domingo, 30 de octubre de 2011

...SIEMPRE GANA


Uno cree que los juegos son una cosa y la vida es otra. Pero no. Con el tiempo, uno va cayendo en la cuenta de que los juegos, especialmente los llamados "de mesa" no son sino una parábola de la vida, una especie de simulador virtual, sin software ni pantalla, que nos permite cambiar por unos momentos el rol de nuestras vidas. Por eso, en todos estos juegos impera una constante: la banca siempre gana. Los derechos, las ventajas, la imposición de las normas, están siempre del lado de quienes asumen ese papel sobre el tablero, un papel que, las más de las veces, se compra y se vende.
La vida real, de la que procede el modelo, se empeña, además, en parecerse a la arbitrariedad del azar y en lo que tiene de implacable el juego. La vida real quita y da fortunas, pequeñas y grandes, sin que, las más de las veces, no haya otra explicación para ello que una racha de suerte.
Lo de que la banca siempre gana es tan inamovible que, cuando algo o alguien se imponen sobre ella, cuando algo o alguien le hacen morder el polvo de la derrota, reacciona con la indignación del ofendido o las lágrimas de cocodrilo del que pide que alguien se haga cargo de sus deudas. La banca que se lleva un tanto, por pequeño que sea, de cada uno de nuestros actos económicos, comprar o vender, cobrar y pagar o ingresar o retirar dinero, escondida detrás de un número de cuenta corriente o de una tarjeta de crédito, no gusta de que alguien le exija que garantice que nuestro dinero en sus manos sea real y no un montón de pisos sin vender o unos terrenos que ya no se construirán.
La banca no se acuerda en momentos como estos del esfuerzo que han hecho los poderes públicos para que no quedasen con el culo al aire en un hipotético "corralito" que, por desgracia, tuvimos más cerca de los que creemos. La banca no se acuerda de todas las pifias en que ha estado metida desde que comenzó todo esto. La banca tampoco se resta un euro de los dividendos que reparte entre sus accionistas ni de las pensiones y los bonus que reserva para sus directivos.
La banca siempre gana, pero no suelen contárnoslo tan crudamente, porque la banca ha tenido desde tiempos inmemoriales la buena costumbre de ser muy cariñosa con esos "líderes de opinión" a los que, si no tiene a sueldo directamente, siempre encuentra una manera de compensar para que allá donde abran su "pico de oro" haya una justificación para lo que (nos) hace.

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