No sé si habrá en toda la administración pública española un
ser más torpe y nefasto que el consejero de Sanidad de la Comunidad de
Madrid, Javier Fernández Lasquetty. Sí, me diréis, el ministro Wert que hoy ve
aprobada su ley en el Congreso sólo con el voto de su partido. Pero no, Wert es
nefasto y prepotente, pero en absoluto es torpe. No hay más que ver cómo ha
cambiado a su compañera de tertulias y otras cosas, Edurne Uriarte,
alias Barbie Complementos, por su subordinada, la secretaria de Estado de
Educación, Montserrat Gomendio, recientemente divorciada y con un patrimonio
declarado de catorce millones y medio de euros. Tampoco la ministra Báñez,
también nefasta, pero de una familia afortunada en los negocios y en los
juzgados, puesto que la minuciosa instrucción que de las adjudicaciones
irregulares en Mercasevilla ha hecho la juez Alaya ha derivado en el
sobreseimiento de la causa abierta contra dos hermanos de la ministra que se
van a ir de rositas, no como pensionistas o parados, cuya suerte encomendó la
ministra a la virgen del Rocío... y así nos va, que diría aquel.
Personajes nefastos Wert y Báñez. Sin embargo, quienes
vivimos y enfermamos en la Comunidad de Madrid, además de padecer las
tropelías de uno y otra, tenemos que sufrir todas y cada una de las trastadas
de ese ser nefasto y torpe que sucedió a Juan José Güemes, casado
con Andrea, la hija de Carlos Fabra, con verdulería en el Congreso de
los Diputados, sucesor a su vez de Manuel Lamela, martillo del
doctor Montes al que acuso de matar a sus pacientes en el,
desgraciadamente, ya famoso por ello Hospital Severo Ochoa de Leganés.
Sin el descaro ni la labia de Güemes y Lamela, Fernández
Lasquetty va haciendo una detrás de otra y todas las que hace le van saliendo a
cual peor, con el ligero inconveniente de que ahí sigue, en su puesto, sin que
a nadie se le haya ocurrido cesarle. Hacer la nómina de todos las chapuzas
legislativas y gestoras de este señor tan anodino sería cansado, pero baste con
recordar que fue el responsable del copago farmacéutico que
quienes acudimos con frecuencia a la botica vivimos, en el mejor de los
casos, como una vuelta a la cartilla de racionamiento. También es el
padre de ese "euro por receta" que, finalmente, fue paralizado por la
justicia, como también lo ha sido la "mafiosa" privatización de
varios hospitales madrileños, en contra de la opinión de pacientes, médicos y
personal sanitario de todos los colores políticos y los sindicatos que,
juntos, llegaron a recoger más de un millón de firmas contra la medida.
Torpezas que reflejan el aislamiento de la realidad en el
que vive este señor, al que, por cualquiera de sus meteduras de pata, en la
empresa privada le hubiesen mandado a la calle o a limpiar letrinas. Pero en la
Comunidad de Madrid, en la que lo importante es vender los muebles de la
familia a precio de saldo, aunque los abuelos se mueran de tristeza y
miseria en sus buhardillas. Todo a precio de saldo. Y los
servicios que un día se "vendieron" a la opinión pública
como progreso, sobre todo en época de elecciones, una vez amortizado su
fin propagandístico, liquidados a precios totalmente inasumibles a la
medicina privada.
De esto saben desgraciadamente las madrileñas de entre
cincuenta y sesenta u nieve años, para las que se estableció el control regular
mediante mamografías de cualquier síntoma de cáncer de mama que, por un ajústame
allá ese precio se han visto paralizadas durante siete meses. Una suspensión
que deja completamente a la vista cuál es el interés de este consejero y su
equipo. No, desde luego, la salud y el bienestar de las treinta y dos mil
mujeres que se vieron privadas de estas pruebas en las que, según las
estadísticas, se detectan síntomas a un doce por ciento de las examinadas y a
sabiendas de que el tratamiento precoz de este cáncer, el más habitual
entre las mujeres, es mucho más eficaz y tres veces más barato que una vez
desencadenado el mal.
Da pánico enterarse de esto y más pánico da ver con
qué poco convencimiento trató ayer de explicar el consejero lo
ocurrido. El que corresponde a un ser torpe y nefasto como él, que si
siegue en el cargo es porque, muy probablemente, no sea más que un mero
ejecutor de un plan que, también muy probablemente, ni siquiera ha sido trazado
en la presidencia de la Comunidad, sino en algún chiringuito montado a su
sombra.
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