viernes, 31 de octubre de 2014

QUIÉN NO HA COMETIDO UN ERROR



Mariano Rajoy, el presidente que en apenas tres años ha acabado sentado sobre un hormiguero del que, un día sí y otro también, salen las guerreras con un nuevo caso de corrupción a cuestas, a morder sus encallecidas posaderas. Y todo con ese rostro patético, esa mirada huidiza y asustada en la que, a veces, pero sólo a veces, asoma la ira, pero casi siempre igual, para habar siempre con tautologías y frases vacías y llenas de ambigüedades que son como esos torres con las que hoy juegan los hipsters y gafipasta, sacándoles con cuidado las piezas, las palabras justas, para que puedan mantenerse en pie sin decir nada.
Esa es sólo parte de la técnica, porque la complementa con un alambicado ejercicio de dilución de responsabilidades, sumergiendo las suyas y las de sus compañeros, los errores propios y ajenos, en ese socorrido concepto de culpa, tan querido por la iglesia católica, que equipara una sisa en la cuenta del supermercado para un capricho con el desfalco en las arcas de un ayuntamiento o el obsceno saqueo de Bankia. Una hábil manera de equiparar las corruptelas de su partido con las andanzas de cualquier raterillo callejero.
No sé si es el propio Rajoy quien lo hace o Pedro Arriola, ese brujo ya caduco, famoso por su tino a la hora de leer encuestas, que lleva meses sin olerse la tostada incapaz de ver cómo la crisis, los que dicen inevitables recortes, el paro y la escandalosa corrupción que afecta a su partido se llevan los votos de PP como el viento de un temporal se lleva la arena de la playa para arrastrarla al fondo del mar o para, en el caso de la otra pata del bipartidismo, depositarla, con suerte, en la duna de Podemos u otras formas alternativas.
Rajoy pretende revolverlo todo para aparecer como víctima y no como culpable, para hacernos creer que, pobrecito él, ha sido engañado por toda esa gente que ha venido aprovechándose de esos puestos a los que él mismo les promovió. Y yo no estoy dispuesto a consentirlo, no. Porque Rajoy lleva toda la vida en el PP y lleva toda la vida ejerciendo el poder en él, por lo cual no valen excusas y tampoco valen las culpas diferidas, trasladadas al partido de los tiempos de Aznar, como se intenta transferir otras culpas a la herencia socialista.
Y es que Rajoy no sólo fue un hombre de confianza de Aznar, ministro en todos sus gobiernos, sino que fue, además, su delfín. Y, por si fuera poco, se responsabilizó de más de una de sus campañas electorales, con lo que debe suponérsele, cuando menos, un cierto conocimiento del entramado del partido, por lo que no le creo cuando dice haberse sorprendido por el trilero que siempre ha sido Francisco Granados. Así que mejor que no venga ahora haciéndose de nuevas y pretendiendo que se ha equivocado y que todo el mundo se ha equivocado alguna vez. 
Yo, se lo aseguro, señor Rajoy, no me he equivocado tanto ni tan gravemente como usted, a pesar de que sólo parece admitirlo cuando hay fotos, procesamientos y sentencias de por medio. Pese a todo, le concedo señor Rajoy, que sí, yo también me he equivocado, lo admito. Lo he hecho cuando, cada cuatro años, me he acercado a las urnas y he depositado mi confianza en un partido, no el suyo, que no la merecía.


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jueves, 30 de octubre de 2014

ELLOS SON GRANADOS



Si hay algo que el PP ha cuidado como ningún otro partido, tal cosa es su política de comunicación, un campo en el que Génova siempre ha impuesto esa férrea disciplina que a muchos nos hubiese gustado que impusiese en las cuentas, públicas o del partido, que han estado en sus manos. Por eso me asombra y me indigna el desapego mostrado hacia Francisco Granados, quien, durante mucho tiempo, ha sido la voz más activa del PP en los medios de comunicación, al menos en Madrid, en tertulias radiofónicas o televisivas, Una actividad en la que ha dejado todo un historial de opiniones ante las cuales se hiela hoy la sangre de la gente decente. Por eso, porque el PP sujeta desde primera hora de la mañana la lengua de sus militantes, con ese argumentario que les dejan todos los días en el correo electrónico, no me cabe en la cabeza que este señor haya sido un cuerpo extraño, un grano que acaba de salirle en el culo al PP.
Con su aspecto de hortera de discoteca, siempre moreno, en invierno y en verano, con ese lenguaje chabacano y tabernario, pese a que anteponía siempre a cada nombre el tratamiento de don, con sus respuestas nada reflexivas se convirtió en la estrella de los medios hasta que apareció a su nombre aquella maldita cuenta en Suiza, el hilo que ha llevado a la sucia madeja de la "Operación Púnica". De su boca salieron, por ejemplo y no hace tanto, condenas a los corruptos "que se lo llevan crudo" o aquel comentario "soltado" en la radio, en el que recomendaba al vecino de la sierra pobre de Madrid que había hecho pública una carta en la que se quejaba de que la eliminación a consecuencia de los recortes de uno de los helicópteros de emergencias sanitarias ponía en riesgo la vida de su hija que, enferma, sufría crisis que requerían de un rápido traslado al hospital situado a decenas de kilómetros.
Granados, que por entonces, no tengo la más mínima duda, ya se lo estaba llevando crudo, no dudó en aconsejarle, poco menos que en tono de regañina, que se fuese a vivir a otra parte. Y nadie le dijo nada. Ni el conductor del programa ni, creo recordar, su chistoso oponente del partido socialista.
Quiero decir con ello que Francisco Granados no era un cualquiera, ni siquiera un "verso suelto" en el largo poema “opinativo” del PP. Contaba con el beneplácito de las altas instancias del partido y, en más de una ocasión, hizo el trabajo sucio que otros dirigentes populares, poco dados a mancharse en el barro de las polémicas. Era, estaba claro, un hombre de Génova que, defenestrado de la Comunidad de Madrid a consecuencia de su pelea con el hoy presidente Ignacio González, fue recuperado para el Senado y estos menesteres del show business, para los que siempre estuvo dispuesto.
Nos cuentan que esta trama en la que han "pillado" ahora a Granados perseguía el lucro personal de sus integrantes. Y, sí, me permito dudarlo. No sólo porque ahora vayan saliendo a la luz otros flecos que alcanzan al ayuntamiento y al gobierno regional de Madrid, sino porque, en caso de que así fuese, no sería más que una "privatización" de alguna que otra trama anterior, al servicio del partido, dormida cuando saltaron las alarmas con el destape de la trama Gürtel.,
No cabe duda de que es un asunto de gotas que colman vasos ni de que en Génova empiezan a ver con pavor como la gente ha dejado de callarse -no hay más que ver la cantidad de "soplos" que está recibiendo la Guardia Civil de funcionarios y ciudadanos de a pie sobre contrataciones sospechosas hechas por las más diversas administraciones públicas- y está recuperando la confianza en su fuerza t en la de sus votos canalizados en una candidatura progresista. Hoy se dice, por ejemplo, que en la encuesta que está a punto de publicar el CIS, podemos es ya la segunda fuerza y, en intención directa de voto, se acerca peligrosamente al PP.
Quizá, de ahí, el cambio de estrategia, esa moda de pedir perdón y renegar de los caídos en un intento desesperado y nada sincero de ponerse a salvo. Pero, no lo olvidéis, Granados nunca fue por libre y, si ahora su inmoralidad se les hace aparentemente, sólo aparentemente, insoportable, hace sólo cinco minutos no era así, porque ellos han sido y son Granados.


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miércoles, 29 de octubre de 2014

GENERACIÓN AZNAR


Las lágrimas de cocodrilo con las que ayer regó el salón de plenos del Senado Mariano Rajoy, apenas cuarenta y ocho horas después de afirmar que la cosa, el alien que ensucia t corrompe la vida pública española, era asunto de unos pocos y no de los cuarenta y seis millones de españoles, no han surtido el efecto deseado, entre otras cosas porque, casi al tiempo en que lo decía, Cáritas anunciaba con los datos de su prestigioso informe que casi doce millones de esos españoles aludidos vive por debajo del umbral de la pobreza y cerca de treinta millones están en riesgo de perder alguno de esos derechos fundamentales que le garantizaría la Constitución.
El bochornoso episodio de ayer, es el último, por el momento, de una historia que comienza hace más de quince años y viene forzado por el enorme sarpullido provocado conocer el alcance de la llamada "Operación Púnica", en la que más medio centenar de cargos municipales, desde técnicos a alcaldes, un alto cargo de la Comunidad de Madrid y varios empresarios fueron detenidos por haber amañado contratos públicos a cambio de comisiones que, esta vez, en lugar de ir a las arcas de sus respectivos partidos, acababan en los bolsillos o en las cuentas corrientes de los implicados.
Resulta insólito que en menos de veinticuatro horas dos duros de la política, dos duros del PP, hayan pedido perdón públicamente y aparentemente, sólo aparentemente, "motu proprio", porque lo cierto es que en las plazas de los pueblos afectados la indignación ya se estaba manifestando y también se estaban removiendo los cimientos de la reformada en negro sede nacional del partido.
La verdad es que la actitud mantenida hasta ahora por Aguirre y Rajoy, la de negarlo todo, ignorarlo todo, a la espera de que los escándalos se olviden y el temporal escampe que quizá sirvió en otros tiempos ya no sirve, porque llueve constantemente y llueve demasiado. Tanto, que en los telediarios apenas se informa de otra cosa que corrupción y las fachadas de los juzgados o las cárceles se han convertido en el paisaje más habitual de los políticos y los insultos de la gente indignada que lo ha perdido casi todo, para que estos sinvergüenzas conduzcan coches de lujo, forren sus muñecas de oro o de exclusivo acero, se han convertido en la banda sonora de sus apariciones.
Tampoco sirve, en tiempos de teléfonos armados de cámara y con conexión a internet, negarlo todo, porque cada camarero, cada curiosos, cada fan se convierte en detective o periodista, llenando la red en minutos de testimonios de aquello que se quiere negar, como le ha ocurrido a la pizpireta Aguirre que, con su desparpajo habitual, pretendió dejar fijada su versión, la que más le convenía, como la verdad, hasta ver inundada la red de besos, abrazos y arrumacos con todos esos alcaldes corruptos a los que ahora niega. Eso, o reivindicar, como hizo ayer tan inmoral personaje, la condesa en fuga, la sangre de los militantes del PP víctimas del terrorismo. Actitudes vomitivas, ambas, que definen a la perfección al personaje.
Qué distinta esta España repleta de ciudadanos indignados, arruinados y cabreados de aquella otra que, según José María Aznar, ese mito barrenado por la carcoma de su propia obra que puso, con  su ley del suelo de 1998, la primer piedra para la corrupción a gran escala que nos ha traído a donde ahora estamos, porque aquella ley que abrió las puertas al campo, convirtió, de la noche a la mañana en urbanizable todo el suelo que no gozase de una especial protección, transformando la vida y las fuentes de ingresos y los recursos de los pueblos, que cambiaron naranjales o campos de cereal por chalés, apartamentos y bloques de viviendas y que transformaron a simples agricultores o poceros en constructores asiduos de los despachos y palacios de la política, tanto como de los de la banca.
Y llegaron los regalos, los donativos para las campañas electorales, cada vez más caras y sofisticadas y llegaron los chales de las mil y una noches, cuanto más horteras, mejor. Llegaron los coches de lujo, los vinos exclusivos, los viajes, los safaris, lo yates y las fiestas con prostitutas de lujo. Llego el lujo y, con él, por qué no decirlo, la cocaína y el viagra. Y este país de personajes calvos, ceñudos y cejijuntos, se llenó de adonis de tez morena y pelo aplastado por la brillantina o ensortijado por las modernas permanentes, Y alguien cayo en la cuenta de que, si se podía pedir en nombre del partido, por qué no hacerlo a título personal, si, al fin y al cabo, son ellos los que toman las decisiones y se juegan el prestigio y la cárcel.
Y así, lo que en la cabeza de Aznar y sus colaboradores pretendía ser un sistema de financiación para los ayuntamientos que liberase a la hacienda del estado de la carga de muchos servicios, se convirtió en una verdadera casa de putas en la que todos querían bailar con la más guapa, mientras la fiesta la fiesta la pagaban otros,
Pero la burbuja se pinchó, todo se fue al carajo, menos los vicios, que quedaron. Y, una vez más, los cerebros del PP se han equivocado, porque el lunes pensaron que una red corrupta y transversal como la destapada en la "Operación púnica" les serviría de coartada y desviaría la atención ciudadana de su propia financiación ilegal. Lo que pasa es que los personajes y los métodos son los mismos y porque son consecuencia de aquella Ley del Suelo del 98 que hizo creer erróneamente a muchos que España iba bien, cuando lo único que hacía era criar bien alimentada a la generación Aznar.


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martes, 28 de octubre de 2014

ARTE DRAMÁTICO Y MAFIA



Es lista, muy pero que muy lista, la condesa. A diferencia de Mariano Rajoy, capaz de hablar de buen tiempo justo en medio de un ciclón, sabe que hay momentos en los que no se puede mirar a otro lado y tratar de diluir la gravedad de los hechos llamando a las cosas y a las personas, en lugar de hacerlo por su nombre, Esperanza Aguirre sabe poner morritos y quebrar su voz y poner gesto compungido, lo mismo para hablar de su familia y del cáncer en su pecho, mientras niega a las mujeres madrileñas las imprescindibles mamografías preventivas, que para hablar de otro cáncer, el que corroe de corrupción a su partido, limitando si responsabilidad al nombramiento de Francisco Granados y las consecuencias a una dramática, pero simple, petición de perdón.
Doña Esperanza ha hecho como ese niño sorprendido con el morro lleno de mermelada, con una galleta a medio comer en la mano y junto a la caja de las galletas y al tarro de la mermelada, pero sólo admite, aunque pida perdón por ello, haber cogido la galleta. Son ya demasiadas casualidades, demasiada mierda a su alrededor como para no pensar que, por acción o por omisión, tiene algo que ver en el desfalco sistemático de lo que es de los madrileños.
Nadie puede pretender que una señora tan lista como ella haya estado pisando la moqueta de la Gürtel y ganando elecciones desde los carteles y los actos montados por aquella trama que nació en Madrid y pronto se extendió a toda España, sin enterarse de nada, sin tener la más mínima sospecha de que tanto dispendio no podía salir de la caja legal de su partido. Nadie puede pretenderlo, salvo ella que no dudo en convertirse en juez y parte y que, como un ángel exterminador de guardarropía, expulsó del partido a los implicados, aunque tan "de mentirijillas" que conservaron sus escaños y, desde ellos, la disciplina de partido.
Ayer, casi como el rey Juan Carlos, la presidenta del PP madrileño, la que hace y deshace, la que se preocupa de saber "qué tenemos contra" el "hijoputa" de turno a la hora de hacer los nombramientos, dijo haberse equivocado y pidió perdón. Nada dijo o nada se ha destacado, si lo dijo, de que no volverá a ocurrir. Se quedó más corta que aquel rey cazador y eso que al monarca y a la monarquía no dejó de irles mal desde entonces. Pero qué va a decir, si negó conocer a los alcaldes detenidos y, desde que lo dijo, la red se está plagada de fotos en las que aparece recibiendo besos, abrazos y demás cariños de los detenidos.
Pese a que maneja las tablas como nadie y que, camaleónica como es capaz de encarnarse cuando le conviene en verdulera, en amantísima abuela o en niñita de colegio de monjas, esta vez no parece haber contado con que la gente ya está cansada de tanto teatro, sea sainete o drama, porque a la gente ya no le da para llegar a fin de mes y ese tres por ciento que se paga en comisiones a todos esos, del PP y del PSOE, a los que la condesa no conoce, le llena las tripas de gatos y le hace hervir la sangre.
Ya no hay espacio para el desparpajo. Se les ha visto demasiado el culo y ya no caben componendas.
Las corruptelas de ayer, transversales, como se dice ahora, porque, aunque abundan los peperos, hay implicados de otros partidos, si es que lo eran para el lucro personal de los implicados, es la lógica consecuencia de unos tiempos en los que el tres por ciento era, aquí y en Cataluña, un impuesto más, que había que pagar al partido de quien decidía las recalificaciones de terrenos en los tiempos de la burbuja inmobiliaria y en contratas de  servicios ahora que ya nadie pone un ladrillo encima de otro.
Se dice que la función crea al órgano y de aquel hábito de pagar los favores de la administración ha quedado el vicio  de poner la mano y el músculo para ponerla.
Que Granados es un truhan engominado estaba claro. No hay más que seguir los cambios habidos en imagen con el paso del tiempo desde aquel pelo cortado a navaja y aquellos trajes de Cortefiel a los ricitos engominados, los relojes de marca y las gafas de diseño. Y es que a este señor le ha ido muy bien desde que hizo de barrendero para doña Esperanza, borrando en aquella infame comisión los rastros del Tamayazo, aquella marrullería desde la que Aguirre se encaramó al poder en Madrid.
Quizá por eso, a Granados, ese bufón tabernario y chulesco de las tertulias televisivas y radiofónicas, se le dejó una salida más o menos honrosa cuando apareció aquella primera cuenta en Suiza. Pero lo de ayer fue ya demasiado, porque tenía de mafiosa la imagen del partido en Madrid.
Aguirre haría bien en dejar la política, pero en dejarla del todo y de verdad, Y no porque haya perdido sus aptitudes para el arte dramático, que las sigue teniendo, sino porque el público, la gente, está ya harto de tanto teatro. No basta con asumir la responsabilidad por haber dado su confianza a Granados, Rajoy ya lo hizo con Bárcenas y ahí está, impasible y acorralado por sus propias mentiras, mientras todo se derrumba a su alrededor.



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lunes, 27 de octubre de 2014

TEST DE ESTRÉS



Ayer, cuando leí en los digitales que los bancos españoles habían superado el test de estrés al que les había sometido el Banco Central Europeo, tuve la sensación de vivir eso que los cursis llaman "déjà vu" y José Luis Cuerda "flash back" ¿No fue eso mismo lo que se nos dijo, con el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, a la cabeza, cinco minutos antes de que todo se viniera abajo? Dicen que el gato escaldado del agua fría huye y mucho me temo que, después de tantos desengaños, ya no nos fiamos de casi nada, pese al callo que hemos desarrollado en el lomo después de tantos palos, las fanfarrias y el volar de campanas de ayer, perfectamente calculados para hacerse con las primeras y los telediarios de hoy lunes, al común de los mortales, como a mí, le van a dejar cuando menos indiferente.
Era sabido que, al menos en el juego, la banca siempre gana, pero cada vez está más claro que ocurre otro tanto en la vida real, porque, pese a que somos todos los españoles quienes estamos pagando la quiebra a plena luz del día de las cajas y la quiebra con sordina de algunos bancos vividas estos años, vamos a ser los últimos en percibir los beneficios de haberlas superado, si es que realmente las han superado, porque desde que todo se vino abajo y, pese a la enorme inyección de liquidez recibida de nuestros bolsillos, siguen proporcionar el crédito necesario para engrasar la agarrotada maquinaria de la economía española,
Se ayuda a la banca y se ayuda a la gran industria, casi siempre multinacional, a base de sacarnos ese dinero en especies -camas hospitalarias, aulas escolares, ayudas a la dependencia, etc.- dado que para desgracia nos hemos comido o nos han quitado gran parte de nuestros ahorros. Recuerdo, en otro de esos "flash-back" que se nos dijo que, antes que rescatar a los ciudadanos y sus familias, antes que poner a salvo esas pequeñas empresas que son las que realmente mantienen vivo a un país, había que rescatar a la banca, porque era necesaria para eso que, harto de escucharlo, doy por bueno y os acabo de decir: engrasar con su crédito la economía. Pues bien, ahora que, después de muchos sacrificios por parte de la ciudadanía, hemos reconvertido nuestro enfermizo y enclenque sistema de cajas en ese superhéroe capaz de superar cuantas pruebas le echen encima, nos dicen, con el más descarado de los cinismos, que no, que, para que fluya el anisado crédito es preciso que se reactiven la economía y la creación de empleo.
Lo dicho la banca siempre gana. Y más, ahora que hemos puesto nuestros ahorros, el pago de todos nuestros recibos y hasta la lista de la compra mediante sus cómodas tarjetas que, en nuestro caso y para nuestra desgracia, no van a ninguna cuenta de "fallidos" o de errores informáticos, como las de Rato, Blesa y todos sus secuaces. Más, ahora que saben de nosotros y nuestros pasos más de lo que sabemos nosotros mismos. Por eso, de vez en cuando, después de haber recuperado de milagro lo que  te estafaron con el trile de las preferentes, te cabrean preguntándote cada cierto tiempo si quieres mover ese dinero que tienes en tu cuenta u ofrecen a tus padres un carísimo seguro para su entierro, precisamente con la aseguradora a la que Blesa pretendió colgarle el muerto de su fianza.
En fin que la banca sigue viva y muy viva, en el peor de los sentidos, el de la viveza y sigue superando el test de estrés que les impongan, a medida, es verdad. Mientras nosotros, los ciudadanos,  padecemos sin test el estrés que nos causan.


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viernes, 24 de octubre de 2014

POR QUÉ TANTO MIEDO


Ayer, en un reencuentro con viejos amigos y compañeros, hubo tiempo para charlar de muchas cosas y, claro está, también de corrupción y de política. Y, sorprendentemente, hubo más unanimidad en el diagnóstico de la primera que sobre el tratamiento que hay que aplicar a la política para que deje de manifestarse el preocupante síntoma que es la corrupción.
Noté, fundamentalmente, miedo a lo desconocido, pánico a perder el control, a pesar de que nada hay más descontrolado que el sistema de partidos en España, en el que la democracia interna ni siquiera es un objetivo y de que, para nuestra desgracia, se ha demostrado que los partidos políticos españoles, al menos los dos que más tiempo han gobernado en uno u otro ámbito de poder, mantienen soterrada gran parte de su actividad, especialmente la que tiene que ver con su sostenimiento económico.
La verdad es que ese miedo o, mejor, dejémoslo en desconfianza o simple preocupación dirigidas a la incógnita que puede abrir, que de hecho abre, Podemos en el poder o como contrapeso del poder. Ya en casa me di cuenta que gran parte del que durante años había sido voto útil, el apoyo más o menos crítico a partidos que ya comenzaban a dejarnos ver sus miserias, se está convirtiendo en un voto miedoso que prefiere encomendarse a la virgencita y quedarse como está, antes que dar el salto en el vacío que podría llevarle hacia adelante, pero que temen que acabe en catástrofe.
Yo que, como no podía ser de otra forma, también desconfío de las personas y de los, por desgracia  necesarios, liderazgos fuertes, creo haber encontrado la manera de justificar ahora un voto distinto que saque del barro en el que lleva años enfangada nuestra democracia. Y esa justificación, necesaria por otra parte para no caer en la melancolía, la encuentro en la convicción de que, si acabo votando al temido Podemos, no estaré votando exactamente a la anatemizada formación anti casta, sino que lo que estaré haciendo es votar a o con la gente, que vota a Podemos.
Me explico. Si lo hago es porque llevo años, demasiados, dando mi coto, sincero al principio, pero sólo útil en los últimos quince o veinte años, y porque aquel "he entendido el mensaje" del último Felipe González, vencedor por los pelos en las elecciones del 93, no pasó de mero recurso retórico que, inmediatamente, cayó en el olvido. Demasiados años esperando que el PSOE enderezase su camino y volviese a ser aquel partido ilusionante de los ochenta. Pero no. Todo fue en vano y no sólo dilapido la confianza que se le devolvió a zapatero, sino que, como a los viejos maniquíes comenzó a vérseles el relleno de paja bajo las costuras.
Por eso creo que, como a los niños desobedientes emberrinchados, sólo un shock descomunal, como sería un batacazo electoral aun mayor que el último, quizá el que le llevase a quedar como tercera fuerza o a sentir en la nuca el aliento de Podemos o de cualquier coalición que pueda formarse, le puede llevar  repensarse como partido al servicio de los votantes y no como la sociedad anónima que se sirve de los votantes en que se ha convertido.
Creo que esa es la única salida, si no queremos asistir a la lenta y triste desaparición del partido que más ilusionó a este país, sólo comparable a la triste decepción de los españoles. Por eso, a quienes ahora temen un cambio les digo ¿por qué tanto miedo? En cualquier caso, afortunadamente en seo consiste la democracia, detrás estaremos nosotros.



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jueves, 23 de octubre de 2014

MÁS QUE HASTÍO



Si ayer me felicitaba por la buena noticia de la exitosa recuperación de Teresa Romero en manos de sus compañeros del Carlos III, hoy no tengo más remedio que manifestar el enorme asco con que me toca asomarme cada mañana a la hedionda actualidad política que, desde hace ya demasiado tiempo, es una sucesión de actos delictivos que, de política, sólo tiene la actividad, digamos "profesional", de los presuntos delincuentes. Lo miremos por donde lo miremos, aquí o en Cataluña, en la izquierda o en la derecha, encontramos demasiados ventajistas, conseguidores o parásitos que han encontrado en la actividad política su modo de enriquecerse a costa del saqueo de lo que debería ser de todos.
La última de estas noticias, aún viva mientras escribo esto, es el registro ordenado por el juez Pedraz de la Audiencia Nacional del despacho de Oleguer Pujol, el menor delos hijos de Jordi Pujol y Marta Ferrusola y, presuntamente, "tesorero" del botín conseguido por "la familia" en los veintitrés años de saqueo, perdón, quise decir gobierno, del ya nada honorable president Pujol.
El registro de los despachos de Oleguer Pujol en Barcelona y otras ciudades españolas ha sucedido en unas horas al conocimiento de que su hermano Jordi transfirió, cuando ya estaba imputado, casi dos millones y medio de euros desde paraísos fiscales a México, en ese baile de cuentas al que tan dados son los delincuentes económicos para borrar el rastro de sus fechorías, fechorías que poco a poco van conociéndose, pero que, al parecer, se cometieron ante las narices de una sociedad confiada y, lo que es peor, las de una prensa que, salvo excepciones, miraba para otro lado.
Eso en cuanto a Cataluña y referido sólo a una familia ¿o a un partido? pero, por desgracia, extensible a todo el territorio y, por qué no, a todos o casi todos los partidos. Y hablando de partidos, y mucho me temo que únicamente porque es el que más poder ha tenido durante más tiempo, hay que hacer un punto y aparte para abrir un capítulo especial al PP, que ha sido capaz de llevar a la quiebra a más de una comunidad autónoma, mientras sus gestores se llenaban los bolsillos y sus casas, como si de una cenicienta se tratase, pasaban de pisos a palacios y sus coches de utilitarios a "alta gama".
Hoy, por ejemplo, el diario Público analiza uno de los gobiernos de Aznar, el penúltimo, y sobre la foto oficial nos demuestra que el 75% de sus integrantes, uno de cada cuatro, cobraron sobresueldos, están imputados o duermen en la cárcel, todo un récord, triste, muy triste, y más, si caemos en la cuenta de que entre ellos está Mariano Rajoy, que hoy preside el gobierno de España. El gobierno con el que la trama Gürtel ha alcanzado su máxima expresión, el del rescate bancario, el de los recortes, el paro, los empleos de mierda -sí de mierda- los desahucios,  las preferentes y las tarjetas opacas. Y, como sé que me diréis que mucho de esto que enumero viene de antes, de la etapa socialista, me adelanto a daros la razón, porque las aguas negras de las cloacas de la política han llegado a todos los portales y han engorrinado los pasados más honrados.
Es muy triste tener que decirlo, pero no por callarlo va a dejar de ser cierto, Como es triste que las buenas noticias apenas nos llenen de luz unas horas y que las malas se vayan superponiendo unas a otras a la velocidad con que nuestra riqueza pasa a los bolsillos de toda esta gente y de sus bolsillos a paraísos fiscales, desde los que servirá para acosar cuando convenga a nuestra propia economía.
España ya no es el país que un día soñamos, nuestros hijos no tendrán ya el puesto de trabajo y la vida dignos que les soñamos. Porque, cuando, como hoy, recibimos una buena noticia como la de la "buena" EPA del trimestre está llena de letra pequeña que habla de salarios de miseria y empleos a tiempo parcial. Y, mientras tanto, los responsables de tanto desmán y tanta desgracia, mienten como bellacos, lo que son, al juez que trata de esclarecer sus tropelías. Y qué triste es un país en el que no queda más remedio que confiar, y no siempre, en los jueces.
Supongo que entenderéis porque me cuesta cada vez más escribir estas líneas. Simplemente, porque lo que siento es ya más que hastío.



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miércoles, 22 de octubre de 2014

UNA ALEGRÍA



Por fin, ayer, los dioses de los telediarios fueron generosos conmigo. Por fin, por un momento, llegué a creer que vivía en el país que siempre había soñado, cuando aparecieron en la pantalla de mi televisor cuatro profesionales con bata blanca, dos hombres y dos mujeres, anunciando satisfechos que su compañera Teresa Romero ya estaba libre de Ébola. Y lo hicieron sin alardes, como quien está satisfecho de haber cumplido con su obligación, pese a lo complicado de su éxito y el evidente riesgo con el que han vivido estos días.
Y, si las noticias que traían eran magníficas, más lo fue la forma en que lo hicieron, con humildad y sin rencor, sin el más mínimo resentimiento hacia quienes, con su torpeza, pusieron en riesgo a todo un país con su improvisación y sus torpes decisiones. Especialmente hermosa fue la manera en que manifestaron su agradecimiento cariñoso a todos los que formaron parte del equipo que ha atendido a lo largo de estos angustiosos quince días a la compañera enferma, un agradecimiento que se extendió, comenzó por ellos, al servicio de limpieza y a los celadores, sin alcanzar a ningún cargo político, y eso, quizá, porque no lo merecían.
Habrá quien pueda decirme que en los últimos días la gestión de la crisis se ha llevado con exquisita eficacia y que pusieron a disposición de Teresa los antivirales y el suero de la hermana Paciencia que, sin que sepamos en qué medida cada uno, han contribuido a la sanación de la auxiliar. Qué otra cosa se podía esperar, les contesto, de un país civilizado que recauda impuestos a sus ciudadanos y tiene o debería tener un sistema de salud eficaz y universal.
Fue una hermosa noticia, porque, con la labor de todos estos profesionales, no sólo han demostrado el nivel de nuestra sanidad, sino que habrán contribuido a tranquilizar a una población aturdida por todo ese tremendismo que, sin importarle las consecuencias, ha llenado horas y horas, especialmente de televisión, sembrando un pánico injustificado entre la ciudadanía y disponiendo los mimbres para que los más ignorantes tejiesen sus muros de desconfianza y marginación hacia quienes habían estado en contacto, por remoto que fuese, con Teresa o los sospechosos de contagio.
El equipo que ha atendido a Teresa Romero en el Carlos III ha demostrado que el Ébola, pese a su gravedad y enorme mortandad se cura, y más en un país del primer mundo. También que nada debe dejarse a la improvisación ni mucho menos ponerse en manos de quienes, armados de tijeras, están desmantelando uno de los mayores tesoros que tenía este país y que espero que siga teniendo, como es su Sanidad.
Ahora sólo cabe esperar que los verdaderos culpables de la crisis, la ministra y el consejero, se vayan y que lo hagan discretamente, en silencio, ahorrándonos cualquier intento de excusa, porque no las hay. Y harían muy bien Rajoy y González en no conservar esos cadáveres políticos en el escaparate de sus gobiernos, porque la gente ya ha perdido la paciencia y hace tiempo que está más que harta del zafio dontancredismo de quienes les gobierna.
Sí, la de ayer fue una muy buena noticia, en primer lugar porque Teresa está curada y a salvo y podrá, no ya quitarse de encima toda la basura que arrojaron sobre ella, sino que podrá exigir a quienes mancharon su nombre todas las responsabilidades a que hubiera lugar, pero también esa rueda de prensa fue, en sí misma, una muy buena noticia para un país demasiado acostumbrado a que quienes se sientan ante los micrófonos y las cámaras lo hagan a la defensiva. La rueda de prensa de ayer en el Carlos III fue como un esperado oasis en el desierto, quizá por eso, los periodistas presentes en ella, muchos de ellos extranjeros, despidieron a los cuatro médicos con aplausos. Ojalá tengamos pronto nuevas alegrías y escuchemos otros aplausos para los autores de la vacuna que libre a África de ésta y para quienes les libren las otras tragedias que vive.


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martes, 21 de octubre de 2014

HOMBRECILLOS VERDES



Da miedo -o risa, quién sabe- conocer las explicaciones dadas por Rodrigo Rato al juez que investiga su gestión del asunto de las obscenas tarjetas con las que los presidentes de Caja Madrid y Bankia, o quiénes quiera que estuviesen detrás de ellos, compraban la voluntad de los consejeros. Y debió ser tal el descaro de Rato al sostener ante el juez que no sabía nada de lo que ocurría con las tarjetas adjudicadas por esa presidencia que ocupaba, sobre todo, habiendo nacido hijo de banquero, habiendo ocupado la vicepresidencia para asuntos económicos del reino de España y habiendo sido director gerente del FMI, que tales argumentos resultan poco menos que un insulto a la inteligencia.
Hay quien dice que Rato se hizo en política gracias al dinero de la familia y que, como ocurre en ese mundo que hoy vemos tan cenagoso, tejió su red de afectos y fidelidades a base de favores cruzados. Una especie de misterioso Nicolás que, un día, el siguiente el ascenso y encumbramiento de Aznar y la refundación del PP se colocó en pleno núcleo duro del partido y también del gobierno, cuando, en el 96, la derecha  recuperó el poder en este país.
De hecho, Rato estuvo a punto de suceder a Aznar en la presidencia del Partido Popular y en la que por entonces parecía ganada presidencia del gobierno. Habría que saber qué fue lo que finalmente inclinó la balanza a favor del ambiguo corredor de fondo gallego. Fue quizá esa soberbia heredada que llevó a su padre, Ramón Rato, a ejecutar un crédito contraído por el sinvergüenza de Nicolás Franco, hermano del dictador, y que provocó la ira del general que encontró motivos para  encarcelar al patriarca y para expropiar el banco familiar y otros bienes, soberbia que el Rato que nos ocupa ha mantenido y acrecentado con la púrpura. Nunca lo sabremos, aunque lo que sí sabemos es que el ex ministro fue convenientemente compensado por la decepción.
Tanto, que se le encumbró a la dirección del Fondo Monetario Internacional, el organismo que hace y deshace en la economía mundial y da y quita solvencias y dudas, como bien sabe Argentina, sobre la economía de los estados. Aquella fue debió haber sido, la cima impensable para el hijo menor de un banquero de provincias, dedicado a la política del mismo modo que los hijos menores de los señores feudales se dedicaban a las armas o la iglesia. Pero algo no debió gustarle de la fría Washington, ya que, antes de concluir el mandato a que se había comprometido, rehízo sus maletas y regresó a España.
Pero no penséis que vino de vacío, porque no le faltaron poltronas en las que sentarse, con alguna que otra duda, pero aún con prestigio, hasta que tras una dura contienda, a la que no fue ajena, ni mucho menos, la inmoral moralista que es Esperanza Aguirre, acabó en la presidencia de Caja Madrid, a sólo unos meses de que estallase el escándalo de la cajas de ahorros que derivó en su transformación en bancos, primero, y en su intervención después, con la escandalosa salida a bolsa de Bankia de por medio.
Puede alguien pensar todavía que, con ese currículo y todo ese poder acumulado, este señor  no se enterara de nada y no supiera siquiera que la tarjeta con la que pagaba alcohol y juergas, porque uno no va a un club a rezar, era opaca y tenebrosa y no cotizaba al tesoro de cuyos destinos un día estuvo al frente. Uno, que es torpe e inocente, llega a pensar que todos los cargos por los que ha pasado Rato son poco menos que honoríficos, una especie de título nobiliario, y que quienes en realidad tienen el poder económico que ellos ostentan son unos hombrecillos verdes ajenos a toda pasión y sentimiento que pasan por encima de quien sea y lo que sea para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.


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lunes, 20 de octubre de 2014

HILITOS DE PLASTILINA



Ahora que Teresa Romero parece salir del peligro en que la sumió la improvisación chapucera t torpe de una administración insensata que antepone el ahorro y su política de comunicación a la salud y la tranquilidad de todos los ciudadanos, incluso en situaciones tan críticas como la que ha provocado el contagio de esta trabajadora, es el momento de exigir todas las responsabilidades a que haya lugar la nefasta gestión de este asunto.
Que es ahora el momento de exigir responsabilidades y no cuando se hizo evidente la inutilidad y la falta de sensatez de la ministra Mato y el consejero Rodríguez es algo que aún no acabo de entender y que el PSOE tendrá que explicarme, porque eso de solucionar primero la crisis y después exigiremos dimisiones y ceses no se sostiene, entre otras cosas porque ministra  y consejero han seguido, sobre el papel, al frente de las estructuras que han hecho fracasar y que, una vez puenteados, funcionaron de nuevo.
Quizá todo se deba a esa tolerancia hacia los errores de la derecha que está demostrando este nuevo PSOE, que, como su secretario general, no ve más enemigo que Podemos porque valora únicamente los riesgos para el mismo partido y termina por despreciar el que supone para la ciudadanía que el PP se mantenga en el poder. Quizá todo se deba a que, entre acercarse a la derecha o a la izquierda, han optado por arrimarse a aquellos con los que, desde hace tres décadas, se ha alternado en el poder y no por arriesgarse a un enfrentamiento contra el único poder fáctico vigente, el capital especulativo, eso que eufemísticamente llaman "los mercados".
Por todo lo anterior, lo único que tengo claro es que la vía para exigir responsabilidades no es otra que la judicial, porque, por desgracia, los parlamentos se han convertido en enormes ollas de marear perdices, en las que las comisiones de investigación, cuyo resultado se conoce de antemano, acaban por convertirse en inútiles esfuerzos que conducen a la melancolía y a un descrédito aún mayor si cabe de la política y los políticos.
No hace falta recordar que, si de una comisión parlamentaria, que la hubo,  nada hubiésemos sabido de las tarjetas fantasma de Caja Madrid y Bankia, porque unos y otros estaban enfangados en ellas, y de no haber sido por la iniciativa ciudadana, otra vez el 15-M, y un juez no sé si más imprudente que valiente, Elpidio Silva, seguirían sangrándonos a todos desde los bolsillos de ocho decenas de tipejos escogidos en aplicación de una particular regla de D'Hont,
Yo confío en que Teresa y su compañero, Javier, emprendan, con el apoyo económico y moral de la ciudadanía, cuantas acciones legales sean precisas para desenmascarar a los verdaderos culpables del contagio que pido haberle costado la vida a la auxiliar, para dejar al descubierto una política suicida que lleva al desmantelamiento del único hospital español especializado en enfermedades tropicales y a la disgregación de los equipos que en él trabajaban, en un momento en el que crece la inmigración procedente de África, no siempre en las mejores condiciones sanitarias y que, por si fuera poco, han sido expulsados del sistema por quienes tan nefastamente han gestionado esta que, por ahora, ha sido la última crisis.
Estos señores que ahora ocupan el poder creen que no importa cómo sean las cosas sino como nos las cuentan, Esta gente es capaz de ver hilitos de plastilina allá donde lo que hay es un petrolero hundido, lo mismo que ve raíces vigorosas donde hay millones de parados y hogares empobrecidos, con niños mal alimentados y jóvenes sin esperanza y son capaces de mantener al frente de la sanidad española a una mujer siempre al borde del llanto porque ella misma es la primera que sabe que no sería capaz de gestionar siquiera una mercería o de dejar en su despacho a un tipo indecente en las formas y en la gestión, sólo para que acabemos creyendo que tenemos verdaderos políticos, entregados al servicio de la sociedad, en lugar de los pringosos hilitos de plastilina que asoman del barco hundido de nuestra política. 
Y una cosa más. Yo también dirigiría la exigencia de responsabilidades a Germán Ramírez, el médico que, en contra de la confidencialidad a la que obliga la deontología que exige su profesión, se encargó de difundir a los cuatro vientos la "autoinculpación" arrancada a una mujer en estado febril tras un insistente interrogatorio, autoinculpación que sirvió al interrogador para afianzarse en el protocolo que, en contra de la opinión de la mayoría de los sanitarios, defendió en agosto y al consejero Javier Rodríguez para, después de un vergonzante silencio, presentarse ante los medios con la pieza cobrada por el doctor Ramírez, verdadero origen de la crucifixión de Teresa.



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viernes, 17 de octubre de 2014

TOMADURA DE PELO



Una tomadura de pelo. No se me ocurre otra expresión para describir la actitud que mantuvieron ayer ante el juez Andreu Rodrigo Rato y Miguel Blesa, los últimos presidentes y, en palabras que todo el mundo entienda, saqueadores de Caja Madrid, Descarada tomadura de pelo, entre otras cosas, porque su actitud fue poco menos que un insulto para la Justicia y para el propio juez, porque cómo pueden pretender que se les crea cuando aseguran que no sabían nada del funcionamiento de unas tarjetas a las que cargaban en un día lo que algunos afortunados ganan en un mes.
Eso y tratar de mantener que, habiendo sido inspector de Hacienda por oposición, Miguel Blesa, y vicepresidente para asuntos económicos, que no económico, el otro, que no sabían que todo lo que dilapidaban con ellas era opaco al fisco, revelan una actitud que sólo pueden mantener quienes lo tienen todo perdido o, por el contrario, están seguros de que no les va a ocurrir nada, porque tienen las espaldas cubiertas por lo que saben o los favores debidos.
Me hubiese gustado estar presente en las declaraciones de ayer para no perderme la expresión y el tono de estos señores que han hecho y desecho a su antojo, que han gobernado como un cortijo una institución saneada y respetable que, tras pasar por sus manos, quedó convertida en una piltrafa que sólo causó ruina y dolor en la mayoría de sus clientes, especialmente en los más humildes. Hubiese dado lo que fuese por comprobar si les temblaba la voz o, por el contrario, se les escapaba la risa; si miraban a los ojos a los jueces, el fiscal o los abogados o, como hizo Rato horas antes con la prensa, se limitaban a mirar para otro lado y a dar mecánicamente las gracias como respuesta  a cada una de las preguntas.
Se ve a las claras que estos señores no están acostumbrados al riesgo, se nota que siempre han estado respaldados por sus amigos, esos que ponen a su disposición el consulado de España en Londres, que no es del cónsul sino de todos los españoles, o por su partido y la prensa fiel a su partido, como es el caso de Rato, quizá porque le temen más que le respetan, porque de todos es conocida la mala leche y la soberbia del ex ministro, heredada tal vez de su padre, que no querrá caer solo y tratará de arrastrar en su caída a los falsos amigos, se conveniencia, y a tantos enemigos como ha dejado en su partido y fuera de él.
De aquí a cinco días, tres hábiles, tienen que aportar sendas fianzas millonarias fijadas, supongo, en función del daño patrimonial que produjo en la caja la desleal administración que hicieron de los bienes de la misma, con el truculento asunto de las tarjetas. Diecinueve millones de euros, dieciséis a Blesa y tres a Rato, cantidades que a ti y a mí nos haría salir el corazón por la boca, pero que para ellos, estoy seguro apenas les producirán la molestia de hacer inventario y asignar los bienes precisos para constituirías.
Supongo la decisión del juez Andreu habrá causado tanta satisfacción en la gente de buena fe como la que ha causado en mí, pero no hay que olvidar que este es sólo un paso, el primero, pero sólo uno, que se ha podido dar gracias al tesón de iniciativas como "15.M para Rato" que han conseguido lo que la fiscalía, que debería ser de todos, no hizo de oficio. Soy capaz de imaginar también el susto que tendrán ahora en el cuerpo estos dos señores, acostumbrados al oropel y al "si señor", después de comprobar que su intento de tomar el pelo al juez no ha llegado, de momento, muy lejos.



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jueves, 16 de octubre de 2014

EL VERDADERO RATO



Me vienen estos días a la memoria esos otros en que me tocaba cubrir algunos plenos del Congreso de los Diputados y recuerdo lo chulesca y desagradable que me pareció siempre la actitud de algunos personajes con los que allí me tope. Recuerdo que uno de ellos era Rodrigo Rato, entonces en la oposición y al que considerábamos sin ningún género de dudas el número dos del Partido Popular.
Reconozco que era una cuestión de piel y que, salvo su altivez y algún que otro desplante que, por otra parte, eran los habituales para con quienes no formábamos parte de los periodistas con los que trataba, nunca me trató especialmente mal. Pero, insisto, era cuestión de piel, y no me gustaban ni él ni sus trajes de marca, pijos y apretados, ni sus camisas, con el cuello a punto reventar, ni, mucho menos, timbre metálico de su voz ni sus miradas despectivas. Y todo eso, antes incluso de alcanzar la vicepresidencia económica del gobierno y, no digamos, la gerencia del FMI.
No me gustaba Rato y no me gustó saber de los tejemanejes, bien es verdad que siempre hay alguien que se adelanta a los poderosos, para desplazar su vida sentimental a Washington cuando fue elegido como director gerente del Fondo Monetario Internacional, empeñando el prestigio de las instituciones españolas que le apoyaron para, luego, dejarlo por los suelos tras su espantada del cargo por motivos personales. Y me molestó verle en la presidencia de Caja Madrid que, ya por entonces, aunque yo no lo sabía, se había quedado con la mitad de mis ahorros estafándome con las preferentes. Ni me gustó que, tras su salida de la Bankia que entre Blesa y él habían hundido, le reclamase Botín para su banco.
No me gustó, porque era la prueba evidente de que algunos, no importa lo que hagan o lo que puedan llegar a hacer, siempre quedan a flote. Y, en este punto, no me consuela ese dicho tan castizo de que la mierda siempre flota, porque, flotar, quizá flote, pero, aun así, sigue pringando e infectándolo todo.
Y es que Rodrigo Rato, ya desde la cuna, siempre ha pirado por encima del hombro a los demás o, al menos, así me lo ha parecido. Tanto que, ni en las famosas fotos del tendedero americano, fui capaz de encontrar un atisbo de humanidad.
Qué ironía que la personalidad y la vida secreta que yo le sospechaba a este personaje, quizá por puro clasismo inverso, vaya a quedar retratada no en unas memorias rematadas por un negro o por una de esas biografías amistosas que les suelen regalar a los poderosos. La biografía de Rato, a la que aún le quedan capítulos por cerrar, se va a escribir en papel judicial a partir de las notas que él mismo ha dejado escritas con su tarjeta black. Una biografía que transcurre por fiestas, bañada en alcohol, y por todos esos lugares a los que se accede con la tranquilidad que da saber que no se va a dar cuenta de que se ha estado en los infiernos, porque el dinero de origen incierto, el que revuelve o podría remorder la conciencia, se gasta en eso, en pagar lo que resulta inconfesable.
No sé si la responsabilidad de Rato en el uso y abuso de esa tarjeta black de primera -hoy me he enterado de que, hasta en esto, hay clases- le llevará a esa celda donde tantos queremos verle. Tampoco sé si lo que le lleve allí sea haber estado al frente del chiringuito. O, quizá, haber encargado el maquillaje de las cuentas para convertir la salida a bolsa de Bankia en otra gran estafa. Ni siquiera sé si todo lo anterior le sacará del partido del que se sirvió para alcanzar todo el poder que tuvo. Lo que sí sé es que ya nadie podrá volver a verle si no es cargado de botellas o enterrado en la tapicería de un pub de moda, rodeado de copas y quién sabe qué o quién más.
Tengo la impresión de que la torpeza prepotente -o la prepotencia torpe, como prefiráis- del todavía asesor del Santander nos ha permitido ver al verdadero Rato, ese que algunos intuíamos, pero que él solo ha descubierto.


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miércoles, 15 de octubre de 2014

SUCEDÁNEO



Quién no ha visto, cuando se acercan las navidades, en calles y mercadillos esos toscos juguetes mal fabricados en plástico de mala calidad que tratan de imitar al último superhéroe, a la muñeca de moda o a los personajes de la última película estrenada. No son más que sucedáneos, malas imitaciones, de los que aparecen en la tele machaconamente, los que hacen creer a nuestros hijos que, sin ellos, la vida es imposible. Son el sucedáneo de la falsa felicidad que se promete a nuestros hijos, que unos cuantos avispados ponen en el camino de quienes no pueden llevar a sus casas los originales.
Luego, una vez desempaquetados, en manos de los niños, estos comprueban que apenas se parecen a los que tiene el vecino, que se deshacen con sólo mirarlos y que la fea pintura que los recubre, apenas sin brillo, quién sabe si tóxica, se descascarilla y se queda pegada en las manos. Eso, por no hablar del peligro que entraña poner en esas manos algo que no ofrece la menor de las garantías.
Pues bien, la consulta anunciada ayer por Artur Mas es poco más que un sucedáneo, una falsificación del imposible referéndum prometido. No es más que una especie de espectáculo con el que mantener entretenidos a sus conciudadanos para no dejar que la melancolía a que conduce la frustración les embargue y les desmovilice, mientras encuentra una salida más o menos digna, si es que aún es posible, para el tremendo fracaso de su estrategia.
Lo único que pretende Mas con esta macro encuesta disfrazada de votación mantener la tensión de la calle, mientras trata de llegar a un acuerdo con su hasta ayer compañero de aventura Oriol Junqueras para fabricar una lista conjunta que, envuelta en la bandera de la independencia, permita salvar los muebles de una Convergencia que se desmorona por momentos. 
Resulta curioso, y lamentable, comprobar cómo Mas, responsable de poner en marcha este tren sin destino, no es capaz de asumir la más mínima responsabilidad de lo ocurrido. Si repasamos su rueda de prensa de ayer, la responsabilidad es de Madrid y de quienes, según él, resquebrajaron el consenso soberanista y el único enemigo el Estado. Algo, esto último de identificar gobierno y estado, que deja al descubierto su obsesión en encarnar en solitario la representación de Cataluña, que no es más que el credo y principal pecado de los nacionalistas.
Soy incapaz de imaginar cómo van a transcurrir las apenas cuatro semanas que quedan hasta el nueve de noviembre. Tampoco sé qué pueden estar pensando ahora los ciudadanos de Cataluña, ilusionados como yo lo hubiese estado por poder expresar sus deseos de futuro para su tierra, ni mucho menos cuál va a ser la alternativa a la alternativa que pongan en práctica los partidos desenganchados del frágil consenso dinamitado ayer.
Lo único que tengo claro es que, antes o después, los catalanes van a ir a las urnas para elegir unos nuevos representantes y que lo harán sin una previa declaración de independencia que no ha sido posible ni mucho menos lo será después de la ruptura del bloque soberanista. Y creo que eso es lo único deseable que el panorama político catalán se reorganice y que las fuerzas políticas que salgan de las urnas obren en consecuencia, con la lección aprendida de esta frustrante aventura.
Lo único claro es que la consulta que quiere llevar a cabo Artur Mas, sin un censo público, sin los funcionarios que, según la ley, velen por la pureza del procedimiento y sin las mínimas garantías democráticas no pasará de ser una especie de manifestación atípica, sin otro valor, y reconozco que es mucho, que el de la enorme uve de hace un mes, o la cadena humana que recorrió Cataluña de norte a sur hace unos meses, Emotiva, significativa, pero, en todo caso, un sucedáneo.



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martes, 14 de octubre de 2014

MAS YA ES MENOS



Decir que el final estaba escrito puede parecer ahora prepotente, pero estaba tan claro que, si no esta historia, sí este capítulo, no podía acabar de otra manera. Entre otras cosas, porque Artur Mas no ha ido en ningún momento con la verdad por delante, lo que en ningún modo quiere decir, al menos por mi parte, que no existan las aspiraciones soberanistas en Cataluña, que las hay y muy arraigadas. Lo que ocurre es que Mas no ha sido en absoluto sincero, porque se ha escondido tras ese sentimiento como el asediado que era ya en la anterior legislatura, cuando comenzó a utilizar la bandera de la independencia como señuelo detrás del que esconder el tremendo recorte emprendido en el estado de bienestar en Cataluña, anterior incluso al que padecemos el resto de los españoles.
Ese ha sido el gran pecado de Mas, el de esconder sus propias miserias y las de su partido, acosado por la corrupción, institucionalizada como casi todas las corrupciones, bajo promesas imposibles que, como anoche pudimos comprobar, va a volverse contra él, si, con suerte, no se vuelve contra todos los catalanes. Ahora, cuando finalmente ha llegado al punto en que, como el mal estudiante que, tras toda una serie de mentiras y evasivas, tiene que entregar el boletín de notas plagado de suspensos.
Artur Mas ha suspendido. Lo que no sé es, no ya si va a tener que repetir curso, sino si tan siquiera le van a dejar hacerlo, porque, en mi opinión, ha estado alimentando el fogón de la locomotora de un tren lanzado contra una montaña, con la esperanza de que un cambio de agujas de última hora evitase el choque o de que, en todo, caso le diese tiempo a saltar en marcha. Lo malo es que había invitado a demasiada gente a subir a la locomotora y ni el gesto cobarde de ponerse sólo él a salvo es ya posible.
Mas ha querido utilizar todo y a todos para salvarse y, al final, al menos eso pienso yo, lo ha perdido todo. Y es que Esquerra, a la que le encanta quedarse en la retaguardia, ha sido la que ha dado a una CiU dividida y en descomposición el apoyo necesario para esta aventura, forzando a que el resto de fuerzas soberanistas se sumasen a unos acuerdos incómodos por inviables, dando lugar a la paradoja de que el presunto timonel de la travesía haya tenido siempre las manos atadas.
No sé si Mas albergó alguna vez la esperanza de convertirse en el presidente que consiguiese llevar la independencia a Cataluña. Quizá sólo quiso ser otro Pujol que, a base de amagos, consiguiera alguna que otra ventaja para Cataluña. Pero los tiempos no eran los mejores. Hasta el punto de que el cambio de cromos era imposible, al coincidir las fechas de lo que han venido en llamar "el proceso" con los preámbulos de las elecciones autonómicas en todo el territorio, con lo que ello conllevaría de agravio comparativo.
Ahora Mas ha tenido que renunciar a convocar la consulta y tiene que explicarlo. Lo hará en minutos y lo va a tener difícil, porque, al parecer, ni siquiera tiene previsto adelantar las elecciones, entre otras cosas porque para su coalición, si es que vuelve a acudir como tal a las urnas, serían un desastre.
La ganadora sería ERC, pero tendría que gobernar y eso, a quienes tienen más de Pepito Grillo que de hormiga, no os creáis que les gusta mucho. Cabe la esperanza de que el PSC salga del agujero y de que se refuerce la izquierda emergente, con lo cual, esos perversos matas electorales en que hemos vivido hasta ahora habrían cambiado.
En resumen Mas ha perdido y ha llevado a la derrota a tantos y tantos catalanes ilusionados con poder decidir su futuro. Mas ha perdido y quienes han ganado han sido Esquerra Republicana de Catalunya y, sobre todo, Mariano Rajoy que, como buen camaleón que es, ha permanecido inmóvil, esperando la oportunidad de lanzar su pegajosa lengua para cobrarse la presa. 
Y, mientras escribo esto, el prestidigitador Mas anuncia que va a mantener la consulta el nueve de noviembre, transformándola en una especie de mascarada nada diferente de anteriores consultas convocadas ya en Cataluña, transformando lo que iba a ser un referéndum con garantías en poco más que una encuesta voluntaria y presencial en locales y con censos no válidos legalmente para nada. Pero una consulta en la que yo participaría de vivir en Cataluña, pero que, en absoluto, es la promesa a la que se había comprometido y se convierte en ese boleto de la tómbola que te invita a seguir jugando.
En fin, lo que decía al principio, Mas es menos y, desde hace unos minutos, patético y ridículo.



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lunes, 13 de octubre de 2014

EL SUEÑO DE LA RAZÓN, LA PRENSA Y EL ÉBOLA


Nada como una crisis para poner a prueba a toda una sociedad, por más democrática y civilizada que ésta se crea. Nada como una catástrofe natural o como las consecuencias de una gestión desastrosa para medir las virtudes y defectos de un país y de sus habitantes. Lo comprobamos con la terrible crisis económica que aún padecemos, que nos permitió comprobar la solidaridad de nuestra gente y la falta de ella de nuestro gobierno.
Del desastre organizativo y de la poca autoridad de este gobierno que padecemos ya escribí la pasada semana y creo que poco queda por hacer, salvo echar en cara a Mariano Rajoy su falta de autoridad, su incapacidad para entender el mundo como algo más que una encuesta o un telediario, su cobardía y su inmoralidad. Eso, y no cesar en la denuncia de lo inmoral y peligroso que resulta que personajes sin preparación técnica o política ocupen puestos tan cruciales de la administración como los que ocupan la ministra Ana Mato o el consejero Javier Rodríguez, encargados de decidir sobre asuntos tan graves y vitales como los que afectan a nuestra salud.
No me cansaré nunca de hacerlo, pero creo que ha llegado el momento de denunciar que, en este, al igual que en otros asuntos que afectan al poder, político o económico, el comportamiento de nuestros medios de comunicación no es el que cabría esperar en una sociedad adulta y que, ante la criminal falta de información por parte de quien debería tenerla y administrarla, el gobierno, algunos de ellos tiraron por la calle de en medio y se echaron al monte más amarillo y sensacionalista que su escasa ética y sentido común les dieron a entender.
Hace ya tiempo que los responsables de las televisiones tomaron la decisión de borrar la frontera que debería borrar la opinión y las variedades de lo que realmente es información. Siendo esto cierto, no nos haríamos ningún bien si comenzáramos a disparar únicamente sobre las marilós, terelus, teresas y los josejavieres que, al menor descuido, se meten en nuestras casas, bares y cafeterías para convertir en chascarrillo nada inocente todo aquello que cae en manos de sus guionistas. Y digo que haríamos mal en limitar sólo a ellos nuestra crítica, porque otros personajes, algunos ya en los altares de la gloria periodística, tienden a relajar esa frontera que debería permitir a los receptores de su trabajo los hechos de las opiniones y la verdad de las patrañas.
Estoy seguro de que si os aclaro que, efectivamente me refiero a Jordi Évole, Antonio García Ferreras o Iñaki López, casualmente todos en la Sexta, algunos de vosotros torceréis el gesto y os sintáis quizá ofendidos, pero os aseguro que soy sincero cuando lo escribo y que sólo trato de despertar las alarmas respecto a una forma de hacer periodismo que busca más la espectacularidad y los picos de audiencia que la realidad, trivializando en el lenguaje y en la misma información contenidos que merecerían ser tratados con más sobriedad y equilibrio,
No es la primera vez que digo esto o cosas parecidas, pero es que el desastre de gestión e informativo al que hemos asistido ha desatado todos los demonios del infierno de la información, Y todo porque, ante la falta de una información seria y contrastada y creciendo como estaba creciendo la inquietud en la ciudadanía cada uno hizo de su capa un sayo y se llevó el ébola a su terreno y algunos de esos terrenos os aseguro que eran demasiado resbaladizos y tenían la costalada garantizada.
Algunas de esas incursiones fueron simplemente torpes. Otras perseguían el reforzamiento de las excusas con las que personajes como el consejero Rodríguez pretendieron cubrir sus bien comidas espaldas de médico zafio e irrespetuoso, pero otras perseguían, simplemente, subir la audiencia y rellenar espacios de la parrilla explotando el miedo y la preocupación ajenos.
Capítulo aparte merecen todos esos que, siguiendo las consignas e instrucciones de sus padrinos y pagadores, han insultado, ridiculizado y desprestigiado a una trabajadora que tuvo el coraje del que todos esos paniaguados carecen y por un salario que, probablemente, no alcanza en un mes lo que un tipejo como Alfonso Rojo se lleva en un día. Ya lo dijo y lo dejó claro el genial Goya en sus grabados "el sueño de la razón" produce monstruos". Llevamos demasiados años dormidos y estos son nuestros muertos. Espero que, después de lo visto y oído estos días, la sociedad despierte y, cuando todo haya acabado, alguien tome la iniciativa de llevar ante los tribunales a cuantos han salpicado con su baba hedionda el prestigio de una mujer y una profesión que se mueve en el más trivial de los heroísmos sin que seamos capaces de reconocérselo.



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viernes, 10 de octubre de 2014

EL VIRUS MÁS PELIGROSO



La sociedad alegre y confiada que hasta hace tres días era España ha despertado de su plácido sueño sacudida por una terrible realidad, la de haber puesto su destino en manos de enfermos, aquejados de la peor de las enfermedades que puede padecer quien tiene en sus manos la gestión de la salud y el bienestar de sus conciudadanos, una enfermedad que se manifiesta en egoísmo, ambición, ineptitud y soberbia.
Nos habían dicho, llevamos años escuchándolo, que nuestra sanidad era modélica. Y no dudo que lo fuese, entre otras cosas, porque, por circunstancias personales, vengo disfrutando de sus servicios desde hace tiempo y no tengo ninguna queja, más bien al contrario, de la atención que recibo de sus profesionales, ni por su preparación ni su disposición.
Ahora bien, de un tiempo a esta parte, desde que las tijeras de los recortes llegaron a los hospitales y centros de salud y, lo que es peor, se interfirió en la gestión de la sanidad, colocando al frente de la misma a quienes venían dispuestos a "hacer carrera", atendiendo sólo a las exigencias de ahorro de quienes les nombran y no al buen funcionamiento de los servicios que les han sido encomendados, aplicando la maldita práctica de suprimir cualquier gasto en prevención, poniendo en manos de la también maldita providencia el destino de lo que gestionan-
Nos estamos dando cuenta, ahora que se ha desatado una seria alarma sanitaria a propósito del ébola, de que no había nada previsto para atajar nada semejante y que, si lo había, estaba muy mal diseñado, tanto como para perder el control de los previsibles posibles contagios durante días, exponiendo a la población y, especialmente a los sanitarios a riesgos tan graves como innecesarios.
Parece mentira que, hasta ayer, los responsables del ministerio de Sanidad, bien pagados y supongo que bien formados,  no hayan caído en la cuenta de lo que yo ya apuntaba aquí hace tres días; de que no se puede dejar libertad de movimientos o fuera de supervisión a quienes han tratado directamente con los infectados. Aunque, claro, yi no aministro presupuestos, y eso que proponía quizá era seguro, pero también caro y engorroso.
Desde ayer se va a extender ese control a los sanitarios a los veintiún días siguientes al contacto con enfermos de ébola para tener la seguridad de que no ha habido infección y, al parecer, se va a rebajar el umbral de fiebre que desate las sospechas de haber sido infectado, algo que a cualquier ciudadano con sentido común y sin necesidad de agradar a sus superiores o de cuadrar presupuestos, se le habría ocurrido, a mí, por ejemplo.
Eso, por no hablar de los medios puestos a disposición de los sanitarios que han tenido, tienen y van a tener que enfrentarse al contacto con infectados o sospechosos de estarlo. Si se ha sido tan rácano como se ha sido en el Carlos III, donde la más crucial de las operaciones del procedimiento que es la de desvestirse se hace en un habitáculo poco mayor que un armario ropero y donde la vestimenta de aislamiento no cumple siquiera los requisitos aconsejados por la OMS, si en el Hospital de Alcorcón, en cuyas urgencias fue atendida en primera instancia Teresa Romero, no había uno de esos trajes, si es que había más de uno, que sirtrviese al médico que la atendió, si se le dejó sólo durante dieciséis horas, si se había enviado para el traslado desde su vivienda una ambulancia cualquiera, con sanitarios sin el equipo de protección adecuado y, conociendo ya las graves sospechas de contagio, no se la trasladó al Carlos II, sino a las urgencias de un hospital no preparado para atenderla ¿podéis imaginaros qué puede ocurrir en un centro de salud cualquiera de la red.
Sé que a algunos de estos centros están llegando pacientes angustiados por la sospecha, fundada o no, de haberse contagiado y sé que no hay material específico para tratar con enfermos de ébola, sé que apenas quedan restos del material distribuido hace más de cuatro años, cuando padecimos el agobio inducido, quién sabe si interesadamente, por la OMS de la epidemia de gripe A. Estos equipos que ni están completos ni son los adecuados es lo único que tienen los trabajadores. Tampoco disponen de una sala adecuada para aislar a los pacientes, ni estos tienen información suficiente para dirigirse con sus sospechas al centro más adecuado.
Yo lo que sé sobre el ébola y sobre cómo atender a los enfermos lo he conocido a través de un reportaje rodado en África por la polémica Toni Moreno y en los artículos de divulgación que se han publicado en prensa o blogs. No he recibido la más mínima orientación procedente de este gobierno que se gasta millones en su propia propaganda. Por eso me atrevo a decir que son ellos, nuestros gobernantes, el virus más peligroso, Un virus que se manifiesta en el aturdimiento y la perplejidad de la ministra Ana Mato o en al hedionda diarrea del consejero Javier Rodríguez, que va cagando por su boca cuanto se le ocurre para criminalizar a la pobre Teresa Romero, ayudado, eso sí, por el doctor Germán Ramírez, que violando la confidencialidad debida a cualquier paciente, paseo como un trofeo la "confesión" de la auxiliar, admitiendo sus dudas sobre el roce accidental en la cara con un guante contaminado al que parece atribuirse el contagio,
Ha sido el Ébola el que ha desatado el pánico, pero el virus más peligroso son toda esa gente de la que os hablo.



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jueves, 9 de octubre de 2014

SALIÓ LA RATA



Definitivamente, los madrileños no tenemos suerte con los consejeros de Sanidad. Al menos con los del PP. Por el despacho correspondiente han pasado personajes tan lamentables como Juan José Güemes, yernísimo de Carlos Fabra, y organizador de aquellas jornadas en las que se ofrecía la salud de los madrileños a las multinacionales del sector como una oportunidad de negocio para ellas. Le siguió Manuel Lamela, aquel señor que, para minar el prestigio del hospital público de Getafe y abrir el camino a sus amigos empresarios, no dudó en acusar al doctor Montes, responsable de las urgencias del mismo, poco menos que de ser el Mengele de la eutanasia. Y a éste le sucedió Javier Fernández Lasquetty, brezo ejecutor del copago farmacéutico y de las frustradas operaciones del euro por receta y la privatización de media docena de hospitales públicos madrileños.
Quienes vivimos la sanidad desde fuera, como pacientes o, simplemente, como pacientes, aunque, al menos yo, no las tenía todas conmigo, pensábamos que la epidemia de tan nefastos consejeros había cesado con el nombramiento de Javier Rodríguez, que inauguró su mandato dando carpetazo a casi todos los despropósitos de su antecesor Lasquetty, aunque pronto se mostró como un terminator listo para cortar las cabezas de quienes, como el equipo responsable del combativo centro de salud de General Ricardos, habían destacado en la lucha de la marea blanca contra las privatizaciones, o la del presidente de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública, Marciano Sánchez Bayle, al que no se permitió prolongar su vida laboral en la sanidad pública.
Expongo toda esta cadena de humanos errores, que no errores humanos, para desembocar en Javier Rodríguez, el último de los consejeros, aún en su puesto, que ha estado escondido en su agujero, sin asomar siquiera su hocico, mientras se le venía encima toda una cadena de chapuzas organizativas que ponían en peligro no sólo el prestigio de la sanidad madrileña, sino la salud de los madrileños. Este señor que, aunque por su actitud no lo parezca, es efectivamente médico, ha hecho también su carrera política y la ha hecho en el PP, ocupando un escaño en la Asamblea de Madrid y una silla en el consejo de Administración de Telemadrid, la televisión autonómica madrileña, que agoniza tras haberle sido amputado todo lo que tenía de profesional.
Un político médico, que no un médico político, que ayer mostró la más nauseabunda de sus caras al aparecer, por fin, ante los medios, una vez que el responsable del Carlos III obtuvo de la auxiliar de enfermería infectada la confesión de que había cometido al quitarse uno de los guantes de protección después de haber estado en contacto con el virus. Salió ufano de su agujero, sacando pecho y con su presa entre los dientes, porque, en lugar de mostrar la menor preocupación por todos los errores que  se han cometido en esta crisis, dejo claro su alivio por tener ya un chivo expiatorio, porque, como se dice por aquí, lo importante no es no tener la culpa sino tener a quien echársela. Y él tenía a Teresa Romero, a la que, sin piedad, acusó de mentir, reconociendo, incluso, que lo hacía "de su cosecha", sin pruebas.
La falta de humanidad de este señor, al que -aún siento náuseas- acabo de escuchar como balbuceaba miserables excusas para su miserable comportamiento, es de proporciones bíblicas, Supongo que, para él, un médico de la vieja escuela, una auxiliar de clínica es poco menos que una limpiadora que no merece ni siquiera una mirada ni mucho menos la más mínima compasión. El chulesco "bastante tiene ya con lo que tiene", con que hirió ayer nuestros oídos, dice mucho de quién es este zafio señor que, con su falta de profesionalidad y sentido común ha echado por tierra gran parte del prestigio que merecidamente tenía la sanidad española.
Este tipejo no sabe si se cumplieron los protocolos, no sabe por qué no se atendió debidamente a la paciente, no sabe si los centros de salud disponen de la información, el material y el entrenamiento adecuados para actuar ante casos sospechosos. No sabe si, como es obligatorio, se supervisaron las operaciones de colocarse y quitarse las protecciones, no sabe por qué se autorizó el uso de la misma ambulancia con que se trasladó a Teresa, sin desinfección alguna, para el traslado de otros pacientes y tampoco conoce la carta del médico que la atendió en las urgencias de Alcorcón, durante seis horas, sin ayuda y con un traje de protección que le venía pequeño y que tuvo que quitarse y ponerse hasta trece veces. No sabe por qué Teresa ha estado haciendo vida normal cuando ya se sabía o al menos debía saberse que podía estar infectada por el ébola, puesto que había estado en contacto con el virus.
No sabe nada, pero no parece que le importe, porque sabe que la culpa es de Teresa "que bastante tiene con lo que tiene" y, "de su cosecha", que no dijo la verdad a los médicos.
La echábamos en falta, pero, por fin, salió la rata.


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miércoles, 8 de octubre de 2014

ANA MATO NO EXISTE



Todos estos años de desgobierno del Partido Popular he vivido convencido de que Ana Mato, la ministra del confeti, nunca estaba o de que, al menos, no estaba cuando más se la necesitaba. Hoy estoy convencido de que la señora Mato, la que, eso cuentan, no era capaz de echar de menos, ni de más, un jaguar en su garaje, en realidad no existe.  que apenas es in holograma que se proyecta en la presidencia de algún que otro acto o en las escasas ruedas de prensa a las que nos dicen que acude, para dar soporte con su imagen perfectamente sincronizada con la grabación de lo que apenas es un breve comunicado de prensa, una de esas tautologías a la que son tan dados en la sala de máquinas del partido, que, convenientemente troceado, sirve para que el holograma de la ministra inexistente, con cara de espanto, simule una respuesta ante cualquier pregunta impertinente.
He tardado en llegar a esa conclusión, pero, al hacerlo, me he quedado más tranquilo, porque saber que tal ministra no existe me evita la paranoia de no entender por qué Rajoy, quizá otro holograma, no la cesa. La verdad es que tampoco era necesaria una ministra, o un ministro, para un ministerio que apenas conserva algunas incompetencias ¡uy, perdón, quise decir competencias, en qué estaría yo pensando! Una ministra simpática y parlanchina, como lo fue Trinidad Jiménez, quedaba mucho mejor, porque adornaba un montón, pero, con el mandato de Leire Pajín, quedó claro que cualquiera valía para el cargo y entramos en el despeñadero que nos ha llevado hasta la ministra holograma.
No se puede ser más torpe que el citado holograma. Cuando comparece ante la prensa, parece no ser consciente de dónde se encuentra. Vive una especie de arrebato místico y sólo le falta presentarse ante sus verdugos vestida de túnica blanca y con la palma del martirio en sus manos, dispuesta a dar su vida por su fe católica y liberal lapidada bajo el peso de tan crueles preguntas. Tanto es así que, de un tiempo a esta parte, el holograma va adquiriendo el color y el aspecto de una virgen románica, de esas que se han salvado de la rapiña y de los museos en algunas ermitas.
Pero volvamos a lo importante. Volvamos a la evidencia de que la ministra no existe, porque cómo, si no, explicar una gestión tan desastrosa. Cómo explicar que, desde la antigua sede de los sindicatos franquistas, se haya tratado un asunto tan serio como la llegada del ébola a nuestro país como si de una superproducción de Samuel Bronston se tratara, con muchos extras y figurantes y mucho cartón piedra detrás.
Lo que ha sucedido con la auxiliar Teresa Romero y quién sabe si alguien más, es la crónica de una catástrofe anunciada, porque a los responsables de organizar el dispositivo organizado para atender a los religiosos repatriados se le fue todo en palabras grandilocuentes y caravanas espectaculares, sin dotar a los trabajadores que realmente deberían enfrentarse a la enfermedad de la formación y los medios precisos para hacerlo. Ya en julio, y tuvieron la prudencia de hacerlo ante el juez, enfermeras del Hospital La Paz, del que depende el Carlos III, denunciaron ante el juez estas carencias que nada tienen que ver con el manido "cumplimiento de los protocolos a rajatabla" del que se han llenado la boca los políticos de la cúpula hospitalaria.
Material desfasado, con tallaje erróneo, calzas inadecuadas que había que sellar con cinta adhesiva, formación precipitada, con dos charlas de apenas tres cuartos de hora para explicar un procedimiento, el de vestirse y desvestirse en el que se emplean veinticinco minutos para enfundarse los trajes y sus complementos y cuarenta y cinco minutos para quitárselos con seguridad. Eso, unido a que ninguno de los sanitarios había practicado tan delicado ritual, prueba el descuido de las autoridades, mucho más preocupadas por atender a la prensa y, sobre todo, a las televisiones que en atender las demandas de los sanitarios.
Eso, por no hablar del desastre organizativo, que ha supuesto el seguimiento de los encargados del dispositivo y que ha llevado al ingreso, casi fuera de control, de la auxiliar infectada o, mucho más grave, del desmantelamiento del único centro de referencia en el tratamiento de estas enfermedades que ha llevado a toda la improvisación posterior. Una situación creada en torno a algo tan importante como la salud y la tranquilidad de la gente que, en un país civilizado y normal, se hubiese llevado ya por delante a más de un cargo, especialmente a la cabeza del ministerio. No será aquí, donde tenemos un holograma por ministra y empiezo a creer que otro por presidente, porque no os habéis preguntado donde está Rajoy que no dice nada mientras ocurre este desastre ante sus narices.


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