Sé de sobra que las fotos que publica la prensa
no corresponden exactamente a verdaderos instantes de la realidad, pero,
pese a ello, hay que reconocer que tienen el valor de haber sido escogidas
para representar la realidad tal y como se interpreta en las
redacciones de los periódicos. Y lo digo porque alguna de las fotos que ayer vi
de Alfredo Pérez Rubalcaba, después de que Griñán, no ya anunciase su retirada,
sino que reclamase un relevo que, en el PSOE, que es, de los dos grandes
partidos, el que me importa, está tardando demasiado.
En esa foto, el secretario general del PSOE tenía mala cara,
no porque estuviese enfermo o le hubiese sentado mal la comida, como solemos
entender, sino esa cara, ese mal gesto, que se nos pone cuando se nos despierta
inesperadamente de la plácida siesta en la que estábamos sumergidos y no sé por
qué, pero creo que, con su anuncio, José Antonio Griñán sacó sin
piedad de su sueño al secretario general de los socialistas.
Rubalcaba, y no es un defecto que tenga en exclusiva, practica
el catenazzo que tanto se ha criticado a la selección italiana y que, ya, ni
Italia lo utiliza. Ese estar a la defensiva, encerrado en el partido, urdiendo
no se sabe qué estrategia, para en cada vez más escasas ocasiones salir al
contraataque no le gusta a la afición. Quizá a él le haya dado resultados, pero
no lleva a la gente al campo. No hay más que ver las encuestas que dejan bien a
las claras que el PSOE, el gran partido del centro izquierda, se ha olvidado,
quizá no haya sabido hacerlo, de defender a quienes no hace tanto le llevaron
al Gobierno.
Griñán habló de relevo y creo que ahora, después de los
excesos cometidos en la etapa Zapatero, en la que, como en las expresas, la
experiencia pasó a ser una rémora, se hace necesario ver, no ya caras nuevas,
sino actitudes nuevas, porque los becarios que trajo consigo el antiguo
secretario general, con honrosas excepciones, aptos para navegar en plana
bonanza, no han sabido capear los temporales. Y entiendo al presidente andaluz,
porque no debe ser agradable ver desmoronarse las expectativas de voto,
mientras en Ferraz, al menos de puertas afuera, reina la inacción.
Tal parece que, en cuanto a actitudes, en España, los
papeles de los partidos están cambiados, porque el partido de la derecha se
comporta como un verdadero hooligan que hace oposición incluso cuando está en
el Gobierno, mientras el que debería ser más progresista y debería defender los
intereses y los derechos de los más desfavorecidos, se muestra
siempre aquejado de un exceso de prudencia y un afán de consenso por
el consenso que no conecta con el electorado a que pretende aspirar.
No sé si os pasado como a mí que no he sido capaz de
entender la falta de tono de los socialistas en los primeros meses de gobierno
de Rajoy. Llegué a pensar, incluso, que Rubalcaba estaba enfermo. Luego,
considerar que, entre hacer oposición y consolidar, mediante una
reestructuración interna, su partido, había optado por esto último, pero
tal parece que ni una cosa ni otra, porque está todo por hacer y tengo la impresión
de que, entre hacer unas primarias abiertas y clarificadoras ahora, con años
para afianzar al candidato, y hacerlo en el último momento, sin darle tiempo a
equivocarse, habían optado por lo segundo,
Quizá porque el ejemplo de lo primero fue Borrell y el de lo
segundo Zapatero. Pero creo que ni uno ni otro ejemplo deben tomarse como
dogma. Y, mientras tanto, Rubalcaba apurando los que sabe que serán sus últimos
años en la política activa, para la que ha vivido más de la mitad de su vida.
Sabe que deberá ceder el paso a otros, porque parece claro que no es capaz de
subir este último puerto. Y necesitamos, el país necesita subirlos. Quizá
por eso. ayer le vimos con tan mala cara.
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