viernes, 7 de octubre de 2011

TALANTES


Recuerdo que los primeros meses de Zapatero en la Moncloa se adornaron con una palabra talismán y que esa palabra fue "talante". Tanto se prenunció y sólo en un sentido que pudimos llegar a pensar que talante equivalía a buen talante. Pero la realidad es otra y el talante puede ser bueno, puede ser malo y, a veces, puede ser muy malo.
No hay más que ver a algún personaje público para comprobarlo. Sin caer en el tópico de señalar el dedo justiciero de Mourinho o las abruptas lenguas y plumas que por unos miles de euros insinúan o mienten por encargo, nos encontramos con otro tipo de personajes que parecen esforzarse en que eles quede grande eso de representantes del pueblo o servidores públicos. Es ese tipo de personaje que se esfuerza en encontrar problemas allá donde se atisban soluciones o, sencillamente, provocan los conflictos, porque es en ese escenario donde más brillan.
De acuerdo en que el talante de Zapatero nos llevó a algunos a penar si, tan bueno y complaciente como parecía, no estaría aquejado de una peligrosa candidez capaz de llevarle a cerrar con el PP algunos pactos -el de la justicia o el que dio lugar a la ley de partidos, por ejemplo- que, más que acuerdos, parecían, y en eso se han convertido, hipotecas de las que acaban en desahucio.
De acuerdo en que dosis tan grandes de buen talante no siempre son buenas, pero son preferibles a actitudes como las que demostraron ayer, casi simultáneamente y a cientos de kilómetros, José María Aznar y su alumna aventajada Esperanza Aguirre. El primero demostró en la Convención del Partido Popular en Málaga que, con bigote o sin bigote, en bañador o enpijotado con bufanda y todo, es la personificación de la frustración y el rencor. En cuanto a la segunda, se exhibió una vez más, en el pleno de la Asamblea de Madrid, como el ser sin escrúpulos ni educación -la educación no consiste en manejarse en dos o tres idiomas, sino en hacerlo con respeto, aunque sólo sea en uno- digno de figurar como tópica verdulera en cualquiera de esos sainetes tan apreciados el pasado siglo.
Aznar, de quien los cronistas, bien aleccionados, claro, cuentan que ya está bajo el control de Rajoy, como si hubiese alguien capaz de controlar a un lunático egocéntrico como ese, tuvo el descaro de acusar al gobierno de suplicar a ETA, a cambio de concesiones, comunicados que poder exhibir en sus mítines, cuando él, en su etapa al frente del Gobierno, no sólo se refirió a la banda terrorista como Movimiento Vasco de Liberación, sino que dijo -y no creo que fuera malo hacerlo- que si daba pasos en la dirección apropiada sabría ser generoso con quienes reconocieran los errores que habían cometido.
Lo de Aguirre es de bochorno en pleno octubre. ¿Cómo vamos a decir a nuestros hijos que hay que buscar el diálogo, que no es buena la confrontación y que debemos respetar a los demás? Esperanza Aguirre, que lo queramos o no, ella y nosotros, es la presidenta de todos los madrileños, demostró una intolerancia supina y un desprecio absoluto, tanto hacia la verdad como hacia sus adversarios.
Acusar, como hicieron ella y su fiel y triste escudera Lucía Figar, a las asociaciones de padres de alumnos de "forrarse" con la venta de las camisetas en defensa de la enseñanza pública y hacerlo en el tono y con las palabras que lo hizo daba pena. Según su servicio de espionaje, en cada camiseta, que se vende a cinco euros, quienes las venden ganan dos euros, lo que multiplicado por dos, tres o cinco mil camisetas da una pasta gansa ¡Menudo negocio! No sé cómo se le escapó a su amigo Correa. Mientras tanto, como oportunamente le recordaron, la Comunidad de Madrid se ha gastado 110 millones de euros en una campaña publicitaria del metro de Madrid que, curiosamente, tiene su fuerte en los andenes y túneles del mismo metro, para que la vean quienes ya son usuarios de este medio de transporte. Algo tan caro y tan absurdo como para que pensemos que hay algo raro y que alguien se lo está llevando crudo a costa de nuestros impuestos.
En fin, talantes los hay buenos y malos y algunos talantes hielan la sangre. Sólo cabe esperar que de aquí al 20 de noviembres agucemos el ojo y el oído y nos hagamos un buen juicio sobre lo que podemos esperar de unos y otros.

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