Paradojas de la vida. Una medición de la velocidad de los
neutrinos, esas partículas atómicas tan poco aficionadas a manifestar su
polarización y que en un hipotético parlamento de la materia irían a alguno de
los grupos nacionalistas o incluso al mixto, ha desatado la imaginación, si no
el delirio, en algunas sesudas redacciones, poniendo en duda la mismísima
teoría de la relatividad de Einstein que había venido explicando lo que hasta
ahora hubiese sido inexplicable de otro modo y poniendo a sus redactores más
imaginativos a elucubrar sobre viajes en el tiempo o a destinos hasta ahora
inalcanzables. Y eso, a pesar de que el dato, el asombroso resultado de la
medición, ha sido puesto en duda por los propios autores del experimento.
Curiosamente, las mismas redacciones no han tenido la fe
necesaria para imaginar un próximo fin de ETA, pese a señales tan evidentes de
que se acerca como el comunicado del colectivo de presos de la banda publicado
hoy por Gara y filtrado ayer en su esencia, anunciando su decisión de poner fin
a la violencia y de reconocimiento de las víctimas, pese a que tal colectivo,
cercano al millar de presos, ha sido uno de los más duros de la organización
terrorista.
Una y otra reacción me lleva a pensar que la gente sólo ve
aquello que quiere ver y que, por terrible que parezca, hay quien se sentiría
incómodo con un inmediato final de ETA.
Evidentemente, ese comunicado está sembrado de espinas, como
la petición de amnistía y autodeterminación o la falta de exigencia de disolución a la banda, que
no son más que los clavos ardiendo a los que se agarran quienes desde una y
otra posición han rentabilizado su violencia.
¿Por qué se les hace tan difícil a algunos darnos buenas
noticias?
Está claro que son más dados a que comulguemos con ruedas de
molino si estas giran a su favor, hasta el punto de hacernos creer que algunos
harán en el gobierno de la nación algo distinto de lo que ya están haciendo en
las autonomías en que deciden.
Hace un par de días escuché a Ismael Serrano, que en la
presentación del último libro de su hermano Daniel, citaba a Gramsci en su
condena a los indiferentes. Mucho me temo que, otra vez, estamos en sus manos y
en las de quienes les filtran su realidad interesada.
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