jueves, 31 de octubre de 2013

MADRID ARENA, UN AÑO YA

                             
 
 
 

Hoy hace un año, a estas horas, probablemente Teresa, Rocío, Cristina, Belén y Katia, pensaban en la fiesta concierto a la que acudirían esa noche, en las amigas, en los amigos, en la ropa y vete a saber en cuántas cosas más puede pensar quién tiene toda una vida por delante. Simultáneamente unos cuantos sinvergüenzas se frotaban las manos pensando en el negocio que iban a hacer duplicando entradas, cobrando por hacer la vista ante el botellón proyectado en el parking del recinto, en todo el alcohol que se iba a vender esa noche, a saber si garrafón o de marca, en todo lo que podrían pasar a quienes tratarían de aguantar hasta el final la fiesta.

Seguro que en algún despacho del Ayuntamiento de Madrid alguien estaría pensando en lo bien que se lo estaba "montando" Ángel Flores, sacando partido a unas instalaciones de todos los madrileños con sus macrofiestas. Otro, el más anciano y anacrónico de quienes estuvieron presentes en la fiesta, el ex médico y ex concejal del ayuntamiento de Madrid, Simón Viñals, en que esa noche tocaba trasnochar, en que ojalá fuese tranquila y en que ojalá su enfermería de la Señorita Pepis no recibiese más que algún otro joven pasado de copas que no pudiese solucionarse con un pinchazo de B-12, y un rato echado en una camilla. Y, ya por último, el responsable de la Policía Municipal pensaría que, una vez, más había conseguido "cuadrar" los servicios con el mínimo imprescindible y en que ojalá no se repitiesen los incidentes de alguna que otra fiesta al aire libre, que acabaron con la escasa dotación desplazada claramente sobrepasada por los acontecimientos.

Visto desde fuera todo lo que pasó esa noche en el Madrid Arena, no cabe la menor duda de que todo estaba calculado al límite a la búsqueda del mayor beneficio con el mínimo coste. Material sanitario insuficiente y de un amiguete, personal de seguridad que no era más que gente inexperta y mal pagada con un chaleco reflectante, un empresario criminal capaz de sobrepasar el aforo que, no ya la ley, sino el sentido común, recomiendan, un tipo nada recomendable que, sin embargo, parecía estar muy recomendado, Un dispositivo policial claramente insuficiente. La ausencia de una UVI móvil en los alrededores de una concentración de veinte mil personas. Tengo claro si en vez de una fiesta, lo de aquella noche hubiese hubiese sido convocado como manifestación del 15.M, jamás se hubiese escatimado, al menos, en policía.

Pero ¿y los medios de comunicación? Ahora no recuerdo aquel primero de noviembre coincidió con un puente, probablemente sí, pero estoy seguro de que en las redacciones quedaba sólo el gato y no precisamente el gato más experto. Quizá fue por eso, por ese pequeño y económico detalle, por lo que a punto estuvieron de tragarse la versión del Ayuntamiento, absoluta y vergonzosamente exculpatoria para los organizadores de la fiesta, porque, estoy seguro, de que ellos sí sabían desde el primer momento cuáles eran sus responsabilidades en lo que pasó. Menos mal que la información no corre ya sólo a través de los medios, digamos, convencionales. Menos mal que los twitter, los whatsapps, las fotos y los videos de la fiesta empezaron a correr y a levantar todas las sospechas de que lo que había ocurrido allí era la confirmación de un desastre anunciado y yo diría que premeditado que, si no había ocurrido antes, había sido por pura casualidad. Y, sobre todo, menos mal que el juez decano de Madrid tenía una hija en la fiesta, afortunadamente para él no entre las víctimas, y decidió poner en el asunto todo el celo que merecía.

Aquellos días, hace un año, en medio de la tragedia, la alcaldesa de Madrid llegó a pensar que no era como para interrumpir sus merecidas vacaciones en un spa portugués. Es la costumbre de pensar que si a las cosas no se le dan importancia, dejan de tenerla. Y es que en este país estamos demasiado acostumbrados a eso y a ese otro "nunca ha pasado nada" para espantar a quienes avisan del peligro y, según los temerarios, sólo son agoreros que se esmeran sistemáticamente en aguar las fiestas.

Esta madrugada se cumple el primer aniversario de aquello y aún no hay nadie condenado por ello. Incluso el verdadero causante que no fue la mala suerte, sino Ángel Flores disfruta de la libertad y de la vida que, gracias a él, hoy hace un año perdieron Teresa, Katia, Belén, Cristina y Rocío.
 
 

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