Ayer me fui a la cama tratando de encontrar una explicación
a ese terrible distanciamiento que acaba produciéndose, al menos en España,
entre los dirigentes políticos y esa masa sin rostro que hemos dado en llamar
ciudadanía. Hoy he llegado a la conclusión de que todo se debe a que uno tiende
a interpretar el mundo en función de los amigos que tiene y, con el paso del
tiempo, quienes ostentan el poder acaban por no tener amigos digamos
"normales" y viven rodeados de poderosos.
Estaba yo en éstas, cuando me he encontrado con la foto de
Rupert Murdoch y su joven esposa Wendy, que acaba de revelar que Tony Blair fue
el padrino de su hija, algo que explica y deja una preocupante neblina de
desconfianza sobre las relaciones del poder y la prensa en el Reino Unido, a
las que poco o nada tienen que envidiar las que se acostumbran por aquí.
Qué decir entonces de la boda de la hija del matrimonio
Aznar con un tiburón de los negocios como Alejandro Agag, al que llegó a
colocar en el Parlamento Europeo y, allí, como secretario del Partido Popular
Europeo. Por cierto, las fotos de aquella boda en El Escorial contestarían con
poco margen de error a la pregunta de quién ostenta el poder, corruptos y
corruptores incluidos, en España.
Creo que lo que le ha pasado a Zapatero y a muchos
"pijocialistas", que también los hay y muchos, es que hace tiempo que
no ven a un obrero, por no decir a un pobre. Por eso la imagen que se forman de
la realidad está deformada y los análisis que deberían hacer sobre ella, los
hacen más bien sobre esa otra realidad de papel, que son las encuestas que
acostumbran a mentir de parte, o sobre las que les cuentan sus amigos que se
perecen más a Murdoch que a la señora que hace cola en la pescadería.
No pido con esto que nuestros presidentes se conviertan en
franciscanos. Me conformaría con que, de vez en cuando, con o sin disfraz
entraran en contacto con esa otra realidad sufriente para la que los meses
tienen días de más, exactamente los que no cubren sus ingresos.
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