con la crisis, nos hemos despertado más sorprendidos, deprimidos y cabreados que el resto.
Yo, por ejemplo, hace ya tiempo que no considero al PSOE como partido de izquierdas. No porque se haya evidenciado que carece de democracia interna, una utopía que no se materializa en ningún otro partido, tampoco porque compadrease con la gran empresa o porque se haya doblegado al poder de la iglesia católica, especialmente en materia económica o educativa, no. Lo que me ha puesto para siempre lejos de sus siglas ha sido comprobar cómo ha dado la espalda a los más perjudicados por la crisis y como ha sido incapaz de defender el trabajo como un bien social cuya creación no debe quedar sólo en manos de los empresarios. De modo que, para mí, que vivo y voto en un territorio tan duro como Madrid, las opciones a la izquierda han quedado reducidas a Podemos e Izquierda Unida - Unidad Popular.
Y es en ese estrecho territorio donde me divido entre una organización llena de posibilidades y de impulso positivo, como la surgida del 15-M, cuyo líder, y lo he dicho y escrito muchas veces, no me gusta un pelo y otra, con demasiado pasado y no siempre bueno a sus espaldas, que tiene al frente a ese líder brillante y convincente, al que apenas cuesta seguir y creer, del que difícilmente podemos pensar que esconde segundas intenciones, como me ocurra con el histriónico Pablo Iglesias. Debe ser un dilema generacional, no porque me asuste la juventud de sus dirigentes, de edades parecidas, sino porque, aunque se exprese con la rotundidad mitinera de Iglesias, el mensaje de Iglesias me parece tremendista y balbuceante, frente al decir tranquilo y firme de Alberto Garzón. Quizá por eso Pablo Iglesias, aunque utilizó a Izquierda Unida como excusa, no quiso compartir lista con Garzón. 
Por eso me duele que la gente sea capaz de reconocer las virtudes del malagueño y, sin embargo, le niegue su voto. Como dijo ayer Garzón al ser preguntado por su reconocimiento personal en la encuesta del CIS, parafraseando a Anguita y Suárez, preferiría que le quisiésemos menos y le votásemos más.
Ese es, en resumen, mi dilema con la izquierda ¿os imagináis cual sería ahora el panorama si IU-UP hubiese obtenido más escaños? Cuánto me hubiese gustado votar a Garzón y lo que representa con la gente de Podemos. Posiblemente, ahora estaríamos hablando de otra cosa.

jueves, 4 de febrero de 2016

CAPILARIDAD


Quién no recuerda de sus tiempos del colegio, ya en o la facultad, la mágica sorpresa del fenómeno de la capilaridad, ese juego de presiones que hace que los líquidos asciendan dentro de los tubos de pequeña sección, ese milagro que hace que, por ejemplo, la sangre llegue a todos y cada uno de los rincones de nuestro cuerpo llevando el alimento vital hasta todos y cada uno de nuestros cabellos, de los que toma el nombre el fenómeno.
También recordamos, a mí me pasa, aquellas lecciones de biología, en mi caso, a primera hora de la tarde, en plena sobremesa, cuando lo lógico era estar echando la siesta, perdido en medio del sopor en las páginas del Salustio Alvarado, buceando en el mecanismo por el que los vegetales, especialmente los árboles, toman su alimentos, los nutrientes que necesitan de las sales disueltas en el suelo a través de las raíces desde donde, por capilaridad, ascienden silenciosa y quedamente hasta las ramas y las hojas, donde la luz del sol y el anhídrido carbónico presente en el aire se transforman en vida que da vida, convirtiendo eso, minerales, agua y un gas, en alimento para la propia planta y para los animales que se alimentan de ella.
Sólo cuando se rompe una de esas ramas, cuando se corta una flor o una hoja, se nos hace evidente el milagro, cuando somos conscientes de los jugos que ascienden desde el suelo a la copa del árbol, a las yemas, las hojas o las flores. Y eso es precisamente lo que acaban de hacer la Guardia Civil y un juzgado de Valencia, cortar una de las ramas del PP, la del ayuntamiento y la diputación de Valencia para que podemos ver, para que seamos conscientes, del mecanismo por el que el PP, el partido que, con Rajoy al frente, ha gobernado España estos cuatro últimos años y otros siete con Aznar, se hacía más fuerte que el resto, convirtiéndose en una máquina de ganar elecciones... por capilaridad.
Por capilaridad, las raíces extendidas como tentáculos en muchos ayuntamientos se hacían con parte del alimento disuelto en los presupuestos que aprobaban y administraban. Por capilaridad esa savia ascendía de la concejalía, el ayuntamiento o la diputación correspondientes hasta el tronco del partido y sus diferentes romas. Por capilaridad llegaba a las sedes provinciales, a las regionales y a la sede nacional, hermosa y llamativa como la flor de la sedienta hortensia que en realidad no es flor, de la calle Génova.
Una capilaridad que, ya se ha probado y se sigue probando, alimenta los órganos reproductores del partido, sus aparatos electorales, permitiéndoles pagar mítines imposibles como los de la plaza de toros de Valencia que tanto gustaban a Aznar y Rajoy, quienes, siempre que podían, revoloteaban por el jardín valenciano, tan vistoso y productivo él. Vistoso, por cierto, desde finales de los noventa, en que personajes como Eduardo Zaplana, entonces alcalde de Benidorm, y unos cuantos personajes más del partido popular valenciano y nacional hablaban telefónicamente a calzón quitado y con claves tan simples que eran fácilmente deducibles, de las mordidas que en nombre del partido cobraban a las constructoras que contrataban en sus ayuntamientos.
El asunto se descubrió porque, por casualidad, una grabación de esas conversaciones cayó en manos de un juez de instrucción, Luis Manglano, que investigaba un caso de narcotráfico en el que estaba involucrado el hermano de un concejal del ayuntamiento de Valencia. Al final, pese a todas esas evidencias, la savia recogida del suelo valenciano sirvió para pagar al costoso equipo jurídico que, en nombre del PP, levantó el tinglado jurídico que permitió anular como prueba las cintas en las que se evidenciaba hace ya casi treinta años lo que parecía una importante fuente de financiación del PP.
Aquella savia sirvió también para ahogar en cuanto les fue posible la carrera de Luis Manglano y, para ello, desplegaron periódicos, semanarios y radios afines desde los que se "machacó" vilmente el honor y la carrera de un hombre justo y discreto, al que me toco conocer por aquellas fechas y por este asunto.
Treinta años perdidos, treinta años de retraso en acabar con esta capilaridad que alimenta desde las raíces al PP, que paga los mítines, los sobresueldos y los despachos del partido, treinta años en los que, como las de algunas plantas arruinan el suelo donde crecen, arruinó el suelo valenciano y por muchos años.
Ahora sólo espero que el herbicida de la justicia que acaba de aplicarse al PP valenciano llegue, también por capilaridad, a todos y cada uno de los despachos de la Génova 13, dejando en barbecho hasta su regeneración el campo que con tanta codicia han agostado.

miércoles, 3 de febrero de 2016

¡MANOS A LA OBRA!


Ya está. El candidato que dijo en la cara de Rajoy lo que pensamos la mayoría de españoles: que no es decente, ha sido el designado por el jefe del Estado para intentar formar gobierno cuarenta y tres días después de conocerse el resultado de las elecciones y tras concluir la segunda ronda de contactos con los líderes de los partidos con representación en este complejo Congreso que, entre todos, hemos parido.
Es la primera vez, en treinta y siete años de democracia, que el encargo de formar gobierno se hace al segundo partido más votado y no al primero. O, mejor dicho, es la primera vez que, ante la pasividad reiterada de quien debería haber asumido la responsabilidad de afrontar el reto, Mariano Rajoy como líder de la lista más votada, se hace el encargo a su inmediato seguidor. La tarea que ha recaído sobre las espaldas de Pedro Sánchez es muy difícil, pero no imposible y, por supuesto, tiene que intentarlo.
Para creer que es posible, basta con mirar atrás y recordar lo que se viene diciendo desde hace casi dos años, para comprobar que lo que tienen en común Sánchez y sus socios, lo que tantas veces han dicho y han dejado por escrito es su convencimiento de que la solución de los grandes problemas de este país, problemas como el paro, la corrupción y la política austeridad que ha convertido a España, por detrás de Letonia, en el segundo país más desigual de Europa, pasa por la salida del gobierno de Rajoy y su partido. Y está claro que, si realmente eran sinceros y lo pretenden, basta con acordar las líneas maestras de las reformas precisas para conseguirlo y ponerse a trabajar desde dentro o fuera del gobierno.
Es posible, pero va a ser muy difícil, porque, teniendo, salvo el PP, esa característica en común, son demasiadas, si no las diferencias, sí las barreras que unos y otros han levantado entre sí. Lamentable, porque no parecen darse cuenta de que, tanto como el "pasteleo" que, sin duda, hubo entre PSOE y PP a lo largo de tantos años, los ciudadanos odian la imposibilidad de alcanzar un acuerdo ahora que es posible. Qué no se les olvide, porque no se lo perdonarían. Espero que Sánchez se deje la piel en el intento y que, tanto Iglesias como Rivera, opten por la generosidad frente a la tentación de sacar ventaja en unas hipotéticas nuevas elecciones.
Qué tengan presente, especialmente los partidos "de orden" lo ocurrido en Grecia, donde el fracaso de unos y otros a la hora de formar gobierno llevó al triunfo de Syriza, la izquierda "radical", refrendado dos veces en las urnas. Y es que, cuando la realidad es dura y tenaz, y la española lo es y mucho, de poco o nada sirve maquillarla en las televisiones o en los periódicos. Basta con ver la cara de quienes llevan años buscando trabajo y no lo encuentran cuando les preguntan sobre la recuperación o sobre la creación de empleo que tanto cacarea el gobierno, ahora en funciones.
Ha llegado la hora de pensar en el país. Y el país es mucho más que las casas del pueblo, los círculos o los hoteles en los que se suele reunir Rivera con sus seguidores. El país va mucho más allá de lo que escriben o comentan las plumas y las voces "amigas" en los periódicos, los blogs, las televisiones o las radios. El país, con sus virtudes y defectos, con sus problemas y sus ilusiones, se merece que lo intenten, se merece que lo saquen de este profundo barranco en el que el PP nos ha metido. Lo que la gente desea es que unos y otros, cuantos más mejor, pensando en todos, no sólo en los privilegiados, se pongan a trabajar de una vez para eso que llaman el bien común y que tan a menudo olvidan. Así que ¡manos a la obra!

martes, 2 de febrero de 2016

¿CAMALEÓN O SEPIA?


Si, en el mar, el rey del camuflaje y la paciencia es la sepia, y, en la tierra, lo es el camaleón, en la política española, lo es este gallego que. por no definirse, ni siquiera lo hace respecto a su origen, porque, nacido en Santiago, donde además estudió derecho, se dice de Pontevedra, donde su padre, al que ahora acoge en La Moncloa, presidió la audiencia provincial.
Aun así, Rajoy, que se afilió siendo casi un pipiolo a Alianza Popular, guarda, por si acaso, un pasado republicano en la recámara, el de su abuelo Enrique, catedrático y redactor del Estatuto de Autonomía de Galicia en 1932, y apartado por ello de la docencia hasta los cincuenta, más o menos cuando nació su nieto Mariano en la entonces capital universitaria gallega.
En la política remunerada desde los primeros ochenta, en estas tres décadas y media, ha tenido, si no la habilidad para quedar al margen de las grandes tormentas y conspiraciones que se han vivido en su partido desde que lo fundó Fraga como AP, sí el arte suficiente como para salir siempre a flote y cada vez más arriba cuando amainaba, convencido de que siempre acaba por amainar.
Quizá por ello, o quizá por la existencia de algún gen especial en su organismo, Rajoy ha aprendido y no sólo eso, sino que ha hecho de ello su principal característica, a quedarse quieto y desaparecer en el paisaje, adoptando sus colores y sus formas, como el camaleón o la sepia, hasta que cree llegado el momento de lanzar su lengua, su tentáculo o lo que sea sobre la presa elegida, siempre más pequeña que él, no vaya a ser que se revuelva, porque lo importante es sobrevivir.
En esas está ahora Rajoy, quietecito en su rincón, con la agenda muy libre, leyendo el MARCA y fumando puros, probablemente viendo partidos atrasados de "su" Madrid, probablemente optimista y más preocupado por la marcha del equipo que por la del país. En esas está, esperando a que quienes han dicho por activa y por pasiva que no quieren nada con él, se destrocen ente ellos o se cansen, para lanzarles su lengua o su tentáculo y hacerse con ellos.
Rajoy ha preferido permanecer semienterrado en la arena del tiempo, camuflado en la hojarasca del ruido mediático, esperando, observando, aguantando la respiración, sin mover un pelo, al margen de todo, hasta que llegue la ocasión propicia para lanzar su ataque. A Rajoy no le importa el importante cabreo que se extiende entre la ciudadanía, consciente de que Podemos ha dicho demasiadas cosas, se ha cargado de hipotecas innegociables, el PSOE de Pedro Sánchez vive consumido por su runrún interno y Ciudadanos está a punto de caer como fruta madura del árbol de su intransigente rectitud.
Pero, además, Rajoy sabe de sobra de que, si el escenario se agita por la tormenta de unas nuevas elecciones, él, camaleón o sepia, saldrá otra vez a flote, como siempre, mientras los ciudadanos, pececillos o insectos que llenan de vida océanos y frondas se ahogan o se aturden en la abstención.
Y es que algo quedará siempre para el camaleón o la sepia.