No se echa en falta en el joven de la foto ninguno de los
símbolos de lo que algunos conocíamos hace no tanto como "imperialismos
yankee". Por no faltar, amén del dólar y la banderita de rigor, lo que
sujeta sobre su boca el dólar que le amordaza son sendos trozos de "cinta
americana".
La foto habla por sí sola de una juventud sometida y
acallada por la fuerza del dios de papel y tinta verde que se ha hecho con el
control del mundo. Lo curioso es que, por primera vez en mucho tiempo, quienes
se levantan no lo hacen contra un país o contra un gobierno -lo que no quiere
decir que los gobiernos sean inocentes o no se vean afectadas por las
protestas- sino contra un sistema que ya ha pasado a ser "el
sistema".
Las protestas de la Spanish Revolution, las de Grecia,
Italia o Portugal no son muy distintas de las que ayer se vivieron en el puente
de Brooklyn o, hace ya meses, en Túnez o Egipto. Tampoco son diferentes de de
las que recibieron ayer en el Manchester de la Revolución Industrial al David Cameron
y su partido. Es más, si me apuráis, tampoco son muy distintas de las del
pasado agosto en Birmingham o las de hace años en la banlieu de París y otras
capitales francesas.
Todas estas "revoluciones", incruentas o no, nacen
como reacción a un sistema, el sistema, que aísla, enquista y se desprende de
todo aquello que no le produce la rentabilidad requerida por su bulimia
especuladora.
Es terrible pensar que ese sistema sea capaz de poner en
duda la viabilidad de países consolidados, en tanto que, en las bolsas, circula
una cantidad de dinero virtual que equivale a ocho veces el valor real de la
riqueza de esos países ¿Qué ha pasado para que lleguemos a este estado de
cosas?
Es difícil augurar mucho futuro a un sistema basado en
valores ficticios y sobredimensionados que no sólo afecta a las viviendas
hipotecadas de tantos ciudadanos, sino a muchas empresas que, con el cebo del crédito
fácil, han entrado en subastas enloquecidas -PRISA es un ejemplo- que han
acabado por dejar en el chasis empresas sólidas y solventes económica y
profesionalmente.
Los excesos ludópatas en bolsa de algunos ejecutivos los
está pagando la sociedad con el subempleo de jóvenes mejor formados de la
Historia.
No me extrañaría y no me incomodaría mucho que todos ellos,
hartos de no tener futuro, organizasen "la mundial".
No hay comentarios:
Publicar un comentario