Me lo tendréis que perdonar, pero esta mañana de martes no
he encontrado nada más atractivo en toda la actualidad que la historia de este
tipo, Alessio Rastani, una especie de John Turturro en la Bolsa de Londres que
ayer vivió sus quince segundos de gloria contando a las cámaras de la BBC cuál
es el verdadero color del dinero.
Me lo imagino apestando a colonia carísima pendiente de las
cotizaciones y rodeado de monitores, frotándose las manos mientras el resto de
los mortales se aprieta el cinturón por no decir la soga de la que acabará
colgándose.
Es un claro ejemplo -y que el 15-M me perdone- de parte de
una generación carente de sentimientos y escrúpulos -he conocido a algunos
tipos así- para la que el triunfo se construye sobre los cadáveres de sus
semejantes. Si gastasen escudo o bandera, su lema podría ser "Si no me sirve,
me estorba". Y por eso andan apartando a manotazos a todo aquel que no
cuadra en sus planes. Rastani es de esos y hay que agradecerle que haya
descubierto tan a las claras las cartas que juega.
Dijo entre otras cosas que sueña con un nuevo crash de la
economía, con una nueva recesión, porque eso aumentaría sus beneficios. Dijo
también que en doce meses se esfumarán los ahorros de casi todo el mundo. Pero
lo que es más de agradecer de todo lo que dijo es que Goldman Sachs, el
paradigma de la especulación, gobierna el mundo, que los gobiernos no tienen
poder alguno ni capacidad de intervención sobre lo que está pasando.
De ser cierto lo dicho por Rastani -verosímil sí que es- no
sé qué hacemos votando y confiando en unos gobiernos inoperantes ¿No sería
mejor tomar las nuevas bastillas que son las bolsas? ¿No sería mejor erradicar
por ley la especulación de nuestras vidas?
Por desgracia esto son solo anhelos imposibles, porque, si
Goldman Sachs o nuestro Alessio Rastani multiplican sus beneficios con la
desgracia de los demás, es porque hay gobiernos que les hacen el juego, o al
menos lo parece, poniendo dificultades a cualquier cambio en el tablero de
juego.
Rastani, Merkel, Goldman Sachs, qué más da uno que otro,
todos tienen algo que ver en nuestra desgracia
.
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