No sé qué tiene Extremadura que parece haberse especializado
en "parir" líderes díscolos y dárselos a todos los partidos, porque
qué otra cosa han sido y son Juan Caros Rodríguez Ibarra (PSOE), Pedro
Escobar (IU) o, ahora, José Antonio Monago (PP), que ayer dio la campanada, con
mucho más ruido que nueces, con su bajada del tramo autonómico del IRPF.
Lo ha anunciado a bombo y platillo. Lo ha hecho diciendo que
Extremadura, o sea, él, hace lo que otros dicen que no se puede hacer:
bajar los impuestos. Se espera en q decir que la medida afectará a
cuatrocientos mil ciudadanos, el 90% de los contribuyentes extremeños, los
de renta más baja, y, claro, se ha ganado el titular. Un
titular enormemente llamativo que hubiese valido tanto para una bajada
significativa de los impuestos, que no es el caso, como para ésta que apenas
supone un ahorro de 23 euros de media por contribuyente. Objetivo, pues,
conseguido, porque en ahora mismo estamos hablando de José Antonio Monago y su
bajada de impuestos y a él, a las arcas extremeñas, no le va a salir muy cara
la jugada.
Es una especie de reproche al gobierno de Rajoy y es, ante
todo, una llamada de atención para quien, como el ministro Montoro,
parece dispuesto, en contra de su opinión a consentir la asimetría
en el tratamiento del déficit autonómico, con la lógica aquiescencia del
presidente. Y aquí llegamos a otra peculiaridad de la tierra extremeña, la de
practicar el victimismo y la confrontación con Cataluña, que fue instituida por
Rodríguez Ibarra en su día. Pura demagogia que, como al ex barón socialista, se
le premia en apoyo dentro de los límites de la comunidad autónoma y una cierta
fama de Pepito Grillo que canta las cuarenta, fuera de ellos.
No es la primera vez que Monago se subleva a propósito
de los impuestos, ya lo hizo al menos con el IVA del material escolar que ya se
negó a subir, no sé si presionado por Izquierda Unida, con cuyo
"permiso" llegó al gobierno de Mérida. Una medida que sí tiene
sentido en un territorio con grandes desequilibrios económicos, no la
anunciada ayer que, a lo sumo, supone un monto total de diez millones de euros
que muy bien podían invertirse en cualquiera otra de las
partidas recortadas. Y lo digo, porque la noticia de la
"bajadita" de impuestos de Monago se mezcla con otras que dan cuenta
de recortes en becas y ayudas al estudio, cuando nos enteramos de
que muchos universitarios están perdiendo el curso por no poder pagar el
segundo plazo de su matrícula que, en algunos casos, está siendo cubierto por
sus profesores, y que centenares de alumnos no han podido presentarse
a las pruebas de selectividad por no haber podido pagar las tasas de examen.
Se nos olvida a menudo que en este país hay gente que tiene
que poner imaginación y fantasía entre el pan del bocadillo de sus hijos y que
hay quien tiene que caminar horas, porque ni siquiera tiene el dinero
para pagar el billete del autobús o del metro. Cuando a nuestro alrededor están
pasando estas cosas resulta frívolo presumir de devolver veintitrés euros
a cada contribuyente sólo para colgarse la medalla de haber bajado
los impuestos.
Estoy harto de ver cómo los impuestos que deberían servir
para redistribuir, no sólo los costes del Estado, sino también la riqueza
sirven para la demagogia y el tráfico de votos. Haría muy bien Monago en
invertir esos diez millones de euros que piensa devolver a cuatrocientos mil
extremeños, en ayudar a quienes, por ejemplo, no pueden pagar sus tasas
o su matrícula, o a quienes no tienen ni para el transporte que necesitan
para llegar a tiempo a esa ansiada entrevista de trabajo.
Lo de Monago, permitidme que lo diga, me parece pura demagogia.
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