Entiendo que verse en el punto de mira de ETA o cualquier
otra organización terrorista genere mecanismos de defensa en quien padece ese
castigo. Otra cosa es que la tortura cotidiana, ese vivir encarcelado en su
casa, su barrio o su tierra llegue a nublar el entendimiento de quien sin
duda ha sido una víctima. Personajes como Carlos Iturgaiz, hasta hace poco
presidente del PP vasco, no acaban de entender que, cuando se dejan llevar por
las consecuencias de lo padecido y acaban viendo enemigos en todas partes,
están haciendo a quienes se han pasado la vida amenazándoles el mejor de los
regaos, porque, cuando el miedo se transforma en odio y el adversario en
enemigo, acaban siendo coartada de sus verdugos.
Iturgaiz, no hay que olvidarlo, se ha criado políticamente a
los pechos de Jaime Mayor Oreja y, cómo él, padece esa alteración de la
realidad que le ha llevado, por ejemplo, a negar cualquier legitimidad a los
gobiernos de izquierda en América Latina, incluso a aquellos que habían
conseguido el poder en las urnas, en las ocasiones en que había ejercido
como observador en procesos electorales en aquel continente. Demasiado a
menudo, su "talibanismo", muy parejo al de su mentor, se había vuelto
incómodo para u PP que quería crecer, fundamentalmente en el País Vasco y,
quizá por ello, cuando el PP quiso lavarse la cara y dar una imagen más
centrista se le incluyó en las listas del Parlamento Europeo, quizá como a
un retiro dorado en el que su intrépida lengua dejase de ser un peligro. Pero
ya se sabe que, "aunque al mona se vista de seda, mona se queda" y
estaba claro que, antes o después, Iturgaiz estaba condenado a
levantar otra escandalera con sus palabras.
Lo hizo ayer al contestar de manera torpe y desproporcionada
a la concesión del premio Ciudadano Europeo 2013, otorgado a la Plataforma
Antidesahucio, con la que ya había tenido un desagradable
enfrentamiento en el mismo Parlamento Europeo, rayano en el ridículo por
parte del eurodipurado, Ada Colau, compareció ante la comisión de
peticiones de la cámara para explicar la posición del movimiento ante los
desahucios.
No es de extrañar, pues, el cabreo de Iturgaiz al comprobar
que aquella mujer y aquel movimiento a los que intento de descalificar
zafiamente, comparándolos con terroristas, se alzase con unanimidad con el
galardón. Y no es de extrañar que, en lugar de asimilar en silencio y con
elegancia el resultado de una votación, haya preferido hacer el
ridículo pronunciando ante Radio Nacional la estúpida frase de que
"Hoy es Ada Colau y mañana Arnaldo Otegi", sin darse cuenta de que en
la comparación quien sale ganando es Otegi que, a partir de ahora, puede comenzar
a ser visto como un demócrata caído en desgracia.
Hacen mal quienes cultivan el victimismo como medio de
descalificación de sus adversarios, porque pretender que, sólo por
haber sufrido el acoso de ETA y sus alrededores, se les tenga que dar
la razón es absurdo y deberían saber que el uso y abuso que han hecho de ese
victimismo ha podido darles ventaja política en otros tiempos, que ya no son
éstos, ya no va a ser el mismo, porque son miles los ciudadanos que de una
manera directa o indirecta están sufriendo las consecuencias de lo que Colau y
la PAH combaten.
Hacen mal e Iturgaiz se equivoca al colocarse torpemente
frente a la organización quienes ha sido capaz de conseguir en un
tiempo record un millón y medio de firmas respaldando la iniciativa legislativa
que luego su partido, el PP, ha acabado despreciando. Se equivoca torpemente,
porque ni de lejos se acerca a ese respaldo el que torticeramente promovió
Esperanza Aguirre contra e IVA y que ya se sabe en qué ha quedado. Se equivoca
el muy torpe.
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