No sé si, como presume la fiscalía, Messi ha cometido fraude
fiscal por haber escondido a la hacienda pública más de cuatro millones de
euros, pero creo que, sí es así, dispone de una magnífica ocasión
para que los que le admiramos sobre el campo le admiremos también fuera de
ellos. Bastaría con que, de ser ciertas, reconociese los hechos de que se
le acusa y saldase la deuda que tendría con el país que le ha visto crecer como
estrella.
Me dolería mucho que este asunto acabase por
desequilibrar el talento y la carrera de este prodigioso jugador.
Quizá fuese lo justo, pero nos privaría del placer de seguir creyendo
en la historia de cuento del niño que triunfa y se convierte en un modelo con
el que soñar de la que nos privó su compatriota Maradona, al que las malas
compañías acabaron por hundir.
Me resulta difícil imaginar el tránsito de niño o
adolescente virtuoso y genial a genio millonario que convierte en oro todo
lo que toca. Supongo que ese tránsito de niño a empresa es difícil y
que es tanta la gente que se mueve a su alrededor que la misma responsabilidad
del genio se diluye, pero admitir su inocencia si los hechos se prueban sería
tanto como admitir la inocencia y el candor de Ana Mato o la infanta
Cristina.
Por eso deseo con todas mis fuerzas que Messi salde con
creces, si la hay, la deuda que tiene con la hacienda de España que sería tanto
como devolver al país que le ha visto crecer como deportista lo que,
simplemente, es justo y, además, legal, porque es mucho el dinero que se mueve
a su alrededor y sus salarios encarecen el disfrute de un deporte que nació
como juego y que hoy parece escapar a las leyes de los hombres dentro y fuera
de los campos, donde lo que en la calle se castigaría a jugadores y
espectadores se salda apenas con un reproche que casi siempre es compensado no
sólo desde las gradas o los despachos, sino desde la prensa más sectaria.
Está muy bien que se castigue a Messi o que, cuando menos,
se le obligue a saldar su deuda si la hay. Pero sería mucho mejor que lo
suyo fuese sólo el principio y que, con él, se inaugurase otra etapa en la que
el celo de la inspección alcanzase también a todos esos cerebros de la
ingeniería contable y el regate financiero, de quienes los deportistas no han
hecho más que seguir el modelo, sean banqueros,
Industriales, rentistas, terratenientes, actores,
políticos o marqueses. Con la lista de Falciani tienen los hilos de los que
tirar, pero bastaría con echar una mirada a las directivas de los equipos de
fútbol de Primera División, en los que, no sé por qué, abundan los
constructores y especuladores varios, siempre dispuestos a hacer negocios en el
palco. Ahí hay mucha tela que cortar y parece que, al señor Montoro, tijeras no
le faltan.
Si se confirma lo que ayer supimos, Messi estaría ante un duro marcaje, quizá el más duro de su carrera. Sólo espero que sepa también salir de él con
dignidad y sin hacer trampas ni aspavientos y que todos aprendamos de ello.
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