Definitivamente, hay quienes entienden la política como un
juego y los órganos de representación de los ciudadanos como un casino y,
desgraciadamente, esta actitud no es exclusiva de España, porque el espectáculo
que está propiciando el "Tea Party" republicano en los Estados Unidos
es digno de las últimas secuencias e "El rey del juego", en la que
Steve McQueen, el héroe, y Edward G. Robinson, el villano, se lo
juegan todo antes de enseñar la última carta, aunque con una diferencia, en la
película, el villano tiene una cierta ética y sentimientos.
En la realidad, todo es mucho más vulgar y más sucio. Ahí
tenemos a los Estados Unidos, toda una gran potencia económica, al borde
de la bancarrota y con la amenaza de arrastrar en ella al resto del mundo,
porque una serie de políticos iluminados e intransigentes quieren ganar al
presidente Obama en el pulso por "reventar"
económicamente la ya aprobada y bien aprobada, aunque algo
descafeinada reforma sanitaria. Son un puñado de intransigentes,
ideológicamente repugnantes, enemigos de todo lo que huela a solidario o a
extensión de derechos, herederos de lo peor del ultra liberalismo neocon
de las eras Bush, padre e hijo, pero conscientes de que la reina de
diamantes necesaria para completar la escalera de color está en su mano y de
que, con ella, tienen a su favor la partida, pero, no ya ésa en la que
pretenden echar abajo los presupuestos, sino la que podría apear a su propio
líder de la presidencia del Senado.
Aquí vivimos algo parecido con un Partido Popular y un Artur
Mas tirándose los trastos a la cabeza sin otro interés que mantener encendida
la caldera electoral para calentar su pobreza de ideas, su mala costumbre de
fabular la política y soltar nubes de colores con la que distraernos
haciéndonos mirar al cielo, cuando lo que debería preocuparnos es cómo están
las cosas en el suelo. Saben de sobra que la cosa les funciona y que, así,
nos tienen entretenidos y contentos y cuentan para el juego con la ayuda
inestimable de la clac periodística, que no duda en subrayar con sus oh y
sus ah cada una de sus fétidas nubecillas.
Cada día maldigo el momento en el que nuestros políticos
descubrieron que todo tiene un precio, también la prensa, y el valor de la
propaganda simbiótica que entre unos y otros podrían llegar a hacer. La cosa
funciona como en el dignísimo arte de la prestidigitación y la magia, en el que
el político mago suele contar con una pretendidamente vistosa, aunque cada vez
más ajada, ayudante, la prensa, con la que hacer sus números. Una ayudante que
con sus contoneos y lentejuelas conduce nuestra mirada donde el
mago quiere y la aparta de lo que no quiere que veamos.
Acaba de ocurrir en Galicia, donde el presidente Feijóo
anunció ayer a bombo y platillo una rebaja de medio punto en el tramo
autonómico del IRPF, unos cuarenta y cinco euros por contribuyente y año, sólo
horas después de haber vuelto a subir el "céntimo sanitario" en
las gasolinas, un impuesto que pagan todos los gallegos, tengan ingresos o
no, y que, a la larga, acaba repercutiendo en todo lo que se consume.
En fin el juego de la política, lleno de trampas, en el que se
nos oculta lo importante que es el día a día y se nos prometen quimeras que, en
el peor de los casos, para ellos, claro, quedarán pendientes para una próxima
legislatura.
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