Ayer supimos que todos esos hombres hechos y derechos que
matan las horas en los parques y en los bares, que todos esos jóvenes y no tan jóvenes
que hacen su particular viacrucis por las zonas más comerciales de cada ciudad,
dejando en cada una de sus estaciones una plegaria de papel con foto, estudios,
idiomas y experiencia; que los hombres que pasan las horas mano sobre mano en
las plazas de los pueblos esperando que alguien venga a alquilarlas por uno o
dos jornales; que las mujeres que hacen faenas en las casas de otros para
cubrir la falta de un sueldo en la suya; que todos y cada uno de ellos están a
punto de sumar cinco millones.
Lo peor de algo tan malo como eso es que el resto de la
sociedad, ese 78% de españoles que sí tienen trabajo -y que les dure- se están
acostumbrando a convivir sin espanto con quienes no lo tienen. Más aún, hay quien
se ha acomodado en esta crisis y no hace sino sacar ventaja de ella.
Es como si un accidente cerebral, provocado quizá por una
indigestión de ladrillo y cemento, hubiese paralizado una parte importante y
fundamental del cuerpo social de nuestro país. Una especie de piernas sociales
que ahora hay que arrastrar, porque ya no nos sirven como antes. Sin embargo,
como suele pasar en la vida real, más allá de las metáforas, hay sociedades que
se acostumbran a vivir en silla de ruedas y son capaces de adaptarse,
desarrollando habilidades insospechadas hasta entonces. Los hay que toman de
esos miembros paralizados un poquito de allí y otro poquito de allá, para sacar
de esos pocos "afortunados" el mayor de los provechos, antes de
arrojarlos a la papelera, como un pañuelo de papel usado y sucio.
Pero el resto del cuerpo social, el que aún no está
paralizado debe saber que, aunque inmóvil, las piernas ahora inmóviles siguen
vivas y necesitan de cuidados y atenciones esmeradas y a diario, de masajes,
limpieza y ejercicios cuidadosos y pacientes, porque, si no, acabará
rebelándose en infecciones y escaras que pueden arruinar la salud de esa otra
parte útil que las considera una carga y se cree a salvo y al margen de su
desgracia.
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