lunes, 31 de marzo de 2014

DEMASIADO TARDE


Demasiado tarde para que la familia socialista vuelva a aparecer unida. Demasiado tarde para escuchar en palabras de un líder socialista lo que los ciudadanos llevamos pensando y diciendo años. Fue ayer en el acto de presentación de su candidatura a las próximas Elecciones Europeas y estaban todos, incluso el siempre díscolo y malicioso Alfonso Guerra que debió moverse, porque no sale en la foto. 
Curiosamente, lo más aplaudido y, por ende, lo más repetido en los telediarios y las radios fueron las sabias palabras del cabeza de lista de los socialistas europeos, el alemán Martin Schulz, que no dudó en decir eso que muchos, demasiados para que no nos hayan hecho caso, llevamos diciendo en voz alta hace ya mucho tiempo,  demasiado para que no hayan caído en la cuenta hasta ahora. Lo que dijo, lo que hizo Schulz, fue levantar ante los ojos de políticos que llevan demasiado tiempo instalados en el poder el dilema que supone encontrar la causa del desastroso panorama del socialismo en Europa y, especialmente en España, averiguar quién ha abandonado a quién los votantes a los socialistas o los socialistas a los votantes.
Creo que, si es, si quienes compartieron con el ayer la tribuna son, un poco listos habrán sabido leer la dura respuesta que ayer mismo dieron los electores franceses a la política de austeridad y tente tieso puesta ahora en práctica por François Hollande, tan lejana de las promesas electorales que le llevaron en su día al Palacio del Elíseo. Y es que la abstención alcanzó en Francia cifras históricas y a nadie se le escapa ya que quienes se quedaron en casa fueron, fundamentalmente, potenciales votantes socialistas, especialmente los jóvenes, tan castigados por la crisis en el terreno laboral y en las aulas.
El PSOE lleva demasiado tiempo alejado de sus ideales fundacionales, los que buscamos en él quienes hasta ahora les votábamos. Lleva demasiado tiempo haciendo políticas "de Estado", mirando siempre hacia arriba, nunca hacia abajo y, claro, los de abajo se han olvidado de ellos porque, antes, ellos se olvidaron de los de abajo, quedándose en sus casas, volviendo la espalda a quienes antes se la volvieron a ellos o engañándose al pensar que, para aplicar las políticas de derechas, mejor la derecha.
Ahora, cuando apenas quedan semanas para la primera cita en la urnas desde que conservar Andalucía les dio un respiro, los socialistas españoles -no sé los catalanes tan enredados en lo suyo, que no es poco- cierran filas en torno a Elena Valenciano y echan el resto para hacer de un hipotético y más que difícil triunfo en ellas el saliente en la pared en que apoyarse para salir del pozo en el que ha caído.
Lo que ocurre es que dudo que alcancen ese triunfo y, lo que es peor, dudo que, si lo consiguen, abandonen sus vicios, esos que les alejaron tanto de la gente de los barrios, las fábricas y las aulas. De momento, ayer, a las puertas del mitin, un grupo de familiares de las víctimas de la tragedia de Angrois, el accidente de la falsa y electoralista Alta Velocidad  a Galicia, protestaron por la inclusión de José Blanco, responsable de incluir esa curva en el trazado, en la lista socialista al Parlamento Europeo. Un gesto solidario de la ejecutiva para con su compañero en apuros que a mí, por ejemplo, me aleja de su opción.
Es demasiado tarde ya para recuperar la confianza de los ciudadanos, pero peor aún que la tardanza es esa estrategia enfermiza de poner siempre a salvo a la "buena estirpe", a los "pata negra" del partido, que ponen en duda cualquier intento, más allá del que sabemos interesado, de recuperar a su electorado.
Demasiado tarde para que los votantes se acuerden de quienes se olvidaron de ellos.


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sábado, 29 de marzo de 2014

POR PELOTAS


Nada hay tan peligroso para un país como un gobierno dispuesto a utilizar los recursos del Estado al que debería servir para hacerlos servir en beneficio propio y eso es algo, quizá  lo único, en lo que este gobierno que tenemos -por más que nos pese tenerlo y lo que hace- ha demostrado empeño y destreza. 
Tenemos un equipo económico dispuesto a hacernos limpiar con nuestro asco y nuestro dinero la enorme cagada que fue tejer en torno a la ciudad de Madrid toda una red de innecesaria, por duplicadas, autopistas de peaje, diseñadas para que los propietarios de audis, mercedes o lujosos todo-terreno, tan inútiles como las mismas calzadas, pudiesen vivir a cincuenta kilómetros de la plebe, en sus lujosas urbanizaciones o pasar fines de semana en las playas, valencianas en el caso de Madrid, sin tener que soportar los embotellamientos que cada día, laborable o festivo, tienen que tragarse los "pringaos" de siempre.
Esa cagada, que no lo fue para quienes ganaron con ella elecciones y dinero Gürtel o un futuro pos político en bancos y constructoras, la vamos a limpiar de nuestro bolsillo TODOS los españoles, incluidos los que nunca pasamos por ellas,  porque el gobierno no parece dispuesto a que salga de las concesionarias o de las constructoras que nos vendieron el paraíso, mientras se relamían pensando en un negocio redondo, en el que sólo contarían para los beneficios y nunca para las pérdidas.
La mitad de la "pasta" que el Gobierno pretende dedicar a tapar las pérdidas de sus amiguetes bastaría, según Cáritas, para sacar a medio millón de españoles de la pobreza severa en la que, por su culpa, la del Gobierno, viven. El dato, tan real y tan cierto como que es el resultado de contemplar las estadísticas del equipo económico del ejecutivo sin beber, fumar o esnifar lo que esnifan el PP y sus monaguillos, no ha gustado lo más mínimo, es más, ha cabreado a una de las fuentes, el ministro Montoro que protege con uñas y dientes la fábula de la España triunfante que como el ave Fénix remonta el vuelo sobre las cenizas de la crisis y el llanto de los que han quedado en el camino.
No le gusta y arremete contra Cáritas como di del diablo se tratara y les acusa de exagerar, cuando lo que quizá esté haciendo la ONG católica es ver las cifras sin prejuicios y, al contrario que el Gobierno, al menos leste gobierno, escuchar y atender a las víctimas de tanto despropósito.
Está claro que ese es uno de los puntos fuertes de la gente de Rajoy: leer la realidad con las orejeras que se ponía a las caballerías para que no viesen los lados del camino y, con ello, lo que pudiera asustarle. Lo malo es que, ayudado de una prensa y unos medios que han olvidado para qué nacieron y para quién deberían trabajar, pretende colocar también esas mismas orejeras al resto de la sociedad. Al gobierno no le gusta escuchar a la sociedad, ni que la propia sociedad se escuche y se reconozca en sus quejas. Eso sería muy peligroso, porque el millón largo de ciudadanos que estuvimos hace una semana en las calles de Madrid podría multiplicarse y eso, claro, amenazaría a la marca España, asustaría e incomodaría a los turistas que acuden por millones a consumir las "relaxin' cups of coffee" de los alrededores de la Plaza Mayor o a cazar la libélulas gigantes que "calza" nuestra alcaldesa en su solapa.
Estoy seguro de que, si Ana Botella quiere alejar las manifestaciones del centro de Madrid es porque alteran el hábitat de sus monstruos de solapa. Por eso, de acuerdo con el inquilino del despacho que queda debajo del reloj de la Puerta del Sol, con ático en Marbella, y con el apoyo inestimable del ministro de la porra está de acuerdo con que se defienda a sangre y fuego ese territorio que es la calle, aunque sea a costa de la tranquilidad y la seguridad de cientos de miles de manifestantes. Por eso siembran el entorno de cualquier manifestación con policías disfrazados de radicales que se comportan unas veces como una cosa y otras como la otra. 
Por eso este señor, el ministro de la porra, ha pasado sigilosamente por encima de los quince ahogados en el Tarajal de Ceuta o por los heridos de los incidentes del pasado sábado. Por eso resulta tan peligroso dejar las cuestiones que afectan a la seguridad y los derechos de los ciudadanos en manos de quienes echan mano de la fatalidad o la providencia a la hora explicar sus fallos o encontrar soluciones. Por eso es tan peligroso tener ahí a alguien que lo arregla, o estropea, todo "por pelotas". 
De momento, hoy sabemos que uno de los manifestantes del sábado, sobre el que no pesa ninguna acusación, porque no puede haberla, ha perdido la visión de un ojo a causa del impacto de una pelota de goma lanzada por la Policía mucho tiempo antes del final fijado para la concentración, ya que los médicos que le atendieron fijaron en el parte de asistencia las nueve y cuatro minutos como hora de ingreso en el puesto de socorro.
Con todo ese material, harían muy bien los organizadores de las marchas en denunciar a la Policía y sus responsables ante la justicia, en lugar de dar la palabra a inconscientes boquirrotos. Si no, acabaremos reduciéndolo todo a una cuestión de pelotas. Y en eso ganan ellos, porque las que dejan ciego, las pagamos todos, pero las dispara su gente.


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jueves, 27 de marzo de 2014

OTRA VEZ LA BOTELLA


Ayer no pude menos que indignarme al escuchar a la alcaldesa de Madrid, que su dios confunda, recitando de carrerilla, otra vez y como en la fiesta de fin de curso de los colegios de postín en los que se educaron ella y sus amiguetes, el papel que alguien, mucho más listo y más taimado que ella, le había escrito con el revuelto de daños y gastos que, según ella, nos costará a los madrileños la marcha por la dignidad del pasado sábado.
Me indigné, porque exhibir esas cuentas apenas setenta y dos horas después de celebrada, primero, por más de un millón de ciudadanos y reventada después por unas cuantas decenas de ellos, que contaron con la inestimable colaboración de los ineptos mandos policiales, cuando aún no han rendido, al menos con una difusión equivalente las de lo que nos costó el fiasco olímpico o, lo que es aún peor, las aquella agobiante Jornada Mundial de la Juventud Católica que paralizó Madrid y lo llenó de orines y desperdicios a mayor gloria de beatos y beatas, corderos de dios y, sobre todo, el morral de sus pastores, a costa de la cartera y la tranquilidad de todos los madrileños, creyentes o no.
Recuerdo este "evento", como les gusta bautizar estas cosas a los pijos, porque, entre las innumerables ocurrencias de los organizadores, estuvo la de saldar el precio del metro para los jovencitos de mochila, sin ninguna limitación, con lo que los madrileños que regresaban de sus trabajos se dieron de bruces con un metro a reventar y al borde de su seguridad, en el que ancianos y mujeres embarazadas eran arrastrados o aplastados por aquella marea amarilla de adolescentes cantarines, algunos en éxtasis más alcohólico que místico.
Aquello sí que nos costó a los madrileños y no sacamos nada a cambio de una ciudad paralizada durante tres días, con actos montados a veces a escondidas que inutilizaron para el tráfico toso el centro de Madrid. Pero también nos cuesta cada uno de los partidos o los conciertos que paralizan los alrededores de los estadios, con bula para aparcar en aceras o en medio de la calzada, sobre todo para los primeros, durante los cuales los policías municipales hacen escandalosa dejación de sus funciones, consintiendo, incluso a costa de otros conductores, los excesos de la gente que acude al estadio, cómoda e insolidariamente, en coche.
La alcaldesa es la tonta útil e inmejorablemente pagada de alguna cabeza pensando del PP que sabe qué hace ya tiempo que la calle no es suya y, también, que ni siquiera pueden invocar ya esa mayoría silenciosa abducida por el televisor o los periódicos del "régimen". Ana Botella es una pieza más de la maquinaria de su partido, empeñada, ahora que nos han quitado casi todo, en quitarnos también el derecho a protestar.
Al día siguiente de la marcha que fue cívica y pacífica hasta que la Policía decidió reventarla, desalojando el acto central media hora antes de su final previsto, se celebró otra marcha en contra del aborto, convocada desde las páginas de la prensa "fiel", sin que, a estas horas sepamos cuánto nos costó a los madrileños que, esta vez sí, les dejamos solos.
Otra vez la Botella, ahora quiere la alcaldesa echar del centro de Madrid a quienes protestan. Quiere, al parecer, resucitar la vieja idea del manifestódromo, del que nunca se acordaron cuando de lo que se trataba era del acoso y derribo de Zapatero, quiere que nos manifestemos sin que se nos vea y sin hacer ruido "porque perjudicamos la imagen de la capital". Y lo dice la misma señora que nos puso a todos en ridículo con su invitación en inglés de mil palabras, o menos, y declamación de ursulina, invitando a los guiris a tomar café en un sitio donde, entre burdos Bob Esponja o mickis de disfraz sucio, se toma cualquier cosa menos café, aunque, eso sí, a precio de champán francés. 


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martes, 25 de marzo de 2014

DESMEMORIA


Recuerdo, qué curioso comenzar así una entrada que he titulado "Desmemoria", cómo mi profesora de francés en el bachiller, Madame Ivette, nos aliviaba las clases haciéndonos leer artículos de una revista semanal francesa de aquellas que años después comenzaron en España a divulgar la Historia., una revista que, a finales de los sesenta, aún no tenía incómodos equivalentes en nuestro país. Recuerdo lo difícil que fue conseguirla, directamente en la distribuidora de la calle de la Reina, y recuerdo un artículo que me dio que pensar y que, de vez en cuando me viene a la cabeza. Ni de lejos sospechaba yo entonces que me dedicaría al periodismo y, sin embargo, aquel artículo versaba sobre la facilidad con que los medios transforman la realidad en sus audiencias.
El artículo estaba basado en una encuesta en la que, tras el multitudinario entierro del cómico Fernandel, el primer acontecimiento de masas retransmitido en directo por la aún entonces televisión en blanco y negro, se preguntaba a los encuestados si estuvieron en las calles de París al paso del cortejo. El curioso resultado no deja de sorprenderme aun hoy. Resulta que, al cabo de unos meses, una gran parte de los preguntados no era capaz de precisar si estuvo o no estuvo en las calles o vio el entierro en un televisor y, más curioso aún, gente que no estuvo allí afirmaba fehacientemente que fue uno de los miles de parisinos que se echaron a la calle.
Por qué traigo esto a colación. Está claro que si lo hago es para señalar que la memoria es muy débil, tanto como para que se borren o nos borren con facilidad recuerdos de lo vivido, como para que se fijen en ella recuerdos inventados. Algo que desde hace tiempo viene ocurriendo en España, y de lo que las largas horas que llevamos ya invertidas en la despedida de Adolfo Suárez se han convertido en paradigma, porque, de alguna manera, consciente o inconscientemente, intencionadamente o no. nos están cambiando la memoria.
Nos están hablando de la transición como un periodo de vino y rosas, cuando, pese al importantísmo y corajudo papel jugado por Adolfo Suárez en aquellos años, el aparato franquista siguió campando a sus anchas y la Policía y la Guardia Civil mostraron su peor cara, con manifestantes muertos en las calles, con torturas en comisaría y con algo tan espantoso como la matanza de los abogados del despacho de la calle Atocha. Y qué curioso que haya tenido que ser una joven estudiante que ni siquiera había nacido por aquel entonces la que haya puesto esta mañana en la radio los puntos sobre las endebles íes de nuestra memoria.
Se han dicho muchas cosas y no siempre ciertas, He escuchado, por ejemplo, elogiar a Suárez por haber sabido dimitir, cuando el pueblo dejó de estar conforme con su gestión. Nada más lejos de la realidad, porque si Suárez dimitió fue para tratar de evitar el golpe de estado que ya estaba en marcha y que, pese a su sacrificio, siguió adelante.
También he escuchado encendidos elogios, melosamente acríticos, de quienes no hicieron sino soltar hiel sobre su figura mientras estaba en el poder. Y la realidad no es ni una cosa ni otra., porque Suárez tuvo muchos aciertos, como también tuvo muchos errores y, aunque el resultado fue aparentemente bueno, podía haber sido otro o no ha sido tan bueno como quieren hacernos creer.
Para lo que si han servido tantas horas dedicadas al presidente fallecido y a aquellos tiempos ha sido para que podamos establecer diferencias, diferencias que dan vértigo y que confirman que, si no cualquier tiempo pasado fue mejor, sí, al menos, cualquier líder pasad tuvo más grandeza.
Hoy me ha sabido mal que, desde la izquierda y la derecha, todos se hayan echado sobre Artur Mas, un oportunista donde los haya, que se atrevió a decir que Suárez no hubiese dejado pudrirse el conflicto con Cataluña como lo está dejando pudrirse Rajoy -si las palabras no son exactas, ese es el espíritu de lo que dijo- y creo que fue tan inoportuno como certero y mucho menos demagogo que el succionado Margallo, que dijo sin inmutarse que Suárez habría hecho lo mismo que su jefe Rajoy.
En fin, lo que quiero decir es que la memoria es flaca y que, al igual que la radio,  la televisión y la prensa fijan con su omnipresente contaminación del lenguaje, horribles palabros de los que no nos defiende ni la Real Academia, la radio, la televisión y la prensa deforman groseramente la realidad y fijan recuerdos falsos o alterados en nuestra memoria, convirtiéndola en desmemoria. También que, como he escuchado a alguien que ahora no recuerdo. Los líderes políticos de este país, como otras muchas cosas en él, han ido de mal en peor.


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lunes, 24 de marzo de 2014

TORPEZAS POLICIALES

                                FOTO: 20minutos

A estas horas, mientras muchos españoles, con más o menos sinceridad, con mayor o menor conocimiento, lloramos la muerte del hombre que condujo en España el tránsito del franquismo a una democracia más o menos homologable con las del resto de Europa, llama la atención la protesta de decenas de antidisturbios y sus sindicatos por lo que consideran una torpe coordinación de los mandos que organizaron el dispositivo "contra" la gran marcha ciudadana del 22-M, porque dejaron aislados a un grupo de ellos, sin el material adecuado y a merced de las pedradas y el lanzamiento de otros objetos por parte de grupos que, en contra de la tónica general de la marcha, desataron toda su violencia contra ellos.
Si digo que el dispositivo se organizó contra la marcha, es porque, desde que ya en las primeras horas de la mañana, mediante controles en las carreteras y estaciones de ferrocarril de acceso a Madrid, durante la misma con un despliegue ostentosos y, a la vista de los resultados, poco eficaz, y, finalmente, con "la guinda" que supuso comenzar a disolver la marcha media hora antes de que expirase la autorización para la misma, estaba claro que el despliegue policial tenía una finalidad muy distinta a la de la protección de los derechos de los manifestantes, tan cacareada por la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes.
Está claro que el despliegue se había dispuesto torpemente para molestar a quienes acudimos a la marcha en contra de los graves d recortes en derechos, salarios y servicios que venimos sufriendo los españoles desde que el PP llegó al poder.
El grueso del despliegue no estaba destinado a blindar los alrededores del Congreso de los Diputados y, sobre todos, los de la sede nacional del partido que está detrás de todos los recortes que otra vez nos habían llevado a la calle y eso, a pesar de que el grueso de la marcha, por no decir toda la marcha acudió a ella para dejar constancia del enorme malestar ciudadano y de contrarrestar el mentiroso mensaje que repite una y otra vez el gobierno, hablando de crisis y tormentas económicas superadas. También quedó claro, con la orden, dada a las nueve, de despejar la Plaza de Colón, media hora antes de expirar la autorización para disolver la concentración, precisamente a la hora en que arrancan o hacen su resumen los telediarios.
Ese era, a la vista de los resultados, el fin primordial del despliegue: convertir una enorme marcha pacífica en una sucesión de altercados violentos, para poder confirmar sus mensajes descalificadores repetidos con tesón en las horas previas a la marcha, convirtiendo a pacíficos manifestantes en radicales, unas veces de extrema derecha y, otras, de extrema izquierda, de los que hay que alejarse y a los que nunca tiene que seguir la mayoría silenciosa que tanto le conviene a Rajoy.
Pero la cosa se les escapó de las manos, porque, pese a sus cuentas ridículas y tramposas, hubo más gente que nunca y, sobre todo, porque un grupo de antidisturbios ¿lo becarios? mal dotados y peor organizados quedó aislado en medio de muchos manifestantes doblemente indignados y, lo que fue peor, para ellos y para el resultado final de la marcha, entre numerosos alborotadores dispuestos a acosarles. Mal asunto, del que el que salió peor parado fue u manifestante que ha perdido un testículo por el impacto de una pelota de goma, utilizada irresponsablemente, sin que hubiese frontera alguna que señalar. Y menos mal que ninguno de los policías cometió la imprudencia de hacer uso de las armas de fuego que reglamentariamente portan, porque, debieran saberlos sus mandos, hay cosas que se sabe cómo empiezan, pero no como terminan.
Se quejan los policías de las bajas sufridas por la irresponsabilidad de sus mandos, pero no se quejan, como no se han quejado nunca, de los daños producidos por sus excesos. Parece que, como ocurre siempre con los que buscan la vida fácil, sólo quieren ventajas, sueldo y empleo garantizados, y no los inconvenientes. Lo siento, pero todo viene en el paquete. El mirar por encima del hombro, amenazantes y con una porra en la mano a los ciudadanos tiene estas consecuencias. Riesgos como los padecidos el sábado y, sobre todo, el desprecio de los ciudadanos que está volviendo a los niveles de cuando iban de gris y a caballo. Por eso me limito a recordarles que, en ese trabajo, como en todos, hay una puerta de salida.
No creo que las torpezas policiales del sábado acarreen dimisiones. No es el estilo del ministro que motivos tendría ya para presentar la suya. Sin embargo, de seguir así las cosas, todo puede ir a peor. 


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sábado, 22 de marzo de 2014

UN SPOILER


Siento por Adolfo Suárez, no sólo el mayor de los respetos, sino una gran simpatía, una simpatía que nace,  quizá, de la necesidad de compensar la incomprensión de que hice, hicimos, víctima los españoles de mi generación a un personaje, en el que no supimos en su día  ver el coraje y el instinto con que desactivó un sistema diseñado para defenderse ç de los ciudadanos, en lugar de trabajar para ellos, un  sistema al que parece que inexorablemente regresamos.
También me lleva hacia esa simpatía la solidaridad con un hombre que ha sufrido como pocos en lo privado y que lo ha hecho, sin embargo, con dignidad y discreción. Es horrible parase a pensar en todo el dolor que ha tenido que sufrir este hombre, partiendo de la falta de gratitud  y el abandono por parte de quienes a su lado hicieron carrera cuando no fortuna en la política y acabando en su tragedia familiar, en su mujer y su hija arrebatadas por la enfermedad, en la enfermedad de su otra hija, en la soledad que debió vivir cuando pasó de serlo todo a ser apenas un diputado marginal en el Congreso.
Y todo después de haber sido uno de los protagonistas de la maniobra política más arriesgada e inteligente que cabía imaginar para llevar a este país de la más rancia y sangrienta de las dictaduras hacia un sistema de convivencia que, con sus más y sus menos, nos ha permitido llegar hasta aquí, con más reproches ahora que en aquellos años y no por culpa de Adolfo Suárez, sino por la que deriva del desencanto y, por qué no decirlo, del aburrimiento y la inacción de los ciudadanos.
Considerando todo esto, en estas últimas horas ha sido un lugar común hablar del Alzheimer, la enfermedad que ha acompañado al primer presidente de la reinstaurada democracia española, la que le ha privado del conocimiento y sus recuerdos, como una bendición que le ha puesto a salvo de toso ese dolor insoportable quizá para un hombre sano. Una cruel enfermedad que, pese a toda esa literatura, está acabando con su vida como acaba cada año con la de centenares o miles de españoles.
Por todo ello, por esa simpatía, por ese agradecimiento y todo lo demás no entiendo lo que está pasando.
No entiendo que el hijo de este hombre primordial para la reciente historia de España haya tendió la absurda ocurrencia de convocar a la prensa para anunciar con cuarenta y ocho horas de antelación la muerte de su padre. No alcanzo a entender qué ha pretendido con ello, si reclamar la atención de este país sobre su padre, un tanto olvidado en este trepidante país que hoy mismo trae a decenas de miles de ciudadanos a la capital, para reivindicar la dignidad perdida que Adolfo Suárez contribuyó a traernos.
Lo que hizo ayer el hijo del expresidente fue una especie de "spoiler", una especie de "destripe" innecesario con elq ue los amigos nos revientan las historias que nos interesan, un spoiler con el que ha pretendido despejarnos, ignoro con qué fin, insisto, la última incógnita que quedaba por despejar sobre el final de la vida de su padre. Un spoiler que, a estas horas, corre ya el peligro de volverse en su contra, teñido de sarcasmo y que resta intensidad a ese momento en que nos sorprende el anuncio de la muerte de una persona querida o admirada.


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viernes, 21 de marzo de 2014

ALCALDES Y ALCALDES

Hace apenas unos días señalaba desde aquí que, por suerte o por desgracia, hay jueces y jueces que, con su impronta, transforman, para bien o para mal, lo que debiera ser tan claro y sencillo como la administración de la justicia. Pues bien, otro tanto ocurre con los alcaldes, cuyo cometido primordial debería ser el de procurar el bienestar o la felicidad de sus vecinos, les hayan o no votado. 
Bienestar y felicidad, qué sencillo y qué difícil a un tiempo. Sencillo de decir y proponer y difícil, muy difícil, de conseguir. Sin embargo, hay y ha habido alcaldes, incluso aquí, en España, que han conseguido que sus vecinos alcancen el deseado bienestar o, al menos, la felicidad  que siempre conlleva el orgullo de vivir en la ciudad que mantienen con sus impuestos y tasas, a cambio de facilitarles la vida.
Uno de esos alcaldes, por desgracia poco habituales, nos dejó ayer, Día Internacional de la Felicidad, Iñaki Azkuna, el veterano alcalde de Bilbao, proclamado el mejor alcalde del mundo, y no por los bilbaínos, que ay se sabe cómo las gastan con lo suyo y con los suyos, sino por la internacional City Majors Foundation que, en 2012, le distinguió con ese galardón. Yo, la verdad, no sé si Azkuna fue el mejor alcalde del mundo, ni siquiera sé si fue el mejor alcalde de España, lo que sé es que fue un buen alcalde de Bilbao y, sobre todo, un alcalde muy querido dentro y fuera de Bilbao. Dicen los que le conocieron que tenía tanta simpatía como mal genio y, la verdad,  siempre que tuvo ocasión dio muestras de una y otra cosa. Fue también un tipo muy peculiar, capaz de despedirse uno por uno de sus amigos y muchos colegas, bien en persona, en reuniones más o menos discretas,  o bien por cartas como la que encontró en la mesa de su despacho Xavier Trias,  el alcalde de Barcelona.
Qué diferente este tipo, que nos enseñó a los de fuera de Bilbao a querer a esa ciudad como la quieren los nacidos allí, sobre todo, en circunstancias no siempre agradables, qué diferente de la alcaldesa que nos ha tocado en mala suerte a los madrileños, una mujer que no dudó, en circunstancias tan terribles como las de la trágica muerte de cinco jóvenes en instalaciones municipales, a causa de una preocupante y escandalosa dejación de sus responsabilidades de funcionarios públicos y con los cuerpos aún calientes de las jóvenes víctimas, en regresar a sus relajado spa cerca de Lisboa. Eso, por no hablar de la desastrosa gestión de cuantos asuntos han caído en sus manos, desde esa crisis, que le costó la dimisión de sus colaboradores más directos, a otras como la de la candidatura olímpica de Madrid, la huelga de basuras, cuyos servicios mínimos inspeccionó en tacones y con abrigo de pieles. Un desastre, en fin, que esperemos que las urnas se lleven lejos, aunque hay quienes la sitúan ya, no sé con qué fundamento, al frente del Ministerio de Sanidad,
Una pesadilla de alcaldesa que ayer tuvo la desfachatez de bajarse, en un gesto más que demagógico, dos mil euros al año su salario, poco más de ciento cuarenta euros en cada una de sus catorce pagas, mientras son decenas de miles los trabajadores municipales que han visto recortado seria ente su salario, si no han ido al paro durante su gestión.
Está claro que esta señora, a la que abuchean hasta los devotos del Jesús de Medinaceli por saltarse la cola, no tiene la menor empatía con sus vecinos. Nada que ver con el desaparecido Azkuna o Tierno Galván, el "viejo profesor", cuya leyenda superaba con creces sus virtudes, pero que supo transmitir a esta ciudad de Madrid la ilusión y el orgullo de mirarse que nunca más ha vuelto a sentir. 


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jueves, 20 de marzo de 2014

CONVIVIR CON SU VERDUGO


Ayer, aún presa del escándalo que me produjo la sentencia de un juez de Jaén que autoriza al maltratador de una mujer a vivir en el domicilio de su víctima o, lo que es lo mismo, condenaba a dicha mujer a vivir con su verdugo, me preguntaba en Facebook qué hubiese ocurrido si víctima y verdugo cambiasen sus papeles, es decir, si la mujer fuese la agresora y el hombre la víctima. La verdad es que, salvo en determinadas esferas sociales,  es difícil imaginar tal caso, pero, aun así, estoy seguro de que ningún juez obligaría a un hombre maltratado a convivir con su agresora.
Lo más ofensivo de esa sentencia que, aun vista en abstracto y aislada de las circunstancias, algo que la sociedad espera que el juez, en su papel de árbitro de las leyes, nunca olvide, resulta incomprensible, es que el beneficiado por la decisión judicial había sido ya condenado en cuatro ocasiones por maltrato, por lo que cabría esperar que, en una nueva convivencia, se volviese a poner en grave riesgo  la vida de su víctima, es que el juez considera que el autor de tales delitos no tendría, si no, a donde ir.
La sentencia resulta ser todo un verdadero desafío a la lógica y al sentido común, que espero que el juez haya sabido argumentar con algo más, porque, la verdad, haberla conocido en pleno repunte de la epidemia de violencia machista que padece este país parece un insulto a la inteligencia o una burla a una sociedad que, afortunadamente, cada vez se muestra más refractaria a los atavismos "culturales" y religiosos que supeditan a la mujer al hombre y la condenan a sufrir su arbitrario dominio si se produjese.
A veces tengo la extraña visión de un juez encerrado en su despacho y enfrentado a montañas de sumarios que lanza al aire para decidir sobre ellos según caigan del revés o del derecho, para luego tratar de justificar esa decisión en un enrevesado y sádico ejercicio intelectual que demostraría que todo puede justificarse con las leyes en la mano, al tiempo que enerva a la gente simple como yo, que cree que justicia sólo hay una y leyes, demasiadas.
Algo les pasa a los jueces que, como este de Jaén, son capaces de ignorar la agresividad manifestada y ya condenada de este hombre hacia su víctima, pese que el fiscal ya esgrimió contra la pretensión de ese sujeto dicha circunstancia durante el proceso. No sé dónde hay que buscar, si en su vida pasada o en la presente, para llegar a entender que entienda lo que nadie entiende. 
Está claro que los que hacen las leyes y las hacen cumplir no son muchas veces de este mundo. Está claro que difícilmente se van a ver en sus vidas ante situaciones como ésta, porque cuentan, porque contarían con recursos suficientes, para no tener que llamar a la puerta de la ofendida. Está también claro que no viven su vida en un pueblo pequeño, que, todos los sabemos, a veces se convierte en un infierno grande, y que, por ello tienden a templar gaitas, a tomar decisiones que, sobre el papel, pueden parecer acertadas o, incluso, literariamente hermosas, pero en la vida real se convierten en insoportables.
Dice mi amigo Frenando Delgado, se lo he escuchado muchas veces, que habría que obligar a arquitectos e ingenieros a vivir un año en lo que levantan. Yo lo extendería a los jueces, porque sería interesante verles en los escenarios que dibujan en sus autos y sentencias. Seguro que, antes de tomar algunas decisiones, se lo pensarían y nunca obligarían a una mujer, o a quien fuese, a convivir con su verdugo.


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miércoles, 19 de marzo de 2014

PARA QUÉ CEUTA Y MELILLA

                               FOTO: Laureano Valladolid / EFE

Será porque nunca he estado allí o porque nunca tuve un transistor o un reloj comprados allí más baratos que en la península, pero lo cierto es que nunca entendí muy bien para qué Ceuta y Melilla siguen siendo españoles. Recuerdo que, en todo caso, en tiempos servía para acudir un poco más acojonados al sorteo de la mili, porque, si la suerte no estaba contigo, podías dar con tus huesos,  encerrado en uno de los muchos cuarteles y posiciones que, esos sí, abundan en ambas "plazas".
Bien es verdad que también tienen su utilidad para justificar el absurdo que supone la existencia de enclaves que, como Treviño, que pertenece a Burgos y por tanto a Castilla, estando situado en plena provincia de Álava, que, como todo el mundo sabe, es Castilla. También, para que los militares, políticos y funcionarios "hagan carrera" y para que los españoles o guiris de vacaciones en las costas de Cádiz o Málaga puedan jugar a haber estado en Marruecos y, por tanto, en África.
Supongo que, a la vista de la facilidad con que hoy caen y se levantan las fronteras, pocos serán ya los que se atrevan a hablar del valor estratégico de esas dos puntas de la costa africana bajo bandera española. Más bien al contrario, porque es su misma situación y su condición de territorio europeo en África, la causante de los problemas que hoy genera a España su soberanía.
Ceuta y Melilla suponen para seguir siendo España un grave problema logístico al tener que ser abastecidas por mar, mientras a su espalda tiene tierra firme pero perteneciente a otro país, lo que genera una panoplia de problemas más propias de otro siglo, problemas que sólo se justificaban en tiempos en que la posibilidad de emplazar en ellos baterías que controlasen el paso por mar o por tierra, justificaban el esfuerzo humano y económico que suponía mantener dichos enclaves. Una situación que en tiempos de vigilancias por satélite y misiles de crucero raya en el absurdo de consumir demasiados recursos en defender y abastecer a los que se encargan de defenderse y abastecerse.
Una vez claro, siempre desde mi punto de vista, claro, lo poco beneficioso que resulta para España seguir presente en ambos territorios, sería conveniente ver para qué sirven a otros, por ejemplo a Marruecos, a quien, como Gibraltar a España, le viene bien de vez en cuando tener en ellos la coartada perfecta para distraer a lo más tierno de su ciudadanía de sus verdaderos problemas, agitando los más bajos instintos del patriotismo mal entendido.
También les sirve, y esa quizá sea su más honrosa utilidad, a quienes huyen del hambre y las guerras que hoy estremecen al continente africano y buscan pisar suelo europeo, sin arriesgarse a peligrosas travesías a través del Estrecho, en las que, sin que quizá lo sepamos nunca, habrán muerto centenares, si no miles de africanos.
Pisar Europa, por más que los tratemos como los tratamos, supone para estos hombres y mujeres, cansados de vagar durante meses, si no años, por África, atravesando el desierto del Sahara, para conseguir un poco de dignidad y esperanza en sus vidas. Y por ello siguen y seguirán intentándolo una y otra vez, con vallas o sin ellas, con afiladas concertinas, tensas sirgas o perros, porque en lo que no pueden pensar ya es en el regreso.
Sé que lo que escribo quizá resulte simple y demagógico, pero no deja de ser la visión de un español de Carabanchel al que nunca se le ha perdido nada allí y que a estas horas sigue preguntándose para qué le sirven, nos sirven a los españoles, Ceuta y Melilla.


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martes, 18 de marzo de 2014

GALARDÓN NO TAN CAMPEADOR



Pensar que durante un tiempo el hoy ministro de Justicia pretendió pasar por simpático resulta chocante, también que pretendiese hacernos creer que lo suyo era el progresismo, pero más chocante resulta aún pensar que durante años llegó a conseguir una y otra cosa. Es lo que tiene el poder, especialmente el que administra presupuestos, uno puede coserse, con billetes, subvenciones y prebendas el disfraz que crea conveniente, porque siempre tendrá una legión de corifeos dispuestos a cantar sus alabanzas.
Tampoco descubro nada si digo que el motor que mueve a Alberto Ruiz Gallardón es el de una ambición desmedida que, durante años, le ha llevado a consumir toneladas de pólvora, no del rey sino del pueblo soberano en fuegos de artificio que diesen brillo a su figura. La misma ambición que llevó a Gallardón a construir la carísima y quizá no tan necesaria "Calle 30", todavía hoy inacabada, o a trasladar la sede del ayuntamiento a Cibeles, convirtiendo el viejo palacio de Correos en el del príncipe de Cenicienta, desde el que presidir los prometidos triunfos olímpicos que nunca llegarían, una ambición que, por su necesidad casi enfermiza de acercarse al poder, a La Moncloa, le ha conducido al erial del Ministerio de Justicia, en el que lo más que puede regalar es algún que otro indulto o esas "leyes a medida", como la que desatasca juzgados en beneficio de quienes pueden pagarse un proceso, la que deja contentos a la Conferencia Episcopal y al núcleo duro de su partido, o esta última que pretende borrar de un plumazo cualquier intento de nuestros jueces de trabajar por la justicia universal.
No le ha ido bien a Gallardón el cambio. Y no la ha ido bien, porque desde el lugar en el que está son pocos los elogios que se escuchan y muchas las críticas. Justicia ha sido siempre un ministerio para tristes o para personajes un poco locos. Tanta toga y tanto armario rebosante de expedientes con el olor a moho de los expedientes traspapelados no contribuyen el escenario idóneo para conseguir el glamour y el lucimiento deseados.
Por eso quizá, en esta nueva etapa, consciente o inconscientemente, se ha desprendido del disfraz que durante tantos años ha llevado y ha dejado de ser el sobrino bisnieto de Abenuz que tanto le gustaba pasear por el Teatro Real o el Auditorio Nacional y otros escenarios También ha tenido que guardar en el cajón las tijeras de cortar las cintas de las inauguraciones y el talonario de invitar, a nuestra costa, eso sí, a todo aquel al que creía que tenía algo que sacar. Quizá por eso cambió el disfraz de alcalde "progre" y dispendioso por el de ese Cid Campeador, guardián de las esencias patrias, especialmente ese machismo trasnochado que tan difícil la ha resultado camuflar, un machismo miserable que ha dejado plasmado en la ley de reforma del aborto con la que pretende devolver a las españolas precisamente a los tiempos del Cid, a petición de esa grana aliada ideológica que es la Conferencia Episcopal Española.
Sin embargo, quienes hayan querido ver en él sólo un guardián de las esencias patrias y al fino jurista que, por pertenecer a la carrera fiscal, cabría esperar, se habrán llevado una sorpresa al repasar la última de sus tropelías, esa ley improvisada y burdamente armada para contentar, otra vez los poderosos, a los Estados Unidos y a China, con la que se ha pretendido desterrar de nuestros juzgados el principio de Justicia Universal
Ha bastado la voluntad de un juez recto y seguro de sí mismo, Santiago Pedraz, para desmontar sus argumentos. La decisión del juez de la Audiencia Nacional de no archivar el caso que instruye por el asesinato del cámara español José Couso, que podría haber sido toda una masacre pretendida por el ejército de los Estados Unidos, deja en muy mal lugar e este Gallardón Campeador que, pasándose por el arco del triunfo tratados internacionales suscritos hace décadas por España, se convierte en el fiel y servil escudero de China y Estados Unidos.
Aunque, mirándolo bien, a lo peor la acorazada mediática y el TDT Party ya están afilando las cuchillas de la picadora de jueces, preparándole el terreno al Tribunal Supremo para cargarse al tan melenudo y díscolo juez.

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lunes, 17 de marzo de 2014

JUECE S Y JUECES II


No me cabe duda de que, afortunadamente, no hay dos jueces iguales. Es verdad que se les puede ver juntos cuando salen a  comer o a tomar un tentempié a media mañana a alguna de las cafeterías que siempre hay, como siempre las hay cerca de los hospitales, cerca de los juzgados. Sin embargo, estoy convencido de que sus conversaciones tienen más que ver con el fútbol, la actualidad general o los asuntos de la carrera judicial, que con los casos que manejan en su juzgado. Y eso, como digo, es bueno, debe serlo, para la deseable y proverbial ceguera que se espera de la justicia. No se estaríamos hablando de otra cosa que de la independencia de cada instructor en su juzgado, de ese criterio que se espera de los jueces, para que no se dejen influir por nada ni por nadie a la hora de tomar sus decisiones. Pero eso, que es bueno, puede llevar a situaciones que rozan la paradoja, cuando no el absurdo puro y duro.
Qué puede haber sido, si no, lo que ha propiciado que en apenas cuarenta y ocho horas una juez sevillana, la ya famosa Mercedes Alaya, haya pedido casi treinta millones de euros a la ex ministra de Zapatero y ex consejera de la Junta de Andalucía, Magdalena Álvarez, por el caso de los ERE, elevando las fianzas que ya lleva pedidas a los diferentes imputados, haya sido revocada o no la imputación, muy por encima del total de lo presuntamente estafado, en tanto que el juez Ruz, de la Audiencia Nacional, apenas dos días después, tomaba la decisión de archivar la causa que estaba instruyendo contra el presidente y varios consejeros de Cajamadrid por la venta, aparentemente irregular, si no fraudulenta de preferentes a centenares de miles de clientes, porque, en opinión del juez, de las declaraciones de los imputados no se desprende que quisieran con ella atrapar el dinero de los ahorradores para tapar el enorme agujero patrimonial que su mala gestión había dejado en la entidad.
Se fía Ruz, al parecer cándidamente, de la declaración de los imputados interrogados, pese a la existencia de correos electrónicos en el buzón corporativo que, como presidente de la entidad, manejaba Miguel Blesa, del que, por esos absurdos trasnochados de la ley, tendría que olvidarse en la instrucción. Una actitud muy distinta de la juez sevillana que o hace de su fino olfato y de sus convencimiento expresado por escrito en el auto de que la ex ministra será, con toda probabilidad, condenada. Reglamento y olfato, "cogérsela con papel de fumar judicial", frente a irrumpir como elefante en cacharrería, en contra incluso de instancias superiores, guiada, al parecer, por ese "alguien ha matado a alguien" del que hacía gala un personaje del gran Miguel Gila.
Por seguir con las comparaciones, recordemos que, en el caso que instruye la juez Alaya, estamos hablando de una malversación de fondos públicos, parecida en cierto modo  a la que se ha detectado en Madrid con los fondos que destina la el gobierno que preside Ignacio González a la formación de los trabajadores, parte de los cuales, al parecer pertenecían a cursos inexistentes que se destinaban a pagar los abultados sueldos de los directivos de la patronal madrileña, uno de los cuales el hoy repudiado número dos de la misma fue detenido por ello.
Sólo espero que el juez que se encargue de instruir este asunto tenga el mismo olfato que su colega de los ERE y caiga en la cuenta, como he caído yo, de que, hace apenas unas semanas, la esposa del presidente del gobierno de la Comunidad de Madrid, Lourdes Cavero, trabajaba como adjunta a la presidencia de la patronal madrileña, cobrando un sueldo mareante que "con toda probabilidad" podría haber salido de esos fondos de formación desviados, sin que el gobierno que preside su marido cayese, qué casualidad, en la cuenta.
Un círculo vicioso éste que, espero, no se le escape al juez al que le caiga el caso. Aunque, como hemos podido comprobar, hay jueces y jueces, cada uno con su propia pituitaria. 


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sábado, 15 de marzo de 2014

MONTORO, COMO GALLARDÓN


No hace falta mucha imaginación para deducir qué significado tiene en Chile, ignoro si en el resto de América Latina, el gesto que, inconscientemente o quizá no tanto, hace en la foto el ministro. Efectivamente, es lo mismo que aquí nos decimos cuando, sin ningún miramiento, nos golpeamos sonoramente el brazo, generalmente el derecho, por encima del codo, con la palma abierta de la mano del otro, mientras el puño del brazo golpeado permanece cerrado. Dicho de otro modo, lo que el ministro parece estar haciendo es mandarnos "a tomar por culo". Porque, aunque no lo pensase, tal parece que fuese ese el pensamiento del ministro cuando seleccionó a los miembros del comité de sabios que acaban de proponerle los ejes para la que pretende ser su gran reforma fiscal.
Sabios en qué o sabios de quién, porque o no tienen idea de cuál es el tejido social en España o, por el contrario lo saben muy bien y saben perfectamente qué es lo que quiere escuchar el Gobierno y la buena estirpe para la que, en el fondo, trabaja. Más que expertos economistas parecen simples contables de los de antes, los que cobraban la renta a los apareceros del "señorito", hubiese habido cosecha o no y, de paso, se llevaban alguna gallina, regalada, claro, o algún virgo, para sí o para el amo.
El retrato de la España que pretenden los contables del ministro se parece mucho al de la España de Galdós o de Felipe Trigo, esa España de señoritos siempre a caballo, siempre en calesa, y plebeyos lampando por sobrevivir. Nos saldrán ahora, como si lo viese, con que el informe no es vinculante para el Gobierno o con que sus conclusiones no son las suyas. Pero está claro que, cuando lo encargaron, y lo pagaron, sabían a quién se lo encargaban y qué le pedían. 
A estas alturas, ya no me cabe duda de lo que pedían. Y lo que pedían no es otra cosa, no puede serlo a la vista de los resultados, que un conjunto de medidas que, sobre el papel, les permita volver a anunciar en la próxima campaña de las europeas su falsa promesa de bajar los impuestos, como si el IVA no lo fuese, y compensando esa falta de ingresos, con la subida del IVA reducido o gravando la propiedad de la vivienda, pero sin tocar, eso sí, el impuesto de sociedades, el del patrimonio o el IBI de lis edificios que sigue rapiñando la iglesia católica española. O lo que es lo mismo, el resultado del partido sería una vez más Ricos, 1 - Pobres, 0.
Tal parece que a los expertos les hubiese contratado la duquesa de Alba o cualquiera de sus colegas o que, al menos, les hubiese sobornado para que no le tocasen "lo suyo", porque la señora duquesa no tributará por sus fincas o palacios, o no tributará más por ellos, también quedarían a salvo sus administradores, a los que suponemos bien pagados, porque el tipo máximo del IRPF que pagan, baja de golpe más de diez puntos, mientras que a los españolitos de a pie, los que viven de un sueldo apenas por encima del mínimo para tributar, la bajada del IRPF les supondrá poco más que un café o unas cañas al cabo del año, frente a los miles de euros que se ahorrarán los ricos.
Aunque, al final y en parte, el informe sólo sea un globo sonda, el intento, o invento, no lo sé, es perverso, porque pretende meternos el miedo en el cuerpo de manera que, luego, cualquier reforma menos rigurosa nos parezca un mal menor. Algo así como perder una uña, cuando te han advertido de que lo que podrías haber perdido era el brazo, todo un alivio si nos olvidamos de que la uña es nuestra y de que también la necesitamos.
Si tenemos la precaución de "echar las cuentas" veremos que lo que nos van a cobrar de más por todo vía IVA, que lo que tendremos que pagar por nuestra vivienda "por si algún día la vendemos", que lo que nos deducirán de la indemnización que nos den si nos despiden, qué vergüenza, sumado a lo que tendremos que pagar por los medicamentos, la escuela, las tasas universitarias, las judiciales o lo que perderemos en calidad de los pocos servicios públicos que nos dejen conservar supera y multiplica por cien o por mil esos míseros euros que nos van a rebajar del impuesto sobre la renta.
Otra vez la ley del embudo en su expresión más cruda, otra vez cavando en el lado de los humildes para ahondar y ensanchar la brecha que cada vez separa más la vida de los ricos y los pobres. Y, mientras tanto, el Estado haciendo dejación de su deber de perseguir a quienes defraudan o malversan e dinero público que reciben. Los directivos de la CEIM que se quedaban con el dinero destinado a la formación de los trabajadores no lo hubieran hecho mejor. Nos podríamos haber ahorrado el informe, hubiese bastado con dar atrás en la máquina del tiempo, porque lo que parece pretender Montoro es arrebatar a Gallardón el título de ministro más retrógrado del Gobierno, llevándonos directamente, no ya al franquismo, sino al siglo XIX. 


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viernes, 14 de marzo de 2014

JUECES Y JUECES


Resulta inquietante -al menos a mí me resulta inquietante- que las imágenes de la ilustre señora juez doña Mercedes Alaya, camino de su juzgado, a las que ya nos tienen acostumbrados periódicos y telediarios puedan llegar a  servir para marcar el paso de las estaciones en Sevilla que, salvo su infierno veraniego, vive en una eterna primavera. Algo que confirma la teoría de Guillermo Cabrera Infante, según la cual, una mujer, para ser elegante, necesita, al menos, de dos estaciones. Pero más inquietante resulta aún comprobar que cada recorrido bajo los flashes de la juez que se corresponde con alguna de sus diligencias, se corresponde a su vez con algún hito en la vida del Partido Popular.
La verdad es que resulta chocante que una mujer tan sobria y tan discreta en el vestir gaste de diligencias tan estridentes, porque no cabe duda de que pedir a la ex consejera de Economía de la Junta de Andalucía y ex ministra de Fomento Magdalena Álvarez casi treinta millones de fianza civil como poco menos que autora intelectual del fraude de los ERE resulta tan llamativo como para que, desde hace casi cuarenta y ocho horas en este país no se hable de otra cosa. Más aún, cuando de lo que se acusa a la actual vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones es de haber diseñado desde su cargo en la Junta de Andalucía el reglamento, posteriormente aprobado por el Parlamento Andaluz, que, según la juez, permitió el fraude que investiga.
No cabe duda que la nueva vía abierta por la juez, de ser bienintencionada y no tiene por qué no serlo, nos conduciría ante un paradójico escenario, en el que los ministros y diputados o senadores, como legisladores que son, deberían asumir las responsabilidades derivadas de cualquier ley, decreto o reglamento que se viole para delinquir, Por ejemplo, como ayer apuntaba Iñaki Gabilondo, el Código de la Circulación. Está claro que, de extenderse la iniciativa de la señora Alaya, no quedaría un sólo político sin procesar ni ninguno de sus sueldos por embargar.
Pero, si resulta chocante la medida tomada por la instructora contra la señora Álvarez, más chocante resulta que lo haga contra una persona cuyo procesamiento fue ya revocado por instancias superiores y está aún pendiente de un nuevo recurso. Nos ería más prudente, me pregunto, que la juez esperase a que dicho se resuelva para dar ese triple salto mortal que ha dado. No sería mejor, vuelvo a preguntarme, que todas estas medidas y otras parecidas, sean revisadas por instancias superiores antes de ver la luz y hacerse, y con razón, con todos los titulares.
El caso es que el daño ya está hecho, porque en la cabeza de los ciudadanos de a pie, también con razón, no cabe que alguien pueda tomar una medida tan drástica sin la prudencia que se espera de alguien que tiene como cometido decidir sobre vidas y haciendas ajenas. Por eso, aunque ahora se vuelva a revocar el procesamiento de la ex ministra, habrá quienes crean que, por el río de Magdalena Álvarez, corría agua de los eres fraudulentos.
Qué distinto el caso de Mercedes Alaya del del Juez Elpidio José Silva, pasado por la trituradora mediática y judicial por haber osado mandar a la cárcel por dos veces al amigo de José María Aznar que se apropió mediante engaños de los ahorros de cientos de miles de jubilados para jugárselos en la jungla de los bonos basura en un intento nada desesperado de tapar el agujero de su gestión en Cajamadrid, como los malos alcaldes tapan los baches, con arena. Está claro que los jueces en la soledad de sus despachos o, ahora, frente al portátil, en sus casas, toman decisiones que pueden ser prudentes o escandalosas, acertadas o erróneas. Lo que no está tan claro es que dichas decisiones se vayan a encontrar con la objetividad de sus superiores ni mucho menos con la de la prensa.
Hay demasiados cadáveres de jueces en la cuneta de los medios y demasiados jueces en sus altares para pensar otra cosa. Está claro que, para el poder, hay jueces y jueces. 



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miércoles, 12 de marzo de 2014

EMPRESARIOS

Foto: EL PAÍS
 

Vaya país éste en el que nos h tocado vivir: un país para mear y no echar gota, que diría un castizo, un país en el que, a la hora de reformar la legislación laboral, el gobierno sólo escucha a la patronal y la reforma resultante es, como cabría esperar, un guante para los empresarios y una trampa para osos para los trabajadores, un país en el que el Estado de Derecho está convirtiéndose en una selva en la que cazan a su gusto los que menos escrúpulos tienen.

No digo yo que todos los empresarios que operan en España sean unos chorizos, pero, la verdad, es que, de un tiempo a esta parte, al menos sus dirigentes, aparecen tanto en las páginas que se ocupan de la corrupción, que alguna que otra organización empresarial debería plantearse el cambio de sede social a algún centro penitenciario.

De todos es conocida la historia de Gerardo Díaz Ferrán empresario carroñero que en gran medida construyó su fortuna hurgando en los despojos de empresas en dificultades, para "mondar" lo poco que de aprovechable quedase en ellas y abandonar después a su suerte a trabajadores y acreedores, una especie de Atila de los negocios que iba sembrando desolación y miseria allá por donde pasaba, mientras el botín que quedaba en sus manos, crecía y crecía. Díaz Ferrán cayó y cayó con estrépito, saqueando sin el menor remordimiento los sueños de muchos inmigrantes que sólo querían pasar las navidades en su tierra y que se vieron atrapados en las frías salas de un aeropuerto, sin explicaciones ni consuelo y con la burla del amigo de Esperanza Aguirre hoy encarcelado, al que sólo se le ocurrió decir que él no hubiese comprado un billete en su compañía.

Aun sabiendo eso, a la patronal española, a la que se supone la representación de los empresarios de este país le costó meses deshacerse de su malencarado presidente. Tal parece que o no veían lo que veíamos todos los demás o, si lo veían, compartían el credo de quien habían elegido. Algo gravísimo, porque por más que hablen de garbanzos negros, lo cierto es que parece que esos garbanzos son los que abundan en el cocido empresarial y, lo que es peor, a quienes los eligen no parece importarles demasiado verlos en el plato.

El último en caer, ayer mismo ha sido el empresario madrileño Alfonso Tezanos, directivo de la patronal madrileña y hombre fuerte, ahora repudiado, que las  esposas afean mucho, del presidente Arturo Fernández, imputado en la comercialización a todas luces fraudulentas de preferentes en Bankia, beneficiario de obscenos créditos de amiguete en Cajamadrid y pillado "in fraganti", pagando "en negro"  a los trabajadores de sus contratas, entre otras, la de la cafetería del Congreso.

Tezanos que no hace dos días negaba con desparpajo, la imagen de marca de los amigos de Esperanza Aguirre, ha sido pillado con unos cuantos millones de euros del dinero de todos, cobrados por impartir cursos de formación inventados. Curioso personaje éste que, en una reciente entrevista radiofónica, decía  que "saber, oír, comentar... no es tener conocimiento", que, de momento, cierra la lista de empresarios corruptos con cargos representativos.

Lo de éste último, esa estafa al Estado, que no es posible sin la cobertura de quien debería vigilar el buen fin de esos fondos, da qué pensar, porque, si rapiñaban el dinero destinado a la formación de parados, es lógico suponer que, a mayor cifra de parados, más oportunidades de negocio.
 
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martes, 11 de marzo de 2014

MISERABLES

 
Me cuesta creer que diez años después de aquello aún queden personajes tan inmorales como para mantener, aún hoy y con lo que ya sabemos, que la salvajada de los trenes de Atocha no fue como realmente fue. Me cuesta creer que José María Aznar, Ángel Acebes, Pedro José Ramírez, Ignacio González, María Dolores de Cospedal y tantos y tantos políticos dispuestos a cambiar mentiras tan dolorosas por unos cuantos escaños, no sé cuántos miles de ejemplares vendidos o no sé cuántos  telespectadores más… no sé, insisto, cómo todos esos personajillos tan inmorales, tan miserables, son capaces de mirarse al espejo cada mañana, a sabiendas de que llevan diez años sembrando odio y dolor con sus mentiras.
Hemos tenido que esperar diez años para escuchar a miembros de un gobierno del Partido Popular, ayer Fernández Díaz y hoy Ruiz Gallardón, aceptar como buena la autoría señalada por la sentencia judicial, dejando de lado la insidiosa y terrible "teoría de la conspiración". Han hecho falta diez años para ello y ha hecho falta casi tanto tiempo, para que, al dejar de soplar con el fuelle de la mentira, por fin las familias de víctimas, las propias víctimas supervivientes, puedan otra vez llorar unidas por el que, pese a quien pese, fue el mismo dolor, ese dolor causado por unos fanáticos incapaces de ver el día siguiente a su salvajada, tanto que apenas esperaron en este mundo para verlo. 
Aún hoy escucho a determinados periodistas defenderse incómodos, excusarse detrás de presuntas pruebas y detrás del respaldo de lectores y audiencias fáciles de manipular. Ellos saben que lo que hicieron no tiene nombre, que con su ignominia multiplicaron el dolor causado por las bombas con la amargura del desprecio de quienes sólo quieren creer "su" verdad o, a lo sumo, la que les dan, ya masticada, aquellos en quienes quieren creer.
El calvario sufrido por una mujer, Pilar Manjón, escogida como blanco del odio mediático de la caverna porque tuvo tanto dolor y tanto valor como para decirles a la cara, al autor intelectual de la mentira, al que nos habló de montañas y de desiertos lejanos, y a los diputados de la comisión de investigación del Congreso, lo que muchos, entonces, ya estábamos pensando. Por eso aún no la han perdonado. Por eso quienes no perdieron familiares, sólo prebendas y poder ni la perdonan ni la perdonarán nunca.
Ayer, en el Teatro Real, y hoy, ahora, en la catedral de Madrid, las víctimas vuelven a estar juntos. Eso es hoy, diez años después, lo más importante. Ojalá ese sea el primer paso para que este país cure por fin la enorme herida que, ese día, hoy hace diez años, comenzaron a abrir unos miserables, y no me refiero a quienes pusieron las bombas, muertos ya o condenados, en la credibilidad de quienes nunca deberían mentir a la sociedad y en la capacidad de creerles de los ciudadanos.

Cuando uno ve cómo se juega con la verdad de unos hechos comprobados, con el dolor y la dignidad de las víctimas, cuando, como recordaba el juez Gómez Bermúdez, no se parte de la ignorancia, sino de la mala fe, una sola palabra me le viene a la boca para referirme a ellos: MISERABLES. Es duro, pero es así.
 
 
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lunes, 10 de marzo de 2014

ESTIRPES

 
 
El que acabamos de dejar atrás ha sido un largo fin de semana de reivindicaciones y de reflexiones. Arrancó el sábado con la conmemoración del Día Internacional de la Mujer y concluyó ayer con, entre otras la concentración en Madrid en pro de la Cultura. Son tantos los motivos por los que hay que colocarse enfrente del Gobierno cada fin de semana, cada día, que, metidos en harina, se nos olvida que, no hace tanto, las cosas no eran así.

Sin temor a repetirme, porque no es descuido el hacerlo, sino insistencia, vuelvo a subrayar que todo lo que nos está pasando responde a un plan diabólico, un plan diabólico destinado a devolver a los de siempre, a "los de buena estirpe", lo que, más mal que bien, la restitución de la democracia nos dio a todos los españoles la oportunidad de disfrutar y compartir.

Leer que el responsable de la concesionaria de Coca Cola en España sentencia, sin inmutarse, en una entrevista “hemos ganado muchísimo dinero, aunque últimamente no tanto” no debe sorprendernos, sí indignarnos, pero nunca sorprendemos. Lo que dice y lo que están haciendo, cerrar con la mayor de las desvergüenzas, una planta, la de Fuenlabrada, en Madrid, porque, con ella, no ganan todo lo que quisieran, aunque ello condene al paro, la emigración o la ruina a centenares y sus familias, algo que hace no tanto no hubiese sido posible, pero que, con las sucesivas reformas laborales, las del PSOE y la del PP, es ya posible y, sobre todo, rentable.

De un tiempo a esta parte, se nos está despojando de derechos que creíamos inamovibles. Y, si esto es así, lo es porque no hemos sabido o no hemos querido defenderlos. Nos hemos abonado al fatalismo, a ese "las cosas son así, es por nuestro bien" o a ese hipócrita y cruel "habéis vivido por encima de vuestras posibilidades" para dejarnos atracar a cara descubierta, poniendo en la mano del atracador el arma con que nos apuntaba. Lo de la Coca Cola es paradigmático, porque los responsables del cierre se permiten ahora disfrazarse de generosos ofreciendo a sus víctimas como si fuese un regalo lo que hace menos de dos años eran derechos garantizados.

Se está desmontado, no ya el Estado de Bienestar, sino el propio Estado de Derecho, negándose a los que menos tienen el acceso a la justicia, encareciendo de forma salvaje las tasas, se está negando a los más débiles el acceso a la educación, universitaria y de niveles inferiores, estableciendo, como hace décadas, colegios de primera y de segunda, para alumnos de "la buena estirpe" y de las otras, con el añadido sarcástico de que ahora estamos pagando todos lo que ni siquiera el franquismo se atrevió a cobrarnos.

Están intentado desmontar con mentiras y trapacerías lo que era el mayor orgullo de los españoles, la sanidad pública. Echaron el resto en Madrid y no lo consiguieron porque, por una vez, se consiguió que todos los estamentos afectados se uniesen para impedirlo, Y, como siempre que,  además de la fuerza de la razón se pone sobre la mesa la de la fuerza de la unidad, tuvieron que marcharse con el rabo entre las piernas a sus despachitos o escaños de consolación, los que tenían garantizados de antemano, acabase la cosa como acabase.

Se han cargado la tímida ley de dependencia que con más poesía que eficacia pretendía compensar a quienes estaban librando al Estado de la penosa "carga" de la asistencia a los dependientes. Se la han cargado y lo han hecho dentro de ese plan diabólico del que os hablo, porque, como decía este fin de semana la socialista Soraya Rodríguez -ya era hora de escucharles algo sensato- los que quieren es que las mujeres, porque casi siempre son ellas las que cuidan, se queden atadas a sus seres queridos en casa, sin acceder al mercado laboral para, con ello, ahorrarse el coste de la asistencia y, de paso, las pensiones que generaría su trabajo.

Del mismo la reforma gallardoniana de la regulación del aborto no es sólo ideológica, creo que el que en tiempos fuera faraón de Madrid no tiene ideología, sino ego y servilismo interesado, porque creo que lo que persigue es que las mujeres que haciendo uso de su libertad decidiesen no seguir adelante con sus embarazos se rindan ante las dificultades y paran hijos no deseados o no oportunos en sus vidas, que ´las dejarían en la cuneta de sus vidas, haciéndolas renunciar al progreso social y personal al que tienen derecho. De paso, esos hijos que carecerían de la vida que toda madre desea para ellos, engrosarían la legión de peones, la mano de obra barata con que sueñan los que siguen a caballo después de tantos años y que siguen mirándonos con desprecio, porque no somos de la estirpe buena, la suya.

Nada es inocente. Ninguno de los pasos dados por este gobierno y me temo que alguno de los dados por los anteriores, van encaminados a devaluar, ya que no pueden la moneda, nuestras vidas, mientras ellos, los de la estirpe cantada por Rajoy en sus artículos del Faro de Vigo, siguen ensanchando sus fincas y sus bolsas, acosta de las nuestras.
 
 
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viernes, 7 de marzo de 2014

DEL EBRO PARA ABAJO

 
 

La verdad es que nunca llegué a creer que llegase a quebrarse la voluntad de los votantes del PSN, la capacidad de decisión de un partido, se supone que maduro y colocado sobre el terreno, hubiese de estar supeditada a los miedos e intereses, ya no sé si lícitos, de quienes se arrogan la interpretación de la voluntad de los hipotéticos votantes del resto de España. Nunca pensé que llegue a darse un final tan ridículo y descarnado, pero ese ha sido el final que ayer se ha dado.

Acabo de escuchar al secretario general de los socialistas navarros, Roberto Jiménez, asumir, con una sumisión y un fatalismo dignos de mejor causa, la prohibición de apoyar cualquier moción de censura contra la pseudopepera Yolanda Barcina que les fue impuesta ayer desde algún despacho de la calle de Ferraz, donde tienes su sede  la ejecutiva nacional, perdón, federal, del PSOE. El acatamiento de Roberto Jiménez, probablemente encomiable, de la disciplina federal se ha enturbiado, como las aguas de un río crecido, cuando no, sé si con ganas, ha tratado de justificar la decisión de Rubalcaba y su ejecutiva, diciendo que "del Ebro para abajo" las cosas se ven de otra manera.

Quizá Jiménez tenga razón, quizá lo que ocurre es que "del Ebro para arriba" se tiene más conciencia de lo que realmente ocurre. Quizá allá se tiene más claro que quienes votan a Bildu, como pasaba en otros tiempos con los comunistas, no tienen cuernos ni rabo. Quizá "por encima del Ebro" a esos votantes navarros, tan malditos y agresivos como los inmigrantes que unen sus fuerzas y sus cuerpos en Ceuta y Melilla, son más peligrosos, ahora que, de alguna manera, han señalado el camino a ETA, que cuando eran ellos quienes transitaban por donde ETA o quien estuviese tras ETA quería.

Nos hemos pasado décadas diciendo a quienes apoyaban o daban a entender con su silencio que comprendían y consentían la violencia terrorista que ese no era el camino, que el camino estaba en las urnas y en la confrontación de las ideas en los parlamentos, para, ahora que lo hacen, asustarnos de su fuerza y negarles el pan y la sal democráticos. Toda una esquizofrenia que, al final, no es tal, porque sólo es consecuencia de la habilidad de quienes insisten en agitar el fantasma de ETA, ahora que ya se está desvaneciendo, para seguir arrimando el ascua a su sardina, repartiéndose sillones en consejos de administración y engañando a quienes se limitan a lanzar una mirada simplista sobre los telediarios.

Entiendo al señor Jiménez, pero también entiendo que lo mejor que podría hacer es dimitir y abrir en canal su partido. Las crisis mal solucionadas acaban siempre por aflorar, como los muertos mal enterrados. Navarra, España, están necesitadas de pedagogía, están necesitadas de que alguien tenga el valor de llamar a las cosas por su nombre, de contarle a los ciudadanos que la política es algo más que los políticos y sus intereses, de explicarles que los votos de Bildu también valen. Tanto como valieron en su día los de los herederos del franquismo que tanto dolor y tanto atraso trajo a España.

Pero me temo que va a ser difícil. Sobre todo porque hay demasiados esqueletos en los armarios. En Ferraz consideran que participar en una moción de censura que podría apoyar Bildu les perjudicaría en las encuestas. Yo les digo que no más que aquella reforma de la constitución a escondidas y en cuarenta y ocho horas propiciada por el obediente Zapatero que nos ha traído aquí. También les invito a repasar el álbum familiar y a rescatar aquellas fotos, quizá ya teñidas por el sepia de los años, en la que un Txiki Benegas, con menos kilos y más pelo, sujetaba una pancarta en la que se leía "Nafarroa Euskadi da", o lo que es lo mismo, Navarra es Euskadi. Porque, si ellos han cambiado, por qué no los demás.

Pedagogía sinceridad y decencia en lugar de conveniencia. Esa debe ser la receta, arriba y abajo del Ebro, quizá así conjuremos de una vez a los fantasmas de otros tiempos y, de paso, a quienes los agitan. De momento, el puño del logotipo del PSN-PSOE se me antoja que, más que empuñar la rosa, aplasta las siglas del partido de los socialistas navarros.

jueves, 6 de marzo de 2014

EL PERDÓN ES EL CAMINO

 
 

Acabo de escuchar la entrevista que, en la Cadena SER, Pepa Bueno ha hecho al etarra arrepentido Iñaki Rekarte. Un testimonio duro y emotivo que me reafirma en la idea de que el perdón es el único camino para alcanzar la paz, la personal y la de todo un país. También, que el rencor es cansado, muy cansado, porque el rencor exige, no sólo recordar continuamente la ofensa, sino exhibirla ante los demás y transmitirla, a veces a los hijos. Dice Rekarte en su entrevista que, tras entrevistarse, con un familiar de una de sus víctimas aprendió que "hay que ser buena persona".

Cuando digo que el perdón es el camino, lo que quiero decir es que es necesario, como sé que es muy duro, darlo, pero, sobre todo, que es muy duro y necesario pedirlo. Tan duro, como debe ser quedarse solo en la noche, cerrar los ojos y recordar que se lleva a las espaldas la muerte de tres semejantes y la no vida de una veintena más. Iñaki Rekarte ya ha saldado sus cuentas con la justicia, mejor dicho, con los tribunales, fue uno de los beneficiados con la anulación de la doctrina Parot, pero llevaba ya tiempo disfrutando del tercer grado después de repudiar "la lucha armada", la violencia ciega y cruel de la que participó, y de pedir perdón a la familia de sus víctimas.

Rekarte cuenta en la entrevista que se decidió a dar el paso cuando nació el mayor  de sus hijos. Y sé que habrá, cómo no, quien quiera encontrar en esa decisión una salida por la que escapar a la vida tal y como la entienden los ciudadanos "normales". Habrá quien quiera ver en ello una estrategia de borrón y cuenta nueva que le permita "resetear" una vida que no le ha sido grata. No hay más que buscar sus fotos para comprobar que, de la sonrisa de aquel joven risueño de hace unos años, apenas queda nada. Su mirada taciturna y melancólica deja claro que el proceso ha debido ser largo y difícil y que en él, que causó muerte y dolor, han triunfado el amor y la vida. No hay más que oírle hablar de sus hijos y de su compañera.

Habrá quien piense que lo que ha hecho Rekarte, lo que está haciendo prestándose a que se divulgue su caso y colocándose bajo los focos, es simplemente un trámite. Yo estoy convencido de que no es así, quizá tan difícil como lo fue en su día el paso dado por "Yoyes" para regresar a su Ordicia y a la vida y para, al final, morir asesinada de la mano de su hijo, bajo las balas de quienes habían sido sus compañeros. No es fácil. No, no es fácil enfrentarse a un tiempo a la vida real y deseable, al tiempo que al pasado, al rencor de los adversarios y al odio y la incomprensión de aquellos a quienes creías defender. 

A veces, esas cosas acaban mal. Sobre todo, cuando la decisión es heroica y demasiado personal. Sobre todo,  cuando sabes que, a cambio de ese pedazo de vida de esa maternidad, de esa infancia feliz que todo ser humano bien pensante debe desear para sus hijos, te expones a ser utilizado, a ponerte en el escaparate de una política, la de la reinserción que, en el caso de Yoyes, no estaba aún madura. Por eso deseo con todas mis fuerzas que a Iñaki Rekarte la vaya bien, que a la vía Nanclares, con la que alcanzó la libertad y su paz le vaya bien también. Sólo si el perdón triunfa sobre el del rencor, sólo si los hijos de Rekarte pueden mirar a la cara a su padre y a quienes fueron sus víctimas, la paz será posible.

Sé, insisto, lo difícil que es hacer el camino íntimo y personal que lleva a cambiar ese rencor por perdón. Imagino lo difícil que habrá sido para Iñaki colocarse la etiqueta de "traidor", aceptar enfrentarse a la mirada de una de sus víctimas y pedirle perdón, volver a su tierra no como el héroe que quizá algún día soñó ser, sino como un villano o un cobarde egoísta que ha pasado por el aro.


Muy difícil ha debido ser, desde luego, entre otras cosas, porque la organización a la que entregó su juventud se desmorona. Pero hay un camino, el del perdón. El camino que quizá hubiese necesitado Paul Bergman, el navegante que condujo al Enola Gay sobre Hiroshima, el mismo que, cuarenta años después de aquella "hazaña", se colgó, quitándose la vida.
 
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