Qué tranquilo me he quedado. De todas las noticias del día,
las que nos hablan de la tragedia griega, con trío Merkel, Sarkozy, Papandreu
incluido y a punto ya de ser de todos; sobre las protestas de interinos, 15-M,
sindicalistas y los de la ceja contra los recortes en educación; sobre las
encuestas, que no pueden ser más desalentadoras para los que todavía creemos en
lo público; sobre la violencia en Afganistán o Irak, o sobre la falta de
imaginación de mi Barça que, juegue como juegue, parece haberse abonado al 2-2
como resultado... de todo lo que he podido encontrar en los periódicos lo que
más me ha interesado, y tranquilizado al mismo tiempo, es saber que la
resurrección del Impuesto sobre el Patrimonio no me va a afectar porque estoy
por debajo del mínimo de un millón de euros, a partir del cual se va a aplicar.
Si yo, que he podido trabajar a lo largo de casi tres
décadas y bien pagado en los últimos años, no llego a ese mínimo exento, puede
explicarme el PP a quién pretende defender oponiéndose a que vuelva a
aplicarse. No será, desde luego, a eso que denomina "la mayoría de los
ciudadanos", salvo que su vista sea peor que la mía y no le alcance para
ver a quienes abarrotan el metro y los autobuses en las tres primeras horas de
servicio, o a quienes esperan, a veces horas, para pasar consulta con su especialista
de la red sanitaria pública, o a los que mandan a sus hijos a un instituto
público con la esperanza de que la educación les dé las armas de que carecieron
ellos en los difíciles años que le tocó vivir.
A lo mejor, lo que pretende defender el PP es ese "atado"
de fincas, palacios e inmuebles que poseen condes y condesas por haber nacido
en su cuna y no en una maternidad pública que, muchas veces, es el lugar más
confortable y limpio que van a conocer en su vida; o esas grandes dehesas que
se compran los toreros por jugarse la vida alguna que otra tarde, frente a un
animal que, haga lo que haga, siempre acaba perdiéndola; o a esos deportistas
de élite que acumulan fichas, sueldos, derechos de imagen o de televisión, que
se gastan al día en perfume lo que se gastan a la semana demasiadas familias en
comida.
Aunque, a lo mejor a quien defiende es a quienes, desde el
lado oscuro, como el exbanquero que posa en la foto, han construido enormes
patrimonios embaucando o especulando, lo que no deja de ser otra forma de
engaño, o con la explotación de los demás y de los antepasados de los demás a
lo largo de los siglos.
No sé si a los que creéis os sirve de consuelo pensar que,
quizá, todas estas presuntas "víctimas" del Impuesto sobre el
Patrimonio acaben pagando sus excesos en el más. A mí, que no creo, me parece
"de ley" que den una parte de lo que tan fácilmente ganan, roban o
heredan, por más simbólica que sea, para que a quienes menos tienen les llegue
un poco más.
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