Escuchaba esa tarde "La Ventana", cuando un ciudadano griego
que contaba desde Atenas cómo se vive allí, en el epicentro de la crisis
europea, todo lo que está pasando, ha dado con lo que, a mi modo de ver, podría
ser una de las claves del asunto.
Decía este ateniense que, por ejemplo, los escolares van a
comenzar el curso con fotocopias y DVDs en vez de libros y que, según cuentan
las malas lenguas, los millones de copias necesarios le habían sido encargados
a alguien vinculado familiarmente a la cúpula del ministerio de Educación. Venía
esto a cuento de las acusaciones de corrupción en Grecia lanzadas desde
Alemania, y explicaba este ciudadano que poco parecía importarle la corrupción
a Alemania cuando una de sus empresas, la Siemens, se beneficiaba de grandes
contratos del gobierno griego o cuando Grecia compraba armamento muy por encima
de sus necesidades a empresas también alemanas, para añadir que, ahora que
Alemania ha encontrado otros mercados en el Este, Asía o América Latina, puede
permitirse el lujo de dejar caer a quienes hasta ahora han sido su mercado.
Todo lo dicho por quien creo que se llamaba Cristóforo me ha
llevado a elaborar esta teoría que, si bien puede ser un tanto tramposa, no
deja de ser verosímil. ¿Y si Alemania, junto a Francia, nos llevó al euro,
atándonos de pies y manos para devaluar y, como consecuencia, imposibilitados
para recuperar por vía de la exportación parte del déficit acumulado, al no
resultar competitivos nuestros productos? ¿Y si Alemania está copando ventajosamente
mercados en los que podríamos ser su competidor?
No sé si es verdad, pero podría serlo, y de ser así
estaríamos condenados a quedar como un bonito y barato destino turístico o como
una gran residencia de la tercera edad para los poderosos jubilados de la Europa
del Norte.
Si fuese cierto, apañados estaríamos.
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