A estas alturas, no sé qué me desosiega más, si el hecho
de que alguien haya tratado de enlucir algún que otro ingreso inconfesable
fingiendo la venta de propiedades en nombre de la infanta Cristina o el de que
la Agencia Tributaria, que era de lo poquito a lo que aún no le había perdido
la fe en este país tan desdichado, ande manga por hombro procesando sin
ton ni son datos que no comprueba y que, con ello, esté poniendo en
evidencia la honorabilidad, que en este caso es de la infanta, pero que podría
ser de cualquiera.
Como siempre, voy a hacerme un poco el tonto En el caso de
que las transacciones inmobiliarias de las que se viene hablando en los
últimos días se hayan registrado sin error ¿Quién puede pretender y para qué
hacer pasar por buenas unas ventas ficticias de fincas, incluso a sus
verdaderos propietarios? La única respuesta que se me ocurre es que sólo lo
haría quien tratase de justificar unos ingresos de origen, cuando menos,
turbio. La siguiente pregunta ha de ser ésta ¿Hay alguien en el entorno de la
infanta que cumpla con esa premisa? Pues no lo sé o, mejor dicho, no
quiero cansarme ni cansaros repitiendo una y otra vez las fórmulas "presunto"
y "presunción".
Descartada la posibilidad de que se estuviere blanqueando
dinero con tan sorprendentes operaciones, sólo cabe el error inverosímil,
pero repetido catorce veces y por personas distintas. Dicen quienes
entienden de esto -registradores de la propiedad e inspectores de Hacienda- que
la posibilidad de que se den tales errores y más repetidos tiende a cero.
Luego, si el error no se ha producido entre gente acostumbrada a manejar
documentos y a dar fe de ellos ¿dónde se ha producido?
Anoche mismo escuché como inspector de Hacienda dejaba claro
que toda la documentación pedida por el juez sobre el caso, por tratarse de un
caso que afecta a la familia real, pasa por "los despachos nobles" de
la agencia, antes de ser remitidos al juzgado de Palma, de modo que
tenemos derecho a pensar que se revisan una y otra vez para evitar
errores embarazosos como los que ahora mismo nos ocupan y preocupan.
¿Qué hacemos entonces? ¿Volver al primer supuesto? Supongo
que sería lo razonable. Y también lo más incómodo, porque, si las ventas
figuran en la declaración de la renta de la infanta y, si figuran, habría
recibido por ellas un importe de cerca de millón y medio de euros. Algo que es
difícil que se escape a la propia infanta o a quien quiera que sea el que la
asesore en el trámite. A mí, al menos, no se me escaparía.
Error o trampa, trampa o error, habrá que resolverlo. Y,
cuanto más tarde en resolverse, más a verse perjudicada la buena imagen de
quien, al final, resulte inocente de haber cometido el error o haber hecho
la trampa. Y es aquí donde aparece el que, de momento, es el único
culpable, si no del error o de la trampa, sí de haber dejado crecer el
soufflé hasta reventar en todo su esplendor. Un culpable que no es otro que el
ministro Montoro y sus colaboradores, tan prestos a levantar sospecha o a dar
los nombres de infractores como Javier Bardem, Antonio Banderas
o Leonel Messi y tan reacio a dar las claves que despejarían
las incómodas incógnitas que plantea este caso.
Ya por último: ahora que todos sabemos que a los miembros de
la familia real "gastan" DNI de dos cifras, va a ser difícil evitar
bromas y gamberradas a cosa de tal circunstancia. Sería conveniente, más por
camuflaje y disimulo que por afán democrático que, lo antes posible, les diesen
uno de ocho cifras como a todo hijo de vecino. Ah, perdón, me olvidaba de que
ese no es el caso.
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