Sí. Se acabó. Se lo he escuchado por tres veces al ministro
del Interior del final del ETA "eso se acabó, eso se acabó, eso se
acabó". Lo decía emocionado, confesando que esta noche ha dormido poco y
ha llorado mucho, se refería a esos sobresaltos de las ocho de la mañana -ETA
solía inaugurar los días con fuego y sangre-, a los funerales, a los puños
apretados de rabia, a tanto dolor como se ha sufrido y se sufre en este país.
El lunes escribía en estas mismas páginas que están aquí y están en tus manos,
que, sin ETA, este país habría sido otro y espero que, ahora que tienen la mano
en el picaporte para abrir la puerta y salir de nuestras vidas, este país sea
otro.
Habrá quien piense que Euskadi seguirá sufriendo las bravuconadas
de quienes se permitía amenazar porque las amenazas podían hacerse realidad.
Pero ya nada será igual, porque detrás de las palabras ya no hay pistolas y
porque, detrás de las pistolas, ya no quedan más que palabras huecas.
Hay en Euskadi demasiados niños, demasiados jóvenes,
demasiados hombres ya que han crecido sin su padre, porque estaba muerto,
porque estaba en la cárcel o porque estaba huido. Demasiadas vidas que han
arrancado con un vacío que demasiadas veces se ha llenado con odio y demasiadas
conciencias que han crecido ante barreras de rencor y señales de dirección
prohibida que les impedían pensar otra cosa que lo que tocaba en su situación
de víctima o verdugo.
Los verdaderos héroes de esta terrible lucha que ayer
comenzó a ver su fin so todas esas viudas, todos esos huérfanos, todos esos
amigos que ante el cadáver de un ser querido arrebatado por esta locura que ha
durado demasiado, en lugar de revolcarse tenían derecho a ello- en el dolor y
en el rencor, han apretado el puño y, entre lágrimas, optaron por trabajar para
que "su muerto" fuera el último de los muertos. Ahora queda trabajar por
una de las tierras más hermosas de España, una tierra y unas gentes que hay que
conocer para amarlas como se merecen.
Mientras, aquí, en lo que algunos llaman "el resto del
estado", algunos tendrán que inventarse un nuevo discurso, porque el del
odio y la baba ya no les servirá como hasta ahora, aunque me temo que tardarán
en hacerlo, porque aún se resisten -y se resistirán- a reconocer que lo que les
ha dado tantos seguidores y tantos beneficios, también económicos, se acabó.
Bienvenida sea la Paz, así con mayúsculas, ocupémonos ahora
de lo que realmente nos interesa y llamemos a las cosas por su nombre, porque
esto se acabó. ETA dijo ayer vergonzántemente, con demasiadas justificaciones para tanto dolor, que cesa definitivamente su violencia, que ESTO SE ACABÓ.
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