De mis primeras semanas en la mili -yo soy de los que la
hicieron, tarde, pero la hicieron- recuerdo dos cusas: una, la bruma de
aquellas frías mañanas de noviembre en Araca, al lado de Vitoria, la otra,
la consigna con la que me tropezaba al bajar las escaleras del pabellón de mi
compañía "Si tiene remedio, de qué te quejas y, si no lo tiene, por qué te
quejas". Ya se sabe que, también entre la gente de armas, hay filósofos y
poetas.
La frase me ha venido a la memoria al leer las torpes
excusas con que Cristóbal Montoro justificó ayer la dimisión, simulada y en
diferido, de la responsable de la Agencia Tributaria, Beatriz Viana, como
consecuencia de la crisis abierta en el que, hasta hace días, era considerado
como uno de los organismos más prestigiosos y "más de fiar" de la
Administración, a consecuencia de las fincas fantasma aparecidas en los datos
fiscales de la infanta Cristina enviados al juez del caso Noos. Y lo he
recordado porque, después de escuchar a Montoro, me pregunto ¿Si no
es culpable, por qué la cesan -o le admiten la dimisión- y, si lo es, por qué
la defienden?
Me temo que lo que ocurre es que "con la corona hemos
topado" y que hay quien se ha empeñado en protegernos de lo que nos pueda
pasar si vemos a una hija del rey ante el juez. Pero siempre sucede que
las mentiras tienen las patas cortas y, por eso, a cada explicación
del ministro, inverosímiles todas, le ha seguido una cadena de desmentidos que
han puesto en evidencia lo burdo de las torpes excusas, alegando tal cúmulo de
errores y tal falta de rigor en el control de los datos que, al menos en el
caso de doña Cristina, recibe la infanta, que era lógico pensar en ceses o
sanciones.
Pero no. Silencio e inacción, Dontancredismo en estado puro.
Una muestra más de ese "a ver si pasa el chaparrón" en el que Rajoy
es un mago, pero que al locuaz Montoro no se le ha dado nada bien. Una pena,
porque Beatriz Viana le pasaba a Montoro las chuletas, le dejaba ver con
tiempo el contenido de los exámenes y eso le permitía pavonearse en las gradas
del Congreso ante, actores, periodistas, empresas de comunicación y esos
despreciables "cómicos" que, como "Dipardié" pagan sus
impuestos fuera.
Montoro la va a echar de menos y lo dio a entender
cuando dijo “Pierdo una excelente colaboradora, pero no la pierdo tanto porque
no estará muy lejos. No estará en ese puesto, pero vamos a seguir trabajando
juntos. Va a seguir en la institución, es la que entiende” y yo me pregunto por
qué, si es la que entiende, deja que se vaya convirtiendo la que aparentemente
ha sido la suya en la primera dimisión del gobierno de Rajoy. Chusco, muy
chusco de nuevo, todo lo que deriva de este asunto, porque Montoro tuvo varios
actos fallidos, sin ir más lejos, cuando añadió que se trata "de una
funcionaria que ha entendido que su relevo era el momento para fortalecer la
credibilidad de la institución que estaba dirigiendo", un relevo que se
produce sin aclarar el misterio y sin identificar a culpable alguno.
Quien iba a decirle a tan excelente profesional, la misma
que dijo ante el micrófono que creía cerrado de una la sala de comisiones
del Congreso que no sabía "lo que acababa de decir" que iba a
perder su puesto, no por hablar de más, sino por haber guardado un disciplinad
silencio. Al cerebro de Montoro la he perdido el corazón por eso ha dado
demasiadas excusas para un decisión, la de dimitir, que, si lo es, no es
suya, sino de Beatriz Viana. Demasiadas excusas para justificar lo que admitió
como una decisión política para poner fin a la peor crisis vivida por la
Agencia Tributaria que se produce justo cuando los contribuyentes echan cuentas
para presentar su declaración de la Renta.
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