domingo, 9 de octubre de 2011

SUPERHOMBRES


No soy capaz de imaginarme bajo una lluvia de sospechas y reproches como la que eles está cayendo encima al gobernador del Banco de España y todos esos directivos de las cajas de ahorro que, no sólo se han forrado a nuestra costa desde el cargo, sino que, además, se han asegurado una jubilación digna de capos de la mafia rusa con el mayor de los desparpajos.
No puedo imaginarme tal desparpajo porque siempre que se puso en duda mi capacidad de trabajo o mi honradez, lo que afortunadamente apenas sucedió y si sucedió fue injustamente, pasé un calvario en el que la salud acabó por resentirse. Por eso no me explico como algunas personas son capaces de mantenerse en su cargo en medio de acusaciones como las que están recibiendo un día sí y otro también a propósito del latrocinio en las cajas.
No sé si siempre ha sido así. Lo cierto es que, antes, las empresas, públicas y privadas, eran de otro modo. La estructura de mando existía también, pero la altura de la pirámide sobre la que sentaban sus reales era mucho menor, no era tan difícil cruzarse con los jefes de todo y éstos tropezaban cada día, en el ascensor o en las escaleras, con gente normal y corriente, gente de la que hoy les separan escoltas, ascensores privados y una soberbia inimaginable en estos tiempos.
Qué ha pasado para que en no más de treinta años se haya creado esta especie de aristocracia que ha vivido rodeada de lujos e ineptitud gastando nuestro dinero como sólo saben hacerlo los horteras que, además, tiran con pólvora ajena.
Esta mañana, viendo los carteles en los que alguien ha tenido la ocurrencia de poner en búsqueda y captura a los directivos de las cajas gallegas, me he preguntado si merece la pena verse así, si no sería mejor renunciar a esas escandalosas indemnizaciones y pensiones muchimillonarias a cambio de poder dormir a pierna suelta y de poder mirar a los ojos a la gente.
Me lo he preguntado y enseguida me he dado una respuesta: NO
Pero, claro, soy o al menos me considero normal. Tengo estómago, hígado y corazón y la anchura de mis espaldas limita la cantidad de odio, reproches y vergüenza que soy capaz de soportar. No soy uno de esos superhombres o supermujeres sin escrúpulos que duermen a pierna suelta pase lo que pase y se diga lo que se diga de ellos.

2 comentarios:

aastasio dijo...

Solo queria saludarle y decirle que ademas de ser seguidor suyo compartimos apellido: Astasio. Le animo a que siga haciendo gala de buen periodismo.

Reciba un saludo,
Antonio Astasio Alvarez

Anónimo dijo...

No les importa la opinión del pueblo, pues se ven como se veían los nobles antes de la revolución francesa, es como si yo supiese que las ovejas no tienen una buena opnión de mi persona. lo de las prejubilaciones es público pero hay otras acciones que rozan la ilegalidad, hay muchas víctimas, solo que la prensa no se hace eco.