lunes, 19 de septiembre de 2011

MACHOTES

Qué fácil lo tienen. Es tan sencillo. Basta con engatusar a la presa, conquistarla, apartarla de los suyos y aislarla después. Una vez que la ha privado de su conexión con los demás -a veces ni siquiera tiene paciencia para ello- la "doma" a base de reproches, prohibiciones, menosprecio e insultos. Es decir, se le priva de la autoestima. En ocasiones se le carga de hijos y de obligaciones hasta convertirla en un pelele que siempre estará en el rincón, con la casa limpia, la comida lista y el sexo dispuesto. Aquella mujer joven y radiante que conoció ya no existe. Ya ni siquiera le atrae como entonces, pero es "suya" y ya no será de nadie.
Esto que en este país se ha vivido demasiadas veces; esto que algunos toleran porque deciden que forma parte de la vida privada y otros lo atribuyen a la tradición o, incluso, a la cultura, está cambiando poco a poco.
El cambio está en que la mujer ya no se resigna a ser ese juguete roto de "su" hombre. El cambio está en que se sabe autónoma y en que ya no necesita del permiso del macho para tener un trabajo o una cuenta corriente. Es un avance, pero los machotes se rebelan y se obsesionan con el "mía o de nadie", convirtiéndose en juez y verdugo de su pareja, haciéndoselo perdonar con ese gesto cobarde del intento más o menos exitoso de suicidio.
No puede ser que un machote celoso trate de privar a una mujer de lo que tantos siglos ha costado arrancar a la sociedad. No puede ser que haya mujeres aterrorizadas, esperando a que su pareja vuelva a casa de buen humor.
Evitarlo es una tarea de todos. En primer lugar, de las madres que deben enseñar a sus hijas que, por mucho amor que haya, nadie tiene dueño, y que deben enseñar a sus hijos que nunca deben someter a esa mujer que dicen amar. También es una tarea de nosotros mismos, de la sociedad encarnada en cada uno de los vecinos que, en lugar de subir el volumen de la tele, cuando estalla una discusión entre un hombre y una mujer, debemos bajarlo y, si es preciso, intervenir o llamar a quien pueda hacerlo. Es una tarea de las amigas o de las compañeras de trabajo que deben sospechar de determinados accidentes domésticos, sobre todo cuando son frecuentes.
Y es también un asunto de jueces y fiscales que nunca deben tomar a la ligera las denuncias de mal trato que llegan a sus manos, porque es muy largo y muy doloroso el camino que recorre una mujer hasta llamar a la puerta del juzgado.
Este fin de semana tres hombres han acabado con la vida de sus parejas. Una de ellas había pedio el alejamiento de su verdugo y se lo negaron. Seguro que el juez que se la negó y los familiares y vecinos que nada hicieron en ese y en otros casos encuentran una explicación para su actitud. Sólo espero que no les sirva para su almohada.

1 comentario:

José Antonio Serrano Segura dijo...

Cambiar mentalidades tan arraigadas en una cultura de siglos, o de milenios, costará tiempo. Pero creo cambiar esa ideología, tan profunda que forma parte de una personalidad hasta confundirse con ella, sólo bastarán una o dos generaciones completas. Lo que históricamente supone unos 30-40 años.



El proceso será duro. No sé si estadísticamente estos asesinatos son más o menos que los que había hace unas décadas (no puede saberse porque antes se ocultaban o se hablaba de "crímines pasionales", cargando la culpa en la infidelidad femenina), pero si fueranalgo más es por lo que dice el artículo de Javier Astasio: La mayor parte de las mujeres han asumido su libertad mientras que esos hombres no lo toleran.



Es el duro precio que cuesta la libertad. No debería ser así, pero lo es en todas las conquistas sociales tan importantes y que rompen los moldes de personalidades débiles en el fondo y monstruosos en los actos.



Siempre se dice lo mismo: educación y más educación: en la familia, en la escuela, en la sociedad, en la legislación y en su aplicación. Y es cierto. Hay dos datos que, ante la tragedia de estas noticias, quedan en segundo plano: cada vez más mujeres se atreven a dar el paso y piden ayuda en donde deben hacerlo, y cada vez leemos más noticias de vecinos que o bien llegan a tiempo evitando el crimen, o bien acorralan al asesino antes de que cometa su crimen o impidiendo su huida después de haberlo hecho.



Cuando ha habido casos de violencia física o verbal denunciados son más los hombres que se someten a los cursos de reeducación y al tratamiento psicológico que, en ningún caso, supondrán un atenuante, pues esto ocurre después de su delito. Son conscientes de que esto es así porque se les informa, pero por lo menos están dispuestos a acudir.



Y la realidad es que las mujeres denuncian más, son atendidas, se ordena el alejamiento y muchos la cumplen. Lo que sale en los medios de comunicación es la excepción de la regla: no es noticia que un hombre cumpla la orden de alejamiento y que se someta a esa reeducación. Es noticia lo contrario y sólo cuando se produce la agresión.

En fín, educación a todos los niveles, legislación y su cumplimiento, ayuda para las mujeres que quieren escapar de su cárcel que es su hogar e información, campañas, compromiso social.