lunes, 17 de junio de 2013

LIBERTAD Y SEGURIDAD

 
Los papeles de Snowden van camino de hacer más daño a los paladines de la libertad mundial, con sede en Washington y Londres, que el que les hicieron, y fue mucho, los de Wikileaks, porque, si aquellos dejaban al descubierto y en carne viva la torpeza del servicio diplomático de Estados Unidos y sus socios, en estos lo que se evidencia es el "todo vale" con el que, en nombre de la seguridad, están mirando en nuestros correo, escuchando nuestras conversaciones y oliendo nuestras braguetas. Quienes se dejan embriagar por el poder y no sólo por el poder, como Miguel Ángel Rodríguez, lo saben de sobra. Por eso buscan información sobre adversarios y compañeros, por eso circularon como circularon los dosieres en la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre. Todos ellos saben y cómo que la información es poder y por eso la buscan, la compran y la utilizan.
Por los papeles de Snowden acabamos de enterarnos de que Reino Unido espió en 2009 a varias de las delegaciones convocadas a las cumbres del G-20 celebradas allí y que, además, montó falsos cibercafés mediante los cuales controló los correos y los chats de quienes cayeron en su trampa. No es de extrañar. Yo doy por descontado que siempre hay gente asomada a lo que escribo y cuelgo en Facebook y a lo que digo o hago con mi teléfono móvil y creo que ese es el secreto de la libertad hoy en día: ser conscientes de que millares de ojos y oídos escrutan nuestra vida de la que, por suerte o por desgracia, una gran parte transcurre ya en teclados y pantallas.
Sabemos de sobra que bucear en los servidores que hacen posibles las redes en las que interactuamos es posible. Sabemos que la información que los gestores de esas redes tienen de todos nosotros se usa comercialmente y conocemos y sufrimos su puritanismo moralista ¿Cómo dudar entonces de que no tardarían ni un segundo en dar a sus gobiernos, Estados Unidos en el caso de Facebook, Google o Microsoft, la información que soliciten de nosotros, sus "clientes". No deberíamos olvidar que los programas que utilizamos a diario en nuestros ordenadores y teléfonos, pasan por infinidad de servidores y que, por definición, están llenos de "puertas de atrás" que alguien puede abrir en un momento dado, para que los gobiernos pasen y vean.
Os preguntareis qué hacer ante la evidencia, sospechada largamente y ahora confirmada, de que nos vigilan. La respuesta es, siempre lo es, un debate entre libertad y seguridad, aunque ahora se trataría de la libertad y la seguridad individuales. Un debate, en fin, entre cómo queremos vivir y a qué estamos dispuestos a renunciar para conseguirlo.
En mi caso, la respuesta es clara. No estoy dispuesto a renunciar a nada y por eso todo lo que hago o escribo en la red es accesible para todo el que quiera mirarlo. Por eso mi único límite es el daño que pueda hacer a quienes carecen de responsabilidad en lo que ensalzo o critico y por eso trato, sobre todo, de distinguir entre el ámbito público y privado que tienen todas las personas, incluso las que se mueven en lo público.
Teniendo esto presente y actuando así, seremos más fuertes, porque no nos inocularán su miedo ni su prudencia y nos expresaremos en libertad, como lo haríamos con amigos, y todos sabemos que algunas cosas no se las contamos ni siquiera a los amigos. Si lo tenemos claro y no nos dejamos poner el dogal, seremos más libres y si somos más libres ellos serán más débiles, porque se puede represar un río para controlar su caudal, pero, cuando el río viene crecido, no hay dique que lo retenga.
Lo “hablaba” hoy con una amiga. La libertad no admite apellidos. La libertad no puede ser prudente, no puede ser segura. La libertad –y sé que es una utopía- sólo puede ser LIBERTAD, con mayúsculas.
 
 
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