miércoles, 5 de octubre de 2011

COMO LO DE LOS REYES MAGOS


Ayer tuve la fortuna o la desgracia, quién sabe, de asistir como oyente a la entrevista-confesión de Lluís Carrera, director que fue tanto de sucursales bancarias como de oficina de una caja de ahorros. Después de oírle todo cobra sentido, pero he de deciros que me sentí como un guiñapo. Lo dicho ayer tarde por el señor Carrera es el equivalente a menor escala, aunque, como testimonio, de mucha más solvencia, a la estrepitosa entrevista del famoso bróker Alessio Rastani a la BBC.
Carreras habló de algo que yo conocí en la empresa en la que trabajé toda mi vida y que, por lo visto, es la tónica general en muchas actividades. La política de objetivos, esa locura de crecer por crecer en la que el verdadero objeto de la actividad empresarial se desdibuja para convertir la realidad en cifras y estas en yugos a los que uncir a los empleados. Contó cómo sus directivos desconfiaban de empleados como él con un sueldo decente, criterio profesional y escrúpulos, frente a otros empleados, jóvenes y mal pagados, para los que la única forma de alcanzar una nómina aceptable y mantenerse en el puesto es entrar en el juego de los incentivos que muchas veces lleva a convertir en clientes a quienes no van a poder asumir la deuda que contraen.
Según Carreras, cada operación de "venta de productos" de la oficina -hipotecas, tarjetas de crédito, planes de pensiones o domiciliaciones- sumaba puntos en el marcador del empleado, que cobraba en metálico o en especie a final de mes. Lo malo es que a cada uno de ellos se le fija un "objetivo" que, de no cumplirse, mermaba sustancialmente su nómina.
Naturalmente, no me acabo de caer de un guindo y sé que esto es lo habitual en muchas actividades comerciales. Lo que ocurre es que, cuando uno acude lleno de ilusión y de confianza, para qué decir otra cosa, en realidad es como un cordero en manos del matarife o, como diría un castizo, en todo un "primo".
La verdad es que no sé de qué me asombro, porque cuando yo firmé mi pequeña hipoteca -la que me podía permitir- el mismo representante de la central de Caja Madrid en el acto de la firma rectificó a la baja las condiciones abusivas que había fijado el empleado de "mi" oficina en el que confié porque me conocía desde que domicilié mi primer sueldo, como hicieron mis hermanos, y porque conocía a mis padres que también tenían allí sus ahorros.
Contó también el señor Carreras como desde oficinas como la que él dirigió se sobretasaban las viviendas hipotecadas pensando, dijo él y yo no me lo creí, que a la larga subiría el valor de las mismas, lo que permitía empaquetar en el crédito un coche de lujo y unas vacaciones y, de paso, hacer caja y sumar puntos a la oficina.
Uno de los economistas presentes en la entrevista, el apocalíptico y amoral Santiago Niño, no hacía otra cosa que decir "y, además, se fomentaba el crecimiento de la economía", un crecimiento de la economía -añado yo- que nos ha llevado adonde estamos, un crecimiento que, como la cocaína y otras drogas, nos estimula y nos aturde, a la vez que nos destroza moral y físicamente el futuro.
Gemma Nierga dijo más o menso teatralmente que, para ella, lo revelado por el director "arrepentido" -había terroristas y mafiosos arrepentidos, habrá que añadir la categoría de bancario arrepentido- había sido tan impactante como lo fue averiguar que los Reyes Magos no existen. Yo creo que es mucho peor, porque saber que en realidad son los padres ayuda a crecer y a comprender algunas cosas, pero lo de la inmoralidad de "nuestros" bancos y cajas es muy deprimente.

1 comentario:

Jesús Mondéjar Gascón dijo...

Vaya , que los escrúpulos no es lo suyo, hay una cosa que me consuela, y es que el tiempo pone a todo el mundo en su sitio, a todo el mundo.
Muy bueno el post