Anoche, como si me estuviese preparando para lo que me
esperaba hoy, me enganché a un documental británico, creo que de la BBC, que
explicaba a la perfección el origen de la crisis que tan gravemente ha afectado
a nuestros bolsillos y amenaza con hacer otro tanto con nuestra dignidad.
El documental, parte de una serie titulada "El poder
del dinero" que está disponible "online", se remonta a la
Inglaterra del XVIII para explicar que el mayor error en Economía es pensar en
la vivienda como en un valor de inversión seguro que, en caso de necesidad,
garantizaría la obtención de créditos para emprender cualquier tipo de
actividad.
Partiendo de la decadencia de la aristocracia inglesa que
fue perdiendo sus propiedades y con ellas, el poder que les garantizaba en el
parlamento, nos lleva al New Deal que permitió el florecimiento de la economía
norteamericana de posguerra a base de promover la propiedad de la vivienda, con
acceso a créditos a los futuros propietarios.
Lo cierto es que en una sociedad en la que los derechos
civiles estaban vetados a los negros, también esos créditos les fueron vetados
y el paro y la marginación llevaron a agitar un cóctel ya de por sí explosivo
que acabó por reventar en Detroit en unos disturbios que tuvieron como objetivo
esas propiedades inalcanzables para quienes no era blanco y no había ido al
instituto.
Para evitar nuevos brotes se decidió garantizar hipotecas
blandas, garantizadas por el Estado, para que quienes carecían de otro modo de
conseguir una vivienda en propiedad accediesen a ella. Algo que hizo también la
Tatcher facilitando la compra de esas "cajas de zapatos" de dos
plantas de propiedad municipal tan típicas del Reino Unido, una artimaña para
aplacar los ánimos y promover el conservadurismo en quienes habían accedido a
la propiedad.
Lo malo es que alguien pensó que, si el estado acababa
garantizando esos préstamos, el negocio iba a estar a partir de entonces en
concederlos a diestro y siniestro. Así lo hicieron muchos bancos que con la
ayuda de las agencias de calificación escondieron su "basura" en paquetes
de inversión que, como los lotes en las tiendas de saldo, la disimulaban con un
producto "triple A" que, además, se exportó a bancos europeos,
ansiosos de ofrecer a sus clientes "duros a peseta".
Al final el globo se pinchó y las viviendas que fueron
perdiendo quienes no tenían un trabajo estable para asumir los crecientes
intereses fueron perdiendo todo su valor, arrastrando a los bancos que
compraron toda esa basura en forma de hipotecas.
La moraleja de los autores del documental es la de que el
único valor sólido es el trabajo, algo que aquí parece haberse olvidado, porque
el paro sigue creciendo y nadie parece capaz de hacer nada al respecto,
especialmente de cara al futuro, porque los grandes empresarios son tan insaciables
como los mercados, exigiendo contratos de formación hasta los treinta años y
poder encadenar los contratos temporales "ad infinitum".
Un ejemplo más de la cruel economía de mercado. El mercado
municipal que hay frente a mi casa llevaba años agonizando a causa de la
competencia de las grandes superficies y lo hacía hasta el punto de que muchos
comerciantes se jubilaban sin que ninguno de sus hijos quisiese seguir con un
negocio que exige grandes madrugones, frío en invierno y calor en verano, con
lo que quienes han podido mantener su negocio ya no pueden hacer frente a los
gastos comunes.
Ahora, el Ayuntamiento ha dado con la solución: "meter
al enemigo en casa". Es decir, conceder la mitad o más de cada uno de esos
mercados a grandes cadenas como Carrefour u otras. Es una trágica parábola de
lo que está pasando en nuestro país: hemos matado los pequeños negocios para
entregar su cadáver a los grandes que acaban por imponer sus precios, sus
sueldos y sus condiciones.
Para echarse a llorar
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