Me entero de la muerte de James Gandolfini, ya para siempre
el magnífico Tony Soprano, y lo hago a través de la radio, que, como cada
mañana, martillea mis oídos con su salmodia habitual de políticos corruptos,
banqueros chorizos y demás excrecencias del sistema. Tanto, que me cuesta
sentarme ante el teclado y escribir sobre algo que no tenga que ver con el
abuso de la confianza y la cartera de los ciudadanos.
Bien es verdad que, contemplados en su desfile camino
de la "boda del siglo" o en sus ya frecuentes paseíllos para ver
al juez, los Soprano de aquí tienen más que ver con los personajes de una
película de Pajares y Esteso que con los de la magistral serie de la HBO.
Tampoco creo que a ninguno se le haya ocurrido consultar con un psiquiatra,
porque, a ellos, lo que les preocupa de su cabeza es la cantidad de brillantina
que puedan poner en ella. Por lo demás, satisfacen sus complejos vistiendo
trajes caros, a ser posible de paño y confección inglesa, y cargando en sus
muñecas esos relojes tan poco discretos que, más allá de dar la hora, hablan
del nivel de ingresos y de los complejos de sus dueños.
En lo que sí coinciden los Soprano de aquí y de allá es en su
gusto por los coches grandes y caros y en su "arte" para hacerse con
obras y contratas, porque, a pesar de lo que pensamos, salvo cuando se meten en
guerras intestinas, la actividad principal de la mafia no es el asesinato, sino
la extorsión y el soborno que, allí como aquí, necesita del concurso o el
silencio de los poderes públicos. Sin embargo, el hecho de que no usen pistola
no quiere decir que las consecuencias de sus actividades no puedan llegar a
generar daños colaterales. No hay más que ver las mortales consecuencias de
un insuficiente mantenimiento del metro de Valencia o las, casi
siempre intangibles, víctimas de los recortes en Sanidad,
mientras el sistema sigue lastrado por el sueldo de tantos asesores
como hay y por oscuras contrataciones, en las que, a veces, como
acabamos de saber que ocurre en Cataluña, quien adjudica, es, a la vez juez y
parte.
Los Soprano de la HBO no hacen ostentación, como mucho se citan en bares de striptease y se reúnen en cafés y restaurantes modestos. Los de aquí, van a misa con la familia, al menos los domingos, y, a veces, reciben la comunión de manos de un obispo y, cuando salen a comer, los hacen a restaurantes de lujo, donde les gusta ser reconocidos. Los Soprano de la serie hacen lo que hacen por tradición familiar, los de aquí suelen ser advenedizos descolgados del mundo de la política o enganchados a él como garrapatas dispuestas a beberse laa sangre y la salud del país.
Decía que los Soprano de aquí no van al psiquiatra como va
Tony. Los sopranos de aquí se confiesan con la prensa y, si no queda más
remedio, con los jueces. Saben perfectamente que lo que hacen no es lo correcto
y buscan en sus confidencias con periodistas lavar su imagen y, si es posible,
arruinar la del adversario. Por ello pagan para conseguir dosieres que
hablen de pecados ajenos que guardan en la recámara, por si hace falta
decir aquellos de "qué tenemos contra el hijo puta", que en su
momento tomamos casi a chufla y que hoy cobra todo su sentido.
Se confiesan también con los jueces, pero sólo a
medias. Del mismo modo que Tony mantiene a su psiquiatra en la
penumbra de algunos rincones de su alma, los Soprano de aquí esconden sus
cuentas a los jueces y tratan de liarles haciendo ver que no escriben como
escriben y que no saben de qué se les habla. Pero, como en la Nueva Jersey de
los Soprano de la tele, a veces hay tensiones en la familia y vuelan las
insinuaciones, las amenazas y los cuchillos. Es entonces cuando los papeles
comienzan a llegar a los cajones de los periodistas de confianza y cuando una
acusación se compensa o se para con otra o con la amenaza de otra.
Cuando esto ocurre, se desata una lucha sin cuartel, porque
tampoco a los Soprano de aquí les gusta la cárcel, que estropea mucho y
entristece. Pero, en los días de vino y rosas, para los Soprano de allí como
para los de allá, si se han hecho bien los deberes y se han hecho los contactos
y los regalos oportunos, todo es tan sencillo como poner el cazo y sentarse a engordar el negocio, que es lo que hacen los listillos. Los de allí, no. Los de allí son lo que nunca serán estos: astutos.
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1 comentario:
HBO ha realizado buenas series, también como Game of Thrones, PSI, Mad Men, es de admirar que el escritor de las últimas temporadas, Matthew Weiner, es también el creador de Mad Men.
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