sábado, 4 de mayo de 2013

BEBER POR ENCIMA DE SUS POSIBILIDADES

 
 
Qué poco edificante resulta enterarse de que quien fuera portavoz del Gobierno con Aznar, el mismo que fue condenado por llamar nazi al doctor Montes, responsable de las Urgencias del Severo Ochoa de Leganés, al que desde su partido se tildaba de exterminador de moribundos, el mismo que, durante su etapa de portavoz de la Junta de Castilla León, manejaba listas negras de periodistas, con dosieres sobre su vida privada, el mismo que montó una rentable agencia de publicidad y que se multiplicaba y se multiplica en las tertulias de las televisiones del TDT party, fue detenido en la noche del viernes al sábado, por conducir en tal estado de embriaguez que "repasó" con su coche la chapa y las ruedas de varios vehículos aparcados en una tranquila calle de lo más tranquilo de Madrid. ¿Éste caballero y otros como él son los que nos dan lecciones de moral a cada minuto?
Sé que muchos estarán pensando ahora en las veces que también ellos han conducido "pasados" de copas y sé también que se dirán que no pasó nada porque ellos "controlan" y saben cuando tiene que parar, que la ley es muy severa y ellos metabolizan bien. Por si fuera poco, en la cultura católica se sustituye la responsabilidad por la culpa y, si nadie nos ve -sólo dios lo ve todo, pero nadie le ha visto nunca- la falta, la culpa, la asunción de responsabilidad desaparece.
Cuando Miguel Ángel Rodríguez fue detenido, a instancias de vecinos y viandantes, por policías municipales que, al menos el que dejó la nota, deberían mejorar su ortografía, fue sometido al control de alcoholemia y, en dos ocasiones dio resultados en torno a un gramo de alcohol por litro de sangre, el segundo, ya en comisaría y más preciso, por encima de ese gramo por litro, lo que para un tipo, grandullón como él, ya es beber.
Rodríguez, una vez que dejó la comisaría sin contestar a las preguntas de la Policía, acogiéndose al derecho de no declarar en su contra y a través de twitter, se disculpó ante los propietarios de los coches afectados y la sociedad, algo que, al menos yo, no lo considero suficiente. Tengo demasiado reciente el caso de Ortega Cano, absuelto del delito de conducir ebrio por una triquiñuela legal, para no pensar que el hombre de confianza durante décadas del marido de la alcaldesa no fuera tratado con sumo cuidado por policías del ayuntamiento y, probablemente, de haber sido un jovenzuelo de los muchos que cada fin de semana se ponen al volante después de una noche de copas, no me atrevería a decir lo mismo.
Afortunadamente, los coces estaban aparcados y sin nadie en su interior. Afortunadamente, no salió a la carretera en esas condiciones y, afortunadamente, no circulaba a gran velocidad, lo que resultaba imposible en esa calle. Si hubiese habido víctimas, qué estaríamos diciendo. Me viene a la memoria, por ejemplo, que Emilio Romero, en pleno franquismo, salió de rositas de un accidente en el que, si mal no recuerdo murió el matrimonio que viajaba en el coche con que chocó de frente. Espero que esos tiempos no puedan repetirse, a pesar del afán indulgente del ministro Gallardón y que, sobre Miguel Ángel Rodríguez, por ser un personaje público, caiga, como ejemplo, todo el peso de la ley. Sólo así, me quedaré tranquilo.
Ahora pienso en las circunstancias en las que se encogorzó el ojito derecho de Aznar ¿saldría de una cena, de una tertulia, de su oficina, de un bar de copas? ¿Con quién estaba Rodríguez? ¿Estaban como él o estaban peor? ¿Por qué no le impidieron ponerse al volante en ese estado? No lo sé y me temo que nunca lo sabremos. Solo sé que, el viernes por la noche, Miguel Ángel Rodríguez había bebido por encima de sus posibilidades y pudo haber causado una tragedia.
 
 
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