jueves, 29 de septiembre de 2011

LA RUBIA DE LA CAJA


"La rubia de la Caja". Podría ser a un tiempo el título de una novela negra o el de una comedia de moda, pero no. En todo caso, la rubia de la Caja, esta señora, madre de familia, se ajustaría a la perfección en la trama de "Crematorio", la excelente novela de Rafael Chirbes en la que se muestran las vergüenzas de la sociedad que hizo posible el ladrillazo, arrasando paisajes y conciencias.
María Dolores Amorós que dirigió la Caja de Ahorros del Mediterráneo hasta su intervención por el Banco de España, una de las primeras cosas que hizo cuando llegó al cargo fue adjudicarse una pensión vitalicia de 370.000 euros anuales que, pese a ser pública, apenas causó escándalo en la opinión pública, entre otras cosas, porque nadie, o casi nadie, se escandalizó desde la prensa por tal prebenda.
Ayer pusieron de patitas en la calle a la señora y no fue por adjudicarse tan escandaloso premio, sino por falsificar las cuentas de la ruinosa entidad que, en lugar de haber ganado los 40 millones de euros que hizo constar en su balance, había perdido más de 1135.
Todo apunta a que la CAM se había convertido en el instrumento necesario para que determinados personajes generalmente bien informados de las intenciones recalificadoras de determinados municipios obtuviesen el crédito necesario para sus aventuras inmobiliarias. Un negocio redondo ese de disparar con pólvora del rey -de los impositores de la caja, en este caso- para cobrarse las presas, si las hubiese. Pero, con la crisis, el tinglado se vino abajo y, con él, las delirantes apuestas crediticias de la caja que bendijo en su día el desarrollismo inmobiliario que apadrinó el PP valenciano.
Sin embargo, sería, no sólo injusto, sino estúpido atribuir únicamente a la señora Amorós tanto desmán. También son responsables esos consejeros que, a sabiendas de lo que dejaban, se premiaron con unos cuantos millones de euros y, digámoslo abiertamente, toda esa prensa que, mientras cubría su cartera publicitaria con anuncios de la CAM y más que dudosas promociones inmobiliarias, se tapaba la nariz y miraba para otro lado.

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