No soy capaz de imaginarme bajo una lluvia de sospechas y
reproches como la que eles está cayendo encima al gobernador del Banco de
España y todos esos directivos de las cajas de ahorro que, no sólo se han
forrado a nuestra costa desde el cargo, sino que, además, se han asegurado una
jubilación digna de capos de la mafia rusa con el mayor de los desparpajos.
No puedo imaginarme tal desparpajo porque siempre que se puso
en duda mi capacidad de trabajo o mi honradez, lo que afortunadamente apenas
sucedió y si sucedió fue injustamente, pasé un calvario en el que la salud
acabó por resentirse. Por eso no me explico como algunas personas son capaces
de mantenerse en su cargo en medio de acusaciones como las que están recibiendo
un día sí y otro también a propósito del latrocinio en las cajas.
No sé si siempre ha sido así. Lo cierto es que, antes, las
empresas, públicas y privadas, eran de otro modo. La estructura de mando
existía también, pero la altura de la pirámide sobre la que sentaban sus reales
era mucho menor, no era tan difícil cruzarse con los jefes de todo y éstos
tropezaban cada día, en el ascensor o en las escaleras, con gente normal y
corriente, gente de la que hoy les separan escoltas, ascensores privados y una
soberbia inimaginable en estos tiempos.
Qué ha pasado para que en no más de treinta años se haya
creado esta especie de aristocracia que ha vivido rodeada de lujos e ineptitud
gastando nuestro dinero como sólo saben hacerlo los horteras que, además, tiran
con pólvora ajena.
Esta mañana, viendo los carteles en los que alguien ha
tenido la ocurrencia de poner en búsqueda y captura a los directivos de las
cajas gallegas, me he preguntado si merece la pena verse así, si no sería mejor
renunciar a esas escandalosas indemnizaciones y pensiones muchimillonarias a
cambio de poder dormir a pierna suelta y de poder mirar a los ojos a la gente.
Me lo he preguntado y enseguida me he dado una respuesta: NO
Pero, claro, soy o al menos me considero normal. Tengo
estómago, hígado y corazón y la anchura de mis espaldas limita la cantidad de
odio, reproches y vergüenza que soy capaz de soportar. No soy uno de esos
superhombres o supermujeres sin escrúpulos que duermen a pierna suelta pase lo que pase y se
diga lo que se diga de ellos.
2 comentarios:
Solo queria saludarle y decirle que ademas de ser seguidor suyo compartimos apellido: Astasio. Le animo a que siga haciendo gala de buen periodismo.
Reciba un saludo,
Antonio Astasio Alvarez
No les importa la opinión del pueblo, pues se ven como se veían los nobles antes de la revolución francesa, es como si yo supiese que las ovejas no tienen una buena opnión de mi persona. lo de las prejubilaciones es público pero hay otras acciones que rozan la ilegalidad, hay muchas víctimas, solo que la prensa no se hace eco.
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