"La rubia de la Caja". Podría ser a un tiempo el
título de una novela negra o el de una comedia de moda, pero no. En todo caso,
la rubia de la Caja, esta señora, madre de familia, se ajustaría a la
perfección en la trama de "Crematorio", la excelente novela de Rafael
Chirbes en la que se muestran las vergüenzas de la sociedad que hizo posible el
ladrillazo, arrasando paisajes y conciencias.
María Dolores Amorós que dirigió la Caja de Ahorros del
Mediterráneo hasta su intervención por el Banco de España, una de las primeras
cosas que hizo cuando llegó al cargo fue adjudicarse una pensión vitalicia de
370.000 euros anuales que, pese a ser pública, apenas causó escándalo en la
opinión pública, entre otras cosas, porque nadie, o casi nadie, se escandalizó
desde la prensa por tal prebenda.
Ayer pusieron de patitas en la calle a la señora y no fue
por adjudicarse tan escandaloso premio, sino por falsificar las cuentas de la
ruinosa entidad que, en lugar de haber ganado los 40 millones de euros que hizo
constar en su balance, había perdido más de 1135.
Todo apunta a que la CAM se había convertido en el
instrumento necesario para que determinados personajes generalmente bien
informados de las intenciones recalificadoras de determinados municipios
obtuviesen el crédito necesario para sus aventuras inmobiliarias. Un negocio
redondo ese de disparar con pólvora del rey -de los impositores de la caja, en
este caso- para cobrarse las presas, si las hubiese. Pero, con la crisis, el
tinglado se vino abajo y, con él, las delirantes apuestas crediticias de la
caja que bendijo en su día el desarrollismo inmobiliario que apadrinó el PP
valenciano.
Sin embargo, sería, no sólo injusto, sino estúpido atribuir
únicamente a la señora Amorós tanto desmán. También son responsables esos
consejeros que, a sabiendas de lo que dejaban, se premiaron con unos cuantos
millones de euros y, digámoslo abiertamente, toda esa prensa que, mientras
cubría su cartera publicitaria con anuncios de la CAM y más que dudosas
promociones inmobiliarias, se tapaba la nariz y miraba para otro lado.
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